martes, 2 de agosto de 2022

Trabajos de mierda

Ya llevo un par de meses en la nueva empresa. Me ha resultado fácil adaptarme: a la gente y, también, a las nuevas tecnologías. Al final, las tecnologías no son tan diferentes unas de otras. Cambian los nombres, la apariencia... se busca siempre el golpe de efecto, lo revolucionario... más bien se busca el trending topic: convertir tu solución en viral, que todos se entusiasmen y utilicen ese nuevo lenguaje, ese nuevo control de versiones, el IDE supersónico, el software definitivo para la gestión de proyectos... Y está muy bien, la gran mayoría de novedades vienen a facilitar la vida a los trabajadores del sector, aumentar la productividad... con curvas de aprendizaje realmente rápidas. Los informáticos que estén próximos a la jubilación deben de flipar con lo rápido que ha evolucionado todo esto. La extrema atención que debíamos prestar para ciertas tareas, la memoria, la interiorización de patrones y lógicas de acción, la agilidad... Ya todo está automatizado, codificado, segmentado, protocolarizado... incluso los modelos de negocio: las consultoras, las empresas de producto, las que alquilan infraestructura... En cuanto surge un nuevo nicho, se le aplica la fórmula y se explota.

La gente de la nueva empresa es muy maja. Supongo que también ayuda que la mayoría son del sur -Andalucía-, eso hace más fácil la conexión, aunque sólo sea por el feeling climático, los lugares, expresiones y bromas comunes. Me hacen sentir un poco viejo. No es muy grande el desfase generacional -unos 10 años- pero, los más jóvenes, manejan unos referentes culturales de la infancia bastante diferentes a los míos. Tengo que hablar en inglés, pero no todo el rato. Mi inglés es bastante chusquero, no me siento seguro en ese idioma, tampoco tengo tanto dominio como para expresarme con todos los matices y la rapidez que me gustaría, así que es bastante liberador combinarlo con el español. La propia consultora fomenta cierto compañerismo y el establecimiento de lazos: con fiestas y reuniones ociosas, cursos de formación... Realmente consiguen crear un ambiente agradable -aunque la mayor parte del tiempo estés currando en proyectos externos-.

Hacía mucho tiempo que no trabajaba para una consultora. Son ambientes muy dinámicos, cambiantes, precarios... Hoy estás en un cliente, mañana te mandan a otro... La apariencia es muy importante: parecer que controlas, parecer que eres experto, proyectar una imagen de seguridad, decisión, ambición... Algo en lo que no soy especialmente bueno, yo soy más de demostrar con hechos. El proyecto en el que estoy trabajando me gusta, para mí es una especie de reto tecnológico, porque utiliza herramientas y lenguajes modernos con los que hacía años que no trabajaba. Me resulta novedoso, pero seguramente sea un coñazo excesivamente burocratizado para quien lleve mucho tiempo en el nicho de ese lenguaje de programación -Java- en entornos web: estamos migrando servicios a una infraestructura nueva, con lo que va muy bien para tener una visión global de las tecnologías y metodologías que se utilizan, y no estar únicamente con el foco puesto en la programación.

Quizá el peor punto en contra sea el tipo de negocios a los que se dedica la empresa para la que estoy subcontratado: juego online, apuestas deportivas, crypto... movidas muy chungas. Es lo que David Graeber definiría, sin ningún tipo de fisura, como un "trabajo de mierda": un trabajo absolutamente dañino para la sociedad. En cierta manera, el tipo de trabajos que siempre he desempeñado en mi carrera profesional: trabajos bien pagados, que otorgan cierto estatus social pero que, probablemente sería mejor que nadie desempeñara. Sólo que en este caso es mucho más explícito, no se trata sólo de sostener y reproducir un sistema social desigual e injusto, sino de trabajar para los peores vicios de nuestras sociedades: ludopatía, blanqueo de dinero, especulación... Obviamente no son cosas que yo vea en mi trabajo del día a día, que es meramente técnico: lo más que veo son transacciones de dinero, que podrían ser para apostar o para comprar productos de amazon.

sábado, 9 de julio de 2022

Relaciones de poder y ruralidad

Señalaba Foucault que el poder se ejerce sin violencia, de forma sinuosa. En cuanto se utiliza la violencia ya no hablamos de relaciones de poder, serían relaciones de sometimiento, esclavitud... Pero lo más importante en estas relaciones de poder es que se distribuyen ampliamente por los diferentes ámbitos y capas de nuestras sociedades: familia, asociaciones, instituciones educativas, gobiernos... De alguna manera, las relaciones de poder son inherentes a nuestra vida en sociedad. Como para Freud era inherente el que existiera cierto malestar -tenemos que retener y sublimar nuestras pasiones y deseos: no podemos estar fornicando con todo lo que se cruce en nuestro camino-.

Pero el que sean necesarias no quiere decir que todas las relaciones de poder sean positivas -de la misma manera que para Freud un mal equilibrio en la sublimación y represión de las pasiones llevaba a la histeria, la enfermedad o el rechazo social-. Quizá, ahora, que somos muy dados a señalar relaciones tóxicas, tenemos más fácil identificar esas otras relaciones de poder que no son las que se han documentado en los libros de historia: el poder ejercido desde los gobiernos.

El poder ejercido desde los gobiernos es quizá el más espectacular, por sus consecuencias transformadoras: en los paisajes que habitamos y, también, en nuestros comportamientos y relaciones con los demás. Es un poder que, además, puede tirar de violencia -leyes, policía, inspectores...- y represión -cárcel, palizas, multas...-. Es más que un poder y, como dijo el Tío Ben a Spiderman: -Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

Con la democratización de nuestras sociedades, se ha intentado ir reduciendo la intervención de la violencia en las relaciones de poder que se ejercen desde los que ostentan los cargos públicos hacia la población general. El primer paso es hacer responsables a los ciudadanos de la elección de quienes les gobiernan y, en general, hacerles partícipes de las decisiones de gobierno -casi siempre de forma anecdótica, no vinculante o controlada-. Se trata más bien de crear una imagen o apariencia de participación, estabilidad, altos niveles de consumo, bienestar... Que eclipsen la conflictividad social.

Pero la conflictividad existe. Y se hace patente cuando el poder tiene que recurrir a la violencia para materializar, por ejemplo, sus proyectos urbanísticos. Unos proyectos que, como ya hemos comentado en otros posts de este blog, están determinados por cómo ven el mundo las capas dirigentes y cómo les gustaría que fuera. Un mundo que ven desde los despachos, las reuniones, los viajes, el lujo... Un mundo universal, globalizado, en el que todos somos turistas y visitantes de cualquier lugar. Con todas las connotaciones de clase y exclusión que tiene ese universo turistificado y tecnificado.


