lunes, 27 de diciembre de 2021

Una huebra

Estábamos en la sobremesa, frente a la lumbre. Y los mayores se pusieron a hablar de las cosas del pasado, de cómo habían cambiado las labores del campo -y del día a día en general-. A mí me gusta escucharlos aunque, a menudo, cuando se enredan en reconstruir el árbol genealógico de tal o cual persona que debería conocer, me pierdo... Entonces asiento y lanzo una sonrisa, para ver si cuela -que ya he caído en quién es- y prosiguen con la historia ¿Qué me importa a mí si los socios del Casino eran los abuelos de tal o cual persona? Los ricos hacen cosas de ricos y los pobres trabajan.

Tengo que andar traduciendo sus referencias: infiriendo datos, en función de la edad de quien habla, tratando de esclarecer cuando se refieren a sus vivencias o a hechos aún más remotos -que les narraran sus padres o abuelos-... Los nombres y apellidos no me interesan, no los ubico, no me sirven como hito. Aunque entiendo que para el narrador sí, son significativos y le sirven para ordenar su historia.

El señor X mató el último lobo -allá por los 60's-. Lo cogió con un cepo en la sierra de la umbría y llegó arrastrándose hasta el Pilarito de Consolación. Además de la recompensa del ayuntamiento, los ganaderos le daban dinero -había salvado sus rebaños-. Las ovejas había que encerrarlas todas las noches en un redil hecho a base de esparto -no había alambradas de metal-. También usaban mastines con collares de pinchos -carlancas-. Los pastores tenían que dormir en los chozos... 

El pueblo era más pequeño y las casas estaban adaptadas a otros usos. Los animales se guardaban en las propias viviendas. Había un tipo que se dedicaba a recoger los cerdos de las familias y llevarlos a comer a la Dehesa. La Dehesa tenía sus propios guardas: para que nadie robara las bellotas o la leña de otros, ya que las encinas eran del pueblo -de particulares-, mientras que los terrenos eran públicos -del ayuntamiento-. Me gustaba esta distinción entre "el pueblo" y "lo público". El ayuntamiento como algo ajeno, como una herramienta de control que se impone desde instituciones más altas, para defender los intereses de los más poderosos -los grandes propietarios- y administrar la escasez -para que exista mano de obra disponible-.

Me contaron que los terrenos de la umbría se sortearon -supongo que pagando algo- entre las gentes del pueblo. Debían descuajarlos, limpiarlos de monte y sembrarlos. Hay muchos olivares ahora en esa zona -aquello ocurrió bastante después de la Guerra-. A cada uno se le daba una huebra, que era la porción de terreno que podía labrar un hombre con una yunta en un día. Las raíces se traían al pueblo para las lumbres -no había bombonas de butano aún-. 

Había ricos que poseían grandes cantidades de tierra y las ofrecían para que otros las explotaran, a cambio de parte de la producción -dos quintos, o lo que fuera-. También había quien vivía de sus animales y sus parcelas. Y quien no tenía nada, excepto su fuerza de trabajo, y tenía que utilizarla... Que había una Dehesa "vendía", que se la dieron a no sé quién como favor de guerra. Que un olivar era mucho más valioso que una casa. Que el pueblo estaba mucho más recogido, que donde yo vivo no había nada -era campo-... 

La próxima vez, debería utilizar una grabadora.


El pasado como esas tierras abandonadas, donde prolifera el monte y también se alzan grandes ruinas, árboles que se hacen fuertes, sendas que conectan el territorio con sus gentes.

jueves, 16 de diciembre de 2021

De aceitunas y suicidas

Estaba muy contento.. Había comprado una vara y una manta nuevas! Este año no iba a dejar ni una aceituna en el suelo!
Era finales de otoño -el puente de diciembre-. No había helado fuerte aún. Por las mañanas calentaba el sol. 
Dando palos con la vara, estirazando de las mantas, con los sacos al hombro hasta la furgoneta... sudaba como un gorrino. El sudor, el aceite, las ramas sacudidas del olivo, el canto de los pájaros... Generaban un ambiente y sonoridad bucólica... Pero el día avanzaba y aquello no tenía vistas de acabarse. Era un trabajo duro. 
Siempre lo digo: -Lo que hace penoso un trabajo son las condiciones en que se realiza. Recoger aceitunas una mañana está bien. Pero si lo tienes que hacer 90 días seguidos, a destajo, sin vacaciones y cobrando poco, se convierte en trabajo esclavo
Hay personas que creen que por haber estudiado en su adolescencia y juventud no debieran desempeñar ese tipo de trabajos. Pero, claro... ahora estudia mucha gente. Y los trabajos penosos siguen existiendo -alguien tiene que llevarlos acabo-. Es curioso que, con tantas personas estudiando, no se haya conseguido un reparto más justo de las tareas. Sólo excusas para que los trabajos duros los desempeñe "el otro": el rumano, la sudamericana, el pobre... 

-Bueno, he sido un estudiante mediocre, no tengo ninguna habilidad especial, ningún talento, nunca hago nada por nadie... Pero soy de aquí, del país. Sé contar los euros, tengo algunos vicios... me merezco mis privilegios arbitrarios.

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Hace unos días, los medios, dieron la noticia de que Verónica Forqué se había suicidado -a sus 66 años-. No tengo ni idea de cómo era su vida, así que no puedo saber qué la pudo llevar a cometer un acto así. Era una actriz famosa, seguía saliendo en la TV, seguro que tenía una situación económica holgada. Seguro que no se veía obligada a realizar trabajos penosos. 
Se hicieron algunos análisis -en clave anticapitalista- que apuntaban a nuestros estilos de vida como causas del suicidio -del suicidio en general, no el concreto de Verónica-. Estilos de vida que generan malestar: aislamiento, soledad, estrés... incluso culpa -por no estar invirtiendo correctamente nuestro tiempo o dinero-. Un malestar que lleva a la inseguridad, la desconfianza y el odio hacia el otro. 

Yo también lo percibo así. Cuando era joven no me preocupaba mucho el dinero: mis padres me proveían de techo, comida y ocupación -estudios-. Luego empecé a dar tumbos por los trabajos, intentando abrirme hueco: ganar más dinero, conseguir mejores condiciones... Después vinieron las niñas... y las preocupaciones comenzaron a girar en torno a ellas: mantener el hogar, el coche, el seguro, los ahorros, el colegio... 
En todas las etapas me topaba con la perseverante ansiedad: sacar mejores notas, estudiar más, un máster, una certificación, idiomas, conseguir mejor salario, un seguro más barato, un coche mejor, una casa más grande, piscina, comprar acciones, echar la lotería... Una espiral en la que nunca se llega a la meta, en la que nunca nos es dado disfrutar de lo conseguido. Hay que trabajar más, formarse, invertir, diversificar... porque existen un montón de amenazas que pueden arrebatártelo todo: la inflación, los impuestos, las crisis, el paro... 
-Ya cuando me jubile lo haré todo: los viajes, los libros, los amigos, pintar... Pero nada de eso nos llega. Porque todo ese marco ideológico del trabajo, el esfuerzo, el consumo y el progreso hacia capas económicas cada vez más altas, nos ha calado tan hondo que hemos perdido la consciencia de que sea solo una posibilidad entre muchas otras. 

Los del trabajo penoso sufren. Pero también sufren los que participan del éxito y el dinero, los que estirazan y aprietan el nudo de la soga que nos asfixia.

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Llevé las aceitunas al molino de la cooperativa. La maquinaria que separaba las hojas y pesaba la aceituna limpia, hacía un ruido terrible. Pero resultaba muy reconfortante: ver llegar la gente con su carga, poniendo su trabajo de pequeños grupos autónomos en común; te sentías parte de algo, de un pueblo, una historia...


[...] aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Fragmento del poema "Aceituneros" de Miguel Hernández

lunes, 22 de noviembre de 2021

Era de Plasencia... Me parece que decía

No soy muy fan de Robe. De Extremoduro sí. Extremoduro es la banda sonora de mi adolescencia y juventud -ya lo comentamos en ¿Es Extremoduro un grupo para pijos y paletos?-. Robe es otra cosa. 

Sí, parte de Extremoduro, pero ha tomado su propio camino musical: más profesional, más calmado, menos arriesgado e irreverente. Y está bien. Sigue congregando a mucha gente, aunque la mayoría somos ya puretas.



Fuimos a verlo al WiZink Center, en Madrid. Había muchísima gente. Tocó algunas canciones de Extremoduro. Y si el Robe te vuelve a repetir que "Hay que dejar el camino social alquitranado, porque en él se nos quedan pegadas las pezuñas...". Pues te lo crees. Pero con 40 tacos no puede ser una declaración de intenciones: ya tienes que estar fuera del alquitrán. Y ese es un trago difícil de digerir.

martes, 16 de noviembre de 2021

La fiesta de la democracia y el pleno infantil

Nuestra Democracia no es una democracia plena -es una democracia en minúsculas-. Hay colectivos que quedan excluidos incluso de depositar el voto en la urna. Como es el caso de migrantes en situación irregular, o los menores de edad.
Ir a votar cada 4 años es la forma que tenemos de participar en el gobierno. Pero a eso no podemos llamarlo participar en la vida política. A poco que rasquemos, nos daremos cuenta que participar de la política requiere dedicación, comunicación, reuniones, discusiones... Conflictos y resolución de los mismos. Por ello, sólo ciertas élites liberadas de las cargas del trabajo y cuidados, están llamadas a formar parte activa de la vida política.
Esto ha sido así siempre. También desde los inicios de la democracia: primero los que participaban eran los hombres BBVA -Blancos Burgueses Varones Adultos- y, con el avanzar de la historia, se han ido incorporando cada vez más colectivos a la fiesta... Pero el núcleo donde se hace la política sigue siendo elitista -burgués-.
Y, esto, en el mejor de los casos. Porque, lo que más a menudo vivimos en nuestras democracias, es la ocupación del poder por las facciones más agresivas de la burguesía, que consiguen legitimarse a través del voto -con tácticas de guerrilla, propaganda y militancias de partido-.

