lunes, 10 de marzo de 2025

El éxito profesional y la familia

El ayuntamiento introdujo algunas novedades en la organización del día de la mujer. Habían elegido a una chica de éxito para homenajear en la celebración de ese día: una arquitecta que, trabajando duro, con esfuerzo y sacrificio, está consiguiendo levantar una carrera profesional desde el pueblo.
Carmen -la homenajeada- preparó un discurso bien interesante: desde la experiencia personal, relatando las dificultades específicas y prejuicios que debe soportar una mujer para desempeñarse laboralmente en un ambiente copado por hombres. Fue un relato sobrio, sincero, fresco, realista... un relato de superación personal.

En mi ámbito profesional hay pocas mujeres. Aunque pareciera que los hombres cada vez nos implicamos más en la crianza y las tareas del hogar, si me preguntaran sobre mis compis -o yo mismo-, diría que el grueso de esas tareas sigue bajo el mando y liderazgo de las mujeres. Y, oye, hay personas muy sacrificadas y vitales que pueden con todo eso y más. Pero la cosa es que tampoco hace falta sufrir -o ser SuperWoman-. Vivimos en una sociedad hedonista e individualista, una sociedad en la que el ocio por el ocio es también una actividad de consumo y, por tanto, productiva... Vivimos en un futuro donde las máquinas y la IA trabajan por nosotros... ¡Alexa! Lleva a las niñas al cole!

Dejando a un lado la ironía: ni la IA es tan inteligente, ni los avances tecnológicos han conseguido liberarnos de trabajar para otros. El trabajo remunerado nos sigue exigiendo sacrificar el trabajo en nosotros mismos y los cuidados de los que nos rodean. Hay algo perverso e insatisfactorio en esa lógica:
Hace unos días escuchaba un podcast de unas mujeres entradas en los 40s que hablaban de lo difícil que resulta tener hijos a partir de esa edad. Una edad en la que ya disponemos de cierta estabilidad y se nos ocurre que, quizá, podríamos dedicar parte de nuestro tiempo a nosotros mismos, más allá del binomio ocio-profesión. En la meseta de nuestra vida, comenzamos a cuestionarnos el valor de la carrera profesional y lo denigrante que pudiera parecernos realizar las tareas del hogar: sí, preparar puré, cambiar pañales, jugar... es un trabajo pesado, si son los niños de otros pero, quizá, pueda ser una tarea satisfactoria si se trata de tu familia. Fregar los platos, hacer pequeñas reparaciones en la casa, cocinar... también nos puede hacer sentir orgullosos. Quizá, en esta edad donde vemos envejecer a nuestros padres y aparecer nuevas generaciones, tomamos consciencia de que la carrera profesional no tiene fin, pero la vida sí. Y eso no quiere decir que haya que lanzarse a procrear, pero quizá sí que nos lleva a fantasear con trascender más allá del trabajo por cuenta ajena -o autónomo-.

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Como broche final habló el alcalde del pueblo -se trataba de un acto organizado por el Ayuntamiento-. Desde las instituciones es común hacer referencia al progresismo y la democracia, como bienes en sí mismos, generadores de riqueza, libertad, igualdad... En este caso, Progresismo y Democracia, habían conseguido que no sean solo los hombres quienes tengan éxito profesional -ahora, las mujeres también pueden llegar a lo más alto-. Por fin los hogares han quedado vacíos y todxs podemos entregarnos a la productividad y el ocio.
Sí, desde el punto de vista de nuestras instituciones, y también desde el del tejido económico y empresarial, la homenajeada era un innegable caso de éxito. 

Pero vivimos en un pueblo y sabemos que, al lado de la arquitecta, hay otras dos hermanas con titulación universitaria, unos abnegados padres y una familia extensa que ha dado soporte para configurarlas como punta de la lanza. Seguro que su familia está muy orgullosa de ellas: han conseguido grandes cosas.
Ese estar orgullosas las madres y abuelas se repitió varias veces -yo tenía a mi padre al lado y no dejaba de decir que el padre también estaría orgulloso-. Y para estar orgulloso de algo, hay que participar de ese algo. Pero las instituciones, el tejido económico y empresarial, Libertad y Democracia no serían jamás capaces de reconocer a una entidad  rancia, comunal y obsoleta como la familia ningún éxito. Todo éxito debe ser personal e individual. Aún a sabiendas de que la familia es, a día de hoy, el principal mecanismo de reproducción de la mano obra... De ahí esa ambigua relación entre instituciones y familia: por un lado se exalta el éxito personal -para desactivar cualquier capacidad política- pero, a la vez, se siguen sosteniendo y apoyando los servicios -sanidad, educación...- y privilegios de la la familia -herencia, protección legal...- para mantenerla viva como unidad biológica de reproducción y pieza básica de la estratificación social.

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La familia ha quedado excluida del relato y el imaginario de las clases medias y bajas como actor social. En los 80s, 90s abundaban las series y películas de familias más o menos extensas que tenían un papel en su comunidad: Farmacia de guardia, El príncipe de Bel-Air, Médico de familia, Los Simpson... Pero pareciera que, finalmente, haya triunfado el relato de series como Friends: donde un conjunto de profesionales aparecen en el escenario de una gran ciudad y sólo dependen de su trabajo para seguir adelante. Como si el Estado y las empresas privadas proveyeran de todo a quien tiene ambición y ganas de trabajar... Extraño relato para un mundo plagado de desigualdades. Donde sabemos que hay que nacer en unas circunstancias muy concretas solo para tener la oportunidad de acercarse a la puerta del ascensor social. Cuando, además, el tiempo de vida durante el cual podemos desenvolvernos sin cuidados es relativamente breve.

