domingo, 18 de diciembre de 2005

El precio

Todo empezó una noche gris de un día que había sido bastante nublado. Pintaba mal desde el principio, y fue mal hasta el final. Los zapatos llenos de barro, la ropa empapada, y además hacía un frío que helaba hasta los huesos. No era el mejor momento para andar por las calles y menos con la inseguridad ciudadana de esas horas, pero no le quedaba más remedio. Las imágenes de lo sucedido impactaban en su retina como flashazos a cámara lenta, como las imágenes en una tormenta eléctrica de una noche oscura.
Lo tenía bien claro, no volvería a caer en el mismo error, le habían engañado como a un necio. Autocompadecerse no mejoraba la situación, después de todo esa era la estrategia que había adoptado para dirigir su vida: prueba y error. Pero errar siempre jode, ahora estaba lleno de ira y sabía que la única respuesta, la única solución, era la venganza. Decidió esperar, la venganza es un plato que se sirve mejor frío. Además debía recuperarse del palo recibido, no era algo complicado porque tenía amigos y socios de fiar, no sólo había cometido errores en su vida, también aciertos, muchos aciertos, y eso le había colocado en un buen lugar en la puta y marginal escala social en que se encontraba sumergido.
Ricardo le había invitado a una fiesta. -No hace falta que lleves nada. - Le dijo. Pero sabía que llevaría drogas, y no sólo para consumo propio. Invitar a David a una fiesta daba prestigio y, además, “coca” y “extasis”, de calidad y a buen precio. Ricardo no le resultaba de fiar, era un ser algo irritante, siempre con esa estúpida sonrisa de vendido por la vida, pero también parecía un pardillo, parecía no tener agallas para afrontar las consecuencias de engañar a David, lo hizo y, ahora David estaba jodido. Esa rata miedosa debía estar muy hasta el cuello para haber corrido un riesgo así, pero eso no iba a ser un atenuante de su culpa, pagaría caro. Por suerte, David pudo escapar, y con pérdidas no muy grandes, sólo la droga. Tubo que arrojar veinte gramos de “coca” por el retrete, era mucha pasta por un soplón de mierda. Carlos había corrido peor suerte, cuando entraron los maderos en la casa, le pillaron en pelotas en una de las habitaciones con una menor, un considerable cóctel de drogas en sangre, y más aún en los bolsillos de su ropa de gangster macarra.
La amistad es un concepto extraño. Para algunos tiene precio, y para otros ese precio es miserable. Ricardo era un miserable.

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