sábado, 28 de enero de 2012

La tercera cultura, la lucha entre: “ciencias” Vs “letras”. Y la tecnología

Después de leer un poco acerca de esta “tercera cultura”, le queda a uno la impresión de que no es más que el campo donde dirimen sus batallas los tradicionales dos ámbitos de las “letras”/“humanidades” y los “números”/“ciencias”.
Los dos luchan por alzarse con el reconocimiento de la sociedad como el valor más alto de la cultura. Todos quieren participar en el proceso de divulgación popular y, por supuesto, quieren que su área sea la más relevante.

Hubo un tiempo en que esta separación no existía, todo era Ciencia, saber, conocimiento acerca del Mundo. Con la invención de la escritura, el saber podía almacenarse y guardarse, con lo que este se ha ido incrementando generación tras generación, a lo largo de cientos de años. Y claro, ahora es imposible saberlo todo de todo, así que bajo el paradigma de “divide y vencerás”, las distintas ramas del conocimiento se han ido separando e independizando unas de otras. Hasta llegar a la situación actual, donde podemos distinguir dos grandes bloques: Las ciencias que versan sobre el mundo físico (lo que es así y no puede ser de otra manera) y las letras que lo hacen sobre la producción humana (lo elegible).
Los científicos reprochan a los humanistas el haberse apropiado durante siglos de la palabra “intelectual”, de tal manera que un científico no podía considerarse “culto” por no conocer a los clásicos: Aristóteles, Shakespeare, Cervantes... En cambio, un humanista podía considerarse muy culto sin tener ni idea de conceptos matemáticos.
Desde la otra perspectiva, los humanistas podrían reprochar a los científicos el haberse apropiado de la palabra “Ciencia”, de forma que su conocimiento no sería un conocimiento verdadero, porque no versa sobre el mundo físico, sino sobre productos del desarrollo humano en sociedad. Pero la literatura, la política, la antropología, la historia... hablan de la realidad, pasada o futura y, quizá, la única diferencia radica en la sistematización y precisión que se puede alcanzar en el ámbito de las humanidades y el de las ciencias.

El término de “la tercera cultura” fue acuñado por Charles Percy Snow. En su última obra al respecto vaticinaba el surgimiento de una tercera cultura que dialogaría con las otras dos... Pero esto no ocurrió. Y, en un efecto acción-reacción, lo que ha ocurrido es que desde el ámbito científico ha comenzado una labor divulgadora, de manera que, hoy día, podría decirse que el reconocimiento social es para el ámbito de la ciencia en detrimento de los humanistas. Así, numerosos científicos escriben libros para el público general con una amplia aceptación.

Uno no puede dejar de ver tintes materialistas en esta inversión de las tornas, que tampoco creo que sea tal. Más bien, lo que a ocurrido es que a partir de la revolución industrial, con la fabricación en serie, se han ido incorporado al hogar cada vez más complicados aparatos tecnológicos (coches, lavadoras, ordenadores, móviles...). Y estos nuevos aparatos no sólo han sido incorporados para satisfacer necesidades, sino que invaden además nuestro tiempo de ocio. Al ser productos de comercio mundial tienen enormes repercusiones en la economía y todos los inversores quieren estar al corriente de los diferentes avances en ciencia y tecnología. Creo que estos dos factores: la incorporación de la alta tecnología al hogar y la repercusión económica, son fundamentales en la revalorización de la cultura de las ciencias.

¿Qué valor puede tener la literatura frente a una película de ciencia-ficción 3D y 7 canales de audio envolvente? Porque en el cine y las demás artes también puede percibirse este interés creciente por las ciencias.

Por tanto, la profecía de Snow no se cumplió y los intelectuales de “letras” se han convertido en seres improductivos que se dedican a tareas de lo más freak. Sin embargo, las humanidades y la tecnología no son tan diferentes: ambas tienen como objeto de estudio alguna producción humana. En algún momento de la historia la tecnología dejó de ser meramente una herramienta de producción, de arte o de guerra y pasó al servicio de la ciencia, que la revistió con su halo de necesidad. Con lo que parece que la tecnología es así y no puede ser de otra manera, es la mejor posible. Cuando, realmente, es fruto de las elecciones humanas, de lo que han decidido investigar, conocer, de lo que se podía vender, lo que podía curar o lo que podía matar. Más tarde, la tecnología se incorporó al hogar, al ocio, y dejó de ser un medio para convertirse en un fin, la tecnología por la tecnología.

En el mundo del arte es reconocido que con el Impresionismo hubo una ruptura en lo que había sido la representación de la realidad, la “mímesis”. Quizá, en el mundo de la tecnología, ocurrió algo similar con la Revolución Industrial (curiosamente en la misma época), la producción en serie y los mercados globales. Fijando el concepto de progreso como desarrollo tecnológico y crecimiento económico. Obviamente las rupturas no son nunca tales, son siempre un proceso. Y tampoco ocurren rupturas de forma aleatoria, sino que suele haber fuertes interdependencias entre las diferentes áreas en las que, de forma artificiosa, los humanos hemos dividido el conocimiento. En este sentido, me parece que la tecnología y sus estudiosos, los ingenieros, podrían jugar un importante papel llenando el vacío entre el campo de las ciencias y las letras. Haciendo de mediadores e integradores, quizá construyendo esa tercera cultura de la que hablaba Snow, siempre y cuando consigamos vencer el prejuicio de las humanidades como algo improductivo y fuera de la realidad.
Algunos ya han dado este paso como Thomas Khun con su teoría de los “cambios de paradigma científico”. Un cambio de este tipo está enmarcado dentro de un contexto social e histórico y no puede ocurrir de forma abrupta por muy científicas que sean las pruebas.

