Mostrando entradas con la etiqueta arte. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta arte. Mostrar todas las entradas

miércoles, 24 de octubre de 2018

Del registro gráfico a una visión estética y artística de la fotografía

Hace 4 años me regalaron una cámara réflex. Y, con ello, cambió radicalmente mi forma de ver la fotografía. Eso sí, fue un cambio lento y progresivo -no fue el hecho de poseer la cámara, sino el interés que fue despertando en mí-.

Yo había sido siempre bastante reacio a la fotografía, sobre todo a la fotografía digital. Me parecía que las personas perdían demasiado tiempo fotografiando compulsivamente espacios o experiencias, en lugar de disfrutarlas sin más. ¿Qué sentido tenía hacer fotos para mirarlas en la pequeña pantalla de nuestros dispositivos electrónicos? ¿Qué buscamos en el acto de fotografiar? Me hubiese gustado encontrar una respuesta unificadora pero, cuanto más reflexionaba sobre ello, una mayor diversidad y multiplicidad de motivaciones iban apareciendo: capturar escenas sorprendentes, bellas, curiosas, emotivas, personales, universales... que tuvieran un cierto valor estético (aunque solo sea en el estrecho ámbito de nuestro mundo vivido). Encontrar nuestro perfil bueno, retener un recuerdo de las personas que nos acompañaron en cierta ocasión, obtener un documento que atestigüe que estuvimos en cierto lugar...

Cuando por fin decidí que me gustaba la fotografía, y le dedicaba tiempo y esfuerzo, descubrí que también buscaba cierto reconocimiento público, aunque solo fuera en el ámbito familiar o mi comunidad más cercana. Intentaba captar el instante clave, reflejar el carácter de la persona fotografiada, las mejores combinaciones de luces, el mejor encuadre que resaltase el motivo que consideraba más importante… Para conseguir que los que me rodeaban miraran las fotos con interés (no solo por compromiso).


Pero, desde mi infancia, el papel principal de la fotografía había sido el de aportar un documento gráfico en el que apoyar el relato de unas vacaciones o de algún acontecimiento relevante: fiestas, bodas... Narrar mis batallitas con imágenes que describieran todo aquello que no conseguía comunicar con palabras, y aportando detalles que podría haber ignorado en el momento de la experiencia vivida.
Con la fotografía, cualquiera con un mínimo de interés, puede construir y mostrar el relato de su vida, puede apuntalar el “andamiaje de su mitología personal”.

Fotografiamos para reforzar la felicidad de estos momentos. Para afirmar aquello que nos complace, para cubrir ausencias, para detener el tiempo y, al menos ilusoriamente, posponer la ineludibilidad de la muerte. Fotografiamos para preservar el andamiaje de nuestra mitología personal."1

Vamos, que mi percepción de la fotografía era la de un instrumento documental, testimonial. El registro de la realidad con un aparato mecánico. Y, cuando empecé a familiarizarme con mi cámara réflex, empecé a darme cuenta de que mi mirada había estado condicionada por el tipo de cámaras que había utilizado para realizar fotografías. 
 
La mayoría de cámaras convencionales, y las de los dispositivos móviles, tienen un único modo de funcionamiento, el automático, el que hace las fotos como “deben ser”: con una exposición correcta, a la mayor velocidad que permita la luz disponible y con el menor ruido posible. Así que, solo había que pulsar el botón y la realidad quedaba registrada tal como es, o ¿Tal como debía quedar registrada según diferentes parámetros técnicos y comerciales? Esa era la imagen verdadera, el instante mismo capturado y almacenado en un negativo o un puñado de píxeles.
Por supuesto, cuanto más avanzara la tecnología, cuanto más cara y elitista fuera esa tecnología, más detalles y más realidad quedarían atrapadas en la imagen.

Por otro lado, sabía que en los museos se solían organizar exposiciones fotográficas, y me resultaba ciertamente extraño. El arte, para mí, eran básicamente la pintura y la escultura: lo que tiene mayor relevancia en el ámbito museístico y en la educación básica. Así que, durante la mayor parte de mi vida había estado considerando el arte en su concepción moderna. Tal como eran descritas las “bellas artes” en el siglo XIX: como algo producido por hombres habilidosos, con una cierta intencionalidad estética, buscando la belleza, o con actitudes moralizantes.

[...]El término <<bellas artes>> se incorporó al habla de los eruditos del siglo XVIII y siguió manteniéndose en el siglo siguiente. Se trataba de un término que tenía un campo bastante claro: Bateaux presentó una lista en la que incluía a cinco de las bellas artes -pintura, escultura, música, poesia y danza- añadiendo dos más que estaban relacionadas, la arquitectura y la elocuencia. Esta clasificación se aceptó a nivel universal, estableciéndose no sólo el concepto de las bellas artes, sino también el de su clasificación, el sistema de las bellas artes, que después de añadir la arquitectura y la elocuencia formaron un número de siete.3

Pero la fotografía no es más que el reflejo automático de un cierto instante y espacio. Me costaba concebirla como arte. Hasta cierto punto, podía pensarla como apoyo de un proyecto artístico más amplio: como esas series de fotografías tan impactantes de conflictos bélicos que pretenden llamar nuestra atención sobre las consecuencias de las guerras. Desde luego, nunca hubiese considerado una fotografía aislada como arte. Pero sí lo hubiese hecho con un cuadro aislado.
La falta de esfuerzo y pericia que se le presupone a la fotografía, el que se puedan tomar miles de fotografías en un solo día, la hacían parecer poca cosa.

