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martes, 8 de octubre de 2024

Yuste, trabajo, algorimos, bañarse y podcasts

Desde que estoy enganchado al podcast de Las hijas de Felipe (no las de González o el Borbón, sino las de Felipe II), siempre se me aparece un trasfondo homoérotico en las historias de los monasterios: curiosos grupos de hombres o mujeres que se apartan de la sociedad para vivir de forma austera, orando, laborando... 

Mientras nos hablaba de su fundación, irrumpió apresurado un cura joven, alto, rubio, con acento extraño pidiendo paso para llegar a la misa. El guía turístico nos dijo que en los tiempos actuales costaba encontrar monjes y que, debido a eso, los que ahora viven en el monasterio de Yuste, habían venido desde Polonia. - Vaya... una historia bien bizarra... como las de los siglos XVI y XVII -pensé-. 

Resulta que el monasterio en sí es bastante modesto. Lo que lo hizo relevante a los ojos de la historia y el turismo fue que Carlos V lo eligiera como lugar de descanso tras su retiro de la vida pública. Así que, cuando entramos a ver el palacio del recién jubilado emperador, me pareció de justicia poética que un mosquito extremeño acabase con su vida: La Vera no es lugar para emperadores ni monarcas; muerto por pringao -que ya te lo dijo tu hijo Felipe II: que aquella era zona de paludismo-.

Claustro nuevo del monasterio de Yuste - Foto de octubre 2024

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En ocasiones tengo la impresión de que "el algoritmo" no me ayuda, todo lo contrario: trata de enviarme siempre a donde no quiero ir. Es una lucha constante por huir de sus recomendaciones musicales, que son siempre más de lo mismo.
En todo lo que tenga que ver con el ocio y el mercado, el algoritmo se comporta de forma odiosa. Al final lo consigue: consigue que me implique en luchas que no quiero librar, que aborrezca lo que no tenía ganas de escuchar y que vea lo que las grandes compañías tratan de convertir en tendencia. El algoritmo es muy inteligente, sí: sirve de manera apropiada a los intereses de quien lo puso en marcha.

En La linterna de Diógenes comentaban que una de las cosas que permite la tecnología es realizar funciones por nosotros... Pero que, en lugar de nosotros reemplazar esa actividad que ahora realiza la máquina, lo que hacemos es quedados sentados, haciendo scroll down, eligiendo la serie que vamos a ver, el restaurante donde vamos a comer, o la próxima ciudad que vamos a visitar... No hay reemplazo, ni integración de la máquina para desarrollar una nueva habilidad... solo desposesión. Dejamos de hacer algo que podía mejorar ciertas habilidades para dejarnos en un vacío existencial.
Yo lo percibo especialmente con los mapas: el google maps me ha convertido en un completo inútil. Yo antes podía orientarme, recordaba los nombres de los pueblos por los que pasaba... ahora me da pereza. Y, además, me pasa lo que con el algoritmo: ando luchando para que no me mande por sitios por los que no quiero ir.

Las máquinas nos imponen su agenda. Y pareciera que andan forzándonos continuamente para que nos adaptemos a sus formas de funcionar. Las formas de funcionar que técnicos y comerciales estiman más eficientes e intuitivas para que consumamos más y mejor.

En mi trabajo se van incorporando también estos "algoritmos" o "IAs", de forma más o menos explícita: en los IDEs, buscadores... Y parecen funcionar muy bien. Pero claro, cualquier cosa que te facilitan hace que puedas hacer otras muchas cosas, aquí sí que hay un reemplazo, integración de la herramienta, aumento de la eficacia, más producción... Antes había que escribir mucho código y ahora se escribe solo poniendo las etiquetitas del framework. Y se escriben muchos tests, y la gente anda a vueltas para que lo que se escribió hace tiempo funcione con lo nuevo, que es mucho mejor... la tecnología marca su ritmo, todos queremos trabajar con lo último, lo que automatiza todo, lo que hace todo más fácil y más rápido...
Ya nadie escribe código en editores de texto plano... Ya nadie escribe código. Todo es reaprovechable.

"¿Qué cantarán los trabajadores del campo cuando el campo sea una central energética?" ¿Cantaban antes los agricultores y ganaderos? Creo que nunca conocí a trabajadores que cantaran... Bueno... quizá en las películas, en los musicales... Quizá los albañiles cantaban. Desde luego ahora no me imagino a alguien trabajando y cantando... Justo en la era en que a todos nos apasiona nuestro trabajo. Pero es que si se trabaja y se canta... se es menos productivo! Quizá cuando en el trabajo se cantaba el trabajo era menos carga... Y no hacía falta lo del ocio...

¿Cuándo empezó la gente a bañarse? A desear bañarse. Construirse una piscina, viajar a la playa, sumergirse en el mar.
Creo que mis abuelos maternos, cuando ya eran mayores, empezaron a hacer turismo. Iban a "Los baños de Montemayor", que yo siempre imaginé como una suerte balneario y hospital.
Yo sí que iba con mis padres de vacaciones a la playa desde que era un niño. Pero estoy seguro de que ellos no fueron de vacaciones con mis abuelos.
A mi abuelo paterno le gustaba ir a La Celadilla -a unos 30 minutos en coche de Hontanaya-. Se metía en pelotas entre los juncos y se cubría de barros medicinales. Mientras los primos nos bañábamos...
Porque estábamos acostumbrados a bañarnos en cualquier sitio -en Herrera ya había pantano y nos plantábamos allí con las recámaras de las ruedas a modo de flotadores-.
No se concibe una vida plena sin los viajes, la playa, el ocio como oposición al trabajo... bañarse...