Siguiendo en la línea de higienización y modernización del entorno rural, el ayuntamiento de nuestra localidad decidió cepillarse un montón de árboles para remodelar el camino de bajada al cementerio -unos 50 árboles que contaban con unas décadas a sus espaldas y que habían conseguido, a duras penas, adaptarse al entorno y a las podas absurdas que se les realizaban-. Quizá, previendo que también los gobernantes pasarán por ese camino al más allá, como los faraones del antiguo Egipto se cuidaban de construir una gran pirámide, los de ahora se cuidan también de modelar los espacios públicos acorde a sus gustos suntuosos para trascender la historia.
Lo curioso del caso es que el nuevo proyecto también contempla la existencia de arbolado -pero el que ya estaba no era lo suficientemente bueno-. En un espacio absolutamente diáfano, en el que cabrían millones de posibilidades, se opta por quitar lo poco que existe para dejar el lienzo en blanco e inmaculado. La violencia de los gobiernos es también esa: un desprecio absoluto a lo que ya existía, al trabajo de generaciones anteriores, y a las características del entorno, para plasmar proyectos absurdamente nuevos y modernos, con los que no mantengamos ningún arraigo, en los que nos sintamos seguros, sin sorpresas ni irregularidades, lugares cualesquiera -según las modas y gustos del ciudadano universal-. No lugares, donde nuestra necesidad de diferenciación sólo sea posible a través del consumo.

Me daba pena ver los árboles cortados. La última vez que pasé por ahí fue para el entierro de mi abuela. Recuerdo que volví andando desde la puerta del cementerio hacia el tanatorio -para recoger el coche-. El lugar es horrible, un páramo seco donde aflora la pizarra a cada paso. Sólo los árboles proporcionaban cierta compañía. Resultaba un gran espectáculo que siguieran vivos -y con cierta entereza- en un ambiente tan duro y agreste.
Hay quien dice que se siembran cipreses en los cementerios para facilitar la subida de las almas a los cielos. A mí me gusta pensar que los árboles del camino del cementerio mantenían ese vínculo entre los difuntos y el pueblo, un camino tenue y efímero -que ya no existe-. Y se me antojó un acto de gran crueldad y violencia talarlos. Un acto que sólo puede darse si existe esa separación y aislamiento entre poderes y capas de la sociedad: entre el que ordena, el que se encarga de ejecutar la orden y los que reciben las consecuencias. Un acto que demuestra que la racionalidad técnica y política resultan mucho más dañinas que la racionalidad mágica o religiosa, en gran variedad de casos.

Mientras miraba por el retrovisor el espacio arrasado sentí pena, rabia y asco... Creo que no era el único que se sentía así. Seguro que Tío Ben tampoco aprobaba a los Spidermans de nuestro tiempo y lugar.


 


jueves, 12 de mayo de 2022

Peloche del río y la bandera azul

Ayer nos enteramos de que la playa de Peloche, junto con la de Puerto Peña y unas cuantas más de la cuenca del Guadiana -en la provincia de Badajoz-, habían obtenido la bandera azul. Todas ellas playas situadas en embalses de agua -pantanos-.

A muchos nos sorprendió la noticia, porque el referente que manejamos de playa de interior con bandera azul es Orellana. Una playa que está realmente bien, con gran cantidad de instalaciones y servicios para el ocio -puedes pasar un día completo y agradable sin salir del entorno-. Además, dispone de un agua bastante limpia, con unos niveles muy regulares -al encontrarse situada muy cerca de la cabeza de presa-. El agua se renueva a menudo, puesto que se utiliza para regar todas las Vegas Altas del Guadiana -que arrancan en Orellana- y que es la finalidad última con la que se creó todo este sistema de estrangulación y regulación del río. A esta playa acude gran cantidad de gente de todas las localidades cercanas. En temporada alta -Julio y Agosto- casi podríamos decir que se encuentra masificada. 

Lo primero que se me ocurrió pensar es que debían haber rebajado mucho los requisitos para obtener el calificativo de bandera azul -me voy a centrar en la playa de Peloche que es la que más conozco pero, seguramente, el análisis tenga puntos en común con algunas de las otras-.
Bien, esta playa no tiene la mejor de las ubicaciones: es una cola que ocupa el cauce de un arroyo -el Pelochejo- que se seca en verano y donde vierten las aguas sucias -ya depuradas- algunas localidades como Herrera. Así que, el agua no suele estar precisamente cristalina, depende mucho de las corrientes de aire y de cuánta gente haya en la orilla removiendo el fondo. Además, se encuentra en un pantano utilizado para regular el de Orellana, con lo que los niveles varían continuamente en plazos de días, más a lo largo del verano, que es cuando se riega en las Vegas del Guadiana, y más ahora que el agua embalsada en todo la cuenca es realmente escasa -este año se ha restringido la siembra de arroz, maíz y tomate, considerados los cultivos de mayor consumo de agua-.

A mí me gusta mucho bañarme en la playa de Peloche. Mis padres me llevaban de pequeño y ahora mis hijas lo siguen disfrutando. Y no sólo la playa de hormigón, cualquier rincón lleno de pizarras o barro también nos viene bien. Me parece un lugar paradisíaco. Pero también sé reconocer que mucha gente no lo ve así. Cuando llevas a alguien de fuera le suele dar asco. Se quedan sentados en la orilla mirando como retozas en las turbias aguas mientras se abrasan el trasero en el cemento -no soy tan mala persona y los llevo a últimas horas de la tarde, que es cuando mejor se está y, al menos, pueden disfrutar de unas puestas de sol realmente únicas-.
Incluso a la mayoría de gente de Herrera le da asco ese agua, muy pocos vamos allí a bañarnos. De hecho, si te das un paseo por Google Maps, verás que Herrera está trufado de piscinas particulares. La gente realiza verdaderos sacrificios por construirse y mantener una, teniendo la playa a pocos kilómetros e, incluso, dos piscinas municipales en la localidad -una de ellas cubierta-. 

