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jueves, 29 de julio de 2021

Instantáneas de verano

Allí estábamos, sentados en unas precarias sillas de madera. En la explanada del puerto, con las mascarillas mal ajustadas. Habían montado un escenario modesto, no hacía falta más. La brisa del mar nos mantenía frescos.
Fueron subiendo, eran un montón de gente, 40 o más. También había una pequeña banda: teclado, guitarra eléctrica, batería y bajo. Yo siempre había pensado que esos grupos de gospel, que gustaban tanto por aquí, eran una frikada... Aunque sentía curiosidad. 

Empezaron a cantar y... Aquello molaba! Aún llevando mascarillas, el coro se veía súper relajado, feliz... La directora era pura energía. Con su expresión corporal y su sonrisa, si te lanzaba una mirada de refilón, era capaz de hacerte pensar que podías cantar como Aretha Franklin -o, por lo menos, tocar las palmas con ritmo-. No es de extrañar que ese estilo musical haya traspasado los muros de las iglesias y todas las fronteras. 

Se hizo de noche, pero aquello era absolutamente luminoso. Nos sentíamos como si hubiésemos sido tocados por el dedo Dios -pero no el dios iracundo de la culpa, sino un Dios liberador-.

Gospelsons: grupo de gospel de Mataró. Foto extraída de la web del grupo: https://gospelsons.org/

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Alguien escribió en un grupo de Facebook que había creado un perfil anónimo para denunciar asuntos perpetrados desde los poderes públicos locales. Y la peña se le echó encima diciendo que diera la cara, que se identificara... 

Pensé sobre cómo se ha perdido el anonimato en Internet. Antes de las redes sociales todos teníamos perfiles falsos, avatares molones... Tu identidad virtual no solía coincidir con tu identidad física -a menos que fueras un personaje público- y podías llevar una doble vida. Ahora nuestros perfiles virtuales son una marca, un sello de identidad de nuestros perfiles físicos... Y los poderes nos pueden someter en ambos planos. Pero Remedios Zafra trata mucho mejor estos temas de lo que puedo hacerlo yo.

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Me sentía eufórica! Él había dado positivo en Coronavirus y yo no. Él debía confinarse en casa y yo era libre! Libre!

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En la televisión no paraban de salir noticias sobre los beneficios económicos que había traído la legalización de la marihuana en ciertos estados -EEUU- y cómo se había extendido a otros. También aparecían noticias de cómo los propietarios de invernaderos, en la vieja Europa, se estaban adaptando al cultivo del cáñamo legal: con usos medicinales, para elaborar ciertos ungüentos, fibras vegetales... -Es mucho más rentable que la fruta o las flores - decían.  

Cuando el capitalismo le niega el saludo al narco, la legalización está cerca.

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Estábamos solos, en un rinconcito al que se accedía por una vieja carretera abandonada. El pantano daba miedo. Todos los años llegaban historias de ahogamientos. Las niñas jugaban en la  orilla. -Allí están seguras. -Pensaba aliviado. Me sentía pesado, gordo...
Ya nadan muy bien. No quiero que vayan a lo hondo. Este calor me mata, saca lo peor de mí, quiero que llegue mediados de agosto...
¿Y si hubiera monstruos?

Algún punto del pantano de García de Sola - Julio 2021

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Habían habilitado un trozo de playa para los perros -al otro lado del puerto-. Los dueños se bañaban allí con ellos. Era una escena extraña: pechos desnudos, perros mojados, ladridos y conversaciones, las olas del mar... Todo se aparecía sucio e irónicamente feliz

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Habían hecho una pequeña presa en el cauce del río. Siempre había agua corriendo. Era muy somero: pocos tramos cubrían por encima del ombligo. Los fresnos y sauces proporcionaban una agradable sombra en las orillas cubiertas de césped. La gente se reunía en pequeños corrillos. Muchos llevaban su merienda. También había un chiringuito. Había gente, pero sin aglomeraciones -circulaba el aire-. El agua era fresca -pero no fría-.
Un lugar de goce y esparcimiento en Hoyos (Cáceres)

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El calor y la humedad eran horribles en la estación de Sants. -Otro tren cancelado! -Joder! Esto se está petando de peña... Íbamos bien apretados en el vagón. Todos con mascarilla. Yo procuraba no respirar muy fuerte. En Plaça Catalunya se subió más gente. Los niños lo tocaban todo. Una señora mayor busca asiento... Afortunadamente se lo cede alguien que está más cerca -no me quiero mover-. Dos tipos hablan despreocupados sobre no sé qué movida que quiere hacer en su salón. Yo sólo veo Coronavirus! Coronavirus por todas partes!

