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jueves, 20 de octubre de 2016

El plan educativo del centro y las gallinas muertas

La educación puede verse como una herramienta de los Estados para reproducirse a sí mismos, sin variaciones, manteniendo la pirámide de poder y sometimiento.
Los Estados son administrados por funcionarios y militares de carrera, gente que obedece órdenes, que sigue una disciplina, a cambio de un salario. Están al servicio de los grupos de poder que dirigen la política, la comunicación y la economía. Así, la maquinaria del Estado, se esfuerza con violencia por encajar la Sociedad y al Individuo en su rígida estructura... desde nuestra más tierna infancia...
La Sociedad somos complaciente con este esquema: porque son las clases de poder las que disfrutan del excedente, de una mayor libertad y del sadismo de oprimir a la gran mayoría. Porque, con el pasar los años, todos somos conscientes de ir ganando posiciones. - Y por supuesto que no queremos ceder ni un centímetro de terreno! Nos costó mucho sacrificio, esfuerzo y penurias llegar a nuestra ridícula posición social.

Con los niños se usa a menudo la metáfora del árbol: el árbol hay que podarlo y guiarlo para que adquiera la forma y dimensiones que nos resulten útiles. Así, el árbol, no es más que un medio para conseguir otros fines, y el niño no es más que un objeto a moldear.  Muy pocos se atreverían a dejar crecer el árbol sin más, olvidar la creencia de que el árbol necesita nuestros cortes, moldes, represión, recompensa... Muy pocos dejarían al niño aprender sólo, muy pocos confían en que el entorno en que vive el niño sea motivador: Un Mundo lleno de guerras, corrupción, violencia, droga, sexo, música, juegos...

Guiar, podar, acotar, encasillar... también deja sus traumas, cicatrices, heridas...

Me indignó leer "el plan educativo del centro" (carta de servicios educativos, compromiso de la familia y plan de convivencia): sus normas, leyes, el modelo de ciudadano demócrata a conseguir. Eso sí: no sólo usando la represión... también la motivación! Para que los niños se sientan atraídos por un cierto estilo de vida que premia con dinero y ocio el sometimiento a sus preceptos: el trabajo duro, reinvertir el capital, relacionarse con los de su estrato social o superior, cumplir la ley... formarse para conseguir un empleo. -¿Quién no quiere un empleo hoy día? Una paga, una seguridad, un piso con televisión e internet...

Y no deja de ser paradójico que, en una sociedad tan individualista como la nuestra -que confiere tanta importancia al individuo y su "libertad"-, se reprima, castigue y dirija al niño desde su más tierna infancia. Quizá porque lo importante no es tanto el individuo como el que permanezca individuado, aislado. Con la intención de que no surjan otros grupos, asociaciones o bandas, al margen de las instituciones.  La organización predominante debe ser capitalista, las leyes de los diferentes Estados deben garantizar la seguridad de las transacciones y cubrir los vacíos del Mercado. Aún así, el Individuo goza de un cierto margen de libertad: lo llamamos ocio.

Adoctrinamos a los niños para que amen nuestro mundo, desarrollen una profesión y puedan integrarse en el sistema de trabajo/ocio. Así que nos esforzamos por matar su imaginación, reprimir su búsqueda del placer e inculcamos lo que nos hemos visto obligados a aceptar por la fuerza. Nos asusta y nos contraria que no sigan nuestras órdenes.
Les entregamos a las instituciones, con sus ejércitos de docentes que: saben exactamente dónde están los límites, las actitudes que hay que fomentar, ignorar y reprimir... En una visión cartesiana del humano, el humano-máquina, el obrero, comerciante, emprendedor...

No solemos hablar de felicidad... de otros Mundos posibles... mejores...
Hablamos de trabajar por proyectos... pero los proyectos vienen dados... desde la editorial... desde el funcionario... hay que respetar el timing, el dead line, los objetivos...

Era el plan educativo del centro de mi hija, pero podría ser el de cualquier otra entidad. Porque también las familias somos como describía ese plan: unas tienden a ser motivadoras y, otras, más bien represoras -sin llegar a la violencia física, que también las hay-. Todos tenemos nuestra idea de bien, un puñado de modelos en los que encajar a las despreocupadas criaturas, unos límites que no les permitimos atravesar, unas cuantas cosas que queremos que aprendan... Todo eso que forma parte de nuestro Ser en el Mundo, de nuestras vivencias y experiencias... todo aquello que nos gustaría transmitirles...

Pero los expertos en educación se llevan nuestros hijos al colegio, para que aprendan lo que dicta el plan educativo, para que los chavales estén entretenidos mientras los progenitores trabajamos... Si tienes que invertir la mayor parte de tu tiempo trabajando, entonces es que no has sabido desarrollarte socialmente y no estás preparado para hacerte cargo de la educación de tus hijos.


Será la pereza, la vagancia, que nos impide tomar las riendas de nuestras vidas?
Pero el árbol no tiene pereza, él va creciendo, sin prisa. Donde germine se irá haciendo hueco. Como la higuera de la imagen, que ya ha sobrepasado la altura de las cabras y ovejas, a las que ahora da sombra a pesar de que se lo agradecen mordisqueándola.

Además de leer el "plan de educación del centro", hacía unos días que había visto el documental "La educación prohibida"... Mientras escuchaba "Los niños del parque":


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Cuando bajé al cercado de las gallinas me encontré un gallo muerto.
- Vaya! - Pensé contrariado. - Justo el que más me gustaba para dejar como semental.
Lo moví con un palo para averiguar la causa de la muerte... Estaba tieso y frío, debía llevar muerto al menos un día. Tenía la cabeza magullada, quizá se había peleado con el otro gallo -el que pensaba matar para hacer un arroz-.
Pasaron un par de días y volvió a aparecer una gallina muerta. Esta aún no estaba tiesa. No era normal tanta muerte en tan poco tiempo. Fui más exhaustivo en la autopsia. Tenía un pequeño orificio entre el muslo y el estómago, parecía de un balín de plomo. - Lo que habrá sufrido la pobre antes de morir - Me dije entristecido.
Así que empecé a atar cabos: unos días antes había visto unos niños, de entre 9 y 12 años, con una escopeta de plomos... - Estarán cazando pájaros - Y no le di más importancia.
- Qué difícil es matar los pequeños y rápidos pájaros con una escopeta de balines. Pero... ¡Las gallinas no tienen la culpa de vuestra mal calculada ambición!