La playa de Peloche, en el entorno del Espolón, se lleva construyendo desde hace décadas. El ayuntamiento empezó echando un poco de hormigón para facilitar el baño -así podías meterte sin las cangrejeras- y, progresivamente, se ha ido echando más hormigón, plantando árboles, ampliando el chiringuito, creando merenderos, arreglando el paseo hasta el Peloche de las casas... Las zonas de ocio del pueblo -el parque, la pista multideportes y la de futbol- se proyectan hacia la playa. Pareciera que todo se hacía para que los habitantes de Peloche y Herrera -y los forasteros que acudían a veranear- disfrutaran el entorno y tuvieran alternativas de ocio en unos meses que resultan especialmente aborrecibles -por lo desorbitado de las temperaturas-. Una mentalidad muy de los 80's y 90's. 

Pero la mentalidad de las capas dirigentes ha cambiado. Si antes todo se proyectaba hacia adentro -hacer más cómoda la vida de los que están aquí, o tienen vínculos directos con la zona-, ahora se proyecta hacia afuera: atraer a potenciales turistas que traigan divisas y generen trabajos precarios que nos permitan subsistir en la zona. La cosa se ha puesto jodida.
Esas capas organizativas y dirigentes de nuestros municipios se encuentran continuamente mirando al exterior, como si fueran el departamento de marketing de una empresa en crecimiento, tratando de proyectar una imagen seductora: de naturaleza virgen, biodiversidad y europeidad. Una imagen que nos resulta extraña, que incluso genera rechazo entre los que habitamos el territorio, entre los que mantenemos relaciones de interdependencia o vínculos emocionales con el mismo. Una suerte de contradicción que confronta con los deseos y anhelos de prosperidad económica que también nos asaltan.

Esa contradicción se apuntala en las condiciones materiales de los que habitamos el territorio. Unas condiciones materiales que añoran ese poner el foco en nosotros mismos, en nuestras propias alternativas para el ocio y disfrute: parques infantiles, zonas arboladas, lugares de reunión, fiestas, tradiciones, playas para los vecinos... Un retorno a una idealizada comunidad rural en que los niños jugaban sin peligro en la calle. La bandera azul está muy bien, pero no nos engañemos, es todo lo contrario a ese pasado idealizado: es un distintivo hacia afuera, un reclamo turístico... Una fantasía, un sueño húmedo quizá... Porque, como hemos apuntado antes: la situación de la playa no es la más idónea para quien venga a darse un baño de realidad en las turbias aguas de Julio y Agosto. Peloche no es Orellana -aunque las imágenes que se están difundiendo puedan hacértelo creer-. 

Peloche es un lugar maravilloso, casi mágico... Y debería tener su sello distintivo, pero creo que la bandera azul puede defraudar las expectativas de mucha gente: es un lugar remoto, mal comunicado y hay que hacer un esfuerzo considerable para acceder a él; no puede ocurrir que te encuentres el agua por debajo del cemento, el arrecife de algas, las sanguijuelas... y un señor que te pide dos euros por ocupar un recuadro de hormigón. 

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También es verdad que tengo serias dudas de que toda esta inversión de dinero público hacia afuera esté teniendo algún tipo de tasa de retorno -que realmente esté generando unos beneficios económicos superiores a los que se tendrían invirtiendo hacia adentro-. Porque sabemos, por otras experiencias a lo largo del litoral de la península, que el turismo genera trabajos precarios, desigualdad y contradicciones sociales -como puede ser: tener unas flamantes instalaciones de cara al visitante, mientras colegios, u otras infraestructuras básicas, se caen a trozos-. El visitante viene un día o dos y se lleva una grata experiencia. Pero el precio lo pagan los que se quedan aquí sosteniendo la proyección de una imagen que resulta dulce hacia afuera y amarga hacia adentro. Reforzando así el imaginario juvenil de convertirse también en turista de su tierra -emigrar-.

Foto tomada en la playa de Peloche - Junio 2016


lunes, 2 de mayo de 2022

Cambiar de trabajo

Llevo unas semanas de tensión total con lo del cambio de trabajo. Di los 15 días laborables de preaviso y no debería haberlo hecho: porque apenas tenía asuntos pendientes debido al cambio de proyecto al que me habían destinado recientemente... Bueno, más que un cambio de proyecto, era un cambio de compañía en toda regla: con gente nueva, en países dispersos por el mundo, con tecnologías diferentes a las que venía utilizando... Pero en las mismas condiciones -salario- de siempre. Así que ahí llevo unas semanas prolongando la agonía, resolviendo dudas a los que heredan los proyectos que llevaba y escuchando alguna que otra poco motivadora contraoferta.

Ahora hay muchas empresas tecnológicas anglosajonas buscando mano de obra fuera de sus territorio -supongo que les sale más barato que contratar nativos-. La compañía multinacional para la que trabajaba había adoptado otra estrategia: compraba empresas por todo el mundo para disponer de sus trabajadores. En realidad, puede ser una buena oportunidad para todos: la compañía anglosajona consigue trabajadores baratos y, estos, adquieren la experiencia para dar el salto al nuevos mercados... Con lo que en pocos años los salarios se equilibrarían y todo quedaría perfectamente globalizado.

Creo que cuando era más joven no me afectaba tanto lo de los cambios. Todo era algo provisional... Aún lo veo así: trabajas unos años en un sitio, luego te vas a otro -o te ves obligado a irte-. Y así vas completando tu CV... Hasta que ya no puedes más y te jubilas o mueres. No se parece en nada a los puestos que deseaban nuestros padres: con una estabilidad, solidez y beneficios que se iban consolidando e incrementando cada año que pasabas en la misma compañía. Entre los trabajos cualificados parece que sólo el funcionariado sigue apostando por esa fórmula. El resto se ha precarizado sobremanera. Las grandes empresas se dividen, subcontratan... y también presionan a los gobiernos para que relajen las leyes que les hacen tener obligaciones para con sus trabajadores. Los vínculos entre las empresas y empleados se debilitan, favoreciendo la rotación. Muy apropiado para estos tiempos líquidos donde todo fluye muy deprisa, donde tecnologías novedosas pasan a estar obsoletas en un puñado de años. 

Las empresas, como organismos deseantes y cambiantes, se mueven buscando los mayores beneficios, el crecimiento, el lujo, la sensualidad... Los trabajadores sólo somos el medio para conseguir sus fines -una incomodidad necesaria-. Aunque, en ocasiones, se realizan intentos por atraer a los empleados a esas dinámicas del deseo: vestir elegante, oficinas chulas o lujosas, viajes, gente joven...

