lunes, 16 de diciembre de 2019

Pesadilla justo antes de Navidad

Todos tenemos algún amigo al que no le gusta la Navidad. Pero a mí, personalmente, me repugna. Me resultan odiosas esas estridentes luces, los días tan cortos, las noches eternas, el apagarse de los apacibles colores del otoño... Y, sobre todo, ese consumismo exacerbado y la sonrisa forzada aparentando felicidad y amor.
En cierto modo, me siento como el Tió -que todos los años para esas fechas metemos en el salón de casa-. Lo había fabricado yo mismo, con un leño de alcornoque al que había acoplado, de forma muy burda, unas patas de encina y una nariz. Mi mujer le había puesto una barretina catalana y, como cara, unos ojos de fieltro y una enorme sonrisa roja. Así que, el leño de alcornoque, siempre estaba sonriendo -como si fuera el Joker a punto de explosionar una bomba en un concurrido mercadillo navideño-.

El fin de semana antes de Nochebuena, solemos visitar Madrid. Una costumbre horrible que habíamos adoptado el año que nació la mayor de nuestras hijas. Además, acudimos a pasear a los lugares más saturados de la ciudad, mientras sugestionamos a las niñas para que sientan admiración por la obscena iluminación y los escaparates.
-¡Oooh! ¡Qué luces tan bonitas!
-¿Te gusta ese juguete? Pues si te portas bien te lo traerán los reyes magos!

El peor momento, sin duda, es visitar Cortylandia. Resulta casi imposible acercarse. Los carros de los niños te golpean las espinillas mientras vendedores de globos y otras chorradas te acosan mostrándole el producto primero a las niñas -para que te fuercen a comprarles-.
Se percibe el malhumor por todas partes: empujones, malas contestaciones, coches tocando el claxon y acelerando para salir del parking... En los alrededores no mejora el panorama: colas kilométricas para comprar lotería, los de la limpieza intentando contener la basura desperdigada por las calles, gente borracha y drogada con absurdos complementos en la cabeza... -Sin alcohol y drogas se hace muy difícil soportar semejante escenario-.

Siempre digo que mi película española favorita es "El día de la bestia". Me encanta la escena en que José María se pone a disparar al aire en la abarrotada calle Preciados, y los integrantes del grupo xenófobo y racista acaban fusilando a los reyes magos - en su intento por cargarse al sacerdote aprendiz de satánico-.


Así que, allí estábamos: de pie, sobrios, resignados, pasmados de frío, con las niñas cogidas sobre nuestros hombros -para que pudieran atisbar algo del teatrillo que montan en la fachada de los grandes almacenes-. Mientras, la pegajosa musiquilla se nos iba clavando como alfileres en lo más profundo del subconsciente -♫♪Cortylandia! Cortilandia!♫♪...-. Días después la seguíamos tarareando... Como una recurrente invocación a Belcebú.

Sí, el nacimiento del Anticristo había de tener lugar allí: en La Meca del consumo, el vórtice donde se materializa y exhibe el producto de la explotación del medio ambiente y el trabajo esclavo globalizado.


Finalmente, conseguimos salir de allí y, el domingo, antes de volver al pueblo, fuimos a comer a un buen restaurante apartado del centro neurálgico. Baños limpios, con toallitas de papel y secamanos de aire caliente, jabón, colonia... Servilletas y mantel de tela, un vaso para el agua y otro para el vino. La verdad que todos los platos estaban, además de bien cuidados, muy finamente elaborados -un auténtico festival para los sentidos-. El vino tinto fluía alegre por las copas y gargantas, la gente reía... Incluso empezaba a ponerse impertinente... Yo no tomaba alcohol -me habían designado como conductor- y la euforia y falta de decoro del resto me impedían disfrutar la comida como debiera.
La comida se prolongó varias horas. Miré nervioso el reloj del celular: no me gusta salir muy tarde, porque son casi tres horas de conducción de Madrid al pueblo. Y, en esas fechas, es temporada de caza -toda nuestra comarca puede considerarse una enorme reserva de caza-. Así que, hay que andar con mil ojos por la carretera: porque es fácil cruzarse con perros perdidos o ciervos y jabalíes asustados.
Nos despedimos apresuradamente mientras nuestra ebria compañía hablaba de ir a Chueca a probar unos gofres con forma de polla -pollofres-.

El viaje de vuelta se me hizo pesadísimo: había comido mucho, estaba cansado, salimos prácticamente de noche y el denso tráfico de la M40 acabó con el poco buen humor que me quedaba. Cuando apenas restaban veinte minutos para llegar al pueblo, comenzamos a escuchar una tos gutural que no auguraba nada bueno. A los pocos segundos, la menor de nuestras hijas se puso a vomitar a borbotones: el olor de las chuches a medio digerir, los llantos, los nervios, el sueño, un coche comiéndonos el culo -en una carretera donde apenas pasa nadie-... La irritación era suprema, como cuando en un concierto se acopla el sonido del micro y el altavoz a la máxima potencia durante varios minutos.

De repente, al salir de un cambio de rasante, las luces de neón parecieron iluminar el trineo de Papá Noel... -¡No puede ser!- Debía estar soñando... Me froté los ojos y volví a mirar con detenimiento ¡Lo que se apareció fue una escena dantesca! Un carro ensangrentado, cargado de ciervos con las cabezas cercenadas era remolcado por siete jabalíes perseguidos por una jauría de perros de presa...
- ¡David! ¡David! ¡Despierta!- Gritaba mi mujer.

¡Vaya! Me había quedado dormido, justo cuando paramos a limpiar el vómito de la niña.
Mientras, el CD seguía reproduciendo el "Villancico del Rey de Extremadura"

"Nooooche de paz,
nooooche de amor.
todos contra todos, me cago en Dios
y del cielo una estrella vendrá:
es un cohete espacial."♪ ♫♪ ♫

lunes, 2 de diciembre de 2019

El programador prescindible

La verdad, no sé porqué acabé adquiriendo el oficio de programador. Bueno, tengo algunas sospechas: es lo que demandaba el mercado y yo nunca tuve muy claro a qué quería dedicarme. Así que, cuando todo da lo mismo ¿Por qué no hacer programas...?
Es una tarea entretenida, como hacer crucigramas -aunque creo que sólo habré completado uno o dos en mi vida-. Quizá se parezca más a diseñar crucigramas. Crucigramas tan grandes y complejos que necesites la ayuda de un equipo de personas.
 
