domingo, 17 de septiembre de 2023

Metodologías ágiles hacia el fin del mundo

Ayer estuvimos viendo ¡Canta! 2 toda la familia... En los últimos años sólo veo cine infantil y principalmente de animación -lo que le gusta a las niñas-. La verdad que la peli está muy bien: es un grupo de trabajo en una sociedad capitalista -con un objetivo claro: sacar adelante un musical-. Se parece bastante a lo que me he ido encontrando en mi vida laboral. En un plazo de un "sprint", el equipo liderado por el Koala, tiene que montar un musical y cada uno de los miembros debe ir completando sus tareas... 

En los últimos años los tiempos se han reducido mucho. Los proyectos se planifican a corto plazo -no más de un mes-, divididos en tareas cortas -uno o dos días-, en grupos de trabajo reducidos -en torno a 5 o 6 personas-. Es más eficiente así, más fácil de controlar y adaptarse a las circunstancias cambiantes que imponen la volatilidad de los mercados. Metodologías ágiles, las llaman.

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Hace dos semanas me caí estúpidamente y me partí el maléolo del peroné -un hueso en el tobillo-. Me inmovilizaron el pie derecho y sólo puedo andar con muletas. La cual circunstancia me resulta muy limitante porque no puedo transportar cosas de un sitio a otro y, en general, no puedo realizar ninguna de las tareas del campo que tanto me entretienen. Así que he tenido que bajar el ritmo: porque, aunque hay ciertas cosas que puedo seguir llevando acabo -ducharme, preparar la cena, lavar los platos...-, me suponen más tiempo y esfuerzo -hay otras muchas que, directamente, no puedo hacer-. Al estar liberado de esas tareas he encontrado tiempo para otras que también me gustan y que había dejado apartadas: enredar con mi ordenador personal -lo tenía hecho unos zorros, con discos llenos, particiones sin usar, configuraciones y programas obsoletos...-, leer, buscar y bajar pelis... Supongo que cuando estamos sanos y todo nos va bien no valoramos tanto el tener todas las capacidades. Y sabemos que llegará el día en que los sistemas empiecen a fallarnos y el mundo de la vida se nos vaya estrechando... hasta desaparecer. Me gustaría afirmar como conclusión positivista esa máxima que occidente parece repetir como un mantra: disfruta el momento! Pero yo he disfrutado de mi lesión, tengo un montón de aficiones que me permiten disfrutar en una variedad grande de circunstancias -y es que mi concepto de disfrutar abarca muchas cosas -no es sólo lo asociado con la juventud (drogas, sexo, viajes, amigxs y alcohol) o el dinero-. Supongo que va con mi carácter de plegarme a las circunstancias en lugar de emplear ingentes esfuerzos en transformarlas -y es que, mis circunstancias no están tan mal-.

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El positivismo mágico nos dice que debemos trabajar duro para conseguir cambiar nuestras sociedades y lograr un mundo mejor. Pero, claro, las cosas cambian muy despacio comparadas con los tiempos de vida de las personas. Y nuestras sociedades permanecen en estática aceleración: queremos resultados en plazos de 3 semanas. 

El capitalismo mediático se empeña en mostrarnos casos de éxito: cantantes ultra jóvenes y mega famosas, los grandes genios de Silicon Valley -millonarios antes de salir de la universidad-, deportistas de altas capacidades conduciendo coches de alta gama a los veinte años... Pero claro, tienen éxito porque van a favor de la corriente, no hay cambio de rumbo, ni mundo mejor, sólo llegar más lejos en la misma dirección -la del crecimiento económico-.

En la mayoría de las ocasiones, el positivismo mágico, no es tan ambicioso y nos dice que, si nos esforzamos y creemos en nosotros mismos, nuestras circunstancias mejorarán. Como parte de esa justificación mentirosa de la desigualdad social. Justificación que vendría a decir que nuestra posición es mayormente fruto de nuestro esfuerzo y no de nuestro lugar o familia de nacimiento.

Al final, uno tiene esa impresión de que todo el sistema capitalista se sustenta sobre mentiras -para avalar la desigualdad- y fantasías de un mundo mejor -que nadie se esfuerza en realizar porque todo el éxito se encuentra en seguir caminando siempre hacia adelante, cada vez más lejos-.

Se encuentran dos ciudadanos rusos. Uno le dice al otro: 
-¿Sabes que todo lo que nos contaba el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) era mentira?. 
Y el amigo, melancólico, le contesta: 
-Lo peor no es eso. Lo peor es que lo que nos decía del capitalismo es verdad”.

Cita extraída de La Linterna de Diógenes