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sábado, 27 de marzo de 2021

Extremadura y el 25 de marzo

Esta semana fue 25 de marzo. Un día que algunos extremeños -a la izquierda del espectro político- reivindican como el verdadero día de Extremadura. Un día que hace referencia al 25 de marzo de 1936, cuando los trabajadores del campo extremeño se organizaron y ocuparon las grandes fincas a lo largo y ancho de la Comunidad Autónoma. El objetivo: poner los medios de producción -la tierra- al servicio de quienes los trabajaban. Un hecho inusual, casi bizarro... porque parece que los extremeños nunca protestan: son gente aburrida y mansa que aguanta lo que se les eche. 

Portada de la revista francesa Regards con foto de David Seymour (Chim). / ARMHEX. Extraída de CTXT

A mí me la trae floja el día de Extremadura. Pero sí es verdad que, si algo podía identificar a los extremeños -aunque no sólo a los extremeños y tampoco a todos-, es la división de la superficie agrícola en grandes latifundios utilizados como lugar de recreo e inversión especulativa -propiedad de gente que ni tan siquiera habita por aquí cerca: los señoritos de la capital-. 
Aquí apenas ha habido grandes fábricas o industrias. Nuestro medio de producción es la tierra. Nuestros obreros son agricultores, ganaderos, colmeneros, resineros... Eso hace que la población haya estado tradicionalmente dispersa y resultara más sencillo mantenerla sometida a los caprichos de los grandes propietarios. Esta dispersión también ha dificultado la organización y la implicación de la clase trabajadora en movimientos revolucionarios.
 
Tampoco creo que los extremeños tengamos una fuerte identidad cultural como pueblo: más bien somos una amalgama de andaluces, portugueses y castellanos, distribuidos según la proximidad a qué frontera artificialmente creada -con fines administrativos y de gestión-. Así que, cuando se dirimía el día en que debíamos celebrar la unión que nos habían impuesto, parece que el presidente de la Junta -socialista y obrero- decidió que el mejor día para celebrar la extremeñidad era el día de la Virgen de Guadalupe -Toma yá!- Le pareció que la creencia en estos seres míticos y mágicos nos representaba muy bien. Y también potenciaba nuestro carácter manso: -Somos gente pacífica, aquí no hay ningún conflicto, hagan con nosotros lo que quieran... la Virgen proveerá
 
 

El movimiento del 25 de marzo fue apagado durante el mes de agosto de ese mismo año: con el golpe militar, su desenlace en Guerra Civil y la masacre perpetrada en la plaza de toros de Badajoz por el bando franquista.
Podría decirse, con el expresidente de la Junta, que el 25 de marzo fracasó. Pero el mayor fracaso sería dejar caer esa fecha en el olvido. Como efectivamente ha ocurrido: la mayoría de extremeños no conocen aquellos hechos.
Se ha borrado de nuestro imaginario la idea de que también nosotros podemos organizarnos desde abajo, que podemos luchar y reclamar justicia. Pareciera así, que las revoluciones son cosas de pueblos lejanos: los arrojados rusos, los irreverentes anarquistas catalanes...

Y no creo que sea algo casual ese olvido. Porque es una fecha que cuestiona el sistema actual de propiedad privada -algo absolutamente inviolable en nuestra sociedad actual-. Aunque realmente lo que cuestione no sea la propiedad privada sino, más bien, cómo deben administrarse y repartirse los beneficios obtenidos con el trabajo. Y, seguramente, cuestione muchas cosas más que tienen que ver con: la toma de decisiones, la distribución del poder, la solidaridad, el reparto... Asuntos que, los que nos gobiernan -ahora democráticamente- tampoco están dispuesto a a poner bajo el punto de mira.

viernes, 30 de noviembre de 2018

El "Homenaje a Cataluña" de George Orwell

Hace unos días terminé de leer esta novela. La verdad que me enganchó desde el principio. Y es que ofrece una visión de la Guerra Civil Española a la que no está uno acostumbrado.
Supongo que la guerra debió de vivirse de muy diversas formas dependiendo del lugar donde pillara a aquellas pobres gentes, y dependiendo del bando en que les tocara posicionarse.
El relato de Orwell transcurre entre Cataluña y el frente de Aragón, que fueron las últimas zonas en caer bajo el control de las tropas franquistas.