Hace unos días, nos anunciaron que el ayuntamiento del pueblo iba a organizar un pleno infantil. La verdad que la idea nos pareció súper revolucionaria: un colectivo -la infancia- que no tiene voz ni voto, se iba a presentar en el lugar donde se planifica y dirige la vida pública del pueblo para plantear sus inquietudes, exponer sus problemas, debatir y tomar decisiones vinculantes -que se materializarían en la forma de organización del pueblo y sus infraestructuras-... Bueno, lo reconozco, me estoy flipando :-)
Realmente no creo que sea posible la participación política en esos términos. No porque no dispongamos de las capacidades y potencialidades, sino por la mochila cultural y experiencial con la que cargamos. Por ejemplo: con mucho esfuerzo, después de décadas de medrar, se consiguió la ruptura del bipartidismo; con el auge del feminismo empezamos a ver mujeres en las posiciones de poder y, poco a poco, se atisba cierto diálogo y negociación en los debates políticos a nivel nacional -con gobiernos de coalición-. Ya digo, con décadas y, en muchos casos, generaciones de lucha desde abajo. Pero, en la política local y regional -lejos de los grandes núcleos poblacionales-, estamos a años luz de una situación así. Ya lo hemos comentado en otras ocasiones en este blog, a raíz de la similitud política de nuestra localidad con la China del partido único: el Amado Líder tiene la última palabra y no sirve razonar la conveniencia o no de satisfacer los deseos y necesidades de otros colectivos, sólo los que se alinean con los del hombre BBVA.

Venimos de 40 años de dictadura y otros tantos de alternancia de los dos partidos dominantes -haciendo y deshaciendo en favor de los grandes grupos económicos que los ponían en el poder-. Así que, tenemos muy interiorizada la idea de que el poder no puede ser compartido, sino que debe ejercerse de arriba hacia abajo -y ese arriba se configura en torno a la posesión de la riqueza y el control de la economía-. Incluso nuestras instituciones públicas y privadas están diseñadas para satisfacer esa estructura: con una cabeza visible ante la que deben responder el resto de subalternos. Todo ello resulta en un completo analfabetismo político: no conseguimos organizarnos, no sabemos dialogar, negociar... En el mejor de los casos, nos imponemos por la fuerza, o nos sometemos a la violencia de los votos. 

Los procesos de diálogo y negociación son lentos, pero los tiempos que corren exigen aceleración: hay que planificar y ejecutar, llegar a una solución aceptable y comprometernos con ella. No es un problema de este pueblo, de este alcalde, o de cualquier otro. Es estructural. Sostenido en la desigualdad de gobernantes sobre gobernados. La desigualdad de los que materializan su idea de sociedad sobre las masas de trabajadores -remunerados o no- que se encargan de realizarla.

En algunas ocasiones, nos referimos a los días en que se va a votar, como la fiesta de la democracia... Y de eso se trata: de organizar una gran fiesta! Recaudar el excedente, ponerlo en común y hacerse con todo lo necesario para construir ese ambiente que nos permita satisfacer nuestros deseos. 

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Nosotros tenemos un grupo de amigos bastante grande. Organizamos fiestas frecuentemente. Lo pasamos bien, pese a los conflictos y el trabajo que acarrean. Pero, en esta fiesta de la democracia, uno tiene la impresión de que sólo unos pocos lo pasan bien -a costa del malestar de muchos-.

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Se celebró el pleno infantil. Lxs niñxs llevaban escritos unos discursos y manifiestos que parecían preparados por adultos. Todo era muy serio. Incluso quienes asistíamos como público permanecíamos en riguroso silencio. Entre las preocupaciones de la infancia estaban la falta de pistas polideportivas gratuitas y parques -o su mal estado-. Querían más papeleras y mejor iluminación en las calles, más actividades, torneos... Les preocupaba el medio ambiente, el civismo, el reciclaje, el desarrollo sostenible... y, a lxs pobres, les habían plantado delante unas botellas de agua de plástico, de esas de un sólo uso.

Lxs voluntarixs del Pleno Infantil. Todxs con su botellita de plástico... ¿Todxs? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste, todavía y como siempre, al invasor. Imagen extraída del perfil de Facebook del Ayuntamiento de Herrera del Duque
 

Después, el alcalde, habló mucho rato de proyectos que ya estaban en marcha para satisfacer las demandas que le acababan de plantear lxs niñxs. Todos proyectos costosos, a largo plazo...

Bueno -pensé-: ya hemos vuelto a silenciar las voces de lxs niñxs y les hemos hecho caminar por los senderos que tenemos bien trillados. Entonces... Un niño alzó tímidamente la voz -justo cuando ya nos habíamos levantado para largarnos de allí-.
-Se me acaba de venir... Podrían abrir las pistas del cole y el insti por las tardes? Cuando no las utiliza nadie.
Apenas se le escuchó. Así que, algunos adultos trataron de traducir lo que el niño acababa de decir. Y, aquella intervención, fue lo mejor del evento -quizá lo único auténtico-. Supongo que el chaval pensó lo mismo que estábamos pensando todos: Que esto se acaba y salimos de aquí con las manos vacías -sólo promesas vanas, a largo plazo, de proyectos muy cuquis-. Queremos sitios para jugar y los queremos ya! Los vemos todos los días, vacíos, desaprovechados...

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En el pleno infantil el Alcalde comentó que estaban pendientes de resolver unos temas legales con la Iglesia, por la remodelación del entorno en que se asienta la parroquia. También nos dijo que andaban adquiriendo terrenos para hacer parques y zonas verdes. Uno de esos terrenos es donde se asienta la más antigua de las cooperativas de la localidad. Al parecer, habían aprovechado un pleno para declarar el terreno como dotacional -los cooperativistas se enteraron más tarde, cuando se publicó en el Boletín Oficial-. Es una práctica habitual en los ayuntamientos de la zona, aprovechar los plenos para desencadenar la maquinaria burocrática que lleve a los vecinos de cabeza hasta que asimilan el cambio -la imposición-.
Aún siendo los plenos algo público y de libre acceso, nadie asiste a los mismos -porque son un tostón-. Yo alguna vez he intentado ver alguno. Normalmente utilizan un lenguaje críptico y oscuro, enrevesado y lleno de acrónimos. Vamos, que resulta muy difícil enterarse de lo que se está hablando, a menos que lo hayas preparado a conciencia. Ocurre, además, que el partido en el poder tiene mayoría absoluta, así que no tiene mucha importancia lo que cualquier opositor tenga que decir -tendría voz, pero no voto- y creo que ese es el principal motivo por el que nadie asiste. 

Esto de pretender desplazar de lugar los edificios de la cooperativa es la última comidilla del pueblo. Un hecho tan aparentemente insignificante como llevar más a las afueras una asociación de ganaderos y agricultores que, además, huele a pan recién hecho -también es panadería-, se me apareció como un intento de eliminar toda ruralidad del pueblo -este es un pueblo moderno y no puede mancillarse con los olores del campo-. Y se me ocurrió pensar el ayuntamiento como un organismo agresivo que arremete con virulencia contra la Iglesia, contra la cooperativa, contra los vecinos de Peloche -a los que tiene en pie de guerra por su empeño en cobrar por acceder a la playa de cemento-... El ayuntamiento como una fuente de malestar y discordia, un organismo que se dedica a sembrar la crispación entre la población, dividirla, con la intención de imponer un modelo de localidad que, no sólo nadie ha pedido, sino que muy pocos desean. Un modelo urbanita, generalista, turistificable, impersonal, amable con el visitante y segmentado en zonas de: ocio, industria, patrimonio, cultura, deporte, consumo, vivienda... En fin, un modelo en el que no cabe la ruralidad y en el que no entran los vecinos -si no es como usuarios o trabajadores-. Un modelo alineado con los intereses del hombre BBVA: con el movimiento de la economía, el gasto como inversión -sobre todo si es con el dinero de otros-, la foto del calendario, lo suntuoso, la repercusión en las esferas de otros hombres de negocio...

Cualquier atisbo de proyecto común, de organización colectiva, pacífica, en busca de un buen vivir, queda así arrollado por esta maquinaria de hombres BBVA. Y poco importa si son hombres o mujeres, si están al frente de instituciones públicas o privadas.

