martes, 2 de noviembre de 2021

Alberto Rodríguez y el odio visceral

Compartí no sé qué noticia apoyando a un diputado de Podemos que tiene rastas... Y, curiosamente, hubo gente de mi entorno que reaccionó visceralmente. Como si le fuese la vida en ello, como si el tipo con rastas fuera el mismo demonio. Una noticia que, además, nos resulta bastante lejana: un diputado de Canarias que es condenado por propinar, supuestamente, una patada en la rodilla a un madero, en una manifestación hace siete años... Vamos, que no es ningún vecino de nuestro pueblo y refiere a hechos remotos y poco relevantes.
No sé, yo he estado en algunas manifestaciones y, los maderos que envían a esos eventos, los envían para repartir leña. Sobre todo si la mani es protagonizada por jóvenes que se identifican con cualquier movimiento de izquierdas y tienen pintas estrafalarias: pelo largo, rastas, piercings, tatuajes... Eso es lo que me llamaba la atención de la noticia: que ponía de manifiesto el sesgo ideológico del aparato represor del Estado. La gente que se identifica con la derecha se sentía orgullosa compartiendo una imagen del condenado sentado frente a una hilera de jueces perfectamente uniformados -como riñéndole, como si fueran a fusilarle-. Yo ya soy viejo y la policía pasa de mi, pero recuerdo que, en mi adolescencia y juventud, era el sospechoso habitual por tener el pelo largo... Vamos, que me resulta mucho más fácil empatizar con el de las rastas de Podemos que con el madero supuestamente agredido. 

Me cuesta mucho comprender por qué Podemos inspira tanto odio. Yo me muevo en un entorno de clase media o baja. Un entorno que, objetivamente, estaría alineado con los intereses políticos de Podemos. Pero eso no ocurre y, al cambio, veo que muchos prefieren identificarse con cierta idea de patria, las ventajas fiscales de la patronal y una jerarquía social que los perjudica notablemente: cortando sus libertades, restringiendo sus oportunidades, degradando los servicios públicos... En una especie de pose que parece decir: -Pobre lo serás tú. Yo soy español y eso me va a salvar de tu puta miseria. Porque me voy a hacer un seguro privado, un plan de pensiones y a mis hijos los he apuntado a clases particulares por las tardes

También vox inspira sentimientos similares entre la gente de izquierdas o de centro derecha. Está claro que a los dirigentes de vox y a sus seguidores les gusta soltar patacabras para provocar, que van siempre a por los más débiles: inmigrantes, trabajadores poco cualificados, parados, mujeres... Es verdad que me resultan un tanto repugnantes por ello -también porque empatizan más con la patronal y el madero supuestamente agredido-.

2 fotos independientes pero, de alguna manera, relacionadas. Imagen extraída del perfil de 2 FOTOS

Supongo que a todos nos cuesta deconstruirnos y aceptar los argumentos racionales que se oponen a nuestros gustos, o a nuestra idea de cómo nos gustaría que fuera el mundo. Nos cuesta mucho hacer análisis y reconocer que somos parte del problema. Nos cuesta mucho hacer autocrítica: -No me han invitado a la fiesta ¿No será que no me he portado del todo bien o que resulto repelente en el trato con los demás? Eso lo hacen mucho los salvapatrias de Podemos: nos deconstruyen a nosotros y a nuestras instituciones, mientras ellos se insertan en posiciones privilegiadas dentro del sistema... El sistema desconfía de ellos porque los considera intrusos, les marca sus límites y les proyecta el odio de la población -que tampoco los reconoce como de los suyos-. Devienen la paradoja del emigrante: en Catalunya me llaman el extremeño y en Extremadura el catalán.

La maquinaria del Estado acoge a Podemos, y también lo maltrata en casa... No es sólo el capitalismo salvaje defendiéndose del reparto de la riqueza. No es sólo la desconfianza de la sociedad en políticos e instituciones. Es una sociedad reaccionaria que persigue la diferencia y no acepta la deconstrucción -la crítica-: todo está bien en el mejor de los mundos posibles -y no va a venir un rastas de estos a decirme que estoy equivocado-. 

Una sociedad que no acepta el cambio si no está fundamentado económicamente. Y se nota en el uso que hace de Podemos el gobierno actual: permitiéndole llevar a cabo propuestas "arriesgadas" para la ideología dominante -neoliberal-. Como puede verse en la relevancia que se le otorga ahora a la ministra de trabajo Yolanda Díaz -se la deja hacer porque sus iniciativas tienen éxito-. O el bombo que se le da a las medidas del ministro de consumo Alberto Garzón -medidas que todos podemos intuir como necesarias o deseables, pero que se ridiculizan por venir de estos friki pijos outsiders-.


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