Nunca recibí una formación específica en programación -no al menos al nivel que demandan las empresas-. Nos pasa a muchos de los trabajamos en el sector. Así que, hay que hacer grandes esfuerzos para que toda la gente que pasa por los proyectos siga unas pautas y unos estándares que hagan medianamente inteligible el código.
Por tanto, no es una tarea solitaria, tienes que estar continuamente comunicándote con los que forman parte del proyecto. Y, a la vez, requiere una gran concentración. Así que, esas dos facetas entran en conflicto -hablar desconcentra y desconcierta-.
 
A muchos programadores no les gusta hablar y, si lo hacen, es de la misma forma a como escriben el código: preciso y útil. Todo en una línea muy corta y donde cada carácter representa algún concepto -que luego hay que desglosar y desarrollar para saber qué carajos quiere decir-. Algo así como si fueran profetas de una religión revelada.
A mí, no me gusta hablar. Pero me gusta que el código ocupe su espacio, que los nombres de métodos y variables sean descriptivos, que cualquiera que lo vea sepa qué se está haciendo sin tener que buscar en los comentarios o la documentación. Claro que, hay lenguajes que no facilitan nada escribir código de esa manera. Y, además, están las preferencias y la experiencia de cada cual, los giros en la funcionalidad original, las rectificaciones...
-¡La aplicación funciona! -Decimos con voz solemne e irritada cuando alguien nos echa en cara que el código que hemos escrito es una porquería y no hay quien lo entienda.
 
A groso modo, hacer programas no es tan diferente de cualquier otra tarea que requiera un diseño y una construcción. De hecho, arquitectos, ingenieros, mecánicos, albañiles, novelistas... usan términos similares para referirse a sus oficios. Y, por supuesto, también hay mucha variedad dependiendo de a qué sector va dirigida la actividad. No es lo mismo construir rascacielos que casas a ras de suelo -o aplicaciones para un banco que para un colegio-. Y, luego, a cada uno le gusta revestirse de cierto halo místico -o especializado-: el arquitecto artista, el programador diseñador, el ingeniero humanista, el eficiente, el duro, el cruel, el que consigue los objetivos...
El de programador es un oficio con muchas posibilidades, las puedes aprovechar para ganar mucho dinero, para enseñar a otros, para ayudar -software libre-, para lanzarte a la gestión de proyectos, a la dirección de empresas...
Yo, la verdad, nunca le he dado mucha importancia. Estudié teleco y la programación era una cosa así como residual, como que no había que dedicarse a eso -hacerlo era igual a haber fracasado-. Como si un arquitecto se dedicara a construir casas, un ingeniero industrial a arreglar coches, o un informático a reparar ordenadores. Porque hay que aspirar siempre a lo máximo: a presidente de los EEUU. Tener súbditos, gente que obedezca tus órdenes mientras planificas un universo a tu medida. Que también debe ser gratificante... Pero, cuando conoces a Richard Stallman, acabas diciendo: -¡Yo quiero ser como ese! Y odias a todos los ingenieros que has conocido y se han vendido por un puñado de dólares.

Aunque soy muy forofo del software libre, siempre he trabajado en la construcción de software privativo. Porque siempre he sido empleado por cuenta ajena de grandes empresas, capitalistas de manual: se apropian del fruto del trabajo de otros para especular con él en los mercados.
En ese sentido, nunca he sido muy crítico con lo que hago: necesito la pasta y, si no lo hago yo, lo hará otro. Aceptas esa máxima como inevitable y te enfrascas en la planificación y división de tareas, en las estimaciones, las fechas límite, los puntos de integración, la configuración de equipos... y vas rellenando el tiempo documentando y tirando código lo más lógico y sencillo posible... Porque sabes que, ante cualquier problema, tendrás que retomarlo y arreglarlo tú mismo -o, peor aún: tendrás que explicárselo a alguien- y te acabará robando tiempo de tareas más novedosas e interesantes-.

El programador no fabrica armas, no vende drogas, ni contamina mucho el medio ambiente... Fabrica herramientas, que pueden ser utilizadas para hacer el bien o para hacer el mal. Vivimos en una sociedad de consumo: casi todo lo que se hace hoy día es para fomentar e incrementar ese consumo -el mal-. Trabajamos inmersos en ese sistema, trabajamos para él, para su crecimiento y expansión. Y parece que no hubiera otra forma de existencia al alcance de nuestras manos. Uno es capaz de pensar otros mundos posibles... Pero acepta la dualidad entre lo posible y lo real y asume como ineludible que el tiempo de trabajo ha de destinarse a satisfacer las necesidades del capitalismo de consumo. Incluso el tiempo de ocio parece destinado a lo mismo.

Yo tengo amigos y conocidos que hacen cosas maravillosas: arreglan todo tipo de electrodomésticos, sueldan y cortan el hierro, hacen pan, producen aceite, crían sabrosos corderos, construyen y reforman viviendas, cultivan huertos... Pueden presentar su trabajo a los demás y sentirse orgullosos porque son cosas de primera necesidad. Yo nunca he podido enseñar a mis círculos cercanos lo que hago. Lo que hago queda en el microcosmos de las empresas privadas, en la virtualidad de las redes de computadoras, y no trasciende al mundo real.
Así que siempre he tenido un cierto complejo de inutilidad, de que soy prescindible...

jueves, 14 de noviembre de 2019

Hazte socia de la AMPA de tu colegio

Tuve un arrebato de padre responsable e implicado en la educación de sus hijas y me hice miembro de la AMPA (Asociación de Madres y Padres de Alumnos) del colegio.
Mi mujer es maestra en ese mismo cole, así que yo estaba totalmente despreocupado. Ella lleva a las niñas y está al tanto de todo. Yo no tenía que responsabilizarme. Ni siquiera pisaba el edificio.

En mi afán presuroso por implicarme -y también por despiste e ignorancia- acabé metido en el Consejo Escolar... Que también está guay para enterarse de lo que se cuece en el colegio. Pero me sentía -y me siento, porque aún sigo ahí metido- como un intruso. Las familias me designaron en unas elecciones democráticas. Pero yo no me creo legitimado para erigirme en representante de nadie. Tampoco existen canales de comunicación para ejercer de vínculo entre el conjunto de familias de alumnos y el resto de la comunidad educativa.
Supongo que una sensación así debe asaltar a muchos políticos: que les han puesto ahí por haber ganado unas elecciones -en lugar de un concurso de oposición, por ejemplo-.

