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jueves, 12 de octubre de 2023

Las guerras anglo y la hispanidad

No sé en qué momento normalizamos que, ante un ataque violento, había que responder con más violencia: si sufro un atentado, entonces tengo que ir al lugar del que ha surgido, aniquilar a toda la población, convertirlo en una cuestión de Estado y apropiarme del botín.

Quizá fue con el 11S que empezó a operarse con esa lógica. Mega atentados en los que mueren miles de personas que son respondidos con ataques a Irak, Afganistán... Sin ningún pudor: sangre por sangre (y por petróleo, y posiciones estratégicas...). Intuimos que el interés económico es lo que motiva estas reacciones violentas en los Estados. Porque una lucha contra el terrorismo no reporta ningún beneficio -en España sabemos de eso, hemos sufrido los atentados de ETA por mucho tiempo y a nadie se le ha ocurrido bombardear el País Vasco-. Pero estos Estados beligerantes sí se cuidan mucho de construir el relato de un terrorismo inherente a otros Estados: Afganistán, Irak, Palestina... Porque la violencia contra la población es un crimen, pero la violencia de un Estado hacia otro es una guerra -y eso es una violencia bien, justa, capitalizable: con su armamento, gastos militares, expansión de territorios, colonización...-.

Ahora Israel aprovecha el brutal atentado sufrido hacia su población para arrasar, de forma aún más brutal, Gaza -un gueto donde se hacina y malvive la población musulmana-. Con fines colonizadores y expansionistas. Israel ya tiene el control efectivo de la zona, seguramente, cuando acabe este castigo, ya quede aún menos de lo que llamamos Palestina. Y no es que yo prefiera un Estado israelí a uno palestino. Es que lo de Israel ya cobra tintes de las peores prácticas del siglo pasado: colonización, racismo, limpieza étnica...

Una de las argumentos que se suelen dar a favor de la existencia de los Estados es que, al ostentar el monopolio de las armas y la ley, evitan las escaladas de violencia impidiendo que cada cual se tome la justicia por su mano -la población se siente así más segura-. El problema viene para las poblaciones con las que se ceban estos Estados beligerantes -los que invierten gran presupuesto en armamento con afán expansionista-. Estos Estados acaban siempre legitimando sus ataques ante una Europa cobarde que parece sentirse obligada/coaccionada a apoyar al tarado de su "aliado" americano: enviando dinero y armas, justificando sus acciones ante el resto de Estados... Como si nos estuvieran haciendo el trabajo sucio necesario para mantener nuestros sofisticados niveles de vida, frente a un exterior miserable y bárbaro que quiere acabar con nuestro trabajo y nuestra cultura.

Los Estados no somos todos, seguramente podemos afirmar que los Estados son sólo unas élites, que ordenan que otros hagan cosas, con consecuencias nefastas para un tercero. Con consecuencias negativas para nosotros también, porque al final, todo ese dinero que se invierte en los conflictos bélicos sale del sudor de nuestra frente. Todavía, como pueblo, podemos alzar la voz, no tenemos porqué justificar atrocidades. Es posible que nuestros dirigentes no tengan valores ni moralidad y sólo se guíen por una racionalidad económica, pero a nosotros todavía nos queda algo de humanidad -yo es lo que percibo cuando hablo con los demás-.

Hoy se celebra el día de la hispanidad y, la verdad, habría que revisar si realmente compartimos valores con el eje anglosajón (EEUU, Inglaterra, Israel...) o ya es hora de poner límites a su aversión al resto de bloques económicos del planeta: oriente medio -islam-, el eje Rusia-China, América latina... Dejar de lado la absurda idea de que se trata de nuestro brazo armado y el garante de los negocios en un mercado global. No compartimos religión ni idioma, tampoco ideal de vida. Cosas que, por avatares de la historia, sí que compartimos con otros Estados americanos que, en su desarrollo han demostrado ser menos belicosos. Desde nuestra tradición católica y filosófica, la cultura anglosajona se nos aparece como absolutamente decadente: avariciosa, perversa, viciosa, alcohólica, banal, agresiva... Podemos aspirar a amigos mejores.


domingo, 3 de abril de 2022

El anticristo

Por las calles se veían cadáveres tirados por el suelo. También cuerpos a medio enterrar en fosas comunes. Pero nadie sabía cómo llegaron ahí. No se decía nada ¿Habían sido las tropas rusas? El fuego amigo? Un vampiro, quizá?

La gente huía hacia las fronteras. Las mafias se acercaban para traficar con personas y prostituirlas en Europa. Se habían difundido imágenes de neonazis ucranianos torturando y asesinando gitanos y pro-rrusos. Se decía que el presidente Zelensky había sido aupado al poder por el partido demócrata estadounidense. Que habían instalado laboratorios de armas químicas por todo el territorio y habían proporcionado poder a las facciones más radicales del ejército ucraniano. 

La Dark Web se inundó de pornografía infantil y violencia. Decían que Biden y su hijo eran pedófilos consagrados... Así que, EEUU y sus aliados, no sólo habían provocado a Rusia acercando tropas a sus fronteras, querían además, darle todos los motivos para la invasión ¿Era una trampa?

La bomba nuclear planeaba sobre el cielo de Europa. Los demócratas no se detendrían: no era su territorio, estaban dispuestos a todo para tomar por la fuerza el poder del nuevo orden mundial. 

La humanidad daba asco. Especialmente la humanidad en el poder, ávida de dinero y recursos escasos.

Al rato apareció en la TV un documental de Las Vegas: un lugar horrible, de pésimo gusto, donde el lujo y el vicio se daban la mano con la ludopatía. Seguro que aquello era demasiado cutre para el depravado de Biden... Aquel anciano escondía cosas muy turbias, detrás de aquella sonrisa tantas veces operada ¿Qué podía impulsarle a la presidencia? Un señor tan mayor...

En nuestro país, el presidente se había entregado completamente a la interpretación. Seguía perfectamente el guion marcado... Era la versión latina del anciano ¿Sería también un pedófilo? España enviaba armas, incrementado el presupuesto militar y entregando el Sáhara Occidental a Marruecos. En la tele siempre lucía muy apuesto, enarbolando el fantasma de la ultraderecha. En un discurso vacío que parecía causar gran entretén... Como aquellos combates de Pressing Catch que tanto nos gustaban de pequeños... Luego descubrimos que todo era falso, puro teatro...

No sabíamos cómo acabaría esto. Pero el lado oscuro se había apoderado de occidente, no cabía duda. Sólo nos quedaba la esperanza de que Rusia se aliara con Oriente y nos salvara de la depravación de nuestros líderes. Como cuando pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial y liberaron todos esos campos de concentración ¿Qué nos pasa a los occidentales? ¿Por qué dejamos que nos gobiernen siempre los más tarados, los más violentos?

