Mostrando entradas con la etiqueta feminismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta feminismo. Mostrar todas las entradas

domingo, 8 de octubre de 2023

De parques, canchas, masculinidades y mujeres con carrera

El viernes fuimos al nuevo parque junto al cementerio del pueblo: tiene una zona infantil y una cancha de fútbol para los adolescentes, todo muy colorido y con acabados redondeados. Eran las siete de la tarde de un otoño caluroso -pero el sol ya estaba muy bajo-. Había un montón de niñxs y también algunos padres y madres se acercaban en coche o paseando. Nos encontrábamos prácticamente en el cementerio... pero el lugar estaba lleno de vida!
Producía una extraña sensación de alegría y bienestar observar ese bullicio de niñxs: -Estamos salvados, es posible jugar y divertirse, existe relevo generacional, no acaba todo en el campo de muertos... Hasta el lugar se antojaba con encanto: un descampado rodeado de solares, tendidos eléctricos, lápidas, calles a medio construir y los raquíticos árboles que habían plantado con la restauración del firme de la carretera.
Las niñas se deslizaban suavemente en sus bicicletas y patinetes por el reluciente asfalto. Un caballo pastaba en la zona de cañas donde parecía rezumar agua. Detrás del polígono se atisbaban las ancianas encinas de la Dehesa. El cielo surcado por trazos de nubes, y el caer del sol, nos transformaron en admiradores de un mágico atardecer... El pueblo es, en ocasiones, un lugar que merece la pena ser vivido.

La cancha multideportiva estaba ocupada por los niños más grandes, exhibiendo sus habilidades futbolísticas. Los más pequeños andaban haciendo llamadas telefónicas con sus relojes, tratando de formar un equipo. Dos niñas miraban desde la valla -de cuando en cuando, entraban a jugar y los niños parecían más amables, menos rudos-.

Es un clásico de la arquitectura pensada con perspectiva de género lo de que las pistas multideporte terminan siendo monopolizadas por niños. Es un clásico de nuestra infancia que los niños más grandes y violentos desplazan a los más pequeños de los espacios públicos más golosos. Parece que es muy importante que haya lugares para que esos niños más grandes puedan jugar al futbol y desarrollar todo su potencial. Como en otras provincias es imprescindible un frontón, un campo de golf, una pista de pádel o un circuito de alta velocidad.
Creo que patinar, por ejemplo, es una cosa que suele gustar más a las niñas, también los parques con arena, toboganes columpios, tirolinas, pirámides... Parece que, en nuestras sociedades, las cosas que suelen gustar a las niñas no son tan importantes... son poco menos que chorradas, a las que se dedican presupuestos exiguos.
Porque un futbolista puede llegar a ser famoso y ganar mucho dinero. Y eso es lo que importa: tener el reconocimiento de otros hombres en actividades que comprendemos bien.

A mí no me gusta mucho el fútbol, me gusta jugar por diversión, nunca me lo he tomado como una competición. Pero el mundo de los adultos es una continua competición.

Me encontraba en una boda, hablando con el señor X -que había estudiado en mi misma universidad-. Era jefe de no sé qué movida en una empresa de paquetería... Yo ya no programo -decía-. Se le veía muy eficiente, muy centrado en su papel de ingeniero... Pareciera que la empresa fuera suya. -Tengo mucha flexibilidad, tenemos oficinas pero no voy nunca, no hago guardias, gano mucha pasta, en verano nos venimos al pueblo con los niños toda la temporada y teletrabajamos desde aquí... Al poco rato empecé a hablar con Y, mujer de X: -Yo no trabajo tanto, me reduje la jornada, no como X que está 24/7 pendiente del móvil y el portátil. Yo creo que hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar... 

Supongo que, ese entrenamiento en la competición del fútbol, nos prepara para encajar en el perfil del señor X: un perfil ultra productivo. Mientras las mujeres pueden escaparse un poco. Por eso últimamente estoy tan entusiasmado con el feminismo: parece la única crítica efectiva a nuestra sociedad, la única línea de fuga capaz de pensar otros mundos posibles, más allá de un capitalismo obsesionado con la libre competencia y los beneficios siempre crecientes... un mundo más humano que no se construya desde la desigualdad de los roles asociados al género, donde los niños más grandes no ocupen toda la pista repartiendo balonazos a quienes miran distraídxs.