Estaba acomodado, absurdamente atado a la disciplina de mi antigua compañía. Conocía el producto, la gente... Tenía un cierto vínculo con mis compañeros. Pero no estaba ahí por el deseo. Me estaba convirtiendo en un ente pasivo, temeroso del mundo exterior, de los jefazos... Mi confianza en mí mismo caía... Y tampoco me estaba ayudando a conseguir mis objetivos personales: la filosofía, la familia, escribir, el campo, la fotografía... El trabajo me daba bajón y, además, estaba incurriendo en ciertos comportamientos viciosos -las redes sociales-, que en nada ayudaban a mi bienestar y, mucho menos, al desarrollo de mi eficiencia -en cualquier ámbito que implicara estar a solas con una pantalla-. Tenía que salir de ahí. Ese trabajo me hacía viejo. Todo el rato hablando en inglés con desconocidos a los que no importas lo más mínimo, serio, sin bromear... Aquel cambio de proyecto fue el remate final, el impulso que necesitaba para dar el salto.

La pandemia ha cambiado muchas cosas, una de ellas es lo del teletrabajo, que se ha generalizado en mi ámbito profesional. Ya no soy el bicho raro. Las empresas buscan gente que quiera trabajar en remoto. Para mí, ha sido una suerte la pandemia.

El cambio me hace ilusión, lo deseo... Y no sé si me acabaré adaptando a las nuevas formas de trabajo... Parece todo muy happy flower en esta nueva empresa. Pero también he perdido el miedo a buscar empleo, ya sé que existe demanda. Hace años que debiera haber hecho este ejercicio. Es un torbellino de emociones: buscar ofertas, actualizar el CV, hacer entrevistas, reflexionar sobre lo que te gusta y lo que no, lo que has hecho todos estos años, cómo te ves en el futuro... Sentirse joven, atractivo y capacitado otra vez -o todo lo contrario cuando no aparecen ofertas, la entrevista sale mal...-. Sentir que el destino no está cerrado, que aún dispongo de cierta autonomía frente a la necesidad de un empleo -ingresos-.

domingo, 10 de abril de 2022

Actualizar el curriculum

Hace unas semanas decidí actualizar mi CV y realizar algunas entrevistas. Era algo que siempre me decía debía hacer... Pero no acababa de lanzarme porque estaba a gusto en mi trabajo: llevo en remoto ya casi 10 años, con proyectos variados e interesantes y siempre van saliendo cosas nuevas. Cuando he necesitado reducir la jornada para los cuidados nunca me han puesto pegas -aunque esto último sí que puede suponer que te saquen de la primera línea de ciertos proyectos-. 

En la compañía todo el mundo se ha adaptado al trabajo remoto: todos tenemos cámaras, micrófonos, aplicaciones para conectar, compartir pantalla, salas de reuniones para conferencias... Así resulta mucho más fácil. Cuando yo empecé corrías el riesgo de quedar excluido por el simple hecho de que al resto de compañeros les diera pereza llamarte por video conferencia -estábamos muy acostumbrados a levantarnos de la mesa e ir a importunar a cualquiera-. Unos utilizaban un programa, otros cualquier otro y toda la responsabilidad de que las llamadas fueran bien recaía en el tío que estaba en casa -que no se metieran las niñas en la habitación mientras hablabas, que no hubiera ruidos...-, resultaba un tanto estresante, porque además yo era el primer interesado en que aquel experimento del trabajo remoto saliera bien. Quizá incluso, durante algún tiempo, me cargué en exceso de trabajo. Creo que me subió la tensión debido a aquello. Porque, cuando estás en casa, sólo trabajas -solo-, no paras al café o comentar algún chascarrillo con los compis. Afortunadamente, la pandemia ha enriquecido nuestra experiencia con el teletrabajo, es algo que todos hemos tenido la oportunidad de saborear, o sufrir, y ya sabemos de qué va.

Como consecuencia de esta inmersión en mi puesto de trabajo, mi salario se ha ido quedando muy por debajo de la oferta del mercado y tampoco parece que en mi compañía tenga muchas posibilidades de promocionar. Hay posibilidad de moverse entre diferentes proyectos, pero los salarios no se mueven, a menos que alguna otra compañía te haga una oferta en firme. Así, te puedes encontrar con compañeros que cobran el doble que tú con responsabilidades y tareas muy similares. 

Yo no estoy especialmente preocupado por el dinero, no llevo un estilo de vida especialmente elevado. Pero los agravios comparativos no molan. Más, cuando uno se esfuerza por hacer bien su trabajo y sabe que es bueno en ello. 

Hace unos meses me cambiaron de área. Ahora trabajo en un grupo internacional, con gente de diferentes países, hablando siempre en inglés. Está guay, me di cuenta de que aún podía defenderme en ese idioma, a pesar de llevar tanto tiempo sin practicar la oralidad. Trabajamos con las tecnologías más novedosas, y eso siempre se agradece, porque lo más novedosos siempre es más fácil, rápido y cómodo de utilizar. Los que hemos tenido que sostener o desarrollar alguna tecnología antigua sabemos que hay que poner especial atención hasta en los más mínimos detalles. Muchos aspectos que quedan automatizados y verificados de forma casi mágica con herramientas o productos más avanzados, resultaban fuente de error y quebraderos de cabeza en otra época.

El problema de los grupos internacionales son los desfases horarios, sobre todo si trabajas con gente en el continente americano. Puede que necesites algo de alguien en esa franja horaria y, para conseguirlo, tengas que perseguirlo incluso fuera de tu horario. Reuniones que empiezan tarde y se alargan... 

Al poco tiempo de estar trabajando en este nuevo grupo, el jefe del equipo se fue de la compañía, y el proyecto estaba completamente en pañales: apenas sin definir y casi sin concretar las tecnologías a utilizar. Este fue el punto de inflexión, sentí que estábamos dando palos de ciego y empecé a tener dudas de que aquello fuera a salir adelante. Muchas veces ocurre que se encuentra una solución de terceros económicamente más barata y se abandona el proyecto interno. Cogí el Word de mi viejo CV, lo metí en Google Docs y actualicé también el Linkedin. Ahora, pasadas unas semanas, creo que ya estoy bastante contento con cómo me ha quedado: resumida mi experiencia, señaladas las tecnologías que más me interesan, con una foto reciente...

También realicé algunas entrevistas bastante catastróficas -cogí un gripazo tremendo que me nubló el entendimiento durante casi dos semanas-, además, no tenía muy claro a qué posiciones tirar la caña, el rango salarial... Y, porque, cuando llevas tanto tiempo trabajando, hay que hacer el ejercicio de traer a la memoria todas las cosas que has ido haciendo. Ya voy teniendo todo esto más claro y, como veo que hay bastantes ofertas, he decidido tomármelo con más calma, hasta encontrar algo que, al menos de entrada, me satisfaga y motive.

