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lunes, 6 de septiembre de 2021

A vueltas con las vacaciones

Estaba en Las Palmas de Gran Canaria de vacaciones. Y me acerqué a ver el museo de arte contemporáneo de la ciudad -el CAAM-. Me encanta ir a este tipo de museos. Fuera de los grandes referentes -el Reina Sofía, Pompidou...- suelen tener poco público y los baños están muy limpios. Fui solo, para poder pararme sin remordimientos donde realmente me interesara. Cuando voy con las niñas, o con gente, acaba siendo una experiencia un tanto decepcionante, porque estás pendiente de mil historias excepto de lo que has ido a ver -no hay nada de inmersión y es como estar con un ordenador con conexión a internet-.

Había una exposición de José Martín: un pintor local. La obra oscila entre la psicodelia y el subrrealismo, con un carácter muy naif. Con temáticas como la playa, las mujeres, el mar, los paisajes tropicales, el dinero, el sexo... Son muy curiosos y coloridos los cuadros, derrochan imaginación. 

Niños de la guerra, o de Rusia, 1991 - José Martín

 

Muchas veces acudimos a los museos de historia buscando una explicación del presente recreándolo sobre los datos del pasado. Y es una vía posible. Pero a mí me gustan más estas visiones contemporáneas que tratan de tender hilos conductores desde el presente hacia todos los puntos del espacio tiempo.

Me gustó mucho el vídeo donde se narraba la vida del artista, a partir de testimonios de quienes lo conocieron. Era un tipo curioso que se retiró a pintar en soledad en las inmediaciones de su pueblo -Tazacorte-. Debió de ser la comidilla de todo el pueblo. El vídeo estaba muy bien, porque da una idea de cómo había evolucionado la vida en la isla: los plátanos, el turismo...

Las Islas Canarias son un lugar realmente alucinante -al menos Tenerife y Gran Canaria, que es lo que conozco-. Tienes una enorme variedad de paisajes y ecosistemas recorriendo unas distancias muy cortas. A mí me gusta más el norte de las islas, que es más fresco. La alta montaña también tiene su encanto. Este año he podido conocer algo más su historia, parece que los primeros pobladores llegaron ya en edad romana o fenicia, procedentes del norte de África. De aquello sólo quedan restos: cuevas, momias, herramientas... Todo fue pisoteado por los europeos, cuando empezaron a especializarse en la navegación oceánica y la extracción de riquezas de lugares lejanos. Luego le llegó la revolución turística y, con el turismo, pareciera que la única función e historia de las islas sea el goce y solaz de los visitantes. 

Pensaba en que hay gente que no sería capaz de disfrutar un lugar así. Por ejemplo el típico turista de sol y playa que va a ponerse fino de comer y beber. Aunque quizá no sea realmente así: todos tenemos un bagaje cultural. Y, quizá, hasta el ingeniero más obsesionado con su trabajo disfrutaría observando los barcos cargueros, los molinos de viento, las instalaciones militares... Todos hemos sido jóvenes y hemos estado interesados únicamente en la fiesta, el sexo y las drogas. 

 

En vacaciones me gusta madrugar. Las horas del amanecer y el atardecer son las más apacibles, cuando la luz y la temperatura son más suaves y progresivas. Me encanta madrugar para aprovechar el día. No como cuando trabajo, que me gustaría quedarme en la cama más rato. Y me gusta saber cosas de los sitios que visito: un poco de historia, de qué vive la gente, la cocina, la flora, la fauna... Me gusta conocerlo in situ -o después, cuando llego a casa y voy madurando la experiencia-. Me gusta conectar con el sitio al que voy, mientras desconecto del sitio del que vengo.

Al subir al roque Nublo traté de imaginar qué sentirían los primeros pobladores, mientras el manto de estrellas se les echaba encima. Con su conocimiento y experiencia sobre los cielos, las constelaciones, las piedras, la vegetación, las señales que lanza la Naturaleza... No debían de aburrirse.
A mí me pasa algo similar en mi pueblo: no dejo de asombrarme con los continuos y cíclicos cambios.

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Este verano también estuvimos de camping en Villablino -un pueblo en la montaña leonesa-. La zona había sido próspera gracias a la minería de carbón, pero la actividad se había abandonado y la región estaba en decadencia poblacional. Visitamos una fábrica de cerveza y, además, la mina de carbón que se encontraba en las traseras -sólo el primer tramo de la entrada-. Era un lugar oscuro, húmedo y frío. Caía agua continuamente del techo y se escurría por las paredes y el suelo. El guía nos contaba cómo era la vida de los mineros. Un trabajo realmente duro y peligroso: derrumbes, explosiones, bolsas de gas... Pero el capitalista debe cobrar más porque arriesga más (-:

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Mientras comía, me quedé observando a mi compañero. Un tipo infantiloide con cara de salido y muy malos modos. Se creía el rey del mambo. Se le notaba que de pequeño y en la juventud le habían dado caña. El típico niño gordito con gafas que es carne de cañón. Carecía de habilidades sociales, no había sido bueno en los estudios... realmente, no había sido bueno en nada. Pero tenía suerte: estaba forrado. Su familia había amasado una gran fortuna y él había sabido mantenerla. Sus comentarios eran los del típico facha que va diciendo por ahí lo de que los jóvenes tienen que trabajar duro, que las tías son unas guarras que van provocando y que él está en su posición por méritos propios -cuando saltaba a la vista que estaría viviendo entre cartones si no hubiera contado con el soporte económico heredado-. Empujaba la comida con los dedos para cargar bien el tenedor. Engullía como un pavo. Se le iban quedando trozos de pescado entre los brackets. Se hincó la copa de vino blanco de un trago. -Échame más! Anda machote! Aquello sólo podía tener un final trágico -pensaba mientras veía al camarero desenfundar la katana-.

miércoles, 31 de marzo de 2021

Música en el pueblo: de bandas, jóvenes y pollaviejas

Hace unos días anunciaron los grupos que vendrán a cantar al pueblo en las fiestas de agosto. No sentía ninguna intriga, ni expectación... La verdad, con el tostón de la pandemia, se le quitan a uno las ganas de todo.
Al final, lo que te apetece cuando va a un concierto es: beber, pasarlo bien con los amigos, bailar, saltar... Y no estar ahí solo, sentado, respirando tus propios vapores, recolocándote la mascarilla...

En general, nunca me he sentido muy identificado con los estilos musicales que más gustaban en el pueblo. Igual soy ya un pollavieja y estoy totalmente fuera de onda... No tengo claro qué estilos musicales gustan a los adolescentes y jóvenes de aquí: no me invitan a sus fiestas, ni frecuento los bares que frecuentan ellos... Y, aunque escucho mucha música -siempre lo he hecho-, seguramente no manejo sus mismos referentes. Al ver los grupos de las fiestas de este año, me pareció que las personas del ayuntamiento que contratan los "conjuntos", se encontraban en mi misma tesitura.

Supongo que a los más jóvenes -el rango de los 15 a los 30- les van los hits de Youtube: los ritmos latinos en su vertiente hacia el reguetón o el trap... Creo que es ahí donde la industria musical está haciendo sus inversiones. De vez en cuando, me encuentro a niñas tarareando esas canciones o ejecutando sus bailes, Y, en las fiestas de cumpleaños o similares, siempre me piden que busque ese tipo de temas -que, por regla general, me horrorizan o estoy saturado de escuchar-. 

En el pueblo, la gente es bastante anodina y clásica en el vestir, así que es difícil reconocer estilos musicales por ese lado -yo me adscribo a esa tendencia-. Por la apariencia, todos podríamos ser seguidores de Taburete -y no es así-. Creo que en la indumentaria, los jóvenes de aquí se dejan llevar por la moda del momento pero, en lo musical, tienen su propia identidad -al menos tengo la impresión de que eso no ha cambiado-.

 

Y ahora empiezan las historias del abuelo cebolletas... En mis tiempos... Allá por los 90's... Eran tendencia en el pueblo los grupos que revolucionaron la rumba y el flamenco -Camela, El Barrio...-, el pop patrio -El Último De La Fila, Antonio Flores...-, la vertiente rock -Extremoduro, Héroes del Silencio...- También estaban los que les molaba el bakalao y la música de discoteca. Había al menos 3 o 4 bares con estilos musicales más o menos definidos. Estaban, por ejemplo: el T.A.C. -en la vertiente más rock-, el PK2 -más pop y gitaneo-, las discotecas -con la música más bailable-, el Bombín -a la "vanguardia"-... Seguro que hubo más, por aquellos entonces los karaokes también gustaban.

