lunes, 28 de diciembre de 2015

Crazy cow y la Navidad como política de tierra quemada

Este final de año está siendo movidito: todos queremos cerrar cosas, para que no nos persigan y poder así comenzar nuevos proyectos... A mí no me gusta cerrar, me gusta que todo siga evolucionando, en la dirección de los nuevos intereses y vivencias que se solapan unos sobre otras, tejiendo la urdimbre que dé sentido a este fluir de días y estaciones.

Pasaron las elecciones, yo soy muy disciplinado, siempre voy a votar. Esta vez no lo tenía claro: Entre lo útil, lo que marca el deber, los nuevos partidos... Está bien lo de que haya variedad. Está mal ser pasivo en política... pero el trabajo, los hijos, la especialización... Al final uno hace acto de fe de los brindis al sol de los diferentes partidos y les cede el voto. Con la esperanza de que ninguno obtenga verdadero poder y nos lo devuelvan con proyectos o prohibiciones absurdas. Con la autoridad que les da la confianza depositada en la urna (un poco a la ligera, un poco eligiendo lo menos malo). Porque, después de todo, no participas, y por tanto, tu opinión y creencias no están realmente reflejadas en ningún programa.
Es por eso que cultivo un cierto odio hacia el Estado: Una institución impuesta, fuera del control del pueblo y que actúa como órgano represor del mismo. Donde algunos individuos ambiciosos desarrollan sus ansias de poder, reconocimiento y dinero. Así que, si a un político le pegan un puñetazo por la calle, me sonrío. No me alegra la muerte de nadie, y si matan a un policía, un militar... lamento la muerte del individuo (de la persona que hay detrás del uniforme), pero no lamento el ataque a la institución, a la bandera que representen. Es la visión del Estado como el enemigo de la Patria, el enemigo de las clases trabajadoras, de los que realmente se sienten vinculados al territorio. Como aparato represor del pueblo, como educador de piezas que encajen en el sistema global de consumo. Una herramienta en manos del capitalismo, que no deja de ser una forma de esclavitud. Esclavitud justificada por el rendimiento y una cierta idea de progreso, forjada esta última por las clases dominantes de un mundo globalizado (gentes que habitan en ningún lugar).



La Navidad me pone siempre en contra del mundo... Los excesos de comida, bebida, drogas, compras... Es un espíritu ciertamente autodestructivo, autolesivo, adolescente. Es como jugar en el barro... al principio es divertido, y algunas manchas salpican la ropa... pero al final todo da igual! Te tiras y te dejas llevar hasta que todo pasa...  Lo mejor es no recordar, como un momento de enajenación que sabes volverá cada 25 de Diciembre. Los griegos de la Antigüedad también organizaban sus bacanales y orgías, de cuando en cuando. Ahora, estas orgías, son orgías capitalistas. Pero las pulsiones sexuales se mantienen reprimidas. No deja de ser una sublimación: el sexo por las compras. Comprar, regalar, gastar... ¡Para algo deben servir las 40 horas, 5 días a la semana!
A los niños les decimos que vienen los Reyes Magos, de Oriente (los reyes moros). Que les traen regalos. No sé, tal vez no me fijo mucho, pero aparte de ver a niños que quieren lo que otro niño tiene, no veo un interés por los regalos (a menos que se los muestres de forma recurrente en la televisión o cualquier otro medio). No son regalos para ser correspondido, para establecer nuevos vínculos o reforzar los existentes, son los regalos que nos otorga el dinero, que tanto sacrificio cuesta obtener. Poco importa si los niños creen que los traen los Reyes, Santa Claus o el Tió, se trata de hacerles partícipes de la tradición y de su repetición.

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En Navidad siempre habla el Rey, con un discurso sereno, sensato, general, para todo el mundo. Un ente anacrónico hablando de la actualidad, con pompa y boato. Todos sabemos que es como el Rockefeller de Jose Luis Moreno: un títere que mueve la boca porque "alguien" le mete la mano por el culo. Un "alguien" que quiere que todo siga igual: que Europa sea una gran potencia, mientras gente sin hogar duerme en la calle, toxicómanos son encerrados en cárceles, "enemigos" bombardeados en lejanos países, selvas arrasadas por el progreso y langostas y bogavantes esquilmados para adornar nuestra mesa...

