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sábado, 25 de mayo de 2019

Feminismo y terror sexual


El feminismo está en auge. En campaña electoral todos los partidos políticos manifiestan su opinión y tienen propuestas al respecto. No hay nadie que pueda escaquearse de este discurso. Y las posiciones son muy variadas: desde los que creen que las desigualdades no son tan grandes y que las mujeres deben seguir siendo mujeres (sin que se les prive del acceso a la vida pública); hasta los que sostienen que vivimos en una sociedad heteropatriarcal que restringe los lugares y las conductas a las que las mujeres deben someterse.

Se ha avanzado mucho en cuanto a las reivindicaciones feministas, es innegable: la mujer es un sujeto de derecho por sí misma, sin ninguna dependencia de maridos, padres o tutores. Y, aunque no es la norma, ha conseguido acceder a los puestos de poder y control que los hombres crearon a medida para otros hombres.
Tanto en el plano de las élites económicas como en la masa de trabajadores y desposeídos, la mujer ha ido adquiriendo relevancia en la esfera pública.
Podría decirse que, poco a poco, han ido desapareciendo los elementos legales y socio-culturales que ejercían coerción sobre la mujer.
Y ha sido gracias a la lucha de las propias mujeres. Una lucha desde abajo. Una lucha que no interpela a facciones políticas (de derechas o izquierdas), sino que apela directamente a la razón de los seres humanos:
- Si todas y todos somos miembros de la sociedad, no tiene ningún sentido que los derechos y deberes sean diferentes en función del sexo de cada individuo.

A mi modo de ver, la lucha feminista es un claro caso de éxito que, con mucho esfuerzo, sacrificio y constancia ha conseguido arrancar libertades al poder para un porcentaje muy amplio de población (la mitad de esa población). Una lucha que lleva siglos librándose (al menos desde las primeras sufragistas).

¿Pero "contra quién" es la lucha feminista? En Estados totalitarios sería fácil identificar el enemigo: el dictador militar que es a la vez autoridad religiosa. Que sería no sólo el represor de las mujeres, sino también de cualquier otro colectivo "exprimido". Pero, aunque en occidente hemos realizado una transición a otros tipos de gobierno y otras formas de control de la población, siguen existiendo mecanismos de represión y recompensa que limitan la libertad de las mujeres. Son mecanismos poco obvios y distribuidos entre el conjunto de la sociedad: instituciones públicas, privadas, relatos estereotipados de la realidad (actual e histórica)...

Los que utilizan el término "feminazi", sostienen que las feministas identifican al hombre con el enemigo. Pero no parece que el feminismo sea un movimiento que pretenda acabar con los hombres, o sustituirlos por mujeres. La crítica que realiza el feminismo es mucho más profunda y tiene que ver con comportamientos, normas y creencias que se han ido asentando en la sociedad a través de etapas sucesivas de la historia, y que abarcan todo el espectro de la vida pública y privada.

La antropología nos enseñó que existen muy diferentes tipos de sociedades: desde las más violentas a las más pacíficas; represoras o libertarias; patriarcales, matriarcales... El espectro es muy amplio. La sociedad occidental es sólo uno de esos modos de organización posibles. Pero es una sociedad que se ha expandido de forma masiva (viral, podríamos decir).
La nuestra es una cultura históricamente belicista y patriarcal: se puede observar en nuestras religiones, modelo de familia, instituciones, conflictos, lenguaje...
Podríamos decir que toda esa violencia y machismo tienen como fin articular una serie de privilegios de unos pocos sobre muchos: ricos vs. pobres, gobernantes vs. gobernados, inversores vs trabajadores, titulados vs no cualificados, hombres vs. mujeres...

La lucha del feminismo es, fundamentalmente, contra los privilegios de los hombres. Privilegios obtenidos a partir de la arbitraria asignación de genitales al nacer. Pero su lucha va más allá y arremete contra el poder político, legislativo, económico... En tanto en cuanto los privilegios de los hombres atraviesan transversalmente todos estos ámbitos (de ahí que, a menudo, se asocie con movimientos anticapitalistas).
Por ello, no debe sorprendernos que existan mujeres que declaren abiertamente no ser feministas o que existan hombres que digan serlo, en tanto en cuanto es una lucha contra cualquier privilegio adquirido de forma ilegítima (si es que hay manera de legitimar el privilegio).

En nuestra sociedad individualista y competitiva el privilegio es socialmente aceptado siempre que esté fundamentado en unos ciertos méritos: esfuerzo, habilidad, inteligencia, audacia... Y, obviamente, los de los hombres no están fundamentados nada más que en una serie de circunstancias históricas, que han mantenido siempre con violencia: desde la quema de brujas, al ajusticiamiento por adulterio. Todo para mantener a la mujer clausurada en el ámbito familiar y de cuidados.

