miércoles, 31 de marzo de 2021

Música en el pueblo: de bandas, jóvenes y pollaviejas

Hace unos días anunciaron los grupos que vendrán a cantar al pueblo en las fiestas de agosto. No sentía ninguna intriga, ni expectación... La verdad, con el tostón de la pandemia, se le quitan a uno las ganas de todo.
Al final, lo que te apetece cuando va a un concierto es: beber, pasarlo bien con los amigos, bailar, saltar... Y no estar ahí solo, sentado, respirando tus propios vapores, recolocándote la mascarilla...

En general, nunca me he sentido muy identificado con los estilos musicales que más gustaban en el pueblo. Igual soy ya un pollavieja y estoy totalmente fuera de onda... No tengo claro qué estilos musicales gustan a los adolescentes y jóvenes de aquí: no me invitan a sus fiestas, ni frecuento los bares que frecuentan ellos... Y, aunque escucho mucha música -siempre lo he hecho-, seguramente no manejo sus mismos referentes. Al ver los grupos de las fiestas de este año, me pareció que las personas del ayuntamiento que contratan los "conjuntos", se encontraban en mi misma tesitura.

Supongo que a los más jóvenes -el rango de los 15 a los 30- les van los hits de Youtube: los ritmos latinos en su vertiente hacia el reguetón o el trap... Creo que es ahí donde la industria musical está haciendo sus inversiones. De vez en cuando, me encuentro a niñas tarareando esas canciones o ejecutando sus bailes, Y, en las fiestas de cumpleaños o similares, siempre me piden que busque ese tipo de temas -que, por regla general, me horrorizan o estoy saturado de escuchar-. 

En el pueblo, la gente es bastante anodina y clásica en el vestir, así que es difícil reconocer estilos musicales por ese lado -yo me adscribo a esa tendencia-. Por la apariencia, todos podríamos ser seguidores de Taburete -y no es así-. Creo que en la indumentaria, los jóvenes de aquí se dejan llevar por la moda del momento pero, en lo musical, tienen su propia identidad -al menos tengo la impresión de que eso no ha cambiado-.

 

Y ahora empiezan las historias del abuelo cebolletas... En mis tiempos... Allá por los 90's... Eran tendencia en el pueblo los grupos que revolucionaron la rumba y el flamenco -Camela, El Barrio...-, el pop patrio -El Último De La Fila, Antonio Flores...-, la vertiente rock -Extremoduro, Héroes del Silencio...- También estaban los que les molaba el bakalao y la música de discoteca. Había al menos 3 o 4 bares con estilos musicales más o menos definidos. Estaban, por ejemplo: el T.A.C. -en la vertiente más rock-, el PK2 -más pop y gitaneo-, las discotecas -con la música más bailable-, el Bombín -a la "vanguardia"-... Seguro que hubo más, por aquellos entonces los karaokes también gustaban.

Y era una cosa bastante local: en Fuenlabrada de los Montes escuchaban otros grupos, diferentes a los de Castilblanco... En Hontanaya, el pueblo de mi padre -en Cuenca- estaban locos por el tekno y el hardcore...

Se trata de pueblos chicos, no podemos hablar de una rica escena musical... Pero sí que había ciertas "tribus", o grupos, que se identificaban con estilos musicales más o menos concretos.

 

Hablando en un grupo de Whatssap sobre las bandas de estas fiestas, surgió la idea de que los cantantes que venían antiguamente eran apuestas más arriesgadas, innovadoras o incómodas... Aquí tocaron Los Celtas Cortos, que no sólo hacían una música bastante rara -fusión de folk, rock y pop-, sino que tenían unas letras muy punk -o, cuanto menos, socialmente comprometidas-. También tocaron Amistades Peligrosas, muy pop en lo musical, pero con letras que muchos padres y madres no se sentirían cómodos escuchando delante de sus hijos -y, allí estábamos, chicos y grandes, cantando lo de "hoy voy a ir al grano, te voy a meter mano..."-. También estuvieron Joaquín Sabina, Loquillo, Medina Azahara, Los Mojinos Escocíos... No eran, ni mucho menos, grupos de vanguardia, ni con estilos musicales muy alejados del mainstream, pero eran, al menos, el tipo de bandas que no interesarían a nuestros padres e, incluso, podrían importunarlos: por lo grosero o lo bizarro.

Como el concierto era en el pueblo -y quizá el único del año-, cantara quien cantara, ibas, te gustara o no el grupo. Quizá la música no apasionaba a los mayores, pero se fijaban en otras cosas: -¡Menudo equipo llevaban! ¡Cómo sonaba! ¡Nah! Ese no cantaba una mierda, no tenía voz. ¡Qué trajes tan bonitos!

Ahora, tengo la impresión, los grupos que vienen son más "normales", lo que gustaría a todo el mundo -más allá de los rangos de edad-. Sin ningún tipo de carga política. Podrían gustar también a nuestras madres y ser absolutamente indiferente a los más jóvenes.


Hay quien sostiene que, aunque existen más medios que nunca para escuchar música -radio y televisión con canales dedicados, conciertos, Youtube, Spotify...-, la cultura musical de la mayoría de la población ha disminuido. Antes sólo había dos canales de televisión y ahí tenías que ver cantar a Rocío Jurado y también a Patti Smith. Si no te gustaba la música pero querías ver la tele, te jodías y veías lo que echaran. Ahora, todo está segmentado: si te gusta el flamenco seguro puedes encontrar tus canales para solo escuchar flamenco -si te gusta el trap lo tienes más fácil-. Para los fans de Cachitos de Hierro y Cromo esto nos resulta muy notorio. Quizá la tele y la radio eran antes más un instrumentos de educación -y control- que mero entretenimiento -y consumo-. Y esa asignatura de educación en cultura musical ha dejado de ser obligatoria. Sí, existe Radio 3, su lucha contra el algoritmo y su intento de ofrecer una panorámica de todos los géneros... Pero, no nos engañemos, es algo minoritario. 

Así que, como resultado de esa incultura, muchos viven de espaldas a la música. O encerrados en los círculos de una juventud pasada. O, como ocurre en las redes sociales: flotando en la burbuja de sus gustos e intereses -o lo que el algoritmo mercantil estima deberían ser esos gustos-.


Quizá los conciertos del pueblo sean solo una consecuencia de ese analfabetismo musical: las nuevas tendencias nos desbordan, es imposible estar al tanto de cada nicho, así que, apostamos por lo normal, lo no conflictivo, lo clásico, lo empalagoso, con lo que nos sentimos cómodos... Una línea muy acorde a la democracia representativa: sigamos la norma fijada desde arriba, no sea que la gente quiera participar y, al final, mandemos a Eurovisión  al Chikilicuatre.