En algunos posiciones esperan que seas experto en tecnologías muy concretas y... es complicado, porque puede que hayas trabajado con ellas hace años, o que no las hayas utilizado los años que esperan o, simplemente, que ahora estés en otras cosas y no tengas eso en el centro de tus pensamientos. Al final, de lo que uno se da cuenta es de que tiene una cultura tecnológica y del trabajo que le permite adaptarse y profundizar en cualquier proyecto. Que he adquirido el bagaje que facilita integrarse, e incluso, tomar las riendas de nuevos proyectos. Que he ido llenando la mochila de experiencias y conocimientos que ahora me permiten sobrevivir en cualquier jungla. He sufrido una evolución, algo así como cuando nos empeñamos en instruir, formar y someter a pruebas a niños y adolescentes en conocimientos abstractos en los que no están interesados y que, pasados unos años, sólo por su desarrollo personal y social, serán capaces de asumir sin más. 

domingo, 3 de abril de 2022

El anticristo

Por las calles se veían cadáveres tirados por el suelo. También cuerpos a medio enterrar en fosas comunes. Pero nadie sabía cómo llegaron ahí. No se decía nada ¿Habían sido las tropas rusas? El fuego amigo? Un vampiro, quizá?

La gente huía hacia las fronteras. Las mafias se acercaban para traficar con personas y prostituirlas en Europa. Se habían difundido imágenes de neonazis ucranianos torturando y asesinando gitanos y pro-rrusos. Se decía que el presidente Zelensky había sido aupado al poder por el partido demócrata estadounidense. Que habían instalado laboratorios de armas químicas por todo el territorio y habían proporcionado poder a las facciones más radicales del ejército ucraniano. 

La Dark Web se inundó de pornografía infantil y violencia. Decían que Biden y su hijo eran pedófilos consagrados... Así que, EEUU y sus aliados, no sólo habían provocado a Rusia acercando tropas a sus fronteras, querían además, darle todos los motivos para la invasión ¿Era una trampa?

La bomba nuclear planeaba sobre el cielo de Europa. Los demócratas no se detendrían: no era su territorio, estaban dispuestos a todo para tomar por la fuerza el poder del nuevo orden mundial. 

La humanidad daba asco. Especialmente la humanidad en el poder, ávida de dinero y recursos escasos.

Al rato apareció en la TV un documental de Las Vegas: un lugar horrible, de pésimo gusto, donde el lujo y el vicio se daban la mano con la ludopatía. Seguro que aquello era demasiado cutre para el depravado de Biden... Aquel anciano escondía cosas muy turbias, detrás de aquella sonrisa tantas veces operada ¿Qué podía impulsarle a la presidencia? Un señor tan mayor...

En nuestro país, el presidente se había entregado completamente a la interpretación. Seguía perfectamente el guion marcado... Era la versión latina del anciano ¿Sería también un pedófilo? España enviaba armas, incrementado el presupuesto militar y entregando el Sáhara Occidental a Marruecos. En la tele siempre lucía muy apuesto, enarbolando el fantasma de la ultraderecha. En un discurso vacío que parecía causar gran entretén... Como aquellos combates de Pressing Catch que tanto nos gustaban de pequeños... Luego descubrimos que todo era falso, puro teatro...

No sabíamos cómo acabaría esto. Pero el lado oscuro se había apoderado de occidente, no cabía duda. Sólo nos quedaba la esperanza de que Rusia se aliara con Oriente y nos salvara de la depravación de nuestros líderes. Como cuando pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial y liberaron todos esos campos de concentración ¿Qué nos pasa a los occidentales? ¿Por qué dejamos que nos gobiernen siempre los más tarados, los más violentos?

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La presentadora del Telediario tenía unas tetas enormes... Era muy guapa, pero la vista siempre se iba... Se acercaba la Semana Santa y era el momento de torturar y matar al Cristo. Un acto que nos parecía muy provinciano... Salvo si lo representamos en el tablero global.


jueves, 24 de marzo de 2022

El cártel de Semana Satán

No soy experto en cartelería de Semana Santa... Ni tan siquiera aficionado. Pero me impactó el cartel de mi pueblo de este año. Después de tanto tiempo de pandemia, volcanes, distanciados, sin celebraciones, con los noticiarios trufados de conflictos bélicos, huelgas, sequía, escasez de alimentos, con los precios de los combustibles fósiles y la energía por las nubes... Pareciera que el sistema estuviera a punto de colapsar... El Apocalipsis!!

Cartel de Semana Santa. Extraído del perfil de Facebook del ayuntamiento de Herrera del Duque

Desconozco el autor o autora del cartel y las emociones que pretendía inspirar con el mismo. La Semana Santa es una celebración oscura, cargada de culpa y dolor para los cristianos: con toda esa representación del sufrimiento, traición, tortura y muerte de Cristo. Una suerte de purga contra los excesos y pecados cometidos durante el año. Quemarse a lo bonzo para renacer como el ave Fénix al clímax reproductivo de la primavera.

Escuchaba a alguien comentar que toda esa tortura, sufrimiento y violencia ejercida contra el Cristo, en que se recrean nuestras sociedades, es una forma de justificación del fascismo: si podemos hacerle eso a Jesús ¿Qué no podremos hacer contra quien pensamos que se lo merece (disidentes políticos, terroristas, delincuentes...)?

Supongo que, para alguien de otra cultura, todo el arte y la tradición cristiana debe resultar la mar de extravagante. Yo, tratando de tomar distancia, encuentro sus representaciones muy gores, muy crueles, siempre impregnadas de la pegajosa culpa. Creo que esto es especialmente así en España, Portugal e Italia. A medida que nos desplazamos hacia zonas influenciadas por el mundo anglosajón la tradición se vuelve más abstracta, ligera e individual.

Especialmente en el sur de España, la Semana Santa está muy ritualizada, muy codificada, muy insertada en la sociedad. La población lo vive intensamente y es motivo de reunión y organización entre grupos de personas absolutamente dispares, que ni tan siquiera participan el resto del año de la vida religiosa. Justo en el sur, donde se supone que somos más calientes, más dados al exceso... Como si no fuéramos capaces de controlarnos y, cegados por un extraño espíritu destructor, fuésemos capaces de llevarnos por delante también al que vino a salvarnos ¡Que lo crucifiquen! ¡Que lo maten! ¿Pero quién se ha creído que es!!?

