domingo, 22 de abril de 2007

Pistolas


Un arma da poder: -Un arma me hace sentir valeroso, me siento seguro con mi pistola bajo la almohada. Siempre alerta ante cualquier caco que intente romper la placidez de mi hogar.
Todos deberíamos tener armas: pistolas, rifles, metralletas... Armas de esas que se construyen sólo para asesinar personas, no armas de pega, de esas para cazar venados o para practicar el tiro al blanco. Armas de bolsillo, que puedas emplear contra el vil atracador que intenta robar tu preciada cartera.
Este es un pensamiento muy americano, un pensamiento de una sociedad débil, de una sociedad que necesita ejercer la violencia para sentirse segura de sí misma.
Ciertas teorías sostienen que una sociedad antigua, bien constituida, fuerte, no necesita duros castigos para quien trata de sublevarse ante sus reglas. -Dejadles que den puñetazos al muro de hormigón, no se va a romper, pronto cesarán en su afán de destrucción.

Tener un arma no es un seguro ante cualquier posible ataque, tener un arma es un hecho violento en sí mismo, y conduce a una escalada en la violencia. Igual que una cocina incita a cocinar, una ducha a la higiene, un inodoro a cagar... Una pistola invita a matar.

Los europeos somos un pueblo avanzado, un pueblo reacio a que cualquiera pueda poseer armas, incluso reacio a que se imparta violencia, aunque esta provenga del Estado, de sus cuerpos de seguridad. Quizá somos un pueblo demasiado viejo, con demasiados tiros pegados, demasiadas guerras, revueltas, épocas de escasez... No queremos una policía que maltrate a los criminales, aporree a manifestantes violentos, o tenga el gatillo flojo ante cualquier altercado. Ya son muchas las injusticias violentas cometidas en el pasado.

Pero las armas son una realidad, hay empresas que se dedican a su fabricación y, si se fabrican, se pueden conseguir, de una forma más o menos fácil. Una vez se tiene un arma, se tiene el poder de ejercer violencia, el uso que se haga de la misma no tiene porqué ser necesariamente bueno. La defensa. El ataque ¿Existe un buen uso de las armas? Yo creo que no. Las armas son para la guerra, las armas crean ambientes marginales donde se hace imprescindible su uso, las armas crean locos asesinos, dolor. Recurrir a un arma es síntoma de debilidad, de no saber resolver un conflicto sin subir un escalón en la violencia.

Pero hay gente mala que tiene armas y las usa para ejercer sus fechorías ¿Dónde hemos estado mirando para no ser conscientes del desarrollo de esas personas como violentas? ¿Por qué se crean guetos, totalmente al margen de lo que conocemos como sociedad normal? ¿Acaso preferimos vivir con toda comodidad y guardar la basura que generamos debajo de la alfombra? Pero cuando los hediondos vapores de nuestra propia mierda se cuelan por las grietas mal tapadas, entonces ya no sabemos qué hacer y respondemos vomitando más mierda, respondemos con confusa violencia.

No me gustan las armas, no me gusta el poder. De alguna manera siempre te acaban por joder. "Envidia kotxina"


Fujitivos del paraíso.

lunes, 9 de abril de 2007

blue velvet


El mal tiene un millón de caras. El mal camina contigo: en sueños, borracheras... en ráfagas fuertes de ira.
El lado salvaje y oscuro, su cara impredecible y peligrosa, el sensual atractivo del mal, ejerce una fuerza tal, sobre los humanos, que puede llevarlos a su propia autodestrucción.
Su mejor aliado es el aburrimiento, con una pizca de inseguridad, miedo, remordimientos, debilidad en la voluntad...
Del mal no se entra y se sale alegremente, o se cruza con paso firme, como Dante, llegando al paraíso atravesando purgatorio e infierno. O nunca se abandonan sus enrevesados caminos.
Se puede ser bueno a ratos, se puede ser malo; se puede ser consciente de lo que está bien o está mal, y todo ello conduce al sentimiento de culpa, la culpa genera más y más violencia, odio. Empieza como un juego, como la curiosidad en el gato, pero una vez dentro, hay que tener valor para llegar hasta el final, hasta las últimas consecuencias, hasta la luz al final del túnel o hasta lo más profundo de la garganta del tiburón.
Los buenos, o bien inicialmente fueron malos, o bien sus almas simplonas les impiden sentirse atraídos por la oscuridad, sólo conocen la bondad y se aferran a ella, mirando hacia otro lado cuando el fuego ronda sus casas.

