jueves, 26 de febrero de 2015

Killed Winter

Era una tarde cojonuda, de finales de invierno.
Los niños jugaban, se mofaban, y tiraban piedras...
Los padres bebían embrutecidos.
Las mujeres, en sus batallas de apariencias y composturas.
La Naturaleza vestida de tenues olores, modestos colores...
observaba impávida.


Y la noche se tiñó de rojo. 
De pesadillas y heridas.

Orquestas de perros batiendo mandíbulas.
Las ovejas balando de miedo...
- ¡Regeneración! - Gritaban.

Mientras, pajarillos entumecidos ensayaban 
la alegre canción de un nuevo día.
Sobre jaras pringosas y encinas carcomidas.

martes, 20 de enero de 2015

Nietzsche y la música

Dice Nietzsche: La música buena es aquella que potencia la vida, la que surge del deseo de vivir, de la Voluntad, de manifestarse hacia afuera,...
Y pienso en grandes temazos como: El de "Caballo maldito", de Queco; la de "Heroína", de Los Calis... En general todos esos temas "gitanos" relacionados con el mundo de la droga. Donde las letras son bastante enfermas y, aparentemente, surgidas de un espíritu débil. Pero al escuchar con detenimiento, surge la contradicción: La letra no concuerda con la melodía, el ritmo... y estos últimos, sí que manifiestan vitalidad! Así que ese contraste con un relato moribundo contribuye a ensalzar el tema.

Hoy día, hay tantos tipos de música, tanta fusión con otras artes... Pero si nos centramos en la música en sí (notas que se suceden unas a otras), no al servicio de una escena (película, videoclip,...) o una letra. Entonces, Nietzsche tenía razón.

Pues ya está! Ya tenemos un criterio para decidir qué música es buena y cuál  mala.
Afortunadamente, hay muchos más criterios para clasificarla: La que me gusta, la que me pone los pelos de punta, la que habla de temas que me  interesan, la bailable, la de relax...
Algunos de estos criterios son meramente circunstanciales, por ejemplo: La conexión con mi estado emocional, en un momento concreto... Pero claro, lo circunstancial no puede alzarse en criterio para defender cierta calidad ante determinado grupo de personas, con emociones y pasiones en continuo fluir. Lo bueno, debe serlo universal y atemporalmente! no una moda. Una vida entera debe haberlo atravesado, al modo aristotélico de felicidad.

Está la música de clases o grupos sociales: Los que triunfan, los que se divierten, los que fracasan, los revolucionarios, folckloristas, rockeros, punks, hipsters...
También hay quienes, cuando pasa la época del amor, se olvidan de la música... y de toda diversión :-(

La música cutre y la que requiere un gran despliegue de medios (instrumentos, voces, arreglos,...)

Así que, como producto cultural, es reflejo de nuestra sociedad occidental: Una sociedad globalizada, con un pensamiento general dominante (democracia cristiana: pop complaciente) y un montón de estilos alternativos que buscan también su momento de gloria.

¿Hay música para niños?: Notas sencillas y colores brillantes... la psicodelia. Pero la psicodelia es muy de adultos, los que moralmente (que no legalmente) pueden usar las drogas. "Viajes" que abren la mente y nos liberan de toda coerción impuesta por la vida en sociedad.
Los dibujos y películas para niños constituyen un asombroso despliegue de imaginación: No hay reglas, ni leyes...
También reflejan nuestras contradicciones sociales: En la moralidad mojigata de no palabrotas, no sexo, no drogas... Todas esas cosas que parecen de mal gusto en nuestros hijos, y que se mueven en el ámbito de lo oculto, lo pudoroso.
Así que, la música para niños no se toma en serio. Porque la hacen los adultos que deben cercenar la parte del vicio... adultos sin autenticidad, que representan un papel. En eso se parece a las complacientes melodías  de masas, las de los anuncios...
Afortunadamente, la música, no tiene letras ni imágenes y, en los niños, a menudo, se usa como herramienta para potenciar las emociones que más nos interesan en cada momento: relajación, alegría, ansiedad, deseos de comprar...


La música es una mujer, que busca la vida... También los machos lo hacen, pero es siempre algo más rápido, directo, violento, sin tintes de sostenibilidad...
En la música no parecen estar tan diferenciados los roles femenino y masculino: Hay mucha ambigüedad, mucha transgresión. Apenas vinculada a nuestras categorías conceptuales: los músicos, como el resto de artistas, gozan de esa libertad que les permite plasmar lo que las obreras no tienen tiempo ni de pergeñar.

La música es también una industria... pero no es de eso de lo que se habla aquí, sino de la música en sí, y no de los medios (capitalistas, estatales, divulgativos...) empleados para su producción.

