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viernes, 9 de febrero de 2024

Estampas de invierno

"Por San Blas la cigüeña verás y, si no la vieres, año de nieves". Y "año de nieves, año de bienes"... Y podríamos seguir ensartando refranes, uno detrás de otro -como hiciera Sancho Panza-, hasta darnos cuenta de ya no tienen sentido. No porque no vengan a colación, sino porque el mundo que habitamos ha cambiado. Y estas reglas mnemotécnicas, que sintetizaban estadísticas meteorológicas sedimentadas durante generaciones, ya no aciertan. Las cigüeñas se quedan entre nosotros pasando el invierno -que se ha convertido en un breve impasse entre el otoño y la primavera-; y, en las estaciones de esquí, tienen máquinas que escupen la nieve que ya no llega de forma natural.

Pero lxs danzantes de Garbayuela lo hacen muy bien: su entre chocar de palos sigue asemejando el castañeo del pico de la cigüeña y la alegre musiquilla nos lleva por los senderos llenos de vivos colores de la primavera.
 
Fiesta de San Blas. Garbayuela 2024.

 
Hoy me invitaron de nuevo a ir con lxs niñxs de 5º y 6º a plantar encinas a nuestra Dehesa... Van unos cuantos años ya, pero este había una sorpresa especial: una encina -de alguna campaña anterior- estaba viva! Y menuda fuerza tenía la tía!
Es dura la vida de encina en la Dehesa, sobre todo cuando son tan pequeñas y vulnerables. Esta conservaba su protector. De forma milagrosa había sobrevivido al último incendio -y a dos veranos de calor extremo-. Ahí, sola, aferrándose al terreno, extendiendo sus raíces, sujetando el suelo, sin posibilidad de huir.
Hay vidas que valen mucho, como esta. Y no es por su precio o su utilidad. Es por la esperanza y el abanico de posibilidades que proyectan: una vida joven entre encinas viejas y troncos secos, el renuevo generacional, la continuidad de un paisaje construido con el trabajo de muchas generaciones, el llenarse de una Dehesa vaciada... Pero no un llenarse de cualquier cosa, sino un llenarse de lo suyo, de lo que le da su identidad.
Así que, hoy, la vida en la Dehesa no era dura. Era pura alegría: niñxs correteando por aquí y allá -azada en mano-, la hierba verde, las flores, el agua... Hoy, quizá, cobraba sentido sufrir y padecer los rigores del verano, sólo por poder asistir a ese espectáculo de luces, olores y color -esperanza-.
 
Plantabosques cole. 8 de febrero 2024
 
La verdad que en otoño hubiese sido mejor época. Pero al final estas cosas cuesta organizarlas, hay que hablar con mucha gente: ayuntamiento, cole, asociaciones, viveros... Afortunadamente las personas que han pasado, y quien está ahora al cargo de una cosa llamada "Ciudades saludables" -un puesto de carácter temporal en el ayuntamiento-, se implican mucho en esta actividad y acaba saliendo adelante. Pero es algo que parte prácticamente de la iniciativa personal de quien se encuentra en esa plaza. Yo algún año me encargué de coordinarlo y es bastante follón para alguien que no está vinculado al ayuntamiento. 
Yo siempre que puedo colaboro. Me parece que la Dehesa es una construcción humana que además de bonita y llena de vida es muy útil -en un montón de planos, no sólo el económico- y acercarla a los niños y presentarles los problemas que la amenazan siempre está bien, además lo disfrutan un montón. Y bueno, la idea es que la conozcan, porque una vez que conoces la Dehesa es imposible no amarla por su belleza y complejidad. Quizá consigamos que las próximas generaciones la tratan mejor de lo que lo han hecho las nuestras.

viernes, 8 de diciembre de 2023

Los profesionales y la gala del deporte

El ayuntamiento del pueblo organizó un evento para entregar premios a deportistas locales. Lo llamaron "La gala del deporte". Y era una entrega de premios como las que se ven por la tele: con presentadores, actuaciones, discursos de agradecimiento, aplausos, público... Un lugar donde los profesionales de este tipo de eventos van dando paso a la gente de otro ámbito: políticos, deportistas, artistas...

En este caso había una profesional de las galas: la presentadora. Era una presentadora como las de la tele, con una gestualidad y forma de hablar muy cuidadas, muy dinámicas, con un impecable control de los silencios (o la falta de los mismos). Todo lo que decía era perfectamente esperable, sin notas discordantes, perfectamente insertado en el flujo del acto. Realmente llamaba mucho la atención. Porque para este tipo de eventos estamos acostumbrados a que todas las personas sean del pueblo -no profesionales-. Y, claro, cuando hablaban los deportistas, el alcalde, o cualquier local, el contraste era brutal: -Oh..! Qué monos! Mira cómo hablan en público...

Yo no suelo ver este tipo de galas, tampoco en la tele. Pero conozco el formato. Supongo que se ha ido fraguando durante décadas en diferentes canales y países. Existen unos códigos, unos tiempos, unas formas de hacer, unos objetivos y unas pautas para conseguirlo -conocidos por todo la comunidad que se interesa por ese ámbito específico-. Entiendo que eso es lo que permite que haya profesionales... Que sea algo acotado, definido que se pueda llegar a cualquier pueblo, a cualquier tipo de evento, ensayar el guión y hacer el trabajo. 

Supongo que todos los trabajadores somos profesionales, todos tenemos nuestra profesión: conocemos los códigos, los lenguajes, las herramientas, los procedimientos... Podemos insertarnos en cualquier compañía y seguir moviendo la maquinaria. 

Como un futbolista se puede mover de un club a otro y seguir ganando partidos. Porque el equipo no existe, existe la marca sostenida por los accionistas-. El equipo es sólo un eufemismo, una forma de referirse al medio, a la maquinaria, para competir y ganar.

Quizá, de los equipos locales esperamos o imaginamos otra cosa. Una cosa más amateur, orientada a disfrutar, a formar comunidad, a crear identidad, consolidar nuestro propio lenguaje, valores y relaciones. Pienso que en este tipo de galas organizadas por las instituciones locales también esperamos algo similar: una oportunidad para que los más lanzados y desvergonzados cojan el micro, para que los que quieren superar sus miedos se suban al escenario o, para constatar quién ha sido obligado por otro. Conceder la oportunidad de contar chascarrillos, invocar referentes del pueblo, improvisar, crear liderazgos, meter la pata, dar que hablar... Creo que esa discordancia entre lo local esperado y la presentadora profesional era lo que resultaba tan discordante, también porque uno asiste a ese tipo de eventos por una suerte de compromiso y quiere ver la cara de quienes le han comprometido.

Presentadora creada con Intelegencia Artificial

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En la gala bailaron también las niñas y niños de la escuela de danza. Bailaban bailes "modernos", con músicas actuales. Canciones que conocemos todos porque suenan continuamente en los medios. Y también resultaba un tanto chocante: ese ver a las niñas bailando canciones con contenido más o menos explícito, con esas poses y movimientos tan sexualizados que se llevan hoy día... Algo que uno ya no sabe muy bien si es empoderamiento femenino, una expansión de la pornografía, o una mezcla de las dos anteriores. El caso es que las niñas bailaban ahí, delante de todo el mundo, dando riendo suelta a su expresividad física y se las veías muy cómodas. Quizá porque estaban en grupo, con sus amigas, compañeras, vecinos... Y lo hacían muy bien, especialmente las mayores -porque los movimientos del grupo estaban más coordinados-. Aquí no había nada que ganar, no era una competición, era solo un exhibirse, un expresarse ante los demás... Y pensé: -Jo! Ojalá se premiara más este tipo actividades -que son también físicas- que no tienen tanto que ver con el competir o superarse unas a otros -o a uno mismo-. Que tienen más que ver con el expresarse y el crear vínculo.


domingo, 8 de octubre de 2023

De parques, canchas, masculinidades y mujeres con carrera

El viernes fuimos al nuevo parque junto al cementerio del pueblo: tiene una zona infantil y una cancha de fútbol para los adolescentes, todo muy colorido y con acabados redondeados. Eran las siete de la tarde de un otoño caluroso -pero el sol ya estaba muy bajo-. Había un montón de niñxs y también algunos padres y madres se acercaban en coche o paseando. Nos encontrábamos prácticamente en el cementerio... pero el lugar estaba lleno de vida!
Producía una extraña sensación de alegría y bienestar observar ese bullicio de niñxs: -Estamos salvados, es posible jugar y divertirse, existe relevo generacional, no acaba todo en el campo de muertos... Hasta el lugar se antojaba con encanto: un descampado rodeado de solares, tendidos eléctricos, lápidas, calles a medio construir y los raquíticos árboles que habían plantado con la restauración del firme de la carretera.
Las niñas se deslizaban suavemente en sus bicicletas y patinetes por el reluciente asfalto. Un caballo pastaba en la zona de cañas donde parecía rezumar agua. Detrás del polígono se atisbaban las ancianas encinas de la Dehesa. El cielo surcado por trazos de nubes, y el caer del sol, nos transformaron en admiradores de un mágico atardecer... El pueblo es, en ocasiones, un lugar que merece la pena ser vivido.