sábado, 17 de marzo de 2007

Valiente

"¡Qué valiente es la vida! Y qué cobarde soy yo, que por no asesinar, me estoy matando yo." "Javier Corcobado"

Los días duros y deprimentes son los mejores para escribir, son los más llenos de contrastes. El resto del tiempo lo pasas, sin pena ni gloria, atareado en insignifacntes quehaceres. ¿Qué desencadena un día gris? A veces el clima, otras una imagen, un hecho, una palabra... Hoy, no sé cuál fue el detonante, probablemente el impacto con la realidad, con una realidad distinta a la de mi día a día. La impotencia, el sentirse fuera de lugar, el recapacitar sobre el sinsentido de cada acto, la miseria del mundo... Siempre la misma cadena de pensamientos, que lleva al dolor profundo, al dolor sin solución.
¡Pero ya no queremos más dolor! ¡Queremos sentirnos bien! ¡A que sí, amiguitos! ¿Os venís a jugar un rato, conmigo?

A veces digo que lloro, otras me río, pero la mayor parte del tiempo: odio. Odio a los que dan su opinión, y a los que se quedan paralizados esperando que otro levante la voz por ellos. Odio a los que están quietos y a los que se mueven demasiado. Odio a los que hablan siempre a gritos y acechan la mínima oportunidad para rebatir tus argumentos. Odio a las personas que es imposible escucharles una opinión. Odio a los políticos de derechas, sobre cualquiera de los demás. Odio a esos magnánimos, veladores del bienestar general, que guardan para sí secretos de Estado, preservando a la población de un terrible impacto. Odio a todo aquel que hace de la población un niño mimado al que hay que proteger de los males que lo acechan. Odio que quien menos sabe, me diga lo que tengo que hacer. Odio al que le falta educación, y al listillo que cree tener demasiada. Odio la moral que dice actuar en pro del bien común.

¡Basta! ¡Basta, digo! De sustituir Religión por adicción.

jueves, 8 de marzo de 2007

To be or not two beers

Hay tantas personas en el mundo, tantas personas por metro cuadrado... más que peces en el mar. Todos somos masa, masa aborregada. Todos tenemos un pastor, más bien tenemos varios: uno para los fines de semana, otro para el trabajo, otro para la televisión, otro para el ocio de diario...
No está mal, ser masa informe, se dispone de numerosos entretenimientos, sin preocupaciones ni intereses, sólo con la idea en mente de ser feliz. No es necesario brillar con luz propia, vale con ser útil en el día a día.

Pero yo quiero algo más, yo quiero ser Pastor, quiero imponer lo que está bien o está mal, quiero moldear las costumbres de los rebaños, quiero enseñarles, experimentar con ellos. Quiero jugar a ser Dios. Quiero ser estrella de Rock.
Me cansa observar a los políticos, empresarios, medios de comunicación... discutir sobre nuevas leyes, nuevos productos, programas, investigaciones, encuestas, servicios... Siempre en busca del mayor bienestar, de su bienestar y como consecuencia el de los demás. En busca de la fama, del poder, del reconocimiento, de los baños de masas. Prediciendo tendencias, orientándolas... Como objetivo la estabilidad, un mundo feliz, aunque sólo sea para unos pocos habitantes de este desigual y contaminado planeta.

Hay tanto ruido alrededor: la tele, el ordenador, la radio, el periódico, el tráfico, el fútbol, el teléfono, la videoconsola, la lotería, los atascos, el metro, la vivienda, las drogas, el trabajo... Y no hay tiempo para pensar, aunque da igual, porque siempre hay alguien que lo hace más rápido y mejor. Así que, para qué ser un individuo, si para ser feliz basta con ser un ciudadano. Para qué forjarse una personalidad si se puede hacer un collage de de las que se muestran a diario, en la tele, en internet, en la radio...
Cada vez más uniformes, cada vez más huecos, más blandos, más dependientes de unos pocos.

martes, 13 de febrero de 2007

Sombras nada más

La boca del tiburón es como otra cualquiera
pero muerde, corta, desgarra, sangra...
más que el beso de un ornitorrinco:
tan gracioso, con su pico y patas palmeadas.

Demasiado odio, demasiado trabajo
demasiado enserio, demasiados tajos,
en un mortal tan pequeño, tan bajo.

La boca del tiburón, con dientes tan blancos
en bocados tan profundos y afilados...
El corazón de piruleta, los ojos de azucarillo,
salpica y chapotea en sucios charcos, el ornitorrinco.

