domingo, 17 de febrero de 2013

Ptolomeo, Copérnico, paradigmas y cambios sin más.

Ptolomeo diseñó un modelo geométrico para explicar el movimiento de los astros y unas matemáticas que pretendían predecir los diversos fenómenos celestes -con la Tierra como centro del Universo-.
Catorce siglos más tarde, Copérnico creyó que podía mejorar este modelo, que podía dotarlo de una mayor coherencia con la realidad.

Ptolomeo modeló los movimientos del Cosmos utilizando circunferencias, que se asumía era el único movimiento que cabía en el reino perfecto de los cielos. ¿Y por qué iba a pensar de otra manera? Si desde la Tierra todo parecen esferas (el Sol, la Luna, los planetas...) que rotan en torno a nosotros.
Así que, para cuadrar los datos observados, tenía que recurrir a combinaciones de recorridos circulares superpuestos (epiciclos) y astros desplazados del centro (excentricidad) que, prácticamente, permitían aproximar cualquier tipo de curva.

Copérnico no puso en duda el modelo de Ptlomeo -quien era tenido en alta estima: algo impensable hoy día, cuando cualquier objeto o teoría de hace unos años parece superada, obsoleta... y, por supuesto, nos creemos mucho más listos-. Pero se dio cuenta de que si ponía el sol en el centro del sistema, se simplificaban considerablemente las matemáticas, todo resultaba más armonioso.
Esto ocurría en pleno Renacimiento, con una creciente difusión e interés por todo lo clásico y las teorías pitagóricas o platónicas, que defendían esa idea de armonías universales y las matemáticas como herramienta para alcanzar el verdadero conocimiento (ideal).
Pero el modelo copernicano seguía teniendo que recurrir a epiciclos, excentricidades... y, aún así no conseguía explicar ni predecir todos los fenómenos celestes -circunstancia que podía atribuirse a la imprecisión y escasez de datos-.
Así, desde el punto de vista de la eficacia o la precisión, el modelo copernicano y el ptolemaico no resultaban muy distintos. Y costó casi un siglo que fuese tomado en serio, gracias a Galileo y sus observaciones telescópicas que ofrecían pruebas visuales.

By Rosetec (Own work) [CC-BY-SA-3.0], via Wikimedia Commons


Hoy sabemos -más bien nos han contado- que la Tierra es sólo un planeta dentro del sistema solar, una pequeña estrella dentro de la Vía Láctea (una galaxia como tantas otras, dentro de un universo infinito en expansión...) Vamos, que no somos nada.
Así que, poner el Sol en el centro del universo puede parecernos poca cosa -además de erróneo-.

Con todo esto, lo que quería poner de manifiesto es que, a menudo, en tareas de investigación o desarrollo (o en el cotidiano vivir) tomamos teorías, modelos, programas, pedazos de código... como obras finalizadas, cerradas. Y decimos que son perfectas, que han sido llevadas a cabo por grandes profesionales de forma concienzuda, porque todo se deduce de forma sencilla y armoniosa. O bien, decimos que son una puta mierda, por complejas, porque no las entendemos, o no tenemos ganas de entenderlas.
En ambos casos se comete el error de considerar la obra como acabada y no someterla a crítica.
Eso fue lo que hizo Copérnico: Retomar el trabajo de Ptolomeo, probar, cambiar variables... Con la firme intención de dar una explicación de la realidad. Esa es una tendencia que ha continuado hasta la actualidad. Con sucesivos cambios de "paradigma", cuando el modelo tradicional predominante se complicaba en exceso, o era incapaz de explicar los datos y evidencias que se iban recogiendo.
Para conseguir estos cambios de modelo, es necesario poder pensar otras realidades, aunque sea apoyados en ideas tan peregrinas como puedan parecerlo las pitagóricas, la teoría de la relatividad o la dualidad onda-corpúsculo de la luz. Disponer de herramientas intelectuales suficientes para salir de los círculos en que a menudo quedamos atrapados, sin ser capaces de recurrir a la solución imaginativa.

Por tanto, si en tu quehacer diario ves que todo empieza a ser demasiado complicado, que no cuadran las cuentas... puede que haya llegado el momento de cambiar de "paradigma" y, como Copérnico: "regalar a todos los ciudadanos, ricos o pobres, un viaje anual gratis alrededor del Sol".