La cancha multideportiva estaba ocupada por los niños más grandes, exhibiendo sus habilidades futbolísticas. Los más pequeños andaban haciendo llamadas telefónicas con sus relojes, tratando de formar un equipo. Dos niñas miraban desde la valla -de cuando en cuando, entraban a jugar y los niños parecían más amables, menos rudos-.

Es un clásico de la arquitectura pensada con perspectiva de género lo de que las pistas multideporte terminan siendo monopolizadas por niños. Es un clásico de nuestra infancia que los niños más grandes y violentos desplazan a los más pequeños de los espacios públicos más golosos. Parece que es muy importante que haya lugares para que esos niños más grandes puedan jugar al futbol y desarrollar todo su potencial. Como en otras provincias es imprescindible un frontón, un campo de golf, una pista de pádel o un circuito de alta velocidad.
Creo que patinar, por ejemplo, es una cosa que suele gustar más a las niñas, también los parques con arena, toboganes columpios, tirolinas, pirámides... Parece que, en nuestras sociedades, las cosas que suelen gustar a las niñas no son tan importantes... son poco menos que chorradas, a las que se dedican presupuestos exiguos.
Porque un futbolista puede llegar a ser famoso y ganar mucho dinero. Y eso es lo que importa: tener el reconocimiento de otros hombres en actividades que comprendemos bien.

A mí no me gusta mucho el fútbol, me gusta jugar por diversión, nunca me lo he tomado como una competición. Pero el mundo de los adultos es una continua competición.

Me encontraba en una boda, hablando con el señor X -que había estudiado en mi misma universidad-. Era jefe de no sé qué movida en una empresa de paquetería... Yo ya no programo -decía-. Se le veía muy eficiente, muy centrado en su papel de ingeniero... Pareciera que la empresa fuera suya. -Tengo mucha flexibilidad, tenemos oficinas pero no voy nunca, no hago guardias, gano mucha pasta, en verano nos venimos al pueblo con los niños toda la temporada y teletrabajamos desde aquí... Al poco rato empecé a hablar con Y, mujer de X: -Yo no trabajo tanto, me reduje la jornada, no como X que está 24/7 pendiente del móvil y el portátil. Yo creo que hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar... 

Supongo que, ese entrenamiento en la competición del fútbol, nos prepara para encajar en el perfil del señor X: un perfil ultra productivo. Mientras las mujeres pueden escaparse un poco. Por eso últimamente estoy tan entusiasmado con el feminismo: parece la única crítica efectiva a nuestra sociedad, la única línea de fuga capaz de pensar otros mundos posibles, más allá de un capitalismo obsesionado con la libre competencia y los beneficios siempre crecientes... un mundo más humano que no se construya desde la desigualdad de los roles asociados al género, donde los niños más grandes no ocupen toda la pista repartiendo balonazos a quienes miran distraídxs.

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"Las mujeres tienen más probabilidad que los hombres de desarrollar un tipo de trabajo socialmente necesario pero mal retribuido o sin retribución alguna, y tienen más probabilidades de necesitar los servicios públicos y las prestaciones sociales. En este mundo teóricamente libre y más igualitario, la mayoría de las mujeres acaban trabajando más por menos dinero y sintiéndose presionadas para amoldarse a unas normas de género.

El neoliberalismo ensalza a la «mujer con carrera» al tiempo que tacha de inútiles y dependientes, putas y ladronas a las mujeres pobres, mujeres de color,  trabajadoras sexuales y madres que crían solas. Por eso la «mujer con carrera» es una heroína neoliberal: ella tiene éxito según las condiciones impuestas por el mercado sin subvertir ninguna jerarquía" - Laurie Penny - De esto no se habla: sexo, mentiras y revolución


sábado, 29 de abril de 2023

La política no es nada serio

Este año tocan, otra vez, elecciones locales y autonómicas. Y, la verdad, dan bastante bajón. 

En las autonómicas hay algo de variedad: se presenta Podemos, que, a pesar de su imagen "freak", a mi entender, maneja una visión de la ruralidad extremeña desde la base, con ideas de sostenibilidad ligadas a un reparto más justo de la riqueza y con la tímida intención de hacer partícipe del progreso al conjunto de la sociedad. Luego están el pp-soe con su centralismo provinciano y los favoritismos a grandes poderes económicos, revestido de progresismo, seriedad, caspa y esa idea generalizada de que, si le va bien a los empresarios, acabará goteando hacia abajo.

En las locales tenemos un señoro que lleva gobernando con mayorías absolutas desde 2007 y que continúa extendiendo su poder por diferentes instituciones comarcales y provinciales. En Extremadura el imaginario que asocia el psoe a la izquierda, la chaqueta de pana y los vencidos de la Guerra Civil, tiene mucha fuerza. Tanta que, su candidato en el pueblo, saldrá elegido otra vez.

En el partido de la oposición se ha puesto al frente un chaval joven -igual no tan joven, pero más joven que yo-. Se llama Cristian, tiene pendiente, no sé si tatuajes y es del pp -resulta curioso este intercambio de lo antisistema entre la izquierda y la derecha-. Pero, claro, aquí la gente es bastante conservadora, clásica, no gustan de estas paradojas. Se maneja un imaginario de la política aburrido, concienzudo, calculador, burocrático... Se confunde un poco con el funcionariado -no se sabe muy bien donde empieza lo uno y acaba lo otro-.

Luego miras lo que se hace desde la política seria y no aparecen los cálculos ni la burocracia por ningún sitio. Sólo ves pendejadas y golpes de efecto: regadíos en la Dehesa, toldos multicolor en los cruces, plataformas flotantes, Valdecañas, Elysium, reformas recurrentes de espacios simbólicos para adaptarlos a gustos cambiantes y macroeventos puntuales... Y, luego, si eso, ya se va a cubrir las necesidades de la gente: arreglar calles, caminos, parques, alumbrado, colegio... 

Algunos dicen que las pendejadas están bien, que dan trabajo y mueven la economía. Yo no tengo nada en contra de esa argumentación. Las pendejadas están bien, molan, dan que hablar y, desde luego, avalan lo que quiero defender en este post: la política no es nada serio. 

Lo malo de las pendejadas es que acaban materializando la visión del mundo de estas personas en el poder. Una visión que no deja de ser la de un poder y control absolutos y una idea de progreso económico personalista e individual que sólo busca perpetuarse -aunque, afortunadamente, tenga que someterse a la legalidad y al aval del voto-. 

Circula por ahí una teoría política que viene a decir: mejor que la democracia representativa, sería un gobierno por sorteo y rotativo. Desde luego, en nuestro ámbito local parece una idea más que brillante: porque cuesta mucho encontrar personas que quieran dedicarse a la política y, al final, el que lo hace, se acaba viendo obligado a quedarse y convertirse en algo que quizá no quería.


jueves, 16 de marzo de 2023

Peloche y la independencia

Buscaba información de Peloche y me encontré con esto en la Wikipedia 

"En el año de 1939 este municipio desaparece porque se integra en el municipio de Herrera del Duque..."

Una frase lapidaria: el municipio desaparece, deja de existir... Antes era un pueblo, con su ayuntamiento y sus movidas y, de repente, se convierte en un barrio residencial, o una suerte de resort turístico y reserva de exótico folklore -porque, si buscas en internet, se nos desvela como un destino de playa de agua dulce y sus tradicionales danzantes en la festividad de San Antón-. Internet se nos ofrece siempre raudo y veloz a proporcionar su particular visión de las cosas, una visión fresca, actual y atractiva -para los de fuera, porque internet nos muestra la realidad siempre desde fuera, desde un universo exterior virtual-. Pero, en lo que concierne a lo real, a sus vecinos: ¿Cuándo desapareció Peloche?

No parece que fuera algo repentino. En los últimos años de su historia ha sido  como el río que baña sus inmediaciones, el Guadiana: que aparece y desaparece y que, ahora, se encuentra oculto bajo los turbios pantanos apuntalados durante la dictadura.

Peloche tiene su iglesia, sus tradiciones, sus bares, su cementerio y su propia identidad. Salta a la vista que es un pueblo en sí mismo. Aunque haya sido desposeído de sus órganos de gobierno y de su territorio -con la disolución de su término municipal en el de Herrera del Duque y la construcción del pantano que inundó sus mejores tierras-.


La primera desaparición de Peloche que he encontrado documentada ocurre 

"En cumplimiento de una Real orden de 23 de octubre de 1867, la Diputación de Badajoz presentó el día 2 de enero de 1868 un anteproyecto para suprimir algunos distritos municipales y pueblos menores de 200 vecinos, según el censo de 1860.

Estas uniones se harían respetando el partido judicial y la diócesis a la que pertenecía cada pueblo. Dentro del partido de Herrera del Duque, Peloche, que tenía 137 vecinos*, se agregaría al ayuntamiento de Herrera (Comprendía el término municipal de Peloche 16 kilómetros y medio de circunferencia y 6 aproximadamente de diámetro. Tenía mancomunidad de aprovechamiento de pastos con Herrera, y un pósito con 400 fanegas de trigo. Los productos de los pastos que le fueron señalados, cuando se separó de Herrera, eran suficientes para cubrir sus presupuestos.)