Grupos de las ferias y fiestas de Herrera del Duque para el año 2021

 

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Miraba el cartel y lo más novedoso era el Cantajuego -a lxs niñxs les encanta-. Vale, Raya Real es música de nicho -se puede justificar-. Seguro que el resto de grupos tienen buen directo -la puesta en escena es muy importante-... Pero, claro, es como si en pintura ignoramos que han existido el expresionismo, la abstracción, surrealismo... y seguimos como si nada con nuestras exposiciones de reyes, cristos y vírgenes...

Curiosamente, en el pueblo, hay más músicos que nunca. Tenemos banda, charangas, clases de lenguaje musical, infinidad de instrumentos, Celia Romero -cantante de flamenco con proyección fuera de nuestras fronteras-... En el panorama nacional aparecen contínuamente nuevas bandas -con mayor o menor repercusión- que hacen música muy novedosa -no son sólo Rosalía y C. Tangana-. Sí, las viejas glorias tienen derecho a seguir viviendo de la música, pero tampoco está mal dar un impulso a las emergentes y ofrecer una variedad  de colores que ayuden a forjar identidades. 

Resulta difícil utilizar el lenguaje -también el musical- para conectar con la gente y atraer su atención. Sobre todo si el discurso elaborado es monocromo, predecible, aburrido...

sábado, 27 de marzo de 2021

Extremadura y el 25 de marzo

Esta semana fue 25 de marzo. Un día que algunos extremeños -a la izquierda del espectro político- reivindican como el verdadero día de Extremadura. Un día que hace referencia al 25 de marzo de 1936, cuando los trabajadores del campo extremeño se organizaron y ocuparon las grandes fincas a lo largo y ancho de la Comunidad Autónoma. El objetivo: poner los medios de producción -la tierra- al servicio de quienes los trabajaban. Un hecho inusual, casi bizarro... porque parece que los extremeños nunca protestan: son gente aburrida y mansa que aguanta lo que se les eche. 

Portada de la revista francesa Regards con foto de David Seymour (Chim). / ARMHEX. Extraída de CTXT

A mí me la trae floja el día de Extremadura. Pero sí es verdad que, si algo podía identificar a los extremeños -aunque no sólo a los extremeños y tampoco a todos-, es la división de la superficie agrícola en grandes latifundios utilizados como lugar de recreo e inversión especulativa -propiedad de gente que ni tan siquiera habita por aquí cerca: los señoritos de la capital-. 
Aquí apenas ha habido grandes fábricas o industrias. Nuestro medio de producción es la tierra. Nuestros obreros son agricultores, ganaderos, colmeneros, resineros... Eso hace que la población haya estado tradicionalmente dispersa y resultara más sencillo mantenerla sometida a los caprichos de los grandes propietarios. Esta dispersión también ha dificultado la organización y la implicación de la clase trabajadora en movimientos revolucionarios.
 
Tampoco creo que los extremeños tengamos una fuerte identidad cultural como pueblo: más bien somos una amalgama de andaluces, portugueses y castellanos, distribuidos según la proximidad a qué frontera artificialmente creada -con fines administrativos y de gestión-. Así que, cuando se dirimía el día en que debíamos celebrar la unión que nos habían impuesto, parece que el presidente de la Junta -socialista y obrero- decidió que el mejor día para celebrar la extremeñidad era el día de la Virgen de Guadalupe -Toma yá!- Le pareció que la creencia en estos seres míticos y mágicos nos representaba muy bien. Y también potenciaba nuestro carácter manso: -Somos gente pacífica, aquí no hay ningún conflicto, hagan con nosotros lo que quieran... la Virgen proveerá
 
 

El movimiento del 25 de marzo fue apagado durante el mes de agosto de ese mismo año: con el golpe militar, su desenlace en Guerra Civil y la masacre perpetrada en la plaza de toros de Badajoz por el bando franquista.
Podría decirse, con el expresidente de la Junta, que el 25 de marzo fracasó. Pero el mayor fracaso sería dejar caer esa fecha en el olvido. Como efectivamente ha ocurrido: la mayoría de extremeños no conocen aquellos hechos.
Se ha borrado de nuestro imaginario la idea de que también nosotros podemos organizarnos desde abajo, que podemos luchar y reclamar justicia. Pareciera así, que las revoluciones son cosas de pueblos lejanos: los arrojados rusos, los irreverentes anarquistas catalanes...

Y no creo que sea algo casual ese olvido. Porque es una fecha que cuestiona el sistema actual de propiedad privada -algo absolutamente inviolable en nuestra sociedad actual-. Aunque realmente lo que cuestione no sea la propiedad privada sino, más bien, cómo deben administrarse y repartirse los beneficios obtenidos con el trabajo. Y, seguramente, cuestione muchas cosas más que tienen que ver con: la toma de decisiones, la distribución del poder, la solidaridad, el reparto... Asuntos que, los que nos gobiernan -ahora democráticamente- tampoco están dispuesto a a poner bajo el punto de mira.

viernes, 19 de marzo de 2021

La política como espectáculo y las elecciones madrileñas

La política, en tiempos pandémicos y de aislamiento social, se ha convertido -más que nunca- en un espectáculo. No hay conciertos masivos, apenas representaciones teatrales... Todo ocurre en las pantallas -la política también-.
Y la política tiene tramas rocambolescas, giros inesperados de guión, personajes de lo más variopintos... Un reality transmitido en todas las televisiones, radios, redes sociales y periódicos en prime time.

Hay quien denuncia que la política se encuentra cada vez más vacía de contenido. Y es verdad. En el escenario político apenas se dirimen cuestiones relevantes sobre la organización social y del trabajo. Los gobiernos -a cualquier nivel- se limitan a actuar como gestores de lo público, como un comité de empresa parlamentario, encargado de hacer crecer la compañía. El modelo capitalista de consumo no es cuestionable. Las directrices a seguir se marcan desde organismos supranacionales -Bruselas y el Banco Central, en el caso europeo-, para configurar una estrategia eficiente en el tablero global de los bloques económicos y áreas de influencia: China, EEUU, Rusia, América latina...

Así que, la política nacional española, juega su partida en el plano de lo simbólico -la pose-: unos se dicen socialistas, otros comunistas, otros nacionalistas... Haciendo referencia a los grandes movimientos del siglo pasado. Movimientos que realmente canalizaban el deseo y las pasiones, con enorme potencial transformador -y capaces de desatar tremenda violencia-. Parece que el precio pagado por no padecer guerras ha sido el vaciamiento de la política y su transformación última en espectáculo.

 

Una moción de censura en Murcia acabó con la convocatoria de elecciones en Madrid y el abandono de la política nacional de Pablo Iglesias para concurrir como candidato autonómico -ni los guionistas de Breaking Bad, oye-.