Supongo que nos consolamos con la idea de cambiar el sistema desde dentro... pero la corriente nos envuelve y nos arrastra.

martes, 3 de noviembre de 2015

No recomendado para menores

A veces tengo ganas de ver una peli, videos musicales, documentales... y los que más me gustan son de contenidos "chungos": palabras malsonantes,  sexo, violencia, sangre, drogas, excrementos... Todo eso se considera no apropiado para menores de edad... Y es verdad, a mi hija de dos años no le interesa un carajo, prefiere ver imágenes saturadas de color, sonidos repetitivos y estridentes, risas y agudos chillidos...
Así que me parece estupendo que exista una clasificación "positiva" de los contenidos. Porque es cierto que no vas a conseguir mantener la atención de los niños con "El día de la bestia" o un documental de la Segunda Guerra Mundial (por muy interesante o entretenido que a un adulto le pueda parecer).
No me parece tan estupenda la clasificación "negativa": -No puedes ver eso porque es para mayores.- Y aquí entran un montón de cosas por circunstancias varias:
El porno, que no es para mayores, es para su consumo furtivo. La violencia, que no queremos cerca pero que toleramos o somos cómplices de ella, ya sea dejándola en manos del Estado (policía) o encerrándola en guetos de marginalidad. La sangre, vísceras, caca, culo, pedo, pis... cosas de sádicos o del paleolítico; no queremos saber cómo ha llegado ese filete a nuestra mesa y, mucho menos, de dónde procede o a dónde va cuando sale de nuestro ano. Debemos estar siempre limpios y eliminar cualquier olor que pueda parecer humano.

El porno es algo demasiado explícito, muy orientado a cubrir fantasías específicas de adultos retorcidos por el control social. Aunque también está el porno de calidad, el de la gente normal: mujeres llamativas, depiladas, atletas del sexo... el que debe gustar, al "hombre normal". En internet el porno está por todas partes, tiene muchos adeptos. Y es claro que es una forma de sometimiento de los actores, a la ley del dinero y a los instintos más bajos y vergonzosos de una masa informe de consumidores. Pero hasta el porno, como industria, hay un montón de escalones intermedios: Sexo consentido, más o menos explícito, cuerpos desnudos, pelos, tetas y culos, culos y tetas... que seguramente no interesen a los niños, y a los adultos nos inspire cierto pudor. Pero el pudor se puede y debe vencer, no es como la prostitución que en general se considera vicio, y del malo: del que necesita denigrar al otro (utilizarlo como un medio).
El porno es fatal, para menores y adultos, te fríe el cerebro, te lo deja líquido, merma la voluntad, la imaginación, además, para producirlo, es necesario denigrar y someter a otrxs.
En cambio, las muñecas "barbie": bulímicas y anoréxicas, se muestran sin pudor a niños y adolescentes. O los guerreros: anabolizados y violentos... Vaya modelos! Prohibir tetas y culos en favor de disfunciones alimenticias. Los juguetes que vendemos a nuestros niños dicen mucho de nuestra suciedad. Una sociedad que marca con trazo firme, desde la infancia, los roles masculino/femenino, obsesionada por la juventud, por un concepto de salud basado en unos cánones estéticos, antinaturales, enfermizos... Si alguna vez has revisado un catálogo de juguetes de niñxs... resultan ofensivos: es fácil identificar edades y sexos, solo con los colores.
El mercado se adapta a nuestra demanda? Todos somos críticos con la sociedad: lo puedes escuchar en las noticias, en las conversaciones del bar. Un acto de coherencia con este espíritu crítico sería no replicar los patrones sociales que denigramos, en nuestros hijos. Está claro que no se puede estar siempre alerta, que en ocasiones nos dejamos llevar, no reparamos en todos los detalles y, como conocemos los vicios, los repetimos: alabamos esa belleza enfermiza, ridiculizamos las actitudes lujuriosas de las mujeres, somos complacientes con la violencia contra "otros"...

También están las drogas, que no nos cansamos de repetir a nuestros menores que son muy malas, mientras nos ponemos hasta el culo y exhibimos su consumo sin ningún pudor: alcohol, tabaco, café... Las peores de las drogas son las ilegales, porque para su consumo es necesario ir contra la ley... Y la ley es la represión más violenta que la sociedad ejerce contra sí misma... mucho más que el control social, que las opiniones y las habladurías. Obviamente, nadie quiere que sus hijos tengan problemas con la ley y la justicia. Y para protegerlos de ella negamos la existencia de las drogas, les hacemos creer que no existen, que es algo marginal, que son todas igual de destructivas...

Lo de la sangre, vísceras... supongo que lo consideramos no apto para menores porque nos da asco, porque lo asociamos con la violencia y no queremos que los niños se familiaricen con ella... Otra vez los engañamos, queremos protegerlos del mundo que hemos creado, pero no haciendo de este un Mundo mejor, sino escondiendo la mierda debajo de la alfombra.

