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martes, 4 de septiembre de 2018

De cuando la boda no tuvo lugar

Todas las cosas que importan tienen su lugar, ocupan un espacio, físico. Aunque esas cosas sean tan etéreas o imaginarias como: dios (las iglesias), el conocimiento (las bibliotecas), el arte (los museos), el poder (comisarías, ayuntamientos, congresos)... Nuestra boda también tuvo su lugar, aunque fuese tan etéreo y fugaz como la primavera en el campo de la Siberia.


Llevábamos viviendo juntos mucho tiempo, teníamos dos niñas en común, estábamos acomodados y muy entretenidos (porque dos niñas entretienen mucho). Aún así, decidimos casarnos: por las vacaciones y, por si a alguno de nosotros le sucedía algo, que el otro no tuviera problemas legales para reclamar sus derechos.
Pero es que además ¡decidimos celebrarlo! ¡Hacer una gran fiesta!: porque el Amor merce ser celebrado, porque nos hacía ilusión reunir a nuestros amigos y familiares de toda la geografía española, que se conocieran, se besaran, hablaran... en un ambiente distendido, multidisciplinar, diverso... Hacer algo que comentar en el futuro, establecer un punto de referencia en el tiempo (para todos los que, en mayor o menor medida, forman parte de nuestra vida).

El no lugar lleno de amigxs

Ya nos aproximábamos a los 40. Habíamos asistido a unas cuantas bodas y fiestas. Así que, teníamos claro lo que no nos gustaba de esos acontecimientos. Y también teníamos algunas vagas ideas de lo que nos gustaría que fuese.

Estamos acostumbrados a que la tv y las revistas nos muestren celebraciones de gente rica y famosa, quizá príncipes, quizá duquesas... Estamos acostumbrados a que lo normal sea imitar ese modelo. Incluso ensayamos posturas efímeras que fotografiamos y luego compartimos en nuestras redes sociales, como si fuéramos ese clase de gente. Pero a nosotros nunca nos gustó "esa clase de gente" que vive pijamente a costa del trabajo de los demás. Aborrecemos sus cuentos recargados de lujos y jerarquías. Preferimos los cuentos de pastorcillos, leñadores y payeses, gente que hace cosas...


Unos años atrás, había visto una película ambientada en la Extremadura de principios del siglo pasado (creo que era Pascual Duarte). En una de las escenas se celebraba un banquete de boda. Era una familia humilde. Juntaron unas mesas y unas sillas, había algo de música. Cocinaron unos conejos y se los comieron, mientras bebían vino. Todo muy sobrio y silencioso. No parecía muy divertido (la película pretendía ensalzar lo sombrío y gris de la España de aquella época), pero era algo que podía organizar una familia, sin recurrir a empresas externas especializadas.

Mis fiestas favoritas siempre han sido aquellas en que se implica todo el grupo y se celebran en el campo. El campo tiene esas pequeñas incomodidades que hacen que nada sea perfecto: porque estás expuesto a la meteorología, las plantas, animales..
Mi referente es Jubileo: una romería que se celebra en una ermita relativamente alejada del pueblo. La gente bebe mucho en esa fiesta. Tiene su faceta religiosa, que es la que realmente fundamenta la reunión, pero es muy fácil eludir esa parte: permanecer a la sombra de los árboles, fuera del alcance de cualquier autoridad. Una especie de juego en el que pequeños grupos autónomos (de amigos) deciden organizarse y reunirse alrededor de un punto, exterior a la ciudad, para pasarlo bien y probar las croquetas y embutidos de otras casas.



Así que, el que nosotros pudiéramos organizar el evento (do it your self), era tan importante como el lugar: tenía que ser en el campo, y no en un campo cualquiera. Debía ser un lugar con el que tuviéramos un vínculo. Un punto de contacto con la Tierra y la Naturaleza. Una puerta hacia lo salvaje.

Nos gusta la comida típica. Y no solo la de nuestro pueblo, la comida típica de cada pueblo que visitamos. Porque en la cocina queda grabada la cultura de la zona. Y nos gusta la multiculturalidad, conocerla, vivirla, apropiárnosla... Nunca entendí a esa gente que se avergüenza o rechaza sistemáticamente la comida de su zona: -No me gusta el cordero, ni el cerdo, tienen grasa y sabor, ni el ajoblanco... es comida de otros tiempos, de gente ruda, forzados a trabajos duros... Prefiero el pollo sintético y las hamburguesas del mierdonalds, que son más blandengues y dañinas para el medio ambiente... como yo.-
La cocina de aquí es contundente, basada más en la calidad de la materia prima que en la sofisticación de la elaboración. Una cocina práctica, alegre, para disfrutar en compañía, donde la gente se mueve e interactúa de forma espontánea. No como esas cocinas de laboratorio diseñadas para disfrutar en la pasividad y rigidez de tu asiento, mientras los platos desfilan ante la soledad de un paladar y fosas nasales finamente estimulados.
Pero no nos engañemos, lo más importante de todo es... ¡Que no falte bebida y que la cerveza esté bien fría!