Me parece que muchas de las teorías del colapso del capitalismo están impregnadas de este catastrofismo cristiano. Después de tanto exceso de consumo, de tanta pornografía, de tanta obscena desigualdad... Tiene que asestarse un duro golpe justo a los que menos culpa tienen: a los que iban a rebufo, a los más pobres. Los culpables ya serán juzgados en la otra vida -si eso-. Hay cierta moral del castigo que está muy bien para bajar la mirada de los esclavos, no sea que les de por mirar para arriba y amotinarse.

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Del cartel me gusta mucho la representación de El Castillo como Monte Calvario, con las torres de electricidad preparadas para la crucifixión y las negras golondrinas como síntesis antagónica de la muerte y la llegada de la primavera.

En el pueblo estamos siempre vigilados por La Fortaleza, es nuestro singular panóptico. Allí se concentran todas las comunicaciones, es un lugar estratégico, un centro de poder, una presencia amenazante y blindada. Eso tiene que conferirnos un carácter especial a la gente de Herrera.

El Castillo/La Fortaleza de Herrera del Duque. Marzo de 2022. Primavera

miércoles, 2 de marzo de 2022

Palos y piedras en las guerras del fin del mundo

En el conflicto entre Ucrania y Rusia hay pocas certezas. Somos muy conscientes de que en las guerras se libran batallas en las que la información y la propaganda son armas fundamentales -también para justificarse uno u otro bando ante agentes externos al conflicto-. Sabemos que se miente, se difunden noticias falsas, se intenta desprestigiar y caricaturizar al oponente...
Pero sí que tenemos alguna certeza bastante clara: que en las guerras siempre pierde la población y que los pueblos no tienen nada que ver con los dirigentes de sus estados -son estos últimos los que han acaparado todo control sobre la violencia-. 

En Europa se lleva tiempo cultivando una creciente rusofobia. Y en los medios tradicionales ya asistimos a la satanización de Putin y el endiosamiento heroico del presidente de Ucrania. Una caricatura que va calando en la población. Una caricatura reforzada por la censura a los medios rusos, no sea que a los ciudadanos -que somos medio gilipollas- nos contaminen con un relato diferente al de Bruselas.

Los estados utilizan la población como un arma más: también para arrojarla contra las bombas y obtener las imágenes que justifiquen agresiones de respuesta. De la misma manera que se utiliza la economía para inyectar o quitar recursos a uno u otro bando. No me imagino al pueblo ruso organizándose y diciendo -Vamos a invadir Ucrania antes de que se una a la OTAN y nos planten sus bases militares en la frontera. De hecho, en los noticiarios nos han mostrado manifestaciones contra la guerra en pleno corazón de Moscú -manifestaciones convenientemente reprimidas con violencia-. 

Otra cosa que parece estar clara es que se trata de una guerra entre grandes potencias -Rusia y su esfera de influencia Vs la alianza atlántica- enfrentándose en el escenario de Ucrania. Y quien lo está pagando ahora es el pueblo ucraniano. Pero lo pagaremos todos: aquí, en Europa, con los precios de petróleo, el gas, los cereales... la inflación. EEUU, en su lugar, saldrá ganando: vendiéndonos más caro su armamento, su petróleo, su gas...

Una guerra supone un gasto inimaginable para las personas de a pie, que no hemos usado nunca un arma, ni tan siquiera sabríamos como obtenerla ni, mucho menos, cómo fabricarla. La guerra es cosa de las corporaciones y los oligarcas que controlan y dirigen los estados -los del IBEX-35 aquí, en España-. Aún así, los estados se afanan en alinear a su población con sus intereses, para que no perciban el sacrificio como algo inútil -vivimos en la época de la pose, los sentimientos y la publicidad-. En España la postura es: -Hay que ayudar al pueblo ucraniano para que mantenga su soberanía frente a Rusia y eso va a exigir sacrificio, porque Putin se ha vuelto loco desalineándose de occidente. Se disocia al pueblo ruso de sus líderes y, en cambios, se identifica intencionalmente al pueblo Ucraniano con su gobierno -ofreciendo una imagen europea y democrática del mismo- porque, sino, todo esto de las democracias representativas y los Estados no se sostiene por ningún sitio: nos daríamos cuenta de que Pedro Sánchez es sólo un producto de mercado subordinado a los intereses de Bruselas -el lugar donde las corporaciones legislan y reparten presupuestos que mantengan un entorno seguro a la actividad empresarial-.

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En 1989 Fukuyama publicó su ensayo "El fin de la historia", donde defendía:

"la historia humana como lucha entre ideologías ha concluido, ha dado inicio a un mundo basado en la política y economía de libre mercado que se ha impuesto a lo que el autor denomina utopías tras el fin de la Guerra Fría."

Pero la historia no estaba muerta, estaba de parranda -como he leído por ahí en algún ingenioso tweet-. 

Y es que el capitalismo tiende a crear grandes monopolios, se apoya en los estados para extraer rentas a sus pueblos, invierte en armamento, tiende a esquilmar los recursos y a buscar nuevos caladeros. No existe tal cosa como el libre mercado -sólo sirve para aplicárselo a la población: autónomos, asalariados, pequeños negocios...-

Y lo cierto es que llevamos décadas viendo a EEUU y sus aliados manteniendo políticas muy agresivas contra el resto de estados a lo largo y ancho del globo: Irak, Afganistán, Palestina, América Latina... Generando conflictos, invadiendo... Dando salida a toda su tecnología armamentística y haciéndose con el control de recursos naturales estratégicos a través de sus empresas y grupos de inversión. Pero en los últimos años, el milagro económico chino ha generado en la propia población occidental la impresión de un occidente decadente, que le pone ojitos al autoritarismo, prosperidad y autosuficiencia orientales -como vemos en el auge de los nacionalismos y los partidos que se llaman de ultraderecha-. La escasez de combustibles fósiles pone el foco en Rusia, quizá la única potencia petrolífera con auténtica soberanía fuera de la influencia de la alianza atlántica... Pareciera que el mundo unipolar controlado por los EEUU y Europa estuviera llegando a su fin.