No tenemos tiempo para pensar, y negamos a nuestros hijos el contacto con ciertos contenidos sólo porque aparentemente se parecen a lo que consideramos malo: desnudos = porno; droga = delincuencia;  sangre = violencia. Más aún, no nos atrevemos a asumir la responsabilidad de la educación de nuestros hijos, porque desde la cuna nos han forzado a la especialización, a dejar en manos de expertos todo lo que sale fuera del estrecho ámbito de nuestro oficio. Se nos olvida que los que más saben de sus hijos y del entorno donde se desenvuelven son sus propios padres y que, ante la duda, uno siempre puede utilizar su capacidad de razonamiento o su intuición, antes de pasar a la prohibición sin más, antes de contribuir a la segmentación de la sociedad en grupos de edad.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

El verano: Arte y tradiciones


En el verano uno se relaja, le baja la tensión y disfruta con los diferentes teatros y excesos institucionalizados (forjados por sedimentación durante siglos de historia).

Los toros
José Garrido - Plaza de toros de Herrera del Duque - 14 de Agosto de 2015

No soy el más aficionado a la tauromaquia, pero me gusta el espectáculo. Disfruto cuando sale bien: cuando música, toro y torero representan su peligrosa y sobrecogedora danza de muerte; cuando la espada desgarra rápida y profunda la vida del animal.
Sufro cuando sale mal: cuando el toro no puede soportar con bravura el dolor, cuando queda corto de fuerzas, cuando no entra al trapo, cuando la muerte se prolonga...
El toreo está lleno de contrastes, de gloria y abucheos; de incertidumbres, personalidad y animalidad...
Hay mucha gente en contra de esta forma de arte:
  • Porque se mata al animal públicamente. Y la muerte es algo que debe ocurrir en privado, con pena, indolora, aséptica...
  • Porque la gente que asiste disfruta con el espectáculo y es completamente amoral disfrutar con la tortura y muerte de animales.
  • Luego hay otros que lo ven como símbolo de la opresión y conquista cultural de un Estado demasiado grande.
A mí, estéticamente, me fascina: la fuerza del toro, la fragilidad del torero y su "paquete", los colores, la sangre, la música, el público atento (sobrecogiéndose, aplaudiendo)...
Es una forma de contacto con la naturaleza, de encuentro con la vida y con la muerte, con todo lo que nuestra sociedad tecnificada expulsa a los suburbios y entierra en el subconsciente.
También me causa sentimientos encontrados, porque quiero ser normal, aceptado en la mayoría de círculos sociales. Y la norma parece tender hacia el precepto moral de ampliar los derechos humanos al mayor número posible de seres vivos... Claro que, los derechos humanos, son sólo una declaración de intenciones... Y, aceptar preceptos morales, solo porque es main-stream es un tanto banal.

La religión católica
Virgen de Consolación - Herrera del Duque - 28 de Agosto de 2015

Lo he ido dejando caer: aceptar preceptos morales, sin cuestionarlos, no es propio del adulto libre. A la religión le gustan los niños, adiestrar desde pequeños para someter y ampliar su comunidad, hacerse cada vez más fuerte...
La religión católica tiene feos detalles, porque utiliza la culpa y el miedo para extender su influencia...
Sí, vivimos en una sociedad individualista, que no casa con el concepto de rebaño defendido por la Iglesia. Pero también es cierto que existen otras formas de crear comunidad entre personas libres...

Estoy un tanto resentido con el catolicismo: me costó mucho desprenderme de sus "mandamientos", su culpa, sus mitos, su represión-normalización de la sexualidad...
Aún así, también me causa curiosidad: todo el arte, la literatura, el imaginario, la capacidad de congregación, el dolor, la negación de la muerte, la forma en que todos lo toman en serio.

A finales de Agosto, la Virgen de Consolación viene desde la ermita hasta el pueblo, y se queda en él durante 9 días. Es un acto muy solemne y somos muchos los que nos reunimos para recibirla. No puedo evitar acordarme de la fábula de "El traje nuevo del emperador": porque no deja de ser una figura muy bien ataviada a la que muchos atribuyen propiedades psico-mágicas.

El ganado
Ovejas paridas alimentándose de pajas, para criar corderos sanos y jugosos - Puerto de los Carneros (La Siberia) - 2 de Agosto de 2015

Los humanos crían animales como alimento. Llevan milenios seleccionando y moldeando los más jugosos y dóciles. En una doble acción: represión de lo impredecible, lo áspero, lo esquivo; y potenciación de lo apetecible, lo manso.
Y nos hemos vuelto como los animales que nos alimentan y acompañan. La religión católica llama a sus simpatizantes abiertamente "rebaño". Así que, el ganado bravo es un anacronismo, un vestigio de lo salvaje, como la terminación de nuestra columna vertebral que otra vez fuera un rabo.

