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miércoles, 6 de enero de 2021

La búsqueda del sentido

Los cielos del amanecer y el anochecer molan... mucho. Si los estás observando es porque has puesto la vida entre paréntesis: nada importa, sólo la mutación de colores en el cielo. Es como un pequeño viaje, unas microvacaciones. Podría ser un rito, una terapia... Los días de no trabajo me gusta madrugar sólo por eso. Es como estar solo ante el universo, como un agente de guardia, mientras todos duermen.

Después, el sol viene apremiando. Hay que moverse.

Así, el resto del día es puro agobio... Es como estar debiendo algo a alguien continuamente, una búsqueda incansable de recompensas al esfuerzo. Un sin sentido: canalizar las pulsiones, ganar dinero, invertirlo, formarse, elegir, acumular experiencias...

 

Antes de la pandemia nos gustaba reunirnos con lxs amigxs. Reservar un día para preparar comida, pasear, fumar, jugar a las cartas... Poner el día entre paréntesis. Tampoco tenía sentido, pero era divertido: "Salir, beber... el rollo de  siempre".
O esperar a la llegada de la noche: cenar, tomar unas copichuelas, jugar futbolín, contar chistes, cantar, bailar...

Para viajar, el sacrificio era más grande. Había que ahorrar, reservar vacaciones... Te servía para justificarte en sociedad, por estar haciendo cosas horribles durante todo el año: madrugar, montarte en transporte público, abusar del café, meter comida en tuppers, pisotear las cabezas de potenciales competidores...

 

El Coronavirus nos ha robado los pequeños placeres comunales que llenaban una parte importante de nuestro tiempo de ocio. Encerrados en nuestras burbujas, distanciados, recelosos...  

Solíamos decirnos que el dinero y las posesiones materiales no eran tan importantes: coches, casas, móvil, tv... Pero toda propiedad privada ha salido potenciada con la pandemia: es mucho más deseable una buena vivienda con vistas al exterior, jardín, piscina... que un piso pequeño; es más seguro desplazarte en nuestro coche que hacerlo en un vagón atestado de posibles contagiados; mejor veranear en tu segunda residencia de la Costa Brava que un hotel lleno de viejos en Benidorm; una tele enorme para sustituir el cine... El capitalismo de consumo refuerza sus posiciones y nos arrebata nuestros lujos de pobre: unas cañas al salir del curro, llevar a lxs niñxs al parque, reuniones familiares, una pachanga...

Quizá antes pensáramos que una vida social plena era posible practicando el ocio en espacios comunes -bares, parques, pistas deportivas...-. Quizá antes pudiéramos llegar a pensar que no era necesario sacrificar tanto por acumular riquezas. 

Las crisis capitalistas de 2008 y anteriores nos enseñaron que el dinero en los bancos se podía devaluar y que, por tanto, era mejor invertirlo. Incluso la vivienda se podía devaluar, así que era mejor diversificar. La lección ha sido siempre que debíamos ser emprendedores e inversores, estar en la cresta de la ola, siempre arriba... Pero también se podía hacer la lectura de estas crisis como infortunios que nos golpean de forma aleatoria, imprevisible e inevitable y que, quizá, resulte mejor vivir al día, ir tirando... Porque no hay valores seguros y no tendría sentido acumular otra cosa que no fueran experiencias -quizá, en el 15M, esta lectura alcanzó relevancia como crítica al sistema-. 

No sé cuántas décadas puede durar la lección de esta pandemia, pero llama la atención que su mensaje case tan bien con el capitalismo de consumo y con un individualismo recalcitrante: -Acumula todo lo que puedas porque, cuando vengan mal dadas, los que tengan una casa grande van a estar más agustito.

 

Cuando Pablo Iglesias se compró un chalet, supuso un duro golpe para muchos de sus votantes... Quizá esperaban algo diferente de este líder: que deseara cosas diferentes a las que deseaban el resto de líderes. Porque sólo alguien con deseos y anhelos opuestos a los de quienes dirigen el sistema -un sistema que acumula riquezas en manos de unos pocos a costa de la miseria de muchos- está en condiciones de llevarnos a un mundo más justo. 