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Aquel pleno tenía poco de de infantil -sólo la presencia de niñxs-. Se trataba realmente un marcaje de límites y fronteras -un aleccionamiento-. -Sí, podéis venir aquí a hablar y expresar vuestros anhelos e ilusiones. Pero sólo serán satisfechos en la medida en que se alineen con los intereses de los que tenemos el poder: los adultos serios, los hombres de negocios...

martes, 2 de noviembre de 2021

Alberto Rodríguez y el odio visceral

Compartí no sé qué noticia apoyando a un diputado de Podemos que tiene rastas... Y, curiosamente, hubo gente de mi entorno que reaccionó visceralmente. Como si le fuese la vida en ello, como si el tipo con rastas fuera el mismo demonio. Una noticia que, además, nos resulta bastante lejana: un diputado de Canarias que es condenado por propinar, supuestamente, una patada en la rodilla a un madero, en una manifestación hace siete años... Vamos, que no es ningún vecino de nuestro pueblo y refiere a hechos remotos y poco relevantes.
No sé, yo he estado en algunas manifestaciones y, los maderos que envían a esos eventos, los envían para repartir leña. Sobre todo si la mani es protagonizada por jóvenes que se identifican con cualquier movimiento de izquierdas y tienen pintas estrafalarias: pelo largo, rastas, piercings, tatuajes... Eso es lo que me llamaba la atención de la noticia: que ponía de manifiesto el sesgo ideológico del aparato represor del Estado. La gente que se identifica con la derecha se sentía orgullosa compartiendo una imagen del condenado sentado frente a una hilera de jueces perfectamente uniformados -como riñéndole, como si fueran a fusilarle-. Yo ya soy viejo y la policía pasa de mi, pero recuerdo que, en mi adolescencia y juventud, era el sospechoso habitual por tener el pelo largo... Vamos, que me resulta mucho más fácil empatizar con el de las rastas de Podemos que con el madero supuestamente agredido. 

Me cuesta mucho comprender por qué Podemos inspira tanto odio. Yo me muevo en un entorno de clase media o baja. Un entorno que, objetivamente, estaría alineado con los intereses políticos de Podemos. Pero eso no ocurre y, al cambio, veo que muchos prefieren identificarse con cierta idea de patria, las ventajas fiscales de la patronal y una jerarquía social que los perjudica notablemente: cortando sus libertades, restringiendo sus oportunidades, degradando los servicios públicos... En una especie de pose que parece decir: -Pobre lo serás tú. Yo soy español y eso me va a salvar de tu puta miseria. Porque me voy a hacer un seguro privado, un plan de pensiones y a mis hijos los he apuntado a clases particulares por las tardes

También vox inspira sentimientos similares entre la gente de izquierdas o de centro derecha. Está claro que a los dirigentes de vox y a sus seguidores les gusta soltar patacabras para provocar, que van siempre a por los más débiles: inmigrantes, trabajadores poco cualificados, parados, mujeres... Es verdad que me resultan un tanto repugnantes por ello -también porque empatizan más con la patronal y el madero supuestamente agredido-.

2 fotos independientes pero, de alguna manera, relacionadas. Imagen extraída del perfil de 2 FOTOS

Supongo que a todos nos cuesta deconstruirnos y aceptar los argumentos racionales que se oponen a nuestros gustos, o a nuestra idea de cómo nos gustaría que fuera el mundo. Nos cuesta mucho hacer análisis y reconocer que somos parte del problema. Nos cuesta mucho hacer autocrítica: -No me han invitado a la fiesta ¿No será que no me he portado del todo bien o que resulto repelente en el trato con los demás? Eso lo hacen mucho los salvapatrias de Podemos: nos deconstruyen a nosotros y a nuestras instituciones, mientras ellos se insertan en posiciones privilegiadas dentro del sistema... El sistema desconfía de ellos porque los considera intrusos, les marca sus límites y les proyecta el odio de la población -que tampoco los reconoce como de los suyos-. Devienen la paradoja del emigrante: en Catalunya me llaman el extremeño y en Extremadura el catalán.

La maquinaria del Estado acoge a Podemos, y también lo maltrata en casa... No es sólo el capitalismo salvaje defendiéndose del reparto de la riqueza. No es sólo la desconfianza de la sociedad en políticos e instituciones. Es una sociedad reaccionaria que persigue la diferencia y no acepta la deconstrucción -la crítica-: todo está bien en el mejor de los mundos posibles -y no va a venir un rastas de estos a decirme que estoy equivocado-. 

Una sociedad que no acepta el cambio si no está fundamentado económicamente. Y se nota en el uso que hace de Podemos el gobierno actual: permitiéndole llevar a cabo propuestas "arriesgadas" para la ideología dominante -neoliberal-. Como puede verse en la relevancia que se le otorga ahora a la ministra de trabajo Yolanda Díaz -se la deja hacer porque sus iniciativas tienen éxito-. O el bombo que se le da a las medidas del ministro de consumo Alberto Garzón -medidas que todos podemos intuir como necesarias o deseables, pero que se ridiculizan por venir de estos friki pijos outsiders-.


lunes, 11 de octubre de 2021

Educación: amabilidad, dolor, rabia, pedagogía "cuqui" y la desmitificación de una profesión

A la mayor de mis hijas ya hace tiempo que le mandan deberes en el cole. A mí me saca de quicio tener que ayudarla o supervisarla. No soy paciente con ella. Supongo que tampoco he desarrollado las habilidades necesarias para hacerla entender los conceptos que tengo interiorizados y ella tiene que poner en práctica.
Todos tenemos muchas cosas que hacer, y nos gustaría resolver las obligaciones en el menor tiempo posible -para dedicarnos a lo que realmente nos gusta-. Eso es de lo poco que he aprendido tras atravesar el sistema educativo: la sociedad te impone tareas desagradables y, si no las resuelves de forma eficiente y legal, te va a castigar con precariedad, trabajos mal pagados o privación de la libertad -en el peor de los casos-.

Con hijas en esas edades, empiezas a escuchar historias chungas: de niñas y niños que no quieren ir al cole -que les duele la barriga o que desarrollan tics nerviosos-, de profes demasiado estrictos -que no empatizan-, de otros demasiado dejados -que pasan-, de acosos de niños contra niñas -o contra profes-, de madres indignadas, de familias desbordadas, irritadas...   

La educación obligatoria es un trance que todos debemos atravesar. Y el trabajo de profe se parece más al de un policía o un funcionario de hacienda que al del trabajador de una fábrica en cadena. Administrando disciplina para conseguir impartir una clase en aulas demasiado numerosas, fiscalizando deberes, asignando notas numéricas, corrigiendo errores, motivando, castigando... Al final, hay que conseguir que todos alcancen ciertos niveles marcados en el BOE, e ir dejando atrás a los que no lo consiguen -para el mercado de la precariedad laboral-. Todo bajo los más objetivos controles de calidad.

No es de extrañar que acaben quemados, de baja, o se jubilen en cuanto ven la mínima oportunidad. Porque además es una profesión que se ha romantizado sobremanera. Es muy común escuchar frases como: -Es un trabajo vocacional. -Está lleno de satisfacciones. -Los niños son seres de luz que tienen mucho que enseñarnos. Pero más bien pareciera que la única afirmación cierta es: -Tienen muchas vacaciones, tiempo libre, estabilidad, un salario digno y las mismas ventajas laborales de cualquier funcionario... Aunque esto último empieza a ser cada vez menos cierto -es una profesión que también se está precarizando: con la privatización de la educación y el sistema de rotación de interinos-.


La verdad que resulta muy loco. Y muchas veces me pregunto por qué hacemos del proceso de aprendizaje e inserción en la sociedad algo tan doloroso, estricto, castrante... ¿Es realmente necesario? Los niños tienen una gran curiosidad, están deseosos de aprender y abrir su abanico de relaciones sociales... pero les atosigamos con contenidos abstractos: matemáticas, clasificaciones en categorías, análisis del lenguaje, repeticiones, disciplina... En plazos cortos, a toda prisa, en aulas demasiado numerosas...
Seguramente con 5 profes por cada alumno no conseguirías satisfacer todas su ansias de conocimiento... Pero las ratios están invertidas y el trabajo de profe se convierte en el del capataz de una gran cadena de producción.

Así que, cuando leí este testimonio de una profesora de instituto, me pareció absolutamente lúcido y esclarecedor -dejo aquí un fragmento, pero el artículo completo es absolutamente recomendable-.

"[...] lo mejor que puedo hacer es algo más bien simple: tratarlos bien. Desafortunadamente, no hay muchas personas que cumplan con un requisito tan merecido por todo el mundo, como es el de ser bien tratade, de acoger con delicadeza la enorme vulnerabilidad de niñes y jóvenes que, desde los tres años de edad y por un largo y exigentísimo periodo de tiempo, son reclutades por el sistema para exprimir y canalizar todas sus cualidades, energías, proyectos, ilusiones y auto-imagen, a trabajar, casi hasta el final de sus días para enriquecer a otras personas (o lo que sea, pues albergo bastantes dudas acerca de la existencia de un beneficiario final de toda esta chifladura)." - Belén Castellanos Rodríguez. Profesora: trabajadora fordista

Imagen de la película The Wall (1982). En el fragmento en que aborda la educación escolar, con la canción de Another brick in the wall

Es muy famosa la canción de Pink Floyd de Another brick in the wall, con una iconografía y una letra realmente impactantes. Podemos pensar que la educación ha mejorado mucho desde aquel entonces: ya nadie toleraría el uso del maltrato físico... Pero no somos tan ingenuos como para ignorar que existen otras formas de coerción y castigo -seguramente todos las utilizamos alguna vez-. Porque es muy común escuchar expresiones como: -A estos jóvenes les falta una buena mili, que les enseñen disciplina y trabajo duro. Que en el fondo enmascara el deseo que el sistema educativo dejó marcado en nosotros: -Queremos que sufráis como sufrimos nosotros -para que perpetuéis este engranaje y nos paguéis las pensiones-.