Y era una cosa bastante local: en Fuenlabrada de los Montes escuchaban otros grupos, diferentes a los de Castilblanco... En Hontanaya, el pueblo de mi padre -en Cuenca- estaban locos por el tekno y el hardcore...

Se trata de pueblos chicos, no podemos hablar de una rica escena musical... Pero sí que había ciertas "tribus", o grupos, que se identificaban con estilos musicales más o menos concretos.

 

Hablando en un grupo de Whatssap sobre las bandas de estas fiestas, surgió la idea de que los cantantes que venían antiguamente eran apuestas más arriesgadas, innovadoras o incómodas... Aquí tocaron Los Celtas Cortos, que no sólo hacían una música bastante rara -fusión de folk, rock y pop-, sino que tenían unas letras muy punk -o, cuanto menos, socialmente comprometidas-. También tocaron Amistades Peligrosas, muy pop en lo musical, pero con letras que muchos padres y madres no se sentirían cómodos escuchando delante de sus hijos -y, allí estábamos, chicos y grandes, cantando lo de "hoy voy a ir al grano, te voy a meter mano..."-. También estuvieron Joaquín Sabina, Loquillo, Medina Azahara, Los Mojinos Escocíos... No eran, ni mucho menos, grupos de vanguardia, ni con estilos musicales muy alejados del mainstream, pero eran, al menos, el tipo de bandas que no interesarían a nuestros padres e, incluso, podrían importunarlos: por lo grosero o lo bizarro.

Como el concierto era en el pueblo -y quizá el único del año-, cantara quien cantara, ibas, te gustara o no el grupo. Quizá la música no apasionaba a los mayores, pero se fijaban en otras cosas: -¡Menudo equipo llevaban! ¡Cómo sonaba! ¡Nah! Ese no cantaba una mierda, no tenía voz. ¡Qué trajes tan bonitos!

Ahora, tengo la impresión, los grupos que vienen son más "normales", lo que gustaría a todo el mundo -más allá de los rangos de edad-. Sin ningún tipo de carga política. Podrían gustar también a nuestras madres y ser absolutamente indiferente a los más jóvenes.


Hay quien sostiene que, aunque existen más medios que nunca para escuchar música -radio y televisión con canales dedicados, conciertos, Youtube, Spotify...-, la cultura musical de la mayoría de la población ha disminuido. Antes sólo había dos canales de televisión y ahí tenías que ver cantar a Rocío Jurado y también a Patti Smith. Si no te gustaba la música pero querías ver la tele, te jodías y veías lo que echaran. Ahora, todo está segmentado: si te gusta el flamenco seguro puedes encontrar tus canales para solo escuchar flamenco -si te gusta el trap lo tienes más fácil-. Para los fans de Cachitos de Hierro y Cromo esto nos resulta muy notorio. Quizá la tele y la radio eran antes más un instrumentos de educación -y control- que mero entretenimiento -y consumo-. Y esa asignatura de educación en cultura musical ha dejado de ser obligatoria. Sí, existe Radio 3, su lucha contra el algoritmo y su intento de ofrecer una panorámica de todos los géneros... Pero, no nos engañemos, es algo minoritario. 

Así que, como resultado de esa incultura, muchos viven de espaldas a la música. O encerrados en los círculos de una juventud pasada. O, como ocurre en las redes sociales: flotando en la burbuja de sus gustos e intereses -o lo que el algoritmo mercantil estima deberían ser esos gustos-.


Quizá los conciertos del pueblo sean solo una consecuencia de ese analfabetismo musical: las nuevas tendencias nos desbordan, es imposible estar al tanto de cada nicho, así que, apostamos por lo normal, lo no conflictivo, lo clásico, lo empalagoso, con lo que nos sentimos cómodos... Una línea muy acorde a la democracia representativa: sigamos la norma fijada desde arriba, no sea que la gente quiera participar y, al final, mandemos a Eurovisión  al Chikilicuatre.


Grupos de las ferias y fiestas de Herrera del Duque para el año 2021

 

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Miraba el cartel y lo más novedoso era el Cantajuego -a lxs niñxs les encanta-. Vale, Raya Real es música de nicho -se puede justificar-. Seguro que el resto de grupos tienen buen directo -la puesta en escena es muy importante-... Pero, claro, es como si en pintura ignoramos que han existido el expresionismo, la abstracción, surrealismo... y seguimos como si nada con nuestras exposiciones de reyes, cristos y vírgenes...

Curiosamente, en el pueblo, hay más músicos que nunca. Tenemos banda, charangas, clases de lenguaje musical, infinidad de instrumentos, Celia Romero -cantante de flamenco con proyección fuera de nuestras fronteras-... En el panorama nacional aparecen contínuamente nuevas bandas -con mayor o menor repercusión- que hacen música muy novedosa -no son sólo Rosalía y C. Tangana-. Sí, las viejas glorias tienen derecho a seguir viviendo de la música, pero tampoco está mal dar un impulso a las emergentes y ofrecer una variedad  de colores que ayuden a forjar identidades. 

Resulta difícil utilizar el lenguaje -también el musical- para conectar con la gente y atraer su atención. Sobre todo si el discurso elaborado es monocromo, predecible, aburrido...

lunes, 1 de marzo de 2021

El año del gallo, 1981

Hoy se cumplen 40 años de mi llegada al mundo. Era el año chino del gallo. No sé muy bien qué significa eso. 
Me hubiese gustado que los horóscopos o la astrología  marcaran mi destino indicándome qué hacer en cada momento. Dónde invertir mi tiempo, mi dinero y mi talento -si es que tuviera algo de todo eso-.

De pequeño todo era más fácil. Los padres se preocupaban de cubrir las necesidades. Y yo sólo de jugar, superar los retos del colegio... Todos me cuidaban y yo no tenía que cuidar de nadie.

 

La vida está llena de posibilidades, aunque casi siempre transitamos los mismos caminos. La posición de nacimiento condiciona nuestro futuro y nadie quiere renunciar a que le sonría la fortuna, o que un acontecimiento inesperado le haga vivir grandes aventuras.

Yo he tenido suerte. He ido haciendo siempre lo que debía -o se esperaba de mí-. Tomándome ciertas licencias de cuando en cuando. Y he ido a parar a buen puerto. No me da envidia el dinero -seguramente ahí no he tomado las mejores decisiones, pero la libertad tiene un precio y, en el amor: he ganado-.

En términos capitalistas y de rendimiento del trabajo, los cuarenta son una buena edad: tienes experiencia, energía... Podrías ponerte al frente y decir a todos lo que deben hacer. Como si fueras el gallo más fuerte del gallinero, repartiendo picotazos a diestro y siniestro y disfrutando de los mejores bocados. Es un buen momento para realizar los sueños -si es que todavía te queda de eso-.



De pequeño tenía muchos sueños. Me encantaba ir a la cama a soñar. Incluso había depurado ciertas técnicas. Por ejemplo, ponía la radio bajito: supongo que eso me mantenía medio alerta, en una suerte de duermevela, hasta pasar a la fase REM. Así que, la realidad, me resultaba poca cosa... una distopía aburrida.

Luego fui cogiendo el gustillo al campo, las plantas, los animales, las novelas, divertirme con los amigos, el amor, la música, el sexo, la playa, el alcohol, internet, la comida... Puede que haya una etapa de la vida donde todo eso abunde: en la adolescencia y la juventud. Luego va en retroceso. El trabajo nos embrutece, los cuidados y la administración de los recursos nos ocupan gran parte del tiempo... empezamos a tararear "mucha policía poca diversión". Y, en nuestra cabeza, no paran de resonar: pandemia, virus, políticos, Cataluña, pensiones, sanidad... -Sí, ahora recuerdo que de pequeño los noticiarios también me parecían lo puto peor.

Ya apenas pinto ni dibujo. Casi no hago deporte. No tengo tiempo -me digo-. Es verdad que también tengo otras aficiones: la fotografía, la escritura, las plantas, la filosofía... Que la familia hay que cuidarla, las amistades regarlas... 
En términos humanos y de canalización del deseo, los cuarenta se presentan como una época intensa, afanada... -Bueno, hemos llegado hasta aquí. Habrá que exprimir el limón, antes que se pudra.