Esta idea del deseo como herramienta transformadora del mundo ya estaba presente en filósofos del siglo pasado, como Deleuze o Lyotard. Y parece que, hoy día, tiene más sentido que nunca. Cuando el consumo vampiriza toda nuestra energía para dejarnos vacíos y solos -en nuestro enorme chalet- ante una pantalla que no para de emitir contenidos que apuntalan el relato de la individualidad.

Quizá sería mejor que existieran la magia, la religión, el destino... Una misión más allá de las pulsiones y los mecanismos de recompensa. Quizá una vida menos atomizadora y agobiante, una vida en común. Nuevos referentes, nuevos imaginarios que rompan con estas dinámicas de sálvese quien pueda -y quien más pueda, que se salve más-.

Al final del túnel hay luz. Canet de Mar, diciembre 2020


Referencias

jueves, 22 de mayo de 2014

Las voces de la autoridad y la experiencia

En la adolescencia, y también en la post-adolescencia, siempre había odiado que tomaran decisiones por mí, o me dijesen lo que está bien o mal (-¿Qué pasa? ¿Pones en duda mi capacidad lógica para llegar a conclusiones acertadas?-). Así que, como reacción a tan irritante práctica, me propuse llegar a la cúspide del Poder y decir a todo el Mundo lo que debía hacer... Pero me quedé en lo más bajo de la pirámide. Y sólo cuando vinieron los hijos, y aquellas otras personas menos experimentadas en las áreas en que me había especializado, fue que me tocó decidir por otros... Asumir el papel de dictador, represor. Me sentía cómodo: si alguien me preguntaba algo que no sabía o comprendía (pero yo sí) le contestaba, y ya está! Si había que tomar una decisión rápida la tomaba, y punto!
Me había convertido en aquello que no quería ser. No había sido algo voluntario, simplemente me había tocado asumir el rol (en áreas muy específicas).
-"Sin comerlo ni beberlo llegué a ser el experto de un barrio llamado..."

Ante este batiburrillo de: normas morales, gente rápida, decisiones, ostentadores de poder, especialistas, represión... A uno, en ocasiones, no le importaría meterse en el caparazón del débil, volver a ser un niño y que lo lleven de aquí para allá (mientras alimenta el odio interior hacia todo aquello que escapa a su control)... Y claro, las sonrisas nunca llegarían, o sólo de forma pasajera.

Al ir adquiriendo independencia, el odio hacia el Padre represor, se orientó hacia "la autoridad" en la edad adulta. Y no es de extrañar que se desee la muerte de políticos, banqueros, legisladores y sus defensores... Los que ejercen de forma arbitraria su Poder sobre los demás, sin que cuenten con la aprobación del pueblo: simplemente les tocó asumir ese papel, las circunstancias les empujaron, porque era lo más cómodo, porque ¿Qué otra cosa sabían hacer?, porque ya nacieron así (como el rey)... Se especializan en eso, en mantenerse en esas posiciones, sin ninguna otra finalidad, solo el beneficio propio (la pasta, la fama...).
Así que no se han ganado la Autoridad, por eso no la ostentan, lo único que tienen es Poder, que defienden con violencia, apoyados por la ley y la injusticia, que argumentan con el miedo (a la delincuencia, la barbarie, la exclusión, los otros, la crisis).

Así que, cuando estos parásitos del poder intentan convertir en leyes sus juicios morales, o cuando intentan imponer a todos su idea de bien... Sólo queda lugar para el rechazo.
Una cosa es cumplir la mayoría de las leyes y algunas de las convenciones morales. Y otra, pretender que no se puedan discutir o expresar desacuerdos públicamente (en un país libre, un Estado de derecho).
Esto venía a raíz de los intentos, por parte de cargos en el Poder, de reprimir manifestaciones de júbilo porque un cargo público/político había asesinado a otro... Si es una gran suerte que lo hagan entre ellos! Es como una revolución, pero sin necesidad de bañar al pueblo en sangre.

Y claro, todos tenemos miedo a las revoluciones, las crisis, el cambio... Por eso votamos siempre lo mismo y sentimos respeto por nuestras instituciones... El fetiche de la democracia, eso que tanto nos costó conseguir, que lo llamamos así, pero no lo es, porque está claro que el Poder no está en el pueblo: que no participa de él... ni pincha ni corta.