A unos 20km del pueblo mi familia tiene un terreno. Hay ovejas, un establo, encinas, pinos, una casilla... Es zona de monte. Allí no puedes llegar y decir: "Antes todo esto era campo" ¡Allí todo es campo! El punto perfecto para que tenga lugar una fiesta: el no lugar.


Así que, estuvimos trabajando bastante tiempo, buscando cocineros, proveedores y, sobre todo, acondicionando todo aquello. Los corderos nos miraban extrañados y asustados: - ¿Nos matarán a todos? ¿Solo a unos cuantos?
Convertimos el establo en una pista de baile, hicimos bancos con alpacas, apilamos palets a modo de mesa, arreglamos baños, segamos la hierba, retiramos las piedras...
Y llevamos todo lo necesario para organizar nuestra romería, nuestra verbena...


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En "Iros todos a tomar por culo" un disco de Extremoduro grabado en directo, el Robe decía esta frase: "Vosotros podéis hacer lo que queráis, ya sabéis, estáis en un país libre. Eso sí: que no os vean."

El campo es un lugar donde el poder no está representado. Y, aunque no escapa a su influencia, es más fácil que no te vea. Siempre te sientes como huido, como al margen, como en un paréntesis de la normalidad, como un Robinson Crusoe, como si todo estuviera por construir, como en el mejor de los mundos posibles...

Así que, aprovechando el buen clima, los colores de las flores y que nadie nos veía, hicimos los que nos dio la gana y, cuando la fiesta terminó, allí no quedó nada. Como si nunca hubiera tenido lugar.

El no lugar vaciado

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Me curré una lista de música. Porque en los momentos importantes tiene que haber música. La lista tenía canciones que nos habían acompañado a lo largo de nuestra vida, canciones de ayer y de hoy... más bien de ayer: porque ya vamos peinando canas. Y, aunque uno es amante del ruido, los improperios y la (auto)destrucción, procuré que fuera una lista complaciente, amable, animada, variada... como el conjunto de amigos y familiares que nos rodeaban.

miércoles, 14 de marzo de 2018

¿Qué dinero! ¿Qué trabajo! Ni qué niño muerto!

Cuanto más dinero tenemos más seguros nos sentimos ante cualquier posible adversidad, también nos dispone más lujos y comodidades. Pero no es suficiente tener dinero, además queremos estar frescos, despiertos y ávidos para conseguir cada vez más cantidad: porque el dinero se agota y la vida sigue. Y, aunque nuestra vida se agote, la de nuestros seres queridos sigue adelante. Así que, nos gustaría dejarles el respaldo de nuestros bienes, para que supla la ayuda que podríamos haberles prestado en vida.
El dinero se convierte en objeto de deseo, y dedicamos gran cantidad de horas a conseguir cada vez más, sin que haya un consenso de cuánto es el máximo del que una persona puede disponer, o el mínimo imprescindible para ser feliz. Porque al final se trata de eso: de ser feliz, de gozar de libertad...

El dinero condiciona absolutamente nuestra vida, sin embargo, cada vez tiene un carácter más abstracto: una serie de números almacenados en una cuenta bancaria. Y, al tratarse de algo tan etéreo, necesita de altas dosis de tecnología (para impedir falsificaciones) y burocracia (para mantenerlo en los circuitos estadísticos de la economía capitalista).
Ya no es como la enorme hucha del Tío Gilito, llena de billetes y monedas de oro... Un lugar donde relajarse, nadando entre papeles impresos con caras de presidentes y contando cada centavo.

Pero el capitalismo necesita trabajadores. Los trabajadores se caracterizan porque solo pueden acceder al dinero a costa de su tiempo y sus habilidades. Tener un trabajo, en la mayoría de los casos, te garantiza una mínima cantidad monetaria para comprar comida, vivienda, transporte, cuidar unas mascotas, hijos... Cuánto más bajo y duro sea tu trabajo: más pendiente estarás de cubrir esas necesidades básicas y menos tiempo tendrás para ser feliz y llevar a cabo tus proyectos de vida (u otros mundos posibles).