Después de diversos avatares, conseguí unirme a la AMPA. Gran parte de las antiguas miembro dejaban la asociación porque sus hijos pasaban al insti y había que llenar ese vacío.
Hay muy buen royo. Es una asociación. Algo relativamente informal: un grupo de gente que quiere hacer cosas por el cole, por los alumnos y por sus propios hijos. Sin jerarquías -más allá de las que exigen las instituciones para ser interlocutor para con ellas-.
La verdad que llevan acabo bastantes actividades, colaboran con los profes y ayudan al cole donde la burocracia y el dinero de las instituciones no llega -o llega tarde-. Se hace lo que se puede, teniendo en cuenta que es una asociación con pocos miembros, que los medios materiales son bastante limitados y que funciona con padres, y sobre todo madres, que tienen sus propias obligaciones y ceden de forma altruista su tiempo en estos menesteres.

La principal fuente de financiación de la AMPA son las cuotas de socios. Y, por desgracia, no hay muchos...
Tener ideas está guay pero, para materializarlas, se suele necesitar pasta. Puedes tirar de voluntarios -y la verdad que padres y madres se implican muchísimo-. Pero para actividades con grupos grandes se necesita material en cantidades industriales. Además puede resultar un tanto violento o abusivo que siempre colaboren las mismas personas sin recibir nada a cambio -más, teniendo en cuenta que todo el personal del cole y de la administración cobra su salario- y que quien suele colaborar son precisamente las personas que no tienen empleo -por los horarios lectivos-. Padres y madres lo hacen encantadas: porque pasan el rato cerca de sus hijos y compañeros en un ambiente diferente a la familia. Pero cuando hay que recurrir a personas que no tienen vínculo con el cole...
Hacer cosas por los niños está bien, pero vivimos un mundo globalizado, con terribles desigualdades y miserias: uno no puede implicarse en todas las luchas.

Otra fuente de financiación son las subvenciones. Las instituciones, que recaudan los impuestos a los más ricos, los revierten al conjunto de la sociedad en forma de ayudas económicas. Pero las subvenciones son también pequeñas trampas: porque se conceden para realizar acciones en la dirección misma que apuntan esas instituciones. Muchas veces son solo una forma de sacudirse la responsabilidad y hacerla recaer sobre el receptor de los fondos: 
-Hay que hacer esto, toma el dinero, hazlo tú y gástalo sólo en eso. 
-No, mira... es que necesitamos el dinero para esto otro.

 
En los últimos años, asistimos a una cierta dejadez de los servicios básicos por parte de las administraciones públicas. Lo que redunda en una peor calidad de los mismos.
Los que pueden permitírselo demandan mejoras y crean la ocasión para que servicios como la educación y la sanidad acaben siendo privatizados... Que no está mal, pero el problema es que, además de pagar el cole, vas a tener que seguir pagando impuestos -y sabemos que hay familias que no pueden afrontar gastos extras-.
Las AMPAs, y otro tipo de asociaciones, pueden ayudar a paliar esta tendencia, además de implicar en la solución a los afectados por el problema. Es una lucha desigual, porque las asociaciones no tienen poder ni medios... Pero es moralmente necesaria. 

El movimiento asociacionista vive malos tiempos. Los estados y sus instituciones se han hecho con el control de todos los ámbitos, también los culturales y lúdicos. Eso ha restado autonomía a las asociaciones, que tienen una gran dependencia de la administración.
Las zonas rurales y marginadas no resultan atractivas para la inversión privada, y la escasez de población hace difícil el asociacionismo para causas concretas. Así que nos hemos acostumbrado a que cualquier iniciativa provenga de ayuntamientos, autonomías... y la población acabamos por volvernos objetos pasivos, despreocupados o, a lo más, críticos con las iniciativas públicas -después de todo, es su trabajo, cobran por ello de nuestros impuestos y tienen que hacerlo bien-.
Quienes dirigen las instituciones lo hacen inmersos en sus creencias, sus ideales, sus fantasías... Tienen los medios, la autoridad y el tiempo para llevarlos acabo. Eso determina que toda iniciativa parta de estas clases gobernantes. Y la dirección que apuntan y apuntalan no tiene porqué coincidir con las inquietudes e intereses de la población general.
No son iguales las iniciativas que brotan desde la población que las que salen desde las administraciones. No son lo mismo en las formas, ni en los medios, ni en los contenidos.

Los estados te pueden obligar a pagar los impuestos. La AMPA no te puede obligar a que pagues la cuota de socio -puede constituir una obligación moral, pero no es una obligación legal-.
Para mí eso es lo maravilloso de la AMPA -y en general de cualquier asociación sin ánimo de lucro-:
-¿Quieres colaborar y abrir un camino que vaya en cierta dirección?
- Sí.
-Entonces: asóciate, haz propuestas, implícate... No esperes a que tu candidato favorito salga elegido presidente del gobierno.


Le educación es obligatoria. Los estados apremian y aprietan para que escolarices a tus hijos. ¿Vas a dejarlos en manos de burócratas y funcionarios de carrera sin preocuparte lo más mínimo de lo que se les inculca?
Niños y niñas necesitan referentes diversos. Porque ser conscientes de la diversidad y de las infinitas posibilidades que tenemos nos hace más libres, más felices.
Los colegios siguen siendo órganos del aparato de control de los estados, es comprensible que profesores y gestores no consigan pensar la diversidad más allá del marco normativo que los rige.
Alguien debió darse cuenta de estas limitaciones y, en algún momento, se decidió que las familias, y el conjunto de la sociedad, debía colaborar en esa tarea de control que supone la educación pública para, de alguna manera, contribuir a su legitimación: surgieron las AMPA, los consejos escolares y otras herramientas de colaboración.
Gracias a todo eso, la educación ha cambiado mucho en las últimas décadas: ha pasado de ser algo exclusivo de clases adineradas a extenderse al conjunto de la población. De utilizar métodos punitivos y represivos a otros más motivacionales y de refuerzo positivo. De estar controlada por la religión a estarlo por los estados y los poderes económicos.
Su función de control social se sigue manteniendo, pero incluso los que somos conscientes de ello, lo creemos necesario -aunque sólo sea en un sentido socialmente práctico-. Eso sí, tiene que ser permeable a las demandas e intereses de la población.

Es un camino difícil -el del asociacionismo-, todos tenemos nuestras propias ideas, creencias... Hay que transigir en muchos aspectos. Pero es un escenario acotado a la educación de nuestra prole. Es posible llegar a acuerdos porque todxs queremos lo mejor para lxs niñxs: que disfruten de su infancia y se les permita llegar a donde elijan ir.

Con hacerte socio y colaborar con la AMPA no vas a salvar el mundo, pero en el cole pasan mucho tiempo lxs niñxs, así que, no parece mala idea contribuir a su bienestar y abrir su abanico de referentes.

