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domingo, 19 de febrero de 2023

A vueltas con el trabajo y el 25 de Marzo

Escuchaba a Jorge Javier Vázquez decir que había disfrutado mucho de su trabajo. Que, durante un período de unos 15 años, había estado completamente entregado a él. Que era algo que le divertía y entretenía mucho, que le brindaba la oportunidad de vivir una vida y unas experiencias absolutamente fuera del alcance del resto de la humanidad... Y todo lo que decía parecía verdad: los periodistas y presentadores de la tele viajan, conocen gente interesante, se rodean de lujos, fiestas, representan poses que sólo están permitidas en ese ámbito... Pero decía estar ahora en una época más calmada: trabaja menos -quizá porque el formato televisivo en el que se encuentra encasillado comienza a agotarse y hay que reinventarlo, aunque sólo sea con caras nuevas-. Decía estar contento en esta nueva etapa pero, al parar, se había dado cuenta de todo lo que había dejado al margen en esa vorágine de trabajo y breves períodos de descanso/desconexión/escapada. Había dejado al margen la vida normal que, obviamente, es mucho más tranquila pero tiene ciertas gratificaciones que la hacen más sostenible en el tiempo: hacer la compra, pasar tiempo con familiares, amigos, mascotas, cuidar de los que le rodean... No terminé de escuchar la entrevista porque ya se me hacía larga pero, os dejo aquí el enlace al podcast.

Yo me encuentro en una etapa laboral en la que no me cuesta comprender a Jorge Javier, obviamente no a ese nivel de dedicación y entrega, pero sí que estoy muy motivado -a veces pienso que demasiado-. Me entretiene mucho mi trabajo, soy una persona curiosa y me gusta aprender sobre nuevas tecnologías, desmontarlas, saber cómo funcionan por dentro... Hay muy buen ambiente con mis compañeros y eso hace que el ámbito que acapara lo laboral se expanda. Con estas premisas es fácil pasar por alto cosas como lo ético de ese trabajo -Jorge Javier también eludía abordar el aspecto moral-, o descuidar cosas que también producen sus gratificaciones (aunque no nos den dinero): cuidar de los nuestros, pasar tiempo con los amigos, los trabajos domésticos, las plantas, la filosofía...

Últimamente me cuesta mucho concentrarme en la filosofía, quizá no es sólo la motivación/implicación en el trabajo, quizá también el estar en el último curso con temas más densos y específicos y, por supuesto, el encontrarme en el pico de obligaciones de la edad adulta: las niñas siguen demandando cuidados, los abuelos se van retirando/delegando y, aunque los amigos no salimos tanto, todavía nos juntamos.

Al final, la filosofía -como esto de escribir el blog- no sirve para nada. Es más una cabezonería personal... Me gusta reflexionar, aprender cosas nuevas, saber como funcionan por dentro...

Parece que la fenomenología -la corriente filosófica en la que ando inmerso- está un poco en esa fase de la pregunta: la filosofía se ha ido desgajando en las diferentes ciencias y áreas de conocimiento... Entonces ¿Sirve para algo? ¿Tiene algún sentido? La respuesta que da es que sí, sí sirve. Porque nos descubre otra forma de conocer el mundo y relacionarnos con la realidad. Una forma más intuitiva, menos utilitarista, una búsqueda de alternativas no condicionadas por todo nuestro conocimiento y experiencia acumulados.  

La filosofía se me antoja como el único contrapunto posible a esa huida hacia adelante que son nuestros trabajos actuales y la obsesiva preocupación por el dinero, que nos convierte a todos en inversores y economistas -ya sea para ajustarse a exiguos presupuestos o para administrar el excedente en la pensión futura-. Ya no es sólo que nos relacionemos con el mundo como si todo fuesen cosas, la economización nos lleva por absurdos derroteros, irreflexivos, inmorales... que nos dejan cierta sensación de vacío... Como la de ese Jorge Javier retirado a la segunda línea.

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El otro día escuchaba un programa de flamenco donde hablaban sobre el 25 de Marzo, el presentador hacía una reflexión y repaso sobre el reparto y el acceso a la tierra en Extremadura -donde ha estado tradicionalmente en manos de grandes tenedores-. Ahora, el acceso a la tierra no es la máxima preocupación de nuestras sociedades, pero hubo un tiempo en que en las zonas rurales se vivía del y en el territorio. El sistema de propiedad fomentado desde el Estado no favoreció ninguna mejora para estas sociedades, sino que contribuyó a concentrar la riqueza en muy pocas manos. En un progresivo desposeer a los habitantes de su medio de vida -para desplazarlos a los sitios donde hacía falta mano de obra: la ciudad-. Y no es solo la propiedad, sino la continua limitación de acceso a los usos del territorio: para leña, pastos, siembra, rebusco, caza... Al final, la propiedad no deja de ser un conjunto de derechos y obligaciones sobre algo, derechos que se se pueden ampliar o restringir, que pueden ser de cualquiera: caciques, administraciones públicas, pequeños propietarios... La tendencia ha sido la desposesión de derechos y capacidad de decisión de la población sobre su medio de vida conectado al territorio -ya sea por los propietarios o las regulaciones impulsadas desde los Estados y administraciones-. Todo ello ha desembocado en que hoy se vean como deseables macro proyectos de granjas, mineros, de energías renovables, casinos... que atentan contra el territorio, porque la vida en los pueblos cada vez tiene menos que ver con lo rural y, al final, lo rural, aunque más despacio, se ha incorporado de lleno a esa huida hacia adelante de los objetos, el trabajo y lo económico.

miércoles, 19 de enero de 2022

Husserl contra el darwinismo

Husserl maneja conceptos muy interesantes -y muy abstractos también-. Ocurre en muchas obras filosóficas: que nos cuesta encontrar la forma de aplicar esos conceptos a nuestro mundo vivido. Al tratarse de estructuras tan generales, pareciera que encajan en todo y que no encajan en nada. Husserl dedica muchas páginas al intento de acotar los términos y, a medida que avanzas en la lectura, crees ir comprendiendo... Pero cuando intentas aplicar a un ejemplo concreto... sientes como el agua se escurre entre los dedos. 

Quizá sea cierto defecto de mi formación tecno-científica, en la que las fórmulas y teorías siempre salen de datos concretos: se toman medidas de campo y, luego, se trata de obtener la ecuación por medio de aproximaciones matemáticas. Finalmente se coge la fórmula, se aplica a nuevos datos y, si encaja... ¡Voilá! Hemos acertado.

Husserl era crítico con la racionalidad científica. Pero no porque fuese un magufo, o una persona religiosa. Él estaba convencido de que la ciencia es la única herramienta que tenemos para conocer de forma precisa la realidad y prepararnos para afrontar acontecimientos futuros.

Lo perverso de la racionalidad científica radica en que se aplica a todos los ámbitos. Estamos continuamente calculando, matematizando, intentando acertar en nuestras predicciones, tratando de tomar las mejores decisiones. Incrementar nuestro nivel de consumo, hacerlo sostenible... Eso en la esfera privada. Pero es que en la esfera pública es aún peor: no hay decisión política que pueda tomarse sin cuantificar económicamente su impacto. Tanto si se trata de atajar una pandemia como de potenciar la cultura. Todo se mide en presupuestos o en los costos -sanitarios, de educación, control...- que tendría no llevar a cabo la acción. 

Siendo más precisos, lo que ocurre previamente a la aplicación de la racionalidad científica a toda realidad, es una simplificación e interpretación matemática en términos económicos de la realidad -social, política, histórica..-. Una vez tenemos una realidad cuantificable es posible operar con ella en términos matemáticos. Lejos quedan ya las racionalidades religiosas, místicas o políticas. Lo que nos queda es una realidad mecánica, mediatizada por complejas fórmulas y protocolos que sólo los elegidos -expertos- pueden manejar.

Husserl intenta encontrar otras formas de lidiar con la realidad. Las realidades científicas están ahí, no es necesario negarlas. Pero también es cierto que la mayor parte del tiempo vivimos de espaldas a ellas. No nos importa si un bolígrafo está compuesto de átomos o si, para fabricar la tinta, se utilizan tales o cuales procesos químicos. Podemos dejar eso entre paréntesis -como si fuera caja negra- y centrarnos en lo que nos interesa, en "las cosas mismas": que el bolígrafo lo utilizamos para escribir. La realidad científica es sólo una más de las realidades del bolígrafo. 

Así que, puede parecer un error aplicar los razonamientos científicos a los asuntos humanos, donde la realidad se construye desde diferentes subjetividades, donde la realidad científica es sólo el trasfondo, que se da por hecho y pasa desapercibido. 

 

A menudo,  la racionalidad científica se nos presenta como objetiva, real, al margen de todo deseo o anhelo. Pero el campo de lo humano está constituido sobre subjetividades y deseos -individuales o de grupo-. Y, cuando se aplica la racionalidad científica a un campo que no le corresponde, se suele hacer dirigida por cierta subjetividad para someter al resto.

 

Cuando Darwin publica "El origen de las especies", en 1859, muchos -incluido el propio Darwin- se lanzaron a extrapolar la interpretación de los datos observados por la zoología a las sociedades humanas. Podríamos decir que se trataba de aplicar esa racionalidad científica también a lo social. 

Darwin era Inglés y, cuando publicó su libro, ya estaba bien avanzada la revolución industrial. Llevaba tiempo observando las enormes masas de obreros hacinados en las ciudades y fábricas, mientras las clases adineradas concentraban más y más riqueza, a la par que arrebataban el poder a la antigua nobleza. Entre estas clases altas de la sociedad victoriana se habían acogido con entusiasmo las ideas de libre mercado de Adam Smith y los análisis poblacionales de Malthus. Con estos antecedentes, el Darwinismo, desarrolló su concepto de evolución como consecuencia de una lucha despiadada entre las especies -al igual que los humanos luchaban por la supervivencia en las urbes-. De ahí se derivaron algunas corrientes sociales y morales que trataban de naturalizar la miseria y justificar a los ricos y poderosos como los más aptos.