Trabajo, dinero,  necesidades básicas, seguridad... ¿Y la realización personal? Podría conseguirse siempre que tu idea de realización personal se enmarque en este esquema. Lo que suelen decir todas esas teorías de autoayuda, motivacionales: -Busca un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida.-
Pero aquí subyacen dos ideas contrapuestas:
Que existen personas que no trabajan y que, además de tener sus necesidades básicas resueltas, pueden dedicar todo su tiempo al ocio (o proyectos personales).
Que el trabajo, en general, es una carga, una lucha constante por la supervivencia. En un mercado laboral donde, además, existe un exceso de demandantes de empleo.

El buen funcionamiento de las sociedades actuales se basa en este esquema de trabajo/dinero. Aunque se trate de un trabajo que guste, siempre se han de realizar tareas que no satisfacen: porque el dinero acarrea burocracia y, además, está en manos de otro, al que hay que complacer para conseguirlo. No importa si eres ingeniero de la NASA o redactor freelance, siempre hay que prostituirse. Siempre queda un cierto malestar... A menos que tu fin último sea el dinero, conseguir cada vez más.

Amasijo de orugas arrastrándose por el suelo en La Siberia extremeña


Andaba yo mirando a mi hija de 11 meses, en uno de sus momentos de alegría y juego. Obviamente, ella no sabe nada de dinero, trabajo, convenciones sociales ni está influenciada por los medios de comunicación. E intentaba escudriñar en ella qué la hacía feliz, qué la hacía seguir adelante, en una vida tan aparentemente sin sentido: totalmente dependiente (ahora comienza los intentos para alzarse sobre sus dos pies), sin hablar ni poder elegir su comida... En una vida que, a los adultos, en ocasiones, se nos hace demasiado larga, demasiado dura. Nunca he conseguido ver en ella ese hastío, todo lo contrario: se la ve feliz cuando juega, explorando el mundo que la rodea, mordiendo, tocando, arrastrándose... ¡Rebosa vitalidad! Incluso cuando llora desconsoladamente porque hay algo que la molesta o no consigue lo que quiere. Sí, vive intensamente, sin grandes lujos ni artificios.

Jugar, explorar... Parece que en la edad adulta se transforman en: competir, catalogar... Mucho más estresante y aburrido. Será que, al crecer, se nos queda todo mucho más pequeño y necesitamos ir cada vez más lejos. Necesitamos colaborar, apoyarnos en los demás... Pero, en algún momento, hubo alguien al que no le apetecía dialogar, o participar en proyectos colectivos para ampliar el mundo conocido, y decidió imponerse con violencia, someter a los demás para que trabajaran en su proyecto personal.

Someter a los otros es también tarea ardua, hay que estar continuamente pendiente, sofocando revoluciones, ejerciendo represión... obligaciones bastante fastidiosas que, además, no acaban nunca, porque los sometidos pueden identificar fácilmente a su enemigo, tomar conciencia de clase, organizarse y guillotinar al Rey!
Resulta mucho más efectivo, y menos engorroso, organizar estos "juegos del hambre". Donde los individuos competimos en el mercado para materializar proyectos ajenos, a cambio de un dinero apremiante y un ocio extraño (consistente en vivir de forma efímera el ideal burgués). Gozamos de cierta autonomía y libertad. Mantenemos afiladas nuestras herramientas de trabajo, en la lucha por la supervivencia, a la espera de una oportunidad que nos permita avanzar en la propia estructura de poder que nos somete.
En este ajetreo máximo, ya no sabemos para qué trabajamos o si, en nuestros juegos de infancia, existía la idea de ampliar nuestro mundo conocido en otras direcciones. Donde nuestra felicidad y curiosidad no compitieran ni restaran a la de los demás.
Otro mundo posible, donde los niños sigan siendo vitales y sus cadáveres no se afanen pesadamente en conseguir un puñado de dólares.

jueves, 22 de mayo de 2014

Las voces de la autoridad y la experiencia

En la adolescencia, y también en la post-adolescencia, siempre había odiado que tomaran decisiones por mí, o me dijesen lo que está bien o mal (-¿Qué pasa? ¿Pones en duda mi capacidad lógica para llegar a conclusiones acertadas?-). Así que, como reacción a tan irritante práctica, me propuse llegar a la cúspide del Poder y decir a todo el Mundo lo que debía hacer... Pero me quedé en lo más bajo de la pirámide. Y sólo cuando vinieron los hijos, y aquellas otras personas menos experimentadas en las áreas en que me había especializado, fue que me tocó decidir por otros... Asumir el papel de dictador, represor. Me sentía cómodo: si alguien me preguntaba algo que no sabía o comprendía (pero yo sí) le contestaba, y ya está! Si había que tomar una decisión rápida la tomaba, y punto!
Me había convertido en aquello que no quería ser. No había sido algo voluntario, simplemente me había tocado asumir el rol (en áreas muy específicas).
-"Sin comerlo ni beberlo llegué a ser el experto de un barrio llamado..."