[…]Nada sería menos característico de la sacrificada labor de un artista como Proust que la facilidad de la fotografía, que debe de ser la única actividad productora de obras de arte acreditadas en que basta un simple movimiento, una presión digital, para obtener una obra completa. Mientras los afanes proustianos presuponen que la realidad es distante, la fotografía implica un acceso instantáneo a lo real.”2

Si miramos una fotografía como una obra de la humanidad a lo largo de los últimos siglos: desde el desarrollo de los primeros daguerrotipos obtenidos a finales del siglo XIX, hasta las últimas cámaras digitales de la actualidad. Vemos que una fotografía no es algo tan sencillo, sino que condensa un conocimiento y una habilidad técnica que, junto con los usos e intereses que la humanidad ha puesto en ella, han dado como resultado las actuales cámaras fotográficas y el tipo de fotografía que conocemos hoy día.

En su obra “Historia de 6 ideas”, Tatarkiewicz ofrece una definición de arte que puede considerarse válida para lo que entendemos por arte en la época actual:

El arte es la reproducción de las cosas o la construcción de formas nuevas, o la expresión de experiencias - siempre y cuando el producto de esta reproducción, construcción y expresión puede deleitar o emocionar o conmocionar4

La definición que ofrece Tatarkiewicz es lo suficientemente genérica como para incluir la multiplicidad de técnicas, acciones, materiales, etc. con las que se produce arte hoy día. El cine y la fotografía caben también dentro del amplio concepto de arte que manejamos. Aunque, comúnmente, los empleemos como piezas documentales para apoyar nuestro relato (o el de las revistas, periódicos y telediarios) sin ninguna intención artística o estética, incluso como mera herramienta práctica o de entretenimiento.

Está claro que con la cámara podemos reproducir las cosas tal como eran en el instante en que se tomó la fotografía. Pero también es cierto que permite construir formas nuevas. Ahora estamos acostumbrados a las imágenes en color, con tiempos de exposición muy cortos, pero no son el único tipo de imágenes que podemos tomar con una cámara.
Por ejemplo, Joan Fontcuberta describe en su libro “El beso de Judas. Fotografía y verdad” el uso que hace Martí Llorens de la cámara estenopeica, un tipo de cámara rudimentaria que requiere muy largos tiempos de exposición (horas) para que la imagen quede grabada en el material fotosensible utilizado. De esta forma, consigue captar en una imagen instantes de tiempo superpuestos, instantes de tiempo muy largos. Por tanto, el tipo de fotografía capturada con un móvil, no se parecerá mucho a la que Martí Llorens pueda tomar con su cámara estenopeica.


Me costó bastante hacerme con el funcionamiento de mi cámara réflex. Ya no era tan sencillo como en las cámaras que había tenido anteriormente, en las que bastaba con pulsar un botón (aunque, realmente, mi cámara disponía de un modo “automático” que permitía tomar fotografías con unos resultados técnicamente buenos, vistosos e impactantes).
Con un artefacto de estos entre las manos, mi curiosidad fue creciendo. 

Es fácil informarse en revistas y foros de internet e ir descubriendo que puede utilizarse para realizar muy diferentes tipos de fotografía. Que se puede jugar con el zoom, con el tipo de objetivo (permitiendo seleccionar ángulos de visión más restringidos que el total del campo que tienes delante). Que se puede focalizar a distancias concretas (de forma que el resto de lo que no te interesa de la imagen quede difuminado). Puedes jugar con la velocidad de apertura (tiempo de exposición): para congelar el instante, o bien, dar cierta sensación de movimiento…
La tecnología disponible y las condiciones ambientales (luz, movimiento, distancia...) en que se toma la fotografía, permiten a los fotógrafos jugar con los ajustes de la máquina, para remarcar ciertos detalles, o dotar a la imagen de dramatismo, vitalidad, orden, belleza… Hay un amplio repertorio de posibilidades más allá del modo automático.

El repertorio de posibilidades es amplio pero, al final, en la cámara, lo único que queda es la luz ambiente recogida por el sensor. De forma que tenemos una versión minimizada de lo que podemos ver a simple vista. Después es necesario realizar un proceso que convierta la información almacenada en el sensor en una imagen representada sobre un papel o una pantalla: el revelado.

Lo que queda capturado en el sensor no tiene porqué ser necesariamente igual a lo que ve el ojo humano. El ojo humano capta un rango de colores muy amplio y puede focalizar diferentes profundidades de campo. Además, puede adaptarse a la cantidad de luz del entorno y sacar la información de las zonas más claras y también de las oscuras. Mientras que, en fotografía, en entornos con fuertes contrastes lumínicos, hay que sacrificar la luz o la sombra.
El revelado también permite jugar con la imagen: colores, texturas, contrastes… Y paliar algunas de las limitaciones de la luz capturada por el sensor, para obtener una imagen más acorde a lo que ve el ojo humano.

Partiendo de la realidad, pasando por los procesos de captura y revelado, se consigue una imagen coherente con el gusto del fotógrafo o apta para satisfacer ciertos fines: publicitarios, apoyar un relato, conseguir “me gusta” en una red social, etc.
Comparado con lo que se puede hacer con la pintura, puede considerarse ridículo y muy limitado. Pero resulta mucho más rápido y tiene ese halo de realidad de las imágenes fotográficas. Aunque esa realidad queda supeditada a las limitaciones técnicas y a la creatividad del fotógrafo.