Con los festejos taurinos surge la polémica, los animalistas atacan con sus valores a los asistentes: los llaman paletos, salvajes, cavernícolas...
Y estos ataques denotan un montón de contradicciones: porque el paleto, el que vive en los pueblos, es el que realmente cuida de los animales y las plantas, al que le preocupa que ese mundo rural siga existiendo, porque quiere vivir en él y de él.

Es verdad que la mayoría de la población vive en las ciudades y que, en una democracia, tienen todo el derecho a convertir sus valores morales en leyes, y con ello someter lo rural a su lógica de maximizar el beneficio, de utilizar la Naturaleza como una fábrica de alimentos, energía o parque temático... Ante esa lógica aplastante, no se puede anteponer lo bello, lo tradicional, lo divertido, lo imprevisible, lo arriesgado, lo no controlado...

El torero es un atleta: ser un buen torero requiere una férrea disciplina y decisión para dominar la técnica. Pero para ser realmente bueno, hay que aportar algo más: la estética, la autenticidad, lo que le destaque del rebaño, lo que emocione. Todos estamos sometidos a férreas disciplinas (más bien coacciones) para "ganar las habichuelas", pero no se espera de nosotros ninguna autenticidad, solo productividad...

domingo, 14 de junio de 2015

La muerte de la encina entre pastos oníricos

Todos tenemos nuestros vicios: el porno, tabaco, tele basura, alcohol, chequear el facebook... Pequeñas cosas que no podemos dejar de hacer y que nos hacen sentir culpables una vez consumadas... dolor de cabeza, mal aliento, prisas... Hay que organizarse, reducir los vicios, ganar tiempo.


Mi padre tiene un terreno, con unas cincuenta ovejas. Por la tarde fuimos a verlas. En el mes de junio ya está todo el pasto seco. Había mucho pasto... son pocas ovejas para tanto terreno.

También hay encinas, muchas se están muriendo: Están infestadas por algún insecto que produce unas pequeñas agallas en el envés de las hojas y que las perfora por el haz al salir. Se les ha juntado con unas podas de esas de sacar cuanta más leña mejor: -¿Y si se seca la encina? -Se corta y a tomar por culo!- Después uno se pregunta: -¿Por qué hay tanto páramo sin un solo árbol? Si tampoco se cultiva cereal (las plantaciones más grandes son de pino y eucalipto)-.
También en la zona, la dehesa pública está llena de encinas senescentes, nadie las repone y, con una presión ganadera elevada, es difícil que crezcan por su cuenta. Así que, poco a poco, de forma silenciosa, los pastos ganan terreno a la dehesa.

Y allí estaba yo, a la sombra de una encina, mirando sus hojas agujereadas y llenas de agallas. Las ovejas tampoco parecían querer alejarse de la sombra. Les molestaba mi presencia, no están acostumbradas a la gente.
Llevaba pantalones cortos y los calcetines llenos de zaragüelles. Todo estaba tranquilo, en paz, soplaba una suave brisa..
¡Olía a campo! Un olor que me era muy familiar de niño... ¡El atardecer de verano es tan tranquilizador... Había tanta variedad de hiervas en el suelo! (Incluso en los calcetines y el hueco de las botas) Cuanto más observaba, más detalles iban apareciendo! El campo tiene ese gran aliciente del cambio constante, como el agua del río de Heráclito... como "el agua de la fuente vieja de siempre, con agua siempre nueva". Pero ¿Quién tiene tiempo de recrearse en esos detalles?
Movimos un poco las ovejas, mirándoles el culo en busca de mosquera, contándolas...

Aún no siendo confortable, se está bien allí, el tiempo adquiere otra dimensión... Sin prisas, sin malos humores, un mundo onírico fuera de la ajetreada vida social.
En esos momentos (esporádicos) uno siente que algo tan sencillo como disfrutar de la naturaleza, en su estado salvaje, nos ha sido robado. Es de suponer que, cuando el campo se explotase sin las tecnologías químicas y de motor, quien trabajase la tierra debía de experimentar estas sensaciones en su día a día -si, además, podía disfrutar del producto de su trabajo...-
Pero, en algún punto, cambiamos la valoración de lo natural: lo natural se da sin intervención humana y, por tanto, no tiene valor.
La educación, la cultura, la demanda laboral... Todo nos conduce a la vida artificial, el cajero automático, la compra, cenas, alcohol... Incluso nuestras drogas "tradicionales" están tecnificadas... Y Los sabores del campo nos resultan demasiado fuertes, secos, pequeños, irregulares, incómodos... Frente a los alimentos tecnificados: homogéneos, vistosos, jugosos, suaves...


lunes, 1 de junio de 2015

Ministerio de Trabajo, Política y Desigualdad

La inspiración te tiene que sorprender escribiendo, con los colores en la mano o la cámara colgada del cuello... Pero hay tantas cosas por hacer, durante todo el día... uno no puede permitirse esos lujos. Pasan los años y no eres bueno en nada... en tu trabajo sí (le dedicas muchas horas), pero justo eso es lo que menos te importaba: Eres un gran profesional!