Si miramos a la naturaleza, nos puede parecer cruel y despiadada en muchas ocasiones, pero la mayor parte del tiempo la observamos como algo armonioso, interdependiente, donde se escenifican numerosas relaciones de apoyo mutuo y donde la selección de los más aptos no apunta tanto a los más violentos, fuertes o astutos, como a los que cuentan con más "amigos", son capaces de adaptarse mejor a las épocas de escasez, o afrontar los diferentes contratiempos ambientales. Esta era la visión de científicos rusos como Kropotkin. Científicos que habitaban un extenso territorio, prácticamente vacío, con frecuentes inclemencias meteorológicas, escasamente industrializado, con gran parte de la población en territorios rurales... Así que les costó encontrar ejemplos de esa escasez y lucha malthusianas que Darwin había incluido en sus teorías.

La interpretación que hizo Darwin de sus observaciones tenía un sesgo ideológico. Y se utilizó por esa ideología para justificarse a sí misma. 

Algo así ocurre con la ciencia actual, financiada por el capital para desarrollar tecnología que aumente ese mismo capital. Y, en tanto la ciencia se alza como el único saber verdadero, reviste a su socio -el capital- de ese halo de determinismo y repetibilidad -que son los objetos de estudio de la ciencia- y nos convence de que el mundo es así y no puede ser de otra manera, nos somete a su yugo mientras devalúa el resto de saberes -justo los que deberían guiarnos en el ámbito de lo elegible-.

jueves, 21 de enero de 2021

El ideario neoliberal y su potencial revolucionario

Lo que más temen los neoliberales son los gobiernos de izquierdas. Para ellos, la izquierda trae pobreza. Y siempre ponen como ejemplo los países donde gobierna o ha gobernado: Venezuela, la antigua URSS...

Países donde la escasez campa a sus anchas mientras los líderes viven de forma lujosa, a costa de los impuestos que recaudan fomentando el odio hacia las clases altas y las empresas que generan la riqueza.

Los líderes de izquierda tendrían aspiraciones absolutistas y el firme deseo de controlarlo todo desde el aparato del Estado. Además, ese liderazgo sería siempre costoso: en salarios, asesores, propaganda, represión, burocracia, control... Su estilo de vida, soberbio y caprichoso, llevaría al Estado a aumentar la presión impositiva, de tal forma que desincentivarían el emprendimiento y producirían una población servil y victimista que estaría siempre reclamando a las administraciones públicas la satisfacción de sus deseos y necesidades.

No les falta razón: yo también tendría miedo de un escenario así. 

Meme para minar la confianza en los políticos de izquierda. Extraída de Hispañidad

 

El modelo neoliberal lo fijaría EEUU. Un Estado ligero, con bajas cargas impositivas, controlado por las empresas y las clases altas. Una tierra de oportunidades para todos los que estén dispuestos a aprovecharlas.

A las izquierdas les acojona este escenario. Ven en EEUU una amenaza armada y la materialización de desigualdades -donde los sintecho recogen las migajas que caen al suelo de los lobos de Wall Street-. Un capitalismo salvaje donde los más fuertes se meriendan todo lo que pueden a su paso. 

Viñeta que ironiza sobre EEUU como potencia armada. Extraída de GRUÑIDO GRRR - Ironía Gráfica

 

Esta caracterización que hago de las derechas neoliberales estaría representada en España, muy especialmente, por Ciudadanos. También PSOE y PP -pero estos, con un imaginario heredero de los últimos años de "dictablanda" del franquismo, basada en el desarrollo del turismo y la construcción-. Así que, Ciudadanos, un partido fresco, representaría mejor que ninguno el ideario neoliberal -al menos, antes de su giro nacionalista- sin el lastre de la Guerra Civil, el franquismo, la tradición católica, ni el desarrollismo de ladrillo, sol y playa.

En las izquierdas, estaría el actual Podemos. Una amalgama de las izquierdas clásicas -de tradición social comunista- y los nuevos movimientos sociales. Que defendería un modelo de desarrollo "sostenible" tutelado por el Estado y un cierto reparto de la riqueza -un capitalismo progre-. 

 

Para estas izquierdas, la deriva neoliberal global trae desigualdad, guetos de marginalidad y pobreza,  abusos medioambientales, vulneración de derechos humanos... Además de concentración de la riqueza en unas pocas manos, con la consiguiente monopolización de los mercados y la acaparación de poder en ciertas empresas trans/nacionales -que serían incluso capaces de corromper las instituciones y eludir los mecanismos de control de los estados-. 

El capital andaría siempre tratando de influir -o hacerse con- el poder. Para así agilizar sus negocios y obtener ventajas competitivas -sin importarle mucho las consecuencias sociales o medioambientales-. 
Mientras que las izquierdas desconfiarían de estos capitales, tratarían de ponerles límite y conseguir que sus beneficios revirtieran en las arcas públicas -algo totalmente lógico, puesto que sus beneficios de las empresas son posibles gracias a las infraestructuras, recursos humanos y medioambientales, así como a las garantías legales y securitarias que proporcionan los estados-.

 

Los neoliberales necesitan el Estado, principalmente porque es el garante de la propiedad privada. Y, además, les interesa cualquier beneficio que puedan obtener de este -aunque las mariscadas las paguen con el dinero de sus negocios-. Las izquierdas también necesitan al Estado: para poder poner límites a los desmanes económicos. Y, además, les interesa recaudar, no sólo para mantener la infraestructura que hace posible los negocios, sino también para potenciar el tipo de sociedad que creen más justa -y para pagar sus mariscadas-.

Así que, unos y otros, compiten por el poder. Aunque, desde la caída de la URSS, la ventaja está claramente del lado de los neoliberales. Las izquierdas, acorraladas por la caricatura que de ellas hacen las derechas -dictaduras generadoras de escasez e incapaces de satisfacer los caprichos consumistas de la población-, han quedado como una débil herramienta para denunciar los abusos de las grandes empresas, aplicar pequeños parches que lleven a un capitalismo más amable y "sostenible", o actuar en el plano simbólico -para restablecer la dignidad de ciertos colectivos oprimidos por el conservadurismo moral que caracteriza a las derechas-.

Vamos, que las izquierdas han perdido todo potencial transformador y revolucionario. Ese potencial se ha trasladado a la economía neoliberal, y teorías como la de El Gran Reinicio nos parecen hoy más plausibles que una revolución a la Rusa.

De hecho, ante todas las medidas restrictivas adoptadas para combatir la pandemia por Coronavirus, han sido los sectores de la derecha los que más se han movilizado contra los gobiernos legítimamente establecidos -trumpistas que asaltan el Capitolio, caceroladas en el barrio de Salamanca...-, actuando como verdaderos antisistema, anteponiendo la libertad de sus negocios a la seguridad sanitaria.

 

PD: ya habíamos hablado de cómo las derechas se estaban haciendo fuertes, también en el plano simbólico y moral, en el post De la hipertrofia de derechas a izquierdas canijas

martes, 12 de mayo de 2020

Biopolítica, ruralidad y fiebres maltas

Recuerdo que, de niños, mi abuelo nos enseñaba a ordeñar las cabras.
Cuando ya teníamos suficiente soltura y control sobre el chorro caliente que salía de las ubres... lo apuntábamos directamente a la boca.
Llenábamos primero un cubillo de plástico azul y, después, lo colábamos en un enorme cántaro de aluminio -mientras espantábamos las moscas para que no cayeran en el preciado líquido blanco-.
Por las noches, alguien recogía los cántaros -supongo que para vender la leche fresca o hacer quesos... De niños no nos interesaban los truculentos detalles de la economía-.

Se conocían bien los riesgos de consumir leche cruda, así que, siempre andábamos pendientes de que no se desparramara al cocerla, en cacillos y pucheros. Aún así, la leche cruda circulaba por el pueblo, a los ojos de todos, con total tranquilidad ¿Vivíamos peligrosamente?

Memorias de mi juventud - Marc Chagall (Foto tomada en la Galería Nacional de Canadá,  Ottawa, junio de 2018)


En aquellos entonces ya formábamos parte de la unión europea y, un estado europeo moderno, no podía permitirse muertes y enfermedades porque cuatro paletos se empeñasen en guarrear con la leche. Así que, al tiempo, llegaron las prohibiciones y el control -además de las aleccionadoras historias de que tal o cual vecina las había pasado canutas por un queso que le compró a no sé quién-.
Los estados ostentan el monopolio de la violencia, no queríamos problemas, así que, nos acostumbramos a comprar la leche a tal o pascual grupo empresarial.
Se continuó elaborando y vendiendo queso fresco con leche cruda -pero ya en menor medida y de forma clandestina-.

Yo, la verdad... paso de la leche, ya no me gusta... Excepto cuando alguien me regala unos calostros o una botella de cocacola llena de la leche de las cabrillas.

En el pueblo no faltan los camiones que descargan enormes palets repletos de bricks de fondo blanco, adornados con dibujos de vacas pastando en verdes prados de alta montaña -aunque luego se trate de vacas encerradas en un establo polvoriento de los Monegros-. Todo plastificado y envasado al vacío.
Hemos sacrificado el sabor y la soberanía alimentaria por la higiene y la seguridad.
Nadie quiere enfermar y, mucho menos, morir -menos aún por un estúpido vaso de leche...- Si además no sabe a nada. ¡Toma! prueba un poco de este cartón que acabo de abrir. -Ves, es como agua blanca. -¿Quieres arriesgarte a padecer fiebre, vómito o diarrea por beber directamente de las ubres de una cabra? -No, ¿verdad? -Pues compra unos cartones de estos. Es muy barata y te ahorras un montón de tiempo y disgustos persiguiendo a esos rumiantes por las callejas.