Por tanto, vemos que la fotografía exige una cierta habilidad de los fotógrafos y también una intencionalidad: para captar la imagen con las herramientas y parámetros adecuados, los que mejor se ajusten a la idea o emoción que se quieran transmitir. 
 
Por aproximar más la fotografía a la idea renacentista de arte podemos, incluso, hablar de reglas y límites que no deben sobrepasarse para considerar una fotografía pura, canónica (no retocada) y que pueden encontrarse en las bases de diferentes concursos fotográficos. 

Y, desde luego, la fotografía puede reproducir todo tipo de objetos y experiencias, además de permitirnos la construcción de nuestra historia -personal o colectiva- en la que seleccionamos los momentos, objetos y personas que merecen la pena ser retratados. Nos permite también expresarnos y mostrar aquellos lugares que nos conmueven, aquellos detalles que se escapan en la oralidad, transmitir y contagiar emociones, denunciar injusticias... 
Así que, sí, la fotografía es una herramienta que nos permite un registro gráfico de la realidad, en ese sentido nos es útil. Pero tiene también una función estética y transformadora como expresión artística.


Fotografía pura: reflejo en el río Pelochejo de madre e hija sobre el Puente Viejo (Herrera del Duque) - Marzo de 2017


Referencias:
 
1 Joan Fontcuberta, El beso de Judas: Fotografía y verdad (Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 2015), cap. EL ARTE DE LA AMNESIA.

2 Susan Sontag, Sobre la fotografía (Madrid: Alfaguara, 2007), cap. El mundo de la imagen.

3 Wladyslaw Tatarkiewicz, Historia de seis ideas: arte, belleza, forma, creatividad, mímesis, experiencia estética (Madrid: Editorial Tecnos, 2001), 49.

4 Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, 67.

domingo, 12 de junio de 2016

Fotografía e irrealidad

Los paisajes sin intervención humana suelen ser bellos. En raras ocasiones se actúa para potenciar aquellas características que, por uno u otro motivo, resultan llamativas: entonces se crean parques y jardines, se plantan árboles y arranca monte bajo... Como fotógrafos en busca de lo bizarro: Llenar la escena de objetos sorprendentes, desenfocar el fondo, centrar la atención en el motivo principal, lo relevante...
La fotografía es mentirosa, nos cuenta solo una parte de la verdad, la que le es útil para ligar su relato.
Hubo un tiempo en que pensaba la imagen como lo real, mientras las palabras, la música o los dibujos eran solo ensoñación. Miraba con recelo a toda esa gente que fotografía cada momento, cada escenario -¿Por qué no lo disfrutas sin más? - Luego lo escribes, lo dibujas, lo cuentas, lo cantas, sueñas... (si es que tienes tiempo para ello)

Hace algo más de un año que me regalaron una cámara (cansados de observar mis tímidos fracasos en la escritura y el dibujo) Ciertamente resulto espeso, feo... siempre quiero contar demasiadas cosas, me apresuro, me cuesta contener la imaginación y mantener la atención. Como un cuadro de El Bosco, pero con tonos más grises, líneas astilladas, quebradas... Así que empecé a hacer fotografías, que se ajustan más a la realidad, a la objetiva realidad.
Entonces todos decían que me centraba mucho en los paisajes, plantas y animales. Que dejaba de lado el retrato... Y es que todos queremos vernos retratados: Parecer exóticos, juveniles, guapos, divertidos, interesantes, oscuros... Aquello que no ven las subjetivas realidades. Aquello que nos gustaría ser pero que las circunstancias, la opresión, no nos deja...

Así empecé a repetir los mismos patrones: demasiada información, saturación, color, sombras, contraste... Todo se retoca en el revelado, todo debe ajustarse a un fin: Publicitar, emocionar, afilar...
Aquello de real tenía poco. Y empecé a pensar que dentro de lo limitado de mis habilidades técnicas, tenía un estilo propio, un estilo que resultaba un tanto repulsivo, incomprensible.
Sería la introversión?: Que terminó por volverme ajeno a los demás...


Como la araña que teje su nido entre los pétalos rosas de la jara blanca... Con la firme paciencia de que algún apetitoso insecto se enrede entre sus telas. En el sofocante ambiente de irrealidad de un mediodía de Junio.


"Fotografiamos para preservar el andamiaje de nuestra mitología personal" - Fontcuberta, Joan - El beso de Judas. Fotografía y verdad

lunes, 25 de enero de 2016

Albert Plá y los medios. Los medios de opinión en la sociedad globalizada

Escuchaba la entrevista radiofónica que Crudo el Carnicero hacía a Albert Plá. Desde el comienzo Albert Plá resulta estúpido, tonto del culo, un engreído que parece pensar (con voz pequeña, como un susurro que se disipa): - La gente quiere saber de mí y está dispuesta a comerse los mocos que voy tirando con tal de que diga algo. - Un trabajo duro el del entrevistador.
Pero una vez que consigues digerir ese mal trago (porque el entrevistador te cae bien y te duele verle arrastrarse para arrancar cuatro palabras a ese individuo), Albert Plá te sigue cayendo mal. Te cae mal como entrevistado, aunque pueda gustarte como cantautor, actor, escritor...

