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sábado, 9 de julio de 2022

Relaciones de poder y ruralidad

Señalaba Foucault que el poder se ejerce sin violencia, de forma sinuosa. En cuanto se utiliza la violencia ya no hablamos de relaciones de poder, serían relaciones de sometimiento, esclavitud... Pero lo más importante en estas relaciones de poder es que se distribuyen ampliamente por los diferentes ámbitos y capas de nuestras sociedades: familia, asociaciones, instituciones educativas, gobiernos... De alguna manera, las relaciones de poder son inherentes a nuestra vida en sociedad. Como para Freud era inherente el que existiera cierto malestar -tenemos que retener y sublimar nuestras pasiones y deseos: no podemos estar fornicando con todo lo que se cruce en nuestro camino-.

Pero el que sean necesarias no quiere decir que todas las relaciones de poder sean positivas -de la misma manera que para Freud un mal equilibrio en la sublimación y represión de las pasiones llevaba a la histeria, la enfermedad o el rechazo social-. Quizá, ahora, que somos muy dados a señalar relaciones tóxicas, tenemos más fácil identificar esas otras relaciones de poder que no son las que se han documentado en los libros de historia: el poder ejercido desde los gobiernos.

El poder ejercido desde los gobiernos es quizá el más espectacular, por sus consecuencias transformadoras: en los paisajes que habitamos y, también, en nuestros comportamientos y relaciones con los demás. Es un poder que, además, puede tirar de violencia -leyes, policía, inspectores...- y represión -cárcel, palizas, multas...-. Es más que un poder y, como dijo el Tío Ben a Spiderman: -Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

Con la democratización de nuestras sociedades, se ha intentado ir reduciendo la intervención de la violencia en las relaciones de poder que se ejercen desde los que ostentan los cargos públicos hacia la población general. El primer paso es hacer responsables a los ciudadanos de la elección de quienes les gobiernan y, en general, hacerles partícipes de las decisiones de gobierno -casi siempre de forma anecdótica, no vinculante o controlada-. Se trata más bien de crear una imagen o apariencia de participación, estabilidad, altos niveles de consumo, bienestar... Que eclipsen la conflictividad social.

Pero la conflictividad existe. Y se hace patente cuando el poder tiene que recurrir a la violencia para materializar, por ejemplo, sus proyectos urbanísticos. Unos proyectos que, como ya hemos comentado en otros posts de este blog, están determinados por cómo ven el mundo las capas dirigentes y cómo les gustaría que fuera. Un mundo que ven desde los despachos, las reuniones, los viajes, el lujo... Un mundo universal, globalizado, en el que todos somos turistas y visitantes de cualquier lugar. Con todas las connotaciones de clase y exclusión que tiene ese universo turistificado y tecnificado.


Siguiendo en la línea de higienización y modernización del entorno rural, el ayuntamiento de nuestra localidad decidió cepillarse un montón de árboles para remodelar el camino de bajada al cementerio -unos 50 árboles que contaban con unas décadas a sus espaldas y que habían conseguido, a duras penas, adaptarse al entorno y a las podas absurdas que se les realizaban-. Quizá, previendo que también los gobernantes pasarán por ese camino al más allá, como los faraones del antiguo Egipto se cuidaban de construir una gran pirámide, los de ahora se cuidan también de modelar los espacios públicos acorde a sus gustos suntuosos para trascender la historia.
Lo curioso del caso es que el nuevo proyecto también contempla la existencia de arbolado -pero el que ya estaba no era lo suficientemente bueno-. En un espacio absolutamente diáfano, en el que cabrían millones de posibilidades, se opta por quitar lo poco que existe para dejar el lienzo en blanco e inmaculado. La violencia de los gobiernos es también esa: un desprecio absoluto a lo que ya existía, al trabajo de generaciones anteriores, y a las características del entorno, para plasmar proyectos absurdamente nuevos y modernos, con los que no mantengamos ningún arraigo, en los que nos sintamos seguros, sin sorpresas ni irregularidades, lugares cualesquiera -según las modas y gustos del ciudadano universal-. No lugares, donde nuestra necesidad de diferenciación sólo sea posible a través del consumo.

Me daba pena ver los árboles cortados. La última vez que pasé por ahí fue para el entierro de mi abuela. Recuerdo que volví andando desde la puerta del cementerio hacia el tanatorio -para recoger el coche-. El lugar es horrible, un páramo seco donde aflora la pizarra a cada paso. Sólo los árboles proporcionaban cierta compañía. Resultaba un gran espectáculo que siguieran vivos -y con cierta entereza- en un ambiente tan duro y agreste.
Hay quien dice que se siembran cipreses en los cementerios para facilitar la subida de las almas a los cielos. A mí me gusta pensar que los árboles del camino del cementerio mantenían ese vínculo entre los difuntos y el pueblo, un camino tenue y efímero -que ya no existe-. Y se me antojó un acto de gran crueldad y violencia talarlos. Un acto que sólo puede darse si existe esa separación y aislamiento entre poderes y capas de la sociedad: entre el que ordena, el que se encarga de ejecutar la orden y los que reciben las consecuencias. Un acto que demuestra que la racionalidad técnica y política resultan mucho más dañinas que la racionalidad mágica o religiosa, en gran variedad de casos.

Mientras miraba por el retrovisor el espacio arrasado sentí pena, rabia y asco... Creo que no era el único que se sentía así. Seguro que Tío Ben tampoco aprobaba a los Spidermans de nuestro tiempo y lugar.


 


jueves, 12 de mayo de 2022

Peloche del río y la bandera azul

Ayer nos enteramos de que la playa de Peloche, junto con la de Puerto Peña y unas cuantas más de la cuenca del Guadiana -en la provincia de Badajoz-, habían obtenido la bandera azul. Todas ellas playas situadas en embalses de agua -pantanos-.

