jueves, 31 de octubre de 2013

Sueños sangrientos en la víspera de Halloween

Habíamos estado todo el día de excursión para llegar a aquel lago glaciar. Era un atardecer al sol que da calor, al aire fresco y limpio de la alta montaña. No acababa de comprender cómo podíamos haber subido tantos víveres: Chuletas de cerdo, panceta, cerveza, pan... -Sí, somos una pareja con anchas espaldas y piernas recias-.
Me acerqué a la orilla del lago, mientras mi mujer seguía organizando todo lo que habíamos porteado. El agua estaba en calma, como un espejo donde se miraban las nubes y reflejaban los últimos rayos de sol.
Una pequeña rapaz sobrevolaba el lago, con aleteo errático, como de murciélago... extraño para un ave -pensé-. De repente se abalanzó sobre el lago y capturó un pescado. Con peculiar vuelo se acercó a mí y me dejó la presa al lado, invitándome a comer.
- No, gracias. Mejor que lo comas tú, seguro que te hace más falta. -Dije pensando en la comida que habíamos llevado hasta allí-.
Pero el águila, alconcillo, o lo que carajos fuese aquello! no parecía comprender. Se alejó, se comió el pescado, y continuó con su revoloteo errático por el lago.
Al cabo de unos minutos, llegó un gato a beber... Y ocurrió algo que no podía creer: La rapaz pareció aumentar de tamaño, se abalanzó sobre el felino, clavándole las garras de ambas patas en la columna vertebral, y partiéndola en un certero y diabólico movimiento.
Volvió a acercarse a con su presa, la dejó a mi lado. Esta vez no me atreví a rechazarla. Le dí las gracias y miré con desconcierto al gato, de un parduzco oscuro, era salvaje -no cabía duda...-
- ¿Qué hago yo con esto?
Me imaginaba cortando las manitas del gato y arrebatándole la piel, las tripas... Pero ¡Cómo le explico a mi mujer que nos vamos a comer un gato! En nuestra cultura los gatos son mascotas, no alimentos (¿Cómo le explico eso a esta pequeña rapaz!).
Por otro lado... ya está muerto, sería un desaire (no sólo hacia el ave cazadora, sino ante la Madre Tierra) dejar que se pudra sin más...


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Un oso grizzly bailaba sobre sus dos patas traseras, bajo mi ventana. Mientras repartía zarpazos sangrientos en la cara de gente que miraba. Todos reían: En cuclillas para recoger sus propios ojos, sus tripas... Los violines y acordeoncillos no dejaban de sonar... más y más fuerte. Y el oso no paraba de girar, destruir... picando carne para las alborotadas gaviotas, gaviotas sin alas, sobre un suelo de tierra gris coagulada.

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