En la teoría educativa se han hecho comunes las tendencias de: atención a la diversidad, técnicas de motivación, hacer los contenidos atractivos, observar las múltiples inteligencias, trabajar las habilidades sociales y emocionales, aprender haciendo... Y, sí, va calando... Pero se está intentando sumar eso a los objetivos de la educación tradicional -por contenidos-, y la cumplimentación de burocracia, sin aumentar los recursos en  personal. Así que, no parece que en el ámbito educativo de los primeros años -a corto plazo- vaya a ser posible implementar esa educación "cuqui". Porque, si algo nos ha enseñado la pandemia, es que no es tan sencillo sustituir maestros por tecnología -lo único en lo que parecen ser eficientes nuestras sociedades-.

Así que, ante este malestar que genera nuestra sociedad en docentes y niñxs -dolor- y su consiguiente reacción subversiva -rabia-. Padres y madres depositamos enormes esperanzas y responsabilidades en maestros y maestras. Sí, es muy importante que niñas y niños hablen muchos idiomas, que sepan hacer integrales, redactar documentos oficiales, navegar por internet... Pero el precio no puede ser una completa deshumanización y enajenación -con la consecuente incapacidad para pensar y construir otros mundos posibles: más ambles, que merezcan la pena ser vividos-.

 

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Así que, si los maestros y maestras no son más que funcionarios, capataces de cadenas de producción, policías... al servicio de los Estados y el capital -sobre los que ahora se extiende una fina capa de pedagogía cuqui- ¿De dónde sale la imagen romántica del maestro como esa superheroína libertaria capaz de educar a niñas y niños para construir un mundo mejor?

En el contexto Español hay que retrotraerse a tiempos previos a la dictadura franquista. Cuando la frase "Pasar más hambre que un maestro de escuela" tenía sentido. O, a la propia dictadura, cuando se consolida el mito de maestros y maestras opuestos al régimen -los que se la jugaban para que sus alumnas y alumnos gozaran de una educación distinta a la que ellos tuvieron que sufrir, en un intento infructuoso de subvertir el sistema-. 

A todos se nos cae la lagrimilla recordando el discurso de Fernando Fernán Gómez en La lengua de las mariposas: "Si conseguimos que una generación, una sola generación, crezca libre en España, nadie les podrá arrancar nunca la libertad, nadie les podrá robar ese tesoro."

Nos emocionamos con Patxi Andion cantando la canción de El Maestro 

"Con el alma en una nube
y el cuerpo como un lamento
viene el problema del pueblo,
viene el maestro.
El cura cree que es ateo
y el alcalde comunista
y el cabo jefe de puesto
piensa que es un anarquista.
Le deben 36 meses
del cacareado aumento...
"

O también con los más modernos Zoo y su canción a La Mestra

"Contrabandista de verbs clandestins escampant el verí
Pobles vius i senders infinits.
Quin gust sentir-la parlar.
Si del carrer i el corral és l'ama
I ara hi ha un poble que brama
"

Pero ya no hay dictadura, ni un proletariado al que se le niegue el acceso a la educación. Los maestros están lejos de pasar hambre. Y ese discurso del docente subversivo ha quedado trasnochado. Más bien, podemos observar que se ha convertido en un colectivo bastante reaccionario que, en el mejor de los casos, se esfuerza por hacer funcionar el sistema que les sustenta: que sea justo, que no excluya, que sus alumnxs lleguen tan alto como puedan en la pirámide social... No parece que esa sea la libertad de la que hablaba Fernando Fernán Gómez. Ni que pueda aportar ningún bien sostener el mito de la docencia, cuando está absolutamente desacoplado de la realidad actual y sólo puede aportar dolor y frustración. Todos los trabajos son susceptibles de quemarnos y agotarnos. No caigamos en la trampa que nos tienden los mercados: la trampa de lo vocacional y la autorealización. Porque nos echa sobre la espalda la carga de convertirnos en empresarios de nuestro propio destino y justificar con inconsciente sonrisa lo que genera malestar -todo por disponer de un apartamento en la playa-.


Más enlaces de interés:

 

sábado, 2 de octubre de 2021

Escritura y oralidad

Nunca me ha gustado mucho hablar. Sucede que cuando hablas en grupo, todos quieren dar su opinión y, a medida que se desarrolla la conversación y van saliendo nuevos matices y malentendidos, todos a la vez quieren meter baza. Entonces el que tiene el tono de voz más potente es el que acaba imponiendo su relato, muchas veces dando la vuelta a lo mismo -machaconamente-. 

En una conversación a dos es más fácil, aunque también suele ocurrir que el uno no escuche al otro y ande más pendiente de su propio discurso que de los cambios de opinión que le pueda suponer lo que el otro está contando.

Quizá también estoy algo traumado porque, desde la más tierna infancia, me he tenido que tragar discursos, mítines y similares que ni me iban ni me venían. Que seguramente no le importaban a nadie de la audiencia y que no eran más que un mero relleno de actos institucionales. Donde sólo se decían perogrulladas -o se decía lo que se tenía que decir, sin sorpresas ni cambios de guion, a menos que alguien metiera un gazapo-. Discursos para reñir o adular al público, para lucir el modelito o cierta verborrea. 

Así que, cuando tengo que contar algo, procuro ser breve y conciso y no enredarme en adornar los relatos, porque no se me da bien y tampoco conozco a nadie que me sirva de modelo. 

Hablar requiere una gran agilidad mental, imaginación, conocer a tu audiencia, estar en sintonía, tener claros tus objetivos e ir a por ellos antes de que al que está en frente le de tiempo a reaccionar.
Pero bueno, tampoco todo es negociación, convencer, seducir... También está el hablar por hablar, sin fin aparente, por puro entretenimiento, por diversión, por opinar, divagar, cotillear, soltar barbaridades, contar chistes, informarse, poner en común... Esto me parece divertido, pero es complicado mantener el equilibrio y no acabar enfadados.

Así que, siempre he tenido en alta estima a la escritura. Porque lo que se escribe siempre está más meditado, filtradas las repeticiones, más lleno de matices, más condensado... Y, si tienes que consultar algo, es más fácil que en una conversación, donde las palabras se las lleva el viento. Además, escribir te permite construir un marco desde el que exponer tus ideas, no tienes que plegarte a lo inmediato, lo práctico... Que es a lo que te fuerza la oralidad -porque cualquiera te puede interpelar en cualquier momento-. En la escritura se juega más en el terreno de la posibilidad y no meramente de la realidad.

Pero en los últimos tiempos tengo la certeza de que la oralidad está cobrando relevancia. Hay un montón de gente grabando vídeos, podcasts, programas de radio, televisión, audios de whatsapp, canciones ... Y hay cosas de verdadero valor -no porque tengan un precio, ya que muchos lo hacen de forma totalmente altruista- sino porque están realmente elaboradas. Está claro que primero fue la oralidad y que nuestra escritura está llena de símbolos y mil triquiñuelas para que el lector pueda imaginar al hablante, pero las nuevas tecnologías de la comunicación están salvando muchas de las barreras que antes sólo era posible saltar recurriendo a la escritura.

En el último par de años, dedico mucho más tiempo a escuchar podcasts o canales de youtube que a leer. La pandemia le ha dado un gran impulso a todo esto. Muchos profes graban sus clases y las ponen a disposición de todo el mundo. Hay video tutoriales de prácticamente cualquier tema. No sólo se puede hablar para hacer un resumen o dar aclaraciones sobre un texto o un manual, sino que se puede exponer un tema enteramente hablando y apoyándose en herramientas audiovisuales. Incluso comentar entrevistas de personas relevantes. Todo mediante la más pura oralidad.

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Antes de que las niñas se vayan a dormir dedicamos un rato a la lectura en voz alta. Me parece que leer en voz alta mezcla lo mejor de los dos mundos. Enriquece mucho más la lectura y también las conversaciones, porque el libro sale de sí, de la individualidad del lector, se comparte y permea nuestras vivencias.

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No soy muy de audionovelas, pero alguna vez he escuchado algún fragmento muy bien interpretado. Supongo que no tardarán en aparecer novelas puramente orales y no tengamos que preocuparnos por si tal o cual palabra va con v o con b, o si la admiración y la interrogación se abren o cierran.

Understanding Deaf Culture - Nancy Rourke (www.nancyrourke.com)


Algunos de mis canales favoritos:

  • La Linterna de Diógenes --> Un podcast de anarquismo, ciencia, historia...
  • Filosofía con flow --> Me gusta todo lo que tiene que ver con los filósofos postestructuralistas
  • Ernesto Castro --> Me gustan especialmente las conferencias, charlas o entrevistas, las hace muy amenas
  • Pol&Pop --> Un podcast sobre teoría política y cultura pop-ular
  • Carne Cruda --> Es mucho más que un podcast, es un programa de radio comprometido, muy ameno y divertido, grabado con mucha calidad y con miles de seguidores

 


viernes, 24 de septiembre de 2021

El otoño y el círculo cerrado de las estaciones

Cuando escribo estas líneas comienza el otoño... Otro otoño más. Me encanta esa circularidad de las estaciones, el continuo fluir de una a la otra.
Los grandes conocedores de la Grecia clásica cuentan que, en aquella época, el mundo se concebía finito, cerrado entre las diferentes esferas -la de las estrellas fijas era la más lejana-. Un Mundo cerrado y cíclico... Los jóvenes sucedían a los viejos, los ríos se secaban en verano y volvían a correr en otoño, las festividades, los cultivos... Unos ciclos que parecían repetirse hasta la eternidad -eran muy sostenibles-.