Del capítulo Propuesta para hacer mancomunidades y suprimir ayuntamientos menores de 200 vecinos. Calderón López, Fernando (2021). La Siberia Extremeña. Crónicas del Siglo XIX. Gráficas Diputación de Badajoz

*Aquí, "vecinos", quiere decir unidad familiar o cédula de inscripción (Peloche tenía según el censo de 1860 137 vecinos que, en realidad eran 482 habitantes)


Más tarde, la Ley Municipal de Términos Municipales y de sus Habitantes de 20 de agosto de 1870 elevaba a 2000 el mínimo de habitantes para constituir un municipio. Y hasta 1924 no apareció una ley que eliminara la limitación de habitantes para constituir ayuntamiento*.

*Según el documento: Pons-Portella, Miquel (2016). Población mínima de los nuevos municipios: estado de la cuestión tras la Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local. Revista De Estudios De La Administración Local Y Autonómica

 

Así que, desde 1868 hasta 1924, la legalidad estatal no fue favorable a la independencia de Peloche. Sin embargo, parece que los pelochos se las ingeniaron para funcionar como municipio después de ser subordinados a Herrera del Duque en 1968. Ya que no parece que la anexión de Peloche a Herera llegara a hacerse efectiva o, si lo hizo, debió ser durante un período muy breve de tiempo. por lo que comentaremos en los párrafos siguientes y por los datos del INE.

Evolución de la población de Peloche según el INE. No aparecen datos en 1842, pero tampoco he encontrado indicios que apunten a que Peloche no fuera un municipio en sí mismo en esa fecha y fechas anteriores. 

 

En la Gaceta de Madrid número 34 del 3 de Febrero de 1934 se habla de 

"que la Diputación provincial de Badajoz dictó en 4 de Noviembre de 1898 suprimiendo el Ayuntamiento de Peloche [...] manifestándose en la Real orden de 1924 que el acuerdo de supresión que se confirmó en 1899 no se había cumplido hasta la fecha [1934] por el Gobierno civil de Badajoz.

Vamos, que en 1898, Peloche era, de facto, independiente y había seguido funcionando con autonomía, al menos hasta 1934 (porque la orden confirmada por la Diputación de Badajoz en 1899 de anexionarlo a Herrera no se había ejecutado).

De todas formas todo este período parece bastante turbulento, como confirma otro párrafo del texto de la Gaceta de Madrid número 34:

"La confusión sobre la existencia o no del Ayuntamiento de Peloche era general y alcanzaba a las Autoridades que con su actuación daban motivos para dudar de ella. Asimismo en el Censo del Instituto Geográfico ce­rrado en Diciembre de 1930, aparece el pueblo de Peloche constituyendo Ayun­tamiento, y el propio Gobernador civil convocó a elecciones de Concejales del Ayuntamiento de Peloche para el 12 de Abril de 1931".

 

De los años posteriores a 1934 sólo he encontrado esta nota al pie de página en el artículo La Siberia extremeña (1927-2017) de Juan Rodríguez Pastor:

"[...] el 15 de enero de 1937, en Castuera, el alcalde de Peloche, Benito Calderón, consiguió una orden del Gobernador concediendo a Peloche su independencia de Herrera (tras la guerra se deshizo la acción)".

La guerra empezó en el 36 pero las tropas del militar golpista no se hicieron con el control de Herrera y Peloche hasta prácticamente terminada, en 1939, momento a partir del cual Peloche nunca recuperó su independencia. Con franco todo quedó "atado y bien atado".


Con la democracia los pelochos realizaron algunos intentos de recuperar su autonomía, pero fracasaron. 

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Van ya varias generaciones que nos hemos criado con la cantinela de que Peloche es una pedanía de Herrera -y la de que, el lema "Peloche manda", es una chiquillada-. Sabemos que resulta un tanto incómodo para los pelochos, así que, los de Herrera, no nos jactamos de ello. Y no es sólo por respeto hacia nuestros vecinos, es porque sabemos que el poder político se ejerce de forma arbitraria, que responde a intereses diferentes a los de la población, que nadie está libre y que, si Herrera tiene su autonomía, no es porque la gente de Herrera sea más fuerte, más lista o haya luchado más, es porque otras instancias superiores -Diputación, la Comunidad Autónoma, el Estado...- así lo han decidido, o lo han estimado oportuno para sus intereses.

Peloche en 1957 y en la actualidad. Imagen extraída del portal Infraestructura de Datos Espaciales de Extremadura

 

En los últimos dos o tres siglos -en los que empezaron a conformarse los Estados modernos- el poder se ha ejercido siempre desde arriba hacia abajo, tanto en democracia como en dictadura -al capital no lo importan mucho los detalles de cómo se acceda al poder, mientras ese poder se ejerza y haga seguras sus transacciones-. Es sintomático cómo este tema de la independencia de Peloche continúa siendo en la zona una suerte de tabú del que nadie habla, permanece oculto, cancelado, como si no fuera relevante para nadie... Quizá, porque si se hablara, habría que actuar y, en nuestras democracias, los que actúan son los que están en las instituciones... Hasta eso nos han robado: la posibilidad de hablar, de organizarnos, de negociar y llegar a acuerdos.

Podemos afirmar, sin mucho problema, que la historia del capitalismo va de la mano de la historia de los Estados modernos, no se entienden los unos sin el otro. Y es esta una historia de desposesión. Desposesión de la autonomía de las gentes, acumulación de riqueza, monopolio -de los medios de producción, de la violencia, la cultura...-. Peloche es un ejemplo de todo esto: de acumulación y centralización de poder político, ordenación del territorio y construcción de mega infraestructuras para sostener el entramado Estado-Capital. 

Ahora Peloche tiene 257 habitantes... Y bajando. Como le ocurren a Herrera y el resto de pueblos de la comarca. No es la España "vacía", es la España "vaciada", desposeída y sacrificada para lubricar los nodos y vías por las que fluye el capital. Que no nos resulte extraño que, los mismos que se encargaron de vaciarnos -capital e instituciones-, se alíen ahora para llenar esto de cualquier cosa: minas, turistas, casinos o plantaciones de placas solares.


PD: gracias a las pelochas Isabel y Maripaz que me proporcionaron material e hilos de los que tirar.


sábado, 31 de diciembre de 2022

Sobre la vida en la ciudad y el ocio rural

El otro día me preguntaron si no tenía pensado mudarme a una ciudad... Yo siempre respondo lo mismo: -De momento no, mientras las niñas sean pequeñas y puedan ir al cole aquí... Es verdad que hay más cosas que me atan al pueblo: la familia, amigxs, la tierra... Pero los pueblos están llenos de incomodidades: siempre dependes del transporte privado -y hay que ser conscientes de que llegará un momento en que no estemos aptos para conducir-, todo -excepto la vivienda- es más caro, acabas teniendo un montón de enredos asociados a disfrutar de casas y parcelas más grandes, los servicios públicos son deficitarios, la oferta cultural y formativa escasa... Sí, también tienen sus cosas buenas: tranquilidad, no hay aglomeraciones ni atascos, hay pocos sitios donde gastar -así que, al final, gastas menos-, el aire limpio, los sonidos y olores del campo... 

En estas fechas, mucha gente viene de vacaciones. Está muy bien venir al pueblo y estar absolutamente ocioso. Yo ya no recuerdo esa sensación, siempre aprovecho para hacer todas las cosas que no me da tiempo en la semana laboral: arreglar lo que se va rompiendo, podar, hacer leña, pintar... Así que, me genera cierta envidia y morriña aquellos tiempos en que yo era un forastero en mi pueblo: venir a un lugar bonito, reunirme con lxs amigxs y familia, estar ociosos, salir a tomar, a pasear, leer... desconectar. Es verdad que cualquier lugar es bueno para estar de vacaciones. Tal vez la oferta gastronómica o de ocio de los pueblos no sea muy grande pero, como todos los visitantes vienen en la misma época, es difícil aburrirse.

Para el día a día, las ciudades son más apetecibles: los escaparates, las tiendas, los centros comerciales, la oferta cultural y de ocio, los espacios comunes, los parques, servicios públicos, bares, discotecas, restaurantes, el trasiego de personas... La vida en la ciudad está sostenida sobre el deseo: de cuerpos, de consumo... No como los pueblos, que tienen más que ver con el ascetismo, la sobriedad, el trabajo, la contemplación... 

Sí, los pueblos están condenados a desaparecer, en el mejor de los casos condenados al ocio vacacional. Pero yo seguiré aquí, porque las ciudades me dan alergia, me hacen estornudar y me salen sarpullidos. 