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María, la hermana mayor de Carmen, se plantó en medio del escenario y, ante un auditorio prácticamente lleno, interpretó la emotiva canción "Mujer de las mil batallas". Y considero que hay que ser muy valiente para hacer algo así. Sobre todo alguien que no es una profesional de la canción. Valiente, hábil y exigente: porque lo hizo tremendamente bien.
Sí, también son importantes las cualidades individuales y el empeño personal para el éxito -no pretendo desmerecer a nadie-.

domingo, 2 de marzo de 2025

44: la espiral del tiempo

Otra vez he comenzado a leer  "La Voluntad" de Azorín. No sé... me entraron ganas después de haber estado estudiando la historia de las ideas políticas en España durante los últimos siglos. -Voy a releerlo ahora que estoy en contexto, antes de que se me olvide todo -Me dije-. Ha sido un libro que siempre me ha atraído y, al revisitarlo, he recordado porqué. No era por el ritmo trepidante de la acción -todo lo contrario-, ni por las ideas expuestas -aunque pueda tener su emoción situarlas en los diferentes pensadores de todas las épocas-. Es por el ritmo -pausado-, la sonoridad, la forma de escribir, las descripciones detalladas... Te traslada al ambiente de pueblo de la época -como irte a Hontanaya fuera de las fechas de fiesta- y te hace consciente de la cantidad de ruido y aceleración en que vivimos sumidos hoy día.

Lo leí por primera vez en el insti, como representante de la generación del 98, de ese espíritu melancólico que abrazó el país después de perder sus últimas colonias... Todo estaba mal entonces y había que regenerar la política. No podía continuar el sistema corrupto de progresistas y conservadores -pero todos liberales- alternándose en el poder. No ha cambiado mucho la cosa en los últimos 120 años -quizá sólo el control de masas se haya tecnificado y biologizado más; el liberalismo se ha puesto el traje de la ciencia-.
También lo leí por su peculiar forma de escribir y enlazar las frases, ideas, descripciones... Con un sistema de puntuación que siempre me resultó atractivo, que siempre he intentado imitar.

El libro se mantiene vital, fresco y lozano, aunque las páginas amarilleen un poco. Es una edición de 1989... En aquel entonces Internet no era una cosa de masas -la lectura, sí-. Sin embargo, Internet, ha envejecido peor... se descompone, está permanentemente mutando, se expande y contrae, buscando su lugar en el mundo. Los sitios en que nos divertíamos de jóvenes han desaparecido: Messenger, Tuenti, foros... Otros han sido abandonados: Blogger, páginas webs que nadie actualiza... Y muchos van desapareciendo sin más -en cuanto se deja de pagar el dominio-. Es verdad que tampoco hace falta conservar tanto contenido.
Yo soy muy de guardar, lo guardo todo en local, e mis discos duros... también copias de este blog. No me fío de lo efímero de internet, ni de la nube, ni de las grandes compañías derrochando recursos para almacenarlo todo. También guardo trozos de muebles viejos, maderas, hierros... por si alguna vez tengo tiempo y hago algo con ellos. A veces sí los reutilizo: para arreglar un armario, hacer una estantería... Antes de la era del plástico y los circuitos integrados las cosas se podían -y debían- arreglar.
Los textos no los reutilizo. Sólo, en ocasiones, desarrollo algunas ideas que voy anotando en Facebook. Facebook es mi bloc de notas -y fotos-. Supongo que me he adaptado al paradigma del internet 2.0 y sólo consumo lo nuevo... lo viejo tiene que ser reeditado, remozado...
La edición que estoy leyendo de "La Voluntad" está llena de anotaciones, para facilitar la comprensión sin tener que salir constantemente a buscar en el diccionario o la enciclopedia -porque hace un montón de referencias a hechos de la época, que ya solo importan a los historiadores-. En eso se ha quedado viejo: porque, con el móvil y Alexa siempre al alcance, es muy fácil consultar -y la anotación distrae-.

Hace unas semanas, un amigo se encontró con un sitio "antiguo" del pueblo. Y fue ilusionante y gracioso. Era como retroceder unos años atrás. Como descubrir un álbum de fotos olvidado. El sitio web no era tan viejo...
Antiguo o viejo soy yo -que ya le he dado la vuelta al jamón-. Que estoy en una etapa estable de mi vida. Quizá todavía aspiro a más, pero más de lo mismo: más dinero, más tiempo libre... menos trabajo, pero donde estoy. Para leer más con mis hijas -y solo-, escribir más, ver películas, cortar más leña, criar más ovejas, gallinas, cuidar un huerto, cocinar, hacer fiestas con los amigos, yacer con mi mujer, viajar... Quizá cuando era más joven la vida se presentaba llena de posibilidades y caminos por explorar: ser funcionario, intentar ser escritor, medrar en el trabajo -llegar a lo más alto-, comprar una casa en algún sitio... Un tanto estresante tanta posibilidad mientras, además, debes seguir lidiando con la vida.

Estas últimas semanas he vuelto ha escuchar insistentemente Corcobado. Su música ha envejecido bien -o quizá sólo ha envejecido más o menos acompasada conmigo-. Es como echar la vista atrás, a las emociones que me inundaban en el pasado, pero con cierta condescendencia y nostalgia...