En la radio, la televisión y los periódicos se espera que la gente hable de forma concisa, con un conocimiento profundo de la temática, pero siendo simple en el lenguaje, de tal forma que el espectador comprenda sin esfuerzo y atribuya una cierta erudición a los que lanzan su mensaje. Es una forma muy eficaz de hacerse oír ante un gran público.
Pero los medios ya tienen su discurso, sus temas de interés... su propio lenguaje. En general es lo "macro" lo  que interesa (la macro economía, la política, el fútbol,...). Porque son medios de masas, necesitan posicionarse, ser atractivos para cuanta mayor población mejor, porque su economía es de escala.  Y puesto que se esfuerzan tanto en hacernos llegar las noticias de estos ámbitos, todos debemos tener una opinión al respecto! Eso es lo que nos une a todos los occidentales: La economía, la política, los deportes (el fútbol)...

Las personas nos hacemos eco de las opiniones que locutores, comentaristas, tertulianos, etc. hacen de los diferentes acontecimientos. Juzgamos a los demás por su posicionamiento respecto a esos temas de dominio público. Así que, nadie habla ni escucha, sólo nos lanzamos a la cara opiniones y datos, luchando las batallas de otros. El asedio de información es tal que no podemos pararnos a procesarla y nos guiamos por las simpatías, o los intereses.

Es la mentira de la democracia: creemos que nuestra opinión cuenta, pero lo cierto es que no participamos en política, que queda en manos de profesionales (aunque cualquiera pueda profesionalizarse como político). La democracia representativa que vivimos podría pensarse como un mecanismo de defensa para no legitimar regímenes autoritarios. Pero no hacemos política, no hay una voluntad del pueblo que quede plasmada en un plan de acción.

Así que, cuando sale el Albert Plá a relucir, lo hace desde su particular interpretación de la realidad, saltándose todas las convenciones que han ido sedimentando los medios a base de imágenes y discursos repetitivos. Es realmente difícil vivir al margen de los medios, así que la forma de ser crítico con ellos es forjar una opinión que resulte una barbaridad, una provocación. Sólo así parecemos reaccionar y darnos cuenta de que todo lo que se nos da por sentado, no son más que visiones parciales, hiladas con argumentos utilitaristas e interesados. Otras  veces son sólo miedos (y su respuesta violenta) disfrazados de necesidad, seriedad o responsabilidad...

Albert Plà es un artista, alguien que crea su propia representación del mundo y la transmite con un lenguaje provocador, onírico, más allá de la razón utilitarista. Cuando participamos de su manifestación artística, o de su pose ante los medios, nos asalta el vértigo, porque todo lo que damos por seguro se tambalea: la idea de que lo humano es susceptible de elección y cambio nos golpea en el plano de lo consciente.
Así, el artista, asume el rol del hermeneuta que explora otros caminos posibles, abandonados o simplemente ignorados, y nos los presenta de tal forma que captan nuestro interés, nos conmueven y maravillan.

La historia está llena de ejemplos de comportamientos que, aún siendo avalados por una razón instrumental, resultan perjudiciales para el conjunto de la humanidad. Hay diversas formas de denunciar o poner de manifiesto esas tendencias anti-humanas, por ejemplo buscando respuestas en nuestro interior, o metiéndonos en la piel del otro (de otro tiempo, lugar)... El arte es una forma rápida y eficaz, siempre alerta para denunciar falacias, pero también tenemos la filosofía, la ciencia...

[...] los deseos ilustrados hay que plasmarlos en la realidad social y humana, a lo que se oponen los poderes reales de la sociedad. Es que en realidad el ser humano ilustrado es un empresario capaz de firmar contratos, pero la mayor parte de los humanos sólo son fuerza de trabajo mecanizada, que a medida que trabajan más entregan su trabajo futuro a los empresarios, que llegarán a disponer de toda la vida de esa población en la forma de dinero. [...]

[...] los destinos de todos los pueblos se unen, aunque sea bajo el dominio del nuevo modo de pensar occidental, que no es sino dominio político por la fuerza de las armas que, por supuesto, representan la aplicación de aquella misma ciencia tecnificada. La globalización de la especie fue resultado de la pura facticidad violenta del dominio político. El colonialismo, del mismo modo que la escisión interna de la sociedad, es fruto de la ausencia de razón en la sociedad, de la ausencia de un logos compartido.[...]

Pedazos extraídos del libro "Antropología filosófica I. De la antropología científica a la filosófica" - Javier San Martín Sala.

jueves, 27 de marzo de 2014

La pizarra negra y los limites del lenguaje

Hemos pintado de negro una pared de la cocina. Con pintura no porosa, que permite escribir con tiza y borrar, como si fuera una pizarra de las que se usaban en los colegios.
Y, claro, estamos en la era digital... todos escribimos en el ordenador, el teléfono... Usamos una serie de caracteres que están ahí, almacenados, y los combinamos a nuestro antojo. Buscamos imágenes, emoticonos,...
Estamos digitalizados! No hay una progresión entre la "a" y la "b": o lo uno, o lo otro.
Yo quería escribir en la pizarra, pintar algo... pero no tenía los caracteres, ni las imágenes. Así que me he sentido indefenso, torpe... cercenada mi imaginación... con trazo débil, inseguro, retorcido... como un bebé.