Hay quien se estrella donde otros no ven obstáculos.
Hay quien se adentra en cavernas, a ciegas,
quien naufraga en pantanos de barro,
quien duerme en lechos de agujas.

Hay quien atraviesa desfiladeros
y ni tan siquiera sabe del riesgo.
Apuestan – ganan, viven sin más,
no son conscientes de la dificultad.

El tiburón ajusticia, el tiburón se encarga

de sacar la sangre del que siempre la caga...
Los afortunados: observan al ornitorrinco,
sus almas puras, llenas de cosas buenas,
sus risas, sus corazones... dando brincos.


“Hablo con la sabiduría que me da el fracaso.”

sábado, 3 de febrero de 2007

Un pueblo

Comarca “La Siberia”, dentro de una comunidad: “Extremaydura”. Un pedazo de tierra medio despoblado, dentro de la península “Ibérica”, un lugar entre África y Portugal. Una tierra de conquistadores, el último bastión del caciquismo y sentimientos que manan directamente de la naturaleza salvaje de su gente.
La despensa (tomates, arroz, jamón...) y batería (hidroeléctricas, nucleares...) de Madrid. Uno más de sus parques temáticos a 200Km por la Nacional II. Recogedores de despojos, lameculos de gobiernos centralistas.

Un pueblo que no tiene orgullo ni se reconoce a sí mismo está condenado a la decadencia. No se puede destruir viejos valores sin más, sustituyéndolos por los de otros.
“Destruir, crear, dejar registro de los hechos.” -Eso es la Voluntad-.
Somos lo que comemos. Nos convertimos en lo que tomamos como modelo, en lo que envidiamos.

¿Por qué querer convertirse en humo y estrés? ¿Por qué añorar un mundo deshumanizado dónde las personas no son más que números? ¿Por qué alimentar a un pueblo con el sueño americano? ¿Por qué lo regional y lo típico tiene que ser lo antiguo y no las ideas que manan de la gente que habita la tierra?
Es una inconsciencia dejar que gobierne cualquiera. “Pero el que gobierne que traiga riqueza, trabajo, industria, centros comerciales, viviendas, campos de golf, pantanos, subvenciones... Todo por trabajar poco o nada, si el objetivo es vivir sin dar palo al agua. ¿Para qué crear si luego viene otro y se lo queda?” -Este es el pensamiento que rige a los votantes. La gente a la que se le ha llenado la cabeza con imágenes impactantes del mundo moderno, del mundo al otro lado del pantano, donde las personas “libres” cogen el metro para ir a trabajar, donde hay cines, teatros, grandes superficies -comerciales y de ocio-, aeropuertos, restaurantes, futbolistas, folclóricas...

El progreso debería ser algo más que destruir la Naturaleza, para convertirlo todo a imagen y semejanza del hombre. Y, de paso, que el capitalismo no se base sólo en el consumo exacerbado.

Por suerte, es una tierra extrema y dura, aún se puede vivir un poco al margen. Por suerte, es tierra de conquistadores y muchos prefieren abandonar su hogar, en busca del Dorado, a la Gran Ciudad. Mejor una pequeña aldea de irreductibles Siberianos que títeres de la Globalización y lo urbano.

lunes, 18 de diciembre de 2006

Puta Navidad

Sentimiento de culpa, emborracharse y caer en la cuenta que la retención de mierda ha comenzado, otra vez. -¿Te acuerdas de lo que ocurrió la última vez que cambiaste el pañal?

Sí, la culpa es de la sociedad. Miro la televisión y entre anuncios navideños, que invitan al consumo y vigorizan el capitalismo, aparece un grupo de gente que dice ser más feliz cuanto menos sabe necesitar -Hippys medio locos y endrogaos-. Lo dicen en un clima cálido, rodeados de aguas transparentes y paisaje mediterráneo.

Y yo me siento sucio, no quiero esos objetos que los anuncios hacen tan apetecibles. Y no quiero su obscena pornografía, ni su filosofía de "todo tiene un precio", y su "no hay trabajo desonesto si es por dinero".

La navidad es una época odiosa, lo saben hasta los buenos cristianos. ¡Este año no compro regalos! ¡Este año me emborracho y me cebo con marisco, hasta que no me riegue el cerebro!
Sublimar, el odio hacia mí mismo, en odio social. Cuántas absurdas tareas desempeño. Cuánto me esfuerzo en ser un chico bueno.
A veces, se borra de mi memoria:

"Amar, amar, que es lo importante
y dejaros en paz de gilipolleces.
Sí, es verdad, las drogas están muy bien... Pero
AMAR, amar que es lo importante."