¿Por qué estoy tan triste teniéndolo todo?
Vivo sin mañana sangrando palabras
Ya no sé quién soy ni adónde voy

¿Por qué estoy tan triste teniéndolo todo?
Yo no sé por qué he nacido así
Soy una infección de contradicción

Y no tengo alergia a la alegría
Sólo tengo alergia a la hipocresía
Fragmento de "¿Por qué estoy tan triste? de Javier Corcobado

Siempre he pensado que he estado dando tumbos: de un trabajo a otro, de una ciudad a otra... Pero ahora me aparece todo una espiral: una vuelta a las cosas que siempre he amado -enriquecidas con esos garbeos por las periferias-.



sábado, 18 de enero de 2025

De La Sustancia, cyborgs y el inexorable paso del tiempo

Me descargué La Sustancia, porque no conseguía verla en el cine. Es una película que no deja indiferente a los que tenemos una edad. Demi Moore fue un mito erótico durante los años de mi adolescencia. En la peli hace el papel de una mujer de 50 -aunque tiene ya más de 60- y sigue estando muy bien "para su edad".
El paso del tiempo cambia los cuerpos, los hace menos deseables a la vista. Yo miro fotos de mi juventud y me cuesta identificarme con esa figura tan delgada y esbelta. Pero la mediana edad tenemos derecho a seguir existiendo -y deseando-, tenemos nuestro nicho de mercado. Aunque nos toque afanarnos en las cosas aburridas y sórdidas de la sociedad: la vivienda, el capital, las compras, el trabajo... Para que los cuerpos jóvenes puedan gozar y sentirse atraídos por un sistema mundo que luego tendrán que sostener -que paguen nuestras pensiones-.
Una de las ideas que subyace en la película es el sacrificio de la edad madura. Un sacrificio con el "aliciente" de observar el crecimiento, éxito, pericia y exuberancia de la juventud. Empezamos pensando que somos partícipes de su desarrollo y éxito: la disciplinamos, formamos, llevamos a actividades extraescolares... pero pronto nos damos cuenta que tienen vida propia -que no somos uno-, que sus intereses no son los nuestros o que, incluso, se contraponen -se alimenta de nosotros-. La juventud nos atrae y nos da miedo: porque somos plenamente conscientes de la finitud del cuerpo mientras ella se desenvuelve con arrogante y despreocupada vitalidad.

La Substancia plantea una fantasía química que soluciona el problema de la vejez desde un desdoblarse: como tener una hija pero sin el trauma de la crianza. Y nos estábamos acostumbrando a que el cine abordara el tema desde el cyborg: introduciendo mejoras en nuestro cuerpo a base de tecnología robótica. Como ocurre en Alita: Ángel de combate. Porque es algo que nos resulta más intuitivo y razonable -la magia y la alquimia son cosa de otras épocas o excentricidades de ricos-. Ahora tenemos un montón de gadgets para ir reemplazando lo que se nos va rompiendo: gafas, audífonos, prótesis... O intervenciones quirúrgicas para disimular el paso de la edad. Y, aunque no están integrados en nuestro cuerpo, utilizamos herramientas y aparatos casi para cada interacción con la naturaleza y el resto de humanos: coches, móviles, ordenadores, patinetes...
El móvil es ya una extensión imprescindible de nosotros mismos. Mucho más que un pasatiempo. Es una herramienta de trabajo, el medio para mantener relaciones sociales, para realizar trámites burocráticos, vigilar la salud, identificarnos, orientarnos... Y, en una sociedad donde todo es competencia por la atención y notoriedad, quien tiene las mejores herramientas puede desenvolverse con mayor éxito y eficacia. La herramienta nos transforma, nos da poder... como si tuviéramos un cuerpo joven con la experiencia de la madurez.

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La piel cambia. En la vejez se ve fina y delicada. Miraba las manos de mi padre -ahora miro obsesivamente las manos-, que siempre han sido fuertes, hábiles y decididas... Pero el paso del tiempo no cesa en su erosión... No hay tanta diferencia ente él y yo... Veintitantos años pasan volando y la fragilidad acecha a todos.
A los líderes mundiales parece que no. Están a tope, a pesar de la edad: Trump tiene 78 tacos -los mismos que David Lynch, que falleció estos días-.
El tiempo es finito, pero invertimos ingente esfuerzo e en cosas que no nos satisfacen. En cosas que incluso nos resultan desagradables: sacando adelante el trabajo de otros, explotando a otros...
Si viviésemos más años siendo jóvenes ¿Aprovecharíamos mejor  el tiempo? O ¿Lo invertiríamos en lo mismo? Porque, al final, esa es la aspiración de Demi Moore en la Sustancia: empezar de nuevo, seguir en lo mismo pero en un cuerpo joven, subir más alto, envuelta en una capa de deseo y voluptuosidad.

domingo, 5 de enero de 2025

El trabajador en potencia y el perfect flow

Llevo más de 2 años trabajando en una empresa de consultoría informática. Estos días también me encontraba leyendo sobre las diferentes corrientes políticas españolas en la modernidad. Y, llegando al socialismo, se me antojó imposible la materialización de las ideas marxistas que se exponían acerca de la emancipación de los trabajadores, la toma de los medios de producción o la dictadura del proletariado. Sería una absoluta marcianada plantear un discurso así en mi ambiente laboral: un ambiente dirigido por el deseo, lo aspiracional, la apariencia, el marketing y donde la producción es algo absolutamente irrelevante -un residuo de lo verdaderamente importante, que es la facturación a cliente-.

La consultoría es un ambiente muy individualista donde, además, no es nada fácil identificar el producto del trabajo -¿Cómo vas a desear apropiarte de algo que no ves o te es totalmente ajeno? Sí, ves el dinero en tu cuenta y podrías querer facturar tú, como individuo, directamente a la segunda empresa, o la tercera... El producto aparece difuminado detrás de la maraña especulativa del tráfico de mano de obra.
En la consultora para la que trabajo se venden equipos -para que los trabajadores sintamos algún tipo de vínculo entre nosotros-. Pero, en el día a día, somos un grupo de trabajadores externos en otra empresa, con condiciones diferentes y sometidos a sus reglas. El trabajo desempeñado se mide en horas facturadas. No importa el rendimiento. 