I want you for AMPA
Escultura egipcia señalando a lxs socixs de la AMPA. Neues Museum (Museo Nuevo) - Berlín - Noviembre de 2018


martes, 22 de octubre de 2019

Luchemos como viejos por el fascismo pop en las batallitas de oficina

Paco había vivido toda su vida en un barrio obrero de Sevilla. Allí regentaba un pequeño taller mecánico. Había trabajado largas jornadas por más de 45 años. Su esposa y él sacaron adelante a sus tres hijas. Pagaron sus estudios, estancias en el extranjero, academias... Las mantuvieron alejadas de las garras del trabajo hasta que consiguieron una buena colocación.
En los últimos años de la empresa familiar, Paco, se subió la cuota de autónomo para que le quedara una pensión digna. Su mujer se había dedicado a las tareas del hogar y, aunque echaba una mano en el taller, lo hacía sin contrato. Así que tendrían que vivir los dos con la pensión de Paco. Afortunadamente, terminaron de pagar las hipotecas antes de la jubilación. 
Hoy, Paco y su mujer, Ana, junto con miles de jubilados del norte y sur de la península, llegan caminando a Madrid. Para manifestarse por unas pensiones dignas.
- Somos unos afortunados. -Comenta Ana ante los micrófonos de Telecinco. - Mi Paco cobra 900€ al mes. Nuestras hijas no necesitan ayuda. Una es médico en Londres, otra en Frankfurt y la más pequeña es ingeniera informática en Nueva York. No las vemos mucho, pero estamos muy orgullosos de ellas -una lágrima se escurre por su mejilla-. Mi Paco y yo vamos tirando con los 900€. Venimos a la manifestación porque en el barrio ves situaciones muy duras: gente que ha estado toda la vida trabajando como burros pero les quedan pensiones bajísimas y, además, tienen que ayudar a los hijos... Y, bueno, aquí en Madrid, la capital del reino, hay mucho dinero. Dicen que los diputados cobran buenos sueldos... Seguro que cuando conozcan nuestras historias tomarán medidas. ¡Llevamos toda la vida luchando por nosotros y nuestras hijas, no vamos a permitir que un cordón policial nos frene! ¡Somos viejos joder!
Mandril disecado. En el Museo de Ciencias Naturales de Madrid. 19 de Octubre de 2019

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Venía en el autobús escuchando la conversación que un chico joven mantenía por teléfono con su hermana. Lo acababan de ascender en el curro y estaba muy contento. -Tú lo que tienes que hacer es dedicarte a las cosas que te dan más dinero e ir dejando las otras actividades. Si no, vas a estar toda la vida trabajando.
Después describió todos los productos que había comprado en una gran superficie, el coche de empresa que le habían asignado y todos sus extras.
El chaval era joven -veintipocos años- pero ya tenía bastante experiencia -por los infortunios que narraba en otras empresas-.
Había abandonado su pequeña ciudad de provincias para instalarse en una mega urbe llena de oportunidades. Sin duda: había prosperado, había conseguido dar el salto a una nueva y flamante clase social. Seguro que no volveríamos a encontrarlo en el autobús.

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El otro día, santiago abascal -que no tiene nada que ver con nati abascal- acudió como invitado a "el hormiguero" -un programa de entretenimiento-.
Hace unos años, su partido -considerado de corte fascista por un amplio sector de la sociedad- no tenía representación en el gobierno. Pero ahora que la tiene, está legitimado para aparecer en televisión y difundir su mensaje racista y misógino.
Recordé este post "La prensa cambia de chaqueta", donde el Doctor Zaydus auguraba el auge del "fascismo pop".

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Me encontraba tomando café con los compañeros del curro. Hablábamos sobre las vacaciones y el Camino de Santiago. Uno de los jefecillos comentaba que él lo había realizado en bici, pero que era una paliza. -Bueno, depende de cómo te lo tomes, pero yo tenía pocos días y me había propuesto terminarlo.
El tío no se rinde ni deja que nadie le pase por encima -ni jefes ni subalternos-. Supongo que es lo que, desde recursos humanos, llaman un perfil agresivo -aunque resulta un tipo afable y simpático-.
Después nos estuvo contando una historia sobre su hijo adolescente: había perdido un partido de fútbol y estaba muy malhumorado porque no aceptaba la derrota. -¡Vaya! No tiene a quién parecerse -pensé de forma irónica para mis adentros-.
-Tú sólo tienes niñas ¿Verdad?
-Sí -contesté.
-Las niñas son mucho más tranquilas. Mi hermana tiene dos niñas y, cuando nos reunimos, las ves ahí tan calmadas, en un rinconcito, jugando con sus muñecas... Mis hijos no: están todo el tiempo compitiendo y poniendo la casa patas arriba.
-Bueno, yo no creo que sea por la condición biológica de ser niñas. Lo veo más como una cuestión cultural: a los niños se los educa para la competitividad y la agresividad, mientras que a las niñas se las orienta a los cuidados y la sumisión; la mayoría de referentes de lo masculino y lo femenino van en esa dirección.
-No, no, no... Eso va en los genes. Mis hijos eligen sobre sus actividades y sus referentes, yo no los he condicionado nunca... 
-Tienes razón -yo no soy un perfil de esos que, en recursos humanos, llaman agresivo-.

miércoles, 2 de octubre de 2019

Apropiación turística de lo rural

Cogí una silla de plasticucho rojo, de esas con propaganda de cerveza que suele haber en las terrazas de los bares más cutres. Era de noche, no había ni una sola nube, tampoco luna. Planté la silla en un lugar abierto, sin árboles, y me puse a mirar el cielo.
Allí, en medio del campo, a 10Km del pueblo más cercano, el cielo resulta muy entretenido.
Las niñas dormían, las luces de la pequeña casilla estaban apagadas. De cuando en cuando pasaba algún coche o camión por la cercana carretera, rompiendo con su estruendo el cantar de los grillos, el croar de las ranas y el mugir de las vacas.