Este es el caso de la leche, pero pasa con prácticamente todos los productos de origen animal. En nuestra comarca se crían muchos corderos, cerdos, gallinas... Pero, en los comercios y carnicerías, no se vende su carne.
Los ganaderos y productores deben llevarlos a lugares especializados en la muerte y despiece. Así que, acabamos comprando carne de cualquier lugar -la más barata-.


Hace poco vi un pequeño documental "El campo para el hombre", grabado en la década de los 70's, en el que se hablaba de cómo en Galicia se había pasado de una economía local -de subsistencia- a una economía capitalista -de mercado-. Un proceso gradual, que comenzaba con el establecimiento de ciertas normas de seguridad alimentaria y el sometimiento a trámites burocráticos, con el fin de dar salida exterior a los excedentes de producción. Así, los habitantes de las zonas rurales, accedían también a ciertas ayudas, infraestructuras y servicios del estado como: salud, educación pública, comunicaciones...
Con los beneficios obtenidos por la venta de sus productos -o de su fuerza de trabajo-, además de pagar impuestos, podían invertir en bienes y comodidades privadas: tv, radio, lavadora...
Los agricultores y ganaderos gallegos ganaban en salud y bienestar y, además, repartían beneficios entre intermediarios, empresarios y políticos, que, de esta manera, adquirían el control sobre la producción y podían planificar en función de la fluctuación de los mercados internacionales.

El capitalismo funciona así, va colonizando nuevos espacios en busca de la plusvalía. Pero también transforma profundamente las sociedades en las que se va instaurando: impone su lógica, su normalidad y estandarización, apoyándose en las herramientas que ponen a su disposición los estados-nación.

Las consecuencias de este proceso ya las conocemos: vaciamiento de las zonas rurales -para llenar las ciudades de mano de obra barata-, transformación de la actividad agraria y ganadera en explotaciones intensivas y extractivas, destrucción de los equilibrios establecidos durante siglos con la naturaleza, aceleración de la actividad humana, pérdida de identidad y saberes locales...

Campesino Andaluz - Rafael Zabaleta (Foto tomada en el museo Reina Sofía, Madrid, febrero de 2020)

"[...] para Marx, la naturaleza es el ámbito en que necesariamente se da la praxis humana, y que esta naturaleza es previa e independiente de dicha praxis. El privilegiar el concepto de praxis en detrimento del de naturaleza, es decir, el no fundamentar ontológicamente la praxis en una concepción materialista del hombre y la naturaleza, lleva a un «idealismo de la praxis» que hace depender la propia naturaleza de su constitución por la praxis humana." - Metafísica, Francisco José Martínez Martínez. Capítulo 20 (La fundamentación ontológica de la praxis)

Quizá, ya podemos dar por muerta esa dimensión natural nuestra. Realizamos nuestra voluntad independientemente de la naturaleza. La naturaleza ya no es algo que nos rodee, o nos condicione, no es algo que queramos transformar para hacer más agradable. Se ha convertido en un recurso que explotamos para satisfacer nuestros deseos, o adornar nuestros nuevos mundos virtuales de silicio, hormigón, asfalto, viajes, placeres... En el mejor de los casos, la experimentamos como una suerte de parque temático que hay que observar de forma pasiva, para conectarnos con nuestro ser anterior, en una especie de mística terapia sanadora del desenfreno de la cotidianidad.

Como cuando nuestras abuelas, confinadas en los pisos de las grandes ciudades, recuerdan con añoranza sus vidas en los pueblos: haciendo queso con la leche recién ordeñada que les traía tal o pascual vecino.
Como cuando los obreros de la industria conservera gallega se maldecían por haber abandonado sus tierras por un trabajo monótono, aburrido, alienado... A cambio de un salario fijo y un piso con televisión y cuarto de baño.

Cabra y chivillo en Herrera del duque. Marzo de 2018


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Quizá todo empezó con la oportunidad que brindaban las epidemias y desgracias masivas. Con el estado de temor generado. Rentabilizar el miedo atávico a la muerte y la enfermedad, para hacer pasar por aceptable cualquier nueva medida de control y sometimiento a las necesidades del capital -la doctrina del shock-.

Escribiendo este post me enteré de que ya era legal vender leche cruda en España "El Gobierno regulará la venta directa de leche cruda".
Sigue siendo igual de peligrosa, pero es una buena oportunidad de negocio y no se puede desaprovechar.

El coronavirus es la nueva leche cruda: no hay vacuna para la enfermedad, pero se hace necesario comprar y vender, volver a activar la economía y la circulación de mercancías y servicios.
No se trata de dar autonomía e independencia a los territorios, ese es un camino que no se permite desandar. Porque, si algo se ha puesto de manifiesto con esta crisis, es que ya no existe la autonomía local, ni tan siquiera la de los Estados soberanos -sometidos a las normas de organismos internacionales controlados por grandes grupos financieros-...  El capital ha extendido su red de explotación por todo el planeta, en la búsqueda de beneficios siempre crecientes, para satisfacer un extraño deseo de bienestar -consumo- y acumulación. Nada que ver con satisfacer necesidades.

miércoles, 2 de octubre de 2019

Apropiación turística de lo rural

Cogí una silla de plasticucho rojo, de esas con propaganda de cerveza que suele haber en las terrazas de los bares más cutres. Era de noche, no había ni una sola nube, tampoco luna. Planté la silla en un lugar abierto, sin árboles, y me puse a mirar el cielo.
Allí, en medio del campo, a 10Km del pueblo más cercano, el cielo resulta muy entretenido.
Las niñas dormían, las luces de la pequeña casilla estaban apagadas. De cuando en cuando pasaba algún coche o camión por la cercana carretera, rompiendo con su estruendo el cantar de los grillos, el croar de las ranas y el mugir de las vacas.

Siempre que miro a las estrellas no puedo evitar acordarme de los antigüedad clásica, de sus teorías para explicar los "movimientos" de los astros, de sus mitos para memorizar la cartografía celeste y orientarse cuando no había otra referencia. Seguro que el cielo que observaban era muy diferente del nuestro.
Veía aviones pasar en todas direcciones, con el insistente parpadeo de sus luces. No se escuchaban, así que debían estar muy lejos.
En poco rato vi caer 3 estrellas fugaces, y no tenía tantos deseos preparados. - ¡Montañas de hachís! - Solíamos decir en nuestra juventud -después de toda una infancia asediados por el eslogan publicitario de una liebre sobreexcitada pidiendo a gritos "¡Montañas de Nesquik!"-
Recordé algunas noticias que hacían referencia a la gran cantidad de basura espacial en las órbitas de nuestros satélites. - Ni el espacio exterior se libra de nuestra contaminación. - Pensé.
Nunca supe diferenciar muy bien un satélite de un planeta o una estrella. Y, con tantos restos de misiones espaciales orbitando a nuestro alrededor... Resultan demasiadas variables para estar seguro de a qué clase pertenece cada punto que brilla en el firmamento.
Sí, Ptolomeo lo tendría más difícil para elaborar una teoría que le permitiese predecir los acontecimientos celestes.

Hacía años que no dedicaba unos minutos a tan interesante menester. Las prisas, la contaminación lumínica, el cansancio...
Ahora hay empresas especializadas que se dedican a mostrar las maravillas de los cielos nocturnos a despreocupados turistas y gente que busca experiencias diferentes, relajantes, en contacto con la naturaleza... Hoy en día existen actividades muy raras, muy específicas.
Y no es que estime preocupante la especialización... Sino, cómo una actividad tan simple como mirar las estrellas, ha llegado a convertirse en una actividad mercantilizada de ocio.

Durante el día estuve con mi padre recogiendo y apilando la leña cortada durante el año anterior. Los inviernos son cada vez más cálidos, pero sigue siendo necesario calentarse.
También separamos las ovejas paridas de las que no lo estaban. Hay poca comida en el campo -hasta que lleguen las lluvias o empiece a caer la bellota- y, si hay que ayudar con pienso al ganado, resulta más óptimo hacerlo sólo con el que tiene prole, que además sufre más desgaste.
Después preparamos algo para comer. Nos reunimos una buena porción de familia: niñas, padres, madres, abuelos, bisabuelas, primos, primas...
No tenemos televisión y, últimamente, hasta se nos olvida poner la radio o la música. El campo es muy entretenido: hay infinidad de bichos, plantas, cosas por hacer...
No es exactamente turismo, pero se parece. Hay mucho de evasión, de escapar de los trabajos que nos apremian. Pasar tiempo en familia. Colaborar en las tareas del hogar. Descubrir el medio y el ambiente que nos rodean...


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Hace unos días tuvo lugar un acto de celebración en el pueblo, debido a que nuestra comarca había sido declarada Reserva de la Biosfera. En el acto habló mucha gente, mucho rato... La verdad que no prestaba atención a lo que decían. Pero, en algún momento, "alguien" dijo algo así como que en la Siberia se podían comer las mejores chuletillas de cordero de toda Extremadura. Pero, claro, sólo podían comerlas los autóctonos, los pastores o sus amigos e invitados -aludiendo a que no se servían en los restaurantes-. Ese "alguien" se apresuró en hacer notar que, con la declaración de Reserva de la Biosfera, se potenciaría el turismo y cualquiera con dinero podría probar esas famosas chuletillas.
Y aquello sonó como si lo de la declaración de Reserva no fuera más que una artimaña para que todos los políticos y cargos públicos que estaban en el escenario difundiendo sus bondades sólo quisieran arrebatar las chuletillas de cordero a los autóctonos, convertir nuestros lujos de pobre en mercancía para turistas -souvenirs del tipo experiencia-.