La gran favorita en esta interesante competición por hacerse con el gobierno de Madrid es Esperanza Ayuso -no, Isabel... creo que se llama Isabel-. Al principio de su mandato estaba algo insegura, cohibida... Pero ahora está en la cresta de la ola, se encuentra muy a gusto en sus posiciones neoliberales en lo económico y burgueso-patronales en lo moral. Le encanta provocar y dar titulares, las mofas de la izquierda no hacen sino fortalecerla. En uno de los últimos titulares que nos ofreció -ante el golpe de efecto de Iglesias- decía: "Pablo Iglesias está acabado...". Lo peor de todo es que, seguramente, tenga razón 😅

Imagen extraída de El Mundo

Ayuso representa al jugador que apuesta, arriesga y derrocha. La actitud fanfarrona del -¡A que no hay huevos! -Que no hay huevos... ¡Venga! Sujétame el cubata!
A los castizos -esos provincianos que viven en Madrid y creen que Madrid es España "dentro de España"- les encanta esta esta actitud y jalean su boca chancla. Les hace gracia todo aquello que demuestre que el éxito en lo académico no conlleva éxito en lo económico -o en lo político- ¿Qué importa si no se expresa con propiedad o la caga cada vez que habla? Lo que importa es que defiende sus intereses -reales o imaginados-. Haciéndoles soñar con la posibilidad de ser libres y ricos -aunque sus condiciones materiales sean más acordes a las de un esclavo-. 

Ante el ayusismo, el Podemos de Pablo Iglesias da bajón. Es gente con pintas estrafalarias que hace una política seria -como debe ser-, teniendo en cuenta todos lo sectores y poniendo el foco en los más desfavorecidos. Buscando un equilibrio dentro del capitalismo de consumo que no deje a nadie sin los recursos más básicos para la vida. Si el lema del PP de Ayuso es: "Primero libertad y luego todo lo demás". El lema de Podemos sería justo lo contrario: Primero las necesidades básicas de todes y luego lo demás. 

Hace unos años, después del 15M, Podemos tenía el potencial transformador y revolucionario. Permitió hacer soñar a la gente con otro mundo posible, más colaborativo, menos competitivo. Entonces canalizaba el descontento y los deseos de la gente. Y consiguieron grandes cosas: de la nada se abrió paso en las instituciones y rozó ciertas cotas de poder. Creían que podían cambiar el sistema desde dentro -es cierto que el sistema permite margen de maniobra- y presionaron sus límites. Pero el sistema tiene sus propios mecanismos para protegerse y fagocitar. Y Podemos ya está fagocitado, forma parte del espectáculo. Ha llegado hasta donde le estaba permitido llegar. Ahora sólo puede luchar por mantener sus posiciones de multipartidismo, procesos participativos y transparencia -un imaginario triste, como el ocio con toque de queda y mascarilla-.

Mientras, el ayusismo irresponsable se ha marcado un lema muy chulo: "Comunismo o libertad". Una burda transformación del clásico "Socialismo o barbarie". La barbarie que nos remonta al mito imaginado por una suerte de darwinismo que se utilizaba para justificar el libre mercado. Una barbarie donde el individuo lucha con todas las artimañas posibles por su supervivencia. Esa es la libertad que defienden las derechas: la renuncia a que los humanos podamos superar el individualismo, coordinarnos, cooperar y canalizar el deseo hacia otros mundos posibles. Esa libertad del pelotazo es el nihilismo del sálvese el que pueda y el que más pueda se salve más. La libertad de la sociedad del riesgo. Y han conseguido vestir de revolucionario ese discurso trasnochado de capitalismo salvaje que lleva produciendo crisis, guerras y miseria desde hace varios siglos.
Vamos, que ni la caricatura más grotesca de Podemos se acerca al comunismo, ni en los mejores sueños del PP hay atisbo de libertad.

miércoles, 10 de marzo de 2021

Día de la mujer trabajadora y conflictividad de clases

Esta semana se celebró el día de la mujer. Un día para dar visibilidad al feminismo. Un día extraño para los hombres -que no sabemos muy bien como posicionarnos-. Y creo que no hay mucho problema en declararnos feministas -algo muy extravagante hace unos años-. 

Sí, el feminismo avanza y cada día existe una mayor empatía de los hombres hacia las mujeres. Estamos juntos en el mundo, tenemos proyectos de vida comunes, queremos estar bien... No se puede estar bien si quien está a tu lado se come todos los marrones, o recibe violencia y desprecio de forma gratuita.

 

Primero se llamaba el día de la mujer trabajadora. Luego reparamos en que todas las mujeres lo son -a algunas se las remunera por su trabajo y a otras no-. Así que, al principio -cuando ese "trabajadora" tenía el sesgo de trabajadora fuera de casa-, este día parecía dirigir la mirada a la igualdad de oportunidades laborales para las mujeres: que pudieran acceder a los mismos puestos, que percibieran el mismo salario, que pudieran ascender igual que los hombres... 

Se ha avanzado mucho en esos aspectos y, ahora, es habitual que hombres y mujeres trabajen fuera de casa: así que, los hogares se han quedado vacíos, no hay nadie la mayor parte del tiempo.

Muchos de los trabajos del hogar se han externalizado: limpieza, cocina, educación... Esas actividades se desarrollan ahora en el cole, extraescolares, comedores, restaurantes... Es la forma que tiene el capitalismo de adaptarse a las demandas sociales y generar beneficio. -Todos queréis trabajar fuera. Bien, hagámoslo posible y movamos la economía.

Aún así, los trabajos de cuidados están fuertemente feminizados: -de todos es sabido que las mujeres nacen con esta tendencia natural a este tipo de oficios mal pagados y precarizados... No necesitan formación ni instrucción -eso es cosa de hombres que realizan trabajos dignificados- (y aquí dejo la ironía). 

 

Una solución muy loca: ahora, las clases medias y bajas se ven obligadas a competir en el mercado de trabajo para abastecer de cuidados a las clases altas. Y, cuando llegan a casa, tienen que seguir cuidando de ellas mismas. 

Impepinablemente el feminismo tiene que ir ligado a una crítica social, a la abolición de clases, a la no explotación de unas personas por otras -que nadie escupa sangre para que otro viva mejor-. 

Parecería una solución de mierda si, al final, se explota por igual a hombres y a mujeres. En lugar de realizar un reparto justo de las tareas en el conjunto de la sociedad. 

 

Imagen extraída de El blog del viejo topo: Iconografía y estética de los carteles sobre el 8 de marzo en la URSS. Día Internacional de la Mujer Trabajadora

En oposición a este feminismo obrero, siempre ha existido un feminismo "cuqui", de colores amables y formas suaves. El feminismo que fomentan las instituciones y las grandes empresas. Un feminismo que rehuye la conflictividad social. Un feminismo que no cuestiona la pirámide salarial y de poder... 

Queremos que las mujeres también puedan ser presidentas y CEOs de nuestros organismos... Pero el presidente no limpia, no cuida de los hijos, no cocina, no lava la ropa... Eso lo hacen "otras" -por una insignificante porción de su sueldo-. 