Es verdad que la sociedad actual nos atosiga continuamente: maximizar el beneficio, crecer, hacer cosas -productivas-, consumir, formarse, emprender, viajar, quemar experiencias... Pero, a veces, la vida nos brinda la oportunidad de ser Fuertes -como Gloria-

"Me dijeron:
– O te subes al carro
o tendrás que empujarlo.
Ni me subí ni lo empujé.
Me senté en la cuneta
y alrededor de mí,
a su debido tiempo,
brotaron las amapolas.
"


miércoles, 3 de febrero de 2021

De la fuente El Borbollón bebo agua, agua siempre nueva

Ir a la fuente a por agua es un torbellino de emociones. En cuanto abandonas la carretera nacional te ves inmerso en otro mundo. Yo siempre apago la radio para disfrutar del camino: pickups, furgonetas y todoterrenos se distribuyen por los solares, cercas y naves. Ovejas, cerdos, vacas, dehesas, monte, terrenos desarbolados, arroyos, pinares... Sólo falta atravesar algún pantano para tener una representación completa de la comarca. 

Desde lo alto del puerto puede verse, a un lado, el valle donde se asientan Herrera y Fuenlabrada -con sus sierras salpicadas de olivares- y, al otro lado: Las Navas... -Mira, antes, todo esto era campo... Bueno... sigue siendo campo... Quitando la fábrica esa que captura el agua y la mete en botellas de plástico fino. El puerto es la entrada al otro mundo, un mundo ciertamente intervenido por el hombre, pero donde el hombre no es el protagonista. La Naturaleza es la protagonista. En septiembre y octubre, cuando la comida escasea, es fácil encontrarse ciervos, rebaños de gamos...

Vistas de Herrera del Duque y su Fortaleza desde el puerto de las Navas - Julio de 2018

Siempre te cruzas con camiones cargados de agua -y parece que sobresalieran por ambos lados de la estrecha carretera-. Te acojonas, aminoras el paso... -¡Increíble que quepamos los dos en este carril! Aceleras. Bache a la izquierda, bache a la derecha... -¡Seguro que hoy no habrá nadie en la fuente! Con este tiempo y a estas horas... Ese es el sueño húmedo de todos los que vamos a la fuente: que no haya gente, que seas el primero y puedas empezar a llenar las garrafas sin esperar ¡Eso sí que es triunfar! 

 

Cuando llegué había dos coches, uno ya estaba terminando. La parte de atrás estaba completamente agachada por el peso de las bombonas. Un señor mayor aguardaba su turno, con la mascarilla puesta, dentro de su Kangoo. 
Cuando le tocó, sacó una cuerda. Pacientemente la ató a la base del grifo. Después ató una piedra a la misma cuerda. Y tensó bien, para que quedara pulsado el grifo automáticamente.

Recientemente habían acondicionado el lugar. Y había quedado muy cuqui. Pero se había acondicionado como zona de recreo, no para que la gente del pueblo fuéramos a por agua. La fuente queda un nivel por debajo de los coches y tienes que cargar con las bombonas por unas escuetas escaleras. Además, han instalado dos grifos de esos que tienes que mantener pulsados con la mano para que salga el agua. Entre los dos grifos se distribuye el mismo caudal, así que, al poco tiempo, ya se había establecido el código de llenar sólo una persona a la vez. 

A pesar de las medidas disuasorias, la gente del pueblo seguimos yendo a por agua. -Es que está muy buena. En cuanto la pruebas, la del grifo te sabe a cloro y mil potingues. Además, como es la misma que embotellan en la fábrica, se cuidan de que no tenga impurezas. -Hay otras fuentes en la zona, pero a veces no corren, otras el agua sale sucia... Además, yo no me fío, porque hay muchos olivares allí, la gente echa veneno para matar la hierva y eso seguro que se filtra a las aguas de las fuentes. -Me niego a comprar una garrafa de agua para tirar todo ese plástico, me parece un despilfarro inútil... El argumentario es amplio.

Cuando el señor mayor consiguió mantener el pulsador fijo, sacó una manguera, la conectó al grifo y empezó a llenar las garrafas que había dejado junto a la Kangoo. Yo llevaba un libro. Me senté en el banco y me puse tranquilamente a leer -después de chequear el Whatssap y el Facebook-. El hombre iba haciendo... tenía un buen montón de garrafas -y yo también-. No es un lugar para ir con prisas. Cuando acabó, dijo que me dejaba el invento montado y también la manguera. 
-No es necesario -Le dije. -Yo traigo mis apaños. 
-No, en serio, quédate la manguera. Así no tienes que andar subiendo y bajando las garrafas. Yo no la necesito. Corto un trozo cada vez que vengo a por agua.
-¡Joder! ¡Muchas gracias!

A esa fuente hay que ir preparado. Nunca sabes lo que te vas a encontrar. Antes de que la acondicionaran, la gente solía arrancar el grifo -supongo que para ponerlo en su casa, nunca entendí aquella práctica-. Así que, siempre que voy, llevo unos alicates, cuerdas, gomas y algún invento para mantener pulsado el grifo. El último, uno bien curioso que me enseñó un ganadero de la zona -mientras platicábamos en la fuente-. Consiste en cortar un trozo de cámara de bicicleta, colocas el anillo de goma en el grifo y lo estiras para que coja el pulsador. La goma es lo suficientemente estrecha y fuerte para mantenerlo pulsado. Pero como el señor mayor me había dejado su invento, no lo necesité. Hay gente que se dedica a arrasar todo lo que encuentra en los espacios públicos y, otros, prefieren hacerle la vida más fácil a los demás. Este señor mayor era de los últimos, de los buenos. A ver si cunde su ejemplo y, cuando volvamos, sigue allí la manguera.

Fue lo único que hablé con él. Normalmente, la gente que va a la fuente prefiere hablar un rato mientras espera. Yo también lo prefiero. Coincides con personas con las que no te encontrarías en otros espacios del pueblo... Bueno, ahora que estamos todos confinados -con el Coronavirus-, no coincides con nadie. Así que es fácil entrar a la gente, después de todo, has recorrido más de 10km en coche para ir a buscar agua, estás al aire libre, mirando el campo, viendo el trasiego de camiones de la fábrica... Puedes consultar un rato el móvil, pero aburre. Así que, si tienes a alguien delante, aprovechas y hablas. Hay gente que te interroga -Y tú ¿de quién eres? -Sí, a tu padre le conozco. Dile que has estado con Menganito. ¿Y tienes trabajo? Otros sólo quieren hablar ellos. -Pues me acuerdo yo cuando... Y te cuentan su vida -de antiguamente-. De cuando no había fábrica y el agua salía a borbollones del manantial. -Mira! Más o menos por ahí era! Otros hablan de política, de lo mal que está el mundo. De la cantidad de agua que saca la empresa propietaria de la fábrica. De los pozos que hacen. De la suerte que tenemos de que genere tantos puestos de trabajo. De que deberían darle más caudal al grifo... Y así, poco a poco, se van llenando las garrafas.

De la fuente vieja bebo agua. 
De la vieja fuente de siempre,
agua siempre nueva 

Josean Artze

jueves, 28 de enero de 2021

De cómo me liberé de la religión

No sé en qué momento dejé de creer en Dios... Diría que, cuando recibí el sacramento de la Confirmación, ya me chirriaba bastante todo aquello del cristianismo. Aquí, en el pueblo, la Confirmación se hace pronto, sobre los 14 años, en plena adolescencia, con las hormas en frenética actividad.

La verdad que, desde aquellos entonces, me he sentido engañado por la religión. Yo era un chico normal, obediente, aplicado... ¿Por qué habría de cuestionar la existencia de Dios o la verdad de las escrituras...? La religión lo envolvía todo, era de lo más normal: ir a misa los domingos, la Semana Santa, la Navidad, Jubileo...

Pero claro, la gente hablaba:
-Yo creo que algo hay... Llámalo Dios, o llámalo magia, si quieres... Pero algo hay...
-Los curas y las monjas son unos sinvergüenzas. Pero las enseñanzas de Cristo están bien.
-Que no. Que eso de la religión es un cuento chino para mantener sometida a la población. Mira cómo viven en el Vaticano.