*****************

"Las mujeres tienen más probabilidad que los hombres de desarrollar un tipo de trabajo socialmente necesario pero mal retribuido o sin retribución alguna, y tienen más probabilidades de necesitar los servicios públicos y las prestaciones sociales. En este mundo teóricamente libre y más igualitario, la mayoría de las mujeres acaban trabajando más por menos dinero y sintiéndose presionadas para amoldarse a unas normas de género.

El neoliberalismo ensalza a la «mujer con carrera» al tiempo que tacha de inútiles y dependientes, putas y ladronas a las mujeres pobres, mujeres de color,  trabajadoras sexuales y madres que crían solas. Por eso la «mujer con carrera» es una heroína neoliberal: ella tiene éxito según las condiciones impuestas por el mercado sin subvertir ninguna jerarquía" - Laurie Penny - De esto no se habla: sexo, mentiras y revolución


miércoles, 10 de marzo de 2021

Día de la mujer trabajadora y conflictividad de clases

Esta semana se celebró el día de la mujer. Un día para dar visibilidad al feminismo. Un día extraño para los hombres -que no sabemos muy bien como posicionarnos-. Y creo que no hay mucho problema en declararnos feministas -algo muy extravagante hace unos años-. 

Sí, el feminismo avanza y cada día existe una mayor empatía de los hombres hacia las mujeres. Estamos juntos en el mundo, tenemos proyectos de vida comunes, queremos estar bien... No se puede estar bien si quien está a tu lado se come todos los marrones, o recibe violencia y desprecio de forma gratuita.

 

Primero se llamaba el día de la mujer trabajadora. Luego reparamos en que todas las mujeres lo son -a algunas se las remunera por su trabajo y a otras no-. Así que, al principio -cuando ese "trabajadora" tenía el sesgo de trabajadora fuera de casa-, este día parecía dirigir la mirada a la igualdad de oportunidades laborales para las mujeres: que pudieran acceder a los mismos puestos, que percibieran el mismo salario, que pudieran ascender igual que los hombres... 

Se ha avanzado mucho en esos aspectos y, ahora, es habitual que hombres y mujeres trabajen fuera de casa: así que, los hogares se han quedado vacíos, no hay nadie la mayor parte del tiempo.

Muchos de los trabajos del hogar se han externalizado: limpieza, cocina, educación... Esas actividades se desarrollan ahora en el cole, extraescolares, comedores, restaurantes... Es la forma que tiene el capitalismo de adaptarse a las demandas sociales y generar beneficio. -Todos queréis trabajar fuera. Bien, hagámoslo posible y movamos la economía.

Aún así, los trabajos de cuidados están fuertemente feminizados: -de todos es sabido que las mujeres nacen con esta tendencia natural a este tipo de oficios mal pagados y precarizados... No necesitan formación ni instrucción -eso es cosa de hombres que realizan trabajos dignificados- (y aquí dejo la ironía). 

 

Una solución muy loca: ahora, las clases medias y bajas se ven obligadas a competir en el mercado de trabajo para abastecer de cuidados a las clases altas. Y, cuando llegan a casa, tienen que seguir cuidando de ellas mismas. 

Impepinablemente el feminismo tiene que ir ligado a una crítica social, a la abolición de clases, a la no explotación de unas personas por otras -que nadie escupa sangre para que otro viva mejor-. 

Parecería una solución de mierda si, al final, se explota por igual a hombres y a mujeres. En lugar de realizar un reparto justo de las tareas en el conjunto de la sociedad. 

 

Imagen extraída de El blog del viejo topo: Iconografía y estética de los carteles sobre el 8 de marzo en la URSS. Día Internacional de la Mujer Trabajadora

En oposición a este feminismo obrero, siempre ha existido un feminismo "cuqui", de colores amables y formas suaves. El feminismo que fomentan las instituciones y las grandes empresas. Un feminismo que rehuye la conflictividad social. Un feminismo que no cuestiona la pirámide salarial y de poder... 

Queremos que las mujeres también puedan ser presidentas y CEOs de nuestros organismos... Pero el presidente no limpia, no cuida de los hijos, no cocina, no lava la ropa... Eso lo hacen "otras" -por una insignificante porción de su sueldo-. 

Es feo que sean las mujeres -por el hecho de ser mujeres- las que se sacrifiquen para que los hombres se dediquen a sus elevadas tareas. Pero sigue siendo feo que otros se sacrifiquen para que la presidenta acuda fresca, limpia y recién planchada a sus importantes reuniones. El feminismo cuqui se siente cómodo con la existencia del privilegio y, como el capitalismo, se adapta y no tiene grandes problemas en invertir los roles de género. 

