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miércoles, 11 de septiembre de 2019

Neoliberalismo, ruralidad y democracia

Desde 1956 a la actualidad, Herrera -una pequeña localidad de la provincia de Badajoz- ha crecido un montón. Ha crecido en extensión, no así en población -que se ha reducido a casi la mitad-. Han mejorado los transportes y ahora puedes comprar espárragos de Perú, kiwis de Australia, leche gallega, o donuts de marca blanca -igual que si vivieras en Harlem-. Puedes jugar al pádel, practicar atletismo y natación todo el año, en flamantes instalaciones deportivas -como si vivieras en Beberly Hills-.

Imágenes satélite de Herrera del Duque. Robadas de "Infraestructura de Datos Espaciales de Extremadura" y superpuestas. Vuelo americano serie B 1956-1957 (blanco y negro) Vs Actual 2013 (color)

Sin duda, Herrera ha prosperado. Ha prosperado según la lógica neoliberal. Según la lógica -ideología- única. Porque el neoliberalismo se ha propagado como la pólvora y se ha impuesto en todas las regiones del mundo. 
Así, hemos ido sacrificando nuestra autonomía y autosuficiencia por un estilo de vida más global, impersonal, acorde a la idea de lujo y calidad de vida que se publicita en las pantallas de televisión.
Algo que contrasta con la añoranza de tiempos pasados que nos asalta al pisar las zonas rurales.
Hace unos días celebramos en el pueblo una romería -Jubileo- en honor de nuestra patrona. Los vecinos engalanaron sus caballos, se escenificaron bailes tradicionales y, los más religiosos, prepararon dulces típicos, acudieron a misa y desfilaron en procesión. Locales y forasteros reían, bebían y fotografiaban cada escena. Pero todo ese despliegue tenía el regusto de una identidad que se desvanece, que se esfuma, entre botellas de plástico, grandes todoterrenos, trap, reggaeton y comida preparada a base de carne producida en intensivo en cualquier provincia lejana.
La lógica neoliberal nos dice que esto ha de ser así. Que prosperamos en la dirección correcta: la del crecimiento. Crecimiento en lo económico -acumulación de capital-. Y eso solo es posible subiéndose al tren de los mercados globales, de las economías de escala: especializándose y encontrando los nichos de mercado en los que desplegar todo nuestro potencial. Ya se encargarán otros de proveernos de salchichas, frutas, coches, equipos de música y contenidos audiovisuales que nunca hubiésemos soñado -y mucho menos deseado-.
En una suerte de extraña contradicción: se nos pide especializarnos para alcanzar un estilo de vida generalista. La tradición se esfuma y la supervivencia depende por completo de productos externos. El trabajo se convierte en una actividad alienante, en la que lo producido no nos pertenece y tampoco tiene sentido si no forma parte de la cadena global.

Imágenes satélite de Herrera del Duque. Robadas de "Infraestructura de Datos Espaciales de Extremadura" y puestas una junto a otra. Vuelo americano serie B 1956-1957 (blanco y negro) Vs Actual 2013 (color)

En Herrera también estamos dentro de las dinámicas neoliberales.
Somos menos, pero okupamos más espacio que hace 60 años -¿Vivimos mejor? o ¿Necesitamos más para vivir?-.
El espacio se lo hemos robado al campo, sobre todo a la dehesa. Y es que se necesitan mayores instalaciones para resguardar nuestros medios de transporte y herramientas. Pero también calles y carreteras más anchas por las que puedan circular. Las casas viejas no se adaptan a nuestros nuevos estilos de vida. La tecnología ha abaratado materiales y reducido los tiempos de construcción -el casco antiguo se abandona y se expanden las periferias-. Tareas que antes requerían la colaboración de muchas personas son realizadas ahora en solitario, con enormes y ruidosas maquinarias.
Podría pensarse que todos estos avances tecnológicos deberían redundar en jornadas laborales más cortas y una vida más relajada. Pero no es así. Al cambio tenemos paro y estrés. Y es que el neoliberalismo se funda sobre la base de la desigualdad y el beneficio siempre creciente. El capital tiende a concentrarse en unas pocas manos que exprimen, explotan y se nutren de los más vulnerables. No importa cuánto hayas acumulado, siempre querrás más.

Imágenes satélite de Herrera del Duque. Robadas de "Infraestructura de Datos Espaciales de Extremadura" y puestas una encima de la otra progresiva y animadamente. Vuelo americano serie B 1956-1957 (blanco y negro) Vs Actual 2013 (color)

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Wendy Brown habla en su libro "El pueblo sin atributos", de cómo la lógica del capitalismo neoliberal se ha impuesto en todos los ámbitos de la sociedad. Estamos inmersos en ella y, a pesar de que vivimos en regímenes democráticos, estas democracias no dejan de ser sino grupos de trabajo al servicio del capital: para garantizar la libre circulación de mercancias, formar la mano de obra, proteger la propiedad... Grupos de trabajo alineados con los intereses de "los mercados". Como las grandes compañías y sus pequeñas divisiones -en las que cada trabajador ha de responsabilizarse de sus tareas y asumir los riesgos-, también los Estados potencian las figura del emprendedor, la externalización de servicios -privatización- y la "gobernanza".
Elegimos a nuestros dirigentes porque creemos que conseguirán maximizar los beneficios y reducir los gastos, porque creemos que traerán prosperidad. Creemos que nos auto gobernamos cuando, realmente, estamos siguiendo los dictados del capital. 
La autora defiende que el neoliberalismo es un enemigo de la política y la democracia -si las entendemos como mecanismos para organizarnos en sociedad y alcanzar ciertas metas y bienes comunes- porque el capital ya tiene fijadas esas metas y los gobernantes no son más que los encargados de materializarlas.

Así que, es normal oír en tertulias políticas televisadas comentarios como:
-Tal o cual candidato es mejor estadista y atraerá la riqueza al país.
-Fulanito no tiene experiencia de gobierno.
-Menganito no tiene el beneplácito de las grandes empresas.
-Los otros son unos corruptos...
Y no dejan de ser más que aspectos de eficiencia que no cuestionan el modelo en sí: ¿Es esa la forma en que nos gusta organizarnos y vivir? ¿Es justa? ¿Es buena para todos? o ¿Sólo para unos pocos?... Lo llamamos política y no lo es.

Quizá no debería sorprendernos si dentro de unos años, esto de la democracia, acaba siendo una votación para elegir entre varios opciones a gestores de las administraciones públicas -en un modelo de sociedad y de Estado previamente fijado en los planes expansivos de grandes corporaciones transnacionales-. Quizá no debería sorprendernos si eso ha ocurrido ya.