Para más información:
Historia de la Ciencia - Carlos Solís y Manuel Sellés
Historia del pensamiento filosófico y científico. II Del Humanismo a Kant - Giovanni Reale Dario Antiseri

viernes, 8 de febrero de 2013

Corrupción, recompensa del oportunismo y espiral de malestar

Hoy he escuchado en la radio cómo unos cargos públicos (el alcalde de Barcelona y un diputado de CiU) se quejaban de lo poco que ganan los políticos y, que por esa circunstancia, se sucedían tantos casos de corrupción.
Los sueldos de estas personas son de dominio público, son sueldos muy altos, quizá un orden de magnitud por encima de la media, son privilegiados... Entonces, me quedé con cara de gilipollas pensando... - Esta gente vive en una dimensión paralela?? -
Ya no sólo porque a un porcentaje muy importante de la población le es indiferente la política (entre un 30% y un 40% de absentismo en cualquier tipo de elecciones españolas). Sino que además, un numero cada vez mayor de personas (desde que empezó la "crisis" y las políticas de austeridad), aborrece la clase política: la consideran un estorbo, una lacra, parásitos.
Lo que denotan estos comentarios es que los políticos son corruptos por naturaleza: Un individuo que se entrega a la actividad política en una democracia representativa, como se supone es la nuestra, y hace alarde de desear un sueldo que sólo se da entre las minorías privilegiadas es que: O bien representa a esas minorías, o bien sólo busca su lucro personal.

Vivimos en una sociedad de tremendas desigualdades. Desigualdades con las que somos complacientes cuando nos favorecen y de las que nos quejamos amargamente cuando nos son adversas.
Aquí podríamos distinguir varios ámbitos o escalas: A nivel global (Primer Mundo Vs otros ), a nivel estatal, regional, a nivel de sector productivo... hasta llegar al nivel individual y sus redes cercanas (familia, amigos, trabajo...).
Tendemos a demandar, o admitir, una mayor igualdad en los ámbitos globales. - No tiene sentido que por nacer en un país u otro se limiten las oportunidades de prosperar económicamente. - Es una afirmación que, quitando prejuicios racistas, todo el mundo estaría dispuesto a asentir, formaría parte del ideal liberal, del sueño americano! Una tierra de oportunidades para quienes quieran trabajarla. Otra cosa distinta es que exista una iniciativa política (iniciativa social coordinada) desde los países privilegiados para conseguir ese ideal.
Los que vivimos en el Primer Mundo somos conscientes de la gran suerte que supone haber nacido en el lugar adecuado, y no queremos renunciar a ello. Argumentamos esta arbitrariedad construyendo un imaginario de superioridad que va desde nuestros ancestros al origen de nuestra cultura, el esfuerzo de generaciones... Hechos que justifican la situación actual pero que que no la legitiman.

El lado perverso reside en que, ese mismo esquema de desigualdad in-justificada, se traslada a nuestras relaciones más cercanas: - Yo tengo más estudios y me merezco ganar más. - Yo he asumido más riesgos y por eso tengo más dinero. - Yo he trabajado muy duro, así que debo estar por encima de ti. - Yo he tenido que tragar mucha mierda, pisar muchas cabezas y lamer muchos culos para llegar a donde estoy. -
Las dos últimas afirmaciones podrían encuadrarse dentro del "a mayor esfuerzo mayor recompensa" (aunque la última con un sentido claramente peyorativo). Y las dos primeras "a mayor astucia mayor recompensa" (aunque uno puede intuir que tiene mucha importancia el partir de un contexto familiar y social favorable).
Una de las contradicciones de las teorías liberales es que: Aunque el ideal liberal dice que la mano invisible del mercado haría converger el sistema a una competencia perfecta y a la mayor de las eficiencias posibles. Al final, nos encontramos con que es imposible partir de una situación de igualdad de oportunidades, y que, estas desigualdades, en lugar de disminuir se acrecientan. Creando un sistema fundado en la injusticia, donde la recompensa (económica) no es proporcional al esfuerzo, las habilidades o la audacia, sino a una suerte de oportunismo y condiciones de partida que, además, no puede ser corregida mediante el ideal moral, porque cualquier comportamiento antimoral está permitido si revierte en un beneficio económico.