Y como cantaba Def Con Dos en Dogmatofia (en un contexto un tanto diferente):

....
Me niego a seguir fingiendo
respeto por tanta chorrada:
Tu credo, tu mito, mi dogma,
tu ley sagrada, mi ley pagana. 
Tus ídolos cagan blando
y te tragas a gusto su gran estafa.
 ....
No creo en ti.
Dogmatofobia
Porque ya no creo en mi.

Este fin de semana hay erecciones europedas. Es algo oscuro... Como el Libre Mercado o el Padrino: esa mano invisible que mueve los hilos y hace que todo funcione de forma eficiente, estable. Así que, todos los impotentes y frígidos, estamos convocados a secundar con nuestro voto los participantes en tan pornográfico congreso.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Conservador

Los viajes largos dan para: escuchar música, oír la radio, observar el paisaje y hasta reflexionar. Mientras pisas el acelerador en la monótona autopista. Así, me pregunté:  -¿Qué es ser conservador? y ¿Por qué lo es  la mayoría de la población del país, europea o incluso mundial?- Políticamente hablando.
Conservador es el que quiere quedarse como está, que la situación y el contexto en el que vive no se alteren. Ahora vivimos en un contexto de "crisis" y la "mayoría" sigue siendo conservadora. -Absurdo, ¿no?-

Entrecomillo lo de "crisis", porque cansa su uso abusivo. Parece algo inevitable, una especie de glaciación que debe ocurrir de forma periódica y que afecta a todo y a todos. Lo cierto es que hay colectivos a los que les ha venido muy bien la crisis, a otros no le ha afectado lo más mínimo y otros tienen infinitos recursos para eludirla (bancos, políticos, grandes empresas, familias que mantienen su empleo...). Hay sectores que se han hundido (construcción) y han arrastrado a otros. Lo lógico sería tomar medidas para que algo así no vuelva a ocurrir, como por ejemplo: cambiar de modelo productivo y económico por algo más sostenible y no basado en el crecimiento continuo en un espacio finito.
Muchos de los conservadores no quieren permanecer en el estado de crisis, sino que quieren que las cosas vuelvan a ser como antes y tener su oportunidad de crecer y prosperar económicamente.
¿Para qué preguntarse nada? ¿Para qué hacer autocrítica? - Me aguanto como estoy, que no estoy tan mal, y ya vendrán tiempos mejores - . Viven su presente un poco pasado, no les va lo de las vanguardias.

Las comillas de "mayoría", vienen, porque vivimos en democracia, y los gobiernos los eligen las mayorías. Pero existen elevados índices de absentismo, y muchos de los que votan no les importa lo más mínimo la política  y votan guiados por los sentimientos mediatizados de masas.


Por tanto, tenemos al conservador acomodado, que ya le van bien las cosas tal cual están; el oportunista, que espera que todo vuelva a ser como antes; y el mediatizado, el que se guía por sus sentimientos (miedo, simpatía...), o que no tiene los recursos suficientes para desprenderse de sus creencias irracionales.

Seguramente se puedan establecer otras clasificaciones, pero estas son lo suficientemente genéricas, y abarcan todo el espectro de lo que, en mi humilde experiencia, he podido observar.

Hay algo común a las categorías de "conservadores": lo limitado de la comunidad a la que desean que participe del bien, las ganancias, la prosperidad. En la mayoría de los casos: ellos mismos o su familia, no más allá de los de su clase o los que están por encima de ellos (y sólo porque esperan obtener algún rédito o favor). Esto es, una actitud egoísta, competitiva, agresiva... en contra del Otro, el que no me importa mientras ande yo caliente, y al que puedo odiar, culpar o utilizar, en caso de que pase frío.

- ¡Ya está!: Los de "derechas" son conservadores, entonces egoístas, mezquinos, avariciosos y, por tanto, malos -.
Pero existen colectivos a la "izquierda" que también son conservadores, egoístas, mezquinos, avariciosos y, por tanto, malos.
Por eso mismo se encuentran confrontados, porque representan a grupos diferentes, y no necesariamente de clase social o ámbitos diferentes. Circunstancia extraña, que no lo es tanto si tenemos en cuenta que cada uno busca su propio interés, que puede depender de la persona concreta en el poder, o que está influido por medios de masas, por la tradición, por las creencias, esperanzas... Equipos que agrupan colectivos, de forma más o menos aleatoria, y cuyo único vínculo es un odio irracional a los otros. ¡Eso es la afición futbolística hoy día!... Perdón,  quería decir: la política.