Ante este batiburrillo de: normas morales, gente rápida, decisiones, ostentadores de poder, especialistas, represión... A uno, en ocasiones, no le importaría meterse en el caparazón del débil, volver a ser un niño y que lo lleven de aquí para allá (mientras alimenta el odio interior hacia todo aquello que escapa a su control)... Y claro, las sonrisas nunca llegarían, o sólo de forma pasajera.

Al ir adquiriendo independencia, el odio hacia el Padre represor, se orientó hacia "la autoridad" en la edad adulta. Y no es de extrañar que se desee la muerte de políticos, banqueros, legisladores y sus defensores... Los que ejercen de forma arbitraria su Poder sobre los demás, sin que cuenten con la aprobación del pueblo: simplemente les tocó asumir ese papel, las circunstancias les empujaron, porque era lo más cómodo, porque ¿Qué otra cosa sabían hacer?, porque ya nacieron así (como el rey)... Se especializan en eso, en mantenerse en esas posiciones, sin ninguna otra finalidad, solo el beneficio propio (la pasta, la fama...).
Así que no se han ganado la Autoridad, por eso no la ostentan, lo único que tienen es Poder, que defienden con violencia, apoyados por la ley y la injusticia, que argumentan con el miedo (a la delincuencia, la barbarie, la exclusión, los otros, la crisis).

Así que, cuando estos parásitos del poder intentan convertir en leyes sus juicios morales, o cuando intentan imponer a todos su idea de bien... Sólo queda lugar para el rechazo.
Una cosa es cumplir la mayoría de las leyes y algunas de las convenciones morales. Y otra, pretender que no se puedan discutir o expresar desacuerdos públicamente (en un país libre, un Estado de derecho).
Esto venía a raíz de los intentos, por parte de cargos en el Poder, de reprimir manifestaciones de júbilo porque un cargo público/político había asesinado a otro... Si es una gran suerte que lo hagan entre ellos! Es como una revolución, pero sin necesidad de bañar al pueblo en sangre.

Y claro, todos tenemos miedo a las revoluciones, las crisis, el cambio... Por eso votamos siempre lo mismo y sentimos respeto por nuestras instituciones... El fetiche de la democracia, eso que tanto nos costó conseguir, que lo llamamos así, pero no lo es, porque está claro que el Poder no está en el pueblo: que no participa de él... ni pincha ni corta.

Y como cantaba Def Con Dos en Dogmatofia (en un contexto un tanto diferente):

....
Me niego a seguir fingiendo
respeto por tanta chorrada:
Tu credo, tu mito, mi dogma,
tu ley sagrada, mi ley pagana. 
Tus ídolos cagan blando
y te tragas a gusto su gran estafa.
 ....
No creo en ti.
Dogmatofobia
Porque ya no creo en mi.

Este fin de semana hay erecciones europedas. Es algo oscuro... Como el Libre Mercado o el Padrino: esa mano invisible que mueve los hilos y hace que todo funcione de forma eficiente, estable. Así que, todos los impotentes y frígidos, estamos convocados a secundar con nuestro voto los participantes en tan pornográfico congreso.

sábado, 20 de octubre de 2012

Derechos de autor y software libre: capital y nación percudios de Comunismo universal

Los derechos de autor, las patentes: son acuerdos legales entre los hombres para obtener beneficios económicos a partir de algo inmaterial. En el mejor de los casos, no son más que un incentivo para seguir creando. En el peor, una forma de poner barreras de entrada y ganar una posición privilegiada en el mercado. Los derechos de autor y las patentes no pueden entenderse fuera de un contexto capitalista.
Desde luego, muchos de estos creadores no entendería que la obra no es suya, sino que es fruto de su época histórica, de su educación, su cultura, su contexto social. Que todos participamos de la obra, que todos somos creadores.
Deseamos títulos (copyright, médico, ingeniero, sir, duque...), concedidos por el garante de la propiedad privada (el Estado). Que nos permitan vivir del esfuerzo que un día hicimos, que justifiquen una posición privilegiada frente a los que, como la cigarra de la fábula, se dedicaban mientras tanto a cantar y beber vino... o incluso trabajar.
Detrás de cada creación hay mucha dedicación. Los hay que esperan ser remunerados económicamente, otros esperan no tener pérdidas, quizá divertirse y, por supuesto, también hay quien espera lucrarse.
El creador, el inventor... oficios sin sentido en una sociedad basada en la posesión de lo material. Ahí radica la polémica: ¿Cómo apropiarse de lo inmaterial, de lo que no se concibe si no es compartido por todos?