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Ayer fuimos a ver a las niñas cantar con la escolanía -una especie de coro de iglesia formado por adultos y niñxs del pueblo-. Aprovecharon que el auditorio se había llenado con los que íbamos a ver a los familiares, para meter la actuación de una niña que canta flamenquito y rumba -Clohe DelaRosa-. Estaba muy bien pero, claro, la mayoría de la gente no había ido a ver eso. Además, el sonido era horrible, no había manera de ajustar y acompasar el volumen de los instrumentos y la voz. Yo estaba un poco angustiado por la niña, porque era muy animada y los temas que cantaba molaban un montón, el padre -que la acompañaba a la guitarra- se veía un músico con muchas tablas, Clohe tenía una expresividad y gestualidad muy modernos, descarados... parecía una mujer. Y nosotros sentados en aquel auditorio... demasiado serio para aquel espectáculo. En mitad de la actuación Clohe no pudo más y se echó a llorar, dejó de lado la actuación y volvió a ser una niña. Nadie quiere ver sufrir a una niña -los espectadores que estábamos allí tampoco-- El padre la conocía bien, después de unas reflexiones y cantes a capela, la volvió a sacar arriba y volvió a ser Clohe, la cantista -cantante y artista-. El público hicimos lo que pudimos con nuestros aplausos y risas. Siempre me ha llamado la atención la asertividad de estos músicos populares: cómo apoyan a sus compañeros y los hacen sentir que pueden con todo, especialmente en situaciones en las que el común de los mortales tendemos a reñir y hundir al otro. Contrasta mucho con lo que solemos ver en músicos de conservatorio o en educación formal -un ambiente mucho más competitivo y estricto-. 

Se hacen muchos esfuerzos para traer cultura a las zonas rurales, pero ocurren a menudo estas cosas: que los artistas, lejos de encontrarse un público entregado e interesado en el espectáculo, se topan con un muro de indiferencia o incomprensión que es muy difícil de derribar en un espacio tan breve de tiempo.

sábado, 10 de septiembre de 2022

Oriente, religión, la reina de Inglaterra y la Virgen de Consolación

Esta semana me presenté al examen de una asignatura de Filosofía, sobre las sabidurías orientales de la India y China. Se está haciendo duro esto. Muy difícil de justificar. Es algo que nadie espera, ni quiere de ti -¿Para qué estudias eso si no te sirve de nada? Con todas las cosas que tienes que hacer, perder tu tiempo en eso... -Es verdad, además me cuesta la pasta y algunos sacrificios.

Estudiando encontré esta cita sobre las enseñanzas de Confucio:

"El hombre debe buscar su perfeccionamiento moral; los principios esenciales de esa moralidad son dobles. Por un lado, la virtud de la benevolencia, amor, bondad, altruismo (ren), y, por otro, la virtud de la rectitud, equidad, justicia (yi) [...] Cada individuo tiene ciertas cosas que debe hacer, porque es lo correcto, sin pensar en las consecuencias o el posible beneficio. Se opone al li (ganancia, amor a la riqueza)" - María Teresa Román. Sabidurías orientales de la antigüedad.

Y pensé que yo seguía estudiando Filosofía porque era lo que tenía que hacer, porque ando buscando ese perfeccionamiento moral y satisfacer el deseo de conocer... Porque se opone al li.

Confucio se preocupaba mucho por los asuntos políticos, la organización de las personas en sociedades, las normas morales y legales... para conseguir vivir en armonía bajo un Estado chino. La doctrina de Confucio se ajustaba muy bien a las condiciones materiales del momento: con una China dividida en regiones feudales que guerreaban entre sí por hacerse con el poder central. Se ansiaba la paz social y, aceptar y acatar las sensatas enseñanzas confucianas, podía llevar a la armonía.

Podríamos pensar que el pensamiento de Confucio ha sido efectivo: que ha conseguido sus objetivos: se ha consolidado y afianzado en la sociedad china a lo largo de los siglos. China es una potencia compacta y de peso en el tablero global, habiendo mantenido esa doctrina confuciana como pegamento de su sociedad. ¿Cómo confiar en alguien que no conoces?: Porque acepta las tesis confucianas, que son muy sensatas y respetuosas con el otro.

En Europa también teníamos nuestro pegamento: la religión. Es verdad que nos resultaría muy raro llamar religión al confucianismo, o a cualquier otra tradición de oriente. Nosotros reservamos esa palabra para las religiones del Libro -judaísmo, cristianismo e islam-, con su Dios, sus normas morales, su jerarquía, sus milagros, sus figuras humanas... Y cuando alguna de estas cosas no están, o se añaden otras rarunas, nos despista.

Pero en Europa la religión ya hace tiempo que dejó de ser efectiva, ni tan siquiera está alineada con nuestros valores morales -quizá sólo como justificación de una organización jerárquica privilegiada-. 
Tradicionalmente se ha dicho que el protestantismo sí se adaptaba bien a la individualidad, el surgimiento de la nueva clase burguesa y la acumulación de riqueza que requiere nuestra organización social y productiva actual: el capitalismo combinado con la democracia representativa. Que por ello fue derrotado el imperio español y se impuso el dominio de la cultura anglosajona a nivel global -o, al menos, en lo que llamamos occidente-. 
Hoy día, pienso, podríamos afirmar sin muchos reparos que, capitalismo y democracia, se han independizado de sus formas religiosas: que son capaces de fundamentar sus propias normas morales, leyes, formas de organización e, incluso, forjar su propia mitología. Mucha gente, hoy día, ansía conocer los secretos del mercado, seguir el sendero del empresario exitoso, hasta llegar al Nirvana de la riqueza y el prestigio absolutos. Que la ciencia y la tecnología ya resuelven la cosmogonía y mitología cristianas. En definitiva, como pregonara Nietzsche, podríamos afirmar que: Dios ha muerto. 

¿Qué podía hacer el cristianismo rimbombante, piadoso, de comunidad, mágico y culpabilizador? ¿Qué podían hacer portugueses y españoles contra la efectividad de los protestantes? Contra ese Dios al que sólo rinden cuentas en privado, con esa vía libre para transgredir casi cualquier norma moral: esclavismo, piratería, proletariado, acumulación...

Hace unos días murió la reina de Inglaterra. Tenía ya un porrón de años. Se había convertido en una ancianita entrañable: un símbolo cuqui del imperialismo británico. Un símbolo que inspira infinidad de memes. Pero, en este mundo globalizado, es también el recuerdo viviente de la explotación de recursos naturales y sociales en "los otros" territorios: "el mundo inculto" que era sólo una reserva de mercancías para la metrópolis.

Ahora hay mucha gente buscando una guía vital: libros de autoayuda, orientalismo, magia, conspiranoia, prácticas religiosas sin arraigo en la cultura propia... Parece que democracia, capitalismo y ciencia no resultan suficiente, que andamos siempre a la búsqueda de ese algo misterioso que de unidad a todo, que justifique la vida - con sus sufrimientos y alegrías-... Andamos siempre a la búsqueda de la espiritualidad, del argumento que nos conecte con el mundo: la música, los viajes, los amigos, los hijos, las batucadas, las procesiones, la fiesta... Y nos encontramos que son sólo estados transitorios, que la realidad material nos exige trabajar, ganar dinero, invertir, comprar, vender, tv, redes sociales... estar permanentemente ocupados y entretenidos. Y claro, el tiempo para la espiritualidad se reduce... Sólo hay tiempo para el comercio -que es lo único que puede justificar cualquier sacrificio, cualquier guerra, cualquier medida preventiva...-

 

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Tras la palmera, la Virgen de Consolación atravesando la plaza del pueblo -finales de agosto de 2022-.

En el pueblo todavía hay ciertas prácticas y rituales religiosos que sirven de pegamento social. A finales de septiembre viene la Virgen de Consolación al pueblo. Mucha gente sale a recibirla y, desde la parroquia se organizan para intentar que la religión sea algo vivido, algo comunitario, que pueda influir en la sociedad para hacerla mejor. Pero resulta sólo en un instante transitorio, el instante en que los devotos creen conectar con lo misterioso y la cerveza de después. En seguida vuelven la realidad material y la individualidad de las series de Netflix.

sábado, 9 de julio de 2022

Relaciones de poder y ruralidad

Señalaba Foucault que el poder se ejerce sin violencia, de forma sinuosa. En cuanto se utiliza la violencia ya no hablamos de relaciones de poder, serían relaciones de sometimiento, esclavitud... Pero lo más importante en estas relaciones de poder es que se distribuyen ampliamente por los diferentes ámbitos y capas de nuestras sociedades: familia, asociaciones, instituciones educativas, gobiernos... De alguna manera, las relaciones de poder son inherentes a nuestra vida en sociedad. Como para Freud era inherente el que existiera cierto malestar -tenemos que retener y sublimar nuestras pasiones y deseos: no podemos estar fornicando con todo lo que se cruce en nuestro camino-.

Pero el que sean necesarias no quiere decir que todas las relaciones de poder sean positivas -de la misma manera que para Freud un mal equilibrio en la sublimación y represión de las pasiones llevaba a la histeria, la enfermedad o el rechazo social-. Quizá, ahora, que somos muy dados a señalar relaciones tóxicas, tenemos más fácil identificar esas otras relaciones de poder que no son las que se han documentado en los libros de historia: el poder ejercido desde los gobiernos.