También es verdad que, en la adolescencia, empieza a abrirse el abanico de contactos, las formas de ocio y los contenidos culturales -totalmente ajenos a los proporcionados por la familia y la escuela-. También el contenido de la educación institucional se diversifica, se hace más complejo, menos esquemático...

Y, un día, ves La vida de Brian, El Exorcista, Los Caballeros del Zodíaco... o, simplemente, lees libros ambientados en otras épocas y culturas... Y piensas -¡Ahí va la hostia! Esto de la religión no está cerrado. Cada pueblo tiene la suya. Hasta hay gente que vive ajena a toda religión.

La música fue también muy importante en ese proceso. La música puede ser irreverente, blasfema, transgresora... Al arte siempre le concedemos esas licencias. Ofrece imágenes intuitivas, agradables, provocadoras... que, luego, si te apetece, puedes procesar y desarrollar conceptualmente. Supongo que, escuchar canciones como el Salve de La Polla Records, en plena adolescencia, en un momento en que estás cuestionando estas creencias, supone un gran impulso, una liberación... Todavía hoy me parece un temazo -aunque ya no tenga tintes de revelación- .

Control económico
Es control del poder
Control mental
Control sexual
Realmente tíos
Nunca he visto religión
Que pretenda tanto
¡Salvarnos a hostias!
¡Salve, Regina!

 

La religión es una experiencia inmersiva que es necesario vivir en comunidad: practicar el culto, comentar los textos sagrados, compartir celebraciones, someterse a normas morales... No tengo nada en contra de todo eso. Es guay sentirse parte de algo. Lo que peor llevaba era la fundamentación de la creencia en un ser supremo que está en todas partes... y te vigila. El sentimiento de culpa... ese sentimiento tan cristiano, que te atormenta cada vez que te dejas llevar por las pasiones más mundanas.

Lo de las pajas era lo peor, porque es normal ponerse cachondo y hacerse una paja. Los monos lo hacen mucho -y se les ve bien felices- ¿Por qué los humanos debíamos sentirnos culpables por ello? Me resultaba fastidiosa toda la represión de la sexualidad... 

Para Freud todo desorden mental tenía que ver con la sexualidad. Después de tantos siglos de cristianismo, sería fácil que detectara neurosis a cascoporro por todo occidente.

 

Cuando íbamos a misa, no recuerdo que nadie nos advirtiera de que lo dicho en la Biblia se tratara de metáforas, hechos no necesariamente ciertos, narrados en un lenguaje simbólico... Que los teólogos y eruditos interpretaban de tal o cual manera, pero que podía significar cualquier cosa. Porque, en dos milenios de andadura, la sociedad y la lengua habían cambiado una barbaridad.

Vamos, que aquello no se sostenía por ningún sitio, a poco que tuvieras cierta curiosidad histórica o científica.

Al principio de abandonar la fe me sentía un poco inseguro, como si andara por ahí sin mascarilla. Si Dios no existe, entonces todo vale, se puede hacer lo que se quiera: matar, robar, mentir, drogarte... Pero pronto te das cuenta que hay un montón de motivos para no hacer todas esas cosas, desde el tan razonable "no hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti", a otros quizá no tan directos, pero a los que puedes llegar por tu propia experiencia: hay sustancias que nos sientan muy mal y no compensan un instante breve de placer.

Por aquellos entonces, también pasaba temporadas con mis primos de Madrid, algo mayores que yo, con una visión mucho más amplia del mundo y las relaciones sociales de la que manejaba desde mi pequeño pueblito. No es lo mismo la teoría -leer cosas, ver pelis...-, que conocer a quien las pone en práctica.

Así que, acabé por sentirme muy cómodo sin catolicismo, sin Dios, ni amo... Y seguía siendo un chaval obediente y aplicado. No la echo de menos, no la necesito, no me aclaraba nada, no me quitaba dudas... al contrario, lo complicaba todo y, además, me hacía sentir mal. 
Dios se disolvió, sin más, se esfumó, como otros amigos imaginarios que tuve en la niñez.


El caso es que, el otro día, la mayor de mis hijas, dijo que ella no quería hacer la comunión: porque hay que ir a misa y es un rollo. -Y ¡Total! Sólo para hacer una fiesta, comer chuches y tener regalos. ¡Si la podemos hacer cuando queramos! Además, yo no voy a clases de religión. 

Por algún extraño motivo, me enmierdé en explicarle qué es la religión. Algo muy difícil de contar a una niña que aún tiene escasos referentes culturales, históricos... Así que no salí muy bien parado de mi hazaña. Traté de establecer un paralelismo con sus amigos imaginarios, en una especie de caricatura del pensamiento de Feurbach -de la religión como proyección humana-. 

Y, pensé: -Es verdad que todas las prescripciones morales y el sentimiento de culpa son un buen montón de mierda. Pero es difícil comprender la sociedad occidental, pasada y actual, sin conocer la religión cristiana

Nuestros modelos de familia y Estado están codificados en términos religiosos -fidelidad, comunidad-. Muchos de los males de nuestra época se entienden mejor observando el papel que han jugado las religiones. La historia de la humanidad ha estado siempre impregnada de lo profano y lo sagrado, de la idea de bien y el mal. De luchas de poder en las que Iglesia y Estado se daban la mano, o todo lo contrario.


También es cierto que la humanidad anda siempre buscando un más allá. Que cuando alcanza los límites de su conocimiento, recurre a lo mistérico y mágico. Que se resiste a la ausencia de sentido y la brevedad de la vida terrena. Lo vemos hoy día en el gran interés que despiertan las religiones orientales, el esoterismo, la búsqueda de vida extraterrestre, la metafísica, el arte... Parece que hubiera un deseo irrefrenable de espiritualidad en la sociedad.

Entiendo que existan personas que se sientan cómodas en la religión, grandes cerebros de los últimos siglos han contribuido al avance de la ciencia y de las teorías del conocimiento conservando su fe.

Siempre me pareció paradigmático el ejemplo de Kant. Un hombre piadoso que realizó grandes esfuerzos para conseguir conciliar sus sentimientos religiosos con la razón y las críticas que otros, como Hume, hacían a la religión. Este pobre hombre, que únicamente consiguió afirmar la idea de Dios como sustento de la moral, poniendo en cuestión su existencia ontológica. 

Pero, para sustentar el comportamiento moral, no es necesario ningún Dios. Posteriores autores irían desmenuzando la religión y desvelando sus miserias, hasta que Marx ya la llamara "el opio del pueblo". Seguramente haya miles de razones para no tener fe, pero la humanidad no es puramente racional, también pesan el deseo, los instintos, ideales... Quizá por ello persiste entre nosotros, a base de reformas y contrarreformas.


Hay párrocos que dan discursos sensatos y piadosos. Y también hay los pederastas y ruines. La fe por sí sola no te hace malo ni bueno -aunque lo intente-. Quizá la religión pudiera contribuir a una sociedad mejor -satisfaciendo su necesidad de espiritualidad y de búsqueda de sentido- si no estuviera tan imbricada con las formas de poder. 

Yo no guardo buenos recuerdos de mi época cristiana. Era sombría y cruel, como las figuras que adornan la iglesia. Quizá, sí que tengo una imagen más amable de Jesús -como un hippie de los 60's-.  Pero no estoy dispuesto a hacer pasar a mis hijas por toda la represión sexual que predica la Iglesia, ni por la asunción de normas morales sólo por obediencia ciega, prefiero ahorrarles ese trago.

Virgen de Consolación, patrona de Herrera del Duque. Agosto de 2015. Llega desde la ermita, cargada de propiedades psicomágicas, para pasar unos días en el pueblo.


sábado, 16 de enero de 2021

Peloche y el colonialismo

Peloche es una pedanía de Herrera. Es un pueblo por sí mismo pero, a nivel legal y administrativo, depende de Herrera. 

Entre los pelochos existe una cierta animadversión hacia este hecho. 
Aunque no se materialice en acciones o grupos organizados concretos, la idea de su independencia, flota en el ambiente.

¿Por qué no habrían de tener sus propias instituciones y decidir sobre sus propios asuntos? No se aprecian diferencias entre Peloche y otras localidades pequeñas que tienen su propio ayuntamiento.