Durante los casi cuarenta años de dictadura, el relato dominante había sido el de los que ganaron la guerra. Con la muerte del dictador empezó a cobrar relevancia el de los vencidos (concretamente el de los que ganaron las elecciones, los socialistas, a los que Orwell consideraría socialistas de derechas). Y lo que nos ha llegado a las generaciones posteriores es esa dualidad: vencedores-vencidos, izquierda-derecha, fascistas-antifascistas, dictadura-democracia.
Pero en "Homenaje a Cataluña" se describe una complejidad mucho mayor: división entre comunistas, socialistas, anarquistas, trotskistas, el gobierno catalán... con una única cosa en común: el enemigo fascista.

Orwell describe la situación desde su óptica de miliciano extranjero que combate en las líneas del POUM (un partido comunista trotskista, opuesto a al comunismo institucional de Rusia).

[...]La «línea» del POUM era aproximadamente la que sigue: «Carece de sentido hablar de oponerse al fascismo por medio de una democracia burguesa. La "democracia" burguesa es sólo otro nombre del capitalismo y lo mismo ocurre con el fascismo; luchar contra el fascismo en nombre de la "democracia" significa luchar contra una forma de capitalismo en nombre de otra forma que es susceptible de convertirse en la primera en cualquier momento. La única alternativa real al fascismo es el control obrero [...]»

Estas milicias de voluntarios, que contaban con muy escasos medios materiales (armas obsoletas, artillería pesada y municiones casi inexistentes), fueron las que consiguieron frenar el avance de las tropas franquistas por la península. Creando un cierto aislamiento del conflicto en la zona tras el frente de Aragón. Quizá, eso permitió fantasear durante los primeros meses de contienda con la posibilidad de una Revolución Obrera que llevase a una sociedad autogestionada.

[...]Cuando llegué a Barcelona por primera vez, me pareció una ciudad donde las distinciones de clases y las grandes diferencias económicas casi no existían. Eso era, desde luego, lo que parecía. Las ropas «elegantes» constituían una anormalidad, nadie se rebajaba ni aceptaba propinas; los camareros, las floristas y los limpiabotas te miraban a los ojos y te llamaban «camarada». Yo no había captado que se trataba en lo esencial de una mezcla de esperanza y camuflaje. Los trabajadores creían en la revolución, que había comenzado sin llegar a consolidarse, y los burgueses, atemorizados, se disfrazaban temporalmente de obreros. En los primeros meses de la revolución hubo seguramente miles de personas que deliberadamente se pusieron mono proletario y gritaron lemas revolucionarios para salvar el pellejo. Ahora las cosas estaban volviendo a sus cauces normales.[...]

Orwell terminó de escribir el libro antes de que finalizara la guerra. Los que nacimos ya en la democracia burguesa sabemos cual fue el desastroso final, y cómo el fascismo arrasó Europa en los años posteriores...
Es extraño, porque parece que no hayamos aprendido lo suficiente de aquella época: en occidente parecen tomar fuerza de nuevo los movimientos nacionalistas; el racismo y la xenofobia se ha volcado contra los inmigrantes del tercer mundo; los ejércitos siguen armados y bien armados.
Ahora sería muy difícil formar milicias de ciudadanos, porque, eso sí, los estados se han alzado con el monopolio del armamento. El capitalismo ya no tiene opositores, ni contraejemplos vigentes, campa a sus anchas por todo el globo, sometiendo a la miseria a un gran porcentaje de la población, contaminando, esquilmando recursos... Y todo para que unos pocos vivan muy bien. Aún así, en sus periódicas crisis, se atreve a decirnos que vivimos por encima de nuestras posibilidades. Cuando dedicamos largas jornadas de trabajo para subsistir en un frenético consumo. Cuando no dejamos de ver noticias de hambre y guerra en nuestros televisores. -¡Que nos nos engañen! ¡Vivimos muy por debajo de nuestras posibilidades!-

Cuando terminé de leer la novela estaba en Berlín. Una ciudad que había sido arrasada en la Segunda Guerra Mundial, y vuelta a construir.
Nos contaron historias de vallas y muros que dividían familias, a las que apenas separaban unos cientos de metros. Nos acordamos de Ceuta y Melilla, de México, EEUU... De barrios ricos y barrios pobres en toda gran urbe.
Todo es nuevo en Berlín. No queda ni rastro del nazismo. -Está prohibido exhibir cualquier símbolo nazi. -Nos comentó el guía turístico-. Como si los alemanes se avergonzaran profundamente de que aquel tipejo del bigote les hubiese engañado para satisfacer su afán de dominación expansionista.

Mientras, aquí, en España, todavía consentimos que el golpista que nos sumió en casi 40 años de dictadura tenga un monumento de dimensiones ciclópeas en el corazón del país; que todavía muchos digan que "con Franco se vivía mejor"; que incluso se paseen por el centro de la capital con sus banderas y cánticos para rendirle homenaje, en las inmediaciones del palacio donde vive el mismo rey que el dictador dejó al cargo de sus súbditos.