El poder ejercido desde los gobiernos es quizá el más espectacular, por sus consecuencias transformadoras: en los paisajes que habitamos y, también, en nuestros comportamientos y relaciones con los demás. Es un poder que, además, puede tirar de violencia -leyes, policía, inspectores...- y represión -cárcel, palizas, multas...-. Es más que un poder y, como dijo el Tío Ben a Spiderman: -Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

Con la democratización de nuestras sociedades, se ha intentado ir reduciendo la intervención de la violencia en las relaciones de poder que se ejercen desde los que ostentan los cargos públicos hacia la población general. El primer paso es hacer responsables a los ciudadanos de la elección de quienes les gobiernan y, en general, hacerles partícipes de las decisiones de gobierno -casi siempre de forma anecdótica, no vinculante o controlada-. Se trata más bien de crear una imagen o apariencia de participación, estabilidad, altos niveles de consumo, bienestar... Que eclipsen la conflictividad social.

Pero la conflictividad existe. Y se hace patente cuando el poder tiene que recurrir a la violencia para materializar, por ejemplo, sus proyectos urbanísticos. Unos proyectos que, como ya hemos comentado en otros posts de este blog, están determinados por cómo ven el mundo las capas dirigentes y cómo les gustaría que fuera. Un mundo que ven desde los despachos, las reuniones, los viajes, el lujo... Un mundo universal, globalizado, en el que todos somos turistas y visitantes de cualquier lugar. Con todas las connotaciones de clase y exclusión que tiene ese universo turistificado y tecnificado.


Siguiendo en la línea de higienización y modernización del entorno rural, el ayuntamiento de nuestra localidad decidió cepillarse un montón de árboles para remodelar el camino de bajada al cementerio -unos 50 árboles que contaban con unas décadas a sus espaldas y que habían conseguido, a duras penas, adaptarse al entorno y a las podas absurdas que se les realizaban-. Quizá, previendo que también los gobernantes pasarán por ese camino al más allá, como los faraones del antiguo Egipto se cuidaban de construir una gran pirámide, los de ahora se cuidan también de modelar los espacios públicos acorde a sus gustos suntuosos para trascender la historia.
Lo curioso del caso es que el nuevo proyecto también contempla la existencia de arbolado -pero el que ya estaba no era lo suficientemente bueno-. En un espacio absolutamente diáfano, en el que cabrían millones de posibilidades, se opta por quitar lo poco que existe para dejar el lienzo en blanco e inmaculado. La violencia de los gobiernos es también esa: un desprecio absoluto a lo que ya existía, al trabajo de generaciones anteriores, y a las características del entorno, para plasmar proyectos absurdamente nuevos y modernos, con los que no mantengamos ningún arraigo, en los que nos sintamos seguros, sin sorpresas ni irregularidades, lugares cualesquiera -según las modas y gustos del ciudadano universal-. No lugares, donde nuestra necesidad de diferenciación sólo sea posible a través del consumo.

Me daba pena ver los árboles cortados. La última vez que pasé por ahí fue para el entierro de mi abuela. Recuerdo que volví andando desde la puerta del cementerio hacia el tanatorio -para recoger el coche-. El lugar es horrible, un páramo seco donde aflora la pizarra a cada paso. Sólo los árboles proporcionaban cierta compañía. Resultaba un gran espectáculo que siguieran vivos -y con cierta entereza- en un ambiente tan duro y agreste.
Hay quien dice que se siembran cipreses en los cementerios para facilitar la subida de las almas a los cielos. A mí me gusta pensar que los árboles del camino del cementerio mantenían ese vínculo entre los difuntos y el pueblo, un camino tenue y efímero -que ya no existe-. Y se me antojó un acto de gran crueldad y violencia talarlos. Un acto que sólo puede darse si existe esa separación y aislamiento entre poderes y capas de la sociedad: entre el que ordena, el que se encarga de ejecutar la orden y los que reciben las consecuencias. Un acto que demuestra que la racionalidad técnica y política resultan mucho más dañinas que la racionalidad mágica o religiosa, en gran variedad de casos.

Mientras miraba por el retrovisor el espacio arrasado sentí pena, rabia y asco... Creo que no era el único que se sentía así. Seguro que Tío Ben tampoco aprobaba a los Spidermans de nuestro tiempo y lugar.


 


jueves, 12 de mayo de 2022

Peloche del río y la bandera azul

Ayer nos enteramos de que la playa de Peloche, junto con la de Puerto Peña y unas cuantas más de la cuenca del Guadiana -en la provincia de Badajoz-, habían obtenido la bandera azul. Todas ellas playas situadas en embalses de agua -pantanos-.

A muchos nos sorprendió la noticia, porque el referente que manejamos de playa de interior con bandera azul es Orellana. Una playa que está realmente bien, con gran cantidad de instalaciones y servicios para el ocio -puedes pasar un día completo y agradable sin salir del entorno-. Además, dispone de un agua bastante limpia, con unos niveles muy regulares -al encontrarse situada muy cerca de la cabeza de presa-. El agua se renueva a menudo, puesto que se utiliza para regar todas las Vegas Altas del Guadiana -que arrancan en Orellana- y que es la finalidad última con la que se creó todo este sistema de estrangulación y regulación del río. A esta playa acude gran cantidad de gente de todas las localidades cercanas. En temporada alta -Julio y Agosto- casi podríamos decir que se encuentra masificada. 

Lo primero que se me ocurrió pensar es que debían haber rebajado mucho los requisitos para obtener el calificativo de bandera azul -me voy a centrar en la playa de Peloche que es la que más conozco pero, seguramente, el análisis tenga puntos en común con algunas de las otras-.
Bien, esta playa no tiene la mejor de las ubicaciones: es una cola que ocupa el cauce de un arroyo -el Pelochejo- que se seca en verano y donde vierten las aguas sucias -ya depuradas- algunas localidades como Herrera. Así que, el agua no suele estar precisamente cristalina, depende mucho de las corrientes de aire y de cuánta gente haya en la orilla removiendo el fondo. Además, se encuentra en un pantano utilizado para regular el de Orellana, con lo que los niveles varían continuamente en plazos de días, más a lo largo del verano, que es cuando se riega en las Vegas del Guadiana, y más ahora que el agua embalsada en todo la cuenca es realmente escasa -este año se ha restringido la siembra de arroz, maíz y tomate, considerados los cultivos de mayor consumo de agua-.

A mí me gusta mucho bañarme en la playa de Peloche. Mis padres me llevaban de pequeño y ahora mis hijas lo siguen disfrutando. Y no sólo la playa de hormigón, cualquier rincón lleno de pizarras o barro también nos viene bien. Me parece un lugar paradisíaco. Pero también sé reconocer que mucha gente no lo ve así. Cuando llevas a alguien de fuera le suele dar asco. Se quedan sentados en la orilla mirando como retozas en las turbias aguas mientras se abrasan el trasero en el cemento -no soy tan mala persona y los llevo a últimas horas de la tarde, que es cuando mejor se está y, al menos, pueden disfrutar de unas puestas de sol realmente únicas-.
Incluso a la mayoría de gente de Herrera le da asco ese agua, muy pocos vamos allí a bañarnos. De hecho, si te das un paseo por Google Maps, verás que Herrera está trufado de piscinas particulares. La gente realiza verdaderos sacrificios por construirse y mantener una, teniendo la playa a pocos kilómetros e, incluso, dos piscinas municipales en la localidad -una de ellas cubierta-. 

La playa de Peloche, en el entorno del Espolón, se lleva construyendo desde hace décadas. El ayuntamiento empezó echando un poco de hormigón para facilitar el baño -así podías meterte sin las cangrejeras- y, progresivamente, se ha ido echando más hormigón, plantando árboles, ampliando el chiringuito, creando merenderos, arreglando el paseo hasta el Peloche de las casas... Las zonas de ocio del pueblo -el parque, la pista multideportes y la de futbol- se proyectan hacia la playa. Pareciera que todo se hacía para que los habitantes de Peloche y Herrera -y los forasteros que acudían a veranear- disfrutaran el entorno y tuvieran alternativas de ocio en unos meses que resultan especialmente aborrecibles -por lo desorbitado de las temperaturas-. Una mentalidad muy de los 80's y 90's. 

Pero la mentalidad de las capas dirigentes ha cambiado. Si antes todo se proyectaba hacia adentro -hacer más cómoda la vida de los que están aquí, o tienen vínculos directos con la zona-, ahora se proyecta hacia afuera: atraer a potenciales turistas que traigan divisas y generen trabajos precarios que nos permitan subsistir en la zona. La cosa se ha puesto jodida.
Esas capas organizativas y dirigentes de nuestros municipios se encuentran continuamente mirando al exterior, como si fueran el departamento de marketing de una empresa en crecimiento, tratando de proyectar una imagen seductora: de naturaleza virgen, biodiversidad y europeidad. Una imagen que nos resulta extraña, que incluso genera rechazo entre los que habitamos el territorio, entre los que mantenemos relaciones de interdependencia o vínculos emocionales con el mismo. Una suerte de contradicción que confronta con los deseos y anhelos de prosperidad económica que también nos asaltan.