Así que, de momento, tenemos un conflicto entre estados vecinos, con pueblos que son prácticamente hermanos. Un conflicto en el que se están implicando la Unión Europea y EEUU, con la intención de arrancar el estado ucraniano de la influencia oriental. Y, cada día que avanza el conflicto, Europa se implica y escala en la violencia: primero empezó con sanciones a Rusia, apoyo moral a Ucrania, después enviando armas... No sabemos como acabará todo esto pero, lo que sí parece manifestarse, es que el dominio del capitalismo occidental empieza a encontrar sus límites expansionistas, que en oriente han surgido otras corporaciones y oligarquías que van a defender su parte del pastel.

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Esta invasión de Ucrania, como muchos otros conflictos, no se entiende si no es con algo de contexto histórico, donde lo que expongo a continuación no es más que un burdo esbozo -pero para afinar ya está la Wikipedia y un montón de noticias y análisis que están surgiendo con el interés despertado por el conflicto-:
Durante la Primera Guerra Mundial, el pueblo ruso llevó acabo su propia revolución interna -no cabe aquí diferenciar entre Rusia y Ucrania-, cargándose al zar y materializando un Estado "comunista". Es en este punto donde comienza la historia de Ucrania como república con cierta autonomía respecto al resto de territorios rusos -y de ahí la reclamación de Putin como parte de su imperio o la crítica que hace a Lenin por consentir la autodeterminación de los territorios-. Parece increíble que los pueblos rusos pudieran llevar a cabo la revolución mientras su estado era asediado por las grandes potencias europeas -tuvieron que pagar un alto precio para establecer la paz-. Más increíble aún es que, para cuando ocurrió la Segunda Guerra Mundial, apenas tres décadas después, la Unión Soviética se hubiera convertido en una potencia tan fuerte como para derrotar a la Alemania nazi -el imaginario antinazi de los rusos radica en las terribles consecuencias que tuvo para ellos la Segunda Guerra Mundial, de ahí que Putin haya insistido en sus discursos para acabar con los neonazis ucranianos-. Luego vino la Guerra Fría, con el enfrentamiento entre el modelo capitalista occidental Vs el dirigido desde el Estado de la URSS. Donde la caída del muro de Berlín vino a confirmar la victoria de occidente y el capitalismo globalizado como la única organización económica posible o imaginable. Desde occidente se ha tratado también de imponer la democracia representativa como la única forma de control efectiva de los Estados -aunque esto no ha tenido tanto éxito-. Todos los estados surgidos de la disolución de la URSS quedaron debilitados, sólo Rusia, tras varias décadas, parece haber conseguido hacerse fuerte jugando a los mercados -aunque no debe serlo tanto cuando se siente amenazada por el avance de occidente y la OTAN hacia su territorio y áreas de influencia-.

Así que, ya no hay una competencia entre modelos de organización -comunismo Vs capitalismo-. Se ha impuesto una suerte de capitalismo oligárquico y de corporaciones, asociado a diferentes áreas culturales. Se ha materializado el "Choque de civilizaciones" de Huntington, y aquí no parece que los pueblos jueguen ningún papel -como sí lo tuvieron en el siglo pasado con los procesos revolucionarios-. Ahora los pueblos somos financiadores y el arma arrojadiza de conflictos bélicos altamente tecnificados,  dirigidos no sabemos muy bien por qué oscuros intereses.

La frase atribuida a Einstein "No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras", parece ahora más plausible que nunca. Y este conflicto no hace sino echar más leña al fuego al espíritu pesimista de nuestra época: dando por hecho que dejaremos un mundo peor para nuestros hijos y afianzando la idea de que resulta más fácil  imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.

Viñeta "Desmilitarización para resolver los conflictos en paz..." extraída de GRUÑIDO GRRR - Ironía Gráfica.



martes, 22 de febrero de 2022

Ficciones artificiales a partir de imágenes de lo real

La situación empezaba a ponerse fea. El petróleo no paraba de subir -decían que las reservas se estaban agotando y que ya no se invertía en una tecnología contaminante-. Justo cuando la demanda aumentaba por la incorporación de más países al mundo desarrollado. La implantación de renovables sólo había contribuido a aumentar la cantidad de energía disponible, y su consumo. La inflación subía, los salarios se estancaban. La sequía asolaba el sur de Europa y la gente abrazaba el fascismo, el negacionismo y la pseudociencia... Ya no creían que la tecnología pudiera salvarlos y volvieron a sus viejos ídolos... 

¡Qué llueva! 
¡Qué llueva! 
¡La Virgen de la Cueva! 
¡Todos a Guadalupe!

Foto del escaparate de una tienda en Guadalupe (Cáceres). Febrero de 2022

En la radio, un psicólogo que vivía en una ecoaldea, decía que la pandemia había empeorado mucho las cosas. Que las personas sufrían de estrés y ansiedad: por la incertidumbre climática, por la precariedad laboral, por un estilo de vida individual, por el miedo al contagio... la falta de contacto.
-En la aldea sólo tenemos cinco coches para todos, cuando alguien lo necesita lo coge. Si cada familia tiene dos o tres coches nos cargamos el planeta. Sí, es complejo, surgen conflictos, tenemos que dialogar, establecer nuestras normas... Pero compensa. Aquí nadie está solo.


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Me gusta visitar estos sitios, en busca de una imagen global de nuestra época. Porque en las redes suele haber mucha mala leche y postureo. En los medios tradicionales, las peores noticias: guerra, hambre, migraciones, violencia, contaminación, toxicidad... En las películas, pura fantasía. En las series, competitividad. En los anuncios, una imagen de falso lujo y edonismo basado en el consumo... En cualquier lugar intentan venderte algo. En las conversaciones de la calle sólo se escucha el eco de los medios y las dudas técnicas del día a día para afrontar la burocracia. 

En el arte contemporáneo está todo eso y más. Porque suma ese regusto de lo que se se oculta al público: la violencia, la sangre y el sexo que transitan la individualidad desde que la humanidad se volviera un amasijo de carne tras la Primera Guerra Mundial.

Miriam Cahn - o.f. Foto de lámina en el Museo Reina Sofía. Febrero 2022

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No había pasado ni un día desde que llevamos al joven y fuerte carnero a su nuevo hogar. Cuando fuimos a ver cómo estaba, nos dimos cuenta de que ya no andaba... ¡Volaba!
Los buitres se lo habían comido. Los huesos resplandecían sobre la hierva fresca aplastada y salpicada de plumas.
Naces, creces, te peleas con otro carnero, mueres y Valhalla!

Foto tomada en lo alto de Puerto Peña. Febrero de 2022


sábado, 5 de febrero de 2022

Contra Elysium City

Este jueves se publicó en el DOE un documento por el que la Junta de Extremadura daba por buena la construcción del macro proyecto de ocio llamado Elysium, en el entorno de Castilblanco.
Para la Junta, el pequeño ayuntamiento de Castilblanco y gran número de vecinos todo son elogios y una gran oportunidad de llenar la España vaciada de "cosas".