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La presentadora del Telediario tenía unas tetas enormes... Era muy guapa, pero la vista siempre se iba... Se acercaba la Semana Santa y era el momento de torturar y matar al Cristo. Un acto que nos parecía muy provinciano... Salvo si lo representamos en el tablero global.


miércoles, 2 de marzo de 2022

Palos y piedras en las guerras del fin del mundo

En el conflicto entre Ucrania y Rusia hay pocas certezas. Somos muy conscientes de que en las guerras se libran batallas en las que la información y la propaganda son armas fundamentales -también para justificarse uno u otro bando ante agentes externos al conflicto-. Sabemos que se miente, se difunden noticias falsas, se intenta desprestigiar y caricaturizar al oponente...
Pero sí que tenemos alguna certeza bastante clara: que en las guerras siempre pierde la población y que los pueblos no tienen nada que ver con los dirigentes de sus estados -son estos últimos los que han acaparado todo control sobre la violencia-. 

En Europa se lleva tiempo cultivando una creciente rusofobia. Y en los medios tradicionales ya asistimos a la satanización de Putin y el endiosamiento heroico del presidente de Ucrania. Una caricatura que va calando en la población. Una caricatura reforzada por la censura a los medios rusos, no sea que a los ciudadanos -que somos medio gilipollas- nos contaminen con un relato diferente al de Bruselas.

Los estados utilizan la población como un arma más: también para arrojarla contra las bombas y obtener las imágenes que justifiquen agresiones de respuesta. De la misma manera que se utiliza la economía para inyectar o quitar recursos a uno u otro bando. No me imagino al pueblo ruso organizándose y diciendo -Vamos a invadir Ucrania antes de que se una a la OTAN y nos planten sus bases militares en la frontera. De hecho, en los noticiarios nos han mostrado manifestaciones contra la guerra en pleno corazón de Moscú -manifestaciones convenientemente reprimidas con violencia-. 

Otra cosa que parece estar clara es que se trata de una guerra entre grandes potencias -Rusia y su esfera de influencia Vs la alianza atlántica- enfrentándose en el escenario de Ucrania. Y quien lo está pagando ahora es el pueblo ucraniano. Pero lo pagaremos todos: aquí, en Europa, con los precios de petróleo, el gas, los cereales... la inflación. EEUU, en su lugar, saldrá ganando: vendiéndonos más caro su armamento, su petróleo, su gas...

Una guerra supone un gasto inimaginable para las personas de a pie, que no hemos usado nunca un arma, ni tan siquiera sabríamos como obtenerla ni, mucho menos, cómo fabricarla. La guerra es cosa de las corporaciones y los oligarcas que controlan y dirigen los estados -los del IBEX-35 aquí, en España-. Aún así, los estados se afanan en alinear a su población con sus intereses, para que no perciban el sacrificio como algo inútil -vivimos en la época de la pose, los sentimientos y la publicidad-. En España la postura es: -Hay que ayudar al pueblo ucraniano para que mantenga su soberanía frente a Rusia y eso va a exigir sacrificio, porque Putin se ha vuelto loco desalineándose de occidente. Se disocia al pueblo ruso de sus líderes y, en cambios, se identifica intencionalmente al pueblo Ucraniano con su gobierno -ofreciendo una imagen europea y democrática del mismo- porque, sino, todo esto de las democracias representativas y los Estados no se sostiene por ningún sitio: nos daríamos cuenta de que Pedro Sánchez es sólo un producto de mercado subordinado a los intereses de Bruselas -el lugar donde las corporaciones legislan y reparten presupuestos que mantengan un entorno seguro a la actividad empresarial-.

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En 1989 Fukuyama publicó su ensayo "El fin de la historia", donde defendía:

"la historia humana como lucha entre ideologías ha concluido, ha dado inicio a un mundo basado en la política y economía de libre mercado que se ha impuesto a lo que el autor denomina utopías tras el fin de la Guerra Fría."

Pero la historia no estaba muerta, estaba de parranda -como he leído por ahí en algún ingenioso tweet-. 

Y es que el capitalismo tiende a crear grandes monopolios, se apoya en los estados para extraer rentas a sus pueblos, invierte en armamento, tiende a esquilmar los recursos y a buscar nuevos caladeros. No existe tal cosa como el libre mercado -sólo sirve para aplicárselo a la población: autónomos, asalariados, pequeños negocios...-

Y lo cierto es que llevamos décadas viendo a EEUU y sus aliados manteniendo políticas muy agresivas contra el resto de estados a lo largo y ancho del globo: Irak, Afganistán, Palestina, América Latina... Generando conflictos, invadiendo... Dando salida a toda su tecnología armamentística y haciéndose con el control de recursos naturales estratégicos a través de sus empresas y grupos de inversión. Pero en los últimos años, el milagro económico chino ha generado en la propia población occidental la impresión de un occidente decadente, que le pone ojitos al autoritarismo, prosperidad y autosuficiencia orientales -como vemos en el auge de los nacionalismos y los partidos que se llaman de ultraderecha-. La escasez de combustibles fósiles pone el foco en Rusia, quizá la única potencia petrolífera con auténtica soberanía fuera de la influencia de la alianza atlántica... Pareciera que el mundo unipolar controlado por los EEUU y Europa estuviera llegando a su fin.

Así que, de momento, tenemos un conflicto entre estados vecinos, con pueblos que son prácticamente hermanos. Un conflicto en el que se están implicando la Unión Europea y EEUU, con la intención de arrancar el estado ucraniano de la influencia oriental. Y, cada día que avanza el conflicto, Europa se implica y escala en la violencia: primero empezó con sanciones a Rusia, apoyo moral a Ucrania, después enviando armas... No sabemos como acabará todo esto pero, lo que sí parece manifestarse, es que el dominio del capitalismo occidental empieza a encontrar sus límites expansionistas, que en oriente han surgido otras corporaciones y oligarquías que van a defender su parte del pastel.