En la actualidad es imposible una concepción así del mundo. La ciencia nos cuenta que el universo está en continua expansión, que el espacio es infinito.. Y nosotros tratamos siempre de llegar más lejos: la Luna, Marte, Andrómeda...
Pero también nuestra historia es una historia de avances en libertades y nuevas formas de gobierno. Nuestra economía no se concibe sino es en continuo crecimiento y expansión. Cada vez consumimos más recursos. La tecnología nos lleva cada vez más rápido, a lugares cada vez más lejanos... El nuestro es un mundo que avanza en línea recta a velocidad de vértigo. Y, muchas veces, pensamos que estamos a punto de pegarnos la hostia padre...

Es ese vértigo el que me lleva a recrearme en lo cíclico de la naturaleza, en aquella concepción griega del mundo. Como cuando subes a un sitio alto y no miras hacia abajo, sólo al siguiente escalón, la siguiente estación... 

En Facebook, creé un álbum de fotos por cada estación: verano, otoño, invierno y primavera. Sólo subo fotos de la comarca en la que vivo. Me relaja mucho ver que las mismas flores estallan en la misma época. Que, aunque vivamos a todo gas, hay cosas que siempre van a estar ahí y podremos volver a refugiarnos en ellas, en lo conocido. Y, aunque sabemos que no se trata de las mismas flores -que son otras- y también nosotros somos otros, en ese discurrir en que todo cambia y todo queda, en este mundo cerrado, finito y cíclico nos sentimos seguros, porque en otoño siempre llega la lluvia.
Dicen que si no hay ciclos, si no hay repetición, no hay ciencia, que sólo se puede hacer ciencia de lo repetible. Por eso la historia, el arte, la religión, la sociología... se resisten y especulamos, o nos guiamos por lo que nos gustaría que fuera y no es. Por eso la ciencia acierta mucho más y nos da seguridad.

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Con las primeras lluvias salieron las hormigas voladoras, eran como grandes gotas estampándose contra el parabrisas. Al llegar al cercado de las gallinas... estaban como locas capturándolas, se estaban dando un buen festín -ni hicieron caso al maíz que les llevaba-. 

Y para mí el otoño es eso, un festín. De almendras, nueces, granadas, bellotas, uvas, setas... No, no se me cae la hoja, es una de mis estaciones favoritas. Me gusta su luz, su olor, su temperatura y su humedad.

Foto de bellota de encina a finales de septiembre de 2021 en la Siberia

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A finales de Septiembre se celebran las fiestas de Hontanaya -el pueblo de mi padre-. Este año volvimos. Ya sólo voy para ese evento: mis abuelos murieron, no tenemos casa allí, vivimos en un pueblo todo el año... Me resulta muy grato reencontrarme con toda la gente... Pero da vértigo: los cuerpos envejecen, nos hacemos mayores, los hijos y las hijas van cerrando el círculo y nosotros vamos quedando fuera. La juventud lo celebra mucho, con mucho alcohol -como hacíamos nosotros-, bailan, cantan y dan la nota... Y nosotros nos quedamos un poco al margen, porque ya no tenemos esa energía, ni la ilusión, ni los mismos horarios...

jueves, 16 de septiembre de 2021

Facebook y la patria chica

Cuando apareció Facebook y similares, todos nos lanzamos a colgar fotos, etiquetar a nuestros amigos, buscar la gente que conocíamos... Éramos jóvenes, guapos, esbeltos... o, simplemente, nos sentíamos cómodos con nuestra imagen. Hacíamos bromas, intercambiábamos banalidades, nos divertíamos... Se había convertido en el patio del colegio -o en nuestro pueblo chico-. 

A medida que íbamos haciéndonos mayores, los contenidos que compartíamos eran cada vez menos personales, menos banales y cotidianos. Subíamos menos fotos de nuestros cuerpos -que ya no eran tan esbeltos-. Ee cuando en cuando, fotos de nuestras caras o de acontecimientos muy especiales -bodas, comuniones -en las que aparecíamos anormalmente adornados-...
Como en la vida real: nos fuimos dejando ver menos por los espacios públicos y nos refugiamos en nuestra propiedad privada. Mientras, los más jóvenes buscaron otras redes, como Instagram, en las que exhibirse -es lo bueno de Internet, que el espacio es infinito y no tienes que esperar a que tus viejos se vayan de la discoteca para ir tú-.
No se diferencia mucho ese proceso de socialización en la red del que se da en la vida real. Un proceso en el que vamos comprendiendo que, a pesar de ser vecinos o amigos, no tenemos las mismas ideas ni intereses. 
Para no ofender, o no enredarnos en eternas discusiones, empezamos a publicar menos: "los demás no necesitan saber tanto de nuestras vidas", "te puede causar problemas publicar dónde estás y demás", "no quiero parecer egocéntrico hablando de lo que hago o pienso", "yo pienso esto, pero no lo voy a decir porque no quiero que nadie me rebata", "no soy famosa, ni tengo nada que aportar", "no quiero parecer tonto", "hay gente muy desconfiada y malpensada, mucho ofendidito"... 

Los muros empezaron a llenarse de silencio y aburrimiento... Algo que una empresa que vive del entretenimiento no podía permitir. Así, Facebook fue rellenando esos silencios de publicidad, de anuncios de grupos que te podrían interesar, de negocios, de política nacional e internacional, de fútbol... Los profesionales de la producción de contenidos los vertieron también en esta red, nos sacaron de lo local y personal y nos devolvieron a lo global. A pesar de que para nosotros resultarían más interesantes el nuevo peinado de la vecina, las ovejas de aquel, el huerto del otro, el coche nuevo del colmenero, las mayas del profesor de spinning o los enredos del equipo local de fútbol.
Las pequeñas cosas que nos ilusionaban y entretenían se arrinconaron y comenzamos a engullir propaganda y contenidos como veníamos haciendo en los medios tradicionales: tv, periódicos, radio...

A Facebook, como compañía, ya le venía bien este giro de los acontecimientos: es una empresa que cotiza en bolsa y sus accionistas obtienen beneficios. Pero tener una cuenta es gratis ¿Cómo puede ser? ¿De dónde sale la pasta? Entonces hubo personas avispadas que pensaron "si es gratis es que nosotros somos el producto...". Y no queremos que nadie se aproveche de nosotros sin compartir los dineros.
Pero el identificarnos como producto no nos hizo libres. Al contrario: asumimos que sólo los famosos, o la gente que tiene una imagen pública, es la que debe compartir sus pensamientos o sus actividades. Ejercimos nuestro micropoder coercitivo para callar a los demás y a nosotros mismos y consentimos que los mismos grupos de poder de siempre siguieran arrojándonos sus mensajes para que asumiéramos sus poses. 

"El medio es el mensaje" y Facebook se ha convertido, principalmente, en un medio clásico, que vive de la distribución de contenidos y la publicidad.
Se parece poco a la idea inicial de mantenerte conectado con tus conocidos y seres queridos -o la de cotillear a tus vecinos-. Y, aunque siguen subsistiendo, esas funciones resultan prácticamente marginales, o bien se han desplazado al Whatssap o redes más privadas. 
No creo que haya sido una estrategia fríamente calculada. Más bien, un ir improvisando, sobre la marcha, aprovechando las corrientes y oportunidades. Facebook empezó como una especie de reto tecnológico o juego sociológico: crear una plataforma que atrajera a millones de usuarios... Luego ya verían cómo rentabilizar algo así.
Y el resultado les ha queda bien. Tienen un montón de usuarios que entran a su plataforma, les da                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     un poco de lo que quieren: información de sus amigos y entorno cercano y, de paso, les endosan un montón de publicidad y contenidos generalistas -mejor o peor dirigidos a un público objetivo-.

Por todas partes comenzaron a surgir tutoriales y gurús que explicaban cómo gestionar los perfiles de negocio en estas redes sociales. Trucos y consejos para conseguir mayor visibilidad, mayor alcance, mejores valoraciones... Se profesionalizó el patio del colegio. Y, como teníamos cuenta en esa red, también comenzamos a pensar que debíamos profesionalizarnos nosotros: mostrar nuestro mejor perfil -postureo-, ser políticamente correctos, ciudadanos del mundo globalizado, opinadores de la actualidad del país, haters del otro bando...

 

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Yo utilizo Facebook para consumir contenidos y también para publicarlos. Me gusta, es una forma de socialización y entretenimiento como otra cualquiera. Me gusta saber qué cosas preocupan, gustan o ilusionan en mi entorno cercano, qué ven mis amigxs desde sus ventanas, qué opinan sobre las diferentes noticias, intercambiar opiniones, mirar sin ser visto, cómo les va la vida a los antiguos compañeros de uni, cómo crece su prole, si ya han empezado a coger setas, cuándo siembran las patatas, dónde van a castrar, los festivales a los que van, los libros que han leído o si la última de Disney les pareció mejor que la anterior.

También me gusta hacer fotos y publicarlas. Sé que existen redes más apropiadas para la fotografía, pero encuentro cierto encanto en hacerlo en ese cajón de sastre en que se ha convertido Facebook. Un lugar donde aparece mezclado lo personal, lo global, lo comercial, imágenes, audios, vídeos... Donde la única coherencia está en el muro personal de cada cual: como pequeñas moléculas enlazadas con otras, en estructura rizomática -aisladas y conectadas a la vez-.