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Todos recordamos un Labordeta cabreado riñendo a los diputados del partido popular en el congreso porque no le dejaban hablar:
-“Ustedes están habituados a hablar siempre porque aquí han controlado el poder ustedes toda la vida. Y ahora les fastidia que vengamos aquí las gentes que hemos estado torturados y reprimidos por la dictadura a poder hablar. ¡Eso es lo que les jode a ustedes! ¡Coño! Y es verdad ¡Joder!”
Pero también grabó una serie de programas muy interesantes, donde daba voz y visibilidad a las zonas rurales  y sus habitantes -se ve que lo suyo era la defensa de las causas perdidas-.
Claro que, todo eso fue justo antes de que la palabra desarrollo estuviera completamente impregnada de su actual significado "desarrollo neoliberal".

En la 2 de TVE están reponiendo los capítulos de "Un país en la mochila". Justo a esa hora hago un descanso para comer. La verdad que la visión que ofrece el programa de la España rural dista mucho de la que vemos hoy día en los medios de comunicación, en programas de similares características -por ejemplo, Agrosfera-.
Labordeta va recorriendo los pueblos y entablando conversaciones con los vecinos para descubrirnos sus oficios, su historia, su gastronomía, sus formas de ocio... Nos muestra los pueblos como una organización social enraizada en el entorno.
Ahora no, ahora cuando los pueblos salen en la televisión es para mostrarnos lo exóticos que resultan. No interesa tanto el pueblo en sí -como un todo, como comunidad y parte del ecosistema-  como lo que el turista individual -el turista como ente global y cierto poder adquisitivo- puede encontrar en él: bucólicos paisajes, oficios perdidos, lujosas casas rurales, actividades en la naturaleza, cocina de autor...

Un país en la mochila se grabó en la década de los 90's. Ya en democracia, con salud y educación pública plenamente instauradas. Una época en la que ya no se padecía miseria en el campo.
Desde entonces hemos progresado mucho... Hemos progresado en la dirección del neoliberalismo económico. Todo se puede comprar y vender, hasta las experiencias. Todo se ha globalizado. El sector turístico es muy importante en nuestro país ¿Por qué no habrían de turistificarse también los pueblos?
Pero ese turismo tiene una estética muy burguesa -de postureo, que nos gusta decir ahora-. No se parece en nada a los viajes de Labordeta, o al acto tan sencillo de coger una silla, plantarla en la puerta de tu casa y ponerte a mirar las estrellas, o entablar una banal conversación con algún vecino y disfrutar sin más -sin consumo-.

Hontanaya (Cuenca) - Camino del Cahorzo - Septiembre de 2019


miércoles, 11 de septiembre de 2019

Neoliberalismo, ruralidad y democracia

Desde 1956 a la actualidad, Herrera -una pequeña localidad de la provincia de Badajoz- ha crecido un montón. Ha crecido en extensión, no así en población -que se ha reducido a casi la mitad-. Han mejorado los transportes y ahora puedes comprar espárragos de Perú, kiwis de Australia, leche gallega, o donuts de marca blanca -igual que si vivieras en Harlem-. Puedes jugar al pádel, practicar atletismo y natación todo el año, en flamantes instalaciones deportivas -como si vivieras en Beberly Hills-.

Imágenes satélite de Herrera del Duque. Robadas de "Infraestructura de Datos Espaciales de Extremadura" y superpuestas. Vuelo americano serie B 1956-1957 (blanco y negro) Vs Actual 2013 (color)

Sin duda, Herrera ha prosperado. Ha prosperado según la lógica neoliberal. Según la lógica -ideología- única. Porque el neoliberalismo se ha propagado como la pólvora y se ha impuesto en todas las regiones del mundo. 
Así, hemos ido sacrificando nuestra autonomía y autosuficiencia por un estilo de vida más global, impersonal, acorde a la idea de lujo y calidad de vida que se publicita en las pantallas de televisión.
Algo que contrasta con la añoranza de tiempos pasados que nos asalta al pisar las zonas rurales.
Hace unos días celebramos en el pueblo una romería -Jubileo- en honor de nuestra patrona. Los vecinos engalanaron sus caballos, se escenificaron bailes tradicionales y, los más religiosos, prepararon dulces típicos, acudieron a misa y desfilaron en procesión. Locales y forasteros reían, bebían y fotografiaban cada escena. Pero todo ese despliegue tenía el regusto de una identidad que se desvanece, que se esfuma, entre botellas de plástico, grandes todoterrenos, trap, reggaeton y comida preparada a base de carne producida en intensivo en cualquier provincia lejana.
La lógica neoliberal nos dice que esto ha de ser así. Que prosperamos en la dirección correcta: la del crecimiento. Crecimiento en lo económico -acumulación de capital-. Y eso solo es posible subiéndose al tren de los mercados globales, de las economías de escala: especializándose y encontrando los nichos de mercado en los que desplegar todo nuestro potencial. Ya se encargarán otros de proveernos de salchichas, frutas, coches, equipos de música y contenidos audiovisuales que nunca hubiésemos soñado -y mucho menos deseado-.
En una suerte de extraña contradicción: se nos pide especializarnos para alcanzar un estilo de vida generalista. La tradición se esfuma y la supervivencia depende por completo de productos externos. El trabajo se convierte en una actividad alienante, en la que lo producido no nos pertenece y tampoco tiene sentido si no forma parte de la cadena global.

Imágenes satélite de Herrera del Duque. Robadas de "Infraestructura de Datos Espaciales de Extremadura" y puestas una junto a otra. Vuelo americano serie B 1956-1957 (blanco y negro) Vs Actual 2013 (color)

En Herrera también estamos dentro de las dinámicas neoliberales.
Somos menos, pero okupamos más espacio que hace 60 años -¿Vivimos mejor? o ¿Necesitamos más para vivir?-.
El espacio se lo hemos robado al campo, sobre todo a la dehesa. Y es que se necesitan mayores instalaciones para resguardar nuestros medios de transporte y herramientas. Pero también calles y carreteras más anchas por las que puedan circular. Las casas viejas no se adaptan a nuestros nuevos estilos de vida. La tecnología ha abaratado materiales y reducido los tiempos de construcción -el casco antiguo se abandona y se expanden las periferias-. Tareas que antes requerían la colaboración de muchas personas son realizadas ahora en solitario, con enormes y ruidosas maquinarias.
Podría pensarse que todos estos avances tecnológicos deberían redundar en jornadas laborales más cortas y una vida más relajada. Pero no es así. Al cambio tenemos paro y estrés. Y es que el neoliberalismo se funda sobre la base de la desigualdad y el beneficio siempre creciente. El capital tiende a concentrarse en unas pocas manos que exprimen, explotan y se nutren de los más vulnerables. No importa cuánto hayas acumulado, siempre querrás más.

Imágenes satélite de Herrera del Duque. Robadas de "Infraestructura de Datos Espaciales de Extremadura" y puestas una encima de la otra progresiva y animadamente. Vuelo americano serie B 1956-1957 (blanco y negro) Vs Actual 2013 (color)

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Wendy Brown habla en su libro "El pueblo sin atributos", de cómo la lógica del capitalismo neoliberal se ha impuesto en todos los ámbitos de la sociedad. Estamos inmersos en ella y, a pesar de que vivimos en regímenes democráticos, estas democracias no dejan de ser sino grupos de trabajo al servicio del capital: para garantizar la libre circulación de mercancias, formar la mano de obra, proteger la propiedad... Grupos de trabajo alineados con los intereses de "los mercados". Como las grandes compañías y sus pequeñas divisiones -en las que cada trabajador ha de responsabilizarse de sus tareas y asumir los riesgos-, también los Estados potencian las figura del emprendedor, la externalización de servicios -privatización- y la "gobernanza".
Elegimos a nuestros dirigentes porque creemos que conseguirán maximizar los beneficios y reducir los gastos, porque creemos que traerán prosperidad. Creemos que nos auto gobernamos cuando, realmente, estamos siguiendo los dictados del capital. 
La autora defiende que el neoliberalismo es un enemigo de la política y la democracia -si las entendemos como mecanismos para organizarnos en sociedad y alcanzar ciertas metas y bienes comunes- porque el capital ya tiene fijadas esas metas y los gobernantes no son más que los encargados de materializarlas.

Así que, es normal oír en tertulias políticas televisadas comentarios como:
-Tal o cual candidato es mejor estadista y atraerá la riqueza al país.
-Fulanito no tiene experiencia de gobierno.
-Menganito no tiene el beneplácito de las grandes empresas.
-Los otros son unos corruptos...
Y no dejan de ser más que aspectos de eficiencia que no cuestionan el modelo en sí: ¿Es esa la forma en que nos gusta organizarnos y vivir? ¿Es justa? ¿Es buena para todos? o ¿Sólo para unos pocos?... Lo llamamos política y no lo es.

Quizá no debería sorprendernos si dentro de unos años, esto de la democracia, acaba siendo una votación para elegir entre varios opciones a gestores de las administraciones públicas -en un modelo de sociedad y de Estado previamente fijado en los planes expansivos de grandes corporaciones transnacionales-. Quizá no debería sorprendernos si eso ha ocurrido ya.

viernes, 8 de marzo de 2019

China, el partido único y el rumbo de Herrera



En mayo se celebran elecciones autonómicas y locales en Extremadura. Y se rumorea que en mi localidad, Herrera del Duque, habrá una única opción política -la que, a groso modo, lleva gobernando desde la muerte del militar golpista-.
Así que este año no se dará la paradoja de las dos españas -sublevados vs republicanos-. El pp siempre había sacado sus concejales, pero parece que este año no los necesitará. Habrá un único partido para representarnos a todos: el psoe. Un partido que aúna los anhelos e intereses de los dos bloques tradicionales: una mezcla de tradicionalismo en lo cultural y progresismo en lo económico -dirigidos y ordenados desde las instituciones públicas-.
Es lo que podríamos llamar "la distopía China"... Esa idea se me dibujó entre las cejas mientras veía esta micronoticia sobre la Asamblea Nacional Popular de la república "comunista":



En el vídeo se nos muestra a China como una gran compañía. En libre competencia global con otras tantas: CocaCola, Europa, Google... Y que, por tanto, debe ser dirigida con mano firme y eficiente para alcanzar los objetivos que se fijan en estas asambleas. Algo que sólo puede lograrse bajo el férreo control de un hábil y sereno hombre de negocios: el amado líder.
-Ains... Si Marx levantara la cabeza.

Desde las democracias occidentales siempre se ha criticado el modelo chino de gobierno. Seguramente por no encontrarse alineado con los intereses económicos de EEUU -porque, en la práctica, no es un modelo tan exótico-.
Por ejemplo, en mi pueblo y mi región, este esquema chino de gobierno se ha estado materializando durante bastante tiempo: el mismo partido dirigiendo simultáneamente la localidad, la comunidad autónoma y el estado. Todos los líderes que ostentan algún cargo público unidos por el mismo cordón ideológico y la militancia de partido.
Algo que, en principio, no es ni bueno ni malo. Incluso, aparentemente, puede ser beneficioso para ciertos sectores, por ejemplo para los vecinos de nuestro pueblo: los integrantes del partido son personas motivadas que quieren hacer prosperar su región y sus gentes. Esas personas se van insertando en la estructura del partido, conociendo y consiguiendo tratos de favor por parte de otros líderes en capas más altas del poder, atrayendo la inversión pública y dando notoriedad a la zona -crecimiento-.
Y, está bien, porque, tanto aquí como en China, nadie se atrevería a poner en duda que el objetivo de cualquier empresa, por pequeña o monstruosamente grande que sea, es el crecimiento. El amado líder chino no cuestiona ese esquema y, por supuesto, las autoridades de nuestra localidad tampoco -¿A quién le importa la sostenibilidad, o si el crecimiento es a costa del raquitismo de otros?-.


Ya no vivimos los tiempos de grandes ideales políticos: libertad, igualdad y fraternidad. Y estamos plenamente convencidos de que existe una única forma posible de gobierno: la democracia representativa. Que se lleva muy bien con la única forma posible de organización económica: el capitalismo. Ambas, estructuras piramidales basadas en la desigualdad, donde unos pocos deciden sobre la forma de vida y trabajo de la mayoría.

-Ya, pero China no es una democracia.
-Bueno, si hacemos el ejercicio de pensar la democracia como un estado gradual en el que, a mayor porcentaje de población participando del mayor porcentaje de decisiones políticas, más democrático es el sistema. Entonces tenemos que China no es tan diferente. Tanto allí como aquí un porcentaje muy pequeño participa activamente en la política. Allí sólo puedes insertarte en el escenario político a través de un partido y aquí tienes tres o cuatro. Sí, estamos mejor, pero no mucho más.

Los chinos idolatran a su líderes. En nuestro pueblo muchos de los defensores del actual equipo de gobierno alardean de las altas posiciones que han alcanzado algunos de sus integrantes dentro de las estructuras del partido -y también en las instituciones regionales y autonómicas- como alegato para mantener la fidelidad de los votantes:
-Es mejor que gobiernen siempre los mismos porque ya se conocen entre ellos y es más fácil tramitar cualquier inversión...
Así, los privilegios de la localidad van creciendo con los de los miembros del partido.
Con esto, parecen decirnos que la política no es cosa del pueblo, que es cosa de profesionales: los grandes propietarios, los empresarios y las personas que aspiran a forjarse una carrera política.

Se vuelve todo muy endogámico y, como ocurriera en la nobleza y la realeza, empiezan a surgir malformaciones.
De ahí que una de las críticas más airadas contra estos sistemas de gobierno de partido único sea la red de clientelismo, dependencia y corruptelas que generan. Un partido no tiene porqué funcionar de forma transparente y democrática.
Y no es ese un problema que vaya a suprimirse con la existencia de un oligopolio de partidos que se disputan y reparten el poder. Pero, quizá, sí se reduciría y, al menos, de cara al conjunto de la sociedad proporcionaría una mayor sensación de seguridad y transparencia.

En Extremadura siempre hemos padecido el problema de grandes latifundios -Lo que mande el señorito- y, en España, hemos tolerado que un reducido conjunto de personas acapare grandes cotas de poder.
Es un problema que seguimos soportando, quizá lo hemos interiorizado y normalizado. Por eso aguantamos con apatía y resignación que existan uno o dos partidos políticos que monopolizan las instituciones. O, quizá, nuestras instituciones están diseñadas para ser administradas en régimen de monopolio. Vamos, que nos gusta que siga habiendo señoritos. Eso sí, que sean avalados con nuestro voto.
Algún día, ese esquema llegará también a China y, con suerte, nosotros habremos avanzado en nuestro grado de democracia, habremos guillotinado a los líderes, tomado las riendas de nuestro gobierno y sólo habrá música en los corazones...

"Si le das mas poder al poder
Mas duro te van a venir a coger"
Molotov - Gimme tha power


martes, 11 de diciembre de 2018

De la hipertrofia de derechas a izquierdas canijas

Hace unos días se revelaron los resultados de las elecciones andaluzas... Y todo el país se llevó las manos a la cabeza cuando vieron la gran cantidad de votos obtenidos por VOX (un partido político considerado de extrema derecha).
Y es que, VOX, se ha atrevido a hacer explícitas pulsiones que ya estaban latentes entre los principales partidos a la derecha del espectro político. Tanto en el ámbito de lo económico como de lo moral y cultural.

Ciudadanos, como gran defensor del neoliberalismo económico, ya lleva tiempo tratando de erosionar el raquítico estado de bienestar. En favor de un estado dirigido por la iniciativa privada. El PP y el PSOE ya habían conseguido erosionar ese estado con sus continuos casos de corrupción y con la externalización de servicios y concesiones a grandes empresas privadas.
Así que, en su discurso económico, VOX, no aporta ninguna novedad. Lo único que hace es señalar esa dirección, sin ningún tipo de remilgos: -Lo privado es más eficiente, está exento de burocracia y ofrece calidades adaptadas a todos los bolsillos.
La tendencia general, a nivel mundial, parece ser la de seguir ahondando en un capitalismo de consumo, con escasas restricciones al libre mercado. Así que, todos estos partidos van en la buena dirección: en la dirección que marcan los grandes grupos financieros, controlados por unas pequeñas élites que escenifican sus juegos financieros en el gran tablero global.

En el plano moral y cultural es donde más se diferencia VOX. Realiza una apuesta clara por los valores del nacional catolicismo franquista. Que se podía ya descubrir en los sectores más rancios del PP, pero que no se atrevían a manifestar tan abiertamente, quizá por no levantar la sospecha de que el PP seguía siendo el brazo democrático de las élites de la dictadura.
VOX, además, añade su toque racista, para simpatizar con las clases bajas: aquellas que conviven más estrechamente con la inmigración. Y un toque misógino, como contrapartida a todas las políticas en favor de la igualdad de género que se vienen desarrollando, en mayor o menor medida, por los dos grandes partidos que se alternan en el poder. Estas políticas de igualdad parecen haber ofendido al hombre blanco heterosexual.

Quizá, lo que más ha popularizado a VOX, haya sido el "conflicto catalán". Y su apuesta por "Una grande y libre": "España no se rompe"; "Hay que luchar contra los golpistas independentistas"...
La verdad que han desplegado una simbología muy potente. Han hecho suyo el lema de "¡A por ellos, oé!" y han ensalzado los cuerpos y fuerzas de "seguridad" (represión) del Estado, y todo su aparato legal de crimen y castigo.

Así que, sí, VOX reúne todos los requisitos para ser un partido de derechas. Ellos se siente orgullosos pregonándolo y, las izquierdas (y el centro), se sienten aliviados al poder señalar a tan peligroso enemigo de la democracia... Quizá, pasando un poco por encima el hecho de que VOX está jugando a la democracia representativa, igual que ellos, aunque no estén de acuerdo con sus propuestas políticas. Y el juego democrático parece que se les da bastante bien a las derechas (más o menos extremas). Ya existen numerosos casos de éxito fuera de nuestras fronteras: Donald Trump en EEUU, Marine Le Pen en Francia, Bolsonaro en Brasil...

En el caso de las elecciones andaluzas, lo que sorprendió fue que, entre los tres partidos que se consideran abiertamente de derechas (PP, Ciudadanos y VOX), obtuvieran mayoría parlamentaria. Por primera vez desde la muerte del dictador. Mientras que el PSOE se llevaba el gran batacazo (ya no podrá seguir gobernando en Andalucía) y las confluencias de izquierda (Izquierda Unida y Podemos) perdía algunos de sus votos.

