Una de las cosas que más me gusta de dormir en tienda de campaña es que se oye todo lo que ocurre fuera. Y, claro, puedes fabular y reconstruir escenas. Es como quitarse la gruesa capa de hormigón que nos separa de la naturaleza para que lo haga una fina tela, por la que se cuelan un montón de cosas: el canto de los pájaros, las conversaciones de la gente, el rugido del viento, el fluir de los ríos...
Disfruto mucho este nomadismo en busca del buen tiempo. Huir del calor, buscar la siguiente localización... Donde hay campings siempre hay sitios interesantes que descubrir. Y, si no mola el sitio, te vas a otro. Poder improvisar las vacaciones es quizá lo mejor. Salirse del circuito turístico, olvidarse de la obligación de visitar los lugares emblemáticos.
Hay muchos campistas. Todos tienen su repertorio. Los que viajan en autocarabana, en 4x4, en coches normales, en bici, moto... Requiere cierta experiencia, preparación, herramientas y habilidad. Cosas que no se le suelen exigir al turista -porque al turista hay que ponérselo fácil, para que quede en disposición de gastar-. Tampoco son obstáculos insalvables, cualquiera con un mínimo de interés puede practicar el campismo, y siempre aparecen detalles que pulir.
Llegamos a un camping cerca de los Pirineos franceses. Tenía piscina. Pero hacía fresco. Yo, si veo un mar, un río, un lago... Me tengo que bañar. Aunque esté helando. Pero las piscinas no. Las piscinas me dan pereza. Si no es necesario bañarse ¿Por qué hacerlo? Es algo que me cuesta explicar en el contexto del pueblo. Yo voy a bañarme al pantano porque me gusta: el entorno, estar al aire libre, nadar, saludar a gente... aunque el agua esté un poco sucia o tenga algas, sanguijuelas... Es algo que me apetece. Y, las piscinas, me dan pereza. Si hace mucho calor y no queda más remedio que realizar una actividad lúdica que necesariamente es de agua, porque el calor del pueblo en verano no deja hacer otra cosa, entonces sí, vamos a la piscina.
Con las vacaciones de camping pasa un poco igual. Existe una cierta tendencia a asociar las vacaciones con el turismo de sol y playa. No hacer nada, que te lo den todo hecho. Quizá podría acostumbrarme a eso, pero ya lo he probado y sé que no es lo que más me apetece. Casi diría que me disgusta y repele esa rutina vacacional.
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Cada 25 de Julio celebramos el cumple de Sophia, y lo solemos hacer en el parque forestal de Mataró. Es como ir de acampada durante unas horas. Disponer la comida, la bebida, las banderitas... Es un proceso un tanto arduo, pero el resultado merece mucho la pena... No es como el típico cumpleaños infantil del que todo el mundo intenta escaquearse. Solemos decir muchas veces que "No es el lugar, son las personas"... Pero el lugar también importa. Un lugar donde sentirse libre y no encerrado, un lugar en la naturaleza, con sus incomodidades, sus colores, olores...
En Peloche, durante el verano, también solemos hacer otro simulacro de acampada: nos damos un baño en la playa de hormigón y luego nos quedamos en el merendero a cenar. Esto es mucho más fácil de preparar: sólo hay que llevar lo que vas a comer y beber esa noche. Y, otra vez, el entorno es incomparable.