Quizá sería más preciso llamarlas empresas de trabajo temporal (ETTs) o empresas de recursos humanos pero, en el campo de juego del deseo y el mercado, consultoría suena mucho más atractivo. La especialización es poca: los proyectos son a corto plazo, un año se trabaja para una empresa y al siguiente puede que para otra. Así que nadie es experto en nada, aunque sí se llega a adquirir cierta habilidad y conocimiento en el manejo de herramientas genéricas y formas de trabajar estándar.
Al no existir una vinculación o un conocimiento profundo del producto... el trabajador es una especie de continuo estudiante que picotea de aquí y de allá, sin focalizarse ni responsabilizarse de nada. Lo importante es tener un buen portfolio de herramientas que conoce, con las que podría ser un candidato a trabajador -siempre como trabajador en potencia, nunca en acto-.

El consultor es un Chat GPT, un Gemini, una IA: tiene respuestas para todo. El buen consultor siempre parece saber de todo, es el cuñadismo hecho profesión.
El consultor es un trabajador infantilizado, que solo aspira a insertarse en el mercado como objeto de deseo, como anuncio comercial de infinitas posibilidades. El trabajo mismo le resulta algo misterioso, incompresible, etéreo, temporal... Lo toma como una posibilidad de promocionarse y adularse a sí mismo. La mayoría de mis compañeros parecen más preocupados por hablar de lo que hacen y decirlo ante las personas indicadas que por entregar algo de calidad. Así que se necesitan un montón de herramientas de control: dailies, metodologías ágiles, product owners, scrum masters, project managers, revisiones de código, tests automáticos... Trabajo burocratizado y enajenado.   

Vivimos en sociedades líquidas. Y el consultor es el resultado de los nuevos mecanismos de deseo, acumulación de capital, adaptación continua... Es quizá el trabajador que mejor encaja en los tiempos actuales, el único superviviente a la siguiente crisis que siempre amenaza con venirse encima, el que está al día en las últimas tendencias del mercado... El poseedor del Perfect flow.


lunes, 9 de diciembre de 2024

How to tener una vida placentera

Me esperaba una conclusión mucho más moralizante y disciplinante... algo así como lo de las chicas de Alcaser. Pero "How to have sex" no es así. Quizá sólo un poco... Desde luego las consecuencias de salir de fiesta no son tan brutales. Podría pasar por un relato ejemplarizante, una advertencia, o un manual de cómo no tener sexo. Pero sin pasarse de frenada. Sin llegar a decir que las chicas no follen; se puede follar, pero ojo, cuidado: no a cualquier precio; se trata de que sea algo placentero, no una experiencia de mierda.

Una etapa difícil los inicios. Supongo que quién más o quien menos se ha visto envuelto en situaciones similares. En relaciones en las que no quería estar, o haciendo lo que no quería hacer. Supongo que siendo chica es más fácil acabar en escenarios incómodos. A los niños siempre se nos educa o socializa en una cierta agresividad y competitividad, en forzar las cosas, en hacer activamente que pasen. Y luego está la pornografía por todas partes... oculta pero accesible a todo el mundo. Pareciera realmente difícil llegar a desarrollar una sexualidad sana y placentera.

 

Llevaba un montón de tiempo sin ver una película que no fuera infantil o de animación. Mi tiempo de ocio ha excluido esa actividad. No encuentro el momento de sentarme delante de la pantalla -tampoco para escribir-. Mi vida transcurre en un frenesí de actividad y obligaciones... No hay tiempo para pensar ni retomar posiciones... -¿Qué quieres ser de mayor?... -Vaya! Si ya soy mayor.

No soy una persona hedonista. En un sentido peyorativo de hedonismo: búsqueda del placer inmediato, entregado a los bajos instintos y el consumo egoísta... De vez en cuando puedo practicarlo, pero como un dejarme llevar -no como algo buscado o deseado-. Supongo que prefiero un placer algo más sofisticado, el que encuentro: leyendo, viendo pelis, cortando leña, cogiendo setas, haciendo chapuzas en casa, escribiendo...
Llevo unos meses que no se me ocurre sobre qué escribir. Y, usualmente, cada dos o tres semanas me venían unas ganas imperiosas de hacerlo. Pero de un tiempo a esta parte me cuesta desconectar del trabajo. Necesito varios días para olvidarlo... Siempre quedan un montón de cosas pendientes. Y tampoco es que yo sea el dueño de la empresa ni el jefe de nada -pero oye, si estoy en algo, me gusta hacerlo bien-. Esto ya me ha pasado otras veces: puedo verlo en el número de posts que hay en el blog cada año. Cuando hay pocos posts es que estoy demasiado entregado al trabajo... y es señal de que tengo que bajar el ritmo, porque a mí no me pagan más ni me ascienden por entregarme más. 

Hace falta ese paréntesis para mirarse desde fuera y decir: -Oye! Por ahí no es... No es necesario obsesionarse, ni con el trabajo, ni con tener sexo.

martes, 8 de octubre de 2024

Yuste, trabajo, algorimos, bañarse y podcasts

Desde que estoy enganchado al podcast de Las hijas de Felipe (no las de González o el Borbón, sino las de Felipe II), siempre se me aparece un trasfondo homoérotico en las historias de los monasterios: curiosos grupos de hombres o mujeres que se apartan de la sociedad para vivir de forma austera, orando, laborando... 