En "El planeta de los simios" el mono más violento se hace con el control del grupo y, desde su posición de poder, construye una sociedad injusta y férreamente jerarquizada. Quizá nuestra sociedad occidental tenga un origen similar.
En la naturaleza las cosas son como son y no pueden ser de otra manera: no podemos cambiar la ley de la gravedad, la velocidad de la luz o los regímenes de las mareas. Pero en el mundo humano, en la sociedad, podemos elegir cómo queremos que sean las cosas. Así que, podemos elegir que gobierne la mona más inteligente, la más amable o, incluso, que no nos gobierne nadie en absoluto.



Si miramos los sistemas legales del pasado siglo, en los que se restringía el derecho a voto de la mujer, o se legitimaba al marido para asesinar a su mujer si la encontraba con otro en la cama, o su limitación a la propiedad privada. Podemos considerar que, en lo legal y lo económico, tenemos los mismos derechos y deberes.
Pero el movimiento feminista sigue insistiendo (no sin razón) en que la igualdad no se ha alcanzado: que los puestos directivos los siguen ocupando hombres, que la mujer sigue cargando mayoritariamente con las tareas de cuidados y del hogar, que el propio lenguaje invisibiliza y desprestigia a la mujer, que la violencia sexual se ceba especialmente con ellas...


Y es en la violencia sexual en lo que se centra la autora del libro  "Microfísica sexista del poder (el caso Alcasser y la construcción del terror sexual)". Partiendo del análisis del mediático crimen consigue fundamentar la vigencia de las reivindicaciones feministas. Y evidencia cómo el terror sexual contribuye a mantener el sometimiento de las mujeres ante un peligro que no afecta a los hombres.



Tenía vagos recuerdos de ese crimen (ocurrió en el año 92, yo tenía unos 11 años). En internet hay un montón de información: tres niñas de entre 14 y 15 años fueron brutalmente torturadas, violadas y asesinadas. El caso tuvo un gran seguimiento en los medios y parece que nunca llegó a quedar del todo resuelto.

El libro no entra en los detalles detectivescos del caso, sino que ahonda en las implicaciones coercitivas que estas manifestaciones de extrema violencia y su exposición en los medios tienen sobre el conjunto de las mujeres.

"... que este riesgo -el de violación- esté establecido y graduado no es accidental, forma parte del conjunto de recompensas y castigos que sirven para controlar socialmente a las mujeres y asegurar que se mantengan en su puesto, dentro del orden patriarcal. Este orden divide a las mujeres: las que aceptan las reglas del juego, a las que la sociedad va a proteger, y las otras, a las que se puede violar. La que sale de noche, la que vive sola, la que se atreve a ir al cine sin compañía, la que se atreve a entrar en cafeterías y bares, a hacer autostop... se arriesga a que le digan groserías, le den la lata, le metan mano, la soben, la violen"
Agresiones VII/7, "La violación", en CDM Maite Álbiz, Bilbao, s.f., p. 3

Muchos hombres se ofenden ante las denuncias feministas contra la violencia sexual, argumentando que los violadores y asesinos son individuos concretos y que no se puede acusar al conjunto de los hombres de ese tipo de comportamientos. Sobre todo, cuando se pretenden promulgar leyes no simétricas (en cuanto a género) para tratar de revertir esta lacra.
Quizá sean los mismos que ven en el movimiento feminista una especie de ataque de las mujeres hacia los hombres. Un ataque completamente infundado: no es que se pretenda que las mujeres  violen y asesinen a los hombres, lo que se busca es que no exista la violación en absoluto. Es decir, no se busca acaparar privilegios a costa del otro sexo, sino que cuestiona el privilegio en sí.


Otras referencias

“No tenemos que limpiar a Woody Allen para que su cine sea bueno”La escritora francesa Virginie Despentes publica la última novela de su trilogía, 'Vernon Subutex', y reedita su ensayo feminista 'Teoría King Kong'"
P. ¿Qué le parece el término "terrorismo machista"?
R. Adecuado. La violación es una forma de terrorismo. Cada violador es un terrorista que trabaja para sus compañeros. Para una ideología. No todos violan, pero todos disfrutan de la fuerza que otorga el miedo de la mujer.
[...]
R. Las chicas podemos hacer la guerra mejor, tenemos la costumbre de no escuchar nuestros deseos y sacrificarnos... Pero cuando eres el cuerpo que fabrica humanos la idea de matarlos por millones no te parece tan urgente.

Podcast del programa "La linterna de Diógenes" - "El caso Alcasser y la construcción del terror sexual"

 

sábado, 14 de enero de 2017

Abrir leña

Abrir leña
a golpe de maza,
es una sensación
de lo más gratificante...
Sólo comparable a
machacar cabezas,
oprimir al débil,
torturarlo...
Hasta que rompe,
en serie de crujidos secos,
sordos.

Requiere esfuerzo y
herramientas adecuadas.

No es curiosidad.
¿A quién importa lo que pueda haber dentro?
Pero la transmutación,
de madera a astillas...
Eso sí que es sensual:
penetrar, analizar,
golpear, rasgar,
sudar...

El acto violento
contra la "madera",
lo inamovible, 
conservador,
represor...
Una vez abierta,
arde mucho mejor.