A muchos nos sorprendió la noticia, porque el referente que manejamos de playa de interior con bandera azul es Orellana. Una playa que está realmente bien, con gran cantidad de instalaciones y servicios para el ocio -puedes pasar un día completo y agradable sin salir del entorno-. Además, dispone de un agua bastante limpia, con unos niveles muy regulares -al encontrarse situada muy cerca de la cabeza de presa-. El agua se renueva a menudo, puesto que se utiliza para regar todas las Vegas Altas del Guadiana -que arrancan en Orellana- y que es la finalidad última con la que se creó todo este sistema de estrangulación y regulación del río. A esta playa acude gran cantidad de gente de todas las localidades cercanas. En temporada alta -Julio y Agosto- casi podríamos decir que se encuentra masificada. 

Lo primero que se me ocurrió pensar es que debían haber rebajado mucho los requisitos para obtener el calificativo de bandera azul -me voy a centrar en la playa de Peloche que es la que más conozco pero, seguramente, el análisis tenga puntos en común con algunas de las otras-.
Bien, esta playa no tiene la mejor de las ubicaciones: es una cola que ocupa el cauce de un arroyo -el Pelochejo- que se seca en verano y donde vierten las aguas sucias -ya depuradas- algunas localidades como Herrera. Así que, el agua no suele estar precisamente cristalina, depende mucho de las corrientes de aire y de cuánta gente haya en la orilla removiendo el fondo. Además, se encuentra en un pantano utilizado para regular el de Orellana, con lo que los niveles varían continuamente en plazos de días, más a lo largo del verano, que es cuando se riega en las Vegas del Guadiana, y más ahora que el agua embalsada en todo la cuenca es realmente escasa -este año se ha restringido la siembra de arroz, maíz y tomate, considerados los cultivos de mayor consumo de agua-.

A mí me gusta mucho bañarme en la playa de Peloche. Mis padres me llevaban de pequeño y ahora mis hijas lo siguen disfrutando. Y no sólo la playa de hormigón, cualquier rincón lleno de pizarras o barro también nos viene bien. Me parece un lugar paradisíaco. Pero también sé reconocer que mucha gente no lo ve así. Cuando llevas a alguien de fuera le suele dar asco. Se quedan sentados en la orilla mirando como retozas en las turbias aguas mientras se abrasan el trasero en el cemento -no soy tan mala persona y los llevo a últimas horas de la tarde, que es cuando mejor se está y, al menos, pueden disfrutar de unas puestas de sol realmente únicas-.
Incluso a la mayoría de gente de Herrera le da asco ese agua, muy pocos vamos allí a bañarnos. De hecho, si te das un paseo por Google Maps, verás que Herrera está trufado de piscinas particulares. La gente realiza verdaderos sacrificios por construirse y mantener una, teniendo la playa a pocos kilómetros e, incluso, dos piscinas municipales en la localidad -una de ellas cubierta-. 

La playa de Peloche, en el entorno del Espolón, se lleva construyendo desde hace décadas. El ayuntamiento empezó echando un poco de hormigón para facilitar el baño -así podías meterte sin las cangrejeras- y, progresivamente, se ha ido echando más hormigón, plantando árboles, ampliando el chiringuito, creando merenderos, arreglando el paseo hasta el Peloche de las casas... Las zonas de ocio del pueblo -el parque, la pista multideportes y la de futbol- se proyectan hacia la playa. Pareciera que todo se hacía para que los habitantes de Peloche y Herrera -y los forasteros que acudían a veranear- disfrutaran el entorno y tuvieran alternativas de ocio en unos meses que resultan especialmente aborrecibles -por lo desorbitado de las temperaturas-. Una mentalidad muy de los 80's y 90's. 

Pero la mentalidad de las capas dirigentes ha cambiado. Si antes todo se proyectaba hacia adentro -hacer más cómoda la vida de los que están aquí, o tienen vínculos directos con la zona-, ahora se proyecta hacia afuera: atraer a potenciales turistas que traigan divisas y generen trabajos precarios que nos permitan subsistir en la zona. La cosa se ha puesto jodida.
Esas capas organizativas y dirigentes de nuestros municipios se encuentran continuamente mirando al exterior, como si fueran el departamento de marketing de una empresa en crecimiento, tratando de proyectar una imagen seductora: de naturaleza virgen, biodiversidad y europeidad. Una imagen que nos resulta extraña, que incluso genera rechazo entre los que habitamos el territorio, entre los que mantenemos relaciones de interdependencia o vínculos emocionales con el mismo. Una suerte de contradicción que confronta con los deseos y anhelos de prosperidad económica que también nos asaltan.

Esa contradicción se apuntala en las condiciones materiales de los que habitamos el territorio. Unas condiciones materiales que añoran ese poner el foco en nosotros mismos, en nuestras propias alternativas para el ocio y disfrute: parques infantiles, zonas arboladas, lugares de reunión, fiestas, tradiciones, playas para los vecinos... Un retorno a una idealizada comunidad rural en que los niños jugaban sin peligro en la calle. La bandera azul está muy bien, pero no nos engañemos, es todo lo contrario a ese pasado idealizado: es un distintivo hacia afuera, un reclamo turístico... Una fantasía, un sueño húmedo quizá... Porque, como hemos apuntado antes: la situación de la playa no es la más idónea para quien venga a darse un baño de realidad en las turbias aguas de Julio y Agosto. Peloche no es Orellana -aunque las imágenes que se están difundiendo puedan hacértelo creer-. 

Peloche es un lugar maravilloso, casi mágico... Y debería tener su sello distintivo, pero creo que la bandera azul puede defraudar las expectativas de mucha gente: es un lugar remoto, mal comunicado y hay que hacer un esfuerzo considerable para acceder a él; no puede ocurrir que te encuentres el agua por debajo del cemento, el arrecife de algas, las sanguijuelas... y un señor que te pide dos euros por ocupar un recuadro de hormigón. 