Esa contradicción se apuntala en las condiciones materiales de los que habitamos el territorio. Unas condiciones materiales que añoran ese poner el foco en nosotros mismos, en nuestras propias alternativas para el ocio y disfrute: parques infantiles, zonas arboladas, lugares de reunión, fiestas, tradiciones, playas para los vecinos... Un retorno a una idealizada comunidad rural en que los niños jugaban sin peligro en la calle. La bandera azul está muy bien, pero no nos engañemos, es todo lo contrario a ese pasado idealizado: es un distintivo hacia afuera, un reclamo turístico... Una fantasía, un sueño húmedo quizá... Porque, como hemos apuntado antes: la situación de la playa no es la más idónea para quien venga a darse un baño de realidad en las turbias aguas de Julio y Agosto. Peloche no es Orellana -aunque las imágenes que se están difundiendo puedan hacértelo creer-. 

Peloche es un lugar maravilloso, casi mágico... Y debería tener su sello distintivo, pero creo que la bandera azul puede defraudar las expectativas de mucha gente: es un lugar remoto, mal comunicado y hay que hacer un esfuerzo considerable para acceder a él; no puede ocurrir que te encuentres el agua por debajo del cemento, el arrecife de algas, las sanguijuelas... y un señor que te pide dos euros por ocupar un recuadro de hormigón. 

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También es verdad que tengo serias dudas de que toda esta inversión de dinero público hacia afuera esté teniendo algún tipo de tasa de retorno -que realmente esté generando unos beneficios económicos superiores a los que se tendrían invirtiendo hacia adentro-. Porque sabemos, por otras experiencias a lo largo del litoral de la península, que el turismo genera trabajos precarios, desigualdad y contradicciones sociales -como puede ser: tener unas flamantes instalaciones de cara al visitante, mientras colegios, u otras infraestructuras básicas, se caen a trozos-. El visitante viene un día o dos y se lleva una grata experiencia. Pero el precio lo pagan los que se quedan aquí sosteniendo la proyección de una imagen que resulta dulce hacia afuera y amarga hacia adentro. Reforzando así el imaginario juvenil de convertirse también en turista de su tierra -emigrar-.

Foto tomada en la playa de Peloche - Junio 2016


jueves, 24 de marzo de 2022

El cártel de Semana Satán

No soy experto en cartelería de Semana Santa... Ni tan siquiera aficionado. Pero me impactó el cartel de mi pueblo de este año. Después de tanto tiempo de pandemia, volcanes, distanciados, sin celebraciones, con los noticiarios trufados de conflictos bélicos, huelgas, sequía, escasez de alimentos, con los precios de los combustibles fósiles y la energía por las nubes... Pareciera que el sistema estuviera a punto de colapsar... El Apocalipsis!!

Cartel de Semana Santa. Extraído del perfil de Facebook del ayuntamiento de Herrera del Duque

Desconozco el autor o autora del cartel y las emociones que pretendía inspirar con el mismo. La Semana Santa es una celebración oscura, cargada de culpa y dolor para los cristianos: con toda esa representación del sufrimiento, traición, tortura y muerte de Cristo. Una suerte de purga contra los excesos y pecados cometidos durante el año. Quemarse a lo bonzo para renacer como el ave Fénix al clímax reproductivo de la primavera.

Escuchaba a alguien comentar que toda esa tortura, sufrimiento y violencia ejercida contra el Cristo, en que se recrean nuestras sociedades, es una forma de justificación del fascismo: si podemos hacerle eso a Jesús ¿Qué no podremos hacer contra quien pensamos que se lo merece (disidentes políticos, terroristas, delincuentes...)?

Supongo que, para alguien de otra cultura, todo el arte y la tradición cristiana debe resultar la mar de extravagante. Yo, tratando de tomar distancia, encuentro sus representaciones muy gores, muy crueles, siempre impregnadas de la pegajosa culpa. Creo que esto es especialmente así en España, Portugal e Italia. A medida que nos desplazamos hacia zonas influenciadas por el mundo anglosajón la tradición se vuelve más abstracta, ligera e individual.

Especialmente en el sur de España, la Semana Santa está muy ritualizada, muy codificada, muy insertada en la sociedad. La población lo vive intensamente y es motivo de reunión y organización entre grupos de personas absolutamente dispares, que ni tan siquiera participan el resto del año de la vida religiosa. Justo en el sur, donde se supone que somos más calientes, más dados al exceso... Como si no fuéramos capaces de controlarnos y, cegados por un extraño espíritu destructor, fuésemos capaces de llevarnos por delante también al que vino a salvarnos ¡Que lo crucifiquen! ¡Que lo maten! ¿Pero quién se ha creído que es!!?

Me parece que muchas de las teorías del colapso del capitalismo están impregnadas de este catastrofismo cristiano. Después de tanto exceso de consumo, de tanta pornografía, de tanta obscena desigualdad... Tiene que asestarse un duro golpe justo a los que menos culpa tienen: a los que iban a rebufo, a los más pobres. Los culpables ya serán juzgados en la otra vida -si eso-. Hay cierta moral del castigo que está muy bien para bajar la mirada de los esclavos, no sea que les de por mirar para arriba y amotinarse.

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Del cartel me gusta mucho la representación de El Castillo como Monte Calvario, con las torres de electricidad preparadas para la crucifixión y las negras golondrinas como síntesis antagónica de la muerte y la llegada de la primavera.

En el pueblo estamos siempre vigilados por La Fortaleza, es nuestro singular panóptico. Allí se concentran todas las comunicaciones, es un lugar estratégico, un centro de poder, una presencia amenazante y blindada. Eso tiene que conferirnos un carácter especial a la gente de Herrera.

El Castillo/La Fortaleza de Herrera del Duque. Marzo de 2022. Primavera

lunes, 27 de diciembre de 2021

Una huebra

Estábamos en la sobremesa, frente a la lumbre. Y los mayores se pusieron a hablar de las cosas del pasado, de cómo habían cambiado las labores del campo -y del día a día en general-. A mí me gusta escucharlos aunque, a menudo, cuando se enredan en reconstruir el árbol genealógico de tal o cual persona que debería conocer, me pierdo... Entonces asiento y lanzo una sonrisa, para ver si cuela -que ya he caído en quién es- y prosiguen con la historia ¿Qué me importa a mí si los socios del Casino eran los abuelos de tal o cual persona? Los ricos hacen cosas de ricos y los pobres trabajan.

Tengo que andar traduciendo sus referencias: infiriendo datos, en función de la edad de quien habla, tratando de esclarecer cuando se refieren a sus vivencias o a hechos aún más remotos -que les narraran sus padres o abuelos-... Los nombres y apellidos no me interesan, no los ubico, no me sirven como hito. Aunque entiendo que para el narrador sí, son significativos y le sirven para ordenar su historia.

El señor X mató el último lobo -allá por los 60's-. Lo cogió con un cepo en la sierra de la umbría y llegó arrastrándose hasta el Pilarito de Consolación. Además de la recompensa del ayuntamiento, los ganaderos le daban dinero -había salvado sus rebaños-. Las ovejas había que encerrarlas todas las noches en un redil hecho a base de esparto -no había alambradas de metal-. También usaban mastines con collares de pinchos -carlancas-. Los pastores tenían que dormir en los chozos... 

El pueblo era más pequeño y las casas estaban adaptadas a otros usos. Los animales se guardaban en las propias viviendas. Había un tipo que se dedicaba a recoger los cerdos de las familias y llevarlos a comer a la Dehesa. La Dehesa tenía sus propios guardas: para que nadie robara las bellotas o la leña de otros, ya que las encinas eran del pueblo -de particulares-, mientras que los terrenos eran públicos -del ayuntamiento-. Me gustaba esta distinción entre "el pueblo" y "lo público". El ayuntamiento como algo ajeno, como una herramienta de control que se impone desde instituciones más altas, para defender los intereses de los más poderosos -los grandes propietarios- y administrar la escasez -para que exista mano de obra disponible-.

Me contaron que los terrenos de la umbría se sortearon -supongo que pagando algo- entre las gentes del pueblo. Debían descuajarlos, limpiarlos de monte y sembrarlos. Hay muchos olivares ahora en esa zona -aquello ocurrió bastante después de la Guerra-. A cada uno se le daba una huebra, que era la porción de terreno que podía labrar un hombre con una yunta en un día. Las raíces se traían al pueblo para las lumbres -no había bombonas de butano aún-. 

Había ricos que poseían grandes cantidades de tierra y las ofrecían para que otros las explotaran, a cambio de parte de la producción -dos quintos, o lo que fuera-. También había quien vivía de sus animales y sus parcelas. Y quien no tenía nada, excepto su fuerza de trabajo, y tenía que utilizarla... Que había una Dehesa "vendía", que se la dieron a no sé quién como favor de guerra. Que un olivar era mucho más valioso que una casa. Que el pueblo estaba mucho más recogido, que donde yo vivo no había nada -era campo-... 

La próxima vez, debería utilizar una grabadora.


El pasado como esas tierras abandonadas, donde prolifera el monte y también se alzan grandes ruinas, árboles que se hacen fuertes, sendas que conectan el territorio con sus gentes.

martes, 16 de noviembre de 2021

La fiesta de la democracia y el pleno infantil

Nuestra Democracia no es una democracia plena -es una democracia en minúsculas-. Hay colectivos que quedan excluidos incluso de depositar el voto en la urna. Como es el caso de migrantes en situación irregular, o los menores de edad.
Ir a votar cada 4 años es la forma que tenemos de participar en el gobierno. Pero a eso no podemos llamarlo participar en la vida política. A poco que rasquemos, nos daremos cuenta que participar de la política requiere dedicación, comunicación, reuniones, discusiones... Conflictos y resolución de los mismos. Por ello, sólo ciertas élites liberadas de las cargas del trabajo y cuidados, están llamadas a formar parte activa de la vida política.
Esto ha sido así siempre. También desde los inicios de la democracia: primero los que participaban eran los hombres BBVA -Blancos Burgueses Varones Adultos- y, con el avanzar de la historia, se han ido incorporando cada vez más colectivos a la fiesta... Pero el núcleo donde se hace la política sigue siendo elitista -burgués-.
Y, esto, en el mejor de los casos. Porque, lo que más a menudo vivimos en nuestras democracias, es la ocupación del poder por las facciones más agresivas de la burguesía, que consiguen legitimarse a través del voto -con tácticas de guerrilla, propaganda y militancias de partido-.

Hace unos días, nos anunciaron que el ayuntamiento del pueblo iba a organizar un pleno infantil. La verdad que la idea nos pareció súper revolucionaria: un colectivo -la infancia- que no tiene voz ni voto, se iba a presentar en el lugar donde se planifica y dirige la vida pública del pueblo para plantear sus inquietudes, exponer sus problemas, debatir y tomar decisiones vinculantes -que se materializarían en la forma de organización del pueblo y sus infraestructuras-... Bueno, lo reconozco, me estoy flipando :-)
Realmente no creo que sea posible la participación política en esos términos. No porque no dispongamos de las capacidades y potencialidades, sino por la mochila cultural y experiencial con la que cargamos. Por ejemplo: con mucho esfuerzo, después de décadas de medrar, se consiguió la ruptura del bipartidismo; con el auge del feminismo empezamos a ver mujeres en las posiciones de poder y, poco a poco, se atisba cierto diálogo y negociación en los debates políticos a nivel nacional -con gobiernos de coalición-. Ya digo, con décadas y, en muchos casos, generaciones de lucha desde abajo. Pero, en la política local y regional -lejos de los grandes núcleos poblacionales-, estamos a años luz de una situación así. Ya lo hemos comentado en otras ocasiones en este blog, a raíz de la similitud política de nuestra localidad con la China del partido único: el Amado Líder tiene la última palabra y no sirve razonar la conveniencia o no de satisfacer los deseos y necesidades de otros colectivos, sólo los que se alinean con los del hombre BBVA.

Venimos de 40 años de dictadura y otros tantos de alternancia de los dos partidos dominantes -haciendo y deshaciendo en favor de los grandes grupos económicos que los ponían en el poder-. Así que, tenemos muy interiorizada la idea de que el poder no puede ser compartido, sino que debe ejercerse de arriba hacia abajo -y ese arriba se configura en torno a la posesión de la riqueza y el control de la economía-. Incluso nuestras instituciones públicas y privadas están diseñadas para satisfacer esa estructura: con una cabeza visible ante la que deben responder el resto de subalternos. Todo ello resulta en un completo analfabetismo político: no conseguimos organizarnos, no sabemos dialogar, negociar... En el mejor de los casos, nos imponemos por la fuerza, o nos sometemos a la violencia de los votos. 

Los procesos de diálogo y negociación son lentos, pero los tiempos que corren exigen aceleración: hay que planificar y ejecutar, llegar a una solución aceptable y comprometernos con ella. No es un problema de este pueblo, de este alcalde, o de cualquier otro. Es estructural. Sostenido en la desigualdad de gobernantes sobre gobernados. La desigualdad de los que materializan su idea de sociedad sobre las masas de trabajadores -remunerados o no- que se encargan de realizarla.

En algunas ocasiones, nos referimos a los días en que se va a votar, como la fiesta de la democracia... Y de eso se trata: de organizar una gran fiesta! Recaudar el excedente, ponerlo en común y hacerse con todo lo necesario para construir ese ambiente que nos permita satisfacer nuestros deseos. 

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Nosotros tenemos un grupo de amigos bastante grande. Organizamos fiestas frecuentemente. Lo pasamos bien, pese a los conflictos y el trabajo que acarrean. Pero, en esta fiesta de la democracia, uno tiene la impresión de que sólo unos pocos lo pasan bien -a costa del malestar de muchos-.

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Se celebró el pleno infantil. Lxs niñxs llevaban escritos unos discursos y manifiestos que parecían preparados por adultos. Todo era muy serio. Incluso quienes asistíamos como público permanecíamos en riguroso silencio. Entre las preocupaciones de la infancia estaban la falta de pistas polideportivas gratuitas y parques -o su mal estado-. Querían más papeleras y mejor iluminación en las calles, más actividades, torneos... Les preocupaba el medio ambiente, el civismo, el reciclaje, el desarrollo sostenible... y, a lxs pobres, les habían plantado delante unas botellas de agua de plástico, de esas de un sólo uso.

Lxs voluntarixs del Pleno Infantil. Todxs con su botellita de plástico... ¿Todxs? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste, todavía y como siempre, al invasor. Imagen extraída del perfil de Facebook del Ayuntamiento de Herrera del Duque
 

Después, el alcalde, habló mucho rato de proyectos que ya estaban en marcha para satisfacer las demandas que le acababan de plantear lxs niñxs. Todos proyectos costosos, a largo plazo...

Bueno -pensé-: ya hemos vuelto a silenciar las voces de lxs niñxs y les hemos hecho caminar por los senderos que tenemos bien trillados. Entonces... Un niño alzó tímidamente la voz -justo cuando ya nos habíamos levantado para largarnos de allí-.
-Se me acaba de venir... Podrían abrir las pistas del cole y el insti por las tardes? Cuando no las utiliza nadie.
Apenas se le escuchó. Así que, algunos adultos trataron de traducir lo que el niño acababa de decir. Y, aquella intervención, fue lo mejor del evento -quizá lo único auténtico-. Supongo que el chaval pensó lo mismo que estábamos pensando todos: Que esto se acaba y salimos de aquí con las manos vacías -sólo promesas vanas, a largo plazo, de proyectos muy cuquis-. Queremos sitios para jugar y los queremos ya! Los vemos todos los días, vacíos, desaprovechados...

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En el pleno infantil el Alcalde comentó que estaban pendientes de resolver unos temas legales con la Iglesia, por la remodelación del entorno en que se asienta la parroquia. También nos dijo que andaban adquiriendo terrenos para hacer parques y zonas verdes. Uno de esos terrenos es donde se asienta la más antigua de las cooperativas de la localidad. Al parecer, habían aprovechado un pleno para declarar el terreno como dotacional -los cooperativistas se enteraron más tarde, cuando se publicó en el Boletín Oficial-. Es una práctica habitual en los ayuntamientos de la zona, aprovechar los plenos para desencadenar la maquinaria burocrática que lleve a los vecinos de cabeza hasta que asimilan el cambio -la imposición-.
Aún siendo los plenos algo público y de libre acceso, nadie asiste a los mismos -porque son un tostón-. Yo alguna vez he intentado ver alguno. Normalmente utilizan un lenguaje críptico y oscuro, enrevesado y lleno de acrónimos. Vamos, que resulta muy difícil enterarse de lo que se está hablando, a menos que lo hayas preparado a conciencia. Ocurre, además, que el partido en el poder tiene mayoría absoluta, así que no tiene mucha importancia lo que cualquier opositor tenga que decir -tendría voz, pero no voto- y creo que ese es el principal motivo por el que nadie asiste. 

Esto de pretender desplazar de lugar los edificios de la cooperativa es la última comidilla del pueblo. Un hecho tan aparentemente insignificante como llevar más a las afueras una asociación de ganaderos y agricultores que, además, huele a pan recién hecho -también es panadería-, se me apareció como un intento de eliminar toda ruralidad del pueblo -este es un pueblo moderno y no puede mancillarse con los olores del campo-. Y se me ocurrió pensar el ayuntamiento como un organismo agresivo que arremete con virulencia contra la Iglesia, contra la cooperativa, contra los vecinos de Peloche -a los que tiene en pie de guerra por su empeño en cobrar por acceder a la playa de cemento-... El ayuntamiento como una fuente de malestar y discordia, un organismo que se dedica a sembrar la crispación entre la población, dividirla, con la intención de imponer un modelo de localidad que, no sólo nadie ha pedido, sino que muy pocos desean. Un modelo urbanita, generalista, turistificable, impersonal, amable con el visitante y segmentado en zonas de: ocio, industria, patrimonio, cultura, deporte, consumo, vivienda... En fin, un modelo en el que no cabe la ruralidad y en el que no entran los vecinos -si no es como usuarios o trabajadores-. Un modelo alineado con los intereses del hombre BBVA: con el movimiento de la economía, el gasto como inversión -sobre todo si es con el dinero de otros-, la foto del calendario, lo suntuoso, la repercusión en las esferas de otros hombres de negocio...

Cualquier atisbo de proyecto común, de organización colectiva, pacífica, en busca de un buen vivir, queda así arrollado por esta maquinaria de hombres BBVA. Y poco importa si son hombres o mujeres, si están al frente de instituciones públicas o privadas.

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Aquel pleno tenía poco de de infantil -sólo la presencia de niñxs-. Se trataba realmente un marcaje de límites y fronteras -un aleccionamiento-. -Sí, podéis venir aquí a hablar y expresar vuestros anhelos e ilusiones. Pero sólo serán satisfechos en la medida en que se alineen con los intereses de los que tenemos el poder: los adultos serios, los hombres de negocios...

jueves, 16 de septiembre de 2021

Facebook y la patria chica

Cuando apareció Facebook y similares, todos nos lanzamos a colgar fotos, etiquetar a nuestros amigos, buscar la gente que conocíamos... Éramos jóvenes, guapos, esbeltos... o, simplemente, nos sentíamos cómodos con nuestra imagen. Hacíamos bromas, intercambiábamos banalidades, nos divertíamos... Se había convertido en el patio del colegio -o en nuestro pueblo chico-. 

A medida que íbamos haciéndonos mayores, los contenidos que compartíamos eran cada vez menos personales, menos banales y cotidianos. Subíamos menos fotos de nuestros cuerpos -que ya no eran tan esbeltos-. Ee cuando en cuando, fotos de nuestras caras o de acontecimientos muy especiales -bodas, comuniones -en las que aparecíamos anormalmente adornados-...
Como en la vida real: nos fuimos dejando ver menos por los espacios públicos y nos refugiamos en nuestra propiedad privada. Mientras, los más jóvenes buscaron otras redes, como Instagram, en las que exhibirse -es lo bueno de Internet, que el espacio es infinito y no tienes que esperar a que tus viejos se vayan de la discoteca para ir tú-.
No se diferencia mucho ese proceso de socialización en la red del que se da en la vida real. Un proceso en el que vamos comprendiendo que, a pesar de ser vecinos o amigos, no tenemos las mismas ideas ni intereses. 
Para no ofender, o no enredarnos en eternas discusiones, empezamos a publicar menos: "los demás no necesitan saber tanto de nuestras vidas", "te puede causar problemas publicar dónde estás y demás", "no quiero parecer egocéntrico hablando de lo que hago o pienso", "yo pienso esto, pero no lo voy a decir porque no quiero que nadie me rebata", "no soy famosa, ni tengo nada que aportar", "no quiero parecer tonto", "hay gente muy desconfiada y malpensada, mucho ofendidito"... 

Los muros empezaron a llenarse de silencio y aburrimiento... Algo que una empresa que vive del entretenimiento no podía permitir. Así, Facebook fue rellenando esos silencios de publicidad, de anuncios de grupos que te podrían interesar, de negocios, de política nacional e internacional, de fútbol... Los profesionales de la producción de contenidos los vertieron también en esta red, nos sacaron de lo local y personal y nos devolvieron a lo global. A pesar de que para nosotros resultarían más interesantes el nuevo peinado de la vecina, las ovejas de aquel, el huerto del otro, el coche nuevo del colmenero, las mayas del profesor de spinning o los enredos del equipo local de fútbol.
Las pequeñas cosas que nos ilusionaban y entretenían se arrinconaron y comenzamos a engullir propaganda y contenidos como veníamos haciendo en los medios tradicionales: tv, periódicos, radio...

A Facebook, como compañía, ya le venía bien este giro de los acontecimientos: es una empresa que cotiza en bolsa y sus accionistas obtienen beneficios. Pero tener una cuenta es gratis ¿Cómo puede ser? ¿De dónde sale la pasta? Entonces hubo personas avispadas que pensaron "si es gratis es que nosotros somos el producto...". Y no queremos que nadie se aproveche de nosotros sin compartir los dineros.
Pero el identificarnos como producto no nos hizo libres. Al contrario: asumimos que sólo los famosos, o la gente que tiene una imagen pública, es la que debe compartir sus pensamientos o sus actividades. Ejercimos nuestro micropoder coercitivo para callar a los demás y a nosotros mismos y consentimos que los mismos grupos de poder de siempre siguieran arrojándonos sus mensajes para que asumiéramos sus poses. 

"El medio es el mensaje" y Facebook se ha convertido, principalmente, en un medio clásico, que vive de la distribución de contenidos y la publicidad.
Se parece poco a la idea inicial de mantenerte conectado con tus conocidos y seres queridos -o la de cotillear a tus vecinos-. Y, aunque siguen subsistiendo, esas funciones resultan prácticamente marginales, o bien se han desplazado al Whatssap o redes más privadas. 
No creo que haya sido una estrategia fríamente calculada. Más bien, un ir improvisando, sobre la marcha, aprovechando las corrientes y oportunidades. Facebook empezó como una especie de reto tecnológico o juego sociológico: crear una plataforma que atrajera a millones de usuarios... Luego ya verían cómo rentabilizar algo así.
Y el resultado les ha queda bien. Tienen un montón de usuarios que entran a su plataforma, les da                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     un poco de lo que quieren: información de sus amigos y entorno cercano y, de paso, les endosan un montón de publicidad y contenidos generalistas -mejor o peor dirigidos a un público objetivo-.

Por todas partes comenzaron a surgir tutoriales y gurús que explicaban cómo gestionar los perfiles de negocio en estas redes sociales. Trucos y consejos para conseguir mayor visibilidad, mayor alcance, mejores valoraciones... Se profesionalizó el patio del colegio. Y, como teníamos cuenta en esa red, también comenzamos a pensar que debíamos profesionalizarnos nosotros: mostrar nuestro mejor perfil -postureo-, ser políticamente correctos, ciudadanos del mundo globalizado, opinadores de la actualidad del país, haters del otro bando...

 

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Yo utilizo Facebook para consumir contenidos y también para publicarlos. Me gusta, es una forma de socialización y entretenimiento como otra cualquiera. Me gusta saber qué cosas preocupan, gustan o ilusionan en mi entorno cercano, qué ven mis amigxs desde sus ventanas, qué opinan sobre las diferentes noticias, intercambiar opiniones, mirar sin ser visto, cómo les va la vida a los antiguos compañeros de uni, cómo crece su prole, si ya han empezado a coger setas, cuándo siembran las patatas, dónde van a castrar, los festivales a los que van, los libros que han leído o si la última de Disney les pareció mejor que la anterior.

También me gusta hacer fotos y publicarlas. Sé que existen redes más apropiadas para la fotografía, pero encuentro cierto encanto en hacerlo en ese cajón de sastre en que se ha convertido Facebook. Un lugar donde aparece mezclado lo personal, lo global, lo comercial, imágenes, audios, vídeos... Donde la única coherencia está en el muro personal de cada cual: como pequeñas moléculas enlazadas con otras, en estructura rizomática -aisladas y conectadas a la vez-.

También me gusta compartir noticias, pensamientos, pequeños textos... Sin ninguna pretensión especial. Como pequeñas notas que se me aparecen interesantes para mí y para mi círculo de "amigos". Pequeñas líneas de fuga que nos saquen del cerco del algoritmo y los puntos de interés que se definen desde los centros de poder y comunicación. Uno ya sabe que no puede alcanzar repercusión más allá de su círculo -tampoco lo deseo, porque no considero mi ocio como una actividad a rentabilizar-, eso da mucha liberdad, como da libertad escribir sabiendo que nadie -o muy pocos- lo van a leer.

Quizá lo que más me gusta de esta red social es el parecido con un pueblo chico. Porque mi red de "amigos" está muy localizada en torno a mi pueblo -supongo que Facebook controla de ubicaciones y siempre prioriza los contenidos de quién está cerca-. Un pueblo donde, cómo siempre, ciertos órganos de poder pueden alzar la voz sobre la de los demás, pero donde la turba también puede boicotear esos intentos de imposición de opinión y dar la batalla -aunque sea en desigualdad de fuerzas-.

Por ejemplo: hace unos meses, el alcalde del pueblo y el partido en el poder, decidieron, de forma unilateral, cobrar para acceder a la playa de Peloche. Lo anunciaron por Facebook, como si fuera un logro novedoso, puntero y por el bien de la ciudadanía -por lo del Coronavirus-. Inmediatamente, la población comenzó a quejarse por una medida a todas luces injusta, que sólo podía venir de alguien totalmente desconectado de la realidad de la localidad. Las quejas no se quedaron sólo en Facebook -quizá aquí se forjó el convencimiento de la injusticia que se estaba cometiendo- y trascendieron al plano de lo real: se organizaron manifestaciones, protestas, escritos formales... Incluso volvió a salir el tema en un pleno del ayuntamiento -aunque los poderes públicos no dieron su brazo a torcer-.

Así que, sí, Facebook sigue teniendo esos recovecos, escondrijos y el potencial revolucionario o democrático que muchos esperábamos se desatara con el desarrollo tecnológico de internet -y nunca llegó-.
También tiene sus cosas malas -muchas derivadas del hecho de no tratarse de un servicio público sino de un negocio-: la adicción causada por el sistema de notificaciones y recompensas, problemas de privacidad... Pero eso ya lo hemos tratado en otros posts de este blog


Imagen de Ella Ottersbach-Edwards. Extraída de Living For Likes: The Unspoken Addiction