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Esta invasión de Ucrania, como muchos otros conflictos, no se entiende si no es con algo de contexto histórico, donde lo que expongo a continuación no es más que un burdo esbozo -pero para afinar ya está la Wikipedia y un montón de noticias y análisis que están surgiendo con el interés despertado por el conflicto-:
Durante la Primera Guerra Mundial, el pueblo ruso llevó acabo su propia revolución interna -no cabe aquí diferenciar entre Rusia y Ucrania-, cargándose al zar y materializando un Estado "comunista". Es en este punto donde comienza la historia de Ucrania como república con cierta autonomía respecto al resto de territorios rusos -y de ahí la reclamación de Putin como parte de su imperio o la crítica que hace a Lenin por consentir la autodeterminación de los territorios-. Parece increíble que los pueblos rusos pudieran llevar a cabo la revolución mientras su estado era asediado por las grandes potencias europeas -tuvieron que pagar un alto precio para establecer la paz-. Más increíble aún es que, para cuando ocurrió la Segunda Guerra Mundial, apenas tres décadas después, la Unión Soviética se hubiera convertido en una potencia tan fuerte como para derrotar a la Alemania nazi -el imaginario antinazi de los rusos radica en las terribles consecuencias que tuvo para ellos la Segunda Guerra Mundial, de ahí que Putin haya insistido en sus discursos para acabar con los neonazis ucranianos-. Luego vino la Guerra Fría, con el enfrentamiento entre el modelo capitalista occidental Vs el dirigido desde el Estado de la URSS. Donde la caída del muro de Berlín vino a confirmar la victoria de occidente y el capitalismo globalizado como la única organización económica posible o imaginable. Desde occidente se ha tratado también de imponer la democracia representativa como la única forma de control efectiva de los Estados -aunque esto no ha tenido tanto éxito-. Todos los estados surgidos de la disolución de la URSS quedaron debilitados, sólo Rusia, tras varias décadas, parece haber conseguido hacerse fuerte jugando a los mercados -aunque no debe serlo tanto cuando se siente amenazada por el avance de occidente y la OTAN hacia su territorio y áreas de influencia-.

Así que, ya no hay una competencia entre modelos de organización -comunismo Vs capitalismo-. Se ha impuesto una suerte de capitalismo oligárquico y de corporaciones, asociado a diferentes áreas culturales. Se ha materializado el "Choque de civilizaciones" de Huntington, y aquí no parece que los pueblos jueguen ningún papel -como sí lo tuvieron en el siglo pasado con los procesos revolucionarios-. Ahora los pueblos somos financiadores y el arma arrojadiza de conflictos bélicos altamente tecnificados,  dirigidos no sabemos muy bien por qué oscuros intereses.

La frase atribuida a Einstein "No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras", parece ahora más plausible que nunca. Y este conflicto no hace sino echar más leña al fuego al espíritu pesimista de nuestra época: dando por hecho que dejaremos un mundo peor para nuestros hijos y afianzando la idea de que resulta más fácil  imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.

Viñeta "Desmilitarización para resolver los conflictos en paz..." extraída de GRUÑIDO GRRR - Ironía Gráfica.



sábado, 21 de marzo de 2020

Del estado de alarma al giro autoritario

Ante la emergencia sanitaria creada por el COVID-19, se han tomado un montón de medidas de control y vigilancia sobre los cuerpos de los habitantes: confinamiento en casa, limitaciones en los desplazamientos, distanciamiento entre individuos... 
No obstante, el primer país en afrontar el virus fue China -que tiene fama en occidente de ser un tanto totalitario-. Y, claro, su modelo se ha tomado como referente -ya que ha resultado exitoso-.

Llevamos ya unos años en que el mundo occidental mira con cierta admiración al gigante asiático: su crecimiento económico, sus métodos para afrontar crisis medioambientales, sus avances tecnológicos... En fin, su modelo capitalista apoyado con mano firme desde un estado fuerte.

Y no es sólo China, también Rusia es alabada por la contundencia de su presidente -que lleva ya más de 20 años en el poder-.
En general, la mayoría de las grandes potencias internacionales, parecen haber sufrido un giro autoritario en sus gobiernos -hombres duros, preocupados por los negocios, la seguridad y el control de la población-: Bolsonaro en Brasil, Trump en EEUU...

En la vieja Europa empiezan a tomar relevancia los partidos denominados de "extrema derecha". Con programas políticos muy en sintonía con el giro autoritario: control de la población -inmigrantes-, relevancia de la policía y los ejércitos y, por supuesto, un liberalismo absoluto en el plano económico.
Aunque luego resulte que eso de la libre competencia está muy bien para aplicárselo a la población general, pero no tanto para las grandes empresas que compiten en los mercados internacionales. Todo el aparato del Estado parece estar puesto a su servicio -entre todos hemos de sostener a estas empresas y grupos financieros, expandirlos y mantener sus condiciones de posibilidad: mano de obra, seguridad, comunicaciones, formación...-
Ya existen muchos ejemplos que han sido noticia: China apoyando los intereses de Huawey, EEUU los de Google...

Parece haber grandes bloques económicos que compiten en el tablero global y, para seguir en el juego, necesitan del control de los cuerpos de sus habitantes. Y, digo los cuerpos, porque las mentes -sus opiniones y los temas que las mantienen ocupadas- ya parecen estar absolutamente bajo control -logrado a través de la educación universal, los medios de comunicación de masas, redes sociales, publicidad...-
Se tolera la disidencia porque, aunque pueda resultar molesta a ciertos sectores del poder, resulta inocua ante la tendencia general.

El control de los cuerpos resulta más complicado: necesita otros cuerpos para saber dónde se encuentran y forzarlos a moverse en una u otra dirección. Pero los avances de ciertas tecnologías están permitiendo un control más fino. Ese es el caso de la explosión de uso de los smartphones -herramientas absolutas que utilizamos para informarnos, relacionarnos con nuestros seres cercanos, orientarnos en los viajes, contar nuestros pasos, medir el ritmo cardíaco, trabajar...- y que van expandiendo sus posibilidades de control con los avances en biometría, reconocimiento facial... Dejando la toma de huellas dactilares y el uso de cámaras de video vigilancia como herramientas rudimentarias, incapaces de competir con los datos masivos alimentados desde cualquiera de los dispositivos electrónicos con los que nos comunicamos a través de la red.

Los empresas que operan en los mercados necesitan información fiable, necesitan conocer nuestros gustos, intereses... A su vez, los estados deben garantizar la seguridad y estabilidad de los mercados. Así que, mercados y estados, aúnan intereses para mantener y actualizar las estadísticas de vigilancia y control, para conseguir que sus campañas sean efectivas y, en última instancia, incrementar sus beneficios económicos y tasas de poder.

Imagen extraída de https://www.arteinformado.com/galeria/tetsuya-ishida/prisionero-28796


El coronavirus parece que ha venido para ahondar en estas formas de control. En un breve espacio de tiempo hemos pasado de reírnos de los chinos y la "gripe" que los tenía paralizados, a estar nosotros mismos atemorizados y encerrados en nuestras casas.
En los primeros momentos, se plantearon una serie de medidas que apelaban a nuestra propia consciencia y responsabilidad para, a los pocos días -aprovechando el estado de pánico generado desde las autoridades sanitarias, y elevado a su máxima potencia por los medios de comunicación-, afianzar esas medidas con sanciones y control policial.