También me gusta compartir noticias, pensamientos, pequeños textos... Sin ninguna pretensión especial. Como pequeñas notas que se me aparecen interesantes para mí y para mi círculo de "amigos". Pequeñas líneas de fuga que nos saquen del cerco del algoritmo y los puntos de interés que se definen desde los centros de poder y comunicación. Uno ya sabe que no puede alcanzar repercusión más allá de su círculo -tampoco lo deseo, porque no considero mi ocio como una actividad a rentabilizar-, eso da mucha liberdad, como da libertad escribir sabiendo que nadie -o muy pocos- lo van a leer.

Quizá lo que más me gusta de esta red social es el parecido con un pueblo chico. Porque mi red de "amigos" está muy localizada en torno a mi pueblo -supongo que Facebook controla de ubicaciones y siempre prioriza los contenidos de quién está cerca-. Un pueblo donde, cómo siempre, ciertos órganos de poder pueden alzar la voz sobre la de los demás, pero donde la turba también puede boicotear esos intentos de imposición de opinión y dar la batalla -aunque sea en desigualdad de fuerzas-.

Por ejemplo: hace unos meses, el alcalde del pueblo y el partido en el poder, decidieron, de forma unilateral, cobrar para acceder a la playa de Peloche. Lo anunciaron por Facebook, como si fuera un logro novedoso, puntero y por el bien de la ciudadanía -por lo del Coronavirus-. Inmediatamente, la población comenzó a quejarse por una medida a todas luces injusta, que sólo podía venir de alguien totalmente desconectado de la realidad de la localidad. Las quejas no se quedaron sólo en Facebook -quizá aquí se forjó el convencimiento de la injusticia que se estaba cometiendo- y trascendieron al plano de lo real: se organizaron manifestaciones, protestas, escritos formales... Incluso volvió a salir el tema en un pleno del ayuntamiento -aunque los poderes públicos no dieron su brazo a torcer-.

Así que, sí, Facebook sigue teniendo esos recovecos, escondrijos y el potencial revolucionario o democrático que muchos esperábamos se desatara con el desarrollo tecnológico de internet -y nunca llegó-.
También tiene sus cosas malas -muchas derivadas del hecho de no tratarse de un servicio público sino de un negocio-: la adicción causada por el sistema de notificaciones y recompensas, problemas de privacidad... Pero eso ya lo hemos tratado en otros posts de este blog


Imagen de Ella Ottersbach-Edwards. Extraída de Living For Likes: The Unspoken Addiction

lunes, 6 de septiembre de 2021

A vueltas con las vacaciones

Estaba en Las Palmas de Gran Canaria de vacaciones. Y me acerqué a ver el museo de arte contemporáneo de la ciudad -el CAAM-. Me encanta ir a este tipo de museos. Fuera de los grandes referentes -el Reina Sofía, Pompidou...- suelen tener poco público y los baños están muy limpios. Fui solo, para poder pararme sin remordimientos donde realmente me interesara. Cuando voy con las niñas, o con gente, acaba siendo una experiencia un tanto decepcionante, porque estás pendiente de mil historias excepto de lo que has ido a ver -no hay nada de inmersión y es como estar con un ordenador con conexión a internet-.

Había una exposición de José Martín: un pintor local. La obra oscila entre la psicodelia y el subrrealismo, con un carácter muy naif. Con temáticas como la playa, las mujeres, el mar, los paisajes tropicales, el dinero, el sexo... Son muy curiosos y coloridos los cuadros, derrochan imaginación. 

Niños de la guerra, o de Rusia, 1991 - José Martín

 

Muchas veces acudimos a los museos de historia buscando una explicación del presente recreándolo sobre los datos del pasado. Y es una vía posible. Pero a mí me gustan más estas visiones contemporáneas que tratan de tender hilos conductores desde el presente hacia todos los puntos del espacio tiempo.

Me gustó mucho el vídeo donde se narraba la vida del artista, a partir de testimonios de quienes lo conocieron. Era un tipo curioso que se retiró a pintar en soledad en las inmediaciones de su pueblo -Tazacorte-. Debió de ser la comidilla de todo el pueblo. El vídeo estaba muy bien, porque da una idea de cómo había evolucionado la vida en la isla: los plátanos, el turismo...

Las Islas Canarias son un lugar realmente alucinante -al menos Tenerife y Gran Canaria, que es lo que conozco-. Tienes una enorme variedad de paisajes y ecosistemas recorriendo unas distancias muy cortas. A mí me gusta más el norte de las islas, que es más fresco. La alta montaña también tiene su encanto. Este año he podido conocer algo más su historia, parece que los primeros pobladores llegaron ya en edad romana o fenicia, procedentes del norte de África. De aquello sólo quedan restos: cuevas, momias, herramientas... Todo fue pisoteado por los europeos, cuando empezaron a especializarse en la navegación oceánica y la extracción de riquezas de lugares lejanos. Luego le llegó la revolución turística y, con el turismo, pareciera que la única función e historia de las islas sea el goce y solaz de los visitantes. 

Pensaba en que hay gente que no sería capaz de disfrutar un lugar así. Por ejemplo el típico turista de sol y playa que va a ponerse fino de comer y beber. Aunque quizá no sea realmente así: todos tenemos un bagaje cultural. Y, quizá, hasta el ingeniero más obsesionado con su trabajo disfrutaría observando los barcos cargueros, los molinos de viento, las instalaciones militares... Todos hemos sido jóvenes y hemos estado interesados únicamente en la fiesta, el sexo y las drogas. 

 

En vacaciones me gusta madrugar. Las horas del amanecer y el atardecer son las más apacibles, cuando la luz y la temperatura son más suaves y progresivas. Me encanta madrugar para aprovechar el día. No como cuando trabajo, que me gustaría quedarme en la cama más rato. Y me gusta saber cosas de los sitios que visito: un poco de historia, de qué vive la gente, la cocina, la flora, la fauna... Me gusta conocerlo in situ -o después, cuando llego a casa y voy madurando la experiencia-. Me gusta conectar con el sitio al que voy, mientras desconecto del sitio del que vengo.

Al subir al roque Nublo traté de imaginar qué sentirían los primeros pobladores, mientras el manto de estrellas se les echaba encima. Con su conocimiento y experiencia sobre los cielos, las constelaciones, las piedras, la vegetación, las señales que lanza la Naturaleza... No debían de aburrirse.
A mí me pasa algo similar en mi pueblo: no dejo de asombrarme con los continuos y cíclicos cambios.

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Este verano también estuvimos de camping en Villablino -un pueblo en la montaña leonesa-. La zona había sido próspera gracias a la minería de carbón, pero la actividad se había abandonado y la región estaba en decadencia poblacional. Visitamos una fábrica de cerveza y, además, la mina de carbón que se encontraba en las traseras -sólo el primer tramo de la entrada-. Era un lugar oscuro, húmedo y frío. Caía agua continuamente del techo y se escurría por las paredes y el suelo. El guía nos contaba cómo era la vida de los mineros. Un trabajo realmente duro y peligroso: derrumbes, explosiones, bolsas de gas... Pero el capitalista debe cobrar más porque arriesga más (-:

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Mientras comía, me quedé observando a mi compañero. Un tipo infantiloide con cara de salido y muy malos modos. Se creía el rey del mambo. Se le notaba que de pequeño y en la juventud le habían dado caña. El típico niño gordito con gafas que es carne de cañón. Carecía de habilidades sociales, no había sido bueno en los estudios... realmente, no había sido bueno en nada. Pero tenía suerte: estaba forrado. Su familia había amasado una gran fortuna y él había sabido mantenerla. Sus comentarios eran los del típico facha que va diciendo por ahí lo de que los jóvenes tienen que trabajar duro, que las tías son unas guarras que van provocando y que él está en su posición por méritos propios -cuando saltaba a la vista que estaría viviendo entre cartones si no hubiera contado con el soporte económico heredado-. Empujaba la comida con los dedos para cargar bien el tenedor. Engullía como un pavo. Se le iban quedando trozos de pescado entre los brackets. Se hincó la copa de vino blanco de un trago. -Échame más! Anda machote! Aquello sólo podía tener un final trágico -pensaba mientras veía al camarero desenfundar la katana-.

lunes, 16 de agosto de 2021

NOticias siberianas de calor imposibles

Ante la presente ola de calor en La Siberia Extremeña, la asociación de empresarios decide permitir el libre acceso de todos los vecinos a las piscinas de hoteles y recintos de ocio. "El bienestar de nuestros vecinos está por encima del beneficio económico" - Ha declarado el promotor de Elysium City. Por su parte, los alcaldes de las diferentes localidades, bajo la amenaza de sabotear las instalaciones, presionan a las hidroeléctricas para eximir el pago del recibo de la luz a todos los vecinos -siempre que el termómetro supere los 38 grados-. "El agua se queda aquí hasta que se garantice la supervivencia de nuestros electores" - Han declarado ante las cámaras de la televisión regional. Mientras, gran parte de los presupuestos destinados a las fiestas patronales se han desviado para instalar aparatos de aire acondicionado en los hogares con menos recursos. 

La embotelladora de agua de la localidad anuncia la construcción de un gran acueducto desde Las Navas hasta la fuente de La Encalá para garantizar el suministro de agua de calidad a todos los herrereños. "Ya era hora de que se abordara el proyecto. La mayoría de las fuentes de la zona se están secando por la extracción ilegal y muchas están contaminadas por venenos y otros productos agrícolas" - Comentan ilusionados los gerentes de la multinacional.