Como le ocurre al político de la oposición, sin cargo fijo, sin dedicación. La política debería ser participativa, no representativa. Pero hay tantas cosas por hacer, durante todo el día... Es tan odioso que tomen decisiones por uno, sin consultar.

Los partidos están presididos por una figura, a la que sus partidarios adoran y sus opositores odian: Ese es el juego de la política. Mucha gente dice votar a la "persona", a esa que representa un papel y que posa para la foto. Pero todos sabemos que la persona no importa, todas las personas son prescindibles, puedes quitarla, poner otra, y el programa de la gente que empujó a la primera a la cabeza del cartel, se seguiría cumpliendo.
Lamentablemente: No hay programa. Hay ideas vagas, oportunismo, tapar agujeros, luchas de poder y populismo (cuando llega la hora de revalidar los votos).
Y es normal que esto sea así, porque sólo los que se dedican profesionalmente a la política tienen tiempo para ella, el resto somos aficionados, a tiempo esporádico... En el trabajo sí! En eso eres un gran profesional!

La persona infantil es aquella a la que le hacen todo: Únicamente va al colegio/trabaja. Así que podría decirse que vivimos en una sociedad infantilizada, por la alta especialización: Dedícate solo a tu profesión, el resto pagas a alguien (si no encuentras quien te lo haga gratis).
Has de darlo todo en el trabajo, para luego disfrutar consumiendo.
A la vez que te liberas de tu dinero comprando objetos y experiencias, te liberas de las tensiones del trabajo... es una liberación temporal. En cambio, el trabajo se repite día tras día... hasta la extenuación.

Con la edad, mucha gente se vuelve conservadora. En cierto modo les va calando la doctrina de que lo más importante es generar y acumular capital. No quieren perder lo que han acumulado con tanto trabajo. Prefieren confiar en los que aparentemente comparten su visión.
El pobre también quiere ser como ellos, se siente atraído por su superfluo y brillante modo de vida, quiere volver a ser un niño... que otros hagan cosas por él...
Y votan conservador, lo de siempre, que ya les parece bien. Porque con la doctrina del capital entra la meritocracia: Que el que más tiene es mejor (se lo ha ganado), es más listo o tiene unas habilidades de las que otros carecen. Así se siente merecedores.

Es verdad, todos tenemos habilidades diferentes, unas son más útiles, otras más demandadas, a otras las decimos chorradas,... y todas se pueden adquirir y potenciar. Así, consideramos que hay profesiones que deben ser mejor remuneradas que otras. Por ejemplo: si para acceder a un cargo hay que formarse durante 2 años y para otro 5, entonces el de los 5 años debe tener un salario superior. Hasta cierto punto tiene sentido, ya que el de los 5 años debe recuperar su inversión (lo que ha gastado, más lo que no ha ganado). Pero, ¡Y lo que ha disfrutado mientras estudiaba! ¡Lo que ha satisfecho su curiosidad o ha ampliado su horizonte! Eso no cuenta porque, lo que la sociedad demanda de una titulación, es una formación para poder ejercer un trabajo. Así que la gente que ha estudiado y no consigue un empleo (o este no es acorde a sus expectativas) se indigna...
La vida es realmente injusta... Las leyes están bien: A grandes rasgos concuerdan con los miedos y deseos de la sociedad. Pero vivimos en un sociedad de desigualdades, donde es fácil encontrar alguien que trabaja 40 horas semanales por 650€ al mes y alguien que por la mismas horas llegue a ganar 2, 3 y hasta 10 veces más... y eso no lo justifican los estudios que uno u otro hayan realizado, ni tan siquiera su habilidad o incompetencia en el cargo que desempeñen: Es la injusticia misma arraigada en la base de la sociedad.