Es feo que sean las mujeres -por el hecho de ser mujeres- las que se sacrifiquen para que los hombres se dediquen a sus elevadas tareas. Pero sigue siendo feo que otros se sacrifiquen para que la presidenta acuda fresca, limpia y recién planchada a sus importantes reuniones. El feminismo cuqui se siente cómodo con la existencia del privilegio y, como el capitalismo, se adapta y no tiene grandes problemas en invertir los roles de género. 

Cartelería del Ministerio de igualdad para conmemorar el 8 de Marzo en 2020. Imagen extraída de la web de La Moncloa


Hace unos años se organizaban huelgas -también de consumo y de cuidados-. Eso no era cuqui, ni rentable... El día de la mujer ha sido fagocitado por el sistema, ha perdido su capacidad transformadora y se ha orientado a aspectos más acuciantes, menos ideales. Sí, sirve como herramienta de reflexión y toma de consciencia sobre los problemas que sufren especialmente las mujeres: abusos, hipersexualización, malos tratos, marginación laboral, prejuicios de género... Pero no cuestiona la actual organización ni la existencia de privilegios. Y sucede que, muy a menudo, los problemas que denuncia el feminismo se dan especialmente en mujeres de clase baja, racializadas, excluidas... 

Ciertos sectores de la izquierda, se han percatado de esto y miran con recelo al feminismo, porque fracciona la lucha y le hace la cama al capitalismo.

También desde las derechas se le mira con cierto hastío. Parecen decir: -Ya tenéis los mismos derechos y deberes ante la ley. Trabajad, arriesgad y dejad de llorar... que el pobre lo es porque quiere.

Las mujeres migradas salieron en Lavapiés (Madrid) para reivindicar el feminismo. David F. Sabadell. Foto extraída de El Salto


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Yo creo que los trabajos de cuidados son duros, pero tienen la ventaja de que los realizas para quien más quieres. La inmensa mayoría de trabajos son duros -no los haríamos si no fuera por el dinero-. La minusvaloración de la mujer tiene fuerte raigambre cultural y parece tener mucho que ver con la necesidad de nuestras sociedades de trabajo esclavo -trabajo no remunerado- para mantener un sistema de privilegios... 

Vamos, que ya me parecía bien el nombre de día de la mujer trabajadora -todas lo son-.


Referencias:

Podcast de Pol&Pop: El poder de lo cuqui

lunes, 1 de marzo de 2021

El año del gallo, 1981

Hoy se cumplen 40 años de mi llegada al mundo. Era el año chino del gallo. No sé muy bien qué significa eso. 
Me hubiese gustado que los horóscopos o la astrología  marcaran mi destino indicándome qué hacer en cada momento. Dónde invertir mi tiempo, mi dinero y mi talento -si es que tuviera algo de todo eso-.

De pequeño todo era más fácil. Los padres se preocupaban de cubrir las necesidades. Y yo sólo de jugar, superar los retos del colegio... Todos me cuidaban y yo no tenía que cuidar de nadie.

 

La vida está llena de posibilidades, aunque casi siempre transitamos los mismos caminos. La posición de nacimiento condiciona nuestro futuro y nadie quiere renunciar a que le sonría la fortuna, o que un acontecimiento inesperado le haga vivir grandes aventuras.

Yo he tenido suerte. He ido haciendo siempre lo que debía -o se esperaba de mí-. Tomándome ciertas licencias de cuando en cuando. Y he ido a parar a buen puerto. No me da envidia el dinero -seguramente ahí no he tomado las mejores decisiones, pero la libertad tiene un precio y, en el amor: he ganado-.

En términos capitalistas y de rendimiento del trabajo, los cuarenta son una buena edad: tienes experiencia, energía... Podrías ponerte al frente y decir a todos lo que deben hacer. Como si fueras el gallo más fuerte del gallinero, repartiendo picotazos a diestro y siniestro y disfrutando de los mejores bocados. Es un buen momento para realizar los sueños -si es que todavía te queda de eso-.



De pequeño tenía muchos sueños. Me encantaba ir a la cama a soñar. Incluso había depurado ciertas técnicas. Por ejemplo, ponía la radio bajito: supongo que eso me mantenía medio alerta, en una suerte de duermevela, hasta pasar a la fase REM. Así que, la realidad, me resultaba poca cosa... una distopía aburrida.

Luego fui cogiendo el gustillo al campo, las plantas, los animales, las novelas, divertirme con los amigos, el amor, la música, el sexo, la playa, el alcohol, internet, la comida... Puede que haya una etapa de la vida donde todo eso abunde: en la adolescencia y la juventud. Luego va en retroceso. El trabajo nos embrutece, los cuidados y la administración de los recursos nos ocupan gran parte del tiempo... empezamos a tararear "mucha policía poca diversión". Y, en nuestra cabeza, no paran de resonar: pandemia, virus, políticos, Cataluña, pensiones, sanidad... -Sí, ahora recuerdo que de pequeño los noticiarios también me parecían lo puto peor.

Ya apenas pinto ni dibujo. Casi no hago deporte. No tengo tiempo -me digo-. Es verdad que también tengo otras aficiones: la fotografía, la escritura, las plantas, la filosofía... Que la familia hay que cuidarla, las amistades regarlas... 
En términos humanos y de canalización del deseo, los cuarenta se presentan como una época intensa, afanada... -Bueno, hemos llegado hasta aquí. Habrá que exprimir el limón, antes que se pudra.

Es verdad que la sociedad actual nos atosiga continuamente: maximizar el beneficio, crecer, hacer cosas -productivas-, consumir, formarse, emprender, viajar, quemar experiencias... Pero, a veces, la vida nos brinda la oportunidad de ser Fuertes -como Gloria-

"Me dijeron:
– O te subes al carro
o tendrás que empujarlo.
Ni me subí ni lo empujé.
Me senté en la cuneta
y alrededor de mí,
a su debido tiempo,
brotaron las amapolas.
"


domingo, 21 de febrero de 2021

La muchacha falangista

Esta semana fue trending topic el vídeo de una muchacha vestida de falangista, lanzando proclamas antisemitas ante un puñado de neonazis.

Y, claro, los demócratas se llevaban las manos a las cabeza con gestos sobreactuados: -¿Qué hemos hecho mal para que la juventud vuelva a estas ideas? ¿Acaso no son la democracia representativa y el estado de derecho la mejor forma de gobierno? ¿Acaso no estamos en una democracia plena -el mejor de los mundos posibles-?

 

Es conocido que las derechas sienten admiración por el fascismo y el nacismo. Saben mucho de sus procesos constitutivos y de expansión. Cualquier persona, mínimamente ilustrada, a la derecha del espectro político, puede hablar largo y tendido sobre sus metodologías marciales, errores, virtudes... Aunque siempre se desmarcan de las actitudes racistas o, al menos, del empleo de la violencia sistemática contra el "otro" -las otras etnias, o los otros ideales-. Todo dejando siempre un cierto tufillo supremacista: -Sí, eso de matar judíos era horrible, no puede justificarse. Pero hay que reconocer que nosotros, los arios, estamos muy por encima y merecemos más.