Para reforzar la idea de que tenemos una Europa fuerte y unida, se exhibe a España e Italia como trofeos: dos países de pandereta, sangría, sol, pizza, playa... que han sido capaces de materializar medidas tan drásticas como recluir toda su población en casa y reducir los transportes y la actividad económica a mínimos imposibles de imaginar por el más optimista de los ecologistas en la lucha contra el cambio climático.

Pareciera que, con el coronavirus, hemos encontrado nuestra fuente de placer fascista definitiva. Disfrutamos del sadismo que todos podemos ejercer en cualquiera de nuestros roles sociales: desde vecinos denunciando a otros por salir de casa -de forma "irresponsable"-, a ayuntamientos y organismos que deciden aplicar normas sancionadoras para los que sacan demasiado a pasear al perro, o van muchas veces a comprar, pasando por empresas y organismos que pretenden inocular el trabajo a distancia para mantener la misma productividad. El autoritarismo no es solo una cuestión de Estado sino que se sustenta sobre todas las capas de la sociedad.

Yo vivo esta situación desde un pueblo chico, en el que ha habido un único caso de coronavirus. Pero las medidas que se aplican son las mismas que en Madrid -una mega urbe de 6 millones de habitantes, conviviendo todos juntitos en un espacio muy reducido-.
Y, la verdad... Flipo con algunas de las medidas: no salir a pasear o hacer deporte al campo -ni solo, ni acompañado-, no desplazarse a las casas de campo... Como si saliendo al campo fueras a encontrarte con miles de personas -igual que cuando vas al retiro o al parque con los niños-.
Y, es tanto el nivel de paranoia, que la gente incluso aplaude estas medidas, y le importaría poco que hubiera un francotirador apostado en tu puerta dispuesto a dispararte en cuanto asomaras la cabeza... No sé, me parece muy loco todo esto.

Hemos pasado de la sobreinformación en medidas para evitar el contagio, a un estado de las cosas en el que parece que con solo salir a la calle estás arriesgando tu vida y la de toda la humanidad.
Ya no se trata de prevenir el contagio, sino de cumplir las normas dictadas desde arriba. Y el discurso ha pasado del: lavarse mucho las manos, llevar mascarilla y evitar contacto humano; a: ser disciplinados y obedecer -todo ello acompañado de infinidad de símiles bélicos y militares: esto es una lucha de todos contra el virus, debemos estar unidos, no podemos permitirnos bajas por la irresponsabilidad de unos pocos-.


Los primeros días, circulaban algunas visiones optimista de esta crisis, quizá alentadas por los comentarios, noticias y comunicados que apelaban a la responsabilidad, el apoyo y los cuidados mutuos, para conseguir contener un virus que nos afecta a todos por igual -hombre o mujer, rica o pobre-. Un optimismo que abogaba por una toma de consciencia de lo importante que resulta una sanidad pública para todos, y que veía en los parones de los primeros días -cuando muchos negocios cerraron de forma voluntaria- una forma poderosa de colaboración entre iguales.
Pero lo cierto es que la crisis ha tomado tintes cada vez más totalitarios. Algunos desafían la autoridad escapando de las ciudades para ir a sus segundas residencias -Colapso en las carreteras de Madrid, Barcelona y València pese a las restricciones de tráfico-. Y, otros, la secundan pidiendo multas y mano dura contra todos los que se atreven a infringir la norma.
Así, las predicciones se tornan más pesimistas y apuntan a que saldremos de esta crisis de forma similar a como lo hicimos de la de 2008: con más precariedad, más desigualdad y con más riqueza concentrada en menos manos -además de las muertes de aquellos que no puedan ser atendidos por una sanidad pública desbordada-.


No es lo mismo que te quedes en casa por responsabilidad social, a que lo hagas porque te lo impone el Estado -utilizando el monopolio de la violencia y su aparato de control- sin ninguna racionalidad, sin excepción, aplicando la misma ley en cualquier lugar y circunstancia... Asumiendo que todos somos menores de edad y no podemos tomar una actitud responsable sino es bajo la amenaza del castigo.
No es lo mismo trabajar desde casa porque es lo que tú has elegido, a verte obligado a hacerlo a marchas forzadas, sin disponer de un espacio, sin la infraestructura empresarial necesaria... Muchos de los que se han visto obligados a hacerlo, se encuentran todo el día empantanados con el trabajo y no consigue desacoplarlo de su vida privada.
Con las medidas autoritarias pasa un poco lo mismo: al final uno no sabe si se está protegiendo contra el virus o, simplemente, siendo disciplinado. Y, en el hogar, se funde todo en una densa amalgama de trabajo, vida privada, hipocondría y observancia de la ley.

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Desde el confinamiento de mi ventana. Herrera del Duque - 16 de Marzo, 2020

Por las calles del pueblo patrullaba el coche de la guardia civil, proyectando un pandémico mensaje a todos los vecinos. Se trataba de un audio pregrabado -con voz robótica- que se repetía una y otra vez:
-Se ruega a todos los vecinos que se encuentren en la calle, sin causa justificada, que vuelvan a sus hogares. Nos encontramos en un estado de alarma...
Estaba nublado, hacía un aire bastante desagradable. Las calles estaban desiertas -en esas circunstancias siempre suelen estarlo-. Algunos se asomaban al balcón y las ventanas para ver qué pasaba... No pasaba nada, solo el coche de la guardia civil, solo. Bajo un cielo gris que hacía aún más deprimente su color verde oscuro y más fantasmagóricas las luces azules de emergencia.

Desde luego, la imagen distópica no tenía nada que ver con las grandes ciudades futuristas a que nos tiene acostumbrados el cine, en películas como Blade Runner, 12 monos, Matrix, Soy leyenda...



miércoles, 19 de febrero de 2020

Arte y filosofía o barbarie

Muchas veces nos preguntamos por lo normal: ¿Qué es normal y qué no lo es? A veces nos respondemos que lo normal es lo común, lo de la mayoría... Por eso lo normal es ser hombre, de tez clara, trabajador, con cierto poder adquisitivo... Y ¡Ahí va la ostia! ¡Eso es bastante raro!
Pero más raro aún es que se exponga la obra de una mujer gitana en un gran museo nacional de arte contemporáneo. Que se le de voz a lo "freak", lo marginal, lo menospreciado... Para narrar la sinrazón que todos esos hombres "normales" provocaron durante la 2ª guerra mundial: masacrando metódicamente lo diferente en un afán estandarizador, matemático, saludable, eficiente... Que dejó a la sofisticada Europa en la más absoluta perplejidad.

