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jueves, 12 de octubre de 2023

Las guerras anglo y la hispanidad

No sé en qué momento normalizamos que, ante un ataque violento, había que responder con más violencia: si sufro un atentado, entonces tengo que ir al lugar del que ha surgido, aniquilar a toda la población, convertirlo en una cuestión de Estado y apropiarme del botín.

Quizá fue con el 11S que empezó a operarse con esa lógica. Mega atentados en los que mueren miles de personas que son respondidos con ataques a Irak, Afganistán... Sin ningún pudor: sangre por sangre (y por petróleo, y posiciones estratégicas...). Intuimos que el interés económico es lo que motiva estas reacciones violentas en los Estados. Porque una lucha contra el terrorismo no reporta ningún beneficio -en España sabemos de eso, hemos sufrido los atentados de ETA por mucho tiempo y a nadie se le ha ocurrido bombardear el País Vasco-. Pero estos Estados beligerantes sí se cuidan mucho de construir el relato de un terrorismo inherente a otros Estados: Afganistán, Irak, Palestina... Porque la violencia contra la población es un crimen, pero la violencia de un Estado hacia otro es una guerra -y eso es una violencia bien, justa, capitalizable: con su armamento, gastos militares, expansión de territorios, colonización...-.

Ahora Israel aprovecha el brutal atentado sufrido hacia su población para arrasar, de forma aún más brutal, Gaza -un gueto donde se hacina y malvive la población musulmana-. Con fines colonizadores y expansionistas. Israel ya tiene el control efectivo de la zona, seguramente, cuando acabe este castigo, ya quede aún menos de lo que llamamos Palestina. Y no es que yo prefiera un Estado israelí a uno palestino. Es que lo de Israel ya cobra tintes de las peores prácticas del siglo pasado: colonización, racismo, limpieza étnica...

Una de las argumentos que se suelen dar a favor de la existencia de los Estados es que, al ostentar el monopolio de las armas y la ley, evitan las escaladas de violencia impidiendo que cada cual se tome la justicia por su mano -la población se siente así más segura-. El problema viene para las poblaciones con las que se ceban estos Estados beligerantes -los que invierten gran presupuesto en armamento con afán expansionista-. Estos Estados acaban siempre legitimando sus ataques ante una Europa cobarde que parece sentirse obligada/coaccionada a apoyar al tarado de su "aliado" americano: enviando dinero y armas, justificando sus acciones ante el resto de Estados... Como si nos estuvieran haciendo el trabajo sucio necesario para mantener nuestros sofisticados niveles de vida, frente a un exterior miserable y bárbaro que quiere acabar con nuestro trabajo y nuestra cultura.

Los Estados no somos todos, seguramente podemos afirmar que los Estados son sólo unas élites, que ordenan que otros hagan cosas, con consecuencias nefastas para un tercero. Con consecuencias negativas para nosotros también, porque al final, todo ese dinero que se invierte en los conflictos bélicos sale del sudor de nuestra frente. Todavía, como pueblo, podemos alzar la voz, no tenemos porqué justificar atrocidades. Es posible que nuestros dirigentes no tengan valores ni moralidad y sólo se guíen por una racionalidad económica, pero a nosotros todavía nos queda algo de humanidad -yo es lo que percibo cuando hablo con los demás-.

Hoy se celebra el día de la hispanidad y, la verdad, habría que revisar si realmente compartimos valores con el eje anglosajón (EEUU, Inglaterra, Israel...) o ya es hora de poner límites a su aversión al resto de bloques económicos del planeta: oriente medio -islam-, el eje Rusia-China, América latina... Dejar de lado la absurda idea de que se trata de nuestro brazo armado y el garante de los negocios en un mercado global. No compartimos religión ni idioma, tampoco ideal de vida. Cosas que, por avatares de la historia, sí que compartimos con otros Estados americanos que, en su desarrollo han demostrado ser menos belicosos. Desde nuestra tradición católica y filosófica, la cultura anglosajona se nos aparece como absolutamente decadente: avariciosa, perversa, viciosa, alcohólica, banal, agresiva... Podemos aspirar a amigos mejores.


miércoles, 2 de marzo de 2022

Palos y piedras en las guerras del fin del mundo

En el conflicto entre Ucrania y Rusia hay pocas certezas. Somos muy conscientes de que en las guerras se libran batallas en las que la información y la propaganda son armas fundamentales -también para justificarse uno u otro bando ante agentes externos al conflicto-. Sabemos que se miente, se difunden noticias falsas, se intenta desprestigiar y caricaturizar al oponente...
Pero sí que tenemos alguna certeza bastante clara: que en las guerras siempre pierde la población y que los pueblos no tienen nada que ver con los dirigentes de sus estados -son estos últimos los que han acaparado todo control sobre la violencia-. 