Mientras nos hablaba de su fundación, irrumpió apresurado un cura joven, alto, rubio, con acento extraño pidiendo paso para llegar a la misa. El guía turístico nos dijo que en los tiempos actuales costaba encontrar monjes y que, debido a eso, los que ahora viven en el monasterio de Yuste, habían venido desde Polonia. - Vaya... una historia bien bizarra... como las de los siglos XVI y XVII -pensé-. 

Resulta que el monasterio en sí es bastante modesto. Lo que lo hizo relevante a los ojos de la historia y el turismo fue que Carlos V lo eligiera como lugar de descanso tras su retiro de la vida pública. Así que, cuando entramos a ver el palacio del recién jubilado emperador, me pareció de justicia poética que un mosquito extremeño acabase con su vida: La Vera no es lugar para emperadores ni monarcas; muerto por pringao -que ya te lo dijo tu hijo Felipe II: que aquella era zona de paludismo-.

Claustro nuevo del monasterio de Yuste - Foto de octubre 2024

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En ocasiones tengo la impresión de que "el algoritmo" no me ayuda, todo lo contrario: trata de enviarme siempre a donde no quiero ir. Es una lucha constante por huir de sus recomendaciones musicales, que son siempre más de lo mismo.
En todo lo que tenga que ver con el ocio y el mercado, el algoritmo se comporta de forma odiosa. Al final lo consigue: consigue que me implique en luchas que no quiero librar, que aborrezca lo que no tenía ganas de escuchar y que vea lo que las grandes compañías tratan de convertir en tendencia. El algoritmo es muy inteligente, sí: sirve de manera apropiada a los intereses de quien lo puso en marcha.

En La linterna de Diógenes comentaban que una de las cosas que permite la tecnología es realizar funciones por nosotros... Pero que, en lugar de nosotros reemplazar esa actividad que ahora realiza la máquina, lo que hacemos es quedados sentados, haciendo scroll down, eligiendo la serie que vamos a ver, el restaurante donde vamos a comer, o la próxima ciudad que vamos a visitar... No hay reemplazo, ni integración de la máquina para desarrollar una nueva habilidad... solo desposesión. Dejamos de hacer algo que podía mejorar ciertas habilidades para dejarnos en un vacío existencial.
Yo lo percibo especialmente con los mapas: el google maps me ha convertido en un completo inútil. Yo antes podía orientarme, recordaba los nombres de los pueblos por los que pasaba... ahora me da pereza. Y, además, me pasa lo que con el algoritmo: ando luchando para que no me mande por sitios por los que no quiero ir.

Las máquinas nos imponen su agenda. Y pareciera que andan forzándonos continuamente para que nos adaptemos a sus formas de funcionar. Las formas de funcionar que técnicos y comerciales estiman más eficientes e intuitivas para que consumamos más y mejor.

En mi trabajo se van incorporando también estos "algoritmos" o "IAs", de forma más o menos explícita: en los IDEs, buscadores... Y parecen funcionar muy bien. Pero claro, cualquier cosa que te facilitan hace que puedas hacer otras muchas cosas, aquí sí que hay un reemplazo, integración de la herramienta, aumento de la eficacia, más producción... Antes había que escribir mucho código y ahora se escribe solo poniendo las etiquetitas del framework. Y se escriben muchos tests, y la gente anda a vueltas para que lo que se escribió hace tiempo funcione con lo nuevo, que es mucho mejor... la tecnología marca su ritmo, todos queremos trabajar con lo último, lo que automatiza todo, lo que hace todo más fácil y más rápido...
Ya nadie escribe código en editores de texto plano... Ya nadie escribe código. Todo es reaprovechable.

"¿Qué cantarán los trabajadores del campo cuando el campo sea una central energética?" ¿Cantaban antes los agricultores y ganaderos? Creo que nunca conocí a trabajadores que cantaran... Bueno... quizá en las películas, en los musicales... Quizá los albañiles cantaban. Desde luego ahora no me imagino a alguien trabajando y cantando... Justo en la era en que a todos nos apasiona nuestro trabajo. Pero es que si se trabaja y se canta... se es menos productivo! Quizá cuando en el trabajo se cantaba el trabajo era menos carga... Y no hacía falta lo del ocio...

¿Cuándo empezó la gente a bañarse? A desear bañarse. Construirse una piscina, viajar a la playa, sumergirse en el mar.
Creo que mis abuelos maternos, cuando ya eran mayores, empezaron a hacer turismo. Iban a "Los baños de Montemayor", que yo siempre imaginé como una suerte balneario y hospital.
Yo sí que iba con mis padres de vacaciones a la playa desde que era un niño. Pero estoy seguro de que ellos no fueron de vacaciones con mis abuelos.
A mi abuelo paterno le gustaba ir a La Celadilla -a unos 30 minutos en coche de Hontanaya-. Se metía en pelotas entre los juncos y se cubría de barros medicinales. Mientras los primos nos bañábamos...
Porque estábamos acostumbrados a bañarnos en cualquier sitio -en Herrera ya había pantano y nos plantábamos allí con las recámaras de las ruedas a modo de flotadores-.
No se concibe una vida plena sin los viajes, la playa, el ocio como oposición al trabajo... bañarse...

domingo, 14 de julio de 2024

El cercamiento, también de lo digital

En clase de inglés hablamos de las "time capsules". Como una especie de cajitas donde la gente pone recuerdos, fotos, objetos... que le gustaría ver en el futuro. Yo tengo por ahí una caja guardada con cartas, diarios y vete tú a saber cuantas cosas más -de mi adolescencia y primera juventud-. La vedad, no siento ganas de abrir esa mierda... o... bueno... quizá sí. El caso es que no suelo pensar en ello, sé que está ahí, por casa, pero no me interesa mucho. Es parte del pasado. y pasaron cosas buenas y también cosas malas.