Algunos mantenemos particulares creencias y esperanzas.  Tratamos de extender nuestra comunidad cada día un poquito más, a todas las personas, a las plantas y los animales -¿Por qué no?- Un mundo sin competición, sin odio, más colaborativo, bello... A eso me refiero cuando digo comunismo: Comunidad Global, el Uno Todo...
Para conseguirlo es necesario un cambio, que no tiene por qué ser brusco ni violento y que comienza por otorgar recursos suficientes a toda la población, para tomar decisiones racionales y justas, no basadas en el miedo, la simpatía o el egoísmo.

lunes, 16 de abril de 2012

Retales

Sobre la crisis actual: "Quizá antes no estábamos tan bien como creíamos que estábamos y ahora no estamos tan mal como nos dicen que estamos". - Oído en "la nube" de TVE2 -

"Al no existir ideales, como en el siglo anterior el Anarkismo, Comunismo, Socialismo... Los movimientos sociales, como el 15M, solo denuncian pero no avanzan en ninguna dirección, solo comparten su rabia" - Oído en "Carne Cruda", entrevista con Vicente Verdú autor del libro "la hoguera del capital". -

La denigrada "crisis", ha conseguido poner en práctica una idea que, aún hoy, a la mayoría le parece una locura: el decrecimiento económico. Ha lanzado a muchos a conseguir sus sueños, empresa que de otra forma, desde una posición de seguridad, no habrían iniciado. Ha proporcionado una justificación al "no hace falta gastar tanto", sin que te tachen de agarrado. La estrategia empleada ha sido la del miedo y, como daño colateral: el incremento de la desigualdad social.

El otro día la señora X, conservadora, pero no adinerada, me comentó con tono grave y cierta preocupación:
-¡Qué vándalos aquellos chavales en la manifestación! ¿Qué culpa tiene el pobre tendero que intenta ganarse honradamente el pan?
Ante semejante apelación, no pude contenerme y le contesté -en tono igualmente grave- algo que intuía no le iba a parecer razonable:
- Pero lo que quemaron fueron bancos y grandes superficies.
La verdad, no sé que respuesta esperaba yo obtener ante semejante afirmación. Pero me sorprendió cuando, con tono aliviado, dijo:
- ¡Ahhh! Entonces, si eran bancos y grandes superficies, es otra historia.
Mi cara se iluminó: -Por fin, algo está cambiando...

Sobre las normas del lenguaje: 
Cuando vivía en el pueblo, me decían que hablaba mal el Castellano. De mayor, que hablaba mal el Inglés. Ahora, que vivo en Barcelona, hablo mal el Catalán. A veces, uno se cansa de que le digan que lo hace todo mal, y que sean siempre los mismos acomodados los que nos dictan la norma.

Mientras el cuchillo atravesaba su cuello, la sangre pintaba de rojo la pueril lana y la tierra seca del suelo. Le miré a los ojos, se le escapaba la vida, de forma silenciosa, porque la mano decidida  de mi padre no le permitía abrir la boca. Hizo amago de levantarse, pero yo le sujetaba las patas, impidiendo que escapara, con fuerza. -¡Qué hermoso está! ¡Este va a tener buenas chuletas!-
El untuoso olor a borrego se mezclaba con el de jara y tomillo. La madre no percibía la tragedia, no lo haría hasta horas después.
En los últimos espasmos, con la mirada ya serena, tranquila, vacía... pensé en la expresión "mirar con ojos de cordero degollado" y en la experiencia de crecer libre en el campo, acarrado bajo las encinas, arrodillado mamando de las ubres de una vieja y cansada madre.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Network (un mundo implacable)

El título puede llevarnos a confusión: con la palabra “Network” todos pensamos en Internet, redes sociales, facebook... Pero no, la película tiene más de 30 años y todavía no se atisbaba el “bum” que supondrían estas tecnologías.

Aún así, la temática es de candente actualidad. Tanto la principal: el mundo de la televisión con sus vicios y perversiones. Como las secundarias: crisis (la originada con la subida del petróleo en el 73), pérdida de poder de los Estados en favor de las grandes compañías, globalización, indignación (más bien cólera).
Incluso la historia de amor resulta adecuada al contexto actual, hasta arriesgada para el puritanismo americano -claro, que eran los 70's: drogas, sexo, feminismo...- Sí, el puritanismo ha ganado terreno en las artes visuales, ahora hay más sexo explícito pero, cuando se trata de relaciones serias, todo es más convencional, más ñoño.