En Europa se lleva tiempo cultivando una creciente rusofobia. Y en los medios tradicionales ya asistimos a la satanización de Putin y el endiosamiento heroico del presidente de Ucrania. Una caricatura que va calando en la población. Una caricatura reforzada por la censura a los medios rusos, no sea que a los ciudadanos -que somos medio gilipollas- nos contaminen con un relato diferente al de Bruselas.

Los estados utilizan la población como un arma más: también para arrojarla contra las bombas y obtener las imágenes que justifiquen agresiones de respuesta. De la misma manera que se utiliza la economía para inyectar o quitar recursos a uno u otro bando. No me imagino al pueblo ruso organizándose y diciendo -Vamos a invadir Ucrania antes de que se una a la OTAN y nos planten sus bases militares en la frontera. De hecho, en los noticiarios nos han mostrado manifestaciones contra la guerra en pleno corazón de Moscú -manifestaciones convenientemente reprimidas con violencia-. 

Otra cosa que parece estar clara es que se trata de una guerra entre grandes potencias -Rusia y su esfera de influencia Vs la alianza atlántica- enfrentándose en el escenario de Ucrania. Y quien lo está pagando ahora es el pueblo ucraniano. Pero lo pagaremos todos: aquí, en Europa, con los precios de petróleo, el gas, los cereales... la inflación. EEUU, en su lugar, saldrá ganando: vendiéndonos más caro su armamento, su petróleo, su gas...

Una guerra supone un gasto inimaginable para las personas de a pie, que no hemos usado nunca un arma, ni tan siquiera sabríamos como obtenerla ni, mucho menos, cómo fabricarla. La guerra es cosa de las corporaciones y los oligarcas que controlan y dirigen los estados -los del IBEX-35 aquí, en España-. Aún así, los estados se afanan en alinear a su población con sus intereses, para que no perciban el sacrificio como algo inútil -vivimos en la época de la pose, los sentimientos y la publicidad-. En España la postura es: -Hay que ayudar al pueblo ucraniano para que mantenga su soberanía frente a Rusia y eso va a exigir sacrificio, porque Putin se ha vuelto loco desalineándose de occidente. Se disocia al pueblo ruso de sus líderes y, en cambios, se identifica intencionalmente al pueblo Ucraniano con su gobierno -ofreciendo una imagen europea y democrática del mismo- porque, sino, todo esto de las democracias representativas y los Estados no se sostiene por ningún sitio: nos daríamos cuenta de que Pedro Sánchez es sólo un producto de mercado subordinado a los intereses de Bruselas -el lugar donde las corporaciones legislan y reparten presupuestos que mantengan un entorno seguro a la actividad empresarial-.

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En 1989 Fukuyama publicó su ensayo "El fin de la historia", donde defendía:

"la historia humana como lucha entre ideologías ha concluido, ha dado inicio a un mundo basado en la política y economía de libre mercado que se ha impuesto a lo que el autor denomina utopías tras el fin de la Guerra Fría."

Pero la historia no estaba muerta, estaba de parranda -como he leído por ahí en algún ingenioso tweet-. 

Y es que el capitalismo tiende a crear grandes monopolios, se apoya en los estados para extraer rentas a sus pueblos, invierte en armamento, tiende a esquilmar los recursos y a buscar nuevos caladeros. No existe tal cosa como el libre mercado -sólo sirve para aplicárselo a la población: autónomos, asalariados, pequeños negocios...-

Y lo cierto es que llevamos décadas viendo a EEUU y sus aliados manteniendo políticas muy agresivas contra el resto de estados a lo largo y ancho del globo: Irak, Afganistán, Palestina, América Latina... Generando conflictos, invadiendo... Dando salida a toda su tecnología armamentística y haciéndose con el control de recursos naturales estratégicos a través de sus empresas y grupos de inversión. Pero en los últimos años, el milagro económico chino ha generado en la propia población occidental la impresión de un occidente decadente, que le pone ojitos al autoritarismo, prosperidad y autosuficiencia orientales -como vemos en el auge de los nacionalismos y los partidos que se llaman de ultraderecha-. La escasez de combustibles fósiles pone el foco en Rusia, quizá la única potencia petrolífera con auténtica soberanía fuera de la influencia de la alianza atlántica... Pareciera que el mundo unipolar controlado por los EEUU y Europa estuviera llegando a su fin.