Con el teclado todo es más claro. Frases cortas y directas: para que el usuario no se espante. Y, si es en otro idioma -no nativo-, no te enredes, usa el "uno dos", nada de florituras o frases rimbombantes. Así que, además de digitalizados, estamos simplificados, esquematizados. Porque hay tanta información y tantos datos que para abarcarlo todo hemos de hacerlo en diagonal, rápido y por encima. Ya lo maduraremos luego... si eso...

La pizarra negra, la tiza blanca... es tan relajante... pintar lo que quieras: Caracteres, animales, trazos, puntos, ideas, falos, pezones, espirales... Como una noche de setas y alucinaciones...


... Como esas mañanas en que despiertas con la sensación de haber soñado. Te debates entre el esfuerzo de recordar o espabilar para comenzar el día... Están ahí, una serie de emociones e imágenes inconexas con las que es imposible construir un relato. Y se pierden... en la avalancha de cosas por hacer del trabajo diario.

Si, a escala individual, la pizarra es el espacio donde dar rienda suelta a tu imaginación -en formato analógico-. A escala de grupo, los mass-media son el contrapunto digital: ponen en el tablero de juego los temas, las formas, la estética... Que parecen siempre los mismos. Y, claro, si siempre hablas de lo mismo, construyes tu lenguaje en torno a "eso" mismo, y sólo puedes hablar de "eso", y si hablas de otra cosa lo haces como si fuera de "eso". Así que hay que hacer denostados esfuerzos por buscar fuentes lo más diversas posibles, no sólo de información, sino también de lenguaje -en sentido extenso-: Con sus mitos, creencias, métodos y razones. Que permitan abarcar la mayor cantidad posible de realidad, sin cercenarla. Sin dejar en el olvido lo que no se puede ligar en un relato utilizando el lenguaje parcial y dirigido que los grupos de poder nos imponen como masa.

La pizarra era para que pintara nuestra hija...
Ahora la utilizan todos los niños que llevamos dentro...
Lo que ha quedado de ellos.

sábado, 28 de enero de 2012

La tercera cultura, la lucha entre: “ciencias” Vs “letras”. Y la tecnología

Después de leer un poco acerca de esta “tercera cultura”, le queda a uno la impresión de que no es más que el campo donde dirimen sus batallas los tradicionales dos ámbitos de las “letras”/“humanidades” y los “números”/“ciencias”.
Los dos luchan por alzarse con el reconocimiento de la sociedad como el valor más alto de la cultura. Todos quieren participar en el proceso de divulgación popular y, por supuesto, quieren que su área sea la más relevante.

Hubo un tiempo en que esta separación no existía, todo era Ciencia, saber, conocimiento acerca del Mundo. Con la invención de la escritura, el saber podía almacenarse y guardarse, con lo que este se ha ido incrementando generación tras generación, a lo largo de cientos de años. Y claro, ahora es imposible saberlo todo de todo, así que bajo el paradigma de “divide y vencerás”, las distintas ramas del conocimiento se han ido separando e independizando unas de otras. Hasta llegar a la situación actual, donde podemos distinguir dos grandes bloques: Las ciencias que versan sobre el mundo físico (lo que es así y no puede ser de otra manera) y las letras que lo hacen sobre la producción humana (lo elegible).
Los científicos reprochan a los humanistas el haberse apropiado durante siglos de la palabra “intelectual”, de tal manera que un científico no podía considerarse “culto” por no conocer a los clásicos: Aristóteles, Shakespeare, Cervantes... En cambio, un humanista podía considerarse muy culto sin tener ni idea de conceptos matemáticos.
Desde la otra perspectiva, los humanistas podrían reprochar a los científicos el haberse apropiado de la palabra “Ciencia”, de forma que su conocimiento no sería un conocimiento verdadero, porque no versa sobre el mundo físico, sino sobre productos del desarrollo humano en sociedad. Pero la literatura, la política, la antropología, la historia... hablan de la realidad, pasada o futura y, quizá, la única diferencia radica en la sistematización y precisión que se puede alcanzar en el ámbito de las humanidades y el de las ciencias.

El término de “la tercera cultura” fue acuñado por Charles Percy Snow. En su última obra al respecto vaticinaba el surgimiento de una tercera cultura que dialogaría con las otras dos... Pero esto no ocurrió. Y, en un efecto acción-reacción, lo que ha ocurrido es que desde el ámbito científico ha comenzado una labor divulgadora, de manera que, hoy día, podría decirse que el reconocimiento social es para el ámbito de la ciencia en detrimento de los humanistas. Así, numerosos científicos escriben libros para el público general con una amplia aceptación.

Uno no puede dejar de ver tintes materialistas en esta inversión de las tornas, que tampoco creo que sea tal. Más bien, lo que a ocurrido es que a partir de la revolución industrial, con la fabricación en serie, se han ido incorporado al hogar cada vez más complicados aparatos tecnológicos (coches, lavadoras, ordenadores, móviles...). Y estos nuevos aparatos no sólo han sido incorporados para satisfacer necesidades, sino que invaden además nuestro tiempo de ocio. Al ser productos de comercio mundial tienen enormes repercusiones en la economía y todos los inversores quieren estar al corriente de los diferentes avances en ciencia y tecnología. Creo que estos dos factores: la incorporación de la alta tecnología al hogar y la repercusión económica, son fundamentales en la revalorización de la cultura de las ciencias.