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Aquella canción le transportaba a su adolescencia. No porque fuese un tema pueril, sólo fue en esa etapa turbulenta que tropezaron...
Le avergonzaba reconocer que adoraba la letra, el estribillo: Había sido versionada en mil ocasiones, y su preferida seguía siendo... la de sus recuerdos. Aunque... bien mirado... no recordaba qué versión fue la que escuchó primero... pero recordaba la puesta en escena de la banda... era lo suficientemente clásica como para parecer antigua... antes del punk, incluso. Pero el remake más cañero también le revolvía las entrañas a la vez que sacudía la melena -¡Joder!- Había crecido con esa puta canción y no recordaba los detalles, sólo una nebulosa de emociones bien intensas.

Como la lista de canciones del pasado Otoño, canciones tontas: de aquí y de allá... Canciones que abren nuevas vías y agotan otras:


jueves, 20 de noviembre de 2014

La mentira de sal

Esta semana ha sido ajetreada:

El Lunes tuve que viajar a Barcelona. En el Ave todos íbamos por lo mismo: Trabajo, muy específico, tanto que nadie lo entiende fuera de su ámbito... demasiado estrecho.
Los que hablaban con su compañero -o por teléfono- lo hacían con voz autoritaria... todos sabían lo que tenían que hacer (ellos mismos  y el resto de la humanidad). Como esos amigos o familiares que se alzan en jueces morales y nos recriminan lo que está mal.
Por la ventanilla corría el paisaje: con campos de cultivo, ganado y páramos abandonados... Todo iba quedando atrás... excepto nosotros que, a 300 KM/h, no podíamos parar. Como los libros de historia, donde se suceden reyes y gobernantes a ritmos vertiginosos, mientras los agricultores cultivan y los pastores pastorean.

El Viernes, de ocio a Córdoba. Visitamos la Mezquita, una amalgama de culturas sobreponiéndose una a la otra. Y por encima de todas ellas, la clase turista... desde todas las partes del mundo desarrollado.

Así que el Domingo, de vuelta a casa, después de tantas sacudidas, cansados y con demasiadas imágenes y sensaciones en la cabeza: trabajo, transporte, velocidad, turismo, culturas,... Todo parecía ilusorio, irreal: todo en viene y va. Nada perdura, como una mentira que acaba dando paso a otra, en un acelerado fluir, hacia la Nada?

No es de extrañar que Platón buscara la esencia, lo verdadero. Más allá de lo "real", de lo que perciben nuestros sentidos. Y se recreara en ese mundo estático de las ideas, lleno de paz y por el que es posible viajar sin cambiar de lugar (en una especie de psicodelia sin alucinógenos).
Después, el Cristianismo, alcanzó un gran éxito reciclando esas ideas, negando la Naturaleza cambiante y colocando al hombre por encima de la creación. Con un objetivo claro: Eliminar la vida, para llegar a ese Mundo ficticio lleno de entes bellos, vírgenes y alados (en una especie de enajenada carrera hacia el precipicio). Nada de estudio o reflexión. Sólo sometimiento a normas morales enfermizas. Y como paliativo: el arrepentimiento.
En el proceso, fuimos permisivos con las drogas que más atentan contra la vida y la imaginación: Tabaco, alcohol... quemar la vida, avergonzarse, dolor...
Así que, al pensar en cultura occidental, a uno le asalta el frío, la línea recta, los grises, el sacrificio, la culpa, migrañas, represión, perversión... y la doble moral: la de la Naturaleza y la de los libros, los panfletos.

No es solo en la religión o las drogas que toleramos. Esa misma estructura (ideal != real = malestar)  es una constante cultural. La reproducimos en nuestro día a día: Un cielo de ocio, consumo de fin de semana y escapadas a paraísos efímeros, vacíos. Sobre el tapiz de 40 horas, 5 días semanales, de represión y sometimiento. El ideal indiscutible de las clases medio/altas, frente a su realidad obrera, enajenada: Stress, depresión, trastornos de la personalidad, tics, doble moral...

La Naturaleza no cuadra con nuestro ideal cultural. Este desprecia la autonomía de aquella y dedica enormes esfuerzos a someterla, reinventarla, simplificarla... destruirla. Una historia de violencia...

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Ensimismado en el dedo gordo que asomaba por el calcetín roto... No parecía necesario tanto sufrimiento. - Si está roto, está roto. Y ya está! No voy a comprar otro -. En la vida hay muchas cosas bellas, crueles, de todos los colores... y es cierto que también resulta agradable fantasear, crear... Pero querer hacer de la fantasía una realidad... creer en fantasmas, Dioses, la Democracia, el Dinero... es infantil y arrastra al dolor y la insatisfacción... Como este calcetín roto que deja los dedos fríos...