Cartelería del Ministerio de igualdad para conmemorar el 8 de Marzo en 2020. Imagen extraída de la web de La Moncloa


Hace unos años se organizaban huelgas -también de consumo y de cuidados-. Eso no era cuqui, ni rentable... El día de la mujer ha sido fagocitado por el sistema, ha perdido su capacidad transformadora y se ha orientado a aspectos más acuciantes, menos ideales. Sí, sirve como herramienta de reflexión y toma de consciencia sobre los problemas que sufren especialmente las mujeres: abusos, hipersexualización, malos tratos, marginación laboral, prejuicios de género... Pero no cuestiona la actual organización ni la existencia de privilegios. Y sucede que, muy a menudo, los problemas que denuncia el feminismo se dan especialmente en mujeres de clase baja, racializadas, excluidas... 

Ciertos sectores de la izquierda, se han percatado de esto y miran con recelo al feminismo, porque fracciona la lucha y le hace la cama al capitalismo.

También desde las derechas se le mira con cierto hastío. Parecen decir: -Ya tenéis los mismos derechos y deberes ante la ley. Trabajad, arriesgad y dejad de llorar... que el pobre lo es porque quiere.

Las mujeres migradas salieron en Lavapiés (Madrid) para reivindicar el feminismo. David F. Sabadell. Foto extraída de El Salto


************

Yo creo que los trabajos de cuidados son duros, pero tienen la ventaja de que los realizas para quien más quieres. La inmensa mayoría de trabajos son duros -no los haríamos si no fuera por el dinero-. La minusvaloración de la mujer tiene fuerte raigambre cultural y parece tener mucho que ver con la necesidad de nuestras sociedades de trabajo esclavo -trabajo no remunerado- para mantener un sistema de privilegios... 

Vamos, que ya me parecía bien el nombre de día de la mujer trabajadora -todas lo son-.


Referencias:

Podcast de Pol&Pop: El poder de lo cuqui

lunes, 15 de febrero de 2021

Cine mainstream, feminismo y disolución del amor romántico

Erin Brockovich necesita dinero a toda costa. Lo va a conseguir y, cuando vea que puede, va a querer más. No es un lobo de Wall Street, pero podría serlo. La diferencia es que la ambición de Erin es motivada por buenas causas: mantener a sus hijos, conseguir que una gran compañía compense a las familias por los vertidos tóxicos que trató de ocultar, la autorrealización en el trabajo...

No va a permitir que el amor ni los cuidados se interpongan en su camino. Ese es el precio a pagar por el éxito en los negocios. Todo el rollo ese de la conciliación es para los mediocres y gente sin aspiraciones profesionales. No es sólo Erin, su jefe -un señor mayor-, está en esa misma dinámica del trabajo duro. Es tanta la fijación con el éxito y su monetización -en la peli es imposible disociar el uno de la otra-, que nadie parece reparar en que Julia Roberts -la actriz que encarna a Erin- está buenísima. Es como si su obsesión por el trabajo la desposeyera absolutamente de toda sensualidad. 

Básicamente, la película viene a decirnos: aunque en la primera etapa de tu vida te socialicen como a una mujer normal y te orienten al amor romántico, las mujeres pueden empoderarse, seguir divinas de la muerte y, a la vez, convertirse en lobos de Wall Street.


En Terminator 2, Sarah Connor es la protagonista. No es una mujer cualquiera. Es una madre coraje: dispuesta a todo para salvar a su hijo y al resto de la humanidad. Es un arma de matar. Pero no es un Terminator. Tiene sentimientos. 

Esta película es de los primeros 90's. Las princesas guerras no eran lo más común, pero tampoco se nos aparece raro. Sarah sigue teniendo los atributos de "el sexo débil": recuerda cuando era una chica normal -antes de los acontecimientos- y el amor que muere en Terminator 1. Es el presente distópico, el que la fuerza a comportarse como un guerrero. No es como Erin, que decide por sí misma convertirse en lobo -claro que, Erin Brockovich, se estrenó una década después-. 

Sarah Connor en Terminartor 2: El juicio final (1991). Imagen extraída de Twitter

Frozen es una síntesis de los dos roles: Elsa es Sarah Connor -forzada a heroína por una suerte de maleficio-  y Anna es Erin Brockovich -una mujer de vuelta del amor romántico que decide entregarse a salvar y gobernar Arendelle-. Ambas divinas de la muerte, recorriendo el reino con vestidos de gala y tacones altos -a los hombres no se nos exige tanto-. 