En internet también tengo mi "time capsule", tengo currículums, páginas webs, perfiles de redes sociales... Y vete tú a saber cuantas cosas más. Está en internet porque quiero que se vea -no está bajo llave en una caja de casa-. El caso es que hay mucha gente temerosa de su huella en internet. Porque es un medio en el que hay que aprender a comportarse, y además siempre está el miedo de que se coja un trozo de algo, se saque de su contexto y se utilice con fines malignos... Quienes tenemos hijas que se aproximan al mundo digital, vivimos con ese miedo. Porque ves a los chavales con muy poca conciencia, muy malas intenciones y muy flipados con el mundo de los adultos.

La mejor forma de saber cuál es nuestra huella digital es poner en google nuestro nombre. Porque la huella digital es algo objetivo que hemos dejado por ahí al pasar -y los buscadores son máquinas que buscan datos objetivos, antiguos o nuevos-. Quizá encuentre nuestro lado más oscuro, nuestro historial delictivo -como en las pelis americanas-, o la cara que no queremos presentar a la empresa a la que hemos enviado el CV.
Uno nunca está del todo seguro en los espacios públicos... Por eso se privatiza todo... Esa extraña seguridad y garantía que nos da la propiedad privada, nuestro espacio, nuestro tesoro inviolable. Eso es también nuestra red social: donde podemos elegir el nivel de privacidad, quién nos ve y quién no. Todo mediado por las empresas y los gobiernos. La red social son los enclosures de internet.

 

Peasant Kermis, David Teniers, c. 1665 - Foto en Rijksmuseum

Me encontré en un podcast, a raíz de unos comentarios sobre "La España de las piscinas", la opinión de que todo en la serie "Médico de familia" era pura ideología -pura ideología de derechas-. La verdad, nunca la había visto así -para mí era una serie más que echaban en la tele-. Pero lo cierto es que representaba un montón de clichés y modos de vida que, en general, se pueden asociar a la derecha pija-progre de este país -Ciudadanos, UPyD y ciertos sectores del PSOE y el PP-.
Parecía una familia normal -porque tenían trabajos-, pero el estilo de vida que representaban no era normal. Se trataba de una ficción, una ficción que acabó convirtiéndose en el sueño húmedo de muchas familias de clase media: El chalet en las afueras, la asistenta, los coches...
El tío Phil de nuestro "Príncipe de Bel-Air" no era abogado -era médico- y nuestro Geoffry, una mujer con acento del sur. 

Pensaba que esa aspiración nada tenía que ver con las gentes que vivimos en los pueblos. En los pueblos tenemos nuestros propios y genuinos modelos de lo aspiracional. Aunque se podría decir que el modelo de éxito más común es la casa baja grande con piscina, o el chalet en el campo -también con su piscina-. -Vaya! Al final no es tan diferente del chalet de la familia Martín.
Pareciera que lo importante es ir ampliando la propiedad privada, ir cercando la vida social en tu propiedad, una propiedad donde tú elijes el nivel de privacidad: quién entra y quién sale... Todo garantizado por los gobiernos, las empresas de seguridad.

En el mismo podcast se comentaba que uno de los impulsores de este modelo de la casa grande en las afueras sostenía que, esta, era una buena manera de mantener a la gente ocupada: porque siempre estaban pensando en reformas y mejoras sobre su propiedad -Ikea y Leroy Merlin lo petan-, de tal manera que no les quedaba mucho tiempo para pensar, organizarse y convertirse en comunistas -era un estadounidense y el comunismo era el enemigo-.
Es curioso que este modelo haya ganado tanto éxito en Europa, donde estábamos tan acostumbrados a la plaza, los espacios y servicios públicos, las sillas al fresco, las fiestas, los mercadillos...
Pero poco a poco lo privado va ganando terreno a lo público. Al final, bañarse en la piscina -un tiempo y espacio para la socialización-, se ha transformado en un elemento de ostentación y en un sumidero de esfuerzo y dinero para mantener el agua clarita y el cesped brillante. Las vías de tren se van desmantelando en favor del coche. Las terrazas de bar ocupan cada vez más lugar en las plazas. La propiedad de titularidad pública se adueña de lo comunal...
El señor americano nos ha ganado la partida: nos ha encerrado en nuestra propiedad vacía y nos ha aislado -porque esa es la única manera de mantener la afamada privacidad-.
Y quizá nosotros no queríamos tanto eso... pero oye, también nos pasa cuando entramos a nuestra red social, que queremos ver cómo andan nuestros conocidos y acabamos aislados viendo vídeos chorras de kiss or slap, la máquina que tritura cosas, tractores que tiran de otros tractores, chicas exuberantes que se cambian de ropa, recortadores de toros... En fin: un enorme espacio lleno de vacío caro.

lunes, 20 de mayo de 2024

El concierto de Robe

Fuimos a Cáceres a ver el concierto de Robe. Ya lo he comentado otras veces: no soy muy fan de Robe -sí lo era de Extremoduro-. Pero ya ha llovido mucho, todos hemos cambiado, cualquier tiempo pasado fue anterior... 
Sí, el concierto estuvo muy bien. Seguramente ahora es técnicamente mejor que cuando empezó Extremoduro. Pero yo no soy músico -no me importa la técnica-, sólo me gusta escuchar, vibrar, resonar... acompasar las emociones con el sonido. Realmente hay muchas más cosas en la música que me interesan: referencias al pasado, vivencias asociadas, guiños culturales y sociales, el lenguaje... supongo que es más esto último lo que hace que Robe siga llenando estadios: es el pegamento que nos une a Extremoduro, pero no al grupo, sino aquella etapa vital.


