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viernes, 18 de enero de 2008

Pido la voz y la palabra

Escribir por escribir, por mantener la costumbre que un día tuve. Para hablar de las cosas que nunca hablo, para decir lo que nadie quiere oir.


Del hecho de hablar: ¿Qué es lo más importante? ¿Lo que se dice, o crear y mantener un vínculo con el interlocutor? Si es lo segundo, el contenido de las palabras no es lo importante. Por eso siempre se acaban hablando banalidades, excepto si existe una buena conexión emocional y convergencia de intereses, entonces la conversación resulta interesante y crece, sube, baja, se expande y contrae... una feria de los sentidos, un torrente desbordado de ideas y emociones... una borrachera.

¿Pero qué ocurre cuando lo importante es lo que se dice? Cuando se tiene algo que comunicar, una revelación, un sentimiento, una imagen... Entonces ordenas las ideas, las repasas, indagas en ellas... y finalmente publicas un “paper”, escribes un poema, una novela, una canción, pintas un cuadro, grabas una película... lo que sea con tal de que resulte atractivo o útil. Lo que sea, con tal de asomarse al exterior del autismo que te impide subir a la montaña rusa de emociones de los demás.


¡Sí! Yo también tengo instinto gregario, yo también quiero ser tenido en cuenta, aunque sólo sea como un exhibicionista de la palabra.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Yo no perdono

El suyo era un mundo extraño. En este mundo todos los actos tenían consecuencias. Por supuesto las malas acciones también... tenían consecuencias oscuras. ¿Y qué necesidad había de sufrir?


¿Acaso existe algo peor que no recibir el correspondiente castigo? Escabullirse como rata inmunda entre basuras pestilentes.


Cobardes, una vez el mundo estuvo plagado de ellos, insulsos seres incapaces de sublimar y retener sus instintos, sus emociones. Siempre ocultándose, mintiendo, gritando a los cuatro vientos que eran buenos, que todos tenían debilidades, que no debían ser castigados por ser “normales”. Para eso se utilizó su crucifixión, su sufrimiento, para regalar perdón a diestro siniestro. Ya sufrió Él por nosotros, ahora todo tiene el perdón de Dios. “Si yo os amo, qué os importa a vosotros, qué tenéis que ver en todo ello”.


Afortunadamente, todo había cambiado, una nueva luz iluminaba los rostros de la gente. La luz del Yo: Yo debo, Yo hago, Yo digo, Yo asumo, Yo no perdono...