Theodor Adorno decía que "escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie".
Pero quizá no se ha escrito suficiente poesía después de Auschwitz. Porque lo cierto es que seguimos levantando muros, hacinando refugiados, extendiendo vallas, alimentando guerras... Lo normativo sigue siendo agresivo contra lo común -lo diferente-. Y la poesía -el arte- se nos aparece como uno de los escasos restos del naufragio a los que asirse en el océano de la sinrazón.

Fotografía de una de las ilustraciones de Ceija Stojka. De la exposición "Esto ha pasado", en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid - 16 de febrero de 2020.

El domingo visité el Reina Sofía. Me encanta, siempre que tengo oportunidad... ¡Zas! Me cuelo dentro. Me parece uno de los mejores museos del planeta. La obra más importante expuesta allí es "El Guernica", de Picasso. El resto, son hilos tendidos desde y hacia esa pintura mural. La explicación de toda la barbarie del siglo XX narrada en clave de arte.

Uno de esos hilos es el de la exposición temporal de las obras de Ceija Stojka. Tenemos muy presente que los nazis exterminaban judíos, pero también gitanos... El contraste entre lo nómada y multicolor de las víctimas, frente a lo gris y anguloso de los verdugos -cuidadosamente mezclado con testimonios escritos por la artista-, convierten la exposición en un hito imposible de borrar de cualquier conciencia humana.

Fotografía de una de las pinturas de Ceija Stojka. De la exposición "Esto ha pasado", en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid - 16 de febrero de 2020.

Hace unos días tropecé con un documental donde se exponía la teoría de que hitler era un adicto a las drogas. Y que, de hecho, el uso de algún tipo de anfetaminas era muy común en los ejércitos de la época -jóvenes impetuosos, armados, orgullosos, eufóricos, prepotentes... y drogados-.
Pero no es que desde el documental se pretendiera justificar la atrocidad nazi alegando el atenuante de enajenación por drogadicción. Tomaban esas sustancias porque servían a sus fines: estar siempre alerta, siempre fuertes, siempre vivaces. Las drogas eran sólo un arma más. -Te sientes muy poderoso con tu Parabellum y tus pastillitas Pervitín ¡Ehh?? ¿Soldado!!


La droga no justifica nada -y el documental tampoco-. Pero el documental recoge datos e indicios, selecciona archivos, grabaciones... Y apunta al hecho del holocausto desde otro ángulo, desde otro punto de partida.
Y eso mismo hace el arte: escoger entre toda la amalgama caótica de sucesos, sensaciones, imágenes, sueños, ideales... Y ordenarlos en una estructura de trazos, colores, sonidos, palabras, formas... Que nos resulte inteligible e intuitiva.
El Reina Sofía va un paso más allá: selecciona de entre todas esas obras y construye un discurso. Un discurso que no tiene porqué coincidir con el que escuchamos en los medios de comunicación, o el de los libros de texto. Los hechos pueden ser los mismos, pero las formas -en que se nos presentan y los interpretamos- difieren.

No sólo el arte se encarga de construir estas narrativas marginales, de frontera. Existen otras disciplinas que llevan siglos ensayando explicaciones alternativas de la realidad. Más allá de la racionalidad matemática, científica, económica o religiosa que pueda imperar en un momento dado de la historia. Sí, la filosofía tiene muchas cosas en común con la poesía. Quizá utiliza otro lenguaje, más manejable por la razón que las intuiciones y las imágenes del arte pero, ambos, nos permiten sobrevolar ese plano de la realidad mecanicista que, de otro modo, nos ahogaría en el más absoluto determinismo.
Unamuno ya decía que "la filosofía se acuesta más a la poesía que a la ciencia" y lo han suscrito también otros autores, en un intento de remarcar las limitaciones del conocimiento científico -que se queda paralizado en lo real, en lo que es así y no puede ser de otra manera-.

Estos son los conceptos de arte y filosofía que nos interesan en este post: los que nos protegen contra la barbarie; los que están continuamente buscando los límites, cuestionando lo normal, lo establecido, imaginando nuevos caminos, retomando los abandonados, reinterpretando la realidad...
Sin su ayuda, resulta casi imposible determinar si matar judíos -o gitanos- está bien o mal, si es o no normal... Porque lo normal es sólo lo establecido, lo que ha sentado jurisprudencia, lo que el poder garantiza con violencia...

jueves, 21 de febrero de 2019

El silencio de otros

El miércoles fui al cine del pueblo. Proyectaban la película-documental "El silencio de otros". Que trata sobre las víctimas republicanas de la guerra civil española -y las que también lo fueron durante los casi 40 años de dictadura franquista-.

El documental empieza fuerte: señalando la continuidad de las instituciones y personajes de la dictadura en la nueva y flamante democracia.
Una idea que ahora nos parece obvia -que no puedes venir de una dictadura y volverte demócrata de toda la vida- es un pensamiento que se nos ha negado durante décadas, por el bien de la propia  democracia. Porque pone de manifiesto que lo importante no es el sistema de elección de los gobernantes, o de los cargos públicos que ejercen poder sobre la población, sino que los gobernantes y poderosos sigan la línea marcada.

Uno tiene la sensación de que no sólo se nos ha negado la crítica a la transición, sino también el conocimiento de nuestra historia del pasado siglo. De la guerra y de la dictadura no se habla en los colegios ni en las familias.
Yo nací en la democracia, ya con ciertas ideas consolidadas en la opinión pública:
  • La transición fue modélica y pacífica
  • La ley de amnistía del 77 era necesaria para dejar de mirar al pasado y entrar de lleno en el ilusionante futuro democrático
  • El rey nos salvó del golpe de estado de tejero
  • Republicanos y sublevados cometieron crímenes por igual
40 años después, estos puntos empiezan a someterse a crítica y a ponerse en cuestión. Concretamente, el documental pone el acento en la ley de amnistía del 77 y nos presenta la lucha de colectivos del bando republicano por conseguir cierta reparación y reconocimiento, en lo que se conoce como la "querella argentina".
En la guerra civil murieron gentes a ambos lados. Pero no hay que olvidar que fue franco quien se levantó en armas contra el gobierno legítimo. Y que, una vez en el poder, otorgó reparación y reconocimiento a los vencedores, y represión y violencia para los que perdieron la guerra.
Así que, no son lo mismo los crímenes de uno y otro bando.