A la mañana siguiente visitamos unas bodegas que hay cerca de Trujillo. No soy muy fan del vino, pero sí lo he bebido mucho -empezando en la adolescencia con el kalimotxo, la sangría, la zurra...-. Nunca me interesó mucho la técnica. Me gustaba vibrar, resonar, embriagarme... Me resulta agradable el olor de la uva y el mosto. Mi padre es de un pueblo de Cuenca y allí los ciclos del año están muy acompasados con los de la vid. En general, nuestra cultura europea, está muy ligada al vino.
Hará unos años que comencé a interesarme por los detalles técnicos de su elaboración. Un amigo tiene una viña, se puso a hacer vino y sus correlatos -vinagre y aguardiente- implicándonos a los colegas -se aprende, se experimenta y se pasan ratos divertidos-.
En esta bodega de Trujillo una enóloga nos acompañó por las instalaciones y nos fue comentando los diferentes trabajos y procesos. Un mundo apasionante, complejo y lleno de matices. Se la veía orgullosa del producto final que habían conseguido: seleccionando, fermentando, mezclando, madurando... Orgullosa de la alquimia: olores, colores, sabores... fruto de un trabajo orquestado que comenzó a definirse hace miles de años.

 

En la tarde estuvimos recorriendo el casco antiguo de Cáceres. Había muchísimo bullicio. Se celebraba una suerte de festival folclórico y, diferentes grupos de todas las partes de la provincia, habían tomado la ciudad. No soy muy fan de las jotas... pero conozco algunas. Forman parte de nuestro refranero, festividades y cultura popular.
Al caer la noche comenzó la actuación de "El gato con jotas". Un chaval joven que ha hecho su interpretación electrónica y queer del folclore cacereño. La plaza estaba abarrotada de gente de todas las edades y géneros. El público vibraba con la actuación. Allí todxs conocían las letras. Yo solo las más famosas: como aquella de Mare, mare, no mate usté el pollo, que las gallinitas quieren matrimoño... que Robe popularizara con su interpretación punk-rock, allá por los 90's.
Ha llovido mucho, los tiempos han cambiado. Pero fue muy emotivo porque al final del concierto el chaval sacó a su padre -que debía de tocar la zambomba en algún grupo de folclore- al escenario. Y a ambos se les veía muy orgullosos el uno del otro... orgullosos de ese producto final que habían logrado y que nosotros consumíamos con avidez. Un producto que en otra época habría horrorizado a la audiencia -cuando lo gay y lo lésbico eran reprobables y no tenían cabida en la vida pública-.

 

Al día siguiente fuimos al Museo Vostell de Malpartida. Creo que lo he comentado otras veces: es un lugar mágico; no solo el museo en sí, sino también el paraje donde está enclavado: Los Barruecos. Esta vez tuvimos la suerte de hacer una visita guiada. Y la guía era fantástica, absolutamente maravillada y conocedora de las obras del museo, el entorno y la cultura de la zona.
La llegada de Wolf Vostell a ese pueblo debió ser realmente impactante -porque las marcianadas del museo están muy lejos de cualquier folclore-. Pero también él debió quedar fascinado con la zona y sus gentes. La guía le atribuyó una frase que me pareció realmente maravillosa: "Los extremeños son más curiosos que miedosos...". Y era una frase que sintetizaba muy bien su experiencia con los habitantes de Malpartida. Pero también explicaba aquellas masas de gente de todas las edades que la noche anterior había visto agolparse con expectación en la Plaza de Santa María para golismear qué cantaba "El gato con jotas", entregados, alegres y con brillo en la mirada.

domingo, 10 de marzo de 2024

De cumpleaños, conciertos, anuncios y... cosas

Por mi cumpleaños fuimos a ver un concierto de Daniel Higiénico. Era una sala pequeña -un pub-. Hacía un montón de tiempo que no lo escuchaba. Y le empiezas a dar vueltas a lo del tiempo... Time goes by con Loli.

El tipo lleva muchísimos años en el mundo de la música. Pero nunca ha sido famoso. No ha sonado en grandes medios -creo que tampoco ha salido en la tele-. Pero se debe de ganar la vida porque... ahí sigue: dando conciertos en un circuito de salas por todo el Estado español. Y realmente el espectáculo está muy bien, muy pulido. Él lo llama "cancionólogo". Y el nombre le va muy bien: porque sus canciones son pequeños monólogos que va hilando con una conversación agradable y divertida. No necesitas conocer las letras, incluso mejor si es así.

Por curiosidad consultamos su edad... Porque ya vamos siendo grandes -y la edad nos preocupa-. En la sala había gente joven y, aunque no eran mayoría, también se reían. 64 tacos tenía ya -según Wikipedia-. Y, quizá, hasta esa edad, habrá estado escuchando lo de Córtate el pelo y prepárate una oposición. No sé... me pareció un héroe, un superviviente.

Me trajo recuerdos de Barcelona. Canta todo en castellano, pero el humor, los ritmos, las expresiones... Fue muy agradable, divertido y acogedor. Nada que ver con conciertos al uso, atestados de gente.

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Me sabe mal enlazar videos de youtube. Tiene una estrategia muy agresiva para la publicidad. Si yo fuera una empresa nunca pondría un anuncio ahí. Está claro que los utiliza para extorsionar a los usuarios y que paguemos la cuota premium. Necesariamente tiene que generar mala imagen de marca. 

Se me aparece como la decadencia absoluta del capitalismo. Empachados de comprar cosas, la publicidad se ha convertido en arma arrojadiza. Los beneficios no crecen y se recurre a la extorsión, el engaño, los impuestos y la usura para extraer las rentas de las clases más bajas y transferirlas a los multimillonarios del "Valle de la Silicona".