En el televisor comenzaba "El escarabajo verde", hablaban de una empresa en Sallent, que extrae no sé qué porquería del suelo, para fabricar potasa. Las impurezas, lo que no vale, lo van acumulando. Y a lo largo de los años han creado una gran montaña... Una montaña de sal (porque la impureza es sal). El presentador y un representante de la compañía están subidos en esa gran mentira de sal... No lo hacen porque quieran un mundo mejor -o todo lo contrario-. Es por un sal-ario que vendemos nuestra alma y el bien vivir al Dios del sacrificio, por la promesa de un cielo que ya está ocupado por unos pocos y, al que bien mirado, ni deseamos, ni nos interesa entrar.


martes, 26 de agosto de 2014

retorcidas

Aquí, en el pueblo, hay una Dehesa de Encinas centenarias. Contorsionistas en formas inverosímiles. Pasear por ella es toda una experiencia -pasear entre árboles maduros siempre lo es-. Cierta atmósfera de magia e incredulidad te atrapa: ¿Cómo son posibles en un suelo tan agreste? ¿Cómo sobreviven a podas salvajes, heridas de muerte...? Retorcidas de dolor, y aún así, proyectándolo en apacible sombra y abundantes bellotas.


Sí, la Naturaleza es irregular... y generosa. Dedicamos tremendos esfuerzos para someterla a la línea recta, a nuestros esquemas simplistas y ritmo acelerado. Siempre con resultados erróneos, con acciones violentas y reacciones tardías.

Así que acabamos implorando a Dios. Porque no puede ser que la Naturaleza se nos escape de las manos. Debe haber algo superior, algo como nosotros... pero más grande y misterioso. Una invención que sirva para todo: que perdone al poderoso y que llene de esperanza al pobre... Ardua tarea la de los teólogos. Uno ya no sabe si la tendencia a ser gobernados es fruto de siglos de entrenamiento o un gen social que nos condiciona como hormigas: ser reinas o esclavos.

Con todas las historias que forman parte del imaginario occidental y toda nuestra ciencia: ¿Cómo es posible que ese cuento de negación de lo humano y lo natural siga teniendo quien lo tome en serio?

Así que, el catolicismo, nos somete a la tiranía de la fe, nos corta las ramas y nos retuerce como las encinas de estas dehesas. Pero en lugar de sombra, proyectamos odio: hacia la tierra agreste, que arañamos y exprimimos con violencia en busca de frutos exóticos, dinero... En constante lucha por un porvenir ilusorio, irreal, de muerte ¿Es por eso que se dice que el catolicismo es una religión nihilista? Promete un cielo que solo es posible alcanzar tras consumir la vida. Riquezas que solo llegan tras la entrega a la ley del esfuerzo y el crecimiento, hasta los límites de lo insostenible. La negación adherida a todas las creencias, también al capitalismo.

Yo prefiero el mundo real, el que perciben mis sentidos. Claro que, si te rodeas de lo monótono, el gris, humo, prisas, metal, papel... Quizá sea preferible una religión nihilista.

De pequeño, el único contacto que tenía con estas viejas encinas, era en los días de Navidad, cuando se hacía una gran hoguera en la plaza del pueblo con el tronco de una de ellas. Ardía durante todas las fiestas.
Tantos años de historia no pueden borrarse demasiado rápido.
Las dehesas son terrenos singulares, gestionados por todos, puestos en común... Al salir de la iglesia "el tronco" ardiendo era punto de encuentro, donde calentarse el culo, las manos y jugar a descubrir lo inflamable de los diferentes materiales. Con el pasar de los días el gran dinosaurio se iba consumiendo.
Las encinas crecen tan despacio... Al contrario que pinos y eucaliptos, de los que hay numerosas plantaciones. Quemar madera...

Así que, iban a morir al pueblo, cerca de la iglesia. Cuando la muerte ronda cerca, el miedo se intensifica y muchos se arriman a Dios. Esperando una segunda vida. Sí, en la vejez volvemos a las fantasías, como cuando éramos niños y creíamos que podríamos volar... como Super Ratón.

miércoles, 18 de junio de 2014

Azorín entre pantanos, pueblos y ciudades.

En las oficinas siempre hay alguien que se queja amargamente de las condiciones, que está continuamente mirando a tal o cual empresa donde determinados parámetros son mucho más ventajosos: que si en Alemania se cobra 10 veces más, que si en Dinamarca se trabaja 10 veces menos, que vaya chollo el de los funcionarios,... intentan meter el veneno dentro. ¿Con qué intención?: ¿Desahogarse? ¿Deshacerse de los demás y poder ascender? ¿Una revolución?
Pero lo cierto es que tenemos mucho aguante (como canta Calle 13).