La continuidad del régimen franquista en la actual democracia se trata de forma menos directa en el documental. Utilizando imágenes de un franco ya moribundo que deja al rey al cargo, con su famosa frase de "Todo está atado y bien atado". Y con imágenes de dirigentes del PP como los principales interesados en pasar la página de franco -algo bastante sesgado, porque el PSOE ha gobernado un porrón de años con el mismo interés en remover la historia-.
Esto es quizá lo que menos me gustó del documental, que cargaba de forma obscena contra el PP, cuando el olvido a que se ha sometido esta época de la historia es responsabilidad de todas las facciones políticas que han ostentado el poder desde la muerte del dictador.

Pero la continuidad del régimen franquista no quedaba sólo en el ámbito de la política, sino también en las propias instituciones del estado. Como demuestra el robo de bebés, durante los 80's, en hospitales, para ser adoptados por personas adineradas. Práctica que se había consolidado durante el régimen -los bebés se robaban a los rojos, madres solteras y demás pecadores-.

Durante los 40 años de dictadura los vencedores estuvieron escribiendo la historia. Y, en los otros 40 años de democracia, durante los que hemos podido recuperar el relato de los vencidos, preferimos olvidarla y mirar al futuro con infantil ilusión... Como si nada hubiera pasado, como si aquello no fuera con nosotros, como si eso fueran historias de otros...

En esta línea se trata el tema de nombres de calles y monumentos en honor al régimen franquista. Eliminar esos nombres de los espacios públicos es necesario, no por negar u olvidar la historia, sino porque esos personajes no merecen ningún honor ni admiración, más bien todo lo contrario, son nombres que atemorizaron, sometieron y violentaron a una parte muy importante de la población

El documental es ameno, muy cuidado y emotivo. Muy en la línea del cine español de las últimas décadas sobre la guerra civil. Y es que el cine español ha hecho una labor muy importante por intentar reconstruir la mirada de los perdedores -algo que nunca ha hecho el sistema educativo o las instituciones de este país-. Con todo, hay que tener en cuenta que la mirada del cine no es la de la historia -como ciencia de estudio del pasado- sino la mirada del arte, de la intuición.


miércoles, 16 de enero de 2019

Francisco Pizarro y el culto a la violencia militar

Había estado más veces en la plaza de Trujillo -soy muy fan de la feria del queso que allí se celebra-. Así que ya tenía vista la estatua de la plaza que representa a Francisco Pizarro. Una estatua ecuestre de dimensiones ciclópeas donde, "el conquistador del Perú", aparece protegido por casco y armadura, blandiendo la espada en actitud beligerante.
Resulta un reclamo turístico fascinante, de hecho, aparece como una de las primeras imágenes que se muestran sobre Trujillo en cualquier revista de viajes, o al googlear el nombre de la ciudad.
Y ya está. Mi interés por esa estatua no había trascendido más allá de "otra estatua ecuestre de algún pollavieja".

Estatua ecuestre que representa a Francisco Pizarro - Plaza Mayor de Trujillo - Enero de 2019

Un día que paramos en la ciudad, tranquilamente, nos animamos a realizar una visita guiada por la misma -actividad muy recomendable para comprender su actual aspecto-. Entonces salieron a relucir más detalles sobre la estatua. Resulta que fue creada por un acaudalado artista estadounidense, Charles Cary Rumsey, que la regaló a la ciudad. Fue inaugurada en 1929, en un acto al que acudió el entonces dictador de España: Primo de Rivera.

La estatua no tiene ningún tipo de rigor histórico. Supongo que, ya que te metes a hacer una escultura de esas dimensiones, lo que pretendes es impresionar estéticamente, llamar la atención y potenciar ciertos valores heroicos, épicos... De forma que los hombres de la ciudad, cuando la observen, se sientan también grandes conquistadores y deseen impetuosamente salir de su patria a buscar fortuna en otros territorios, para mayor gloria de la corona.
Un relato muy acorde con la ideología de los dictadores militares del siglo pasado, que ha calado hondo en la población extremeña: Cuando yo estudiaba historia en la escuela, siempre era muy celebrado llegar a esta época llena de nombres extremeños que iban colonizando las américas. Incluso, en un grupo tan punk y tan al margen del sistema como Extremoduro, encontramos continuas referencias a esta época:
"Tierra de conquistadores
no nos quedan más cojones
si no puedes irte lejos
te quedarás el pellejo." 
 Fragmento de "Extremaydura"

"Centenario, celebrad
las mujeres y los niños por igual
celebrando masacrar
las mujeres y los niños por igual." 
Fragmento de "V Centenario"

Claro que, muchos de los seguidores de la banda, no estarían de acuerdo con una crítica tan feroz de las hazañas de la época. Uno prefiere verse a sí mismo como descendiente de aventureros y conquistadores -no de violadores y asesinos codiciosos-.


La estatua representa a Francisco Pizarro, pero podría ser cualquier otro "conquistador". Paseando por las calles de Trujillo, observamos que debió ser una ciudad importante y rica al comienzo de la modernidad. Edificios como los que allí abundan no son comunes en otras localidades del país. La justificación de esa arquitectura nos las da la beligerante estatua -más bien la historia del personaje-. Al indagar un poco en su historia descubrimos que, tras tan heroico semblante, más que "conquistadores", lo que se atisban son "piratas". Piratas de pueblo de interior que se embarcaban a la búsqueda de poder y riquezas, enfrentando a las diferentes etnias y grupos sudamericanos para satisfacer sus intereses personales -perfectamente alineados con los de la corona española-. Incluso, a menudo, entrando en conflicto entre ellos mismos. De hecho, Pizarro murió asesinado por los partidarios de Almagro (el conquistador de Chile)


Existen otras dos réplicas de la estatua: una en el estado de Búfalo -donde nació Charles Cary Rumsey- y otra en la ciudad de Lima -donde se han cuidado de ponerla en un lugar poco destacado-.  Así, el conjunto de las tres esculturas, resulta un gran homenaje a los comienzos de la globalización.

Me parece, la actitud de los limeños, muy acorde a las actuales interpretaciones de la historia. Después de todo, ya son de dominio general las nefastas consecuencias que tuvo la llegada de los europeos al continente americano: supresión de las culturas y lenguas originarias, explotación de las gentes y recursos del continente, muertes por guerra y enfermedad, empobrecimiento crónico de muchas de su áreas... vamos, colonialismo del chungo.

Así que, no necesitamos homenajear a esos personajes. Está genial tomar consciencia de la historia, pero son historias de las que cabría sentir vergüenza -a la manera que los alemanes sienten vergüenza de su pasado nazi-.
Estatuas como esta las hay en todas las ciudades, apuntalando el mito del soldado que lucha por el bien de la patria.
Hoy día, sabemos que los buenos son los que ganan las guerras. Los que pierden tienen que ser los malos. Desde el poder es muy importante afirmar esas premisas porque, en otro caso, el poder no sería legítimo. Ya lleva mucho tiempo demostrándolo y financiando su relato con estatuas, películas de indios y vaqueros, con Rambos y Chuck Norrises...