Me encanta "traducir" Silicon Valley de esa forma. Me imagino un montón de frikis pervertidos rodeados de chicas operadas. Como una versión grotesca de "El nacimiento de Venus", sin Boticcelli.

El 1 de marzo Venus García bajó de los cielos pidiendo amnistía

 

Supongo que en época de Boticcelli las cosas tenían importancia y se hacían para durar. Quizá aún no existía esa imperante necesidad de hacer crecer los beneficios. Quizá la ostentación estaba en los bellos cuadros y no en los números del banco. Seguramente la artesanía y la fabricación no estaban separadas. Quizá uno podía recrearse en los objetos, repararlos, heredarlos... Quizá lo de la publicidad como gancho -a ver si pican- era un absoluto absurdo.
Se me aparece que Daniel Higiénico está sumido un tanto en esa lógica de la época de Boticcelli. Que su publicidad es el boca a boca y que tiene ese toque de trovador y trabajo artesano.


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El otro día miraba la pata del jamón... -Debería darle la vuelta. Es lo que se hace cuando pasas los 40. Aunque... -Los 40 son los nuevos 30... Definitivamente: no quería darle la vuelta. Luego me encontré esta foto de la menor de mis hijas. Mostrándome el reloj: -Mira, te hago mayor.
Y esos retratos al fondo... de cuando eran pequeñas -más pequeñas-. El tiempo pasa y se nos va en putas mierdas... Yo solo quería coger la desbrozadora, echar gasolina, ponerme el casco, los auriculares... y segar la hierba. Pero había tantas cosas que hacer... -Prepararé un poco de puré.



jueves, 29 de febrero de 2024

Revolución

Era un tipo mediocre, el típico mal estudiante que conseguía salir adelante haciendo lo mínimo y aprovechándose del trabajo de los demás. Pero él siempre se refería a sí mismo como el mejor. Disfrutaba dando la brasa al personal con su expertise en todo... en todo lo que a él le interesaba. Hasta que un día, los astros se alinearon y lo colocaron en un cargo de poder. A su manera, siempre andaba medrando. Pero ahora sí lo había conseguido: ¡Era lo más!
Ya sólo tenía que vigilar y castigar. Había sido educado en ese sistema y, con su falta de liderazgo, aquella era la única estrategia que conseguía imaginar para mantenerse como miembro honorable de la República Democrática de la Banana.

En la República la consigna de El Capo era clara: -Tenemos que exponer nuestros éxitos por encima de todos y acallar cualquier crítica. Tenemos que ganar la batalla por el relato! Así que, la militancia, se pasaba los días escudriñando las redes sociales y, cuando detectaban algún movimiento que pudiera interpretarse como una crítica, unos cuantos mamporreros se encargaban de hacer las llamadas pertinentes: -Tenéis que portaros bien. Podemos poneros las cosas muy difíciles. La gente solo quiere morbo y nosotros sólo queremos lo mejor para todxs. Pablo Motos era un aficionado a su lado.

Así que, poco a poco, en la República Bananera la gente fue callando... Se fue quedando seria, como patatas. Sólo en las fotos y videos de El Capo y sus secuaces se veían sonrisas. Todo era apariencia. Como en El Show de Truman. Pero... ¿Qué cojones! Si hasta habían contratado una empresa de marketing digital para exhibir aquello como un lugar de fantasía y piruleta! Todo parecía estar bien en el mejor de los mundos posibles.

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Un día, el joven Truman, decidió tomar la iniciativa y arreglar el viejo semáforo. Estaba harto del caos en el cruce. Nadie sabía quién tenía prioridad y, ante la duda, se quedaban inmóviles -como patatas- esperando que la luz se pusiera en verde. Pero el verde nunca llegaba. Todo era de un rojo intenso, muy violento. Hasta que Truman actuó... De forma altruista y desinteresada, por el bien de su comunidad, porque le dolía aquella inmovilidad y seriedad. Y fue vitoreado, aclamado... -¡Bravo Truman! por fin podemos circular con seguridad! 

Entonces El Capo pensó que aquello no era bueno. Que las buenas acciones sólo debían venir de un sitio: desde arriba. -Comportamientos como este no se pueden tolerar: Vigilad, silenciad y castigad. O las patatas se rebelarán.

Truman se sintió decepcionado y cabreado a partes iguales. No entendía que fuese castigado por hacer cosas buenas. Acudió al Sindicato, pero el asociacionismo estaba secuestrado... Bueno, realmente estaba silenciado, o comprado, o ambas cosas... Vale, sí: secuestrado, estaba secuestrado. -No podemos ir contra El Capo, nos quitarían la subvención, la gente tiene miedo. No ves que están serios -como patatas-?

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El tipo mediocre -y ahora miembro honorable- se desenvolvía como pez en el agua en aquel ambiente. Reía y despotricaba a partes iguales. Era uña y carne con El Capo. Sus intereses estaban perfectamente alineados. Un halo de negrura se iba concentrando sobre La Fortaleza -el viejo cuartel militar que se alzaba sobre la sierra cercana-. Desde allí se podía controlar todo... Sí, para mantener el poder había que hacer cosas horribles y él estaba dispuesto a todo.

Las patatas se debatían entre el enfado y el acomodo. No querían tener que pasar por el brasas: era muy cansino. La militancia empleaba malas artes... Pero la apariencia y el aroma a rancio eran insostenibles. Truman quería llegar más lejos y, cada vez, aparecían más personas con buenas intenciones. Las patatas gritaban -¡Que le den la vuelta a la tortilla! ¡Revolución!