*****************

Es verdad que todas estas películas ponen a las mujeres en papeles muy relevantes. Y que conceden nulo valor al amor romántico. Pero, puestos a subvertir papeles y cambiar roles, podrían haber elegido algo que cuestionara también el sistema económico y social que los ha construido -un sistema que pone la violencia y el sometimiento en el centro-. 

Las tres son películas mainstream y no cuestionan el sistema que las alimenta. Sólo cambian algo para que todo siga igual: ponen a mujeres en el lugar de hombres para, de alguna manera, anular el movimiento feminista -si estas mujeres pueden, el feminismo ya no tiene sentido-. Pero el feminismo va más allá, al menos cierto sector del feminismo -el defendido por Yayo Herrero, por ejemplo-. Un feminismo que no sólo reclama el acceso de las mujeres a los puestos de los hombres, sino que demandan la puesta en valor de los trabajos feminizados: para que el hombre vaya limpito y descansado a su importante puesto de trabajo -y pueda así entregarse a sus elevadas tareas-, alguien tiene que encargarse de todo lo demás. Y ese "todo lo demás" es lo que nuestro sistema oculta, menosprecia y no remunera... Como ocurre en estas películas, donde ese "todo lo demás" no aparece -excepto, quizá, en Erin Brockovich; donde se muestra, pero no se le otorga ningún valor, dando a entender que los hijos se crían solos regándolos con dinero-.

Aún estando dentro de la pura fantasía feminista, estas películas no consiguen imaginar otros mundos, más amables, más matriarcales -que pongan la vida en el centro-. Porque lo que parecen estar diciendo es: sí, las mujeres también pueden ser cabeza de león. No importa el  sexo -si el rey es hombre o mujer- porque la gente normal, la de abajo, sigue sustentando este sistema injusto.

jueves, 1 de octubre de 2020

¿La cultura ha fracasado? ¡Viva la muerte? ¡Muera la inteligencia???

El antisemitismo nazi durante la Segunda Guerra Mundial dejó una mancha de repugnante vergüenza en la conciencia de nuestras sociedades occidentales. Estábamos en la cumbre de la cultura, la técnica, la ciencia... Y, sin embargo, fuimos capaces de cometer aquellas atrocidades. 

Lo peor es que no parece hayamos quedado vacunados por la experiencia. En Europa siguen proliferando los partidos de corte xenófobo y ultranacionalista. En España tenemos a vox, un partido con un discurso bastante agresivo y simplista, que se basa en la idea de: los españoles primero... Pero no cualquier español, sino los españoles normales: los de la capital y la meseta, los que hablan bien el castellano, preferiblemente hombres, católicos, monárquicos, heteroxesuales... mejor si son ricos... Pero también atraen al votante pobre con la idea de que, expulsando a los extranjeros -inmigrantes-, habrá trabajo y dinero a espuertas para todos. 

Casi 4 millones de votos tuvo en las últimas elecciones. En este país siempre ha habido nostálgicos del militar golpista que gobernó España con mano firme durante casi 40 años. Yo siempre los había visto como gente rancia -pijos de otra época-, o bien, gente a la que la broma se les había ido de las manos -ese gustillo que tienen muchos por decir burradas para escandalizar al personal-. El problema es que esas burradas siguen estando en las instituciones, tienen voz y tienen poder.

Tweet publicado por el líder de vox, el día que se cumplían 100 años del surgimiento de la legión (el borbón, felipe VI, nunca fue legionario)
 

Los de vox utilizan una estética y una pose militarista. Algo así como si fueran señores feudales dispuestos a embarcarse en la conquista de América o en una cruzada contra los moros. Aunque, realmente, sólo son charlatanes, hacen política: hablan, presentan leyes, mociones de censura... Y, la verdad, la política española es bastante chabacana. Parecida a los combates de Pressing Catch. Puro teatro para proyectar imágenes simples que puedan despertar afinidades entre los electores.

 

Recuerdo que Pablo Iglesias -o cualquiera de los impulsores de Podemos- tenía un discurso muy sólido y valiente, antes de que su partido entrara en las instituciones. Luego todo eso cambió. Ahora sólo dice bobadas, perogrulladas, consignas simples. Evasivas o, bien, confrontamientos dialécticos. La política exige simpleza, rebajar el nivel intelectual para adaptar el discurso a las masas que observan distraídas. Militar, repetir insistentemente las consignas hasta que calen. Con todo y eso, hay grados. Y, aunque hay partidos que reducen más que otros, al final, ese tener que moverse en el marco de la legalidad, lo políticamente correcto, lo práctico, lo apto para todos los públicos... conducen al discurso binario del "estás conmigo o estás contra mí" -la confrontación-.


Por ejemplo, vox utiliza el concepto difuso de nacionalismo, para construir una cierta idea de hombre normal -varón, blanco, católico, promilitar, castellano parlante- contrapuesto a lo otro -las personas que ocupan las peores posiciones en la escala social: inmigrantes, mujeres, minorías étnicas, pobres...-. Suele ocurrir que, las personas que llamamos inmigrantes, acumulan todos esos roles. Así que, el discurso de vox, no es más que una forma de defender la desigualdad. Una desigualdad que es más bien una forma de opresión, ya que todos esos inmigrantes realizan los trabajos más duros y arriesgados de nuestras sociedades, sin ningún tipo de protección: jornaleros del campo, cuidadoras de personas dependientes, prostitutas, comerciantes de droga, trabajadoras del hogar... y, en general, la mayoría de trabajos que han de realizarse al margen de la ley.

También, cuando denigran lo "progre", o niegan la necesidad del feminismo, están defendiendo los intereses de esa "su normalidad". En nuestras sociedades occidentales salta a la vista que, aunque en un plano legal, la mujer pueda tener los mismos derechos y deberes que el hombre, no ocurre así en el plano social. La mujer continúa asumiendo el rol de ama del hogar, responsable de los cuidados y la educación de lx niñxs, es la que debe estar siempre guapa y arreglada, la que debe permanecer casta y sobria... Es verdad que lo único que obliga a asumir esos roles es la presión social. Y, aunque no sepamos muy bien en que unidades medir esa "presión social", lo cierto es que existe, y genera situaciones de estrés y sometimiento sobre las mujeres. Sometimiento que se proyecta también en los múltiples feminicidios  que ocurren cada año -el hombre se siente dueño y señor, el que controla la violencia y el que está en plenas facultades para ejercerla-. 

La derecha ofendidita siempre dice que no todos los hombres son maltratadores. Y tiene razón. Pero continúan existiendo costumbres arraigadas en bajos instintos, que encuentran nichos sociales en los que se refuerzan y acaban cebándose contra todos esos otros excluidos de la norma. Se puede estar en desacuerdo en cómo se afronta ese problema de forma práctica. Pero negar el problema, desde mi humilde opinión, es un error.

Quizá los feminicidios sean sólo la punta de un iceberg que se levanta sobre la industria del porno, la prostitución, las agresiones a inmigrantes, la ilegalización de colectivos, el acoso infantil... Vamos, que persisten un montón de actitudes que utilizan al otro como un medio, como un cuerpo sobre el que infligir dolor, sobre el que proyectar deseo u odio, o con el que comerciar como objeto de mercado.


Solemos pensar que la norma es lo más común, lo mayoritario. Pero ya hay muchos pensadores que nos advierten de que la norma es más bien algo raro. Algo que se fija con violencia y cuyo único objetivo es mantener ciertos privilegios. Aunque se trate de un privilegio tan estúpido como: -Yo me voy a jugar al paddle mientras tú haces los recados -y de paso te compras algo bonito para ti. Guapa!-. O tan macabro como: -Yo te esclavizo, te mato y te robo porque no hablas mi idioma, tienes la piel de color y la ciencia me ampara argumentando que perteneces a una raza inferior.  

-Sí, pero mira los dirigentes de Podemos: ahí, viviendo de puta madre a costa de decir que trabajan para las clases más desfavorecidas. Es verdad que Podemos parece sólo desear el poder, o que sólo le interesa la fama, la riqueza e inflar su ego. Eso es algo que tienen en común todos los dirigentes de los partidos y, en general, cualquiera que se alza en representante de los demás -y es algo sobre lo que siempre hay que estar alerta-. Pero el discurso de Podemos no es el de la explotación y el privilegio, como sí lo es el de vox. Y si vox fuese consecuente con su discurso, se vería obligado a utilizar la violencia contra toda esa otredad que tiene claramente identificada. Un tipo de violencia que iría en la línea de la ya implantada en muchos ámbitos del país y de Europa: vallas y alambradas para blindar fronteras, campos de refugiados, Centros de Internamiento de Extranjeros...  Ahora, con la COVID-19, vemos también como se aplican medidas policiales y de control más severas en los barrios de menor renta -donde las personas viven más hacinadas y tienen mayor dificultad para acceder a los servicios públicos de asistencia-. También hemos asistido en los últimos años a represión de ciertas manifestaciones culturales -Valtònyc, los titiriteros, Strawberry, Willy Toledo...- así como de los intentos de vincular una cierta identidad cultural con una legalidad -como ocurrió con la declaración de independencia de Catalunya-. La normalidad ataca con violencia cualquier intento de disidencia, justo porque se sabe que de "normalidad" no tiene nada.