Siempre que miro a las estrellas no puedo evitar acordarme de los antigüedad clásica, de sus teorías para explicar los "movimientos" de los astros, de sus mitos para memorizar la cartografía celeste y orientarse cuando no había otra referencia. Seguro que el cielo que observaban era muy diferente del nuestro.
Veía aviones pasar en todas direcciones, con el insistente parpadeo de sus luces. No se escuchaban, así que debían estar muy lejos.
En poco rato vi caer 3 estrellas fugaces, y no tenía tantos deseos preparados. - ¡Montañas de hachís! - Solíamos decir en nuestra juventud -después de toda una infancia asediados por el eslogan publicitario de una liebre sobreexcitada pidiendo a gritos "¡Montañas de Nesquik!"-
Recordé algunas noticias que hacían referencia a la gran cantidad de basura espacial en las órbitas de nuestros satélites. - Ni el espacio exterior se libra de nuestra contaminación. - Pensé.
Nunca supe diferenciar muy bien un satélite de un planeta o una estrella. Y, con tantos restos de misiones espaciales orbitando a nuestro alrededor... Resultan demasiadas variables para estar seguro de a qué clase pertenece cada punto que brilla en el firmamento.
Sí, Ptolomeo lo tendría más difícil para elaborar una teoría que le permitiese predecir los acontecimientos celestes.

Hacía años que no dedicaba unos minutos a tan interesante menester. Las prisas, la contaminación lumínica, el cansancio...
Ahora hay empresas especializadas que se dedican a mostrar las maravillas de los cielos nocturnos a despreocupados turistas y gente que busca experiencias diferentes, relajantes, en contacto con la naturaleza... Hoy en día existen actividades muy raras, muy específicas.
Y no es que estime preocupante la especialización... Sino, cómo una actividad tan simple como mirar las estrellas, ha llegado a convertirse en una actividad mercantilizada de ocio.

Durante el día estuve con mi padre recogiendo y apilando la leña cortada durante el año anterior. Los inviernos son cada vez más cálidos, pero sigue siendo necesario calentarse.
También separamos las ovejas paridas de las que no lo estaban. Hay poca comida en el campo -hasta que lleguen las lluvias o empiece a caer la bellota- y, si hay que ayudar con pienso al ganado, resulta más óptimo hacerlo sólo con el que tiene prole, que además sufre más desgaste.
Después preparamos algo para comer. Nos reunimos una buena porción de familia: niñas, padres, madres, abuelos, bisabuelas, primos, primas...
No tenemos televisión y, últimamente, hasta se nos olvida poner la radio o la música. El campo es muy entretenido: hay infinidad de bichos, plantas, cosas por hacer...
No es exactamente turismo, pero se parece. Hay mucho de evasión, de escapar de los trabajos que nos apremian. Pasar tiempo en familia. Colaborar en las tareas del hogar. Descubrir el medio y el ambiente que nos rodean...


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Hace unos días tuvo lugar un acto de celebración en el pueblo, debido a que nuestra comarca había sido declarada Reserva de la Biosfera. En el acto habló mucha gente, mucho rato... La verdad que no prestaba atención a lo que decían. Pero, en algún momento, "alguien" dijo algo así como que en la Siberia se podían comer las mejores chuletillas de cordero de toda Extremadura. Pero, claro, sólo podían comerlas los autóctonos, los pastores o sus amigos e invitados -aludiendo a que no se servían en los restaurantes-. Ese "alguien" se apresuró en hacer notar que, con la declaración de Reserva de la Biosfera, se potenciaría el turismo y cualquiera con dinero podría probar esas famosas chuletillas.
Y aquello sonó como si lo de la declaración de Reserva no fuera más que una artimaña para que todos los políticos y cargos públicos que estaban en el escenario difundiendo sus bondades sólo quisieran arrebatar las chuletillas de cordero a los autóctonos, convertir nuestros lujos de pobre en mercancía para turistas -souvenirs del tipo experiencia-.


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Todos recordamos un Labordeta cabreado riñendo a los diputados del partido popular en el congreso porque no le dejaban hablar:
-“Ustedes están habituados a hablar siempre porque aquí han controlado el poder ustedes toda la vida. Y ahora les fastidia que vengamos aquí las gentes que hemos estado torturados y reprimidos por la dictadura a poder hablar. ¡Eso es lo que les jode a ustedes! ¡Coño! Y es verdad ¡Joder!”
Pero también grabó una serie de programas muy interesantes, donde daba voz y visibilidad a las zonas rurales  y sus habitantes -se ve que lo suyo era la defensa de las causas perdidas-.
Claro que, todo eso fue justo antes de que la palabra desarrollo estuviera completamente impregnada de su actual significado "desarrollo neoliberal".

En la 2 de TVE están reponiendo los capítulos de "Un país en la mochila". Justo a esa hora hago un descanso para comer. La verdad que la visión que ofrece el programa de la España rural dista mucho de la que vemos hoy día en los medios de comunicación, en programas de similares características -por ejemplo, Agrosfera-.
Labordeta va recorriendo los pueblos y entablando conversaciones con los vecinos para descubrirnos sus oficios, su historia, su gastronomía, sus formas de ocio... Nos muestra los pueblos como una organización social enraizada en el entorno.
Ahora no, ahora cuando los pueblos salen en la televisión es para mostrarnos lo exóticos que resultan. No interesa tanto el pueblo en sí -como un todo, como comunidad y parte del ecosistema-  como lo que el turista individual -el turista como ente global y cierto poder adquisitivo- puede encontrar en él: bucólicos paisajes, oficios perdidos, lujosas casas rurales, actividades en la naturaleza, cocina de autor...

Un país en la mochila se grabó en la década de los 90's. Ya en democracia, con salud y educación pública plenamente instauradas. Una época en la que ya no se padecía miseria en el campo.
Desde entonces hemos progresado mucho... Hemos progresado en la dirección del neoliberalismo económico. Todo se puede comprar y vender, hasta las experiencias. Todo se ha globalizado. El sector turístico es muy importante en nuestro país ¿Por qué no habrían de turistificarse también los pueblos?
Pero ese turismo tiene una estética muy burguesa -de postureo, que nos gusta decir ahora-. No se parece en nada a los viajes de Labordeta, o al acto tan sencillo de coger una silla, plantarla en la puerta de tu casa y ponerte a mirar las estrellas, o entablar una banal conversación con algún vecino y disfrutar sin más -sin consumo-.

Hontanaya (Cuenca) - Camino del Cahorzo - Septiembre de 2019


lunes, 16 de septiembre de 2019

Del colegio ruinoso a la venta de los servicios públicos

La semana pasada, desde la dirección del colegio, nos comunicaron a padres y madres que había una pared que corría riesgo de desprenderse de la estructura del edificio. Habían vallado un perímetro de seguridad en el patio al que daba esa pared y, adicionalmente, se había prohibido a lxs chavalxs utilizar dicho patio.
El edificio no es viejo -unos 50 o 60 años-. Pero se encuentra en unas condiciones ruinosas: mal aislado del frío y el calor, goteras... Y, ahora, con paredes que se desprenden. 
No es precisamente lujoso, más bien todo lo contrario: austero y funcional. Porque no hay que convencer a nadie para que escolarice a sus hijos ahí -es la única opción en el pueblo-. 