A mí personalmente me indigna cuando alguien sugiere la idea de que es justo que otro tenga un salario mucho más elevado: -Es que tiene mucha responsabilidad-. -Es que así garantizas que no se corrompa-. -Tiene en sus manos la vida de los demás-. Un salario mayor no es garantía de responsabilidad, de decencia o profesionalidad. Solo se me ocurre justificar un salario mayor, para aquellos puestos que nadie quiera desempeñar... y justo esos suelen ser los peor pagados. Porque vivimos en una sociedad esclavista, donde por dinero y abuso de poder se puede someter a otros.
Esa injusticia no debe dejarnos indiferentes, ni mucho menos debe dejarnos ser conservadores, pasivos... meros aprovechadores de las oportunidades del mercado.

martes, 7 de abril de 2015

La vida artificial, la jungla de cristal y el trabajo pringoso

He pasado las vacaciones de Semana Santa en el pueblo, en el mismo donde ahora vivo. Y he aprovechado a hacer un montón de cosas para las que no encuentro tiempo en el día a día.
En el día a día estoy atrapado en un mundo virtual, artificial... Es por el trabajo, nada físico, hiperconectado a todos los aparatos electrónicos. Así que, al acabar la jornada laboral, uno está estresado, cansado y con mil historias que resolver al día siguiente. Y, por supuesto, no has hecho nada para ti, tu hogar o tu familia, sólo has justificado el ingreso de un salario en la cuenta corriente... Eso es lo enajenado: privar al obrero del fruto de su trabajo a cambio de dinero.

La eficiencia es un concepto genial: resolver la mayor cantidad de tareas en el menor tiempo posible. Somos esclavos de la eficiencia, tratando de aplicarla en cualquier ámbito, a cada momento... Si vas al campo a pasear, fantaseas con tu negocio rural. Si vas a cortar leña, pergeñas cortar la máxima posible de forma "sostenible". Porque, en el fondo: el dinero se ha convertido en requisito indispensable, en la condición necesaria para emprender cualquier acción.

Luego están las ciudades, las junglas de asfalto y de metal, donde no se produce nada. Donde se consumen cosas de ningún lugar. Pero donde el dinero fluye con mayor rapidez y en cantidades más grandes. Es obscena tanta desigualdad! Se acaba por odiar el dinero. Pero también se ama... Tener mucho es mejor que no tener nada... Cubrir las necesidades básicas... Incorporar los hijos en el escalón más alto... Viajar más lejos... trabajar menos... tener más ocio!

Trabajar menos, tener más ocio y ganar más. En una sociedad que odia su trabajo (porque es enajenado) y ama cosas que no son suyas, que son ficticias, breves: escapadas con encanto, lujo, deporte... El ocio no es más que estar ocupado en algo que no sea el trabajo, y es más completo cuando requiere una inversión monetaria.

La Naturaleza queda totalmente fuera de este esquema. Tampoco parece importarnos mucho. De cuando en cuando, salimos al campo y nos maravillamos, nos conmovemos... Pero el ritmo frenético nos vuelve a poner en lo enajenado, la tele y el sofá. Así que, al intentar leer a los clásicos (Heráclito, Aristóteles, Cervantes...), nos damos cuenta que no los comprendemos, que nuestra cosmovisión ha cambiado completamente... ¡Hemos escapado a las leyes de la Naturaleza! Y, realmente, estamos a punto de salirnos de ella. Sólo somos esclavos de nuestras propias leyes: de convivencia, del mercado... Pero eso no las hace más justas. Está claro que habitamos un mundo de injusticias y desigualdades. Así que, lo que hemos hecho ha sido eludir el capricho, la incertidumbre y el libre albedrío de la Naturaleza, para adentrarnos en un nuevo cosmos de leyes de dominación y sometimiento humanas. Tenemos nuestro propio tablero, con reglas que se han ido imponiendo en violentos juegos de poder.

Someterse a las reglas, aprobar los exámenes, obedecer... Lo importante no es el sacrificio, sino el sometimiento. Aceptar el dinero, sin cuestionarlo, y seguir el camino allanado del funcionario, del trabajador por cuenta ajena. Pero el sometimiento es cobarde y repugnante. Así que lo externalizamos, decimos que no es algo nuestro, que lo hacemos porque necesitamos la pasta. Y ese "necesitar la pasta" lo justifica todo: sometimiento, avaricia, desigualdad, guerras,...

Así que, aquella idea clásica del "logos": una razón, una lógica, un Dios que rige el cosmos y al conjunto de los hombres, que lo gobierna todo. Esa idea no tiene cabida hoy día. Hoy día todo son oportunidades que hay que ir aprovechando, oportunidades que nos brindan los grupos de poder: delegar sus tareas para abarcar más y conseguir sus objetivos, más dinero, más poder...

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Pasó el día del trabajador, de los que construimos la jungla de cristal, de los que adornamos las paredes de la cárcel, de los que soñamos con una libertad robada, que ya no nos es dada disfrutar... nos destruiría.
Así me contento:
sacando la cabeza fuera
para sentir como sopla el viento.