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También es verdad que tengo serias dudas de que toda esta inversión de dinero público hacia afuera esté teniendo algún tipo de tasa de retorno -que realmente esté generando unos beneficios económicos superiores a los que se tendrían invirtiendo hacia adentro-. Porque sabemos, por otras experiencias a lo largo del litoral de la península, que el turismo genera trabajos precarios, desigualdad y contradicciones sociales -como puede ser: tener unas flamantes instalaciones de cara al visitante, mientras colegios, u otras infraestructuras básicas, se caen a trozos-. El visitante viene un día o dos y se lleva una grata experiencia. Pero el precio lo pagan los que se quedan aquí sosteniendo la proyección de una imagen que resulta dulce hacia afuera y amarga hacia adentro. Reforzando así el imaginario juvenil de convertirse también en turista de su tierra -emigrar-.

Foto tomada en la playa de Peloche - Junio 2016


jueves, 29 de julio de 2021

Instantáneas de verano

Allí estábamos, sentados en unas precarias sillas de madera. En la explanada del puerto, con las mascarillas mal ajustadas. Habían montado un escenario modesto, no hacía falta más. La brisa del mar nos mantenía frescos.
Fueron subiendo, eran un montón de gente, 40 o más. También había una pequeña banda: teclado, guitarra eléctrica, batería y bajo. Yo siempre había pensado que esos grupos de gospel, que gustaban tanto por aquí, eran una frikada... Aunque sentía curiosidad. 

Empezaron a cantar y... Aquello molaba! Aún llevando mascarillas, el coro se veía súper relajado, feliz... La directora era pura energía. Con su expresión corporal y su sonrisa, si te lanzaba una mirada de refilón, era capaz de hacerte pensar que podías cantar como Aretha Franklin -o, por lo menos, tocar las palmas con ritmo-. No es de extrañar que ese estilo musical haya traspasado los muros de las iglesias y todas las fronteras. 

Se hizo de noche, pero aquello era absolutamente luminoso. Nos sentíamos como si hubiésemos sido tocados por el dedo Dios -pero no el dios iracundo de la culpa, sino un Dios liberador-.

Gospelsons: grupo de gospel de Mataró. Foto extraída de la web del grupo: https://gospelsons.org/

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Alguien escribió en un grupo de Facebook que había creado un perfil anónimo para denunciar asuntos perpetrados desde los poderes públicos locales. Y la peña se le echó encima diciendo que diera la cara, que se identificara... 

Pensé sobre cómo se ha perdido el anonimato en Internet. Antes de las redes sociales todos teníamos perfiles falsos, avatares molones... Tu identidad virtual no solía coincidir con tu identidad física -a menos que fueras un personaje público- y podías llevar una doble vida. Ahora nuestros perfiles virtuales son una marca, un sello de identidad de nuestros perfiles físicos... Y los poderes nos pueden someter en ambos planos. Pero Remedios Zafra trata mucho mejor estos temas de lo que puedo hacerlo yo.

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Me sentía eufórica! Él había dado positivo en Coronavirus y yo no. Él debía confinarse en casa y yo era libre! Libre!

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En la televisión no paraban de salir noticias sobre los beneficios económicos que había traído la legalización de la marihuana en ciertos estados -EEUU- y cómo se había extendido a otros. También aparecían noticias de cómo los propietarios de invernaderos, en la vieja Europa, se estaban adaptando al cultivo del cáñamo legal: con usos medicinales, para elaborar ciertos ungüentos, fibras vegetales... -Es mucho más rentable que la fruta o las flores - decían.  

Cuando el capitalismo le niega el saludo al narco, la legalización está cerca.

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Estábamos solos, en un rinconcito al que se accedía por una vieja carretera abandonada. El pantano daba miedo. Todos los años llegaban historias de ahogamientos. Las niñas jugaban en la  orilla. -Allí están seguras. -Pensaba aliviado. Me sentía pesado, gordo...
Ya nadan muy bien. No quiero que vayan a lo hondo. Este calor me mata, saca lo peor de mí, quiero que llegue mediados de agosto...
¿Y si hubiera monstruos?

Algún punto del pantano de García de Sola - Julio 2021

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Habían habilitado un trozo de playa para los perros -al otro lado del puerto-. Los dueños se bañaban allí con ellos. Era una escena extraña: pechos desnudos, perros mojados, ladridos y conversaciones, las olas del mar... Todo se aparecía sucio e irónicamente feliz

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Habían hecho una pequeña presa en el cauce del río. Siempre había agua corriendo. Era muy somero: pocos tramos cubrían por encima del ombligo. Los fresnos y sauces proporcionaban una agradable sombra en las orillas cubiertas de césped. La gente se reunía en pequeños corrillos. Muchos llevaban su merienda. También había un chiringuito. Había gente, pero sin aglomeraciones -circulaba el aire-. El agua era fresca -pero no fría-.
Un lugar de goce y esparcimiento en Hoyos (Cáceres)

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El calor y la humedad eran horribles en la estación de Sants. -Otro tren cancelado! -Joder! Esto se está petando de peña... Íbamos bien apretados en el vagón. Todos con mascarilla. Yo procuraba no respirar muy fuerte. En Plaça Catalunya se subió más gente. Los niños lo tocaban todo. Una señora mayor busca asiento... Afortunadamente se lo cede alguien que está más cerca -no me quiero mover-. Dos tipos hablan despreocupados sobre no sé qué movida que quiere hacer en su salón. Yo sólo veo Coronavirus! Coronavirus por todas partes!

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Era el típico lugar de ocio familiar en el Levante. Enclavado entre la paradisíaca playa de arena y unos montes rocosos que se aventuraban hasta el mar. Se veía mucho guiri. Tenían sus propios guetos: los alemanes, los belgas... La primera línea de playa era asediada por altas torres de apartamento y hotel, bares, restaurantes... Las montañas cercanas plagadas de chalets -que de lejos asemejaban garrapatas-. Al fondo se apreciaban las formas grotescas de Benidorm. Pero Calpe era un pueblo tranquilo, mantenía un centro histórico coqueto. Un lugar para dejarse morir sobre la fina arena, mecido por las aguas calientes... Sí, la población se veía envejecida, conservadora, complaciente con los neonazis de Desokupa...
Una gran formación fálica rocosa presidía la playa: el Peñón de Ifach. Me gustaba llamarlo el peñón de iFacha...

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Se rompió la cámara subiendo al peñón. Por fin me había liberado de aquel artefacto del demonio. No tenía que llevar ese peso a la espalda: los objetivos, la batería, el trípode... Miraba el mundo de otra manera: narrado, en un continuo fluir de palabras -no como este post, que es una sucesión de instantáneas-.


Playa de Calpe con el peñón de Ifach. Imagen extraída de El País

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Después de 12 de horas de viaje, con sus atascos. Bajamos del coche, como quien se baja de una nave espacial... Hace fresquito. Suena música ligera en directo. No hay humedad. Nos reciben con tortilla de patatas -crudita-, revuelto de calabacín, tomates frescos... El Castillo nos vigila. Corre una agradable brisa... Herrera se nos aparece como el paraíso en la tierra ❤

miércoles, 3 de febrero de 2021

De la fuente El Borbollón bebo agua, agua siempre nueva

Ir a la fuente a por agua es un torbellino de emociones. En cuanto abandonas la carretera nacional te ves inmerso en otro mundo. Yo siempre apago la radio para disfrutar del camino: pickups, furgonetas y todoterrenos se distribuyen por los solares, cercas y naves. Ovejas, cerdos, vacas, dehesas, monte, terrenos desarbolados, arroyos, pinares... Sólo falta atravesar algún pantano para tener una representación completa de la comarca. 

Desde lo alto del puerto puede verse, a un lado, el valle donde se asientan Herrera y Fuenlabrada -con sus sierras salpicadas de olivares- y, al otro lado: Las Navas... -Mira, antes, todo esto era campo... Bueno... sigue siendo campo... Quitando la fábrica esa que captura el agua y la mete en botellas de plástico fino. El puerto es la entrada al otro mundo, un mundo ciertamente intervenido por el hombre, pero donde el hombre no es el protagonista. La Naturaleza es la protagonista. En septiembre y octubre, cuando la comida escasea, es fácil encontrarse ciervos, rebaños de gamos...

Vistas de Herrera del Duque y su Fortaleza desde el puerto de las Navas - Julio de 2018

Siempre te cruzas con camiones cargados de agua -y parece que sobresalieran por ambos lados de la estrecha carretera-. Te acojonas, aminoras el paso... -¡Increíble que quepamos los dos en este carril! Aceleras. Bache a la izquierda, bache a la derecha... -¡Seguro que hoy no habrá nadie en la fuente! Con este tiempo y a estas horas... Ese es el sueño húmedo de todos los que vamos a la fuente: que no haya gente, que seas el primero y puedas empezar a llenar las garrafas sin esperar ¡Eso sí que es triunfar! 

 

Cuando llegué había dos coches, uno ya estaba terminando. La parte de atrás estaba completamente agachada por el peso de las bombonas. Un señor mayor aguardaba su turno, con la mascarilla puesta, dentro de su Kangoo. 
Cuando le tocó, sacó una cuerda. Pacientemente la ató a la base del grifo. Después ató una piedra a la misma cuerda. Y tensó bien, para que quedara pulsado el grifo automáticamente.

Recientemente habían acondicionado el lugar. Y había quedado muy cuqui. Pero se había acondicionado como zona de recreo, no para que la gente del pueblo fuéramos a por agua. La fuente queda un nivel por debajo de los coches y tienes que cargar con las bombonas por unas escuetas escaleras. Además, han instalado dos grifos de esos que tienes que mantener pulsados con la mano para que salga el agua. Entre los dos grifos se distribuye el mismo caudal, así que, al poco tiempo, ya se había establecido el código de llenar sólo una persona a la vez. 

A pesar de las medidas disuasorias, la gente del pueblo seguimos yendo a por agua. -Es que está muy buena. En cuanto la pruebas, la del grifo te sabe a cloro y mil potingues. Además, como es la misma que embotellan en la fábrica, se cuidan de que no tenga impurezas. -Hay otras fuentes en la zona, pero a veces no corren, otras el agua sale sucia... Además, yo no me fío, porque hay muchos olivares allí, la gente echa veneno para matar la hierva y eso seguro que se filtra a las aguas de las fuentes. -Me niego a comprar una garrafa de agua para tirar todo ese plástico, me parece un despilfarro inútil... El argumentario es amplio.

Cuando el señor mayor consiguió mantener el pulsador fijo, sacó una manguera, la conectó al grifo y empezó a llenar las garrafas que había dejado junto a la Kangoo. Yo llevaba un libro. Me senté en el banco y me puse tranquilamente a leer -después de chequear el Whatssap y el Facebook-. El hombre iba haciendo... tenía un buen montón de garrafas -y yo también-. No es un lugar para ir con prisas. Cuando acabó, dijo que me dejaba el invento montado y también la manguera. 
-No es necesario -Le dije. -Yo traigo mis apaños. 
-No, en serio, quédate la manguera. Así no tienes que andar subiendo y bajando las garrafas. Yo no la necesito. Corto un trozo cada vez que vengo a por agua.
-¡Joder! ¡Muchas gracias!