Cuanto más simplista es el discurso de un partido, más insulsa y vacía es la apariencia de sus miembros. Así, la estética de los dirigentes de vox es la de gente que no le preocupa lo más mínimo las manifestaciones culturales o artísticas, salvo aquellas que sirven a sus intereses políticos o económicos. Una especie de zoquetes que no se van a dejar seducir por los cantos de sirena de "lo progre". No les interesa si la pintura ha evolucionado a través del expresionismo, la abstracción, el surrealismo... Ellos siguen fascinados con los retratos de reyes y el brillo del oro.

Así que, existen ciertos sectores de la sociedad que viven totalmente al margen de la cultura -del arte, la ciencia, la filosofía...- Y sólo les importa la simplicidad de sus consignas -para manejar grandes masas de gente, demasiado ocupadas en resolver los problemas que los apremian-. No es la cultura lo que ha fracasado, son la política, la desigual distribución del trabajo y la riqueza, o las formas de consumo compulsivo las que embrutecen a la humanidad y permiten que amplios sectores de la sociedad vivan de espaldas a la cultura.

La abolición de las clases sociales, o la restauración de los valores católicos europeos, están muy bien como marco teórico, o como medios para conseguir fines más elevados. Se pueden discutir, aprobar o reprobar. Pero, cuando llevar a la práctica esas teorías implica cualquier forma de violencia, debería hacernos sospechar que lo único que pretendemos es alzarnos en nueva normalidad, a costa de la explotación de otros.


En la película "Mientras dure la guerra", en el personaje de Unamuno, queda muy bien reflejado este problema de la cultura. Unamuno es un intelectual que añora los antiguos valores europeos y cristianos. Y, en un inicio, se posiciona a favor del levantamiento militar y en contra del gobierno de la república. Pero no tarda en darse cuenta del carácter violento del levantamiento. Una violencia especialmente encarnada en la persona de millán astray al grito de ¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!

Pintada vista en Dublín - Enero de 2020


sábado, 25 de mayo de 2019

Feminismo y terror sexual


El feminismo está en auge. En campaña electoral todos los partidos políticos manifiestan su opinión y tienen propuestas al respecto. No hay nadie que pueda escaquearse de este discurso. Y las posiciones son muy variadas: desde los que creen que las desigualdades no son tan grandes y que las mujeres deben seguir siendo mujeres (sin que se les prive del acceso a la vida pública); hasta los que sostienen que vivimos en una sociedad heteropatriarcal que restringe los lugares y las conductas a las que las mujeres deben someterse.

Se ha avanzado mucho en cuanto a las reivindicaciones feministas, es innegable: la mujer es un sujeto de derecho por sí misma, sin ninguna dependencia de maridos, padres o tutores. Y, aunque no es la norma, ha conseguido acceder a los puestos de poder y control que los hombres crearon a medida para otros hombres.
Tanto en el plano de las élites económicas como en la masa de trabajadores y desposeídos, la mujer ha ido adquiriendo relevancia en la esfera pública.
Podría decirse que, poco a poco, han ido desapareciendo los elementos legales y socio-culturales que ejercían coerción sobre la mujer.
Y ha sido gracias a la lucha de las propias mujeres. Una lucha desde abajo. Una lucha que no interpela a facciones políticas (de derechas o izquierdas), sino que apela directamente a la razón de los seres humanos:
- Si todas y todos somos miembros de la sociedad, no tiene ningún sentido que los derechos y deberes sean diferentes en función del sexo de cada individuo.

A mi modo de ver, la lucha feminista es un claro caso de éxito que, con mucho esfuerzo, sacrificio y constancia ha conseguido arrancar libertades al poder para un porcentaje muy amplio de población (la mitad de esa población). Una lucha que lleva siglos librándose (al menos desde las primeras sufragistas).