¿Qué valor puede tener la literatura frente a una película de ciencia-ficción 3D y 7 canales de audio envolvente? Porque en el cine y las demás artes también puede percibirse este interés creciente por las ciencias.

Por tanto, la profecía de Snow no se cumplió y los intelectuales de “letras” se han convertido en seres improductivos que se dedican a tareas de lo más freak. Sin embargo, las humanidades y la tecnología no son tan diferentes: ambas tienen como objeto de estudio alguna producción humana. En algún momento de la historia la tecnología dejó de ser meramente una herramienta de producción, de arte o de guerra y pasó al servicio de la ciencia, que la revistió con su halo de necesidad. Con lo que parece que la tecnología es así y no puede ser de otra manera, es la mejor posible. Cuando, realmente, es fruto de las elecciones humanas, de lo que han decidido investigar, conocer, de lo que se podía vender, lo que podía curar o lo que podía matar. Más tarde, la tecnología se incorporó al hogar, al ocio, y dejó de ser un medio para convertirse en un fin, la tecnología por la tecnología.

En el mundo del arte es reconocido que con el Impresionismo hubo una ruptura en lo que había sido la representación de la realidad, la “mímesis”. Quizá, en el mundo de la tecnología, ocurrió algo similar con la Revolución Industrial (curiosamente en la misma época), la producción en serie y los mercados globales. Fijando el concepto de progreso como desarrollo tecnológico y crecimiento económico. Obviamente las rupturas no son nunca tales, son siempre un proceso. Y tampoco ocurren rupturas de forma aleatoria, sino que suele haber fuertes interdependencias entre las diferentes áreas en las que, de forma artificiosa, los humanos hemos dividido el conocimiento. En este sentido, me parece que la tecnología y sus estudiosos, los ingenieros, podrían jugar un importante papel llenando el vacío entre el campo de las ciencias y las letras. Haciendo de mediadores e integradores, quizá construyendo esa tercera cultura de la que hablaba Snow, siempre y cuando consigamos vencer el prejuicio de las humanidades como algo improductivo y fuera de la realidad.
Algunos ya han dado este paso como Thomas Khun con su teoría de los “cambios de paradigma científico”. Un cambio de este tipo está enmarcado dentro de un contexto social e histórico y no puede ocurrir de forma abrupta por muy científicas que sean las pruebas.

Vivimos en una sociedad altamente especializada y, aún los que hemos dedicado muchos años a estudiar, tenemos enormes carencias en todo lo que se sale de nuestro ámbito. Aceptar esto es duro, así que preferimos refugiarnos en lo nuestro, que siempre es lo más difícil y mejor, restamos importancia a lo demás, incluso lo negamos:
«Soy una persona culta», se dicen, «y no puedo encontrarle sentido a esto. Por lo tanto tiene que ser absurdo.» - Paul Davies

Yo, lo único que he aprendido en estos años es que todo es susceptible de aprehenderse, que la dificultad la ponen la falta de tiempo, de información y de voluntad. Decir que lo que otros han hecho o piensan es absurdo, que no tiene sentido, que está mal... es la solución fácil. Echar por tierra el trabajo de los demás para que el propio cobre protagonismo es sólo un ejercicio de soberbia.


Claro que: yo soy de los que procuran no hacer nunca lo que deben y lo contrario de lo que le dicen.

viernes, 15 de abril de 2011

Goyas 2011

Ya he visto tres de las películas con más nominaciones a los Goya 2011. No ha sido así, de golpe, una detrás de otra, sino de forma esporádica, casi espontánea y por diferentes medios, alquiler en el videoclub, cine, descarga con amule.


Desde luego, para mí, la mejor ha sido “Balada triste de trompeta”, consolidando a Alex de la Iglesia como el “Tarantino español”. El comienzo es apoteósico, con una batalla al más puro estilo “300” pero con un trasfondo y final mucho más mundano, menos heroico. Además, la película está llena de referencias socioculturales que forman parte del imaginario colectivo de la sociedad española. Referencias fruto de la globalización, la sociedad de la información, migraciones, movimientos culturales, etc. y que han ido dejando su poso en el territorio nacional. La acción transcurre en el contexto de la guerra civil y la transición (tema recurrente de nuestro cine), en el ámbito del circo (las artes escénicas), casi a modo de homenaje a este sector tan reducido de la sociedad, lo que contribuye aún más a la imagen grotesca que deja la película en el espectador. Este aspecto grotesco, la sangre corriendo a borbotones, violencia, “frikis”... hace que no sea una película muy “académica”, pero desde luego no deja indiferente, muy en la línea de “El día de la Bestia”, muy iconoclasta.


“También la lluvia” es otro tipo de película, con tintes de documental pero manteniéndose claramente en la línea del cine narrativo. La acción transcurre en Bolivia y, aunque de forma indirecta, se mueve entre dos contextos históricos: el actual y, el de conquista y sometimiento de los pueblos sudamericanos por el reino de Castilla. Plantea reflexiones muy interesantes sobre el descubrimiento y la conquista del “Nuevo Mundo”, la propiedad del agua, las relaciones de las grandes multinacionales con los países en vías de desarrollo, la escasa implantación de los derechos humanos, corrupción, desigualdad... No sólo muestra la existencia de estos problemas, sino que plantea la contradicción y los conflictos morales que la existencia de esta dicotomía entre primer y tercer mundo supone a un grupo de occidentales de corte progresista (otra vez pertenecen al mundo de las artes escénicas, el cine). El tipo de película que le hace a uno sentirse impotente e incómodo por permitir la injusticia, siempre que esté lo suficientemente lejos como para no verla directamente.