"Lo malo no es el kapitalismo, lo malo es el consumo exacerbado al que conduce".


Iba a hacerlo, he salido a comprar regalos, incluso he entrado en una tienda. Pero todo resultaba demasiado impersonal. La dependienta y yo sabíamos que había entrado allí para comprar un regalo, no es que necesitara nada. Eso convierte la compra en algo estúpido, vacío, fútil. No he comprado nada, y mientras miraba los escaparates de otras tiendas, iba masticando ese pensamiento que se había hecho una bola en mi cabeza. “Comprar por comprar” “No lo necesito, no lo quiero, no trabajo para eso”.

Veía a infinidad de personas con bolsas en la mano -¡Qué derroche de plásticos y papel de regalos! ¡Cuánta lucecita y papanoel! ¡Qué estúpido gasto de energía!- Y yo me pregunto: ¿Si ya lo tenemos todo, para qué regalar? ¿Por qué hay tantos días en que hay que regalar cosas? ¿Por qué no hay un día o una época de recogimiento, de austeridad?

Verdaderamente, me he sentido mal por querer comprar regalos, y después, por no haberlo hecho. Porque quiero ser como los demás, quiero estar en el calor del rebaño, no quiero que me traten de marginal. ¡Y si todos regalan, yo también regalar! Pero la Navidad, la del Corte Inglés y cualquier entidad comercial, es algo que me cuesta mucho tragar.

He entrado en una biblioteca, me he llevado unos libros y una peli (que pienso devolver dentro de plazo). Y he pensado: “Joder! Qué baratas son las cosas grandes”. Me he sentido mucho mejor.

domingo, 3 de diciembre de 2006

Momento

Vives pendiente de la hora...
la mirada perdida en el segundero,
paralizado, mientras la vida se escapa,
en espera del acto absurdo,
que ponga en marcha el Mundo.

Nada tiene sentido en soledad,
mejor dejar la cabeza vacía
que perderse en absurdas fantasías
o fraguarse un infierno de ansiedad.

Todo en calma...
menos los ruidos de siempre.
De fondo, la ciudad.
En la mente,
el lugar donde nunca estás.

Es la vida moderna
fuera del hogar.
Sin leche materna,
sin conflicto filial.

Y los amigos ¿dónde están?
¿Y el amor?
Perdidos en otra gran ciudad.

Las raíces quedaron lejos
porque entre viga y cemento
asienta mejor el tronco seco
que un hombre lleno de anhelos.

Atrapado en una selva de metal,
en esa entelequia, llamada bienestar.
Todo se vuelve trabajar.
Nada vale nada, en la gran ciudad.

viernes, 24 de noviembre de 2006

Mal



Un saco lleno de miedo era todo lo que poseía. Pintado con caritas sonrientes. Excepto cuando se abría, entonces todas comenzaban a chillar, como si no les quedase aire para respirar. Y todo alrededor se nublaba en una gran oscilación, el espacio se expandía y replegaba, el tiempo se estiraba más y más. Al cerrar el saco, las caras sonrientes, pero nada seguía igual, el Mundo se había transformado, se habían abierto dos caminos paralelos, uno con saco sonriente y otro con saco lleno de miedo.

Siempre le tocaba vivir con el miedo, esos indígenas caníbales le seguían a todas partes, a la oficina, a casa, al parque... Querían su sangre, se la robaban por las noches cuando, por descuido, daba una cabezada. Acudían envueltos en batas verdes, como enfermeros de quirófano. Sus herramientas eran jeringuillas, sondas, bisturís y extraños aparatos que no llegaba a reconocer porque, cuando despertaba, se esfumaban tan rápidamente que ni tan siquiera sabía si habían estado allí. Pero las incisiones, los agujeros, los restos de sangre, sí permanecían.

Cada momento más cadáver, aunque, desde que descubrió el saco no sabía si pasaba el tiempo. Siempre era el mismo día, el día sin sueño, el día del saco abierto. La extraña televisión repitiendo una y otra vez esa odiosa película porno. Culos taladrados, eyaculaciones en la boca y enormes aparatos de plástico embadurnados en vaselina. Le dejaba al borde de la arcada, la violencia y el deseo sexual. Conocía todas las escenas, y no podía apartar la mirada de la extraña caja en que se proyectaban las imágenes.