Vivimos en una sociedad altamente especializada y, aún los que hemos dedicado muchos años a estudiar, tenemos enormes carencias en todo lo que se sale de nuestro ámbito. Aceptar esto es duro, así que preferimos refugiarnos en lo nuestro, que siempre es lo más difícil y mejor, restamos importancia a lo demás, incluso lo negamos:
«Soy una persona culta», se dicen, «y no puedo encontrarle sentido a esto. Por lo tanto tiene que ser absurdo.» - Paul Davies

Yo, lo único que he aprendido en estos años es que todo es susceptible de aprehenderse, que la dificultad la ponen la falta de tiempo, de información y de voluntad. Decir que lo que otros han hecho o piensan es absurdo, que no tiene sentido, que está mal... es la solución fácil. Echar por tierra el trabajo de los demás para que el propio cobre protagonismo es sólo un ejercicio de soberbia.


Claro que: yo soy de los que procuran no hacer nunca lo que deben y lo contrario de lo que le dicen.

domingo, 8 de enero de 2012

Estado de Malestar


-El paro, la crisis... Obviamente lo que está fallando es el Estado de Bienestar- Dijo un tipo el otro día en la tele. Y se quedó más ancho que largo.

Ese discurso se ha grabado en la mente de la mayoría de la gente y no importa que sean beneficiarios del Estado de Bienestar, o capitalistas usuarios del sistema privado. La maquinaria de los mass media ha unificado su pensamiento. En el transcurrir de los 3 o 4 años el discurso del miedo, de la catástrofe económica que cada día se cierne sobre nosotros, ha minado la conciencia de la sociedad. Ahora el trabajador sólo quiere trabajar y no importan las condiciones.

Nos han convertido en expertos en macroeconomía: inflación, primas de riesgo, deuda de países y comunidades autónomas... A partir de esas premisas es como se justifican los recortes de derechos de los ciudadanos, trabajar más y cobrar menos, pagar más impuestos y tener menos servicios. Esas son las medidas para salir de la crisis, crear el Estado de Malestar, el infierno en la tierra. 

Por todos lados se oyen voces que despotrican contra el funcionario medio, esos odiados seres que tienen condiciones dignas de trabajo. -¡Que los echen!- Si no a todos, al menos un porcentaje alto. -¡Que les obliguen a trabajar más!- ¡Que les bajen el sueldo! Si estallase la revolución, nadie asesinaría al empresario, al banquero o al político (bueno, al político quizá sí). La masa enloquecida acabaría con los servicios públicos y se los darían a un capitalista para que los explotase de forma más eficiente, para que exprimiera a sus trabajadores con la amenaza del despido.

Si aumentas la jornada laboral, la consecuencia directa es la reducción de puestos de trabajo.
Si suprimes los servicios públicos reduces puestos de trabajo. 

¿O acaso un empresario va a contratar más personal del estrictamente necesario?, ¿o se va a esforzar en cumplir unos determinados criterios de calidad si no se los imponen desde fuera? Sólo si hay competencia se esforzará en seducir, en transmitir sensación de calidad.

Obviamente el paro es una lacra, pero el discurso macroeconómico que escuchamos todos los días no tiene la intención de acabar con él, así como tampoco tiene la intención de generar mayor calidad de vida para los ciudadanos. El Mercado sólo quiere crecer y no importan los medios.

Nuestros gobernantes ya no lo son, son expertos en economía, son gestores del capital y realmente ni siquiera tienen ideas políticas, sólo tienen un plan mejor para gestionar la economía. Son expertos comunicadores apoyados por grandes empresas, que se encargan de financiar la difusión de sus mensajes.

Hubo un tiempo en que no se cansaban de decir que, como la población era cada vez más vieja, el Estado de Bienestar sería insostenible porque no habría suficientes trabajadores para cotizar. Hace años que no escucho ese argumento.

Existe una crisis, pero es una crisis de valores, de valores morales, de argumentos... En otro caso no se entiende que la población acepte de tan buen grado recortes en sus derechos. Por algo tan ajeno, tan etéreo, como es la crisis de los mercados. Así como tampoco se entiende la polarización de la población en una clase dirigente extremadamente rica que exige sacrificios a una mayoría cada vez más pobre. 

Sí, en el sistema actual existen tremendas contradicciones, algo está fallando... pero no es el Estado de Bienestar. Me parece correcta la posición de las clases altas, dirigentes, capitalistas, de querer acabar con el Estado de Bienestar y repartirse los impuestos recaudados al pueblo, acabar con sus derechos para tener un mercado laboral más flexible. Es una postura coherente: Igual que existe inmediatez y deslocalización en los mercados financieros con movimientos instantáneos de grandes sumas de dinero de un lugar a otro del mundo ¿Por qué no hacer lo mismo con el mercado laboral? 
Lo que no me parece correcto es que los miembros, o posibles miembros de ese mercado laboral, apoyen su modelo. Porque es un modelo en contra de las personas. Se pueden manipular las ideas y los sentimientos de la gente, pero existe un instinto, o una tendencia, gregaria: buscar una estabilidad, unos vínculos sociales... Las personas aunque sean pobres, no son cosas, no son mercancías, no son monedas y desde luego que se las puede tratar como tales, pero no seamos tan necios de darles nuestro consentimiento para que lo hagan.