¿Pero "contra quién" es la lucha feminista? En Estados totalitarios sería fácil identificar el enemigo: el dictador militar que es a la vez autoridad religiosa. Que sería no sólo el represor de las mujeres, sino también de cualquier otro colectivo "exprimido". Pero, aunque en occidente hemos realizado una transición a otros tipos de gobierno y otras formas de control de la población, siguen existiendo mecanismos de represión y recompensa que limitan la libertad de las mujeres. Son mecanismos poco obvios y distribuidos entre el conjunto de la sociedad: instituciones públicas, privadas, relatos estereotipados de la realidad (actual e histórica)...

Los que utilizan el término "feminazi", sostienen que las feministas identifican al hombre con el enemigo. Pero no parece que el feminismo sea un movimiento que pretenda acabar con los hombres, o sustituirlos por mujeres. La crítica que realiza el feminismo es mucho más profunda y tiene que ver con comportamientos, normas y creencias que se han ido asentando en la sociedad a través de etapas sucesivas de la historia, y que abarcan todo el espectro de la vida pública y privada.

La antropología nos enseñó que existen muy diferentes tipos de sociedades: desde las más violentas a las más pacíficas; represoras o libertarias; patriarcales, matriarcales... El espectro es muy amplio. La sociedad occidental es sólo uno de esos modos de organización posibles. Pero es una sociedad que se ha expandido de forma masiva (viral, podríamos decir).
La nuestra es una cultura históricamente belicista y patriarcal: se puede observar en nuestras religiones, modelo de familia, instituciones, conflictos, lenguaje...
Podríamos decir que toda esa violencia y machismo tienen como fin articular una serie de privilegios de unos pocos sobre muchos: ricos vs. pobres, gobernantes vs. gobernados, inversores vs trabajadores, titulados vs no cualificados, hombres vs. mujeres...

La lucha del feminismo es, fundamentalmente, contra los privilegios de los hombres. Privilegios obtenidos a partir de la arbitraria asignación de genitales al nacer. Pero su lucha va más allá y arremete contra el poder político, legislativo, económico... En tanto en cuanto los privilegios de los hombres atraviesan transversalmente todos estos ámbitos (de ahí que, a menudo, se asocie con movimientos anticapitalistas).
Por ello, no debe sorprendernos que existan mujeres que declaren abiertamente no ser feministas o que existan hombres que digan serlo, en tanto en cuanto es una lucha contra cualquier privilegio adquirido de forma ilegítima (si es que hay manera de legitimar el privilegio).

En nuestra sociedad individualista y competitiva el privilegio es socialmente aceptado siempre que esté fundamentado en unos ciertos méritos: esfuerzo, habilidad, inteligencia, audacia... Y, obviamente, los de los hombres no están fundamentados nada más que en una serie de circunstancias históricas, que han mantenido siempre con violencia: desde la quema de brujas, al ajusticiamiento por adulterio. Todo para mantener a la mujer clausurada en el ámbito familiar y de cuidados.

En "El planeta de los simios" el mono más violento se hace con el control del grupo y, desde su posición de poder, construye una sociedad injusta y férreamente jerarquizada. Quizá nuestra sociedad occidental tenga un origen similar.
En la naturaleza las cosas son como son y no pueden ser de otra manera: no podemos cambiar la ley de la gravedad, la velocidad de la luz o los regímenes de las mareas. Pero en el mundo humano, en la sociedad, podemos elegir cómo queremos que sean las cosas. Así que, podemos elegir que gobierne la mona más inteligente, la más amable o, incluso, que no nos gobierne nadie en absoluto.



Si miramos los sistemas legales del pasado siglo, en los que se restringía el derecho a voto de la mujer, o se legitimaba al marido para asesinar a su mujer si la encontraba con otro en la cama, o su limitación a la propiedad privada. Podemos considerar que, en lo legal y lo económico, tenemos los mismos derechos y deberes.
Pero el movimiento feminista sigue insistiendo (no sin razón) en que la igualdad no se ha alcanzado: que los puestos directivos los siguen ocupando hombres, que la mujer sigue cargando mayoritariamente con las tareas de cuidados y del hogar, que el propio lenguaje invisibiliza y desprestigia a la mujer, que la violencia sexual se ceba especialmente con ellas...


Y es en la violencia sexual en lo que se centra la autora del libro  "Microfísica sexista del poder (el caso Alcasser y la construcción del terror sexual)". Partiendo del análisis del mediático crimen consigue fundamentar la vigencia de las reivindicaciones feministas. Y evidencia cómo el terror sexual contribuye a mantener el sometimiento de las mujeres ante un peligro que no afecta a los hombres.