Afortunadamente, sigue habiendo contrapoder, aunque se encuentre escondido en las catacumbas del underground:

"Haz turismo invadiendo un paí­s
es barato y te pagan la estancia.
Haz turismo invadiendo un país
Panamá, Nicaragua o Numancia.
Solucionan todos los problemas
invadiendo el lugar señalado
por la CIA, por el presidente
unos tiros y ya está arreglado
con su pinta de súper machotes
su paquete rompiendo los moldes
son tan listos no tienen problemas
en matarse entre ellos a golpes" 
Fragmento de "Haz turismo invadiendo un país" - Celtas cortos

La eficiencia de este discurso antibelicista puede ponerse en entredicho pero, también es cierto, que el poder ya empieza a mirar más alto: al espacio exterior, en busca de nuevos mundos que ocupar, como en Interstellar (en lugar de matarnos a nosotros, en este planeta)

viernes, 28 de diciembre de 2018

Del salario mínimo interprofesional y la huella ecológica al colapso del capitalismo

Hace unas semanas, los partidos a la izquierda del espectro político español, anunciaron como un gran logro la subida del salario mínimo interprofesional a 900€. Curiosamente, el sueldo de cualquier político o funcionario es muy superior a esa cantidad, aún así, también anunciaron subidas de sueldo para los funcionarios.

Los salarios se establecen en función de la oferta y la demanda. Excepto políticos y empleados públicos, que están excluidos de esa lógica de mercado.
Y, aunque nadie necesita un político que le represente (porque los adultos ya sabemos cómo nos gustaría vivir y el tipo de sociedad que queremos construir), les pagamos su abultado sueldo y aplaudimos que sean garantes de una cierta idea de democracia y progreso.
El caso de los funcionarios es diferente: están ahí para garantizar que los servicios universales que ofrece el Estado a sus habitantes queden cubiertos. Definen y defienden el marco legal en que las empresas realizan sus transacciones económicas y mantienen una cierta uniformidad cultural y moral dentro del territorio (educación, policía, eventos culturales...).

El político, desde su torre de marfil, pone precio a las 40 horas semanales de trabajo. Pero el político es un representante, no un trabajador. Además, muchos de los políticos no han trabajado nunca y, muchos de los que lo han hecho, ha sido en el sector público. Así que, su consciencia de la presión que ejercen los mercados sobre las clases trabajadoras, queda limitada a la empatía que sean capaces de sentir por situaciones que nunca han vivido y nunca padecerán.

Sube el salario mínimo y sube el de los funcionarios. No se trata de una medida de equidad o justicia social (lo sería si solo subiera el salario mínimo). Se trata de una medida que ahonda en el expansionismo económico, en el crecimiento y en el aumento de los niveles de consumo y endeudamiento.

¿Cuánto dinero es el mínimo que necesita una persona para sobrevivir? Y ¿Para vivir dignamente? Y ¿Para vivir lujosamente? ¿Es justo que una persona que trabaja 40 horas semanales sea pobre?
Al final, la cantidad de dinero que necesita una persona para vivir viene marcado por los que viven lujosamente en su misma sociedad. Ellos son los que encarecen los productos, los que marcan el modelo a seguir, y al que aspiran el resto de clases que se encuentran por debajo. Por eso, la cantidad es muy diferente dependiendo del país donde habites.

Coche siniestrado, en el mismo año en que el diésel empieza a estar en el punto de mira de los grandes ayuntamientos (Noviembre de 2018).

Todos queremos vivir mejor: el que cobra el salario mínimo quiere cobrar por encima de esa cantidad, el funcionario de tipo C quiere ser como el de tipo A. El que se dedica a la cría de cordero quiere vender más y a mayor precio... Y nadie cuestiona ese esquema de crecimiento. Aún sabiendo que no se puede crecer indefinidamente en un planeta finito: eso es lo que postula el concepto de huella ecológica.
"Los españoles necesitan de media 3,7 hectáreas para satisfacer sus consumos y absorber sus residuos. Es decir, casi el triple de lo que el territorio español ofrece. Con el ritmo de vida de los españoles, sería necesario que España fuera 2,94 veces mayor."

Parece intuitivo que en los países occidentales consumimos por encima de lo que trabajamos, es decir, que no somos autosuficientes. ¿De dónde sale todo ese excedente del que nos apropiamos? ¿Cuándo comenzó esa tendencia?
Quizá puedan verse antecedentes en la antigüedad clásica, cuando griegos, romanos y árabes se lanzaban a la conquista de otros pueblos, para obtener los recursos que les permitieran seguir acumulando riquezas (entre los habitantes que se habían organizado para someter a los "bárbaros"). Todos estos imperios acabaron colapsando una vez que los pueblos conquistados eran integrados en el sistema y el poder comenzaba a fragmentarse. Sin embargo, a escala global, hubiesen podido mantenerse sin necesidad de planetas adicionales.

Es en la Modernidad cuando parece asentarse un sistema económico de crecimiento basado en la búsqueda de recursos en cualquier parte del globo. Empezaron los portugueses y españoles extrayendo especias y metales preciosos de Asia y el nuevo continente. Los anglosajones cerraron el círculo vendiendo manufacturas en las colonias, donde obtenían materias primas a cambio de mano de obra esclava capturada en África.
Europa se lanzó a la tarea de acumular la riqueza que se extraía del resto de continentes. Cuanta más población y territorios se incorporan a ese esquema de extracción de riqueza, más complejo se volvía el sistema. Más aún, a medida que se iban agotando los caladeros de recursos.

Ahora, empezamos a ver algunas de las nefastas consecuencias de ese sistema: degradación de la naturaleza, alteración del clima, agotamiento de combustibles fósiles, paro y pobreza sistémicas (que alimentan el mercado laboral con mano de obra barata), conflictos bélicos por el dominio de áreas estratégicas, auge de los fascismos y nacionalismos (que tratan de mantener los privilegios de sectores reducidos de población), flujos migratorios masivos hacia las áreas donde se concentra la riqueza... ¿Nos encontramos a las puertas del colapso del capitalismo?

