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domingo, 10 de marzo de 2024

De cumpleaños, conciertos, anuncios y... cosas

Por mi cumpleaños fuimos a ver un concierto de Daniel Higiénico. Era una sala pequeña -un pub-. Hacía un montón de tiempo que no lo escuchaba. Y le empiezas a dar vueltas a lo del tiempo... Time goes by con Loli.

El tipo lleva muchísimos años en el mundo de la música. Pero nunca ha sido famoso. No ha sonado en grandes medios -creo que tampoco ha salido en la tele-. Pero se debe de ganar la vida porque... ahí sigue: dando conciertos en un circuito de salas por todo el Estado español. Y realmente el espectáculo está muy bien, muy pulido. Él lo llama "cancionólogo". Y el nombre le va muy bien: porque sus canciones son pequeños monólogos que va hilando con una conversación agradable y divertida. No necesitas conocer las letras, incluso mejor si es así.

Por curiosidad consultamos su edad... Porque ya vamos siendo grandes -y la edad nos preocupa-. En la sala había gente joven y, aunque no eran mayoría, también se reían. 64 tacos tenía ya -según Wikipedia-. Y, quizá, hasta esa edad, habrá estado escuchando lo de Córtate el pelo y prepárate una oposición. No sé... me pareció un héroe, un superviviente.

Me trajo recuerdos de Barcelona. Canta todo en castellano, pero el humor, los ritmos, las expresiones... Fue muy agradable, divertido y acogedor. Nada que ver con conciertos al uso, atestados de gente.

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Me sabe mal enlazar videos de youtube. Tiene una estrategia muy agresiva para la publicidad. Si yo fuera una empresa nunca pondría un anuncio ahí. Está claro que los utiliza para extorsionar a los usuarios y que paguemos la cuota premium. Necesariamente tiene que generar mala imagen de marca. 

Se me aparece como la decadencia absoluta del capitalismo. Empachados de comprar cosas, la publicidad se ha convertido en arma arrojadiza. Los beneficios no crecen y se recurre a la extorsión, el engaño, los impuestos y la usura para extraer las rentas de las clases más bajas y transferirlas a los multimillonarios del "Valle de la Silicona".

Me encanta "traducir" Silicon Valley de esa forma. Me imagino un montón de frikis pervertidos rodeados de chicas operadas. Como una versión grotesca de "El nacimiento de Venus", sin Boticcelli.

El 1 de marzo Venus García bajó de los cielos pidiendo amnistía

 

Supongo que en época de Boticcelli las cosas tenían importancia y se hacían para durar. Quizá aún no existía esa imperante necesidad de hacer crecer los beneficios. Quizá la ostentación estaba en los bellos cuadros y no en los números del banco. Seguramente la artesanía y la fabricación no estaban separadas. Quizá uno podía recrearse en los objetos, repararlos, heredarlos... Quizá lo de la publicidad como gancho -a ver si pican- era un absoluto absurdo.
Se me aparece que Daniel Higiénico está sumido un tanto en esa lógica de la época de Boticcelli. Que su publicidad es el boca a boca y que tiene ese toque de trovador y trabajo artesano.


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El otro día miraba la pata del jamón... -Debería darle la vuelta. Es lo que se hace cuando pasas los 40. Aunque... -Los 40 son los nuevos 30... Definitivamente: no quería darle la vuelta. Luego me encontré esta foto de la menor de mis hijas. Mostrándome el reloj: -Mira, te hago mayor.
Y esos retratos al fondo... de cuando eran pequeñas -más pequeñas-. El tiempo pasa y se nos va en putas mierdas... Yo solo quería coger la desbrozadora, echar gasolina, ponerme el casco, los auriculares... y segar la hierba. Pero había tantas cosas que hacer... -Prepararé un poco de puré.



sábado, 25 de mayo de 2013

Publicidad -subliminal- Propaganda y pasividad como idea de Mal: de Aristóteles a Kant.

Viendo el último programa de La Noche Temática acerca de la publicidad y la publicidad subliminal, en ocasiones se sugería la idea de que esta última era ilegal. Pero a mí no me interesaba entrar en temas legales, me quedé un paso por detrás, preguntándome: ¿Por qué está mal (moralmente) la publicidad subliminal y otros tipos de publicidad no?
Todos sabemos que la publicidad -normal y corriente- no refleja la realidad, que se hinchan los virtudes del producto para convencer, confundir, atraer, seducir... que tiene algo de inmoral.

La publicidad engañosa es universalmente reconocida como algo malo, incluso ilegal; sobre todo en productos que interfieren en la salud.  No se puede decir que un producto es saludable si está hecho a base de grasas saturadas y azúcares refinados -aunque le añadas trazas de leche y lo pintes de verde-; o anunciar pastillas adelgazantes sin nombrar las contraindicaciones.

