domingo, 25 de noviembre de 2012

Delfines de ciudad

Sintió una cálida humedad en los pies:
Cuando bajó la vista al firme del salón... quedó absorto en el agua transparente que le cubría hasta las rodillas. Las diminutas olas reflejaban bucólicos rayos de sol. El parquet parecía recién encerado. -¿Cómo había llegado ese agua allí?- Resultaba increíble que un pequeño piso interior, en medio de Madrid, pareciese más una paradisíaca isla del Caribe.
Al mirar hacia el pasillo, pudo ver cómo dos delfines se acercaban felices, haciendo toda clase de cirigonzas, riendo, cantando...
Nadaban a su alrededor como alegres cachorritos. -Ven aquí pequeñín!- Les gritaba y silbaba para que saltasen: -Más alto! Una voltereta!- Eran incansables.
De pronto, cayó en la cuenta de que había demasiados muebles en la sala. -Los delfines podrían herirse.- Pensó.

Se escuchó un gran golpe y, luego, sólo calma: Uno de los delfines se había hostiado contra la mesa más sólida del salón (con diferencia el mueble más caro de aquella ratonera). Flotaba inmóvil. -¿Estaría muerto?-
Su compañero le observaba extrañado, sin saber qué había pasado ni qué hacer. Así que él, el humano, el único ser inteligente y con capacidad de raciocinio de la sala, se acercó al delfín herido y comenzó a zarandearlo, con la intención de hacerlo reaccionar. Y lo hizo! no estaba muerto! sólo conmocionado.
Se alejó para dejarle espacio. Parecía drogado (nunca había visto un delfín drogado, pero seguro que se movía como lo hacía el delfín de su salón).

Aún así, el desasosiego le removía las entrañas: sabía que algo no iba bien, que lo que acababa de presenciar debía tener consecuencias, y que estas serían oscuras y dolorosas... La sala había dejado de ser una apacible isla del Caribe y había vuelto a convertirse en el sucio nido de cucarachas de siempre.
El delfín sacudió bruscamente la cabeza -en un espasmo casi diabólico-. Un hilo de sangre brotó de su hocico. En el agua la sangre resultaba mucho más escandalosa. Después: otro espasmo. Empezó a vomitar sangre, en coágulos y borbotones. Todo se tiñó de rojo.

Tenía que hacer algo! Y rápido! El nivel de agua descendía... Cogió en brazos al delfín herido, el otro le seguía inexpresivo.

En la salida del edificio, el portero charlaba tranquilamente con uno de los vecinos mientras sostenía el cepillo entre las manos (frente a un montón de ocres hojas fruto de un soleado día de otoño). -¡Deprisa!! ¿Puede llamar a una ambulancia? Este delfín está mal herido, hay que llevarlo a un veterinario!- Félix, el portero, no se extrañó lo más mínimo; llamó a una ambulancia, que se presentó a los pocos minutos. Durante la espera hablaron de los escasos veterinarios de delfines que existían en la ciudad. -Antes no era así, antes a la gente le encantaba los mamíferos marinos: focas, cetáceos, nutrias y manatíes... los parques estaban siempre llenos de familias con sus mascotas. Pero con la crisis...-
-¡uuuuh, uuuuh!¡niinoo,niinoo! - Uf! Por fin la ambulancia.- Los operarios montaron al delfín herido en una camilla, el otro permanecía a su lado. No hubo preguntas: la sangre hablaba por sí sola. Les soltaron algunos mensajes tranquilizadores, de esperanza... Y se dilulleron a toda velocidad en el tráfico de la ciudad.

martes, 13 de noviembre de 2012

Huelga general

- ¿Por qué hacer huelga? - Me preguntaba?
Porque es una forma de expresar mi descontento con la situación laboral actual.
Porque creo que la dirección en que está evolucionando la organización del trabajo es profundamente irracional: no responde a los deseos y anhelos de los trabajadores, ni tan siquiera de la mayoría de la población.
Porque muchos de los que quieren trabajar no pueden hacerlo.
Porque aún teniendo trabajo, no existen garantías de mantenerlo: cercenando  planes de futuro, sumiendo a la población en la incertidumbre y el miedo.
Porque los que organizan el trabajo no son sensibles ni conocen las necesidades y problemas de los trabajadores (me atrevería a decir que los consideran otra especie, los que producen, muy por debajo de los que gestionan, los que comercian).

Llevo días dándole vueltas al hecho de que vivimos en crisis, que se pide al pueblo (la clase obrera), cada vez mayores esfuerzos. Como si esforzándonos mucho todo fuese a ir mejor. Pero no parece que el fin sea producir más ¿alimentos, coches, casas..? EL esfuerzo, se dice, es para conseguir mayor competitividad en los mercados globales. Pero si ser más competitivos implica endurecer las condiciones laborales, disminuir las garantías sociales... en fin, adentrarnos en el malestar social, profundizar en las desigualdad de clases... Quizá no queremos ser competitivos, quizá prefiramos esforzarnos por obtener una sociedad más justa, con un reparto racional de las cargas laborales, donde nuestros hijos no vean el mundo como un lugar al que hemos venido a sufrir, para que otros vean satisfechos sus aspiraciones aristocráticas y de lucro.




Sobre la crisis del capitalismo regulado y el paso al capitalismo global:
[...] La filosofía económico-política que deviene hegemónica en la disputa por conducir la crisis es el neoliberalismo. Propugna ajustes estructurales que refuercen las posiciones institucionales del capital y debiliten el trabajo y la ciudadanía. Son políticas: desreguladoras de los mercados internos y externos, en particular, del mercado de trabajo, con el fin de crear excedentes de trabajo y flexibilizar su uso en los mercados y empresas, denunciando los pactos sociales y realizando políticas antisindicales; remercantilizadoras de industrias y servicios estatales, ofreciendo una salida a la inversión de los excedentes del capital, poniendo a su disposición sectores estratégicos de alta tecnología de dimensión oligárquica; recortando funciones y recursos de los estados del bienestar, tildados de ineficientes, caros y totalitarios; y reduciendo la imposición directa sobre los capitales y la propiedad. [...]
Globalización y cambio de las categorías Filosófico-Políticas.  Bernat Riutort Serra