Uno no deja de escuchar voces que advierten de que el Estado está en venta, que cada vez es más pequeño, que todos los servicios se externalizan (privatizan). Y, de cuando en cuando, aparecen artículos como este: "Educación concertada: una apuesta por la desigualdad". 

No tengo nada en contra de lo privado -ni a favor-. El que tenga un alto poder adquisitivo es muy coherente en llevar a su prole a colegios caros y lujosos. Para que interioricen esa normalidad y se relacionen con otras personas de su misma escala social -o superior-, que sus referentes sean gentes ricas y poderosas. 
Pero en el pueblo, lxs hijxs de la boticaria, del notario, del albañil, de la apicultora, de lxs paradxs... tienen que convivir en los mismos espacios. Lo hacen por necesidad -no por gusto- porque la alternativa privada no está interesada en las zonas rurales -no obtendría lucro-. Quizá la concertada sería posible, siempre que la administración pública asumiese los costes. Pero en este pueblo nunca se han planteado esas opciones.
Así, nos encontramos con ciertos servicios públicos que parecen intencionalmente abandonados, dejados: colegios, institutos, hospitales... Servicios básicos y de obligada prestación -según nuestra Constitución- que se ofrecen en espacios ruinosos. Mientras vemos que nuestros impuestos -el fruto de nuestro trabajo- se invierte en otras estructuras: salones de actos, plazas, instalaciones deportivas... Susceptibles de ser publicitados en los medios de comunicación y que, curiosamente, son utilizadas por los gestores de lo público en la celebración de pomposos y multitudinarios eventos.
Gestores de lo público -políticos y altos funcionarios- que constituyen en sí mismos sumideros de nuestros impuestos. Que viven lujosamente y utilizan los servicios privados y concertados para escapar de lo toscos y rudos servicios públicos.
No es esto un alegato en defensa de la educación pública, ni su retorcida burocracia -que ciertos sectores pueden saltarse alegremente para acelerar sus decisiones y que, también, puede utilizarse para poner trabas a las demandas de otros colectivos-. Es un intento de clarificar una estafa que se nos va imponiendo lenta y silenciosamente.
Si admitimos la idea, un tanto naíf, de que el Estado se basa en el "contrato social", podemos pensar que alguien no está cumpliendo su parte del contrato. Y que, además, el fruto de nuestro trabajo -los impuestos- no sólo se está empleando en el lucro de políticos y gestores, sino también de los grandes beneficiarios de la externalización de los servicios públicos.

La alternativa privada o concertada no es rentable en las zonas rurales. Pero puede llegar a serlo si nos vemos instigados a elegir entre trabajar de sol a sol para pagar la educación  de nuestrxs hijxs o correr el riesgo de que les caiga una pared encima.
En nuestras sociedades globales y masificadas, la política funciona así: en base a estadísticas, que nos dicen que bajar la inversión pública en ciertos sectores atraerá la inversión privada para cubrir ese vacío. Pero en los pueblos no viene nadie a tapar las grietas y sólo va quedando el vacío... solo.



miércoles, 11 de septiembre de 2019

Neoliberalismo, ruralidad y democracia

Desde 1956 a la actualidad, Herrera -una pequeña localidad de la provincia de Badajoz- ha crecido un montón. Ha crecido en extensión, no así en población -que se ha reducido a casi la mitad-. Han mejorado los transportes y ahora puedes comprar espárragos de Perú, kiwis de Australia, leche gallega, o donuts de marca blanca -igual que si vivieras en Harlem-. Puedes jugar al pádel, practicar atletismo y natación todo el año, en flamantes instalaciones deportivas -como si vivieras en Beberly Hills-.

Imágenes satélite de Herrera del Duque. Robadas de "Infraestructura de Datos Espaciales de Extremadura" y superpuestas. Vuelo americano serie B 1956-1957 (blanco y negro) Vs Actual 2013 (color)

Sin duda, Herrera ha prosperado. Ha prosperado según la lógica neoliberal. Según la lógica -ideología- única. Porque el neoliberalismo se ha propagado como la pólvora y se ha impuesto en todas las regiones del mundo. 
Así, hemos ido sacrificando nuestra autonomía y autosuficiencia por un estilo de vida más global, impersonal, acorde a la idea de lujo y calidad de vida que se publicita en las pantallas de televisión.
Algo que contrasta con la añoranza de tiempos pasados que nos asalta al pisar las zonas rurales.
Hace unos días celebramos en el pueblo una romería -Jubileo- en honor de nuestra patrona. Los vecinos engalanaron sus caballos, se escenificaron bailes tradicionales y, los más religiosos, prepararon dulces típicos, acudieron a misa y desfilaron en procesión. Locales y forasteros reían, bebían y fotografiaban cada escena. Pero todo ese despliegue tenía el regusto de una identidad que se desvanece, que se esfuma, entre botellas de plástico, grandes todoterrenos, trap, reggaeton y comida preparada a base de carne producida en intensivo en cualquier provincia lejana.
La lógica neoliberal nos dice que esto ha de ser así. Que prosperamos en la dirección correcta: la del crecimiento. Crecimiento en lo económico -acumulación de capital-. Y eso solo es posible subiéndose al tren de los mercados globales, de las economías de escala: especializándose y encontrando los nichos de mercado en los que desplegar todo nuestro potencial. Ya se encargarán otros de proveernos de salchichas, frutas, coches, equipos de música y contenidos audiovisuales que nunca hubiésemos soñado -y mucho menos deseado-.
En una suerte de extraña contradicción: se nos pide especializarnos para alcanzar un estilo de vida generalista. La tradición se esfuma y la supervivencia depende por completo de productos externos. El trabajo se convierte en una actividad alienante, en la que lo producido no nos pertenece y tampoco tiene sentido si no forma parte de la cadena global.