Por último “Pa Negre”, por supuesto la vi en catalá, con subtítulos en espanyol. Transcurre también en el período de la guerra civil y la posguerra, en la Catalunya de interior, en el ámbito rural, donde los caciques burgueses hacen y deshacen a su antojo. Es una película “correcta”, la imagen y la fotografía están bien, la historia te mantiene más o menos expectante, “enganchado”. Quizá lo más destacable, desconcertante, es la manera de tratar el aspecto cruel y violento de la naturaleza humana. Y, cómo ese ser “maligno” que todos llevamos dentro, ya existe desde la infancia. Si bien los motivos que llevan a liberarlo son distintos en la edad adulta (por dinero, necesidad, venganza..), mientras que en la infancia resulta más arbitrario. Este es un tema recurrente en las obras de Agustí Villaronga, al menos en las que he visto.

domingo, 18 de enero de 2009

Bagatela, La Voluntad, paisaje

Bagatela
- ¡No! No estoy totalmente de acuerdo. La obra del artista puede ser brillante y sutil en sus connotaciones emotivas. Sin embargo, la persona, sea probablemente un necio, volátil, carente de voluntad, egocéntrico y banal.
- ¡Pero lo mismo se puede decir del ingeniero o del sabio! Que aunque brillantes en sus deducciones y habilidades, pueden carecer de todo sentido de la sociedad y la comunicación con el resto de sus congéneres.
- Y sin embargo, los políticos no dejan de ser corruptos, mentirosos e intérpretes de leyes y teorías elaboradas por otros, como bagatelas resultado de su aburrimiento y falta de contacto con la sociedad que les rodea.
- La imagen es lo único real, el futuro no existe y el pasado se destruye en el momento presente. Fuera de la imagen todo es sueño: Las teorías, los teoremas, las creencias… todas se derrumban con el paso del tiempo. Luego surgen otras, nuevas y mejores, que dicen ser espejo fiel de la realidad. Pero un ligero cambio en las condiciones de contorno y el andamiaje se viene abajo.
Sí, amigo. El Hombre es un iluso que además disfruta creando y dando rienda a sus complicadas fantasías. La imagen, lo real, el ahora, no le gustan y proyecta su conciencia hacia el futuro, hacia el interior, hacia el ideal.
- Pero estás hablando del Hombre fuera de la miseria, del hombre ocioso, en estado de bonanza. ¿Qué hay del pobre, del miserable?
- Esos no son más que alimañas: fuera de toda ética y moral, guiados por estómagos vacíos, por instintos… y en la mejor de las ocasiones: por las emociones dictadas por su cerebro falto de alimento.
- ¿Acaso el Hombre no es un animal gregario, un ser social?
- ¡Sí! Si que lo es, pero sólo dentro de la utilidad, una vez satisfechas sus necesidades animales, todo se vuelve Ego y no existe otro fin que incrementar las libertades individuales, vivir para uno mismo.

La Voluntad (de Azorín)
Uno de los pocos libros que he releído y que seguramente volveré a leer. No es un tratado de filosofía, ni una novela?, ni poesía… y sin embargo es todas esas cosas.
Uno siente añoranza de paisajes que nunca ha visto y compasión por personajes que no ha conocido. Las ideas están ahí, para darle la emoción y la complejidad que toda obra necesita para ser entretenida, bella, sutil…

Paisaje
Aquí, en Barcelona, resulta difícil ambientarse en paisajes castellanos, el clima de costa es muy distinto. El sol brilla con otra luz: más intensa, casi dañina, aséptica. Y el cielo parece que esté mucho más bajo, siempre con extrañas nubes, como rebaños dispersos… y la bruma que emborrona el horizonte. De repente pueden surgir oscuros y eléctricos nubarrones, que uno nunca sabe de dónde vienen, como fantasmagóricos navíos surgidos de los confines de un paisaje siempre difuso. Y es que los vientos, campan a sus anchas por la superficie pulida del mar. Mientras las olas, como incansables lenguas de gato, arrastran la arena al lugar donde golpean con cabezonería las barreras con las que el hombre intenta someter la Naturaleza a su voluntad.

domingo, 29 de octubre de 2006

¡No podéis encadenar a un animal salvaje!


Resulta que mis artistas preferidos podrían perfectamente ser personas al límite de la esquizofrenia. Pudiera ser que yo no fuese tan inteligente como me atribuyo, que sólo estuviese al borde de la locura, que me refugiase en mis fantasías y extrañas ideas, sólo para compensar el miedo y la tensión que me producen las relaciones cercanas.

Inadaptado, una antena de 100 ohmios, enchufada a una línea de 50. Todo se disipa en mí, albergo una enorme cantidad de potencia que no va a ningún lugar. Me resulta difícil traducir a alguna técnica expresiva las quimeras producto de mi mente enferma.