A esa fuente hay que ir preparado. Nunca sabes lo que te vas a encontrar. Antes de que la acondicionaran, la gente solía arrancar el grifo -supongo que para ponerlo en su casa, nunca entendí aquella práctica-. Así que, siempre que voy, llevo unos alicates, cuerdas, gomas y algún invento para mantener pulsado el grifo. El último, uno bien curioso que me enseñó un ganadero de la zona -mientras platicábamos en la fuente-. Consiste en cortar un trozo de cámara de bicicleta, colocas el anillo de goma en el grifo y lo estiras para que coja el pulsador. La goma es lo suficientemente estrecha y fuerte para mantenerlo pulsado. Pero como el señor mayor me había dejado su invento, no lo necesité. Hay gente que se dedica a arrasar todo lo que encuentra en los espacios públicos y, otros, prefieren hacerle la vida más fácil a los demás. Este señor mayor era de los últimos, de los buenos. A ver si cunde su ejemplo y, cuando volvamos, sigue allí la manguera.

Fue lo único que hablé con él. Normalmente, la gente que va a la fuente prefiere hablar un rato mientras espera. Yo también lo prefiero. Coincides con personas con las que no te encontrarías en otros espacios del pueblo... Bueno, ahora que estamos todos confinados -con el Coronavirus-, no coincides con nadie. Así que es fácil entrar a la gente, después de todo, has recorrido más de 10km en coche para ir a buscar agua, estás al aire libre, mirando el campo, viendo el trasiego de camiones de la fábrica... Puedes consultar un rato el móvil, pero aburre. Así que, si tienes a alguien delante, aprovechas y hablas. Hay gente que te interroga -Y tú ¿de quién eres? -Sí, a tu padre le conozco. Dile que has estado con Menganito. ¿Y tienes trabajo? Otros sólo quieren hablar ellos. -Pues me acuerdo yo cuando... Y te cuentan su vida -de antiguamente-. De cuando no había fábrica y el agua salía a borbollones del manantial. -Mira! Más o menos por ahí era! Otros hablan de política, de lo mal que está el mundo. De la cantidad de agua que saca la empresa propietaria de la fábrica. De los pozos que hacen. De la suerte que tenemos de que genere tantos puestos de trabajo. De que deberían darle más caudal al grifo... Y así, poco a poco, se van llenando las garrafas.

De la fuente vieja bebo agua. 
De la vieja fuente de siempre,
agua siempre nueva 

Josean Artze

martes, 30 de abril de 2019

El cementerio de cristales rotos

El cementerio de cristales rotos es -según la leyenda siberiana y el rumor popular- un mítico lugar donde van a morir las botellas vacías y los recuerdos de nuestra primera comunión... Un cementerio de lo virginal y la segunda revolución industrial. 


Se sitúa en los suburbios de la capital -de la comarca-, junto al cauce de un apacible río -Pelochejo- alimentado en su último tramo por aguas residuales depuradas y todos los deshechos que los vecinos tenemos a bien amontonar a su orilla.
 

Cuando no pueda valerme por mí mismo
quisiera que me arrojaran allí...


Como a un juguete gastado y roto
Ver fluir la basura y mis compañeras vivas
hacia la corriente del río.
Mientras jirones de plástico ondean
en los mástiles de cardos marchitos...
sucios...


Que me devoren buitres y gusanos,
que mis huesos rodados acaben
sumergidos en el aterciopelado cieno.


Que esta sopa contaminada
desemboque en el ancho mar.
Que retorne en lluvia ácida al mismo lugar.
Que acabe con las ancianas encinas de tronco hueco 
donde se arrojan los cadáveres de tiernos corderos...



sábado, 23 de marzo de 2019

This magic moment en edificaciones antiguas abandonadas

No solo suelo revisitar las fotografías. En ocasiones vuelvo a los mismos lugares, buscando una luz mejor, el encuadre, el ángulo, las nubes, los pájaros, las flores... Ningún lugar es siempre el mismo... Nosotros también cambiamos continuamente.


Es inicio de la primavera y el convento ha florecido, las cigüeñas empollan sus huevos y parece que el edificio estuviera volviendo a sus orígenes... engullido por el paisaje.


No es una construcción industrial pero, seguro, tiene muchas batallitas a contar. Seguro que arquitectos como Juan Domingo Santos estarían encantados de sentarse en su interior a escucharlas. El entorno también está constantemente transmitiendo sonidos, sonidos relajantes. Porque su abandono huele a Naturaleza viva. A Naturaleza que fagocita, que se empodera y reclama lo que le fue arrebatado.


Siempre me pareció que Herrera era un pueblo muy feo -en contraste con el entorno, que es una maravilla-. Exceptuando el Convento, la Iglesia y alrededores -el casco antiguo- creo que cualquiera suscribiría esa afirmación. Y es algo que pasa en la mayoría de pueblos de la península. Excepto en aquellos que se reservan al turismo y se establecen normativas para respetar una cierta estética... Pueblos bonitos, pintorescos... Siempre que paseo por alguno de ellos temo encontrarme con algún vecino de verdad, con su ameba pegada al cráneo.
Herrera, en ese sentido, es un pueblo muy punk, como si en los últimos 50 años cada uno hubiera construido según su libre arbitrio y, por supuesto, cada vez más lejos de lo ya existente... Nuevos espacios donde comenzar vidas más acordes a los modernos paradigmas de consumo.


Pegado al Convento está "la Escuela Hogar", un edificio en uso hasta hace un puñado de años, para fines diversos. Yo había ido allí de niño a recibir clases de pintura. Las impartía un señor muy mayor aficionado al vino y los pinceles. Ya, en aquellos entonces, el edificio me parecía viejo... como me lo puede parecer ahora guarrear lienzos con óleo...
Hay también una pista polideportiva. Esta sí que recuerdo cuando se hizo. Era la mejor y más nueva que había en el pueblo, servía para todo: tenis, baloncesto... Estaba siempre a tope de niños que iban allí a jugar, físicamente.