Imágenes satélite de Herrera del Duque. Robadas de "Infraestructura de Datos Espaciales de Extremadura" y puestas una junto a otra. Vuelo americano serie B 1956-1957 (blanco y negro) Vs Actual 2013 (color)

En Herrera también estamos dentro de las dinámicas neoliberales.
Somos menos, pero okupamos más espacio que hace 60 años -¿Vivimos mejor? o ¿Necesitamos más para vivir?-.
El espacio se lo hemos robado al campo, sobre todo a la dehesa. Y es que se necesitan mayores instalaciones para resguardar nuestros medios de transporte y herramientas. Pero también calles y carreteras más anchas por las que puedan circular. Las casas viejas no se adaptan a nuestros nuevos estilos de vida. La tecnología ha abaratado materiales y reducido los tiempos de construcción -el casco antiguo se abandona y se expanden las periferias-. Tareas que antes requerían la colaboración de muchas personas son realizadas ahora en solitario, con enormes y ruidosas maquinarias.
Podría pensarse que todos estos avances tecnológicos deberían redundar en jornadas laborales más cortas y una vida más relajada. Pero no es así. Al cambio tenemos paro y estrés. Y es que el neoliberalismo se funda sobre la base de la desigualdad y el beneficio siempre creciente. El capital tiende a concentrarse en unas pocas manos que exprimen, explotan y se nutren de los más vulnerables. No importa cuánto hayas acumulado, siempre querrás más.

Imágenes satélite de Herrera del Duque. Robadas de "Infraestructura de Datos Espaciales de Extremadura" y puestas una encima de la otra progresiva y animadamente. Vuelo americano serie B 1956-1957 (blanco y negro) Vs Actual 2013 (color)

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Wendy Brown habla en su libro "El pueblo sin atributos", de cómo la lógica del capitalismo neoliberal se ha impuesto en todos los ámbitos de la sociedad. Estamos inmersos en ella y, a pesar de que vivimos en regímenes democráticos, estas democracias no dejan de ser sino grupos de trabajo al servicio del capital: para garantizar la libre circulación de mercancias, formar la mano de obra, proteger la propiedad... Grupos de trabajo alineados con los intereses de "los mercados". Como las grandes compañías y sus pequeñas divisiones -en las que cada trabajador ha de responsabilizarse de sus tareas y asumir los riesgos-, también los Estados potencian las figura del emprendedor, la externalización de servicios -privatización- y la "gobernanza".
Elegimos a nuestros dirigentes porque creemos que conseguirán maximizar los beneficios y reducir los gastos, porque creemos que traerán prosperidad. Creemos que nos auto gobernamos cuando, realmente, estamos siguiendo los dictados del capital. 
La autora defiende que el neoliberalismo es un enemigo de la política y la democracia -si las entendemos como mecanismos para organizarnos en sociedad y alcanzar ciertas metas y bienes comunes- porque el capital ya tiene fijadas esas metas y los gobernantes no son más que los encargados de materializarlas.

Así que, es normal oír en tertulias políticas televisadas comentarios como:
-Tal o cual candidato es mejor estadista y atraerá la riqueza al país.
-Fulanito no tiene experiencia de gobierno.
-Menganito no tiene el beneplácito de las grandes empresas.
-Los otros son unos corruptos...
Y no dejan de ser más que aspectos de eficiencia que no cuestionan el modelo en sí: ¿Es esa la forma en que nos gusta organizarnos y vivir? ¿Es justa? ¿Es buena para todos? o ¿Sólo para unos pocos?... Lo llamamos política y no lo es.

Quizá no debería sorprendernos si dentro de unos años, esto de la democracia, acaba siendo una votación para elegir entre varios opciones a gestores de las administraciones públicas -en un modelo de sociedad y de Estado previamente fijado en los planes expansivos de grandes corporaciones transnacionales-. Quizá no debería sorprendernos si eso ha ocurrido ya.

jueves, 22 de agosto de 2019

Ir de camping en vacaciones

Fuimos a visitar el pueblo de O Grove. Allí está el balneario de "La Toja": un lugar de lujos y gente rica. Pero a nosotros nos pareció más oportuno un corto recorrido por las bateas de mejillones de la ría de Arousa. Nos montaron en un pequeño barco turístico y vagabundeamos por las destartaladas balsas flotantes. Nos mostraron las cuerdas repletas de mejillones, vieiras y ostras ¡Como si fueran cortinas mágicas repletas de vida! Nos comentaron que, en general, cada batea era gestionada por una familia (como el que por aquí tiene su cercón con un puñado de ovejas). Y, mientras, para que no dejáramos de sentirnos de vacaciones, nos pusieron vino blanco y mejillones para amenizar el viaje.

Ir de camping en tus vacaciones tiene algo que ver con ese tipo de decisiones. Aborrecer el lujo y el poder, priorizar la naturaleza y formas de vida sostenibles. Tener claro donde eliges enfocar la mirada

La tienda de campaña tiene sus incomodidades, pero te permite estar en contacto con parajes a los que no llega el turismo de masas. Seguramente no entres en contacto con gente normal -porque los campistas somos todos unos frikis- pero, al cambio, estarás en pleno contacto con el ambiente, la naturaleza, los ciclos lunares y solares, el calor y el frío. Protegido por la exigua intimidad que brinda un trozo de tela impermeable, fijada al suelo con unos palos de metal.
Te sientes un poco gallina: te acuestas al anochecer con los grillos, te levantas al amanecer con los pájaros y, cuando refresca, se pone la piel de pollo desplumado.

Personalmente prefiero ir sin ningún tipo de pantalla (TV, tablet...): clavar la tienda, los preparativos de cenas y desayunos... ya te mantienen bastante entretenido durante todo el día. Yo me mantengo mucho más activo, me despierto antes y tengo muchas ganas de hacer cosas... cosas molonas.
Porque solemos salir a este tipo de vacaciones sin un itinerario previo. Elegimos una zona y luego vamos viendo sobre la marcha. Si nos apetece descansar en la playa, pasear por el bosque o visitar iglesias y cosas viejas, pues lo hacemos! En prácticamente todas las regiones del mundo se dan facilidades para mantener entretenido al turista, y en los campings siempre suele haber sitio para una tienda más.

No sé, me parece flipante que con tan pocos recursos puedas alcanzar tantos sitios, tan exóticos. Básicamente necesitas un coche donde te quepa todo y eres libre de ir donde te plazca. Y eso que, ahora con las niñas, necesitamos más trastos, más espacio. Quizá lo que me parece realmente flipante es que "necesitemos" tantas cosas cuando volvemos a la vida real.

Vista de la parte sumergida de una batea de mejillones

domingo, 7 de julio de 2019

La fábula del pastor y el maestro

Escuchaba en la radio a un pastor trashumante hablar de lo exótico, curioso y vocacional de su trabajo. Pero, a pesar de todas las bondades que relataba, deseaba que sus hijos no siguieran sus pasos: -El campo es muy esclavo, hay que estar pendiente de los animales los 365 días del año. Es gratificante y no es excesivamente duro pero no tienes períodos de vacaciones.

Y es que hace tiempo que asumimos que los trabajos han de ser desagradables, que los hacemos para obtener dinero y que, por tanto, necesitamos de tiempo de ocio y evasión. Así que, cuantas menos horas laborables se exijan y cuanto mayor sea el salario, mejor es el puesto (más deseable).


