lunes, 9 de abril de 2007

blue velvet


El mal tiene un millón de caras. El mal camina contigo: en sueños, borracheras... en ráfagas fuertes de ira.
El lado salvaje y oscuro, su cara impredecible y peligrosa, el sensual atractivo del mal, ejerce una fuerza tal, sobre los humanos, que puede llevarlos a su propia autodestrucción.
Su mejor aliado es el aburrimiento, con una pizca de inseguridad, miedo, remordimientos, debilidad en la voluntad...
Del mal no se entra y se sale alegremente, o se cruza con paso firme, como Dante, llegando al paraíso atravesando purgatorio e infierno. O nunca se abandonan sus enrevesados caminos.
Se puede ser bueno a ratos, se puede ser malo; se puede ser consciente de lo que está bien o está mal, y todo ello conduce al sentimiento de culpa, la culpa genera más y más violencia, odio. Empieza como un juego, como la curiosidad en el gato, pero una vez dentro, hay que tener valor para llegar hasta el final, hasta las últimas consecuencias, hasta la luz al final del túnel o hasta lo más profundo de la garganta del tiburón.
Los buenos, o bien inicialmente fueron malos, o bien sus almas simplonas les impiden sentirse atraídos por la oscuridad, sólo conocen la bondad y se aferran a ella, mirando hacia otro lado cuando el fuego ronda sus casas.

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