 

Después de las navidades se dispararon los casos de Coronavirus en Herrera -en toda Extremadura, en general-. Y comenzaron a proliferar los mensajes de ánimo... Poco más se puede hacer una vez que el virus está extendido -bueno, también se podría vacunar más rápido-. Así que, Peloche, se quedó sin sus fiestas patronales -que se celebran para San Antón-. 
Por ese motivo, el alcalde de Herrera, publicó esta foto de apoyo a los pelochos. La verdad que la imagen no puede dejar indiferente a ningún local.

Imagen extraída de la cuenta de Facebook del alcalde de Herrera y Peloche
 
En primer plano aparecen los danzantes de Peloche. Durante la fiesta de San Antón se travisten con esos ropajes y danzan por las calles para sus vecinos y vecinas. Hay otras danzas similares en la comarca, pero no con hombres vestidos con ropas de mujer. Además, es una fiesta netamente religiosa (católica), los danzantes bailan en la iglesia -supongo que esta danza sea algo más antiguo que el catolicismo ha incorporado para dar gusto a sus parroquianos-.
 
De fondo aparecen el alcalde de Herrera -y Peloche- junto con alguien de la diputación, desvelando una estatua que representa a un danzante anónimo. Como si fuera una ofrenda a las colonias para calmar sus anhelos de independencia. -Mirad, ahora, a los pelochos, os vamos a identificar con esta cosa tan graciosa y tradicional de los danzantes. 
Quitando las letras de la foto, podría ser perfectamente la portada de un libro de antropología.
Supongo que desde Herrera vemos en Peloche una especie de pueblo originario, virgen, primitivo, en plena conexión con la Naturaleza, apartado de la modernidad. El típico relato que potencia el turismo de interior -es normal: el turista busca siempre este tipo de hitos para formarse el mapa de los lugares que visita-. 

Los pelochos están muy orgullosos de sus danzantes y de sus fiestas. Y, en esas fechas, acuden de todos los puntos del planeta por los que se encuentran dispersos. Los de Herrera también nos acercamos a los principales eventos ¡Y los disfrutamos! Estamos muy conectados -quien más o quien menos tiene conocidos o familiares allí-. Pero es una fiesta de la gente de Peloche y la organizan como a ellos les da la gana. Ellos son los protagonistas de sus fiestas -al contrario de lo que refleja la fotografía, donde todas las miradas se dirigen a los dos hombres blancos, burgueses y adultos ataviados con traje y corbata que descubren la estatua-.
Y era eso lo que más me llamó la atención de la foto: que era absolutamente herrerocentrista. Como eran eurocentristas las crónicas antropológicas de los investigadores de los siglos pasados. Como aquella despedida de Loquillo a Pau Donés, donde no se le ocurre otra cosa que ponerse a sí mismo en el centro para recordar al pobre Pau...
 
Imagen extraída de la cuenta de Twitter de Loquillo



 

lunes, 21 de diciembre de 2020

Asociacionismo: consenso Vs democracia

Me encontraba en una reunión de delegados de clase -en cada clase del cole se elige a una de las madres o padres para representar a todxs-. Siempre he sido muy reacio a estas formas de participación representativas -más en la situación actual, en que el aislamiento social impide la comunicación cara a cara, que es con la que la mayoría se siente más cómoda-. 
Pero bueno, son grupos pequeños -de entre 10 y 20 alumnxs por clase- y agiliza mucho las reuniones el que los interlocutores sean 15 personas -y no 250-. Aunque esto implique que la opinión de algunas familias quede silenciada.

Los grupos de cada clase funcionan como pequeños corrillos donde la gente está más desinhibida y cada cual da su opinión, a sabiendas de que no va a trascender. Tiene su utilidad, porque sirve para que, dentro de ese corrillo, se genere debate y se consoliden opiniones sobre temas de los que no todo el mundo tenía una opinión formada. La función de los delegados es luego transmitir esas opiniones a la dirección del cole.

 

Se trataba de una reunión telemática, una video conferencia grupal. Si ya resultan frías estas reuniones de por sí, al ver las caras individuales de los participantes en la pantalla del ordenador, era como abrir la puerta de un congelador. 
El grupo de delegados solo se constituye cuando lo requiere el equipo directivo del cole -es una especie de acto obligado-. No actúa nunca por iniciativa propia. No sienten que sean más que un vinculo de comunicación entre la dirección y el aula a la que representan.

La reunión fue convocada por la AMPA, una asociación de madres y padres unidos por intereses comunes: mejorar las instalaciones del cole, potenciar la convivencia entre familias, organizar actividades extracurriculares, representar los intereses de las familias ante las diferentes administraciones... 
Aunque en colaboración con el equipo directivo del cole, la AMPA actúa por iniciativa propia, en función de los intereses y preocupaciones de sus miembros, o de los que les trasladan las familias. 

A pesar de su labor, la AMPA no goza de simpatía entre un porcentaje importante de las familias del cole. Diría que el asociacionismo de cualquier tipo despierta animadversión en este pueblo. La sociedad está muy polarizada y reducen las personas a una única dimensión: la dimensión de los partidos políticos. 
Y la gente es muy militante, se posiciona vehementemente en uno un otro bando al primer movimiento de piezas. 

A esta animadversión de la población general, se superpone el hecho de que los poderes fácticos aspiran a mantener un cierto control sobre el movimiento asociacionista. Con medios materiales -atrayendo mediante subvenciones o ayudas-, o bien, colocando personas de su confianza en los espacios de toma de decisión. Por cuanto son agrupaciones de personas con intereses muy concretos que pueden generar consensos en aspectos nunca abordados en la lucha política por el poder, o que entren en conflicto directo con el poder mismo.

En este escenario, no hay debate posible y todo se reduce a medir las fuerzas, a vencedores o vencidos.  


Hace unos días empecé a leer "Un tributo a la tierra". Un cómic que narra la historia de los pueblos aborígenes de Canadá y su progresiva colonización por la sociedad occidental. En una de las viñetas, el autor añora aquellos tiempos en que los miembros de la tribu se reunían para debatir algún tema. Primero hablaban los más ancianos y luego espontáneamente cada uno iba aportando algún contenido nuevo, algún matiz... 
Luego llegaron los occidentales, con la extracción de gas y petróleo. Y la sociedad se dividió. Era imposible llegar a consensos y se recurrió a la democracia -el que tiene más votos gana-.

Fotografía de una de las páginas del libro "Un tribuo a la tierra" de Joe Sacco

 

Mientras hablaban los miembros de la AMPA, la cara del resto de delegados era de absoluta reticencia. Al final, alguien preguntó al director cuál era su opinión personal sobre aquello... 
Por fin todos tenían algo a lo que aferrarse para posicionarse: la opinión de una autoridad competente -y, menos mal, porque si no el debate hubiese estado sentenciado desde el principio-.


Creemos formar parte de sociedades muy avanzadas, disponemos de tecnologías que nos permiten intercambiar información con personas en la otra parte del globo pero, en lo social, estamos absolutamente en pañales. Somos incapaces de alcanzar acuerdos o de organizarnos para llegar a fines comunes. Sólo conseguimos una elevada organización recurriendo a formas de obediencia basadas en el poder y, en última instancia, en la violencia. 

Algo que, por otro lado, está poniendo de manifiesto la actual pandemia, con continuos mensajes de la población a las autoridades para que prohíban por ley las reuniones. Porque apelar a la responsabilidad individual es del todo ineficaz. Lo que viene a ser el reconocimiento de nuestra minoría de edad: puesto que somos incapaces de controlarnos, exigimos orden y castigo por parte de los que ocupan el poder de manera arbitraria.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Purificadores de aire con filtros HEPA en las aulas: ¿Sí? ¿No? ¿Ninguna de las anteriores?

Hace un par de semanas se comentó en el cole la posibilidad de poner purificadores de aire con filtros HEPA en las aulas. Soy miembro de AMPA del cole, me he implicado en el tema, así que, he pasado un tiempo buscando información sobre qué carajos era eso, su utilidad y sus precios.

Creo ya tener una opinión bastante bien formada sobre esos "filtros HEPA". La verdad que me parecen útiles. Seguramente lo son: por eso se emplean en quirófanos y en aviones. ¿Por qué se oponen todas las administraciones y expertos a incluirlos en los colegios? Básicamente porque son muy caros y, en principio, sólo van a resultar útiles mientras haga frío durante este curso del Coronavirus. El resto del año se pueden abrir puertas y ventanas -sin miedo ninguno- porque ya no hace frío. Y la ventilación de los espacios cerrados es mucho más eficiente que esos filtros.