En las ciudades nos quejamos de los atascos, lo artificial de la comida y la soledad entre tanta gente. Aún así, hay colectivos que se mueven, se asocian y tratan de paliar lo que consideran injusto o indeseable.
En los pueblos también hay descontentos, pero pasa como en las empresas: que el espíritu fatalista pone trabas a lo nuevo. En el mundo empresarial, al fatalismo se suman la relaciones de poder que frenan el asociacionismo o el movimiento hacia formas de reparto de cargas y beneficios más justas. En los pueblos es más importante el factor masa crítica: hay poca gente, con intereses tan diversos, tan anclados a lo que nunca cambia, la tierra... que es difícil salirse de los cauces de la tradición, del orden establecido, aunque pueda resultar injusto para algunos.

De joven me gustaba leer a Azorín... ahora me siento un poco en su situación, retirado en mi Yecla particular. Debería encontrar un cura con el que rebatir la ausencia de Dios.

En los pueblos hay muchas cosas, no sólo paz y tranquilidad. Pero se desea lo que hay en la ciudad: polígonos industriales, multinacionales, autovías, centros comerciales... Así que, objetivos y logros, van en esa dirección.

Los dirigentes de las ciudades tienen una serie de variables que deben maximizar: el número de turistas, el tráfico, el consumo, el comercio, la industria... planifican y trabajan para conseguirlo (en ese sentido son creativos).
En los pueblos lo tienen mucho más fácil porque el modelo ya existe. Sólo hay que imitarlo, a menor escala, así, en plan cutre... lo que requiere de no poca imaginación también.

Siempre me resulta impactante que nadie se tome en serio parámetros como la felicidad, la justicia, el bienestar, la cultura, el arte, la Naturaleza o la participación en la vida pública.
No importa si es una Villa, una Megalópolis o un desierto, al final todo se reduce a: Cuál es tu trabajo, tus posibles ingresos y las pajas mentales para aumentar lo segundo. Claro está que el trabajo embrutece, el ansia de dinero crea odio (además de envidia) y las pajas ostracismo. En términos psicológicos, trabajo y dinero son fuentes de malestar en la sociedad (sumadas a la represión moral y cultural). Pero tenemos mucho aguante...

Así que, huyendo a un pueblo no te puedes librar de los males que aquejan a la sociedad. Pero sí que puedes disminuir tu dependencia de lo artificial y tener un contacto más directo con la Naturaleza. A mí, de vuelta a vivir en el pueblo, me han llamado poderosamente la atención: los ciclos naturales, las estaciones, las lunas llenas, la migración de las golondrinas, los vencejos, o los "aviones", que pasan a gran altura, sin ruido ni atisbo de detenerse... Que no todo son "pájaros", que hay tordos, jilgueros, gorriones, petirrojos, abubillas... Que los insectos son muchos más que cucarachas, mosquitos y hormigas. Que el quejigo, aún siendo muy parecido a la encina, pierde sus hojas en otoño y es pariente cercano del roble... En general: La Naturaleza, que se adueña de todo y emerge por cualquier grieta.
Aunque puedes vivir en un pueblo y no apreciar esos detalles, vivir mirando las ciudades, las luces de neón, lo otro (the grass is always greener on the other side of the fence). Y es esa actitud la que resulta en malestar, además de ser destructiva: porque si no se es capaz de poner en valor lo que nos rodea o, incluso, se toma una pose de  ignorante odio hacia esas pequeñas cosas (como puedan ser los insectos, o el molesto canto de los pájaros), es probable que, en el momento de tomar una decisión, no se pestañee tampoco ante su desaparición (incluso se manifieste un fingido alivio y satisfacción, porque vamos en la dirección del progreso, el capital, la ciudad...). Y ocurre constantemente que, ante la posibilidad de una infraestructura, nadie mira lo que se lleva por delante: ríos, montañas o nidos de buitre negro.

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Todas estas cosas pensaba, mientras disfrutaba de un relajante baño en el embalse cercano al pueblo (ya a nadie importa lo que hubiera en esas tierras ahora inundadas, sólo queremos más cemento para la playa).
Olía a trigo recién segado, tomillo, protección solar, estiércol y untuosa lana. Salí a las duchas: porque, aunque el agua del río no tiene cloro ni sal, deja su olor característico, entre cieno y peces vivos. Soplaba un aire abrasador. El cemento estaba plagado de restos de vidrios y cardos secos. Al pulsar el botón, una infinidad de gotas de agua se derramó sobre mi pelo y cuerpo... caliente, como el orín de mil ovejas. Un rebufo de aire me trajo olores de establo y gato muerto... A pesar de todo, aquello era pura gloria... en una calurosa tarde del mes de Junio.