 

La muchacha falangista decía ser también socialista. A mucha gente esto le sonaba a gilipollez sin sentido. Porque socialista se vincula actualmente al PSOE. Que, sin estar muy claro qué tipo de ideología representa este partido, parece que debiera ser opuesta al falangismo: puesto que el PSOE se considera el brazo político de los que perdieron la Guerra Civil y el falangismo, por el contrario, se le posiciona a favor de franco.

Lo que habitualmente entendemos por socialismo -sin vincularlo al PSOE- es una suerte de reparto de la riqueza y sistema de apoyo mutuo, entre una cierta comunidad -normalmente un Estado o parte de este-. En las derechas, la comunidad sobre la que se aplica el socialismo estaría más restringida -los arios, los puros, los propietarios, los ricos- y también, quizá, más jerarquizada -o, al menos, no tenderían a una abolición de las clases sociales, sino a justificar cierto elitismo-. El ejemplo paradigmático de socialismo de izquierdas sería la antigua Unión Soviética; y, el nazismo, sería el socialismo de derechas.

Todo resulta aún más complicado cuando el liberalismo económico se une a estas posiciones políticas: multiplicando las facciones. El socialismo, tanto de derechas como de izquierdas, no puede sino entrar en conflicto con esta ideología tan individualista. Pero lo cierto es que, el neoliberalismo, ha conseguido alzarse en la teoría económica por excelencia: las derechas lo apoyan como una suerte de vara de medir el éxito evolutivo en esta lucha darwiniana por acaparar la riqueza -pueden sustituir así su concepto de raza por el más objetivo de éxito en los negocios-. Las izquierdas también abrazan tímidamente el liberalismo, aunque restringiendo y tratando de controlar las desigualdades que provoca.


La muchaha falangista desató tremendo interés. Yo creo fue porque ponía encima de la mesa la existencia de otras teorías políticas -ideologías-, más allá del neoliberalismo y la democracia representativa, en las que nos hayamos inmersos. Y a las que parece no existir alternativa... Salvo la chifladura del falangismo, o la violencia de los antisistema que piden libertad para Pablo Hassel... El sistema se defiende caricaturizando como radical todo lo que lo cuestiona.

Imagen de la muchacha falangista. Extraída de El Liberal


lunes, 15 de febrero de 2021

Cine mainstream, feminismo y disolución del amor romántico

Erin Brockovich necesita dinero a toda costa. Lo va a conseguir y, cuando vea que puede, va a querer más. No es un lobo de Wall Street, pero podría serlo. La diferencia es que la ambición de Erin es motivada por buenas causas: mantener a sus hijos, conseguir que una gran compañía compense a las familias por los vertidos tóxicos que trató de ocultar, la autorrealización en el trabajo...

No va a permitir que el amor ni los cuidados se interpongan en su camino. Ese es el precio a pagar por el éxito en los negocios. Todo el rollo ese de la conciliación es para los mediocres y gente sin aspiraciones profesionales. No es sólo Erin, su jefe -un señor mayor-, está en esa misma dinámica del trabajo duro. Es tanta la fijación con el éxito y su monetización -en la peli es imposible disociar el uno de la otra-, que nadie parece reparar en que Julia Roberts -la actriz que encarna a Erin- está buenísima. Es como si su obsesión por el trabajo la desposeyera absolutamente de toda sensualidad. 

Básicamente, la película viene a decirnos: aunque en la primera etapa de tu vida te socialicen como a una mujer normal y te orienten al amor romántico, las mujeres pueden empoderarse, seguir divinas de la muerte y, a la vez, convertirse en lobos de Wall Street.


En Terminator 2, Sarah Connor es la protagonista. No es una mujer cualquiera. Es una madre coraje: dispuesta a todo para salvar a su hijo y al resto de la humanidad. Es un arma de matar. Pero no es un Terminator. Tiene sentimientos. 

Esta película es de los primeros 90's. Las princesas guerras no eran lo más común, pero tampoco se nos aparece raro. Sarah sigue teniendo los atributos de "el sexo débil": recuerda cuando era una chica normal -antes de los acontecimientos- y el amor que muere en Terminator 1. Es el presente distópico, el que la fuerza a comportarse como un guerrero. No es como Erin, que decide por sí misma convertirse en lobo -claro que, Erin Brockovich, se estrenó una década después-. 

Sarah Connor en Terminartor 2: El juicio final (1991). Imagen extraída de Twitter

Frozen es una síntesis de los dos roles: Elsa es Sarah Connor -forzada a heroína por una suerte de maleficio-  y Anna es Erin Brockovich -una mujer de vuelta del amor romántico que decide entregarse a salvar y gobernar Arendelle-. Ambas divinas de la muerte, recorriendo el reino con vestidos de gala y tacones altos -a los hombres no se nos exige tanto-. 

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Es verdad que todas estas películas ponen a las mujeres en papeles muy relevantes. Y que conceden nulo valor al amor romántico. Pero, puestos a subvertir papeles y cambiar roles, podrían haber elegido algo que cuestionara también el sistema económico y social que los ha construido -un sistema que pone la violencia y el sometimiento en el centro-. 

Las tres son películas mainstream y no cuestionan el sistema que las alimenta. Sólo cambian algo para que todo siga igual: ponen a mujeres en el lugar de hombres para, de alguna manera, anular el movimiento feminista -si estas mujeres pueden, el feminismo ya no tiene sentido-. Pero el feminismo va más allá, al menos cierto sector del feminismo -el defendido por Yayo Herrero, por ejemplo-. Un feminismo que no sólo reclama el acceso de las mujeres a los puestos de los hombres, sino que demandan la puesta en valor de los trabajos feminizados: para que el hombre vaya limpito y descansado a su importante puesto de trabajo -y pueda así entregarse a sus elevadas tareas-, alguien tiene que encargarse de todo lo demás. Y ese "todo lo demás" es lo que nuestro sistema oculta, menosprecia y no remunera... Como ocurre en estas películas, donde ese "todo lo demás" no aparece -excepto, quizá, en Erin Brockovich; donde se muestra, pero no se le otorga ningún valor, dando a entender que los hijos se crían solos regándolos con dinero-.

Aún estando dentro de la pura fantasía feminista, estas películas no consiguen imaginar otros mundos, más amables, más matriarcales -que pongan la vida en el centro-. Porque lo que parecen estar diciendo es: sí, las mujeres también pueden ser cabeza de león. No importa el  sexo -si el rey es hombre o mujer- porque la gente normal, la de abajo, sigue sustentando este sistema injusto.

miércoles, 3 de febrero de 2021

De la fuente El Borbollón bebo agua, agua siempre nueva

Ir a la fuente a por agua es un torbellino de emociones. En cuanto abandonas la carretera nacional te ves inmerso en otro mundo. Yo siempre apago la radio para disfrutar del camino: pickups, furgonetas y todoterrenos se distribuyen por los solares, cercas y naves. Ovejas, cerdos, vacas, dehesas, monte, terrenos desarbolados, arroyos, pinares... Sólo falta atravesar algún pantano para tener una representación completa de la comarca. 

Desde lo alto del puerto puede verse, a un lado, el valle donde se asientan Herrera y Fuenlabrada -con sus sierras salpicadas de olivares- y, al otro lado: Las Navas... -Mira, antes, todo esto era campo... Bueno... sigue siendo campo... Quitando la fábrica esa que captura el agua y la mete en botellas de plástico fino. El puerto es la entrada al otro mundo, un mundo ciertamente intervenido por el hombre, pero donde el hombre no es el protagonista. La Naturaleza es la protagonista. En septiembre y octubre, cuando la comida escasea, es fácil encontrarse ciervos, rebaños de gamos...

Vistas de Herrera del Duque y su Fortaleza desde el puerto de las Navas - Julio de 2018

Siempre te cruzas con camiones cargados de agua -y parece que sobresalieran por ambos lados de la estrecha carretera-. Te acojonas, aminoras el paso... -¡Increíble que quepamos los dos en este carril! Aceleras. Bache a la izquierda, bache a la derecha... -¡Seguro que hoy no habrá nadie en la fuente! Con este tiempo y a estas horas... Ese es el sueño húmedo de todos los que vamos a la fuente: que no haya gente, que seas el primero y puedas empezar a llenar las garrafas sin esperar ¡Eso sí que es triunfar! 

 

Cuando llegué había dos coches, uno ya estaba terminando. La parte de atrás estaba completamente agachada por el peso de las bombonas. Un señor mayor aguardaba su turno, con la mascarilla puesta, dentro de su Kangoo. 
Cuando le tocó, sacó una cuerda. Pacientemente la ató a la base del grifo. Después ató una piedra a la misma cuerda. Y tensó bien, para que quedara pulsado el grifo automáticamente.

Recientemente habían acondicionado el lugar. Y había quedado muy cuqui. Pero se había acondicionado como zona de recreo, no para que la gente del pueblo fuéramos a por agua. La fuente queda un nivel por debajo de los coches y tienes que cargar con las bombonas por unas escuetas escaleras. Además, han instalado dos grifos de esos que tienes que mantener pulsados con la mano para que salga el agua. Entre los dos grifos se distribuye el mismo caudal, así que, al poco tiempo, ya se había establecido el código de llenar sólo una persona a la vez. 

A pesar de las medidas disuasorias, la gente del pueblo seguimos yendo a por agua. -Es que está muy buena. En cuanto la pruebas, la del grifo te sabe a cloro y mil potingues. Además, como es la misma que embotellan en la fábrica, se cuidan de que no tenga impurezas. -Hay otras fuentes en la zona, pero a veces no corren, otras el agua sale sucia... Además, yo no me fío, porque hay muchos olivares allí, la gente echa veneno para matar la hierva y eso seguro que se filtra a las aguas de las fuentes. -Me niego a comprar una garrafa de agua para tirar todo ese plástico, me parece un despilfarro inútil... El argumentario es amplio.

Cuando el señor mayor consiguió mantener el pulsador fijo, sacó una manguera, la conectó al grifo y empezó a llenar las garrafas que había dejado junto a la Kangoo. Yo llevaba un libro. Me senté en el banco y me puse tranquilamente a leer -después de chequear el Whatssap y el Facebook-. El hombre iba haciendo... tenía un buen montón de garrafas -y yo también-. No es un lugar para ir con prisas. Cuando acabó, dijo que me dejaba el invento montado y también la manguera. 
-No es necesario -Le dije. -Yo traigo mis apaños. 
-No, en serio, quédate la manguera. Así no tienes que andar subiendo y bajando las garrafas. Yo no la necesito. Corto un trozo cada vez que vengo a por agua.
-¡Joder! ¡Muchas gracias!

A esa fuente hay que ir preparado. Nunca sabes lo que te vas a encontrar. Antes de que la acondicionaran, la gente solía arrancar el grifo -supongo que para ponerlo en su casa, nunca entendí aquella práctica-. Así que, siempre que voy, llevo unos alicates, cuerdas, gomas y algún invento para mantener pulsado el grifo. El último, uno bien curioso que me enseñó un ganadero de la zona -mientras platicábamos en la fuente-. Consiste en cortar un trozo de cámara de bicicleta, colocas el anillo de goma en el grifo y lo estiras para que coja el pulsador. La goma es lo suficientemente estrecha y fuerte para mantenerlo pulsado. Pero como el señor mayor me había dejado su invento, no lo necesité. Hay gente que se dedica a arrasar todo lo que encuentra en los espacios públicos y, otros, prefieren hacerle la vida más fácil a los demás. Este señor mayor era de los últimos, de los buenos. A ver si cunde su ejemplo y, cuando volvamos, sigue allí la manguera.

Fue lo único que hablé con él. Normalmente, la gente que va a la fuente prefiere hablar un rato mientras espera. Yo también lo prefiero. Coincides con personas con las que no te encontrarías en otros espacios del pueblo... Bueno, ahora que estamos todos confinados -con el Coronavirus-, no coincides con nadie. Así que es fácil entrar a la gente, después de todo, has recorrido más de 10km en coche para ir a buscar agua, estás al aire libre, mirando el campo, viendo el trasiego de camiones de la fábrica... Puedes consultar un rato el móvil, pero aburre. Así que, si tienes a alguien delante, aprovechas y hablas. Hay gente que te interroga -Y tú ¿de quién eres? -Sí, a tu padre le conozco. Dile que has estado con Menganito. ¿Y tienes trabajo? Otros sólo quieren hablar ellos. -Pues me acuerdo yo cuando... Y te cuentan su vida -de antiguamente-. De cuando no había fábrica y el agua salía a borbollones del manantial. -Mira! Más o menos por ahí era! Otros hablan de política, de lo mal que está el mundo. De la cantidad de agua que saca la empresa propietaria de la fábrica. De los pozos que hacen. De la suerte que tenemos de que genere tantos puestos de trabajo. De que deberían darle más caudal al grifo... Y así, poco a poco, se van llenando las garrafas.

De la fuente vieja bebo agua. 
De la vieja fuente de siempre,
agua siempre nueva 

Josean Artze

jueves, 28 de enero de 2021

De cómo me liberé de la religión

No sé en qué momento dejé de creer en Dios... Diría que, cuando recibí el sacramento de la Confirmación, ya me chirriaba bastante todo aquello del cristianismo. Aquí, en el pueblo, la Confirmación se hace pronto, sobre los 14 años, en plena adolescencia, con las hormas en frenética actividad.