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Es la época en que florece la jara pringosa. La flor es grande y destaca desde la carretera. Es blanca y suave, como un vestido de comunión... La imagen de un gran jaral en flor... es un tanto impúdica. Como en las pelis americanas: cuando la amiga fea del chico popular se viste de princesa, se pinta los labios e intenta seducir, sin sutilezas. Pero no importa que se pinte o abra de piernas: porque es fea y pringosa. Como todas esas flores de labios blancos diciendo: -fóllame..., ámame...- Repugnan, hieren el gusto del guerrero.



domingo, 22 de marzo de 2015

The old bridge

Los viernes solemos visitar "El Puente Viejo", apenas 15' caminando, despacito, por la vereda de la puerta de atrás del pueblo: Atravesando colectores de aguas residuales -con filtraciones a arroyos y acuíferos subterráneos-, pequeñas explotaciones ganaderas -un complemento a la economía familiar-, parcelas divididas por muros de piedra -lascas de pizarra-...
Los habitantes del lugar decimos que el puente es de origen romano, de cuando el Imperio Romano se extendía por todo el Mediterráneo. Y pudiera ser, porque es muy robusto... no como las cosas que se hacen ahora, con fecha de caducidad y modernidad.


El puente es muy estrecho, justo pasa un coche -que yo lo he visto!-. Aunque son más los paseantes, jinetes y ciclistas quienes lo utilizan. Un río pequeño -el Pelochejo- completamente seco en verano y los primeros meses del otoño.
Aquí los ríos grandes los estrangulan, para inundar los terrenos, producir electricidad y regar plantas exóticas en lugares alejados -la extraña lógica del progreso-.
Apenas hay árboles... son siglos de actividad humana, podando, dejando morir, talando... Aunque algunas espartanas encinas se empeñan en sujetar la tierra y dar sombra a las ovejas.
La vegetación de la zona es muy curiosa. A primera vista lo que llama la atención son las tamujas: esos matorrales lilas, que parecen más muertos que vivos, pero llenos de pinchos... para que cuando los abraces te atraviesen el corazón.


A lo lejos, los desafiantes almendros y sus flores... Las gigantescas retamas están por todas partes.
Es fácil encontrar cigüeñas, patos, garzas, el martín pescador, ranas, renacuajos, galápagos...
Todo esto con un escaso cauce, poco más que un arroyo! Así que, al observar las riveras muertas de nuestros pantanos, uno se pregunta ¿Qué cantidad de vida no habría cuando el Guadiana era río!


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El Sábado fuimos a comer a Cañamero, a un restaurante muy molón que regentan unos extranjeros -"Algo así", se llama-.
Por la comarca se produjo un gran incendio, hace años... Hay muchas plantaciones de pinos -no falta quien a esto lo llama bosque y, es verdad, desde la carretera los árboles no dejan ver el bosque, sólo los efectos de una devastadora guerra del hombre contra la Naturaleza-.


También hay plantaciones de placas solares, una central nuclear desmantelada, pantanos... y muchas autopistas de la electricidad.


Pero la Naturaleza no se doblega, ni parece guardarnos rencor... sigue con su trabajo diario, dando sus frutos, tendiendo puentes... Con su idea clara de progreso. Trabajando y trabajando, de forma anónima, sin esperar reconocimiento. Al menos, no el reconocimiento de unos seres, los humanos, que en sus proyectos parecen buscar sólo destrucción... cobrar todo el protagonismo.


Claro que, los principales agentes humanos que toman las decisiones que transforman el paisaje y conforman nuestro estilo de vida, no viven (de) estas tierras, no las conocen, no les conmueven... sólo les interesa su energía o las actividades de recreo que puedan practicar en ellas.

jueves, 26 de febrero de 2015

Killed Winter

Era una tarde cojonuda, de finales de invierno.
Los niños jugaban, se mofaban, y tiraban piedras...
Los padres bebían embrutecidos.
Las mujeres, en sus batallas de apariencias y composturas.
La Naturaleza vestida de tenues olores, modestos colores...
observaba impávida.


Y la noche se tiñó de rojo. 
De pesadillas y heridas.

Orquestas de perros batiendo mandíbulas.
Las ovejas balando de miedo...
- ¡Regeneración! - Gritaban.