Para muchos, lo ocurrido en Andalucía es preludio de lo que podría ocurrir en las elecciones generales. Y todos quieren aprender de esta experiencia.
Quizá, lo más significativo, es que la derecha, tradicionalmente representada por un único partido (el PP, los herederos de los que ganaron la Guerra Civil), se encuentre más fragmentada que nunca y que, a pesar de esa fragmentación, haya cobrado fuerza. Vamos, que han tenido éxito haciendo justo lo contrario que han hecho las izquierdas con su reagrupación (Podemos + Izquierda Unida: un conglomerado descafeinado de socialdemocracia).
Mientras, el PSOE se ha quedado en tierra de nadie, en una posición de derechas en lo económico y cierto progresismo de izquierdas en lo moral ("Todo por el pueblo, pero sin el pueblo").

La derecha ha ganado posiciones con su radicalismo. Y la izquierda las ha perdido con su afán de girar al centro, tratando de complacer a las élites, a la vez que hace concesiones a las masas de trabajadores y desempleados. La izquierda se ha acomodado: a sus escaños, a sus posiciones en las diferentes instituciones del Estado... Y, en ese acomodo, las grandes fortunas le han ganado la partida. Aumentado la desigualdad hasta el punto en que: los mileuristas se han convertido en la nueva clase media y, los funcionarios de tipo C, en la nueva burguesía. Sostenidos, todos ellos, por una masa de precarios e inmigrantes, apremiados a trabajar bajo la amenaza del paro y la exclusión social.

Así que, si las izquierdas siguen defendiendo sus posiciones elitistas de gobernantes, dirigentes y cargos públicos, frente a una masa de ciudadanos pasivos. Todavía tiene muchos votos que perder, porque a elitistas no pueden ganar a VOX.

Si hay hueco para la ultraderecha, tiene que haberlo también para otras izquierdas, unas que defiendan un mundo más justo para todos, más participativo, menos penoso... Un mejor mundo posible, más allá del capitalismo de consumo y más allá de la democracia representativa. Un mundo donde "nadie escupa sangre para que otro viva mejor".
Un objetivo muy ambicioso pero, al menos, algo que no nos arroje a un fascismo 2.0: un fascismo votado.

Imagen extraída de la revista de humor "El Jueves": Santiago Abascal quiere limpiar España de Pokémons Y combinada con "Communist Valor!" de Knackebruh

"No imaginarias todo el beneficio 
que sale de ese precipicio 
llamado trabajo 
al que vas cada día.
Esto es sencillo:
no toleramos ni hoces ni martillos.
Siete gritones de muertos por el comunismo.
Y tenemos un plan:
Santiago Abascal montado en Charizard"
Fragmento de "Napalm de libre mercado" - Sons Of Aguirre & Scila

miércoles, 17 de octubre de 2018

La radio y la actualidad

Hoy participé en una tertulia de actualidad, en un programa de la radio local... no sé porqué me meto en estos berenjenales, si la actualidad la vivo con retardo: no escucho la radio y no veo las noticias, ni tertulias. Además, con esta experiencia, me he dado cuenta de que a nivel regional y comarcal estoy aún menos informado.

Ha empezado el programa hablando del tren de Extremadura. Dada la serie de incidentes sufridos durante el puente del 12 de Octubre, parece estar sumido en la más absoluta dejadez (de esta noticia me enteré mientras estaba allí, sentado en la sala de la radio).
La verdad que he cogido muy pocas veces el tren para moverme en la comunidad autónoma (Herrera, mi pueblo, está muy lejos de cualquier vía de tren). Y, cuando lo he cogido, para ir de Madrid a Cáceres, resultaba muy romántico, bucólico... pero, como medio de transporte, el autobús era más rápido (de esto hará ya 20 años, y parece que nada ha cambiado desde entonces). Extremadura tiene pocos habitantes y la mayoría concentrados en en las Vegas del Guadiana, Cáceres, Mérida... está cerca de Lisboa. Seguramente, con unas buenas comunicaciones por tren, podría evitarse mucho tráfico rodado y quedarían las carreteras más despejadas, y en mejor estado, para los pobres diablos que nos movemos por las zonas más agrestes.
Me parecería bien que arreglasen o mejorasen el tren aunque, por mi circunstancia, estoy más interesado en que mejoren las comunicaciones con Barcelona. No sé por qué, nunca conseguí que invadiera el sentimiento patriótico extremeño. Así que, no consigo centrar mi interés en lo que cae dentro de esas divisiones tan extrañas que son las comunidades autónomas. Supongo que también influye el que la Siberia, mi comarca, sea fronteriza con Castilla la Mancha, que la mayoría de gente de por aquí se va a currar a Madrid, que mi padre es de Cuenca y que he tenido la suerte de estar danzando por la capital y por Barcelona bastante tiempo.

Después ha seguido el debate con el anuncio del arreglo de una carretera que une varias pequeñas poblaciones de la comarca: Helechosa, Villarta y Bohonal. Otro asunto de absoluta dejadez que, al menos, con la información de que disponemos, parece se va a solucionar. Han hablado sobre los detalles de la operación y las diferentes administraciones y partidos políticos implicados. Había oído algunas cosas antes, en las típicas conversaciones de bar y en comentarios en Facebook, pero no había llegado a formarme una opinión más allá del "ya era hora".
Se trata de una demanda histórica de la población de la comarca, y no creo que sea asunto de discusión de dónde salga el dinero porque: tanto si lo hace confederación hidrográfica del Guadiana, la junta de Extremadura o la diputación, el dinero sale siempre de nuestros bolsillos. Y nos gusta que nuestro dinero se emplee en cosas útiles, buenas y para las que existe un consenso generalizado. Cualquiera que haya pasado por esa carretera sabe que no se trata de un lujo innecesario.

Así que, me había encerrado en una conversación pública para debatir sobre unos hechos de los que prácticamente me estaba enterando en el momento... Y no soy persona de hablar por hablar... Mejor dicho, no soy persona de hablar. Paso mucho tiempo solo y la mayor parte del día no cruzo una palabra con nadie. Pero sí me gusta expresarme. Y también me gusta enterarme de estos asuntos que, en el fondo, sí me afectan, a mí y a los que me rodean. Y, la verdad, que la charla debate es muy amena, cada uno suelta lo que le parece, sin ofender, pero sin la necesidad de fundamentar o aportar datos objetivos concretos. Algo que no estoy muy acostumbrado a hacer: ni en mi vida como estudiante, ni en el rígido mundo ingenieril de la creación de software.

Así que, mis intervenciones fueron bastante patéticas y si no me hubieran interpelado o aludido creo que no hubiera dicho ni una palabra.

Como se trataba de un ambiente distendido y sin un guion fijo, la conversación acabó derivando hacia la juventud, su pasividad y poca implicación en la vida pública, los ninis (los que ni estudian, ni trabajan)... Y yo tengo ya 37 tacos, no me veo precisamente joven.
Pero sí que creo que la gente de mi generación y más jóvenes no nos implicamos en la vida pública. O no nos implicamos en la forma que lo hacían nuestros padres o generaciones anteriores. Y creo que es porque hemos perdido la esperanza en que los organismos del estado o la política (encarnada en la actual "democracia") vayan a venir a sacarnos las castañas del fuego.

Nuestros padres venían del fantasma de la guerra civil, y de casi cuarenta años de fascismo represor. Debió de suponer un gran subidón que el dictador muriera y se abriera un nuevo período lleno de posibilidades e ilusión. Una época de crecimiento económico y de asentamiento del estado del bienestar. Un apogeo que no debió de durar ni un par de décadas.
Para cuando los de mi generación y posteriores empezábamos a estar en edad de trabajar ya no se empleaba esa expresión sino "incorporarse al mercado laboral". Ya éramos un producto más del mercado y el capitalismo de consumo había invadido todos los ámbitos: desde el ocio a las relaciones con nuestros congéneres (haciendo necesarios artilugios cada vez más sofisticados y caros para intercambiar cuatro palabras).

Así que, para mí, el Estado es solo un aliado de esos mercados que nos utilizan como mano de obra (y como consumidores) para alimentar una maquinaria expansionista, esquilmadora de recursos naturales y generadora de desigualdad.

Uno de los tertulianos (creo que fue Antonio) dijo: "Los partidos políticos son como ejércitos". Y es cierto, utilizan tácticas de guerrilla para alzarse con el poder. Una de las actitudes, de la gente que se afilia a un partido, que me resulta más patética y dañina, es defender a capa y espada una serie de posiciones solo porque se ha dicho desde "el partido". Consignas sencillas, fáciles de recordar y difíciles de fundamentar, que acaban incorporándose al imaginario colectivo, resultando tremendamente dañinas para el conjunto de la sociedad (sirva como ejemplo el ataque que se realiza desde las "derechas" hacia la medida de subida del salario mínimo interprofesional)

Se habló de tirarnos a las barricadas, como los jubilados de Euskal Herria. Esto creo que sí lo hace la gente joven... Pero son manifestaciones muy específicas, muy vinculadas a identidades particulares: independentistas catalanes, feministas, el colectivo LGTBIQ, animalistas, conservacionistas, antiabortistas... La sociedad parece estar completamente fraccionada en grupos de interés. Que van consiguiendo sus pequeñas victorias. Pero nadie parece tomar consciencia de que la mayoría del malestar en nuestra sociedad viene del plano material: existe poca gente muy rica y mucha gente extremadamente pobre.

La mecanización y la automatización han conseguido que sea necesaria cada vez menos mano de obra, en prácticamente todos los sectores. Las sucesivas crisis han conseguido disminuir los salarios, precarizar los trabajos y reducir el estado de bienestar.

A los jóvenes de las clases medias y bajas se nos desarraiga y se nos educa para emprender nuevas profesiones, lejos de cualquier tradición familiar. Así, solo disponemos de nuestra fuerza de trabajo, una fuerza de trabajo que es prescindible, puesto que existe una alta tasa de paro. A esto se suman las continuas amenazas de deslocalización y flujos migratorios del mercado global: se pueden exportar las actividades económicas a cualquier parte del mundo o atraer flujos migratorios de personas desde más allá de cualquier océano.
Este dinamismo de los mercados y esta precarización se ceba sobre todo en los jóvenes, que acabamos encontrando estabilidad ya muy mayores (los que la encuentran). Y, esa falta de estabilidad y estar vagando de un puesto de trabajo a otro, de un emprendimiento a otro, con condiciones totalmente dispares entre trabajadores de una misma zona, hace muy difícil plantear una lucha en las mismas condiciones que las grandes huelgas del pasado siglo.

Así que, sí, puede que seamos pasivos, que estemos desencantados, desarraigados, disgregados... o puede que estemos buscando objetivos, alguna forma de lucha que sea realmente efectiva. Alguna forma de conseguir un mejor mundo posible, más equitativo y sostenible.

Mientras tanto, intentamos técnicas de desgaste y erosión. Nos contentamos con pequeños gestos (dentro de los márgenes que nos marcan las tendencias de mercado): como el consumo responsable, darle me gusta a los contenidos que nos parecen socialmente comprometidos, o apoyar movimientos sociales. Acciones en el plano simbólico que raramente trascienden al plano material. Pareciera que cualquier golpe o rabieta, por fuerte que sean, acaban absorbidos por el capital y el sistema "democrático"* de partidos.

Después del 15M, aparecieron en el escenario político Podemos y su antagonista Ciudadanos. Por fin se había acabado la alternancia de partidos en el poder... y, bueno, al menos ahora, los partidos políticos tienen que dialogar entre ellos para decidir sobre nosotros.
Se han conseguido algunas victorias en cuanto a mejoras sociales, transparencia y lucha contra la corrupción. Pero parecen más el resultado de una toma de conciencia y concesiones por parte de las grandes empresas y Alemania, que los logros de una disputa política. Como si la lucha política fuese el trámite burocrático que hay que cumplimentar para que el capital nos conceda cierto crédito.

Vivimos un mundo en que los Estados van perdiendo sus poderes en favor de la mano invisible del mercado. Así, aunque la mayoría de la población, la clase trabajadora, lograra hacerse con el control de las instituciones, los partidos y los medios de producción ¿Conseguirían hacer frente a un capitalismo que permanentemente amenaza con deslocalizar sus actividades? ¿El Estado ha muerto? O ¿Ha quedado solo como un garante de la propiedad privada y de las condiciones materiales de la actividad económica en un territorio?

*Lo llaman democracia y no lo es: lo llamaremos fascismo 2.0
Como una masa de hormigas ahogadas en el mismo tarro de miel que nos da de comer

viernes, 27 de abril de 2018

Del decaimiento de la dehesa a ideologías que "no nos representan"

Hace unos meses comenzaron las obras para realizar una carretera de circunvalación en nuestra localidad. Dicha carretera permitiría desviar el tráfico pesado directamente al polígono industrial, sin tener que atravesar el centro del pueblo.
Ya, en el año anterior, se había hecho público cómo serían las obras, las acciones a emprender y el impacto de las mismas.
Nos sorprendió gratamente que en el documento oficial (Resolución 30 de Marzo de 2017 DOE número 91) se hablara de los árboles que sería necesario talar. Incluso se hacía referencia a su edad (centenarios), su especie (Quercus ilex) y su gran porte (belleza). Como si fueran vecinos a los que hubiera que tener en consideración.

"Los principales impactos generados por el vial urbano de circunvalación son sobre la vegetación, encinas centenarias de gran porte, y la ocupación del suelo.

¡Incluso se hablaba de regenerar la zona con nuevos árboles! A modo de redimir nuestra culpa -por atrevernos a talar encinas centenarias para hacer  más cómodo nuestro tránsito hacia el polígono industrial-.

"Como medida correctora por la eliminación de la vegetación natural afectada por las obras de la carretera se realizarán plantaciones con especies autóctonas, plantándose 10 nuevos ejemplares por cada uno de los afectados (cortados o destoconados, inclusive los pies pequeños). Las plantaciones se realizarán con el número de ejemplares y en las zonas aprobadas en el plan de reforestación, y en las condiciones que garantice la viabilidad de los ejemplares plantados (se realizarán riegos periódicos, al menos durante el primer año de plantación). La encina (Quercus ilex) es la especie arbórea dominante en la zona."

Y, la verdad, nos parece un avance genial -para superar nuestro etnocentrismo de especie- el que se tenga en cuenta al resto de seres vivos -no solo los humanos- cuando se abordan este tipo de infraestructuras. Unos seres vivos que, además, hablan mucho de nosotros, de nuestra historia y la historia del planeta.

Sin embargo, todo este aparente respeto y cuidado con el arbolado de la dehesa, contrasta con una terrible realidad: y es que, la dehesa, parece ser uno de los espacios menos valorados del pueblo.
-Tenemos que hacer una escombrera municipal, ¿dónde la ubicamos?
-En la dehesa!
-Se ha muerto mi perro, ¿dónde lo tiro?
-A la dehesa!
-Hay que trazar una carretera de circunvalación, ¿por dónde?
-Por la dehesa!
-Hay que hacer un campo de golf, ¿dónde?
-En la dehesa!
-¡Allí no hay na! Un montón de ovejas hambrientas que no dejan crecer la hierva y un puñado de encinas moribundas que ya no echan bellotas y no valen ni para leña. De hecho, sé que tengo unas cuantas encinas que heredé de mi abuelo y no voy ni a verlas.

Pero esto no siempre fue así. Hubo un tiempo en que la dehesa realmente importaba (no solo como metro cuadrado de terreno) y los árboles que estaban en ella también (no solo como ornamento). Lo demuestran el enorme esfuerzo que supone mantener el terreno despejado de monte bajo, y el que existiera un interés por poseer en propiedad las espaciadas encinas (derecho de vuelo):
-¿De quiénes eran las encinas cortadas? No se menciona en el DOE
-¿Saben sus dueños que eran propietarios?
-Las 10 nuevas encinas plantadas por cada una de las cortadas ¿A quién pertenecen?
-¿Cuál es el precio de una encina centenaria? ¿Y el de una nueva?

Se oye mucho hablar del decaimiento de la dehesa y, en gran medida, la causa es el desprecio absoluto por este ecosistema. Especialmente en terrenos de titularidad pública: terrenos que son de todos pero que, realmente, tratamos como si no fueran de nadie, como si nadie tuviera la responsabilidad de cuidarlos o mejorarlos.
-Eso son cosas de la Junta (o del ayuntamiento). Cosas de partidos políticos y burócratas.
Como si los vecinos fuéramos meros usuarios, gente que acude a ese espacio a consumir sus derechos heredados (o pagados: en impuestos, cuotas de arrendamiento...)
-El bosque es de todos, quema tu parte!

Corazón partido de encina centenaria tras ser atropellada por la carretera de circunvalación

La dehesa siempre ha tenido problemas. Siempre ha sido un espacio comunal donde los vecinos satisfacían intereses individuales. Por ello, siempre ha existido, y existe, una reglamentación o legislación que pauta su uso.

El que ahora la dehesa se encuentre en una situación más vulnerable que en el pasado, podría deberse a los siguientes factores:
  • Un menor interés en la agricultura y la ganadería, especialmente en estos sistemas de bajos rendimientos. Nuestras economías no se basan en la subsistencia, sino en el beneficio. Y, para satisfacer este deseo de lucro cortoplacista e individualista, resultan más convenientes los sistemas intensivos altamente tecnificados.
  • Los gestores de estos terrenos son ahora las administraciones públicas (ayuntamientos en el caso de las dehesas). En lugar de ser los usuarios y vecinos los que se impliquen directamente en la toma de decisiones.

Ambos factores están íntimamente relacionados:

La falta de interés en la agricultura y ganadería tradicionales las deja en un área de marginación. Sus trabajadores y sus métodos son tildados de rudimentarios. Además, sus bajos rendimientos, son ignorados por los mercados globales. Acaban convertidos en esclavos y vasallos de las políticas económicas que pretenden salvarles de la voracidad de esos mismos mercados: plegados a los condicionantes de subvenciones que dictan gobernantes totalmente ajenos a la tierra.
El desinterés se manifiesta también en que, agricultores y ganaderos, no tienen un reconocimiento público (como podría tenerlo un futbolista), ni un reconocimiento económico (como sí lo tiene un ingeniero que se dedicara a diseñar armamento militar). No existen referentes, casos de éxito que sean alabados y tenidos en consideración por la sociedad.

Si uno toma distancia, se da cuenta de que la mayoría de trabajos  del campo, además de precarios, siguen siendo duros y sacrificados. Ha avanzado la tecnología y el conocimiento (y con ellos los rendimientos). Pero también se exige una mayor producción para mantener un nivel de renta aceptable. Mientras, existen otros trabajos más favorecidos por el sistema, que exigen menor dedicación y que garantizan unos ingresos independientes del nivel de producción (estabilidad).
-De esos dos grupos ¿Cuál consideras más susceptible de incorporarse a la vida política? Seguramente los segundos: porque los primeros ya están bastante afanados en satisfacer sus necesidades básicas (alimento, vivienda, crianza...).

Así, el campo (la dehesa), resulta encontrarse gobernado por quien no tiene nada que ver con el campo. Y, en gran medida, es consecuencia del desdén de la sociedad hacia la agricultura y ganadería. Que repercute en que sus trabajadores apenas hayan experimentado mejoras en la cantidad de tiempo libre, apartándolos así de la política y, por tanto, de la toma de decisiones  (ya que la vía política de partidos es la única forma de intervenir en lo público).

Nos hemos acostumbrado a que la política y la toma de decisiones sobre lo público, fluya de arriba hacia abajo. Al margen de la población general. Al menos en la historia del último siglo ha sido así. En Extremadura, quizá, de forma más intensa: latifundios, grandes propietarios, dictadores... Arrastramos esa pesada losa. La losa de que la población no puede decidir sobre lo público. Eso debe hacerlo el rico -más recientemente el que tiene estudios-. El resto solo tiene derecho a aceptar que su entorno se transforme en lo que unas ciertas élites consideren lo mejor para el bien común -o, en sistemas corruptos, el bien propio de esas élites-.

Pero cualquiera puede tomar decisiones sobre lo público: todos tenemos una idea de cómo nos gustaría que fueran nuestra sociedad y nuestro entorno.

Dejar el poder en manos de unos pocos -que al final es en lo que consiste nuestra democracia representativa- conlleva la materialización del ideario de esos pocos. Cualquiera puede acceder al poder, pero siempre tiene que aceptar sus premisas: las de unas instituciones fundamentadas en una economía aristocrática capitalista.
-Si no eres capaz de atraer el capital y generar empleo y riqueza, entonces serás un mal gobernante.
Pero este ideario pasa por alto muchas cuestiones:
-¿Es lícito o deseable que solo unos pocos decidan y se repartan la riqueza?
-¿Qué sistema de trabajo es ese que exige tantas horas a unos y excluye a otros (parados)?
-¿Existe algún bien que no sea monetizable? ¿Cuánto vale una encina centenaria?
-¿Se puede crecer indefinidamente?

Hemos asumido que ya no es suficiente con que los gobernantes tengan títulos nobiliarios o un gran poder adquisitivo. Si no que, además, deben ser personas formadas (políticos de carrera), con muchos másteres, idiomas y contactos con las diferentes administraciones y empresas. Como si el gobernante fuera alguien que debe resolver complicados problemas técnicos mientras toma copas con otros de su misma posición social.
Así, nosotros mismos deslegitimamos el autogobierno del pueblo. Y secundamos sistemas que "no nos representan". Apoyamos gobiernos que se sostienen en la desigualdad de dominantes y oprimidos, de ricos y pobres. Gobiernos que se alimentan de los productos de la dehesa, pero que viven con la mirada clavada en los despachos, las grandes ciudades, la expansión, el crecimiento, la velocidad, la fiesta...

Alcanzar una sociedad más justa, participativa e igualitaria, donde todos y todas podamos sentirnos cómodos y materializar nuestros proyectos, así como disfrutar de un entorno amable, bello, productivo y sostenible, se ha convertido en un aspecto secundario (prescindible) de la política y la economía de los pueblos.


La incorporación al mercado global, parcialmente liberalizado, tampoco le ha venido bien a la dehesa. Sus productos no han conseguido posicionarse en calidad. Y no pueden competir en precio, porque el sobrecoste de los alimentos industriales lo asume el Medio Ambiente (en lugar de pagarlo nosotros en la cesta de la compra).

Así que, nuestros mercados tampoco valoran el Medio de trabajo de nuestros ganaderos  y agricultores tradicionales; ni el Ambiente de dehesa, ese que forma parte de su vida y del modo en que gestionan sus explotaciones.
De esta forma, las encinas centenarias llegan a tener un precio bajo, aunque su valor ecológico y como medio de producción sea alto: porque ofrecen refugio contra el sol abrasador, porque dan leña y bellotas -y, durante ese tiempo, no hay que comprar alimento para el ganado-, porque protegen el suelo de la erosión, de la desertificación...

Si solo tenemos en cuenta la economía en nuestras ecuaciones, entonces estaremos arrasando una gran cantidad de recursos valiosos (si se miran en su contexto histórico y social).
Hoy día, nadie se plantea destruir el coliseo romano para, con sus piedras, construir un centro comercial. 
-Es que el patrimonio histórico genera unos beneficios a partir del turismo... 
Sí, ya sé que podemos hablar también de patrimonio natural. Y, si se consigue monetizar, también es respetado.
-Entonces, todo lo que queda fuera de esto que llamamos "patrimonio" se puede destruir sin más? siempre que la rentabilidad menos la inversión dé un saldo positivo?

Mientras aumenta el capital a nuestro alrededor, tenemos la impresión de que la civilización progresa... Cuando, en realidad, podemos estar destruyéndonos a nosotros mismos.

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En el proyecto de la carretera de circunvalación se incluía la reforma del boulevard del pueblo, conocido por los vecinos como "Paseíllo". Una obra cuestionable y muy polémica: no era algo que entrase entre las prioridades de la población (su anuncio fue sorprendente e inesperado). Además, la reforma suprimía la mayor parte de los árboles: plataneros, ciruelos de hojas púrpura, un pinsapo enorme y algunas palmeras.
Esta era la única zona del centro del pueblo con un arbolado maduro. Aquí las familias podían sentarse en un banco a la sombra y comer tranquilamente unas pipas, mientras los niños jugaban. Llevaba cuarenta años siendo un lugar de reposo y recreo y, para muchos de nosotros, formaba parte del relato de nuestra infancia.

Los primeros días de reforma fueron terribles: por la tala y derribo de árboles. En medio del pueblo, a la vista de chicos y grandes. Un mensaje de vandalismo lanzado desde las propias instituciones.
Una acción que se ha justificado con argumentos económicos: dar trabajo (temporal), incrementar el gasto público... Y con argumentos de seguridad vial: -Con las reformas, el "Paseíllo" será más seguro porque, además, se prohibirá aparcar.

Una vez más, existe un desprecio absoluto por la Naturaleza y el legado de las generaciones anteriores.
Tal vez, dentro de unos años, reparen en que el nuevo "Paseíllo" es muy caluroso. Y, entonces, sea necesario instalar algún sistema de sombra (artificial), para suplir la ausencia de árboles (como ya ha ocurrido en otras zonas del pueblo). Otra vez: más trabajo (temporal) y más inversión. En esa espiral de comprar, usar, tirar (consumismo) de la que no parece que tengamos ni idea de cómo salir ¿Será que en el fondo no nos incomoda?

Paseíllo días antes del arboricidio.

Puede pensarse que a los pueblos pequeños no llegan las "ideologías" (modelos imaginados que tratamos de materializar); o que el poder está distribuido entre toda la población, al existir un trato directo con los gobernantes (que son permeables y sensibles a las opiniones y preocupaciones de los vecinos). Pero resulta muy ingenuo pensar que las gentes de los pueblos son diferentes, o que son comunidades aisladas, al margen del poder, las modas o las comunicaciones.
La ideología (creencias y prejuicios) se propagan por el conjunto de la geografía impregnándolo todo, estamos inmersos en ideología: desde el modelo de quiénes y cuántos deben gobernar, a qué grupos y sectores deben tener más peso en el poder -o al cliché de que los árboles son sucios y peligrosos-. Las instituciones mismas están fundamentadas sobre ideologías. Y la ideología dominante (la de occidente) es una ideología patriarcal, judeo-cristiana, aristocrática, capitalista, colonialista...
Por tanto, no es de extrañar que cualquier poder, por pequeño que sea, se ejerza de forma autoritaria y violenta (pasando por encima de las preocupaciones e intereses de cualquier sector "minoritario"). Se trata del mismo poder que conquista, somete y transforma la Naturaleza, en la búsqueda incansable de beneficios siempre crecientes.
La dehesa es fruto de la acción humana que ha modelado ese paisaje. Y, a pesar de nosotros, ha existido y nos ha acompañado en nuestra historia durante siglos (eso es la sostenibilidad). Quizá porque fue una acción humana ejercida desde abajo, desde las clases trabajadoras, desde la necesidad de integrarse y vivir en y del Medio (eso es lo que proporciona libertad y autonomía).

La Naturaleza no nos ha necesitado nunca para ser mejor, pero ello no quiere decir que no podamos convivir en armonía. Cualquier intervención destructiva debería ser siempre muy meditada. Tenemos la tecnología, la ciencia, el tiempo y un montón de ideas. No siempre es necesario arrasar: podemos plegarnos, adaptarnos e integrarnos en el entorno... Como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie.


Bibliografía relacionada:

viernes, 20 de octubre de 2017

Hacia la nada ... ... ... .. .. .


Habría que preguntarse por qué
el beneficio manda,
el de unos pocos,
el mal de muchos.
¿Por qué es bien?
Si resulta feo:
la opresión, el abuso, la desigualdad.
¿Por qué el beneficio manda?

Vivir bien,
vivir mejor que:
Mejor que Amancio,
mejor que el futbolista,
mejor que el rey o el presidente,
mejor que el directivo,
el médico o el bombero,
el funcionario,
trabajadores por cuenta ajena,
autónomos, emprendedores,
jornaleros, parados,
prostitutos...

Competir contra.

Mientras daba cuenta de mi menú del día,
miraba en el televisor cómo Galicia ardía.

El salón estaba lleno de "clase media",
gente de provincias, oficinistas, comerciales,
jubilados... todos comíamos el mismo menú:
dos platos a elegir,
entre cuatro primeros y cuatro segundos.
El más rápido se lleva el postre...
Y así siempre...
en continuo mirar de reojo,
anhelando beneficios,
adorar al líder,
machacar al mediocre.
Venerar al avaro,
respetar al santurrón,
a los que retienen.

Y las llamas lo repetían:
-Han sido ellos los beneficiarios,
los del privilegio,
los que han estudiado...
Han sido ellos:
en sus juegos
de poder
los ganadores.
Han sido ellos...
Nos convencieron:
de que es bien bello
lo que vemos mal y feo.



Se te llevarán a ti también,
en su arrasar desenfrenado
hacia la nada...