La verdad que, desde aquellos entonces, me he sentido engañado por la religión. Yo era un chico normal, obediente, aplicado... ¿Por qué habría de cuestionar la existencia de Dios o la verdad de las escrituras...? La religión lo envolvía todo, era de lo más normal: ir a misa los domingos, la Semana Santa, la Navidad, Jubileo...

Pero claro, la gente hablaba:
-Yo creo que algo hay... Llámalo Dios, o llámalo magia, si quieres... Pero algo hay...
-Los curas y las monjas son unos sinvergüenzas. Pero las enseñanzas de Cristo están bien.
-Que no. Que eso de la religión es un cuento chino para mantener sometida a la población. Mira cómo viven en el Vaticano.

También es verdad que, en la adolescencia, empieza a abrirse el abanico de contactos, las formas de ocio y los contenidos culturales -totalmente ajenos a los proporcionados por la familia y la escuela-. También el contenido de la educación institucional se diversifica, se hace más complejo, menos esquemático...

Y, un día, ves La vida de Brian, El Exorcista, Los Caballeros del Zodíaco... o, simplemente, lees libros ambientados en otras épocas y culturas... Y piensas -¡Ahí va la hostia! Esto de la religión no está cerrado. Cada pueblo tiene la suya. Hasta hay gente que vive ajena a toda religión.

La música fue también muy importante en ese proceso. La música puede ser irreverente, blasfema, transgresora... Al arte siempre le concedemos esas licencias. Ofrece imágenes intuitivas, agradables, provocadoras... que, luego, si te apetece, puedes procesar y desarrollar conceptualmente. Supongo que, escuchar canciones como el Salve de La Polla Records, en plena adolescencia, en un momento en que estás cuestionando estas creencias, supone un gran impulso, una liberación... Todavía hoy me parece un temazo -aunque ya no tenga tintes de revelación- .

Control económico
Es control del poder
Control mental
Control sexual
Realmente tíos
Nunca he visto religión
Que pretenda tanto
¡Salvarnos a hostias!
¡Salve, Regina!

 

La religión es una experiencia inmersiva que es necesario vivir en comunidad: practicar el culto, comentar los textos sagrados, compartir celebraciones, someterse a normas morales... No tengo nada en contra de todo eso. Es guay sentirse parte de algo. Lo que peor llevaba era la fundamentación de la creencia en un ser supremo que está en todas partes... y te vigila. El sentimiento de culpa... ese sentimiento tan cristiano, que te atormenta cada vez que te dejas llevar por las pasiones más mundanas.

Lo de las pajas era lo peor, porque es normal ponerse cachondo y hacerse una paja. Los monos lo hacen mucho -y se les ve bien felices- ¿Por qué los humanos debíamos sentirnos culpables por ello? Me resultaba fastidiosa toda la represión de la sexualidad... 

Para Freud todo desorden mental tenía que ver con la sexualidad. Después de tantos siglos de cristianismo, sería fácil que detectara neurosis a cascoporro por todo occidente.

 

Cuando íbamos a misa, no recuerdo que nadie nos advirtiera de que lo dicho en la Biblia se tratara de metáforas, hechos no necesariamente ciertos, narrados en un lenguaje simbólico... Que los teólogos y eruditos interpretaban de tal o cual manera, pero que podía significar cualquier cosa. Porque, en dos milenios de andadura, la sociedad y la lengua habían cambiado una barbaridad.

Vamos, que aquello no se sostenía por ningún sitio, a poco que tuvieras cierta curiosidad histórica o científica.

Al principio de abandonar la fe me sentía un poco inseguro, como si andara por ahí sin mascarilla. Si Dios no existe, entonces todo vale, se puede hacer lo que se quiera: matar, robar, mentir, drogarte... Pero pronto te das cuenta que hay un montón de motivos para no hacer todas esas cosas, desde el tan razonable "no hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti", a otros quizá no tan directos, pero a los que puedes llegar por tu propia experiencia: hay sustancias que nos sientan muy mal y no compensan un instante breve de placer.

Por aquellos entonces, también pasaba temporadas con mis primos de Madrid, algo mayores que yo, con una visión mucho más amplia del mundo y las relaciones sociales de la que manejaba desde mi pequeño pueblito. No es lo mismo la teoría -leer cosas, ver pelis...-, que conocer a quien las pone en práctica.

Así que, acabé por sentirme muy cómodo sin catolicismo, sin Dios, ni amo... Y seguía siendo un chaval obediente y aplicado. No la echo de menos, no la necesito, no me aclaraba nada, no me quitaba dudas... al contrario, lo complicaba todo y, además, me hacía sentir mal. 
Dios se disolvió, sin más, se esfumó, como otros amigos imaginarios que tuve en la niñez.


El caso es que, el otro día, la mayor de mis hijas, dijo que ella no quería hacer la comunión: porque hay que ir a misa y es un rollo. -Y ¡Total! Sólo para hacer una fiesta, comer chuches y tener regalos. ¡Si la podemos hacer cuando queramos! Además, yo no voy a clases de religión. 

Por algún extraño motivo, me enmierdé en explicarle qué es la religión. Algo muy difícil de contar a una niña que aún tiene escasos referentes culturales, históricos... Así que no salí muy bien parado de mi hazaña. Traté de establecer un paralelismo con sus amigos imaginarios, en una especie de caricatura del pensamiento de Feurbach -de la religión como proyección humana-. 

Y, pensé: -Es verdad que todas las prescripciones morales y el sentimiento de culpa son un buen montón de mierda. Pero es difícil comprender la sociedad occidental, pasada y actual, sin conocer la religión cristiana

Nuestros modelos de familia y Estado están codificados en términos religiosos -fidelidad, comunidad-. Muchos de los males de nuestra época se entienden mejor observando el papel que han jugado las religiones. La historia de la humanidad ha estado siempre impregnada de lo profano y lo sagrado, de la idea de bien y el mal. De luchas de poder en las que Iglesia y Estado se daban la mano, o todo lo contrario.


También es cierto que la humanidad anda siempre buscando un más allá. Que cuando alcanza los límites de su conocimiento, recurre a lo mistérico y mágico. Que se resiste a la ausencia de sentido y la brevedad de la vida terrena. Lo vemos hoy día en el gran interés que despiertan las religiones orientales, el esoterismo, la búsqueda de vida extraterrestre, la metafísica, el arte... Parece que hubiera un deseo irrefrenable de espiritualidad en la sociedad.

Entiendo que existan personas que se sientan cómodas en la religión, grandes cerebros de los últimos siglos han contribuido al avance de la ciencia y de las teorías del conocimiento conservando su fe.

Siempre me pareció paradigmático el ejemplo de Kant. Un hombre piadoso que realizó grandes esfuerzos para conseguir conciliar sus sentimientos religiosos con la razón y las críticas que otros, como Hume, hacían a la religión. Este pobre hombre, que únicamente consiguió afirmar la idea de Dios como sustento de la moral, poniendo en cuestión su existencia ontológica. 