Clases al aire libre en los Países Bajos con alumnos envueltos con abrigos y mantas en 1918. / Nationaal Archief. Imagen extraída de Guía para expulsar al coronavirus de las aulas (Maldita.es)

En algunos coles, padres y madres se han puesto de acuerdo y han comprado los aparatos para las clases de sus hijos. En nuestro cole también se ha planteado la posibilidad. No sé si se llevará a cabo. Estamos pendientes de que nos hagan llegar presupuestos y ver qué cantidad tendría que aportar cada familia. Veo difícil que prospere el asunto, sin el apoyo económico de ninguna administración pública.

El nuestro es un cole de pueblo, el único en la localidad. Aquí convive gente que tiene una piscina en el jardín, dos o tres coches y un apartamento en la playa, con gente que sobrevive prácticamente a base de subvenciones, ayudas y economía sumergida. No es lo mismo pedirle 50 o 60 euros a una familia que a la otra. 

Así que, sí: las aulas serían más confortables y seguras con unos purificadores de aire que reunieran las especificaciones técnicas recomendadas por las administraciones en los diferentes documentos que han elaborado para mantener una calidad óptima en los espacios cerrados.

Pero, en nuestras sociedades actuales, todo tiene un precio. También la salud, el confort e, incluso, la educación. Y, ese precio, no siempre está al alcance de todos. Por eso existen las clases sociales, los coles y la sanidad privadas.

Por eso hay gente que utiliza todoterrenos de gran cilindrada para llevar a los niños al cole los días de lluvia, mientras otros andan remendando paraguas. Por eso hay gente que puede quemar 3000 o 4000 litros de gasoil para mantener caliente su casa durante el invierno, mientras otros ponen tumbada la bombona de butano -para arañarle unas horas más al brasero-.

Gráfico extraído de https://www.ciencia.gob.es/stfls/MICINN/Ministerio/FICHEROS/version3_de_la_guia_actualizada_10_de_noviembre_de_2020.pdf

El escenario más seguro sería que los niños permanecieran en sus casas encerrados, asistiendo a clase telemáticamente. Menos seguro sería que dieran clase al aire libre, en medio de la Dehesa. Menos seguro aún, meterlos en un edificio cerrado... Y así, poco a poco, se pone en riesgo la salud a costa de otros beneficios. Algunos pueden reducir los riesgos comprando purificadores de aire y, otros, abriendo ventanas y abrigando mucho a los niños.

Por eso me hace mucha gracia cuando la gente comenta que los políticos, o los altos cargos de empresas, cobran mucho porque tienen grandes responsabilidades y asumen muchos riesgos. Cuando resulta obvio que los que asumen más riesgos son siempre los mismos: los que menos tienen. Los que se juegan la vida poniendo tumbada la bombona de butano, los que hipotecan su casa para levantar un pequeño negocio, o los que no les queda más remedio que llevar a sus hijos a unos servicios públicos cada vez más exiguos.

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Para mí, una de las cosas que ha puesto de manifiesto esta pandemia es que vivimos en una sociedad absolutamente desigual, donde hay unos pocos que no están dispuestos a ceder ni uno solo de sus privilegios. Y que, nuestros Estados, son básicamente una herramienta de control que no tienen la más mínima capacidad para atender las necesidades de su población.

Quizá, lo más sangrante fueron los primeros meses: con las discusiones de "mascarilla sí" o "mascarilla no". Inicialmente no eran necesarias, era algo opcional, porque los Estados no podían garantizar el abastecimiento a toda la población. Incluso llegaron a pagarse precios absurdos por ellas. No sé, quizá habría que valorar nuestros modelos de Estado -y la forma en que participamos en ellos-, cuando estos no tienen la capacidad ni de fabricar unas simples mascarillas. Sólo sacar policías y militares a patrullar las calles.


Algunos enlaces de interés

Un salón, un bar y una clase: así contagia el coronavirus en el aire --> Artículo que explica de forma gráfica cómo se contagia el Coronavirus a través del aire

VENTILACIÓN AULAS. Los padres ven con preocupación la llegada del frío --> Artículo generalista sobre las preocupaciones de padres y madres por la llegada del frío y la ventilación

Documentos del CSIC con recomendaciones sobre la ventilación en las aulas:

Servicios de Salud y Riesgos Laborales de Centros Educativos --> Documentación de la Junta de Extremadura sobre prevención de contagios del Coronavirus en centros educativos

jueves, 24 de septiembre de 2020

Hontanaya y sus fiestas

En nuestra generación era común que, a los hijos de los que emigraron durante los 60's y 70's, nos llevaran al pueblo a veranear y pasar las fiestas o vacaciones, visitar a las abuelas o relacionarnos con los primos que habían emigrado a otro lugar. 

Nuestro caso era un tanto peculiar porque, no acudíamos desde una gran ciudad, veníamos desde otro pueblo. De pueblo a pueblo, haciendo extraños recorridos por carreteras secundarias. Siguiendo el Guadiana a contra corriente. Desde nuestra tierra encerrada entre montes, dehesas, plantaciones de pino y ganado en extensivo, a la amplia y llana Castilla. Plagada de simbología quijotesca. Preñada de viñas, olivares, cultivos de girasol y cereales. Con su incesante pulular de maquinaria agrícola sobre lo rojo del terreno recién labrado, salpicado por el alzamiento de silos, tanques de acero inoxidable, iglesias, molinos...

 

Al hacernos mayores las cosas fueron cambiando: las obligaciones, nuestras propias migraciones, muertes, nacimientos, la pérdida de vínculos...
Hemos envejecido, engordado y adelgazado, alejado o acercado... Todo cambia y todo queda, pero a mí me gusta volver para las fiestas de septiembre. Reencontrarme con los paisajes, los olores, los colores, la familia, amigos, conocidos... Revivir recuerdos, anécdotas. Compartir virtudes y preocupaciones sobre la vida en los entornos rurales.

Este año no hemos acudido a la cita -cosas de la pandemia-. Pero hemos rememorado otros ocasiones en que sí estuvimos. Para mí Hontanaya es un pueblo exótico, como pueda serlo el Caribe para otros. Es ese "lugar de la Mancha" que forma parte de mi mundo vivido. No es un lugar al que ir de vacaciones, relajarse y olvidarlo. No es un paréntesis en la vida cotidiana. Es un esqueje de la vida misma, plagado de recuerdos de la infancia, lazos familiares, anécdotas, traumas, erotismo, risas, rupturas...

 

Las fiestas son modestas -es un pueblo chico-. Pero se celebran con desmesura: comiendo gachas, cordero, queso; bebiendo vino, botellines; bailando hardcore... Como si todos fuéramos agricultores alegres por las buenas cosechas. Como si fuera la última fiesta. Antes de la llegada del frío y crudo invierno cuando, al acabar la vendimia, en el campo sólo se escuche el centrifugar de los molinos de viento -generando su electricidad-. 

Entonces, nos mantendrá encerrados en nuestras oseras el miedo atávico a los enormes toros -patrullando las oscuras calles-. Y el recuerdo de los más viejos atrincherados tras puertas, barreras y balcones. Mientras, los más jóvenes, espantados, sacan provecho de su fuerza y valentía alcohólica para colgarse en las rejas, o arrojarse sobre los remolques. Con la imagen del santísimo Cristo del Socorro presidiendo cada escena, clavado en su cruz de madera, supurando sangre.


Minotauros, cristianismo, cereales, vendimia, excesos, recogimiento... Una amalgama de capas culturales cristalizando en un lugar y fechas muy concretas.

jueves, 13 de agosto de 2020

Flamenco en tiempos de coronavirus

En el pueblo cantaba una artista local, Celia Romero, y decidí asistir al espectáculo. Interpreta un cante flamenco muy ortodoxo. Y yo no soy ningún entendido en flamenco -ni se trata de un estilo que me guste especialmente-. De hecho, lo que más me gusta de estos artistas es cuando hacen cualquier otra cosa que no sea flamenco: Camarón -La senda del tiempo-, Enrique Morente + Lagartija Nick, Niño de Elche, Tomasito... Me gusta cuando hacen música para el público -no sólo para otros músicos o expertos-. Cuando utilizan su conocimiento y su habilidad para realizar obras que pueden ser comprendidas y disfrutadas por cualquiera. Cuando llevan a la luz, de forma sublime, toda esa alquimia que han estado trabajando tan finamente en la oscuridad de sus laboratorios -tablaos-.


