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lunes, 7 de marzo de 2011

taitantos


La capacidad de fantasear, de repente se esfuma. El disco se raya y acaba uno absorbido por el ideal de vida. Ya no puedes enfrentarte al papel en blanco, ni entablar conversaciones de borracho sin sentir desprecio por ti mismo, por los demás... En fin, que vas creciendo y la importancia se posa en otras cosas. No es algo que uno elija, va llegando. Y si no llega es porque eres un bicho raro, la excepción a la regla, tan necesaria...
Te vas quitando de la autodestrucción, y no es porque ahora aprecies más la vida, es sólo que te has acostumbrado... a ti mismo, al mundo que te rodea y, puesto que no hay escapatoria ¿De qué sirve quemarse a lo bonzo? Si luego tienes que volver a currar...
Las relaciones con los demás se vuelven más esporádicas, pero se llenan de matices. Lo que uno no quiere es que los amigos le rehuyan el trato, así que: te moderas, te achantas, o lo llamas como quieras, pero al menos tienes alguien con quien tomar unas cervezas.
Los momentos de evasión se ajustan y se pautan, acorde al modelo económico que rige tu vida, no hay margen para la improvisación y, claro, hay que aprovechar al máximo, ser eficiente.
En el fondo, no son más que pequeños matices, como los que diferencian a un chino de un coreano, o a un negro de otro negro. El ensimismamiento, que no nos deja ver más allá de nosotros mismos y nuestras circunstancias, ahí nos escudamos.

En el pueblo todo parece más sencillo, hasta los coches, los móviles, los ordenadores... son productos que crecen en otro sitio, la gente los compra y los incorporan a su vida, sin muchos artificios, de forma natural, son útiles o entretienen. La vida social se torna más compleja, se llena de recovecos, callejones oscuros y hasta concurridas plazas o verdes prados.
Aquí, la gente también se hace mayor y, sin embargo, el proceso parece más lento, quizá se contagia de ese parecer que nunca pasa nada, en los pueblos, que nada se mueve, que los pájaros cantan siempre la misma canción. Se contagian de esa Naturaleza que los rodea, del crecimiento lento y pausado de las viejas encinas que, más que crecimiento, es un seguir adelante, sólo por ver amanecer un nuevo día.

A veces, todo es una mierda, a veces sientes morriña y cualquier tiempo pasado parece mejor, a veces se van las fuerzas y, si esto fuera un río, te dejarías llevar. Pero lo más triste es: dejar de soñar, vivir cada instante de cada día aferrado a la realidad. Ni superhéroes, ni capitán Nemo, ni superpoderes, ni historia interminable... ir a la cama a soñar.

lunes, 28 de junio de 2010

Vivir, trabajar, Comprender...

Es extraño, este vivir para trabajar, este padecer que no hay tiempo de ná, el continuo planificar para sacar el máximo rendimiento. La vida se escapa entre los dedos... no tengo tiempo. Demasiadas cosas, aprender, leer, pintar, escribir, amar, tener niños, ver pelis, estudiar, piratear, correr, beber, fumar... El día a día se lo llevan insignificantes detalles que frenan cualquier voluntad!... El dinero lo complica todo.
Lo peor es pensar que has jugado mal tus cartas, o peor aún, no saber a qué estás jugando, no saber dónde está el norte o hacia dónde ir... y siempre buscando respuestas en lo material, como si el trabajo y el dinero fueran la verdad absoluta. - Al menos es algo cuantificable. - Porque ¡Qué coños es la felicidad? aparte de un bonito nombre.
Se me deshace la boca pensando en tiempo libre, infinito tiempo libre, días como océanos, interminables, preso del aburrimiento, la desidia, el agobio, la creatividad, el genio, el amor, la locura...
Para acabar diciendo que cualquier tiempo pasado fue mejor. - Y es verdad, coño! El celebro es mu listo y enseguida se olvida de lo malo, y le entra morriña del pasado, del pueblo, los animalitos, las borracheras, los amigos, las tardes sin hacer nada... Pero son sólo recuerdos, porque el pasado no existe, sólo el ahora. Aquí y ahora.
Luego hay mucho listo por ahí que se dedica a recordar muchos hechos y datos y plantártelos en la jeta, para que te afirmes en sus conclusiones. Para dejarnos como tontos a los de mala memoria, a los que no nos importan los hechos, sólo los posos que dejan: las emociones, las intuiciones, el algoritmo adaptativo cada vez más entrenado.

¡Sabemos tantas cosas que no comprendemos! Toda sabiduría de hechos es, en rigor, incomprensiva, y sólo puede justificarse entrando al servicio de una teoría.

sábado, 28 de febrero de 2009

"El uno de Marzo Pinedo García bajó de los cielos pidiendo amnistía"

Un año más -de vida- y van 28. Pasó la infancia, la adolescencia. Ya casi entro en la edad adulta, una edad más calmada, sometido a las leyes y las costumbres de la suciedad. De vez en cuando me asalta alguna añoranza de indómita juventud, pero no son más que golpes al vacío.
Trabajo, pago alquiler, facturas... pronto soñaré con vacaciones de tortura: Quemándome en playas atestadas de gente, recreándome en escuetos bikinis y grandes pechos; o padeciendo miserias en viajes a lejanos países, mientras me tratan como ganado… todo para hacer valer las incomodidades del trabajo de todo el año.
Tampoco estoy en condiciones de quejarme, no paso hambre, la verdad es que como bastante bien, el vino y el tabaco no me faltan, escucho música mientras trabajo, duermo acompañado, si quiero una peli la pido o me la descargo, y cuando las paredes de los edificios oprimen, me doy unas carreras por la playa o el campo.
Los cumpleaños son tristes, no tanto como la Navidad… pero sí, son tristes. Siempre que le obligan a uno a estar contento no puede hacer otra cosa que sentirse mal, debe de ser algún mecanismo psicológico de compensación, para mantener el equilibrio universal entre el bien y el mal.