Soy mi propia obra, un artista de lo inconcebible. Un ingeniero de proyectos absurdos.
¿Cómo explicar si no esta relación de amor-odio con las drogas? ¿Cómo, si no es para huir de mí y de lo que me rodea?
¿Y el Amor? Si no tengo Amor no tengo nada. Si no tengo Amor sólo soy un bote de conservas vacío. Y aún teniendo Amor, quedan huecos que tapar con otros sentimientos y aficiones. Amor con sexo, la perfecta adaptación, para radiar al medio lo mejor de los seres humanos.
¡QUE NADIE ME PIDA!
Que nadie me pida que difunda las bondades de mi carrera. Que nadie me pida que enaltezca a aquellos profesores que creen ser mejores cuando suspenden al mayor porcentaje de gente! Que no piensen que soy partidario de un sistema de enseñanza ineficiente, que sólo entrena para tener un ojete más abierto, por donde penetren todo tipo de explotaciones mercantiles. Que nadie piense que defiendo teorías fascistas o Darwinistas en lo que a educación se refiere.

Si la pregunta es, si soy feliz? Me veré obligado a responder que la mayor parte del tiempo lo soy. Pero a menudo me enferman las injusticias y desigualdades de este mundo que tan mal hemos modelado. Si Dios hubiese existido no nos habría puesto en el planeta para destruir su obra. Somos los dueños de la creación pero no tenemos ni puta idea de nada.
Asisto como observador impasible a la degradación del hombre por el hombre, y esa es la única fuente de dolor que mina mi felicidad.
Me gusta la canción protesta, los textos subversivos, las películas oníricas, la gente que habla sin miedo a equivocarse pero consciente de su falibilidad.
Odio a los que mienten, a los que se sienten superiores y desprecian lo que no comprenden, a los oradores, publicistas, políticos, a todo aquel parásito que trata de elevarse aplastando a la masa informe, apoyándose en la población media, o en cualquiera que caiga bajo su pie.
Prefiero estar ocupado, desarrollar actividades que me hacen feliz, actividades productivas, al menos para mí. Crear, escribir palabras bonitas, dibujar, leer, aprender, investigar, hacer deporte... A veces me sorprendo malgastando mi tiempo en formas autodestructivas, pero es que aún no he aprendido a controlar del todo la ociosidad.
Ya no hago apología de las drogas, pero hay momentos en que uno necesita su pequeña dosis de muerte.
Y todas mis ensoñaciones consisten en echarme al monte, aullar en noches despejadas, a la luna llena, sobre una roca junto a una charca al borde de un viejo hayedo, vagar por montañas donde nunca haya pisado el hombre. Olisquear el culo a mi amada y montarla por detrás, criar una camada de lobos hombres que sólo cacen por necesidad.

viernes, 22 de septiembre de 2006

Toros?


Me gustan los toros, me gusta cuando pastan libres en el campo y cuando se desangran llenos de rabia en el ruedo. Los toreros, los buenos toreros y los banderilleros, artistas que se enfrentan al miedo, que ignoran el peligro, se entregan a su tarea.
El oficio del matador. Sangre, miedo, crueldad, habilidad, estética, tradición, superstición, técnica, arena, calor ...

¿Qué se puede hacer cuando un animal de 500 kg. de peso se lanza hacia ti, herido, lleno de ira? ¿Qué vas a hacer sino correr? Correr en línea recta, presa del pánico, buscando la barrera.

Yo no puedo ser torero, yo no valgo para matar toros, igual que no valgo para hacer cine. Son cosas que se llevan dentro, es la impotencia escupida en actos bellos y crueles.

Los picadores no me gustan. ¡Cómo se atreven a humillar así al pobre caballo! ¡Qué se les subiesen encima! Y pinchar al toro desde la seguridad que da la altura de una buena montura. Yo me alegro cuando caen al ruedo, desde luego son los malos de la puesta en escena. Un Sanchopanza mezquino, apuñalador de espaldas, haciendo de Don Quijote con su lanza. Y mientras tanto Rocinante que no se entera de nada.

Es un juego cruel, como el mundo en que vivimos. Cruel y mortal.

Un chaval joven, lanzándose con furia a la grupa de ese gran animal lleno de sangre y cuernos, con su espadita de esgrima. ¿Qué se siente al terminar con la vida de un animal con el que has estado interpretando un baile de muerte?

La tauromaquia es España, pero no sólo eso, es la naturaleza humana, disfrazada con los colores de la Fiesta Nacional.

No quiero que prohíban los toros, ni las peleas de gallos, ni el tabaco, ni la marihuana ...
Las peleas de perros no me gustan, pero sí el boxeo, así de arbitraria es la irracionalidad.

Yo no quiero esta mierda de democracia que nos hace a todos iguales, que pisotea y extermina cualquier disconformidad y criminaliza a las minorías.
Humanizar a los animales, deshumanizar a los hombres pobres. Este es un planeta basurero, donde unos cuantos marcan el ritmo y todos somos responsables y esclavos de nosotros mismos.
... “el poder de los pueblos sobre sí mismos” de que se habla, no es el gobierno de cada uno por sí, sino el gobierno de cada uno por los demás...


Nos hemos encabezonado en que el poder emane del pueblo, y nos sometemos a nuestra propia tiranía, quizá deberíamos poner más esfuerzos en limitar el poder de los gobiernos. O limitar el poder sin más.

Y si matar toros es de pueblos incultos y bárbaros, también lo es limitar las libertades de un colectivo por el antojo del 51%.