Celia Romero empezó a cantar... Y todo parecía muy encorsetado, dentro de la norma y los cánones. Como nosotros: allí sentados, en las gradas de cemento de la plaza de toros -a tomar por culo del escenario-. Cantaba Celia Romero pero podría ser María José Llergo, porque yo no distinguía nada desde allí. Distanciados, con mascarillas, embadurnados en gel hidroalcohólico... 

Unas personas con chaleco de la organización rondaban para que se cumplieran estrictamente las medidas de seguridad. La situación era realmente incómoda. Un tipo mayor increpó a uno de los vigilantes que no dejaba de amonestarlo: -Que me dejes en paz! Que voy a orinar! Pesao! Que soy viejo! Que soy extremeño! Que NO voy a fumar...

Foto del concierto. Tomada de la página de facebook del ayuntamiento de Herrera del Duque https://www.facebook.com/AyuntamientoHerreradelDuque/posts/3159689750786590
Foto del concierto. Tomada de la página de facebook del ayuntamiento de Herrera del Duque

 

Celia lo hacía muy bien, el equipo de sonido estaba perfectamente ajustado, la iluminación sobria y elegante, la gente permanecía callada, expectante, atenta... Una pena no poder estar cerca del escenario, porque aquello pedía inmersión y proximidad social.

 

Medio en serio, medio en broma, se me llena la boca diciendo -siempre que tengo la más mínima oportunidad- que Rosalía es una diosa. Es verdad que me gustan un puñado de sus canciones, ella es guapa, sensual y tiene un estilo atrevido y original. Si Rosalía es Kali -la diosa hindú de aspecto amenazante, destructora de la maldad y los demonios... o la ortodoxia flamenca-, Celia Romero podría perfectamente ser Palas Atenea -en su faceta de diosa de la habilidad, la estrategia, la sabiduría, la civilización, la belleza...-. Sí, allí, en el escenario, con su vestido largo y su gestualidad, era una diosa griega. Como si el Hada Azul la hubiese traído a la vida desde el frío y blanco mármol. 

Debe ser complejo controlar la voz para desplegar ese chorro y mantenerlo dentro de la tradición y la norma -sublimar lo que te pida el cuerpo-. Conozco muy someramente el flamenco, pero está siempre como conteniéndose, intentando no desatarse, pegado a lo profundo, lo trágico, lo bello... No deja mucho margen a la innovación, pero es verdad que contempla una gran variación -tiene un montón de palos y cantes-. Es seguro que pilotar y ser un buen profesional requiere de toda una vida. Hay mucha historia condensada, muchos recovecos... Celia es muy joven, pero ojalá tenga la oportunidad de desarrollarse, de experimentar, de jugar, de desplegar sus poderes de Diosa griega, de imponer su forma en un mundo de hombres -a menudo espatarrados- que inundan el panorama con soberbios chorros de voz y punteos de guitarra.

 

Después de Celia, cantó Miguel de Tena. Se le veía muy experimentado, se le notaba comodísimo en el escenario. Estaba dispuesto a lucirse y a hacer disfrutar al personal. Y lo hacía muy bien. Era como si estuviera recogiendo todo el aire de la comarca, concentrándolo en su interior, y proyectándolo en contundentes sonidos sobre el micrófono... Y el tío abría los enormes brazos! ¡Como queriendo abarcar más! 

Sí, era un profesional y tenía muchos admiradores entre el público. Él era la esencia del flamenco, el que fija la norma, el dios iracundo de los cristianos. Sólo echaba de menos no estar más cerca para apreciar su movimiento de piernas, porque taconeaba sentado en su silla pero, desde aquella altura y distancia, parecía algo ridículo -como si un potato estuviera moviendo las patillas- y seguro que era algo más elegante. 

 

Ojalá todo esto del distanciamiento, la higiene, el aislamiento... acaben pronto. Y volvamos a disfrutar de estas expresiones artísticas que piden cercanía. Y, cuando nos encontremos de nuevo a Celia sobre el escenario, se haya transformado completamente en Kali, en Atenea... en todas esas diosas que juegan con los sentimientos y pasiones humanas. Que nos transporte de la bahía de Cádiz al Castillo de Herrera -o donde le dé la gana-, pasando por la risa, el llanto, la rabia... Que nos deje otra vez sin pelos, que nos queden sólo escarpias.


jueves, 23 de julio de 2020

La liberación de los cuerpos

Desde su sombrilla lo tenía todo controlado: cientos de cuerpos -extendidos sobre la arena-, en remojo -sumergidos en las calmadas aguas-, en tránsito -entre la orilla y la toalla-, ...
El socorrista, desde su torreta, abarcaba más. El walky talky le iba soltando mensajes claros y breves. -Un nadador junto a la boya. -Está dentro del área de baño. -Un grupo muy grande a tu izquierda...

La playa tenía una pendiente pronunciada. Las niñas jugaban con las pequeñas olas -que habían formado un escalón justo dónde rompían-. No era una ciudad turística, así que, había poca gente entre semana. Todos mantenían la distancia de seguridad. Por las mañanas el agua era cristalina.

Había cuerpos de todo tipo: masculinos y femeninos, adultos, viejos, jóvenes, niñxs... De pechos enormes y también minúsculos, musculados, fofos, quemados, tostados, blanquecinos, negros, en tanga, bañador, con patalón y camiseta... Cuerpos anónimos.

Muchos de los cuerpos femeninos estaban en top-less -era algo habitual allí-. No era nada exclusivo de un grupo de edad específico. Parecía muy liberador: en ese espacio al aire libre -donde la vista no alcanzaba a ver el final del mar- prescindir del sujetador, sacar las tetas al sol, liberarlas de su carga sexual, del control sobre su apariencia y posición -turgentes, firmes, sin pezón...-.

Me resultaría molesto tener que llevar algo que cubriera los pectorales. Me paso la mayor parte del verano en bermudas o pantaloncito corto de deporte. En cuanto puedo me quito la camiseta. Y no es que tenga un cuerpo escultural -que uno ya va peinando canas- o modelado por la práctica deportiva. Soy caluroso y la ropa me molesta. No es exhibicionismo -aunque puede que también lo sea-. Prefiero airear los complejos a tener que mantenerlos ocultos.

Hubo un tiempo, sobre mis veinte, en que sí me preocupaba la apariencia física y mantener un cuerpo moldeado según la tendencia estética del momento. En esa edad es fácil que algo así ocurra. Después de todo, el ideal del cuerpo deseable lo fijan ciertos rasgos del cuerpo adolescente o joven. Con el paso del tiempo, los cuerpos se transforman en otra cosa y requiere unos esfuerzos titánicos mantenerse al pie del cañón.
No es que los cuerpos dejen de ser atractivos a partir de los treinta largos. Pero, empiezan a surgir defectos -arrugas, canas, grasa...- y, pareciera que no tenemos algo bello que mostrar. Dejamos de subir fotos a las redes sociales y, cuando lo hacemos, procuramos poner nuestra mejor sonrisa y que el cuerpo aparezca pulcramente cubierto -desde luego, procuramos que el cuerpo nunca sea el protagonista de la foto-.

En la playa no había muchos cuerpos adolescentes. Había cuerpos maduros muy atractivos. Los demasiado jóvenes llaman la atención por su piel tersa y fina, pero no por sus formas: así como a medio hacer, en posturas aniñadas... A menudo, con los hombros encogidos, como con cierto pudor...
Muchas veces pienso que todo es cuestión de actitud, que el miedo, la vergüenza y la desconfianza se huelen... Y resultan feos -repulsivos-.

A unos metros había una mujer con unas tetas enormes. Panza arriba. Pareciera que ocupaba un área inmensa. Se puso en pie. No era muy alta, ni gorda, ni flaca. Pero mientras caminaba hacia el agua, con el bamboleo de sus ubres y su cadera... todos nos encogimos alrededor, convertidos en poca cosa.