jueves, 22 de mayo de 2014

Las voces de la autoridad y la experiencia

En la adolescencia, y también en la post-adolescencia, siempre había odiado que tomaran decisiones por mí, o me dijesen lo que está bien o mal (-¿Qué pasa? ¿Pones en duda mi capacidad lógica para llegar a conclusiones acertadas?-). Así que, como reacción a tan irritante práctica, me propuse llegar a la cúspide del Poder y decir a todo el Mundo lo que debía hacer... Pero me quedé en lo más bajo de la pirámide. Y sólo cuando vinieron los hijos, y aquellas otras personas menos experimentadas en las áreas en que me había especializado, fue que me tocó decidir por otros... Asumir el papel de dictador, represor. Me sentía cómodo: si alguien me preguntaba algo que no sabía o comprendía (pero yo sí) le contestaba, y ya está! Si había que tomar una decisión rápida la tomaba, y punto!
Me había convertido en aquello que no quería ser. No había sido algo voluntario, simplemente me había tocado asumir el rol (en áreas muy específicas).
-"Sin comerlo ni beberlo llegué a ser el experto de un barrio llamado..."

Ante este batiburrillo de: normas morales, gente rápida, decisiones, ostentadores de poder, especialistas, represión... A uno, en ocasiones, no le importaría meterse en el caparazón del débil, volver a ser un niño y que lo lleven de aquí para allá (mientras alimenta el odio interior hacia todo aquello que escapa a su control)... Y claro, las sonrisas nunca llegarían, o sólo de forma pasajera.

Al ir adquiriendo independencia, el odio hacia el Padre represor, se orientó hacia "la autoridad" en la edad adulta. Y no es de extrañar que se desee la muerte de políticos, banqueros, legisladores y sus defensores... Los que ejercen de forma arbitraria su Poder sobre los demás, sin que cuenten con la aprobación del pueblo: simplemente les tocó asumir ese papel, las circunstancias les empujaron, porque era lo más cómodo, porque ¿Qué otra cosa sabían hacer?, porque ya nacieron así (como el rey)... Se especializan en eso, en mantenerse en esas posiciones, sin ninguna otra finalidad, solo el beneficio propio (la pasta, la fama...).
Así que no se han ganado la Autoridad, por eso no la ostentan, lo único que tienen es Poder, que defienden con violencia, apoyados por la ley y la injusticia, que argumentan con el miedo (a la delincuencia, la barbarie, la exclusión, los otros, la crisis).

Así que, cuando estos parásitos del poder intentan convertir en leyes sus juicios morales, o cuando intentan imponer a todos su idea de bien... Sólo queda lugar para el rechazo.
Una cosa es cumplir la mayoría de las leyes y algunas de las convenciones morales. Y otra, pretender que no se puedan discutir o expresar desacuerdos públicamente (en un país libre, un Estado de derecho).
Esto venía a raíz de los intentos, por parte de cargos en el Poder, de reprimir manifestaciones de júbilo porque un cargo público/político había asesinado a otro... Si es una gran suerte que lo hagan entre ellos! Es como una revolución, pero sin necesidad de bañar al pueblo en sangre.

Y claro, todos tenemos miedo a las revoluciones, las crisis, el cambio... Por eso votamos siempre lo mismo y sentimos respeto por nuestras instituciones... El fetiche de la democracia, eso que tanto nos costó conseguir, que lo llamamos así, pero no lo es, porque está claro que el Poder no está en el pueblo: que no participa de él... ni pincha ni corta.

Y como cantaba Def Con Dos en Dogmatofia (en un contexto un tanto diferente):

....
Me niego a seguir fingiendo
respeto por tanta chorrada:
Tu credo, tu mito, mi dogma,
tu ley sagrada, mi ley pagana. 
Tus ídolos cagan blando
y te tragas a gusto su gran estafa.
 ....
No creo en ti.
Dogmatofobia
Porque ya no creo en mi.

Este fin de semana hay erecciones europedas. Es algo oscuro... Como el Libre Mercado o el Padrino: esa mano invisible que mueve los hilos y hace que todo funcione de forma eficiente, estable. Así que, todos los impotentes y frígidos, estamos convocados a secundar con nuestro voto los participantes en tan pornográfico congreso.

jueves, 27 de marzo de 2014

La pizarra negra y los limites del lenguaje

Hemos pintado de negro una pared de la cocina. Con pintura no porosa, que permite escribir con tiza y borrar, como si fuera una pizarra de las que se usaban en los colegios.
Y, claro, estamos en la era digital... todos escribimos en el ordenador, el teléfono... Usamos una serie de caracteres que están ahí, almacenados, y los combinamos a nuestro antojo. Buscamos imágenes, emoticonos,...
Estamos digitalizados! No hay una progresión entre la "a" y la "b": o lo uno, o lo otro.
Yo quería escribir en la pizarra, pintar algo... pero no tenía los caracteres, ni las imágenes. Así que me he sentido indefenso, torpe... cercenada mi imaginación... con trazo débil, inseguro, retorcido... como un bebé.