No sé si Orwell reconocería esta España nuestra, donde no existen alternativas políticas que cuestionen el capitalismo (ni a la izquierda, ni mucho menos a la derecha). Y es que, son muchos los que dicen que vivimos más en la distopía futurista descrita por Aldoux Huxley en "Un mundo feliz", que en el Estado de control policial descrito por Orwell en su más famosa novela "1984", seguramente muy influida por la experiencia vivida en la guerra civil española.
Toro de Osborne y edificio ruinoso junto a la autopista que une Zaragoza con Barcelona - 1 de Noviembre de 2018

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"Cuánto horror habrá que ver,
cuántos golpes recibir,
cuánta gente
tendrá que morir.

La cabeza bien cuidada
o muy bien estropeada
y nada
nada que agradecer.

Dentro de nuestro vacío
sólo queda en pie el orgullo,
por eso
seguiremos de pie.

Mogollón de gente
vive tristemente
y van a morir
democráticamente
y yo, y yo, y yo
no quiero callarme.

La moral prohíbe
que nadie proteste,
ellos dicen mierda,
nosotros amén,
amén, amén, amén,
a menudo llueve."
Fragmento de "Ellos dicen mierda"  - La Polla Records

jueves, 11 de abril de 2013

De Lincoln al Estado Social: referencias cinematográficas

Últimamente veo mucho cine americano... Bueno... no es algo que haga sólo últimamente, es casi imposible no verlo, está por todas partes: Con buenas y malas películas; para pasar el rato o reflexionar; alucinar con nuevos avances tecnológicos o conflictos internacionales (reales o ficticios, ¿qué más da?); absorver propaganda de Estado, valores morales... Hollywood se ha convertido en la mayor factoría de sueños y el encargado de moldear en nuestro imaginario colectivo el ideal democrático liberal (por no hablar de comportamientos sexuales, religiosos, de ocio y consumo, cánones de belleza, sensualidad... --> hasta llegar a la pornografía más explícita que inunda toda la inter-red --> La red, el espacio para las minorías, lo bizarro, el subsconsciente.-)

Este exceso de cultura yanqui me produce empacho, atiborramiento... de hamburguesas, coca-cola... Y, a veces, necesito urgentemente una purga a base de cine europeo.
El otro día, el revuelto de estómago me lo produzco "Lincoln", de Steven Spielberg. Desde luego, tanto el título como el director, apuntaban a digestión pesada. Pero tengo cierta debilidad por la historia, además me interesaba conocer la narración oficial y ortodoxa de la guerra civil americana.
Después de todo Estados Unidos es el modelo universal de Estado y Democracia.
En la época relatada -desde una visión europea- los Estados Unidos no eran más que colonias donde hacer y buscar nuevas oportunidades de negocio, enriquecerse. Así que resultaba lógico que el modelo fuese el liberal y que el Estado se limitase a garantizar la propiedad privada y los derechos de los ciudadanos (libres e iguales ante la ley).
Aunque se trataba de una democracia, en el siglo XIX, el derecho a voto seguía restringido a los varones propietarios (vamos, que estaba controlado por los más ricos). La película no oculta las corruptelas a las que está sometida la clase política, de hecho es un claro ejemplo de la importancia del populismo, la compra de votos, estrategia, contactos, etc. En cierto modo, la peli da a entender que todas las triquiñuelas son válidas para aprobar la "Decimotercera enmienda" (la abolición de la esclavitud de los negros).

-¡Qué buenos son los americanos ricos!- Que con su caridad y megalomanía quieren rescatar a los pobres negritos de los paletos del sur.

No he indagado mucho sobre el tema pero, analizando los indicios que se presentan en la película, invita a pensar que: El interés de la facción representada por Lincoln en la abolición de la esclavitud podría tener como objetivo alcanzar un cierto control sobre los estados del sur -cuya economía estaba basada en la mano de obra esclava- debilitando (o haciendo menos rentable) su sistema productivo una vez terminada la guerra.
Claro que, también aparece el argumento iusnaturulista (todas las personas son de la misma naturaleza, anterior a cualquier Estado u organización ¿por qué habrían de estar sometidos a leyes o regulaciones diferentes?). Pero el argumento resulta un tanto fuera de lugar, como un juego sutil del intelecto, al margen del utilitarismo, la efectividad y la acción directa que parecen regir a los hombres de provecho, los triunfadores, los propietarios.
Y, después de todo, las discusiones filosóficas siempre van varios siglos por delante, son necesarias generaciones para ser aceptadas por la mayoría. Y, por supuesto, está el "Statu quo": Los que ostentan el poder necesitan mantenerlo, aunque cambie el paradigma social, tienen que transformarse, adecuarse y prepararse para que todo siga igual.