Tenía vagos recuerdos de ese crimen (ocurrió en el año 92, yo tenía unos 11 años). En internet hay un montón de información: tres niñas de entre 14 y 15 años fueron brutalmente torturadas, violadas y asesinadas. El caso tuvo un gran seguimiento en los medios y parece que nunca llegó a quedar del todo resuelto.

El libro no entra en los detalles detectivescos del caso, sino que ahonda en las implicaciones coercitivas que estas manifestaciones de extrema violencia y su exposición en los medios tienen sobre el conjunto de las mujeres.

"... que este riesgo -el de violación- esté establecido y graduado no es accidental, forma parte del conjunto de recompensas y castigos que sirven para controlar socialmente a las mujeres y asegurar que se mantengan en su puesto, dentro del orden patriarcal. Este orden divide a las mujeres: las que aceptan las reglas del juego, a las que la sociedad va a proteger, y las otras, a las que se puede violar. La que sale de noche, la que vive sola, la que se atreve a ir al cine sin compañía, la que se atreve a entrar en cafeterías y bares, a hacer autostop... se arriesga a que le digan groserías, le den la lata, le metan mano, la soben, la violen"
Agresiones VII/7, "La violación", en CDM Maite Álbiz, Bilbao, s.f., p. 3

Muchos hombres se ofenden ante las denuncias feministas contra la violencia sexual, argumentando que los violadores y asesinos son individuos concretos y que no se puede acusar al conjunto de los hombres de ese tipo de comportamientos. Sobre todo, cuando se pretenden promulgar leyes no simétricas (en cuanto a género) para tratar de revertir esta lacra.
Quizá sean los mismos que ven en el movimiento feminista una especie de ataque de las mujeres hacia los hombres. Un ataque completamente infundado: no es que se pretenda que las mujeres  violen y asesinen a los hombres, lo que se busca es que no exista la violación en absoluto. Es decir, no se busca acaparar privilegios a costa del otro sexo, sino que cuestiona el privilegio en sí.


Otras referencias

“No tenemos que limpiar a Woody Allen para que su cine sea bueno”La escritora francesa Virginie Despentes publica la última novela de su trilogía, 'Vernon Subutex', y reedita su ensayo feminista 'Teoría King Kong'"
P. ¿Qué le parece el término "terrorismo machista"?
R. Adecuado. La violación es una forma de terrorismo. Cada violador es un terrorista que trabaja para sus compañeros. Para una ideología. No todos violan, pero todos disfrutan de la fuerza que otorga el miedo de la mujer.
[...]
R. Las chicas podemos hacer la guerra mejor, tenemos la costumbre de no escuchar nuestros deseos y sacrificarnos... Pero cuando eres el cuerpo que fabrica humanos la idea de matarlos por millones no te parece tan urgente.

Podcast del programa "La linterna de Diógenes" - "El caso Alcasser y la construcción del terror sexual"

 

domingo, 9 de marzo de 2008

Caótica Ana



Julio Medem: me gustan todas sus películas. Tienen esa cosa que dices: -Esta peli la ha hecho este tío.- Pero siempre me sorprende, y eso me gusta, me gusta la sorpresa.


La historia gira en torno a las mujeres, pero no las mujeres como objeto de deseo sexual o como provocación de ese mismo deseo, que también se deja ver en sensuales escenas a lo largo de toda la película, sino como generadoras de vida, como madres de la humanidad.
Plantea el tema del matriarcado como solución a un mundo lleno de miserias por la acción belicosa de los hombres masculinos. Esto hace que en el espectador varón se desate cierto sentimiento de rechazo, sobre todo en aquellos que asociamos intrínsecamente mujeres con prensa rosa, telenovelas, mentiras, montajes, manipulaciones, amamantar a los hijos... sí, seres tan cobardes nunca irían a la guerra. Por otro lado, cabe reparar en que una visión más femenina del mundo no vendría mal; en lugar de tanta belicosidad, ansia de poder, libertad, saber... mejor un poquito más de vida familiar.


Lo peor de la peli, en mi humilde opinión: los actores. No sé... no resultan creíbles. Quizá no sea sólo por los actores, sino por los personajes demasiado simplificados, muy esquematizados. Porque todo gira entorno a ideas y no personas?


Lo mejor: la imagen, la música. Las imágenes de las películas de este director siempre tienen algo de mágicas, oníricas...