Mientras, pajarillos entumecidos ensayaban 
la alegre canción de un nuevo día.
Sobre jaras pringosas y encinas carcomidas.

martes, 20 de enero de 2015

Nietzsche y la música

Dice Nietzsche: La música buena es aquella que potencia la vida, la que surge del deseo de vivir, de la Voluntad, de manifestarse hacia afuera,...
Y pienso en grandes temazos como: El de "Caballo maldito", de Queco; la de "Heroína", de Los Calis... En general todos esos temas "gitanos" relacionados con el mundo de la droga. Donde las letras son bastante enfermas y, aparentemente, surgidas de un espíritu débil. Pero al escuchar con detenimiento, surge la contradicción: La letra no concuerda con la melodía, el ritmo... y estos últimos, sí que manifiestan vitalidad! Así que ese contraste con un relato moribundo contribuye a ensalzar el tema.

Hoy día, hay tantos tipos de música, tanta fusión con otras artes... Pero si nos centramos en la música en sí (notas que se suceden unas a otras), no al servicio de una escena (película, videoclip,...) o una letra. Entonces, Nietzsche tenía razón.

Pues ya está! Ya tenemos un criterio para decidir qué música es buena y cuál  mala.
Afortunadamente, hay muchos más criterios para clasificarla: La que me gusta, la que me pone los pelos de punta, la que habla de temas que me  interesan, la bailable, la de relax...
Algunos de estos criterios son meramente circunstanciales, por ejemplo: La conexión con mi estado emocional, en un momento concreto... Pero claro, lo circunstancial no puede alzarse en criterio para defender cierta calidad ante determinado grupo de personas, con emociones y pasiones en continuo fluir. Lo bueno, debe serlo universal y atemporalmente! no una moda. Una vida entera debe haberlo atravesado, al modo aristotélico de felicidad.

Está la música de clases o grupos sociales: Los que triunfan, los que se divierten, los que fracasan, los revolucionarios, folckloristas, rockeros, punks, hipsters...
También hay quienes, cuando pasa la época del amor, se olvidan de la música... y de toda diversión :-(

La música cutre y la que requiere un gran despliegue de medios (instrumentos, voces, arreglos,...)

Así que, como producto cultural, es reflejo de nuestra sociedad occidental: Una sociedad globalizada, con un pensamiento general dominante (democracia cristiana: pop complaciente) y un montón de estilos alternativos que buscan también su momento de gloria.

¿Hay música para niños?: Notas sencillas y colores brillantes... la psicodelia. Pero la psicodelia es muy de adultos, los que moralmente (que no legalmente) pueden usar las drogas. "Viajes" que abren la mente y nos liberan de toda coerción impuesta por la vida en sociedad.
Los dibujos y películas para niños constituyen un asombroso despliegue de imaginación: No hay reglas, ni leyes...
También reflejan nuestras contradicciones sociales: En la moralidad mojigata de no palabrotas, no sexo, no drogas... Todas esas cosas que parecen de mal gusto en nuestros hijos, y que se mueven en el ámbito de lo oculto, lo pudoroso.
Así que, la música para niños no se toma en serio. Porque la hacen los adultos que deben cercenar la parte del vicio... adultos sin autenticidad, que representan un papel. En eso se parece a las complacientes melodías  de masas, las de los anuncios...
Afortunadamente, la música, no tiene letras ni imágenes y, en los niños, a menudo, se usa como herramienta para potenciar las emociones que más nos interesan en cada momento: relajación, alegría, ansiedad, deseos de comprar...


La música es una mujer, que busca la vida... También los machos lo hacen, pero es siempre algo más rápido, directo, violento, sin tintes de sostenibilidad...
En la música no parecen estar tan diferenciados los roles femenino y masculino: Hay mucha ambigüedad, mucha transgresión. Apenas vinculada a nuestras categorías conceptuales: los músicos, como el resto de artistas, gozan de esa libertad que les permite plasmar lo que las obreras no tienen tiempo ni de pergeñar.

La música es también una industria... pero no es de eso de lo que se habla aquí, sino de la música en sí, y no de los medios (capitalistas, estatales, divulgativos...) empleados para su producción.

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Aquella canción le transportaba a su adolescencia. No porque fuese un tema pueril, sólo fue en esa etapa turbulenta que tropezaron...
Le avergonzaba reconocer que adoraba la letra, el estribillo: Había sido versionada en mil ocasiones, y su preferida seguía siendo... la de sus recuerdos. Aunque... bien mirado... no recordaba qué versión fue la que escuchó primero... pero recordaba la puesta en escena de la banda... era lo suficientemente clásica como para parecer antigua... antes del punk, incluso. Pero el remake más cañero también le revolvía las entrañas a la vez que sacudía la melena -¡Joder!- Había crecido con esa puta canción y no recordaba los detalles, sólo una nebulosa de emociones bien intensas.

Como la lista de canciones del pasado Otoño, canciones tontas: de aquí y de allá... Canciones que abren nuevas vías y agotan otras: