Ptolomeo diseñó un modelo geométrico para explicar el movimiento de los astros y unas matemáticas que pretendían predecir los diversos fenómenos celestes -con la Tierra como centro del Universo-.
Catorce siglos más tarde, Copérnico creyó que podía mejorar este modelo, que podía dotarlo de una mayor coherencia con la realidad.
Ptolomeo modeló los movimientos del Cosmos utilizando circunferencias, que se asumía era el único movimiento que cabía en el reino perfecto de los cielos. ¿Y por qué iba a pensar de otra manera? Si desde la Tierra todo parecen esferas (el Sol, la Luna, los planetas...) que rotan en torno a nosotros.
Así que, para cuadrar los datos observados, tenía que recurrir a combinaciones de recorridos circulares superpuestos (epiciclos) y astros desplazados del centro (excentricidad) que, prácticamente, permitían aproximar cualquier tipo de curva.
Copérnico no puso en duda el modelo de Ptlomeo -quien era tenido en alta estima: algo impensable hoy día, cuando cualquier objeto o teoría de hace unos años parece superada
, obsoleta... y, por supuesto, nos creemos mucho más listos-. Pero se dio cuenta de que si ponía el sol en el centro del sistema, se simplificaban considerablemente las matemáticas, todo resultaba más armonioso.
Esto ocurría en pleno Renacimiento, con una creciente difusión e interés por todo lo clásico y las teorías pitagóricas o platónicas, que defendían esa idea de armonías universales y las matemáticas como herramienta para alcanzar el verdadero conocimiento (ideal).
Pero el modelo copernicano seguía teniendo que recurrir a epiciclos, excentricidades... y, aún así no conseguía explicar ni predecir todos los fenómenos celestes -circunstancia que podía atribuirse a la imprecisión y escasez de datos-.
Así, desde el punto de vista de la eficacia o la precisión, el modelo copernicano y el ptolemaico no resultaban muy distintos. Y costó casi un siglo que fuese tomado en serio, gracias a Galileo y sus observaciones telescópicas que ofrecían pruebas visuales.
Hoy sabemos -más bien nos han contado- que la Tierra es sólo un planeta dentro del sistema solar, una pequeña estrella dentro de la Vía Láctea (una galaxia como tantas otras, dentro de un universo infinito en expansión...) Vamos, que no somos nada.
Así que, poner el Sol en el centro del universo puede parecernos poca cosa -además de erróneo-.
Con todo esto, lo que quería poner de manifiesto es que, a menudo, en tareas de investigación o desarrollo (o en el cotidiano vivir) tomamos teorías, modelos, programas, pedazos de código... como obras finalizadas, cerradas. Y decimos que son perfectas, que han sido llevadas a cabo por grandes profesionales de forma concienzuda, porque todo se deduce de forma sencilla y armoniosa. O bien, decimos que son una puta mierda, por complejas, porque no las entendemos, o no tenemos ganas de entenderlas.
En ambos casos se comete el error de considerar la obra como acabada y no someterla a crítica.
Eso fue lo que hizo Copérnico: Retomar el trabajo de Ptolomeo, probar, cambiar variables... Con la firme intención de dar una explicación de la realidad. Esa es una tendencia que ha continuado hasta la actualidad. Con sucesivos cambios de "paradigma", cuando el modelo tradicional predominante se complicaba en exceso, o era incapaz de explicar los datos y evidencias que se iban recogiendo.
Para conseguir estos cambios de modelo, es necesario poder pensar otras realidades, aunque sea apoyados en ideas tan peregrinas como puedan parecerlo las pitagóricas, la teoría de la relatividad o la dualidad onda-corpúsculo de la luz. Disponer de herramientas intelectuales suficientes para salir de los círculos en que a menudo quedamos atrapados, sin ser capaces de recurrir a la solución imaginativa.
Por tanto, si en tu quehacer diario ves que todo empieza a ser demasiado complicado, que no cuadran las cuentas... puede que haya llegado el momento de cambiar de "paradigma" y, como Copérnico: "
regalar a todos los ciudadanos, ricos o pobres, un viaje anual gratis alrededor del Sol".
Para más información:
Historia de la Ciencia -
Carlos Solís y Manuel Sellés
Historia del pensamiento filosófico y científico. II Del Humanismo a Kant - Giovanni Reale Dario Antiseri