domingo, 29 de octubre de 2006

¡No podéis encadenar a un animal salvaje!


Resulta que mis artistas preferidos podrían perfectamente ser personas al límite de la esquizofrenia. Pudiera ser que yo no fuese tan inteligente como me atribuyo, que sólo estuviese al borde de la locura, que me refugiase en mis fantasías y extrañas ideas, sólo para compensar el miedo y la tensión que me producen las relaciones cercanas.

Inadaptado, una antena de 100 ohmios, enchufada a una línea de 50. Todo se disipa en mí, albergo una enorme cantidad de potencia que no va a ningún lugar. Me resulta difícil traducir a alguna técnica expresiva las quimeras producto de mi mente enferma.

Soy mi propia obra, un artista de lo inconcebible. Un ingeniero de proyectos absurdos.
¿Cómo explicar si no esta relación de amor-odio con las drogas? ¿Cómo, si no es para huir de mí y de lo que me rodea?
¿Y el Amor? Si no tengo Amor no tengo nada. Si no tengo Amor sólo soy un bote de conservas vacío. Y aún teniendo Amor, quedan huecos que tapar con otros sentimientos y aficiones. Amor con sexo, la perfecta adaptación, para radiar al medio lo mejor de los seres humanos.
¡QUE NADIE ME PIDA!
Que nadie me pida que difunda las bondades de mi carrera. Que nadie me pida que enaltezca a aquellos profesores que creen ser mejores cuando suspenden al mayor porcentaje de gente! Que no piensen que soy partidario de un sistema de enseñanza ineficiente, que sólo entrena para tener un ojete más abierto, por donde penetren todo tipo de explotaciones mercantiles. Que nadie piense que defiendo teorías fascistas o Darwinistas en lo que a educación se refiere.

Si la pregunta es, si soy feliz? Me veré obligado a responder que la mayor parte del tiempo lo soy. Pero a menudo me enferman las injusticias y desigualdades de este mundo que tan mal hemos modelado. Si Dios hubiese existido no nos habría puesto en el planeta para destruir su obra. Somos los dueños de la creación pero no tenemos ni puta idea de nada.
Asisto como observador impasible a la degradación del hombre por el hombre, y esa es la única fuente de dolor que mina mi felicidad.
Me gusta la canción protesta, los textos subversivos, las películas oníricas, la gente que habla sin miedo a equivocarse pero consciente de su falibilidad.
Odio a los que mienten, a los que se sienten superiores y desprecian lo que no comprenden, a los oradores, publicistas, políticos, a todo aquel parásito que trata de elevarse aplastando a la masa informe, apoyándose en la población media, o en cualquiera que caiga bajo su pie.
Prefiero estar ocupado, desarrollar actividades que me hacen feliz, actividades productivas, al menos para mí. Crear, escribir palabras bonitas, dibujar, leer, aprender, investigar, hacer deporte... A veces me sorprendo malgastando mi tiempo en formas autodestructivas, pero es que aún no he aprendido a controlar del todo la ociosidad.
Ya no hago apología de las drogas, pero hay momentos en que uno necesita su pequeña dosis de muerte.
Y todas mis ensoñaciones consisten en echarme al monte, aullar en noches despejadas, a la luna llena, sobre una roca junto a una charca al borde de un viejo hayedo, vagar por montañas donde nunca haya pisado el hombre. Olisquear el culo a mi amada y montarla por detrás, criar una camada de lobos hombres que sólo cacen por necesidad.

sábado, 7 de octubre de 2006

Contra el progreso

En verdad que todo da igual,
somos infantiles, sin imaginación,
todo nos lo dan hecho, hasta los sueños.
El plan de vida está trazado
desde antes del nacimiento.

Vivimos realidades virtuales.
Asfixiados por hipotecas
y muchas otras entelequias,
argucias banqueras
que fomentan desigualdades.

Y no falta quien dice:
-Somos bajos y miserables.
-Ni oídos sordos a palabras hábiles.

Denuncias y contradenuncias.
Hambre y riqueza
en la misma acera.
Cartones en portales
de ricos mármoles.

Palabras mezquinas, infectadas,
oídos puestos, de vidas privadas.

Científicos pergeñando complicados teoremas
para que la masa aborregada no necesite saber nada.
Tecnología y beneficio sustentados
por cerebros lobotomizados.

Estómagos hinchados,
selvas rapadas,
incendios, huracanes y tornados,
especies exterminadas.
Hidrocarburos que se agotan
y una atmósfera opaca
diciendo: -¡El Mundo explota!

Revolución

Antes tenía grandes secretos que guardar, creía firmemente que mis diarios estaban llenos de pensamientos que nunca nadie debía leer. Ahora no me interesan ni a mí. Hace años que no los miro y empiezo a pensar que sólo eran el fruto de la rabia y la impotencia de un adolescente que intentaba comerse el Mundo, pero que en cada bocanada sólo engullía vacío.
Y ahora, ved, soy un hombre con las tonterías de un niño, he cesado en el intento de comportarme como un adulto. No me revelo contra las normas, me basta con eludirlas. Otro mundo es posible, pero no será a causa de una revolución, porque la sociedad está apalancada en un Estado de Putrestar que adormece y banaliza las mentes. La revolución se producirá en cada rincón de la Tierra, el día que el Planeta diga que no aguanta más a estos parásitos humanos que se le han subido a la chepa y no le dejan ni respirar.
Con suerte los cambios vendrán desde arriba, pero no desde los Gobiernos. Vendrá de las grandes empresas, cuando las mentes responsables se empapen con las nuevas teorías económicas y se olviden de la mezquindad humana. Los Gobiernos están enredados en su propia burocracia y en su empeño por arrancar votos de una masa aborregada de gente, a la que tampoco interesa despertar de su letargo.
La democracia es un fracaso y sólo se mantiene por el liberalismo económico del que ha ido acompañada. El poder sigue concentrado en unas cuantas personas. El único avance en libertades es que ya no hay presos políticos, ni penas de muerte. En teoría, tenemos libertad de expresión, pero con las cosas que se dicen por los medios de comunicación, esta libertad no creo que haya enriquecido a la humanidad. Por otro lado el Estado no deja de inmiscuirse en asuntos morales y privados de las personas: grabar con mayores impuestos los productos que considera malignos o incluso prohibirlos, decidir sobre lo que se ha de enseñar a nuestros hijos, elegir la religión oficial... y en general prohibir o fomentar, intentando atraer la atención del grupo de votantes más activo.
El Estado debería existir para corregir fallos de mercado, garantizar la justicia y la libertad de sus ciudadanos, para proporcionar servicios que ninguna empresa privada esté dispuesta a prestar y para garantizar la seguridad.
Viendo como están las cosas por los países demócratas, gusta ver como Cuba resiste al mundo moderno, al menos hasta la muerte de Fidel. Hasta que unas elecciones democráticas pongan en le poder a algún dictador elegido por la mayoría y se abran las puertas al capitalismo que ofrezca bienes de consumo a cambio de ignorancia y superficialidad, como estos pensamientos que no profundizan en nada.