Pero, para sustentar el comportamiento moral, no es necesario ningún Dios. Posteriores autores irían desmenuzando la religión y desvelando sus miserias, hasta que Marx ya la llamara "el opio del pueblo". Seguramente haya miles de razones para no tener fe, pero la humanidad no es puramente racional, también pesan el deseo, los instintos, ideales... Quizá por ello persiste entre nosotros, a base de reformas y contrarreformas.


Hay párrocos que dan discursos sensatos y piadosos. Y también hay los pederastas y ruines. La fe por sí sola no te hace malo ni bueno -aunque lo intente-. Quizá la religión pudiera contribuir a una sociedad mejor -satisfaciendo su necesidad de espiritualidad y de búsqueda de sentido- si no estuviera tan imbricada con las formas de poder. 

Yo no guardo buenos recuerdos de mi época cristiana. Era sombría y cruel, como las figuras que adornan la iglesia. Quizá, sí que tengo una imagen más amable de Jesús -como un hippie de los 60's-.  Pero no estoy dispuesto a hacer pasar a mis hijas por toda la represión sexual que predica la Iglesia, ni por la asunción de normas morales sólo por obediencia ciega, prefiero ahorrarles ese trago.

Virgen de Consolación, patrona de Herrera del Duque. Agosto de 2015. Llega desde la ermita, cargada de propiedades psicomágicas, para pasar unos días en el pueblo.


jueves, 21 de enero de 2021

El ideario neoliberal y su potencial revolucionario

Lo que más temen los neoliberales son los gobiernos de izquierdas. Para ellos, la izquierda trae pobreza. Y siempre ponen como ejemplo los países donde gobierna o ha gobernado: Venezuela, la antigua URSS...

Países donde la escasez campa a sus anchas mientras los líderes viven de forma lujosa, a costa de los impuestos que recaudan fomentando el odio hacia las clases altas y las empresas que generan la riqueza.

Los líderes de izquierda tendrían aspiraciones absolutistas y el firme deseo de controlarlo todo desde el aparato del Estado. Además, ese liderazgo sería siempre costoso: en salarios, asesores, propaganda, represión, burocracia, control... Su estilo de vida, soberbio y caprichoso, llevaría al Estado a aumentar la presión impositiva, de tal forma que desincentivarían el emprendimiento y producirían una población servil y victimista que estaría siempre reclamando a las administraciones públicas la satisfacción de sus deseos y necesidades.

No les falta razón: yo también tendría miedo de un escenario así. 

Meme para minar la confianza en los políticos de izquierda. Extraída de Hispañidad

 

El modelo neoliberal lo fijaría EEUU. Un Estado ligero, con bajas cargas impositivas, controlado por las empresas y las clases altas. Una tierra de oportunidades para todos los que estén dispuestos a aprovecharlas.

A las izquierdas les acojona este escenario. Ven en EEUU una amenaza armada y la materialización de desigualdades -donde los sintecho recogen las migajas que caen al suelo de los lobos de Wall Street-. Un capitalismo salvaje donde los más fuertes se meriendan todo lo que pueden a su paso. 

Viñeta que ironiza sobre EEUU como potencia armada. Extraída de GRUÑIDO GRRR - Ironía Gráfica

 

Esta caracterización que hago de las derechas neoliberales estaría representada en España, muy especialmente, por Ciudadanos. También PSOE y PP -pero estos, con un imaginario heredero de los últimos años de "dictablanda" del franquismo, basada en el desarrollo del turismo y la construcción-. Así que, Ciudadanos, un partido fresco, representaría mejor que ninguno el ideario neoliberal -al menos, antes de su giro nacionalista- sin el lastre de la Guerra Civil, el franquismo, la tradición católica, ni el desarrollismo de ladrillo, sol y playa.

En las izquierdas, estaría el actual Podemos. Una amalgama de las izquierdas clásicas -de tradición social comunista- y los nuevos movimientos sociales. Que defendería un modelo de desarrollo "sostenible" tutelado por el Estado y un cierto reparto de la riqueza -un capitalismo progre-. 

 

Para estas izquierdas, la deriva neoliberal global trae desigualdad, guetos de marginalidad y pobreza,  abusos medioambientales, vulneración de derechos humanos... Además de concentración de la riqueza en unas pocas manos, con la consiguiente monopolización de los mercados y la acaparación de poder en ciertas empresas trans/nacionales -que serían incluso capaces de corromper las instituciones y eludir los mecanismos de control de los estados-. 

El capital andaría siempre tratando de influir -o hacerse con- el poder. Para así agilizar sus negocios y obtener ventajas competitivas -sin importarle mucho las consecuencias sociales o medioambientales-. 
Mientras que las izquierdas desconfiarían de estos capitales, tratarían de ponerles límite y conseguir que sus beneficios revirtieran en las arcas públicas -algo totalmente lógico, puesto que sus beneficios de las empresas son posibles gracias a las infraestructuras, recursos humanos y medioambientales, así como a las garantías legales y securitarias que proporcionan los estados-.

 

Los neoliberales necesitan el Estado, principalmente porque es el garante de la propiedad privada. Y, además, les interesa cualquier beneficio que puedan obtener de este -aunque las mariscadas las paguen con el dinero de sus negocios-. Las izquierdas también necesitan al Estado: para poder poner límites a los desmanes económicos. Y, además, les interesa recaudar, no sólo para mantener la infraestructura que hace posible los negocios, sino también para potenciar el tipo de sociedad que creen más justa -y para pagar sus mariscadas-.

Así que, unos y otros, compiten por el poder. Aunque, desde la caída de la URSS, la ventaja está claramente del lado de los neoliberales. Las izquierdas, acorraladas por la caricatura que de ellas hacen las derechas -dictaduras generadoras de escasez e incapaces de satisfacer los caprichos consumistas de la población-, han quedado como una débil herramienta para denunciar los abusos de las grandes empresas, aplicar pequeños parches que lleven a un capitalismo más amable y "sostenible", o actuar en el plano simbólico -para restablecer la dignidad de ciertos colectivos oprimidos por el conservadurismo moral que caracteriza a las derechas-.

Vamos, que las izquierdas han perdido todo potencial transformador y revolucionario. Ese potencial se ha trasladado a la economía neoliberal, y teorías como la de El Gran Reinicio nos parecen hoy más plausibles que una revolución a la Rusa.

De hecho, ante todas las medidas restrictivas adoptadas para combatir la pandemia por Coronavirus, han sido los sectores de la derecha los que más se han movilizado contra los gobiernos legítimamente establecidos -trumpistas que asaltan el Capitolio, caceroladas en el barrio de Salamanca...-, actuando como verdaderos antisistema, anteponiendo la libertad de sus negocios a la seguridad sanitaria.

 

PD: ya habíamos hablado de cómo las derechas se estaban haciendo fuertes, también en el plano simbólico y moral, en el post De la hipertrofia de derechas a izquierdas canijas