Así que, cuando hace unos días me colé en el complejo por la parte de atrás... fue como colarme en la memoria colectiva del pueblo. Y fue un contraste tremendo verme inmerso en ese gran espacio vacío -que había almacenado en mis recuerdos plagado de gente-.
Los recuerdos son historias que nos contamos a nosotros mismos, pero este abandono era un cuento nuevo. Y me gustaba cómo sonaba, como si estuviera escuchando "This magic moment" a la voz de Lou Reed.

Se me ocurrió pensar que era muy afortunado de haber presenciado la ruina de ese edificio, mientras yo seguía tan joven y lozano... Y que, quizá, debería colarme de nuevo con unos botes de pintura -ahora acrílica- para llenar de color esas muros tan fríos.

Un lugar con un gran potencial, como tantos otros que me habían entusiasmado en las grandes ciudades. Donde las edificaciones industriales se habían convertido en centros sociales okupados o espacios institucionales para acoger la música y las expresiones artísticas en los márgenes y las periferias.

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"[...] Los humanos hemos estado dejando nuestra huella en forma de edificaciones, que se acaban convirtiendo en ruina y que explican la historia de nuestras civilizaciones, creando un registro cambiante de cómo los humanos nos hemos ido relacionando con nuestro entorno..."

Hoy, en El Escarabajo Verde, hablaban de grandes construcciones, también industriales, clavadas en paisajes rurales... Algo siempre extraño -porque pequeñas comunidades no necesitamos de megaestructuras para subsistir-. 

Las edificaciones se abandonan con el cambio de hábitos sociales o prioridades económicas. El turismo y la vegetación se van apropiando de las ruinas. Todo es turisficable -también las ruínas-: estaciones de tren, centrales nucleares, paisajes contaminados, conventos, campos de exterminio, borrachera, sol, playa, barrios pobres de grandes urbes y hasta los pequeños pueblos pintorescos... La sociedad actual nos dice: -Si no estás turisficando, estás perdiendo dinero.

miércoles, 1 de febrero de 2017

Contamíname: obituario prematuro de una dehesa en los suburbios del capital

- En la película de animación "Nausicaä del Valle del Viento" los océanos son venenosos y gran parte del mundo emergido está cubierto por la "Jungla tóxica" o "Mar de putrefacción".
En el mundo real, al norte del Pacífico, creamos la "Isla de basura": un vertedero oceánico con millones de toneladas de residuos de plástico, concentrados en el vórtice de las diferentes revoluciones industriales y tecnológicas.
Más modestamente, desde los pueblos y ciudades, también contribuimos al desarrollo de este planeta basura y damos alas a nuestra particular distopía.


Así que, alguien tuvo la genial idea de realizar esta curiosa intervención en el paisaje:


Seguramente para llamar la atención sobre lo degradada que se encuentra nuestra dehesa, especialmente en las proximidades del pueblo. Y dejó el peluche reposando bajo la anciana. La basura salpicaba de estrambóticos colores el verde de la hierva. En los cardos secos ondeaban jirones de plástico, descastados por el sol.



Al entrar en una residencia de ancianos... es difícil no conmoverse. Algo similar ocurre al pasear por una dehesa de encinas centenarias... Nos asaltan preguntas sobre el pasado, e interrogantes sobre el futuro, que nos llevan a cuestionar el presente.

-¡Pero vivimos en la sociedad de las prisas, el ego, la individuación, la meritocracia y el capital. Donde lo viejo no encuentra su hueco...
- ¡Lo mejor es tener un buen plan de pensiones! Porque sin pasta, ni fuerza de trabajo, no vales nada y corres el riesgo de quedar enterrado en el mar de la marginalidad. - Otra amenaza de los Estados para someter la población a las leyes del mercado (de trabajo).


Y, esta dehesa (como muchas otras), se ha convertido en un geriátrico donde se dejan morir las encinas.
Cuando topamos con ellas nos producen gran admiración, nos impresionan sus retorcidas formas. En verano buscamos su compañía, su sombra. Pero ya las damos por muertas... estando vivas en ese lugar donde no estorban, en barbecho, hasta que llegue la hora de incinerar su tronco hueco.

-Lo importante es prosperar, el progreso, la modernización: pasar del sector primario al secundario, terciario... De la agricultura tradicional al alto rendimiento de las explotaciones intensivas. De los usos tradicionales a otras cosas, que atraigan el capital y permitan su acumulación. De un entorno agradable y sostenible, a su acotamiento en reservas, parques temáticos, deporte al aire libre y experiencias naturales o místicas... De un buen vivir todos juntos, a un: - Lo mejor para los que hacen más mérito.
Ese elitismo, esa falta de consideración hacia el futuro y desprecio del pasado, son más que compatibles con la diferenciación en clases sociales y su opresión, con acumular la mierda en rinconcitos, aparcar los abuelos en residencias, o desahuciar poblaciones en lejanas guerras.

A mí me gusta pasear por esta dehesa de mierda, hay basura de hace más de 100 años... Puedes observar en riguroso directo el concepto de biodegradable: notar que el cadáver de una oveja que viste el año anterior ya no existe, echar de menos alguna encina. Y, sin embargo, vuelves a ver los mismos neumáticos, cristales, retales de uralita...


Sabes que costó mucho esfuerzo conjunto configurar un paisaje así: limpio de monte, con un arbolado maduro y claro. También has visto zonas donde todo el arbolado se ha dejado morir y, ahora, conforman extensas estepas, jarales, pastizales...