Antiguamente Extremadura era el cortijo de los señoritos. Eso ha cambiado: ahora nos parecemos más a África -y no es por el calentamiento y la sequía, que también, sino por su aspecto colonial-. Somos un territorio a colonizar por las grandes empresas -nacionales y extranjeras-. Resultan muy golosos nuestros recursos naturales, agrícolas, cinegéticos, hídricos, mineros... 
-Aquí hay mucho terreno y está vacío, sin explotar. -Deben pensar las corporaciones.

Pero aquí vive gente con su propia cultura, identidad e intereses. Que no se hayan esquilmando los recursos no quiere decir que no se hayan explotado. Es sólo que se ha hecho de forma tradicional y racional -durante siglos-.
Quizá no existía una planificación ecológica explícita. Pero parece dudoso que, comunidades que vivían de su territorio, estuvieran dispuestas a destrozarlo y a negar su uso y disfrute a las generaciones venideras.

Los señoritos venían aquí y llevaban al límite sus fantasías de dominación y castración -todavía queda mucho de eso-. Y, cuando creíamos que no podía haber nada peor, nos llega el desarrollismo y la incorporación a los mercados globales. Se empieza a llenar el territorio de pantanos, canales, plantaciones de pino y eucalipto, se roturan grandes zonas de regadío, nucleares, placas solares, tendidos eléctricos... A la par que se tecnifica el campo, se devalúan sus productos y se arrebata a la población los medios tradicionales de vida -forzando la emigración a la ciudad-.

Nos ha quedado un territorio muy desprotegido. Como cuando labras un olivar de montaña y lo tratas con veneno: cualquier lluvia sanadora se le puede llevar la tierra.

Con estos antecedentes viene anunciándose durante varios años el megaproyecto de ocio en las proximidades de Castilblanco: Elysium City, se autodenomina. Una suerte de ciudad inteligente, parque de atracciones y casino, que pretende albergar más población que la actualmente existente en toda la comarca. Concentrada en 1200 hectáreas de terreno. Eso sí, bien revestida de verde -con muchas placas solares, cero emisiones de CO2 y una eficiencia que emana como por arte de magia de la tecnología-.
Llevan años dándonos el coñazo con que son nuestros tractores y todoterrenos a gasoil los que están causando el cambio climático, pero construir una ciudad cepillándose una dehesa y tomando agua de los agostados pantanos es ecológico... Todo bien. 

Muchos vecinos se sienten ilusionados con el proyecto, aunque creen que no llegará a materializarse. Porque resulta una cosa absolutamente fuera de contexto, que nadie ha demandado. Una ida de olla casi imposible de imaginar... Más bien pareciera un timo, o un sumidero por el que se escurran nuestros impuestos a manos privadas. 

Y es que tenemos motivos para desconfiar. No es la primera vez que se nos aparecen megaproyectos que sólo son posibles financiados desde el exterior. Los llevamos sufriendo desde el tardofranquismo: cuando España empezó a abrirse a Europa y al mundo entero -y a nosotros nos encerraron entre pantanos, mientras veíamos cómo los puestos de trabajo iban disminuyendo y los beneficios económicos fluían hacia la capital-. Al menos en aquellos entonces nos sacrificábamos por el bien de España -🇪🇸bandera, bandera🇪🇸-.

Pero esta vez sí es la buena. Elysium se percibe como una oportunidad para la población local: puestos de trabajo, más gente en la zona para consumir nuestros productos y servicios, subida del valor de los terrenos... -¡Volverán los buenos tiempos! Como cuando se construía la central nuclear de Valdecaballeros y atábamos los perros con longanizas.
Ciertamente parece una actividad especulativa, no meramente extractiva y tampoco excesivamente peligrosa o contaminante. ¿Quién sabe? Quizá podamos practicar el inglés y empaparnos de otras culturas... Porque esta ciudad no es para nosotros, es para gente que vendrá de países lejanos a experimentar un estilo de vida que nos es totalmente ajeno -a ver cómo se las apañan para llegar: de forma ecológica, seguro-.

Imagen extraída de la web de la empresa promotora

Me cuesta ver el beneficio en nuestra comunidad a largo plazo. Quizá sí en el corto -por la generación de empleos y la demanda de bienes y servicios-. Y no me parece el impacto ecológico el aspecto más controvertido.
Lo peor es que, si existiera algo que pudiéramos llamar identidad de comarca, proyecto común, plan de acción, o un mero desarrollo en la línea que se ha venido materializando durante siglos -lo que se estaba consolidando con la declaración de Reserva de la Biosfera-, lanzarse a la construcción de este esperpéntico proyecto, es como pegarle una patada a lo que veníamos entendiendo como "La Siberia". Todo para pasar a la dependencia de capital extranjero y a nuevos modos de vida desconectados del territorio. En definitiva: perder soberanía y autonomía para entregarla a los intereses económicos de una corporación sobre la que la población no tiene ningún control.
Ya se le han hecho una ley a medida para facilitar su actividad (LEGIO) y también un plan de ordenación territorial. Se van a expropiar los terrenos. Y parece obvio que, las pequeñas localidades cercanas, tendrán que plegarse a los intereses de semejante monstruo -estos también querrán su trozo de pantano lleno en verano-. 

En Las Vegas también vivía gente, desde luego ya nadie se acuerda de eso -la cultura anglosajona es especialista en borrar el pasado y focalizarse en el futuro-. Yo creo que aquí todavía existe cierta idea de comunidad y un gran vínculo con el territorio. Las acciones de alcaldes y alcaldesas nos pueden parecer más o menos acertadas, más o menos caciquiles, pero por lo menos tienen que rendir cuentas cada cuatro años ¿Ante quién va a rendir cuentas una sociedad anónima?
Respuesta: ante sus accionistas

 "Oh! Hay black jack, póquer y la ruleta.
Una fortuna ganada y perdida en cada trato.
Todo lo que necesitas es un corazón fuerte y nervios de acero.
Viva Las Vegas, Viva Las Vegas!
Viva Las Vegas! Con tus flashes de neón
y tus máquinas tragaperras
tirando todas las esperanzas por el desagüe.
Viva Las Vegas! Convirtiendo el día en noche
convirtiendo la noche en día.
Si lo ves una vez
nunca volverás a ser el mismo."