Me han llamado la atención pequeños detalles:
Bebían Cutty Shark con Cocacola (en botella de 2 L.), los directivos!! Fumaban en los restaurantes!!
Se menciona el Comunismo! incluso el Marxismo!! Aunque sea con la intención de ridiculizarlo y desacreditarlo.
Quizá las libertades no hayan evolucionado mucho, pero las prohibiciones y tabús ...

El presentador-profeta, en su papel delirante, iracundo, demente... aporta cierto toque de humor, porque las realidades que duelen sólo las podemos encajar como chiste. Aún siendo el estereotipo de predicador americano, resulta más que creíble, quizá porque en la televisión todo parece más real. En general todos los personajes y la trama resultan de gran realismo.

En fin, un claro ejemplo de que la historia se repite, de lo cíclico de las crisis, de la evolución que han tenido los medios de comunicación y de su escaso interés por informar en favor de hacer dinero.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Mordiscos a la educación pública y mitología del capital


A ciertas minorías les puede resultar indiferente el tema: porque no piensan llevar a sus hijos a una institución pública que, después de todo, está llena de inmigrantes, pobres, gitanos, negros, clase media y baja... -¡No! nuestros hijos han de codearse con las élites-.

Y son estas élites las que deciden sobre la gestión y el futuro de nuestras instituciones públicas. Por tanto, no debería sorprendernos las medidas de "austeridad" de "lo público" que se están tomando actualmente.

Todo ello, va acompañado del mito del funcionario vago e inútil y la exaltación del trabajo autónomo. Trabajador autónomo que acaba sub-sub-sub-contratado para empresas más grandes, sin ningún tipo de garantía social. Exaltación también del empresario de éxito, del que arriesga... Sólo que algunos pueden arriesgar su capital mientras la clase media tiene que hipotecar su vida. Exaltación del trabajador de la empresa privada, que cumple jornadas cada vez más largas, con horarios cada vez más irreconciliables con ningún tipo de vida personal. Exaltación de un tipo de vida dedicada al capital, tanto tienes tanto vales, tanto puedes gastar, tantas cosas puedes comprar.
-Quiero que vengas a darlo todo, que salgas de aquí extenuado. Después te vas a casa, al gimnasio, a tomar algo, de compras, a ver una peli... lo justo para relajarte y al día siguiente otra vez lo mismo. El fin de semana y en las vacaciones tendrás un montón de dinero, podrás ir a ese restaurante tan caro, a esas vacaciones utópicas y olvidarte de todo este estrés, de esta vida que no te pertenece-.

Al parecer, la culpa de que el trabajador privado esté en esta situación la tiene la ineficiencia de "lo público", porque en lo privado no tiene cabida lo improductivo, que sería rápidamente aplastado por un competidor. Esto resulta en una extraña paradoja en la que los funcionarios tienen derechos y el resto de trabajadores dinero, miedo y precariedad.

La riqueza sólo engendra más riqueza, hay que atraer la inversión a cualquier precio.

En estas vaguedades, mitos, amenazas, ansias de gloria y riqueza, se basan las políticas que minan el Estado de Bienestar, que después de todo, es un Estado para los desfavorecidos, porque las élites no lo necesitan, ya viven en su Estado paralelo de Suprabienestar. Y, de forma más o menos indirecta, son los que copan los órganos de poder, así, si algo va mal y hay que soltar lastre, será a costa de los de abajo.

Pero en lo privado también hay mucha ineficiencia, sólo que está protegida con el manto del trabajo duro y del riesgo. ¿Cuántos proyectos no acaban en la basura de algún concurso? Sí, se ha dado trabajo a gente durante un tiempo, y luego ese tiempo se ha tirado a la basura. Gastos onerosos, reuniones, viajes, subcontratación, prejuvilaciones... sueldos millonarios. Y por supuesto la especulación, ingentes esfuerzos en el movimiento de enormes sumas de dinero de un sitio a otro, comprar-vender ¿dónde está ahí la productividad? Pero claro, esto no está a la vista de la mayoría. Lo que ve la mayoría es: al parado que trabaja en negro, al inmigrante que le ha quitado el puesto porque se ofrece a cobrar menos, al funcionario que le atiende en la cola del paro, al guardia civil que le pone la multa...