- La lógica del progreso y el capital nos dice que hay que estar continuamente haciendo cosas (cosas que generen dinero o lo consuman), que hay que especializarse (en bosque o tierra de cultivo, ganadero o agricultor, ciencias o letras...) y externalizar cualquier actividad cotidiana (cocinar, cultivar, limpiar, reparar, cuidar de tus seres queridos...) - ¡Divide y vencerás! - La vida concebida como una lucha, contra la naturaleza, contra nosotros mismos...

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- Ya no hay reposo para el guerrero.

- No puedo solucionar los problemas del mundo, intentaré no agravarlos... Estoy cansado... No puedo seguir currelando... Antes de que me maten prefiero morirme yo...

...Cavilaba el oso a la sombra de la encina. Parado, sin trabajo, dedicado a la más pura contemplación, dejando escapar la oportunidad de negocio, perdiendo dinero, mientras se tocaba la ausencia de sexo, en busca de un placer arrebatado.


Y orgulloso de haber dado con la causa de los males que atenazan el mundo, en su cabeza resonaba una alegre canción:

Cuéntame el cuento
del árbol frágil de los desiertos,
de las mezquitas de tus abuelos.
Dame los ritmos de las darbukas
y los secretos que hay en los libros que yo no leo.

Contamíname,
pero no con el humo que asfixia el aire.
Ven,
pero sí con tus ojos y con tus bailes.
Ven,
pero no con la rabia y los malos sueños.
Ven,
pero sí con los labios que anuncian besos.

Contamíname, mézclate conmigo,
que bajo mi rama tendrás abrigo



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Meses más tarde, deambulábamos por los suburbios y volvimos a encontrarlo... Estaba muy mal: El rastro de fibras sintéticas anunciaba que perdió el brazo; las marcas de pinchazos cubrían todo el cuerpo. -¡Se dejaba morir! -¡Maldita lacra!-
Nos asaltó su recuerdo: exhausto, tras la resaca de año nuevo, mientras resolvía los problemas del mundo entero.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Trasterminancia y Reservas de la biosfera

Una panda de güeritos fuimos caminando detrás de un rebaño de ovejas, merinas negras todas ellas. Pero también habían cabras, burros, perros, gente a caballo, en coche, bici... todo muy biodiverso.
Seguramente con menos pastores también habrían llegado las ovejas a su destino... Pero los desterrados rurales somos así: cualquier escusa nos parece buena para juntarnos y dar un paseo por el campo, comer migas, tomar cerveza, pitarra... Y estuvo bien chida la trasterminancia, de Tamurejo a Siruela!

merina negra Ande ande Ta mujoso caballo maldito
Ciclistas sin dopar salen de Tamurejo
Cardos y caballo Llegando a Siruela Al fondo Ta murejo
Caballistas Burriking Fuego salvaje Siruela's Park
Carnero Mula campanillera Siruela's Square Carnero nero
Mula
Rumiando Puerta a otros mundos Rumiando 2
Buque pirata Y tú qué miras gilipollas!


Ahora quieren declarar la comarca de La Siberia "Reserva de la biosfera". Lo que se presenta como una gran oportunidad. Y los que aspiramos a quedarnos en la zona, viviendo honradamente de nuestro trabajo, así nos lo parece. No tanto por nosotros mismos, que somos perros viejos y tenemos los días contados... Es más por los que vendrán detrás ¿De qué sirve estar aburrido y solo en un paraíso natural?

Pero las palabras "reserva" y "biosfera" tienen mala prensa por aquí. Sobre todo en los sectores que viven directamente del campo:
  • Reserva: Es un sitio donde soltaron ciervos, jabalíes, gamos... para que fuesen cazados en ruidosas monterías por señoritos de ciudad. Mientras, los extraviados animales invaden carreteras y provocan accidentes de tráfico; transmiten exóticas enfermedades a las reses domésticas; se tacha a los cazadores locales de furtivos... Y bueno, también generan empleo y traen visitantes a los pueblos.
  • La biosfera, supongo que suena a los yogures que publicitaba José Coronado, algo con mucha fibra, natural, verde, ecológico... una especie de engañifa que viene siempre acompañada de la prohibición de prácticas ya asentadas. Prácticas que antes fueron impulsadas desde los gobiernos y los mercados, con la intención de convertir la agricultura y la ganadería en una industria, tecnificada, eficiente. Pero ahora que la estrategia de competir en precios, cada vez más bajos, ha resultado fallida en el territorio, las tácticas de mercado han dado un giro "verde" y las políticas apuntan a crear marca, calidad, diferenciación, con el sabor de lo tradicional... Pero todo eso impone certificar los productos, para evitar fraudes: así se añade una capa más de burocracia, molestias, cambios, errores... y sobre todo: aceptar unos preceptos fuera de la comprensión del productor, porque vienen impuestos por consumidores externos, exclusivos, bizarros, los buscadores de etiquetas de autenticidad.

Así que los sectores agrícola y ganadero desconfían, y con razón, de cualquier medida externa que acaba siempre siendo contradictoria: porque los ciclos agrícolas y ganaderos evolucionan más lentamente que los mercados -incluso que la política-.
Pero también es cierto que, si queremos seguir habitando los entornos rurales y vivir insertos en un mundo globalizado, se hacen necesarios ciertos cambios, adaptaciones. La declaración de Reserva de la Biosfera no va a traer esos cambios, pero sí que brinda la oportunidad de diversificar negocios y explotaciones, de habitar con cierta comodidad el territorio, de darse a conocer en un mercado globalizado, de tener una mayor autonomía y organización frente a las políticas que vienen de arriba...

Y, por supuesto, está el orgullo de obtener el reconocimiento internacional por haber sido custodios del territorio durante siglos, manteniendo cierta "sostenibilidad".
Sostenible: Poner el límite en ese punto en que la velocidad de explotación de los recursos es igual o inferior a su velocidad de regeneración. En lugar de esperar a que se agoten sin más.
Aunque se trate de una sostenibilidad relativa, aunque se hayan cometido atrocidades insostenibles durante el último siglo: presas, inundación de terrenos, plantaciones de pino y eucalipto, deforestación de dehesas, emigración...

