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viernes, 30 de noviembre de 2018

El "Homenaje a Cataluña" de George Orwell

Hace unos días terminé de leer esta novela. La verdad que me enganchó desde el principio. Y es que ofrece una visión de la Guerra Civil Española a la que no está uno acostumbrado.
Supongo que la guerra debió de vivirse de muy diversas formas dependiendo del lugar donde pillara a aquellas pobres gentes, y dependiendo del bando en que les tocara posicionarse.
El relato de Orwell transcurre entre Cataluña y el frente de Aragón, que fueron las últimas zonas en caer bajo el control de las tropas franquistas.

Durante los casi cuarenta años de dictadura, el relato dominante había sido el de los que ganaron la guerra. Con la muerte del dictador empezó a cobrar relevancia el de los vencidos (concretamente el de los que ganaron las elecciones, los socialistas, a los que Orwell consideraría socialistas de derechas). Y lo que nos ha llegado a las generaciones posteriores es esa dualidad: vencedores-vencidos, izquierda-derecha, fascistas-antifascistas, dictadura-democracia.
Pero en "Homenaje a Cataluña" se describe una complejidad mucho mayor: división entre comunistas, socialistas, anarquistas, trotskistas, el gobierno catalán... con una única cosa en común: el enemigo fascista.

Orwell describe la situación desde su óptica de miliciano extranjero que combate en las líneas del POUM (un partido comunista trotskista, opuesto a al comunismo institucional de Rusia).

[...]La «línea» del POUM era aproximadamente la que sigue: «Carece de sentido hablar de oponerse al fascismo por medio de una democracia burguesa. La "democracia" burguesa es sólo otro nombre del capitalismo y lo mismo ocurre con el fascismo; luchar contra el fascismo en nombre de la "democracia" significa luchar contra una forma de capitalismo en nombre de otra forma que es susceptible de convertirse en la primera en cualquier momento. La única alternativa real al fascismo es el control obrero [...]»

Estas milicias de voluntarios, que contaban con muy escasos medios materiales (armas obsoletas, artillería pesada y municiones casi inexistentes), fueron las que consiguieron frenar el avance de las tropas franquistas por la península. Creando un cierto aislamiento del conflicto en la zona tras el frente de Aragón. Quizá, eso permitió fantasear durante los primeros meses de contienda con la posibilidad de una Revolución Obrera que llevase a una sociedad autogestionada.

[...]Cuando llegué a Barcelona por primera vez, me pareció una ciudad donde las distinciones de clases y las grandes diferencias económicas casi no existían. Eso era, desde luego, lo que parecía. Las ropas «elegantes» constituían una anormalidad, nadie se rebajaba ni aceptaba propinas; los camareros, las floristas y los limpiabotas te miraban a los ojos y te llamaban «camarada». Yo no había captado que se trataba en lo esencial de una mezcla de esperanza y camuflaje. Los trabajadores creían en la revolución, que había comenzado sin llegar a consolidarse, y los burgueses, atemorizados, se disfrazaban temporalmente de obreros. En los primeros meses de la revolución hubo seguramente miles de personas que deliberadamente se pusieron mono proletario y gritaron lemas revolucionarios para salvar el pellejo. Ahora las cosas estaban volviendo a sus cauces normales.[...]

Orwell terminó de escribir el libro antes de que finalizara la guerra. Los que nacimos ya en la democracia burguesa sabemos cual fue el desastroso final, y cómo el fascismo arrasó Europa en los años posteriores...
Es extraño, porque parece que no hayamos aprendido lo suficiente de aquella época: en occidente parecen tomar fuerza de nuevo los movimientos nacionalistas; el racismo y la xenofobia se ha volcado contra los inmigrantes del tercer mundo; los ejércitos siguen armados y bien armados.
Ahora sería muy difícil formar milicias de ciudadanos, porque, eso sí, los estados se han alzado con el monopolio del armamento. El capitalismo ya no tiene opositores, ni contraejemplos vigentes, campa a sus anchas por todo el globo, sometiendo a la miseria a un gran porcentaje de la población, contaminando, esquilmando recursos... Y todo para que unos pocos vivan muy bien. Aún así, en sus periódicas crisis, se atreve a decirnos que vivimos por encima de nuestras posibilidades. Cuando dedicamos largas jornadas de trabajo para subsistir en un frenético consumo. Cuando no dejamos de ver noticias de hambre y guerra en nuestros televisores. -¡Que nos nos engañen! ¡Vivimos muy por debajo de nuestras posibilidades!-

Cuando terminé de leer la novela estaba en Berlín. Una ciudad que había sido arrasada en la Segunda Guerra Mundial, y vuelta a construir.
Nos contaron historias de vallas y muros que dividían familias, a las que apenas separaban unos cientos de metros. Nos acordamos de Ceuta y Melilla, de México, EEUU... De barrios ricos y barrios pobres en toda gran urbe.
Todo es nuevo en Berlín. No queda ni rastro del nazismo. -Está prohibido exhibir cualquier símbolo nazi. -Nos comentó el guía turístico-. Como si los alemanes se avergonzaran profundamente de que aquel tipejo del bigote les hubiese engañado para satisfacer su afán de dominación expansionista.

Mientras, aquí, en España, todavía consentimos que el golpista que nos sumió en casi 40 años de dictadura tenga un monumento de dimensiones ciclópeas en el corazón del país; que todavía muchos digan que "con Franco se vivía mejor"; que incluso se paseen por el centro de la capital con sus banderas y cánticos para rendirle homenaje, en las inmediaciones del palacio donde vive el mismo rey que el dictador dejó al cargo de sus súbditos.

No sé si Orwell reconocería esta España nuestra, donde no existen alternativas políticas que cuestionen el capitalismo (ni a la izquierda, ni mucho menos a la derecha). Y es que, son muchos los que dicen que vivimos más en la distopía futurista descrita por Aldoux Huxley en "Un mundo feliz", que en el Estado de control policial descrito por Orwell en su más famosa novela "1984", seguramente muy influida por la experiencia vivida en la guerra civil española.
Toro de Osborne y edificio ruinoso junto a la autopista que une Zaragoza con Barcelona - 1 de Noviembre de 2018

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"Cuánto horror habrá que ver,
cuántos golpes recibir,
cuánta gente
tendrá que morir.

La cabeza bien cuidada
o muy bien estropeada
y nada
nada que agradecer.

Dentro de nuestro vacío
sólo queda en pie el orgullo,
por eso
seguiremos de pie.

Mogollón de gente
vive tristemente
y van a morir
democráticamente
y yo, y yo, y yo
no quiero callarme.

La moral prohíbe
que nadie proteste,
ellos dicen mierda,
nosotros amén,
amén, amén, amén,
a menudo llueve."
Fragmento de "Ellos dicen mierda"  - La Polla Records