Esta arbitrariedad en la recompensa económica es fuente de malestar. Un malestar inevitable: Porque siempre existe el referente de alguien que gana más siendo un perfecto incompetente en cualquier área (de ahí el oscurantismo de las empresas a la hora de que unos empleados sepan lo que ganan otros y los salarios en función de la "valía"). Un malestar que se realimenta: Porque el beneficio económico justifica actos en contra del bien común y la justicia (de ahí la corrupción política y sus deseos de amasar más dinero que las clases a las que representan, puesto que son ellos los que se exponen a la opinión pública). La espiral del "y yo más", que no satisface al individuo ni nos lleva a un Mundo más justo.

domingo, 3 de febrero de 2013

Sobre los límites del lenguaje y mi paja web

El otro día me alegré un montón: ¡Mi página web volvía a ser visible! Ya la había dado por perdida y empezaba a reciclar sus componentes. Finalmente, algún administrador del sistema hizo público el procedimiento para acceder: era sólo un tema de permisos (y eso que ante la duda siempre doy todos los permisos a todo el mundo -777-, la seguridad y la privacidad son lo primero :-)

No la suelo actualizar. De vez en cuando algún cambio: estético principalmente, correcciones, textos largos, imágenes grandes...
Así que, básicamente, es una fotografía de cuando empezó a interesarme el hacer público mi enfermo pensamiento.
Así que parece todo un tanto pueril: inocente, intenso, rebelde, dañino, explícito... mucha prueba y error.
Casi me resulto extraño. Ya no me preocupan exactamente las mismas cosas, o no con la misma intensidad –podría decirse que es sólo cuestión de matices, pero “en Filosofía el matiz es concepto”-.
También veo caminos cerrados -no podemos seguirlos todos, en ocasiones hay que elegir-, o quizá eran caminos cortos, breves e intensos.
Así que... le tengo cariño a "mi paja web” y no quiero perderla (aunque tampoco quiero pagar por mantenerla).

Aparte del contenido, me ha servido para experimentar con el HTML, javascript y CSS, como si fuese un artista de lo conceptual. Expresándome libremente, con la única limitación que me imponía el lenguaje. No como el blog de blogger, donde tienes que adaptarte a un formato: -¡Esto es un blog y este espacio es para escribir!-. Sí, es verdad, el blog facilita mucho las cosas: al escritor porque sólo escribe, al lector por que se encuentra con una estructura que le resulta familiar. Y, desde luego, queda muy profesional con un esfuerzo nimio en cuanto a los aspectos de presentación.
Y aunque puedes dedicar largas horas a cambiar la apariencia de la plantilla y dejarla a tu gusto, siempre tendrá esa apariencia de blog. Yo lo he hecho, lo reconozco, tengo ese cruel defecto que empuja a destripar, a tocar lo que no se recomienda tocar, a usar las cosas creadas con una finalidad para otra distinta, presionar los límites para ver hasta donde puedes llegar, hackear...

La mía es una web 1.0, no hay interacción con el usuario, es sólo hipertexto e imágenes estáticas en dos dimensiones. Una parte de mi absurdo plan para inundar la inter-red de información irrelevante. Pero lo más importante es que es una creación a partir de nada, como rellenar una página en blanco. Eso es lo que hay cuando, con el gedit, empiezas a insertar tags <html>, defines los estilos css, editas las imágenes, escribes los textos... Un proceso muy artesanal, que hace que el producto sea único: con sus irregularidades, imperfecciones y transgresiones de lo que una página web debería ser.
Y es que uno se cansa de hacer las cosas “como deberían ser”, de adecuarse a un framework, de rellenar campos dentro de un formulario, de cumplir cánones estéticos, de adaptar el contenido a los hábitos esquizofrénico-acelerado-intuitivos de las masas de navegantes de la web...
No tengo que cumplir con ninguna cuenta de resultados, ni conseguir 10 millones de visitas. Es un entretenimiento, la satisfacción de una necesidad (de expresión, exhibicionismo). Una necesidad de expandir los límites de la normalidad, descubrir nuevas posibilidades que permitan pensar un mundo más allá de la última y más novedosa herramienta (tan intuitiva que con un sólo click hace todo aquello que querías hacer con el más "cool" y aséptico de los resultados; y si no estás contento con el resultado es que eres torpe, idiota, o no eres profesional, vamos, que eres un cutre :-)

Cuando empecé con mi paja web, tenía una obsesión casi enfermiza en poner imagen de fondo a todo, con muy poca idea de programas de retoque fotográfico (como el GIMP); por tanto, siempre había demasiado contraste. Pero yo tenía un truco! Seleccionar el texto con el ratón, así quedaba resaltado y se podía leer por encima de las imágenes.
Tampoco tenía mucho respeto por los derechos de autor –creo que ahora tampoco–: imagen que veía por internet, imagen que metía en mi página web. Con el tiempo, he ido sustituyendo algunas por otras generadas por mí. Me gustaría poner el nombre de todos los autores, pero no lo apunté en su día, así que... ya lo iré solucionando.

Un batiburrillo de muchas cosas, una amalgama de pasado y presente sin ningún orden cronológico, un cajón de sastre: de emociones, pensamiento, ego, trastornos psicológicos e imágenes inconexas. Eso es mi paja web!