Así que, de momento, tenemos un conflicto entre estados vecinos, con pueblos que son prácticamente hermanos. Un conflicto en el que se están implicando la Unión Europea y EEUU, con la intención de arrancar el estado ucraniano de la influencia oriental. Y, cada día que avanza el conflicto, Europa se implica y escala en la violencia: primero empezó con sanciones a Rusia, apoyo moral a Ucrania, después enviando armas... No sabemos como acabará todo esto pero, lo que sí parece manifestarse, es que el dominio del capitalismo occidental empieza a encontrar sus límites expansionistas, que en oriente han surgido otras corporaciones y oligarquías que van a defender su parte del pastel.

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Esta invasión de Ucrania, como muchos otros conflictos, no se entiende si no es con algo de contexto histórico, donde lo que expongo a continuación no es más que un burdo esbozo -pero para afinar ya está la Wikipedia y un montón de noticias y análisis que están surgiendo con el interés despertado por el conflicto-:
Durante la Primera Guerra Mundial, el pueblo ruso llevó acabo su propia revolución interna -no cabe aquí diferenciar entre Rusia y Ucrania-, cargándose al zar y materializando un Estado "comunista". Es en este punto donde comienza la historia de Ucrania como república con cierta autonomía respecto al resto de territorios rusos -y de ahí la reclamación de Putin como parte de su imperio o la crítica que hace a Lenin por consentir la autodeterminación de los territorios-. Parece increíble que los pueblos rusos pudieran llevar a cabo la revolución mientras su estado era asediado por las grandes potencias europeas -tuvieron que pagar un alto precio para establecer la paz-. Más increíble aún es que, para cuando ocurrió la Segunda Guerra Mundial, apenas tres décadas después, la Unión Soviética se hubiera convertido en una potencia tan fuerte como para derrotar a la Alemania nazi -el imaginario antinazi de los rusos radica en las terribles consecuencias que tuvo para ellos la Segunda Guerra Mundial, de ahí que Putin haya insistido en sus discursos para acabar con los neonazis ucranianos-. Luego vino la Guerra Fría, con el enfrentamiento entre el modelo capitalista occidental Vs el dirigido desde el Estado de la URSS. Donde la caída del muro de Berlín vino a confirmar la victoria de occidente y el capitalismo globalizado como la única organización económica posible o imaginable. Desde occidente se ha tratado también de imponer la democracia representativa como la única forma de control efectiva de los Estados -aunque esto no ha tenido tanto éxito-. Todos los estados surgidos de la disolución de la URSS quedaron debilitados, sólo Rusia, tras varias décadas, parece haber conseguido hacerse fuerte jugando a los mercados -aunque no debe serlo tanto cuando se siente amenazada por el avance de occidente y la OTAN hacia su territorio y áreas de influencia-.

Así que, ya no hay una competencia entre modelos de organización -comunismo Vs capitalismo-. Se ha impuesto una suerte de capitalismo oligárquico y de corporaciones, asociado a diferentes áreas culturales. Se ha materializado el "Choque de civilizaciones" de Huntington, y aquí no parece que los pueblos jueguen ningún papel -como sí lo tuvieron en el siglo pasado con los procesos revolucionarios-. Ahora los pueblos somos financiadores y el arma arrojadiza de conflictos bélicos altamente tecnificados,  dirigidos no sabemos muy bien por qué oscuros intereses.

La frase atribuida a Einstein "No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras", parece ahora más plausible que nunca. Y este conflicto no hace sino echar más leña al fuego al espíritu pesimista de nuestra época: dando por hecho que dejaremos un mundo peor para nuestros hijos y afianzando la idea de que resulta más fácil  imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.

Viñeta "Desmilitarización para resolver los conflictos en paz..." extraída de GRUÑIDO GRRR - Ironía Gráfica.