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Era el típico lugar de ocio familiar en el Levante. Enclavado entre la paradisíaca playa de arena y unos montes rocosos que se aventuraban hasta el mar. Se veía mucho guiri. Tenían sus propios guetos: los alemanes, los belgas... La primera línea de playa era asediada por altas torres de apartamento y hotel, bares, restaurantes... Las montañas cercanas plagadas de chalets -que de lejos asemejaban garrapatas-. Al fondo se apreciaban las formas grotescas de Benidorm. Pero Calpe era un pueblo tranquilo, mantenía un centro histórico coqueto. Un lugar para dejarse morir sobre la fina arena, mecido por las aguas calientes... Sí, la población se veía envejecida, conservadora, complaciente con los neonazis de Desokupa...
Una gran formación fálica rocosa presidía la playa: el Peñón de Ifach. Me gustaba llamarlo el peñón de iFacha...

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Se rompió la cámara subiendo al peñón. Por fin me había liberado de aquel artefacto del demonio. No tenía que llevar ese peso a la espalda: los objetivos, la batería, el trípode... Miraba el mundo de otra manera: narrado, en un continuo fluir de palabras -no como este post, que es una sucesión de instantáneas-.


Playa de Calpe con el peñón de Ifach. Imagen extraída de El País

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Después de 12 de horas de viaje, con sus atascos. Bajamos del coche, como quien se baja de una nave espacial... Hace fresquito. Suena música ligera en directo. No hay humedad. Nos reciben con tortilla de patatas -crudita-, revuelto de calabacín, tomates frescos... El Castillo nos vigila. Corre una agradable brisa... Herrera se nos aparece como el paraíso en la tierra ❤

jueves, 22 de agosto de 2019

Ir de camping en vacaciones

Fuimos a visitar el pueblo de O Grove. Allí está el balneario de "La Toja": un lugar de lujos y gente rica. Pero a nosotros nos pareció más oportuno un corto recorrido por las bateas de mejillones de la ría de Arousa. Nos montaron en un pequeño barco turístico y vagabundeamos por las destartaladas balsas flotantes. Nos mostraron las cuerdas repletas de mejillones, vieiras y ostras ¡Como si fueran cortinas mágicas repletas de vida! Nos comentaron que, en general, cada batea era gestionada por una familia (como el que por aquí tiene su cercón con un puñado de ovejas). Y, mientras, para que no dejáramos de sentirnos de vacaciones, nos pusieron vino blanco y mejillones para amenizar el viaje.

Ir de camping en tus vacaciones tiene algo que ver con ese tipo de decisiones. Aborrecer el lujo y el poder, priorizar la naturaleza y formas de vida sostenibles. Tener claro donde eliges enfocar la mirada

La tienda de campaña tiene sus incomodidades, pero te permite estar en contacto con parajes a los que no llega el turismo de masas. Seguramente no entres en contacto con gente normal -porque los campistas somos todos unos frikis- pero, al cambio, estarás en pleno contacto con el ambiente, la naturaleza, los ciclos lunares y solares, el calor y el frío. Protegido por la exigua intimidad que brinda un trozo de tela impermeable, fijada al suelo con unos palos de metal.
Te sientes un poco gallina: te acuestas al anochecer con los grillos, te levantas al amanecer con los pájaros y, cuando refresca, se pone la piel de pollo desplumado.

Personalmente prefiero ir sin ningún tipo de pantalla (TV, tablet...): clavar la tienda, los preparativos de cenas y desayunos... ya te mantienen bastante entretenido durante todo el día. Yo me mantengo mucho más activo, me despierto antes y tengo muchas ganas de hacer cosas... cosas molonas.
Porque solemos salir a este tipo de vacaciones sin un itinerario previo. Elegimos una zona y luego vamos viendo sobre la marcha. Si nos apetece descansar en la playa, pasear por el bosque o visitar iglesias y cosas viejas, pues lo hacemos! En prácticamente todas las regiones del mundo se dan facilidades para mantener entretenido al turista, y en los campings siempre suele haber sitio para una tienda más.

No sé, me parece flipante que con tan pocos recursos puedas alcanzar tantos sitios, tan exóticos. Básicamente necesitas un coche donde te quepa todo y eres libre de ir donde te plazca. Y eso que, ahora con las niñas, necesitamos más trastos, más espacio. Quizá lo que me parece realmente flipante es que "necesitemos" tantas cosas cuando volvemos a la vida real.

Vista de la parte sumergida de una batea de mejillones