lunes, 24 de julio de 2006

Confusion


Porque Pancho no sabía que le ocurría, no sabía quién era ese tío tan raro que le contaba historias absurdas de adolescentes. No comprendía cómo un tío tan viejo y tan feo podía ver la noche con la mirada de un niño que acaba de descubrir los vicios de los adultos. Pero le escuchaba... y cierta curiosidad prendía mecha en su pecho.
No entendía cómo había llegado a ese bar, no sabía dónde estaban sus amigos y... ¿Por qué estaba tan borracho? Ese comportamiento no es el propio de una persona de su condición. Las personas deben comportarse de acuerdo a lo que se espera de ellas, si quieren ser comprendidas. No existe la incomprensión, sólo aquellos que se empeñan en comportarse de manera estrambótica.
Había tomado drogas -y mucho alcohol-, estaba en fase decadente y destructiva, ya sólo el aguante de su cuerpo y el cóctel de sustancias ingeridas eran los dueños de su destino. Observaba a las chicas con obsesión y cierto vacío en la mirada. Y aquél tío comiéndole la oreja...

Cuando despertó, no quería mirar a su alrededor ¿Cómo había llegado allí? Aquello no era su casa, olía bastante mal, a cuarto de baño con humedad, mal ventilado y sucio.
-No vuelvo a beber, no me sienta bien, es malo para mi salud y para mis relaciones con los demás. –Y su voz sonaba a borrachera, a noche de descontrol y juego perdido-.
Abrió los ojos: definitivamente aquello no era su casa, en la habitación no había nadie, y tampoco se oían voces. ¿Era la casa del desconocido que le habló en el bar? No conseguía recordar cómo había llegado allí.

martes, 18 de julio de 2006

Pesadilla

¡Miras por dentro de mí! ¡Te he descubierto! Y la verdad es... que no te entiendo. ¿Qué esperas encontrar? No hay más de lo que ves, así de simple es la historia. Podrás seguir haciendo estúpidas suposiciones y seguirás siendo igual de ignorante, en tu búsqueda de personas de tu misma condición.
Y me desperté, ¡por fin! De esta pesadilla. Me desperté empapado en sudor, envuelto en un olor como a patata podrida. Te vi junto a mí, y no comprendía como podías emanar tanto calor, ni ese hedor tuyo, que asfixiaba hasta los calcetines sucios junto a la cama. Ahora comprenderás porqué me fui, porqué no dejé ni una insignificante nota. Ahora sabes que tipo de psicótico soy, ahora no puedes mirar por dentro de mí. Te lo dije, no hay dentro ni fuera, sólo un cúmulo de sensaciones y circunstancias.
Bajé la escalera, ansiando una bocanada de aire fresco mientras me atormentaba por mi huida cobarde. Nunca conseguí no castigarme por tomar una decisión y dejar otra de lado. Es parte de mí, toda alegría me supone un gran dolor. La brisa de la mañana azotó mi rostro, el aire era tan limpio, tan libre... No quería volver a tu sucio agujero, aunque debiera, aunque me torturase por ello toda la vida. Quería ser del aire, de aire.
Caminé calle arriba, calle abajo. Todo se volvía color, cantos de pájaros, frondosos árboles agitados por el viento, calles semidesiertas... ¡Y qué temperatura! Una temperatura ideal, no podía existir un mejor ambiente, si hasta el sol parecía refrescante cuando impactaba de lleno en la piel. De repente quería vivir, quería hacer un montón de cosas, ya no me acordaba de ti, me sentía feliz.
Olvidé, empecé una nueva vida. Y ayer, encontré uno de nuestros recuerdos, en un polvoriento cajón. Y me alegré de haber huido, porque nunca sentí pena por abandonarte, aún me repugna el recuerdo de tu olor. No es crueldad, sólo la satisfacción ante una firme decisión.