Con el teclado todo es más claro. Frases cortas y directas: para que el usuario no se espante. Y, si es en otro idioma -no nativo-, no te enredes, usa el "uno dos", nada de florituras o frases rimbombantes. Así que, además de digitalizados, estamos simplificados, esquematizados. Porque hay tanta información y tantos datos que para abarcarlo todo hemos de hacerlo en diagonal, rápido y por encima. Ya lo maduraremos luego... si eso...

La pizarra negra, la tiza blanca... es tan relajante... pintar lo que quieras: Caracteres, animales, trazos, puntos, ideas, falos, pezones, espirales... Como una noche de setas y alucinaciones...


... Como esas mañanas en que despiertas con la sensación de haber soñado. Te debates entre el esfuerzo de recordar o espabilar para comenzar el día... Están ahí, una serie de emociones e imágenes inconexas con las que es imposible construir un relato. Y se pierden... en la avalancha de cosas por hacer del trabajo diario.

Si, a escala individual, la pizarra es el espacio donde dar rienda suelta a tu imaginación -en formato analógico-. A escala de grupo, los mass-media son el contrapunto digital: ponen en el tablero de juego los temas, las formas, la estética... Que parecen siempre los mismos. Y, claro, si siempre hablas de lo mismo, construyes tu lenguaje en torno a "eso" mismo, y sólo puedes hablar de "eso", y si hablas de otra cosa lo haces como si fuera de "eso". Así que hay que hacer denostados esfuerzos por buscar fuentes lo más diversas posibles, no sólo de información, sino también de lenguaje -en sentido extenso-: Con sus mitos, creencias, métodos y razones. Que permitan abarcar la mayor cantidad posible de realidad, sin cercenarla. Sin dejar en el olvido lo que no se puede ligar en un relato utilizando el lenguaje parcial y dirigido que los grupos de poder nos imponen como masa.

La pizarra era para que pintara nuestra hija...
Ahora la utilizan todos los niños que llevamos dentro...
Lo que ha quedado de ellos.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

De la ciudadanía al paisanaje

Esta semana he visto "Los edukadores": Una película moralista sobre el capitalismo. Un tanto larga, en ocasiones demasiado explícita y cándida. Pero aborda una temática interesante -sobre todo para los que nos gusta cuestionar el estilo de vida dominante en el mundo "desarrollado"-. También tiene diálogos y citas molonas, a mí me hizo "tilín" la siguiente:
-El miedo es una droga alucinante. No dejar que el miedo te controle, usarlo como motor, requiere práctica. Colocarte en una situación en la que te mueres de miedo. Al principio te entra pánico, pero al cabo de un rato empieza a funcionar el sistema de autoprotección del cuerpo, y cada vez te atreves a hacer más cosas. Acabas superando tus límites y te sientes capaz de cualquier cosa.

Claro, que yo la estaba pensando (la cita) en otro contexto, en mi contexto, en el de emprender un gran cambio. Un cambio que lleva a la realización de los deseos, a poner en práctica lo teorizado durante años. Y, ahí es por donde entra el miedo: romper con la rutina, dejar de conformarse, volver a empezar, construir nuevas costumbres, incertidumbre... Umm... Bien mirado... resulta una aventura alucinante! Y como en la película: con el trasfondo de un trío amoroso. Con amor todo resulta más estable y acogedor.

Supongo que son esos contrastes lo que hacen de la vida algo más sabroso: del miedo, a la realización -pasando por la tensión-. Del desconocimiento y la incomprensión, al amor.
Al final, lo que hacen los protagonistas de "Los edukadores" es: saborear la vida. Frente al señor capitalista, que se ha limitado a adaptarse al medio, víctima de la monotonía y las obligaciones del dinero.


Lo que está bien en una peli, o una novela, resulta más difícil de argumentar en la vida real. Vivimos en un mundo de creencias, ideales, miedos... La mayoría de ellos se han adherido a nuestras vidas por herencia, por contagio... No son obligatorios, simplemente los asumimos: nos dejamos arrastrar por la inercia, claudicamos ante lo repetitivo, lo que viene de antiguo, desde arriba, o lo que se muestra machaconamente en la TV.
Así que, te acomodas y vas posponiendo el momento de asumir tu mayoría de edad, cuestionar la autoridad y decir: -¡Hey! Que yo también cuento, que yo también tengo mi idea de Bien! -Yo también puedo dictar normas morales!- Y, por supuesto, tengo derecho a intentar una vida mejor: acorde a mis ideas, experiencias y creencias.-

Romper con todas las incomodidades e injusticias a las que te has ido sometiendo y acostumbrando... hacia otros mundos posibles...