Unos días antes, escuchaba a un maestro deseoso de que llegaran las vacaciones: -Para ir tranquilamente a la piscina, tomar la cervecita, hacer deporte, pasear por la playa...
Es verdad que, comparado con el del pastor trashumante, el trabajo de maestro puede parecer bastante desagradable y, por tanto, es lógico que necesiten de períodos extensos de vacaciones.
Reprimir -o motivar- a las despreocupadas criaturas, condicionarlas y entrenarlas para incorporarlas a la sociedad (mercado de trabajo), además de atender a la extensa burocracia -que emana desde Bruselas hasta materializarse en el plan educativo de un centro- se aparece como el paradigma más absoluto de trabajo enajenado en pro del aparato represor de los estados.

Sin embargo, la mayoría de maestrxs estarían conformes en que sus hijxs siguieran sus pasos: -Es una buena profesión, tienes un salario aceptable, pocas horas semanales, muchas vacaciones y es muy fácil conciliar la vida familiar. El Estado es la empresa más segura del mundo.


En el más loco de los mundos, el pastor, que desempeña una actividad libertaria, vocacional, respetuosa con la tradición y el entorno, desea que sus hijxs no sigan su camino porque quedarían excluidos del sistema capitalista de ocio y consumo -quizá también del sistema de protección y seguridad social, si no consigue los ingresos suficientes-. Mientras que el maestro, el funcionario que trabaja por mantener el orden y el sistema de poder que le da de comer, goza de prestigio social, salario, vacaciones pagadas...
La estricta burocracia a la que se somete a los trabajadores de los estados marca los horarios laborales, los períodos vacacionales, los rangos salariales... En fin, establece los límites entre el trabajo digno y el que no lo es. Y hacen que el trabajo del pastor sea irreconciliable con una vida familiar que transcurra en los cauces de la normalidad que marca el capital -porque podría aceptarse, sin demasiadas objeciones, que los Estados son principalmente herramientas del capital para el intercambio comercial en entornos seguros y para la provisión de mano de obra-.

El pastor quizá no lo sabe, pero es un contraejemplo, un antisistema, forma parte de la resistencia, es un héroe que lucha a contracorriente para demostrar que otro mundo es posible. Y eso es lo que hace duro su trabajo.

El maestro no. El maestro es sólo un engranaje del Estado que hace imposible que el del pastor sea un caso de éxito. Así que no es de extrañar que, desde que Focault popularizara la semejanza entre las cárceles y las escuelas, se haya intentado contrarrestar ese símil desde la lógica capitalista: publicitando una imagen de los colegios más moderna, dinámica, abierta, participativa, democrática, customizable... En la que el conjunto de la sociedad asume la responsabilidad de estar educando su descendencia para sacrificarla en el altar de un mercado laboral elitista y destructivo para con el entorno que nos vio nacer como civilización. Todo sea por la rentabilidad y porque nuestros hijos encuentren un trabajo como el Mercado [de]manda.

Gracias por nada. (1ª imagen: Trasterminancia de rebaño de ovejas merinas negras - Siruela - Noviembre de 2016; 2ª imagen: extraída del perfil de facebook de "El blog del maestro" )

We don't need no education
We don't need no thought control
No dark sarcasm in the classroom
Teacher, leave them kids alone
Hey!, Teacher, leave them kids alone
All in all it's just another brick in the wall
All in all you're just another brick in the wall.
Letra de Another Brick in the Wall - Pink Floyd


"El torturador es un funcionario. 
El dictador es un funcionario.   
Burócratas armados, que pierden su empleo si no cumplen con eficiencia su tarea. 
Eso, y nada más que eso.   
No son monstruos extraordinarios.   
No vamos a regalarles esa grandeza."
Eduardo Galeano, Días y noches de amor y de guerra

martes, 11 de junio de 2019

¿Sueñan las ovejas eléctricas con guiris quemados al sol?

Viajábamos hacia el mar, al sur. La primavera había sido breve, efímera... Así que los agricultores adelantaban la siega.
Desde el coche -con el aire acondicionado a tope- se sucedían rastrojos salpicados de alpacas: dispersas, apiladas o transportadas en grandes remolques. Cuanto más al sur, más intensa la actividad.

Todos nuestros viajes comienzan desde un agreste terruño de interior, de clima seco y rudo. Resulta poco apto para la agricultura, así que predomina el ganado en extensivo (ovejas).
Ahora están recién esquiladas. Y lo agradecen. Porque a principios de junio el calor es ya sofocante.
Nada más desprenderse de la lana quedan blancas y finas. Pareciera que brillan con luz propia. Pero en pocos días se apagan y funden con la tierra: de tanto rumiar tendidas bajo las encinas, de tanto abrir caminos serpenteantes y polvorientos entre espacios adehesados y torres de la electricidad⚡.
Por la tarde, cuando el sol va perdiendo intensidad, se incorporan con desgana a comer y beber. El campo se ve extremadamente seco y, al observarlas, con el pescuezo doblado y la cabeza clavada en los rastrojos, rasurando cada brizna... Uno piensa: -¡Qué bien se aprovecha todo! Aquí, donde nunca pasa nada, donde todo ocurre a ras de suelo: los corrales, las casillas, la siembra, el ganado, los matojos...

En el sur no. Allí todo es más exuberante e intenso (intensivo). Hay más movimiento, el grano viaja más lejos y las pilas de alpacas son más altas. Aunque no tanto como los bloques de pisos y apartamentos. Donde los colores chillones de los guiris se funden con el olor a pizza, cerveza y crema solar -con factor de protección siempre escaso-.


Así que, nos gustan las ovejas, esas recicladoras de la dehesa. Y, aunque a veces nos molesta verlas ahí tendidas, a la sombra, sin hacer nada -cual turista borracho en la playa-, valoramos su titánico esfuerzo por transformar el pasto dorado en cagarrutas negras y tiernos corderos, por frenar el erosivo transporte del suelo al mar, al mar!

Crazy cow ovejas. Junio de 2019



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¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (en inglés: Do Androids Dream of Electric Sheep?) es una novela corta de ciencia ficción del subgénero ciberpunk del autor Philip K. Dick (1928-1982) publicada inicialmente en 1968. Fue adaptada libremente por Ridley Scott en la película Blade Runner de 1982.

La acción se sitúa en un mundo lleno de polvo radiactivo después de una guerra nuclear que terminó matando a la mayoría de los animales, esto lleva a que la gente tenga animales eléctricos....