Más información sobre estos y otros temas, en los podscasts del programa de radio "La linterna de Diógenes"
Colapso. Capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo
Capitalismo y Esclavitud. El Tráfico de esclavos

viernes, 30 de noviembre de 2018

El "Homenaje a Cataluña" de George Orwell

Hace unos días terminé de leer esta novela. La verdad que me enganchó desde el principio. Y es que ofrece una visión de la Guerra Civil Española a la que no está uno acostumbrado.
Supongo que la guerra debió de vivirse de muy diversas formas dependiendo del lugar donde pillara a aquellas pobres gentes, y dependiendo del bando en que les tocara posicionarse.
El relato de Orwell transcurre entre Cataluña y el frente de Aragón, que fueron las últimas zonas en caer bajo el control de las tropas franquistas.

Durante los casi cuarenta años de dictadura, el relato dominante había sido el de los que ganaron la guerra. Con la muerte del dictador empezó a cobrar relevancia el de los vencidos (concretamente el de los que ganaron las elecciones, los socialistas, a los que Orwell consideraría socialistas de derechas). Y lo que nos ha llegado a las generaciones posteriores es esa dualidad: vencedores-vencidos, izquierda-derecha, fascistas-antifascistas, dictadura-democracia.
Pero en "Homenaje a Cataluña" se describe una complejidad mucho mayor: división entre comunistas, socialistas, anarquistas, trotskistas, el gobierno catalán... con una única cosa en común: el enemigo fascista.

Orwell describe la situación desde su óptica de miliciano extranjero que combate en las líneas del POUM (un partido comunista trotskista, opuesto a al comunismo institucional de Rusia).

[...]La «línea» del POUM era aproximadamente la que sigue: «Carece de sentido hablar de oponerse al fascismo por medio de una democracia burguesa. La "democracia" burguesa es sólo otro nombre del capitalismo y lo mismo ocurre con el fascismo; luchar contra el fascismo en nombre de la "democracia" significa luchar contra una forma de capitalismo en nombre de otra forma que es susceptible de convertirse en la primera en cualquier momento. La única alternativa real al fascismo es el control obrero [...]»

Estas milicias de voluntarios, que contaban con muy escasos medios materiales (armas obsoletas, artillería pesada y municiones casi inexistentes), fueron las que consiguieron frenar el avance de las tropas franquistas por la península. Creando un cierto aislamiento del conflicto en la zona tras el frente de Aragón. Quizá, eso permitió fantasear durante los primeros meses de contienda con la posibilidad de una Revolución Obrera que llevase a una sociedad autogestionada.

[...]Cuando llegué a Barcelona por primera vez, me pareció una ciudad donde las distinciones de clases y las grandes diferencias económicas casi no existían. Eso era, desde luego, lo que parecía. Las ropas «elegantes» constituían una anormalidad, nadie se rebajaba ni aceptaba propinas; los camareros, las floristas y los limpiabotas te miraban a los ojos y te llamaban «camarada». Yo no había captado que se trataba en lo esencial de una mezcla de esperanza y camuflaje. Los trabajadores creían en la revolución, que había comenzado sin llegar a consolidarse, y los burgueses, atemorizados, se disfrazaban temporalmente de obreros. En los primeros meses de la revolución hubo seguramente miles de personas que deliberadamente se pusieron mono proletario y gritaron lemas revolucionarios para salvar el pellejo. Ahora las cosas estaban volviendo a sus cauces normales.[...]

Orwell terminó de escribir el libro antes de que finalizara la guerra. Los que nacimos ya en la democracia burguesa sabemos cual fue el desastroso final, y cómo el fascismo arrasó Europa en los años posteriores...
Es extraño, porque parece que no hayamos aprendido lo suficiente de aquella época: en occidente parecen tomar fuerza de nuevo los movimientos nacionalistas; el racismo y la xenofobia se ha volcado contra los inmigrantes del tercer mundo; los ejércitos siguen armados y bien armados.
Ahora sería muy difícil formar milicias de ciudadanos, porque, eso sí, los estados se han alzado con el monopolio del armamento. El capitalismo ya no tiene opositores, ni contraejemplos vigentes, campa a sus anchas por todo el globo, sometiendo a la miseria a un gran porcentaje de la población, contaminando, esquilmando recursos... Y todo para que unos pocos vivan muy bien. Aún así, en sus periódicas crisis, se atreve a decirnos que vivimos por encima de nuestras posibilidades. Cuando dedicamos largas jornadas de trabajo para subsistir en un frenético consumo. Cuando no dejamos de ver noticias de hambre y guerra en nuestros televisores. -¡Que nos nos engañen! ¡Vivimos muy por debajo de nuestras posibilidades!-

Cuando terminé de leer la novela estaba en Berlín. Una ciudad que había sido arrasada en la Segunda Guerra Mundial, y vuelta a construir.
Nos contaron historias de vallas y muros que dividían familias, a las que apenas separaban unos cientos de metros. Nos acordamos de Ceuta y Melilla, de México, EEUU... De barrios ricos y barrios pobres en toda gran urbe.
Todo es nuevo en Berlín. No queda ni rastro del nazismo. -Está prohibido exhibir cualquier símbolo nazi. -Nos comentó el guía turístico-. Como si los alemanes se avergonzaran profundamente de que aquel tipejo del bigote les hubiese engañado para satisfacer su afán de dominación expansionista.

Mientras, aquí, en España, todavía consentimos que el golpista que nos sumió en casi 40 años de dictadura tenga un monumento de dimensiones ciclópeas en el corazón del país; que todavía muchos digan que "con Franco se vivía mejor"; que incluso se paseen por el centro de la capital con sus banderas y cánticos para rendirle homenaje, en las inmediaciones del palacio donde vive el mismo rey que el dictador dejó al cargo de sus súbditos.

No sé si Orwell reconocería esta España nuestra, donde no existen alternativas políticas que cuestionen el capitalismo (ni a la izquierda, ni mucho menos a la derecha). Y es que, son muchos los que dicen que vivimos más en la distopía futurista descrita por Aldoux Huxley en "Un mundo feliz", que en el Estado de control policial descrito por Orwell en su más famosa novela "1984", seguramente muy influida por la experiencia vivida en la guerra civil española.
Toro de Osborne y edificio ruinoso junto a la autopista que une Zaragoza con Barcelona - 1 de Noviembre de 2018

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"Cuánto horror habrá que ver,
cuántos golpes recibir,
cuánta gente
tendrá que morir.

La cabeza bien cuidada
o muy bien estropeada
y nada
nada que agradecer.

Dentro de nuestro vacío
sólo queda en pie el orgullo,
por eso
seguiremos de pie.

Mogollón de gente
vive tristemente
y van a morir
democráticamente
y yo, y yo, y yo
no quiero callarme.

La moral prohíbe
que nadie proteste,
ellos dicen mierda,
nosotros amén,
amén, amén, amén,
a menudo llueve."
Fragmento de "Ellos dicen mierda"  - La Polla Records