En Helechosa se ha instalado una empresa alimenticia con la intención de convertir los peces del pantano de Cijara en palitos de surimi. "El nivel del agua ha bajado tanto que carpas, lucios, black basses... están muriendo por cientos de miles. Es necesario transformarlos en surimi antes de que se conviertan en un problema ecológico y de salud". La empresa generará 200 empleos directos y más de 1000 indirectos -todos dados de alta como falsos autónomos-. "Además, tenemos en mente otro proyecto para comercializar los lodos que se acumulan en el fondo como fertilizantes altamente contaminantes". "Aquí no hay conflictos por el agua, sólo oportunidades de negocio" - Ha declarado el director de Iberdrola.

La playa de Peloche se queda sin agua. Ante tal catástrofe, el alcalde de Herrera, decide subcontratar un ejército de vigilante/socorristas que patrullarán las orillas del pantano para que nadie se bañe o extraiga agua en el término municipal si no es previa reserva por el procedimiento ordinario 598 y el pago de las tasas que se estimen pertinentes. "El agua es un bien escaso, no podemos permitir que esté al alcance de todos"- Ha declarado.

Ante la sequía, los ganaderos de la zona tienen problemas para dar de beber a sus reses y están trabajando en varias medidas para dar salida a su carne. Han patentado el helado de chuletillas de cordero. "Se está vendiendo muy bien en toda la costa del levante. A los nuevos turistas chinos les encantan estas cosas tan raras". Además, han propuesto a los ayuntamientos de la zona sustituir los toros de lidia por ganado manso. "Se puede regular el grado de peligrosidad retorciéndoles el rabo y, al ser más voluminosos, lucen más las fiestas".

Un equipo de científicos de la UNESCO se desplaza a estas localidades extremeñas para hacer tests masivos a la población que forma parte de la reserva de la biosfera. Gracias a sus investigaciones concluyen que el Coronavirus muere tras una exposición a 45 grados centígrados durante más de una hora. Todos los trabajadores que estaban poniendo alquitrán en el desdoble de la Nacional 430 han quedado inmunizados por varias generaciones. Se cree que los trabajadores de las vías del AVE Madrid-Lisboa podrían estar en la misma situación. "Se me averió el aire acondicionado en la Puebla de Don Rodrigo y he tenido que venir todo el trayecto con las ventanillas bajadas. Así que creo que yo también estoy inmunizado" - Comenta un camionero en Santa Amalia.

jueves, 29 de julio de 2021

Instantáneas de verano

Allí estábamos, sentados en unas precarias sillas de madera. En la explanada del puerto, con las mascarillas mal ajustadas. Habían montado un escenario modesto, no hacía falta más. La brisa del mar nos mantenía frescos.
Fueron subiendo, eran un montón de gente, 40 o más. También había una pequeña banda: teclado, guitarra eléctrica, batería y bajo. Yo siempre había pensado que esos grupos de gospel, que gustaban tanto por aquí, eran una frikada... Aunque sentía curiosidad. 

Empezaron a cantar y... Aquello molaba! Aún llevando mascarillas, el coro se veía súper relajado, feliz... La directora era pura energía. Con su expresión corporal y su sonrisa, si te lanzaba una mirada de refilón, era capaz de hacerte pensar que podías cantar como Aretha Franklin -o, por lo menos, tocar las palmas con ritmo-. No es de extrañar que ese estilo musical haya traspasado los muros de las iglesias y todas las fronteras. 

Se hizo de noche, pero aquello era absolutamente luminoso. Nos sentíamos como si hubiésemos sido tocados por el dedo Dios -pero no el dios iracundo de la culpa, sino un Dios liberador-.

Gospelsons: grupo de gospel de Mataró. Foto extraída de la web del grupo: https://gospelsons.org/

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Alguien escribió en un grupo de Facebook que había creado un perfil anónimo para denunciar asuntos perpetrados desde los poderes públicos locales. Y la peña se le echó encima diciendo que diera la cara, que se identificara... 

Pensé sobre cómo se ha perdido el anonimato en Internet. Antes de las redes sociales todos teníamos perfiles falsos, avatares molones... Tu identidad virtual no solía coincidir con tu identidad física -a menos que fueras un personaje público- y podías llevar una doble vida. Ahora nuestros perfiles virtuales son una marca, un sello de identidad de nuestros perfiles físicos... Y los poderes nos pueden someter en ambos planos. Pero Remedios Zafra trata mucho mejor estos temas de lo que puedo hacerlo yo.

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Me sentía eufórica! Él había dado positivo en Coronavirus y yo no. Él debía confinarse en casa y yo era libre! Libre!

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En la televisión no paraban de salir noticias sobre los beneficios económicos que había traído la legalización de la marihuana en ciertos estados -EEUU- y cómo se había extendido a otros. También aparecían noticias de cómo los propietarios de invernaderos, en la vieja Europa, se estaban adaptando al cultivo del cáñamo legal: con usos medicinales, para elaborar ciertos ungüentos, fibras vegetales... -Es mucho más rentable que la fruta o las flores - decían.  

Cuando el capitalismo le niega el saludo al narco, la legalización está cerca.

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Estábamos solos, en un rinconcito al que se accedía por una vieja carretera abandonada. El pantano daba miedo. Todos los años llegaban historias de ahogamientos. Las niñas jugaban en la  orilla. -Allí están seguras. -Pensaba aliviado. Me sentía pesado, gordo...
Ya nadan muy bien. No quiero que vayan a lo hondo. Este calor me mata, saca lo peor de mí, quiero que llegue mediados de agosto...
¿Y si hubiera monstruos?

Algún punto del pantano de García de Sola - Julio 2021

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Habían habilitado un trozo de playa para los perros -al otro lado del puerto-. Los dueños se bañaban allí con ellos. Era una escena extraña: pechos desnudos, perros mojados, ladridos y conversaciones, las olas del mar... Todo se aparecía sucio e irónicamente feliz

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Habían hecho una pequeña presa en el cauce del río. Siempre había agua corriendo. Era muy somero: pocos tramos cubrían por encima del ombligo. Los fresnos y sauces proporcionaban una agradable sombra en las orillas cubiertas de césped. La gente se reunía en pequeños corrillos. Muchos llevaban su merienda. También había un chiringuito. Había gente, pero sin aglomeraciones -circulaba el aire-. El agua era fresca -pero no fría-.
Un lugar de goce y esparcimiento en Hoyos (Cáceres)

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El calor y la humedad eran horribles en la estación de Sants. -Otro tren cancelado! -Joder! Esto se está petando de peña... Íbamos bien apretados en el vagón. Todos con mascarilla. Yo procuraba no respirar muy fuerte. En Plaça Catalunya se subió más gente. Los niños lo tocaban todo. Una señora mayor busca asiento... Afortunadamente se lo cede alguien que está más cerca -no me quiero mover-. Dos tipos hablan despreocupados sobre no sé qué movida que quiere hacer en su salón. Yo sólo veo Coronavirus! Coronavirus por todas partes!

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Era el típico lugar de ocio familiar en el Levante. Enclavado entre la paradisíaca playa de arena y unos montes rocosos que se aventuraban hasta el mar. Se veía mucho guiri. Tenían sus propios guetos: los alemanes, los belgas... La primera línea de playa era asediada por altas torres de apartamento y hotel, bares, restaurantes... Las montañas cercanas plagadas de chalets -que de lejos asemejaban garrapatas-. Al fondo se apreciaban las formas grotescas de Benidorm. Pero Calpe era un pueblo tranquilo, mantenía un centro histórico coqueto. Un lugar para dejarse morir sobre la fina arena, mecido por las aguas calientes... Sí, la población se veía envejecida, conservadora, complaciente con los neonazis de Desokupa...
Una gran formación fálica rocosa presidía la playa: el Peñón de Ifach. Me gustaba llamarlo el peñón de iFacha...

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Se rompió la cámara subiendo al peñón. Por fin me había liberado de aquel artefacto del demonio. No tenía que llevar ese peso a la espalda: los objetivos, la batería, el trípode... Miraba el mundo de otra manera: narrado, en un continuo fluir de palabras -no como este post, que es una sucesión de instantáneas-.


Playa de Calpe con el peñón de Ifach. Imagen extraída de El País

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Después de 12 de horas de viaje, con sus atascos. Bajamos del coche, como quien se baja de una nave espacial... Hace fresquito. Suena música ligera en directo. No hay humedad. Nos reciben con tortilla de patatas -crudita-, revuelto de calabacín, tomates frescos... El Castillo nos vigila. Corre una agradable brisa... Herrera se nos aparece como el paraíso en la tierra ❤

miércoles, 21 de julio de 2021

Una historia de violencia y ocio vacacional siberiano

Miraba Peloche desde el satélite, y la transformación del paisaje se me apareció como una historia de violencia: la inundación de las tierras, la continua subida y bajada del nivel del agua, las orillas muertas del pantano, el pueblo parapetado de las crecidas, la playa de hormigón, la aridez...