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A mí, todo esto de las reservas, me recuerda a "Un mundo feliz"... Y me gusta la idea del "Salvaje": recibiendo la impertinente visita de despreocupados turistas, que le arrojan cacahuetes desde el otro lado de la reja. Mientras copula, riega el huerto, degüella y desuella corderos, recolecta frutos o hace una gran fiesta en primavera.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

El verano: Arte y tradiciones


En el verano uno se relaja, le baja la tensión y disfruta con los diferentes teatros y excesos institucionalizados (forjados por sedimentación durante siglos de historia).

Los toros
José Garrido - Plaza de toros de Herrera del Duque - 14 de Agosto de 2015

No soy el más aficionado a la tauromaquia, pero me gusta el espectáculo. Disfruto cuando sale bien: cuando música, toro y torero representan su peligrosa y sobrecogedora danza de muerte; cuando la espada desgarra rápida y profunda la vida del animal.
Sufro cuando sale mal: cuando el toro no puede soportar con bravura el dolor, cuando queda corto de fuerzas, cuando no entra al trapo, cuando la muerte se prolonga...
El toreo está lleno de contrastes, de gloria y abucheos; de incertidumbres, personalidad y animalidad...
Hay mucha gente en contra de esta forma de arte:
  • Porque se mata al animal públicamente. Y la muerte es algo que debe ocurrir en privado, con pena, indolora, aséptica...
  • Porque la gente que asiste disfruta con el espectáculo y es completamente amoral disfrutar con la tortura y muerte de animales.
  • Luego hay otros que lo ven como símbolo de la opresión y conquista cultural de un Estado demasiado grande.
A mí, estéticamente, me fascina: la fuerza del toro, la fragilidad del torero y su "paquete", los colores, la sangre, la música, el público atento (sobrecogiéndose, aplaudiendo)...
Es una forma de contacto con la naturaleza, de encuentro con la vida y con la muerte, con todo lo que nuestra sociedad tecnificada expulsa a los suburbios y entierra en el subconsciente.
También me causa sentimientos encontrados, porque quiero ser normal, aceptado en la mayoría de círculos sociales. Y la norma parece tender hacia el precepto moral de ampliar los derechos humanos al mayor número posible de seres vivos... Claro que, los derechos humanos, son sólo una declaración de intenciones... Y, aceptar preceptos morales, solo porque es main-stream es un tanto banal.

La religión católica
Virgen de Consolación - Herrera del Duque - 28 de Agosto de 2015

Lo he ido dejando caer: aceptar preceptos morales, sin cuestionarlos, no es propio del adulto libre. A la religión le gustan los niños, adiestrar desde pequeños para someter y ampliar su comunidad, hacerse cada vez más fuerte...
La religión católica tiene feos detalles, porque utiliza la culpa y el miedo para extender su influencia...
Sí, vivimos en una sociedad individualista, que no casa con el concepto de rebaño defendido por la Iglesia. Pero también es cierto que existen otras formas de crear comunidad entre personas libres...

Estoy un tanto resentido con el catolicismo: me costó mucho desprenderme de sus "mandamientos", su culpa, sus mitos, su represión-normalización de la sexualidad...
Aún así, también me causa curiosidad: todo el arte, la literatura, el imaginario, la capacidad de congregación, el dolor, la negación de la muerte, la forma en que todos lo toman en serio.

A finales de Agosto, la Virgen de Consolación viene desde la ermita hasta el pueblo, y se queda en él durante 9 días. Es un acto muy solemne y somos muchos los que nos reunimos para recibirla. No puedo evitar acordarme de la fábula de "El traje nuevo del emperador": porque no deja de ser una figura muy bien ataviada a la que muchos atribuyen propiedades psico-mágicas.

El ganado
Ovejas paridas alimentándose de pajas, para criar corderos sanos y jugosos - Puerto de los Carneros (La Siberia) - 2 de Agosto de 2015

Los humanos crían animales como alimento. Llevan milenios seleccionando y moldeando los más jugosos y dóciles. En una doble acción: represión de lo impredecible, lo áspero, lo esquivo; y potenciación de lo apetecible, lo manso.
Y nos hemos vuelto como los animales que nos alimentan y acompañan. La religión católica llama a sus simpatizantes abiertamente "rebaño". Así que, el ganado bravo es un anacronismo, un vestigio de lo salvaje, como la terminación de nuestra columna vertebral que otra vez fuera un rabo.

Con los festejos taurinos surge la polémica, los animalistas atacan con sus valores a los asistentes: los llaman paletos, salvajes, cavernícolas...
Y estos ataques denotan un montón de contradicciones: porque el paleto, el que vive en los pueblos, es el que realmente cuida de los animales y las plantas, al que le preocupa que ese mundo rural siga existiendo, porque quiere vivir en él y de él.

Es verdad que la mayoría de la población vive en las ciudades y que, en una democracia, tienen todo el derecho a convertir sus valores morales en leyes, y con ello someter lo rural a su lógica de maximizar el beneficio, de utilizar la Naturaleza como una fábrica de alimentos, energía o parque temático... Ante esa lógica aplastante, no se puede anteponer lo bello, lo tradicional, lo divertido, lo imprevisible, lo arriesgado, lo no controlado...

El torero es un atleta: ser un buen torero requiere una férrea disciplina y decisión para dominar la técnica. Pero para ser realmente bueno, hay que aportar algo más: la estética, la autenticidad, lo que le destaque del rebaño, lo que emocione. Todos estamos sometidos a férreas disciplinas (más bien coacciones) para "ganar las habichuelas", pero no se espera de nosotros ninguna autenticidad, solo productividad...