Hasta aquí no se ha dicho nada de Estado Social, quizá sí de Estado y de su formación.

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"Mientras tanto, en un universo paralelo..." Europa, sumida en plena Revolución Industrial, con grandes monopolios y mano de obra sometida a las más penosas condiciones, los efectos del liberalismo/capitalismo no dejan indiferentes a nadie. Surgen los sindicatos y las ideas socialistas, la idea de que es necesario un cierto control por parte de los Estados sobre el capital, y también un cierto reparto de la riqueza.
Es una época en la que todo está por explotar: Los recursos naturales no parecen tener fin, la ciencia y la tecnología producen inventos cada vez más sorprendentes, las máquinas realizan el trabajo de cientos de hombres... ¿Cómo es posible que las condiciones de los trabajadores sean aún más penosas que en la época feudal?
Los Estados se arman -y crecen aumentando el consumo interno- para defender sus intereses colonialistas y expansionista... Estallan las Guerras Mundiales.

Es admitido que el mayor desarrollo del Estado Social ocurre después de la Segunda Guerra Mundial: La URSS es una gran potencia mundial, Alemania se recupera de los estragos de la guerra, la economía crece, se liberan las colonias, el sufragio se extiende a cada vez más colectivos (negros, mujeres)... Además del Socialismo real de la URSS, en el resto de países europeos surgen la educación pública, la asistencia sanitaria universal, los derechos de los trabajadores, etc. Todo lo que era patrimonio de la beneficencia de los más ricos se institucionaliza y parece que un mundo más justo es posible.
Sin embargo, este Estado Social en desarrollo no está exento de profundas contradicciónes, vicios y perversiones... Como puede verse en "Lola"  de Fassbinder. Una película llena de colores, claro-oscuros, reflejo de una época de crecimiento en lo económico. Es una película sobre lo humano, pero también aparecen de soslayo: el problema de la burocracia; de la coexistencia entre iniciativa privada y estatal; la búsqueda de la riqueza a cualquier precio. Sin duda una buena purga contra el cine de Hollywood.

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Al final se aprueba la "Decimotercera Enmienda" y los Estados del norte vencen a los confederados esclavistas del Sur.

Después de la  Segunda Guerra Mundial, los movimientos socialistas no parecen arraigar en los Estados Unidos. Los negros consiguen una mejora considerable: de esclavos a ciudadanos. Estados Unidos lidera la Segunda Revolución Industrial y se convierte en el gran defensor del ideal liberal (y demócrata). Un Estado de estados, una de las mayores potencias militares, que exporta la idea de mínima intervención en lo económico, sólo defender la propiedad privada y garantizar los intercambios económicos.
El socialismo europeo es una perversión para las grandes corporaciones norteamericanas -que con la globalización y deslocalización se han expandido por todo el globo-. Los Estados y sus instituciones pierden poder, son tentados por el modelo de consumo, el individualismo... Y "Billy Elliot" aparece en una barriada obrera de UK, donde su familia desestructurada lucha por defender los restos del Wellfare State. Billy tiene un sueño de lucha individual, su padre y su hermano (los nuevos esclavos) tienen que trabajar y demostrar que vivimos en un mundo de profundas desigualdades, pero... Con talento, esfuerzo y dedicación, cualquiera puede triunfar. Y el triunfo justifica cualquier sacrificio.

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La política, que era entendida por los griegos como una forma de buscar un ideal de justicia social, y de consensuar la mejor forma de vivir para toda la comunidad -polis-. Ha quedado reducida, desde el fin de la Edad Media - desde el traspaso el poder de la nobleza a la burguesía (de la justificación genética del poder a la económica) -, al arte maquiavélico de mantener e incrementar el poder. El arte de imponer la voluntad de unos pocos sobre las masas. Y, esos pocos, son los defensores del liberalismo económico y el capital, los que controlan la propiedad privada, los que nos seducen con su Estado de Consumo, los que juegan a la Bolsa y a los Mercados.
 



En este mapa conceptual hay 3 enlaces a 3 programas de radio sobre el Estado Social (Origen, Desarrollo y Declive). Cortesía de RTVE y UNED, dos vestigios del Estado de Bienestar, producto del esfuerzo y contribución de Todos.
Como decía la Bola de Cristal: - Solo no puedes, con amigos sí. -