Luego está la publicidad perversa: Que no es ilegal, pero podría herir el buen gusto o la moral de la sociedad, o de ciertos colectivos. Por ejemplo publicitar coches potentes con mujeres despampanantes, o todo-terrenos con niños superseguros y supercómodos en sus sillitas... Aunque lo que anuncias es un coche, no una chica fácil o una familia unida.

Yo siempre he tenido la intuición de que la publicidad es mala, veneno...  Que hace mucho tiempo que superó su función original: Informar a los posibles interesados de la existencia de un producto o servicio. Y, como muchas de las cosas que se han pervertido en esta sociedad de consumo, la clave parece estar en la pasividad del destinatario.
Hoy día, con Internet, tenemos la oportunidad de ser activos en la búsqueda de información, de los productos que estamos interesados en comprar, incluso de participar en debates sobre política. Pero nada de eso ocurre en la realidad, o al menos a nivel de masas. Al contrario, la masa sigue siendo pasiva, se sienta delante de la tele o del ordenador a engullir lo que los mismos grupos de poder de siempre ofrecen. La publicidad acaba siendo propaganda, propaganda de un estilo de vida y de las tendencias predominantes. Y la propaganda es agresiva, lo inunda todo, es imposible eludirla. Los que se dedican a incrementar su efectividad son verdaderos acróbatas, que deben captar la atención del consumidor durante los breves segundos que éste es capaz de fijarla en algo.


Me planteé usar el "uno dos" de la filosofía (Aristóteles Kant) para, desde el punto de vista de otros autores, poder valorar moralmente la publicidad.

Kant sostiene que hay que obrar según el Deber. Y, para ayudarnos a dilucidar cuál es nuestro deber en cada ocasión, redactó sus imperativos categóricos. Según una de sus formulaciones -"Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio"- resulta muy difícil argumentar la bondad de la publicidad. La publicidad la hacen unos colectivos dirigida contra otros (sectores de mercado), con lo que en su mismo origen está dividiendo la humanidad. No niego que no haya publicistas que comprarían lo que anuncian, o que crean que sus servicios aportan un bien al conjunto de la humanidad, pero al estar todo viciado por el beneficio económico, el consumidor (la humanidad) acaba siendo un medio para conseguir ese fin (la pasta, la guita, el dinero). La misma palabra "consumidor" deshumaniza y convierte a las personas en medios.

Según Aristóteles, hay que obrar con el fin de alcanzar el Bien, ser un hombre bueno. Quizá en la Grecia de Aristóteles era más sencillo saber quién era un hombre bueno. En general, éste debía poseer ciertas virtudes: moderación,  justicia, valentía, prudencia... Aunque tratándose Aristóteles de un gran pensador, para él primaba la Sabiduría, incluso por encima de la actividad política (a los antiguos griegos les chiflaba reunirse y debatir sobre qué era lo mejor para la comunidad).
Pero la imagen que transmite la publicidad, poco tiene que ver con estas virtudes que Aristóteles atribuía al hombre bueno. Estoy pensando, sobre todo, en la moderación: La publicidad elogia el exceso, el comportamiento compulsivo e irreflexivo. Los anuncios parecen decirnos: -"Lo que te estoy contando es verdad, compra y disfruta. Y ya está!!". Y desde luego no tienen nada que ver con la política -entendida ésta como un diálogo para tomar decisiones conjuntas-, va dirigida al individuo, que compra el producto para sentirse parte del conjunto de los consumidores, pero permaneciendo aislado, independiente, solo, enajenado, insatisfecho... volviendo a consumir para tratar de superar momentáneamente la infelicidad. La sabiduría no pinta nada, incluso algunos anuncios como el de "Yo no soy tonto" parecen reafirmar la idea de que, por norma general, el consumidor sí es tonto.


Así que, no importa si la publicidad es subliminal o no, la publicidad en todas sus formas tiene como fin aumentar las ventas y fomentar el hombre pasivo-consumidor. Tratando al conjunto de la población como una variable estadística.
Quizá, lo que no nos gusta: es que lo subliminal nos pasa desapercibido y, cuando nos lo muestran, nos damos cuenta de que sí somos tontos.
Si en medio de la película nos cuelan un fotograma que dice "¡compra un refresco!", está mal (aunque no sea muy efectivo -quizá si tienes sed te acuerdes de ir a comprar agua-). Pero también está muy mal asociar coches y mujeres guapas, dando a entender que si tienes un buen coche, o una camisa de la marca X, tendrás sexo seguro con mujeres voluptuosas. El segundo caso es explícito. Desafortunadamente, nos hemos acostumbrado tanto a estas tretas, que las hemos asumido como algo natural e incluso necesario, ya no nos indignan.