En un arrebato de autosuficiencia, te decides a dejar la ciudad, "echarte al monte"... Y, como en "La cabaña del fin del mundo", arrastrar a tu familia contigo. Dejas de fantasear con una carrera profesional meteórica (saltando de multinacional en multinacional), el todoterreno para llevar los niños al colegio (el más privado y caro), escapadas a rincones con encanto, vacaciones a paraísos exóticos, lo último en gafas de pasta... Fantasías que no son tuyas y que nunca te interesaron lo más mínimo. Agudizas el ingenio, para explicar que no es por el dinero, que crees que se puede vivir de otra manera... más sostenible, más implicado, más auténtica... lenta, sin humos ni malos humores.

Das gracias a todos los Dioses por no desear las mismas cosas que todos desean, por ser un bicho raro. Y redoblas los esfuerzos para que siga siendo así.

Observas "conmovido" las encinas, alcornoques y quejigos. Te recreas en los sonidos del campo. Sientes que la Naturaleza además de hermosa es poderosa. Y piensas: -¿Por qué nos empeñamos en hacer del Mundo algo tan feo?-

Como siempre, te mantienes en lucha: contra Padres represores, que no sólo ven peligrar su sistema de valores, sino su autoridad, y dicen que no entienden, que lo que tienes que hacer es "lo otro". Madres protectoras: -Que arriesgas demasiado y estás siempre en las nubes-. En fin: Padres y Madres que no son los tuyos...
Y tú, erre que erre, que querer es poder, que si ganan los demás, tú también ganas! Ubuntu! Que de otras peores saliste. Que, después de todo, no arriesgas nada, porque lo importante (lo amado) lo llevas contigo; que eres como el junco que se dobla, pero siempre sigue en pie.

jueves, 31 de octubre de 2013

Sueños sangrientos en la víspera de Halloween

Habíamos estado todo el día de excursión para llegar a aquel lago glaciar. Era un atardecer al sol que da calor, al aire fresco y limpio de la alta montaña. No acababa de comprender cómo podíamos haber subido tantos víveres: Chuletas de cerdo, panceta, cerveza, pan... -Sí, somos una pareja con anchas espaldas y piernas recias-.
Me acerqué a la orilla del lago, mientras mi mujer seguía organizando todo lo que habíamos porteado. El agua estaba en calma, como un espejo donde se miraban las nubes y reflejaban los últimos rayos de sol.
Una pequeña rapaz sobrevolaba el lago, con aleteo errático, como de murciélago... extraño para un ave -pensé-. De repente se abalanzó sobre el lago y capturó un pescado. Con peculiar vuelo se acercó a mí y me dejó la presa al lado, invitándome a comer.
- No, gracias. Mejor que lo comas tú, seguro que te hace más falta. -Dije pensando en la comida que habíamos llevado hasta allí-.
Pero el águila, alconcillo, o lo que carajos fuese aquello! no parecía comprender. Se alejó, se comió el pescado, y continuó con su revoloteo errático por el lago.
Al cabo de unos minutos, llegó un gato a beber... Y ocurrió algo que no podía creer: La rapaz pareció aumentar de tamaño, se abalanzó sobre el felino, clavándole las garras de ambas patas en la columna vertebral, y partiéndola en un certero y diabólico movimiento.
Volvió a acercarse a con su presa, la dejó a mi lado. Esta vez no me atreví a rechazarla. Le dí las gracias y miré con desconcierto al gato, de un parduzco oscuro, era salvaje -no cabía duda...-
- ¿Qué hago yo con esto?
Me imaginaba cortando las manitas del gato y arrebatándole la piel, las tripas... Pero ¡Cómo le explico a mi mujer que nos vamos a comer un gato! En nuestra cultura los gatos son mascotas, no alimentos (¿Cómo le explico eso a esta pequeña rapaz!).
Por otro lado... ya está muerto, sería un desaire (no sólo hacia el ave cazadora, sino ante la Madre Tierra) dejar que se pudra sin más...


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Un oso grizzly bailaba sobre sus dos patas traseras, bajo mi ventana. Mientras repartía zarpazos sangrientos en la cara de gente que miraba. Todos reían: En cuclillas para recoger sus propios ojos, sus tripas... Los violines y acordeoncillos no dejaban de sonar... más y más fuerte. Y el oso no paraba de girar, destruir... picando carne para las alborotadas gaviotas, gaviotas sin alas, sobre un suelo de tierra gris coagulada.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Poemas y relatos tirando a otoño y la irritante realidad


Primero había miles de estrellas.