Por eso me maravilla tanto el software libre: va en contra del más importante principio capitalista o liberal. Es decir: que toda motivación para el esfuerzo viene del deseo de acumular un mayor capital ("bienestar").
¿Por qué evoluciona entonces el software libre? Si no existe el incentivo de amasar fortunas y lo único que conlleva es esfuerzo? Por el reconocimiento? la fama? Porque sirve de lanzadera para hacer software privativo? ¿O quizá porque sirve para poder seguir trabajando en ello, en algo que no es un trabajo alienante? Todas son posibles motivaciones. También porque se espera que el usuario sea parte del producto, que lo entienda y simpatice con él, que se esfuerce en hacerlo funcionar (porque viene a satisfacer una necesidad o un deseo que surge del individuo y no de una campaña de marketing). Así, si no tienes dinero siempre puedes ser paciente y hacértelo tú mismo. En el caso contrario puedes pagar a alguien que lo haga por ti. Te libera de la carga de quejarte amargamente -¿Por qué esta puta mierda no funciona!!! - (O no funciona como yo quiero) - Arréglalo!, cámbialo!, pregunta, investiga, interacciona, reacciona!
Es pura ideología y no podría haber surgido si no existiese un hastío del sistema capitalista de consumo (de una sociedad que fomenta la desigualdad, el elitismo y el usuario tonto que no ha de solucionarlo todo con dinero). Pero también es necesario gente que pueda invertir su tiempo en algo que no sea puramente su "modus vivendi". Porque otra de las desventajas del capitalismo es que no hace un reparto equitativo de las cargas de trabajo, sino que sólo son las élites las que están exentas del mismo (tal como lo conocemos la mayoría). Que además presionan a las clases trabajadoras para que se esfuercen más y más, y sacien su frustración en el consumo de cosas (viajes, coches, ropa, gadjets, software...)
Tampoco se puede negar la importancia de los sistemas de educación pública (universidades). Permitiendo el acceso a estudios superiores de los hijos de las clases obreras (con sistemas de valores y creencias distintos a los de las élites). Profesores-investigadores que reciben un salario por transferir, difundir y generar conocimiento (aquí tampoco lo más importante es hacerse con el capital o ser un ídolo de masas y, sí el ser respetado dentro de la comunidad científica).
Sin internet no habría sido posible: sin la interconexión entre los usuarios y desarrolladores a lo largo del mundo entero, hablando todos un mismo idioma, aunque programen en diferentes lenguajes y habiten Estados o Naciones antagónicas.

Porque además de contradecir los principios capitalistas, el software libre también se opone a otra de las principales ideologías de los dos últimos siglos: el Nacionalismo, el patriotismo... Esforzado en identificar vínculos culturales, idiomáticos, religiosos dentro de un territorio finito, para exaltar a sus gentes y conseguir así, una cierta clase gobernante, el control absoluto de ese feudo.
El software libre busca adeptos en todo el mundo y de hecho acaba fundando comunidades sin fronteras dentro de la red, castillos en la nube, que son de todos, puesto que no hay un ánimo de lucro y todos pueden participar en su construcción.
Hacer software es una tarea compleja. Lleva mucho tiempo tener un producto más o menos estable -y eso teniendo un equipo encerrado en una oficina y amenazóndolo con el despido y ejerciendo coerción para que trabajen largas horas-. Sin embargo, el sofware libre se las arregla para crecer, integrarse y fusionarse con una sociedad mayoritariamente regida por principios opuestos a los suyos, creando una comunidad universal. Un ideal válido universalmente, para todos los individuos y no sólo para un territorio o clase social concreta. Con un fruto del trabajo repartido entre el conjunto de la humanidad y no apropiado por unos pocos.

Es software libre, pero podría verse también como una realización del Comunismo (no en un Estado físico concreto): que conlleva la apropiación por parte de los obreros de los medios de producción, y el reparto del fruto de trabajo entre el conjunto de la sociedad. Un comunismo universal.


https://es.wikipedia.org/wiki/GNU/Linux


Aquí dejo un enlace a un documento sobre los orígenes del software libre:
Richard Stallman: Software y libertad