¡No! No jugamos en la misma liga, ni siquiera jugamos al mismo juego.

Los culpables de la crisis son los ciudadanos, que se dejaron llevar por una vorágine hipotecaria, incrementando el consumo por encima de sus posibilidades. Se pinchó la burbuja inmobiliaria, parece que una vivienda no valía el sueldo de varias vidas. Puede que la culpa no sea de todos los ciudadanos, pero quien va a pagar va a ser la mayoría. Y como esa mayoría no tiene capital lo va a pagar con su vida, con recortes en los servicios que siempre se consideraron básicos: vivienda, sanidad, educación...
De la noche a la mañana, empezaron a crecer las cifras de paro, y no es que ese fuese el problema, el problema vino cuando los bancos dejaron de cobrar.
En España hay 5 millones de parados, esa gente sobra, el capital no los necesita, además, la vida sigue, el resto de trabajadores no puede seguir pagando sus pensiones y sus servicios públicos. Solución: disolvamos los servicios públicos, las garantías  sociales y que cada uno se lama sus heridas.

Además, no necesitamos tantos titulados, necesitamos mano de obra abundante, barata y sin criterio. Porque, aunque las élites copen el poder, han de ser secundados por la masa: vivimos en una democracia. Por eso no importa que baje la calidad de la Enseñanza con mayúsculas: la que forma, la que, como en la antigua Grecia, crea ciudadanos capaces de participar en la vida pública. La que interesa es la enseñanza con minúsculas: la que queda al servicio de las necesidades del mercado, la que hace de niñera de los hijos de los padres que no tienen tiempo, la que se ajusta a las profesiones más especializadas y demandadas. Los pensadores y directivos ya saldrán del sistema privado.

En definitiva, todas son medidas tomadas por las élites en contra de la mayoría, secundadas por falsos mitos y creencias, difundidos por medios de masas, arropados con ignorancias y miedos, que apartan de nuestra mente la idea de rebelión: - ¡No! Queremos un Estado fuerte, capaz de distribuir el trabajo y la riqueza. Queremos gobernantes que nos representen. Queremos participar en el Gobierno. Queremos vivir bien. Queremos vivir en sociedad, no en la jungla del vil metal.

lunes, 28 de junio de 2010

Vivir, trabajar, Comprender...

Es extraño, este vivir para trabajar, este padecer que no hay tiempo de ná, el continuo planificar para sacar el máximo rendimiento. La vida se escapa entre los dedos... no tengo tiempo. Demasiadas cosas, aprender, leer, pintar, escribir, amar, tener niños, ver pelis, estudiar, piratear, correr, beber, fumar... El día a día se lo llevan insignificantes detalles que frenan cualquier voluntad!... El dinero lo complica todo.
Lo peor es pensar que has jugado mal tus cartas, o peor aún, no saber a qué estás jugando, no saber dónde está el norte o hacia dónde ir... y siempre buscando respuestas en lo material, como si el trabajo y el dinero fueran la verdad absoluta. - Al menos es algo cuantificable. - Porque ¡Qué coños es la felicidad? aparte de un bonito nombre.
Se me deshace la boca pensando en tiempo libre, infinito tiempo libre, días como océanos, interminables, preso del aburrimiento, la desidia, el agobio, la creatividad, el genio, el amor, la locura...
Para acabar diciendo que cualquier tiempo pasado fue mejor. - Y es verdad, coño! El celebro es mu listo y enseguida se olvida de lo malo, y le entra morriña del pasado, del pueblo, los animalitos, las borracheras, los amigos, las tardes sin hacer nada... Pero son sólo recuerdos, porque el pasado no existe, sólo el ahora. Aquí y ahora.
Luego hay mucho listo por ahí que se dedica a recordar muchos hechos y datos y plantártelos en la jeta, para que te afirmes en sus conclusiones. Para dejarnos como tontos a los de mala memoria, a los que no nos importan los hechos, sólo los posos que dejan: las emociones, las intuiciones, el algoritmo adaptativo cada vez más entrenado.

¡Sabemos tantas cosas que no comprendemos! Toda sabiduría de hechos es, en rigor, incomprensiva, y sólo puede justificarse entrando al servicio de una teoría.