Después: 
La sombra de los almendros 
proyectada por la macilenta luz de la Luna llena, 
el croar de las ranas, 
el rebuzno del burro 
y el aullido de los perros... 

Los días de pasto amarillo, 
salpicados de encinas retorcidas 
y el verde más intenso de los alcornoques. 
Los caminos infestados de gente en va y viene, 
al cálido Sol de Septiembre.

Húmedos y turbulentos 
en las playas de ríos estrangulados.


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La vuelta fue en coche, por autopista. Mientras viajábamos, pertrechados con los cinturones de seguridad, en el carril derecho, atentos a todas las indicaciones... me sentí encasillado, reprimido, demasiado pendiente de la norma y supuestos peligros.
Habían transcurrido semanas de aparcar en cualquier parcela de campo, más o menos llano, en las cunetas de caminos poco transitados... ahora sentía pánico e inseguridad si no encontraba las rayas blancas, azules o verdes, en el pavimento. Y esas imprescindibles señales indicando horarios y días laborables o festivos. En vacaciones todos los días eran iguales... días de verano.


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Por la mañana había de ir a saldar una deuda con el Estado, al banco de España, situado en la plaza Catalunya (curiosa paradoja nacionalista-independentista). 
Debía atravesar una puerta detectora de metales, flanqueada por varios guardias civiles. Pero llegué antes de tiempo -hasta las 8:30 no se abría al público general-. Así que, para cumplir con el estricto protocolo, esperé durante 5 minutos en la calle. Al entrar, un señor apresurado se me adelantó, atravesó el arco detector y... ante ese acto tan insignificante, el sofisticado aparato claudicó. Nadie había tocado nada. Los oxidados guardias civiles quedaron perplejos: Presionaban el botón de apagado y encendido, una y otra vez, desenchufaban la máquina, la volvían a enchufar, llamaron a más guardias civiles. Salió el que parecía el cabecilla, más despierto y espabilado... pero no hubo manera. Así que me hicieron pasar con todos mis metales. 
Era una sala espaciosa, de techo extremadamente alto; todo parecía de una época anterior, de otra ciudad... Washington quizá. Sólo quería ingresar un puñado de euros en una cuenta ministerial, aún así, tuve que rellenar un impreso. También me dieron un papel, con un número, me dijeron que cuando apareciese en el display me acercara al mostrador indicado. Era el único usuario. El despliegue de medios: inmenso (debía de haber mucho dinero allí dentro... porque el orden y la ley siempre andan cerca del dinero). 
-¡Clink!- Salió mi número. Sudoroso me acerqué a la ventanilla -era un día de intensa humedad, no se distinguía el horizonte del mar-. Allí no había aire acondicionado, algunos ventiladores polvorientos en esquinas estratégicas. Todo era viejo, decrépito... Excepto los cristales de las ventanillas -eran blindados, no cabía la menor duda-. Cientos de cámaras de seguridad observaban sobre la cabeza del cajero. Le dí mi impreso. Me pidió el dinero. Miró la pantalla de lo que parecía un ordenador, buscaba algo, lo encontró y lo escribió en el papel... Mientras tanto, al cajero del costado, llegó otro cliente: 

- ¿Tiene rollos de monedas de 2 euros del año 2012?
- ¿Qué tenían de especial las monedas de 2012? - pensé perplejo... Pero a ellos no pareció sorprenderles la pregunta.
-Sí, creo que tengo dos rollos en mi armario.
-¿Sólo dos?
-Sí
-Está bien, me los llevo.

Me dio el cambio de lo que había ido a pagar. Todas las monedas brillaban como recién escupidas por la máquina de hacer monedas. -¿Serían del 2012?-.
Al salir a la calle no sabía cuanto tiempo había transcurrido... de repente, todo se había acelerado, de repente... Notaba la inercia que me arrastraba al vertiginoso ritmo de la ciudad. Cogí mi bici y me incorporé al frenesí del tráfico...


$$$$$$$$$$$$$ odio y medio $$$$$$$$$$$

- Todos estos se creen más que nosotros. Nos miran con condescendencia.
- No! A mí me miran con respeto... Quizá tú te sientes inferior.

A veces, cuando buscamos lo peor de las otras personas -odio-, no hacemos más que poner en evidencia nuestras propias debilidades -miedo-.

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Odio: Fulanito es un inútil ambicioso, Menganito no es serio y Pepito es un enchufado.
- ¿Alivia tu malestar proyectar tus miedos en los demás?

Sólo los actos pueden ser valorados, el resto son tus propias motivaciones reflejadas en los otros -odio-.

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Miedo: ¿Cuánto dinero necesita una familia para vivir?
Odio: Todo el que pueda conseguir.