"En sus apenas cien años de dominación como clase, la burguesía ha creado fuerzas de producción más masivas y colosales que todas las generaciones anteriores juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, la maquinaria, la aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación a vapor, el ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la roturación de continentes enteros, la transformación de los ríos en vías navegables, las poblaciones surgidas de repente, como brotadas del suelo..." - Fragmento del Manifiesto comunista de Marx y Engels

Ahora utilizamos el término "zona de sacrificio" para los lugares donde es necesario implantar las nuevas tecnologías verdes -campos alicatados de placas solares o ventilados por molinos de viento- y extraer los metales necesarios para su construcción -minas a cielo abierto-. Y, oh! Sorpresa! Muchas de esas zonas se encuentran en Extremadura.  Los vehículos eléctricos no echan humo por el tubo de escape, pero siguen consumiendo materiales y energía -y toda esa porquería nos cae encima, como ya nos cayeran los pantanos y las centrales nucleares-.

Cuando se hicieron los pantanos había un dictador en el gobierno y no cabía la protesta. Se hacía por el bien de la Nación. Un verdadero patriota está dispuesto incluso a morir por construir ese proyecto conjunto al que llamamos España, España, bandera, bandera...

Pero lo del patriotismo ha decaído bastante. Ya nadie está dispuesto a inmolarse por un concepto tan abstracto y, mucho menos, por un proyecto común. Ahora somos individuos prácticos. Queremos que el sacrificio tenga una recompensa -en forma económica-: puestos de trabajo, industria, beneficios fiscales... Ha cambiado la fundamentación del sistema, pero la violencia sigue siendo la misma. Porque el sacrificio se va a realizar, sí o sí: vivimos en una democracia, sometidos al voto de la mayoría -y la mayoría no vive en pueblos chicos-. El precio que pagamos algunos por vivir bajo la protección de un Estado -más o menos violento, más o menos arbitrario- es más alto que el pagan otros -y no hablo de los impuestos, que son iguales para todos-. Las universidades, los hospitales, las autovías, los regadíos, los puertos deportivos... son a costa de parte del ganado atrapado en el barro de algún pantano.

Oveja atrapada en el lodo a la altura del Puente de las Mestas, en el embalse de Cijara (pantano que precede al de García Sola, el de Peloche). Imagen extraída del perfil de Facebook de una vecina de Villarta de los Montes

Seguramente no exista compensación económica que supla la transformación del paisaje y las formas de vida de un pueblo. En los pueblos resulta difícil sentir que trabajamos por el progreso y, más bien, lo percibimos como una forma de violencia que se impone desde arriba, desde las instituciones: el Estado, la Junta, Diputación, Confederación... Desde donde se nos dicta lo que tenemos que ser, dónde invertir, qué trabajos privilegiar, qué costumbres abandonar... Esa violencia permea en la propia población: en el control social de unos sobre otros, en el establecimiento de una moralidad represiva y una normalidad que se ajusta a los planes de progreso. 

Desde hace unos años, se está haciendo un gran esfuerzo desde las instituciones por fomentar el turismo en la zona. Otras zonas del país con características similares son turísticas ¿Por qué nosotros no? Obviamente, el turismo de interior no es una actividad tan invasiva como un pantano. Pero el turismo es una actividad destinada al visitante -no a los emigrados o los propios vecinos-. A los locales se les exige se adapten a esta nueva actividad económica -en detrimento de otras-, los espacios públicos se diseñan pensando en estos potenciales turistas, se marcan los hitos, se regula su acceso... Se nos dice que es la única forma de vencer la despoblación, que genera riqueza... Que las aceitunas, los pinos y las ovejas no son rentables, que son trabajos duros, que no rinden. No somos nosotros, es el mercado amigos: que no tiene en cuenta vuestra identidad cultural, ni los deseos y anhelos de la gente de pueblo.

Porque, al final, se trata sólo de eso: del sometimiento de unos a los deseos de otros. Y para imponer esos deseos, la iniciativa privada necesita del brazo armado de las instituciones públicas y sus mecanismos de propaganda. 

En Peloche, el ayuntamiento, invierte en su playa y sus monumentos. Regula su acceso, se publicitan los negocios que sirven al fin turístico y los productos con denominación de origen. Mientras, el pueblo se vacía, se llena el pantano, se cierran escuelas, proliferan las segundas residencias y la actividad agroganadera sigue siendo tan sacrificada como hace 100 años.

En ese sueño húmedo de capitalizar el turismo, alcaldes y diputados, fantasean con la construcción de un EuroVegas a las orillas del Guadiana, entre Castilblanco y Herrera. Porque no importa lo que aquí hubiera: aquí todo es campo. En eso radica la violencia que se ejerce contra estas tierras: en considerar que está todo vacío y que se debe llenar de cualquier cosa. Como cuando los europeos descubrimos y conquistamos las américas.
El progreso avanza en una única y exclusiva dirección... Y sólo puedes subirte al carro o resultar arroyado.

1956 - Aún no se habían inundado los terrenos

1973-1986 Se adaptan los caminos y carreteras a los contornos del agua

1980-1986 El nivel sube

1998 Sube

2002 Se mantiene

2019 Baja

La Barca, Peloche y el Pelochejo. 1956 bajo 2019 retorciéndose cabreado en angulosas formas

Los pantanos tienen el cruel defecto de aislar aún más a las poblaciones que los acogen. Porque no es tan sencillo cruzar esas enormes masas de agua. Las carreteras y caminos dan tremendos rodeos para llegar a un punto que visualizas desde la otra orilla. Aún así, Peloche ha crecido en extensión -no en población-. Incluso se construyeron barrios de chalets a orillas de la cola del Pelochejo. Lo que antes era un pequeño afluente del Guadiana que se secaba en verano, se ha convertido en lugar de ocio privado y goce, tal como se entiende hoy día: piscina, tumbona, copazo, barca a motor...

Para mi familia también es un lugar de ocio. Solemos ir a bañarnos en puntos arbitrarios. Creo que en los 80's y 90's era incluso más común: cuando venían los emigrados de la ciudad a veranear. Se cargaba el coche de muchachxs, la merienda, las cañas de pescar, los flotadores -hechos con recámara de rueda-... Se buscaba un rincón apañado: te calzabas las cangrejeras, chapoteabas, jugabas con el barro, las piedras... No era un ocio solitario y, mucho menos, relajante. Era puro esparcimiento, una desconexión de la cotidianidad en nuestro entorno cercano. 
Era un poco como aquella serie de Verano Azul, donde lo importante no era estar en la playa -en un paraje idílico-, lo importante era estar con los amigos, la familia y cantar el "No nos moverán". Pienso que ese imaginario de las vacaciones y la ociosidad han cambiado. Por eso proliferan las piscinas privadas en Herrera, los chalets en la cola del Pelochejo o las megatorres de apartamentos en Benidorm. Cada cual según su poder adquisitivo. Todo se parcela, se individualiza y se ajusta a cada bolsillo. En las redes sociales, los anuncios y las películas se construyen los imaginarios de la casa y el viaje ideal... Y ya no tienen nada que ver con el Verano Azul. Se impone la violencia de la tarjeta de crédito y la transformación de los paisajes para ese goce efímero del tiempo de vacaciones.

Hace un par de años, la comarca se declaró Reserva de la Biosfera, como reconocimiento a sus valores naturales e integración armónica de lo natural y lo humano. Un paso más en la turisficación del territorio, su incorporación al tren del progreso y al imaginario de lo que debe ser un territorio rural -según la mirada de la Unión Europea-.
El imaginario del paraíso natural y la actividad económica sostenible se tiende sobre la realidad social del territorio. Ocultando la violencia infringida, la desigualdad entre pueblos, los conflictos por la tierra y el agua, la carencia de servicios, las demandas de ciertos sectores... Todos esos detalles que pudieran enturbiar la experiencia turística y que, por otro lado, no importan lo más mínimo al visitante -se encuentra de paso, para él todo esto es campo-.

Para las diferentes instituciones locales y regionales resulta muy importante proyectar esa imagen biosférica. Convertirla en la realidad predominante, la que integra el territorio en el capitalismo global del consumo de experiencias. Como antes fueran, la actividad cultural -de identidad regional- o deportiva, las que nos integraban en el proyecto de Nación -pan y circo, para apaciguar el malestar social-. Píldoras efervescentes de placer que aplacan el dolor causado por las violencias a que nos sometemos a diario: trabajo, burocracia, deberes, disciplina, represión moral, estrechez económica...


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Esta semana ha sido noticia la prueba piloto de dos ultrarricos para convertir los viajes al espacio en experiencias turísticas.
Los viajes a la playa y a los balnearios de la alta burguesía, en el pasado siglo, han degenerado en ingleses borrachos saltando a la piscina desde el balcón del hotel.
Los viajes de aventura y naturaleza se han convertido en barbacoas con carnes de baja calidad en casas rurales.
Los viajes en avión están al alcance de un público cada vez más amplio y las lunas de miel ocurren en lugares cada vez más lejanos...
Cada vez se ahoga más gente en el Mediterráneo, el índice de desigualdad aumenta, el hambre, la enfermedad...
Las zonas rurales siguen perdiendo población -cada vez son más campo- y, aunque las luces de neón brillen en calles concretas de grandes ciudades, los habitantes del pantano saben -esa electricidad- de dónde sale.
Parece que la crisis del Coronavirus no ha hecho más que aumentar estas desigualdades y el control de los gobiernos sobre sus gobernados.

Ya no sabemos dónde nos conducirán las chifladuras de los más ricos, en qué tipo de ocio degenerará su imaginario, ni qué precio vamos a tener que pagar. Lo que sí sabemos es que poco o nada tendrá que ver con las aspiraciones y deseos de los rurales de antes del éxodo a la ciudad.