Suele haber marroquíes y negros -subsaharianos- en la playa. Supongo que por algún tipo de prescripción religiosa las mujeres van muy tapadas: con vestidos de cuerpo entero o camiseta y pantalón. Se bañan con toda esa ropa. Pero también se ha convertido en algo normalizado. Prefieren las últimas horas de la tarde. Es un contraste fuerte: pechos al aire Vs ropa de baño. Se trata de una playa de ciudad, de una ciudad donde la gente vive y trabaja. Es una ciudad costera y tiene la suerte de contar con ese espacio público, lúdico, de integración, donde liberar la tensión sexual que amordaza los cuerpos. Donde es fácil controlar los cuerpos anónimos esparcidos sobre un terreno desértico, asediado por el sol y las insistentes olas del mar.

En las zonas turísticas todo resulta más  uniforme -no son tantos los perfiles que deciden ir a un destino de playa a entretenerse sobre la arena-. Para el turista, la playa, es más una obligación autoimpuesta; para el habitante de ciudad costera es una forma de liberación, de relax, socialización...


En el pueblo los cuerpos nunca son anónimos. Están tapados por un grueso manto de control sexual y moralidad. No existe un espacio donde poder liberarlos públicamente. Lo más parecido sería la piscina municipal, pero se ha convertido en un reducto para adolescentes y forasteros. La mayoría de los habitantes prefiere preservar su cuerpo en la intimidad de sus piscinas privadas o en escondidos rincones del pantano. Y el cuerpo sólo se exhibe encorsetado, sometido a las formas que imponen los ropajes. Unas formas a la moda que marcan toreros y folclóricas.

Paseando por las calles de Mataró, siempre me pareció que la gente llevaba la ropa más suelta, más ligera, como adaptándose a los cuerpos: la diferencia entre ir en sandalias o tacones altos; entre ir sin sujetador o llevar faja; entre tener tiempos y espacios para relajar  el cuerpo o estar continuamente manteniendo una pose.

No quiero generalizar, en las ciudades costeras también existe un fuerte sometimiento a la pose, y muchos son incapaces de gozar de la libertad que supone la playa. Pero, al menos, existe el tiempo para el anonimato y el espacio para la liberación de esa tensión que se impone a los cuerpos -sobre todo a los femeninos-. En los pueblos hay que esperar más -o desplazarse más lejos- para encontrar esos lugares, pero siempre hay alguien dispuesto a hacerlo.

Playa de Mataró - Julio de 2020

domingo, 14 de junio de 2020

La escuela: de la educación libre al trauma social

Una de las cosas más difíciles de llevar durante el confinamiento ha sido la supresión de las clases presenciales en los colegios. De golpe y porrazo, las niñas se quedaron todo el día metidas en casa y nos vimos obligados a hacer de maestros, para conseguir que completasen las tareas que les llegaban -y les siguen llegando- del cole.
Yo ya trabajaba desde casa, pero el tiempo de trabajo lo dedico al trabajo. Así que, para atender a las niñas, hay que alargar las jornadas, tirar de abuelos, enchufarlas a las pantallas...

De la etapa de colegio cada uno cuenta su experiencia. Muchas veces, de corte más bien traumático: bullying, profesores y profesoras que se les iba la mano con facilidad, castigos, riñas...
Claro que, también hay quien forjó su grupo de amigos a base de compartir estas experiencias escolares. O para quienes podía suponer un espacio de libertad -cuando sufrían situaciones de violencia en su entorno familiar-.

Yo, la verdad, recuerdo esa etapa bastante gris. Y recuerdo muy poquito -supongo que he preferido olvidarla, enterrarla en el subconsciente-.
Ahora, al afrontar los deberes con la mayor de mis hijas... Es como si reviviera aquello: las cuentas, la caligrafía, dictados, ortografía... Sus cuadernos tienen más colores y dibujos que los míos, pero sigue siendo lo mismo.
Más que despertar el interés por el conocimiento, pareciera una forma de mantener ocupados a los chavales en tareas que consideramos buenas -o que el propio sistema educativo estima útiles para seguir avanzando dentro del mismo-. Quizá, habría que preguntarse ¿Son buenas? Y, si lo son ¿Exactamente para quién o qué son buenas?

Yo no tengo consciencia de haber aprendido nada en el colegio. Recuerdo que por aquel entonces me gustaban mucho los animales: recuerdo que me encantaba leer libros de esos que venían con mogollón de ilustraciones y se hablaba del animal más alto -la jirafa-, el más grande -la ballena azul-... Pero era algo que hacía al margen del colegio. Supongo que los libros de ciencias naturales del cole eran un tostón -seguro que lo eran, porque he visto los de mi hija y son un tostón, no responden a una posible inquietud, sino a un conocimiento enciclopédico cercenado, adaptado-. También me gustaban los comics, cierto tipo de experimentos, manualidades...

Cuando nos ponemos a hacer los deberes, la mayoría de las veces, resulta un suplicio para nuestra hija y, para nosotros, supone un ejercicio continuo de autocontrol -es muy fácil perder la paciencia-.
Lo peor de todo es ser consciente de estar repitiendo la historia, haciendo todo aquello que habíamos odiado toda la puta vida: castrar al niño, entrenarlo para que trabaje, para que aprenda a aprobar los exámenes, para que tenga posibilidades de encajar en una buena posición de la pirámide social -o en las diferentes categorías del funcionariado-.

Con esta situación, uno se se pregunta si el cole no presencial tiene algún sentido. O, si, por el contrario, no sería mejor dejarlo desaparecer y destinar todos esos recursos a otros servicios y actividades más útiles. Por ejemplo: alargar las bajas de paternidad y maternidad para que las familias se hagan responsables verdaderamente de la educación de sus hijos.
Porque, justo los aspectos que valoramos más de los colegios, son: que los niños se relacionen con otros niños y adultos, mientras a los padres y madres se nos libera, durante ese lapso de tiempo, de sus cuidados -para poder atender nuestras obligaciones laborales-.

Los muy ricos -o aspirantes a serlo- ya saben que una de las cosas más importantes es que sus hijos se relacionen con otros ricos. Es por eso que los envían a coles privados -o el cole público de su barrio pijo- donde, además, aprenden el tipo de habilidades y creencias que les serán útiles para desenvolverse en esas capas sociales: idiomas -fundamentalmente- y soberbia -seguridad en ellos mismos-... Nada que tenga que ver con el esfuerzo, sino con normalizar el privilegio.

La educación pública es una suerte de alfabetización de los trabajadores. Un lugar para la disciplina. Aprender los rudimentos del deber en la sociedad y... Sálvese el que pueda.
Afortunadamente, esto parece estar cambiando -al menos en el discurso docente- que adopta muchas de las ideas de la educación libre -libertaria-: se hace mayor hincapié en las emociones, los diferentes tipos de inteligencia, la atención a la diversidad, la integración, tolerancia, el aprender haciendo, por proyectos, lo colaborativo, la autonomía ... Y se va restando importancia a los contenidos curriculares.
Es un proceso que, si bien en lo teórico está muy avanzado, en su aplicación práctica sigue en pañales.
La escuela, como institución planificada desde los Estados, de forma vertical, monolítica, sigue lastrando toda su tradición disciplinaria, clasificatoria y uniformadora.
Un profe debe conseguir -utilizando el premio y el castigo- que un grupo numeroso de alumnos -de la misma edad- alcancen los objetivos marcados por ley. En la medida en que consiga esos objetivos, será un buen o mal docente.

En los cursos inferiores podemos observar más fácilmente la realización efectiva del tipo de educación libre -predicada en la teoría-. Y, a medida que la educación se convierte en obligatoria, empieza a adquirir ese carácter fascista -disciplinario y uniformador-.

Quizá nos iría mejor con colegios que fuesen centros lúdicos: con animadores socioculturales -en lugar de maestros y profesores encargados de hacer  estudiar a los alumnos-. Crear espacios tutorizados en un ambiente lúdico y estimulante. Seguramente aprenderían más y, quizá, en el futuro conseguirían interesarse realmente por la cultura o el conocimiento, y no los verían como una carga, como el obstáculo a superar para conseguir un buen sueldo.

En las últimas décadas, ha proliferado el discurso del profe chachiguay que motiva a sus alumnos y sus múltiples inteligencias, consiguiendo que alcancen sus objetivos de forma divertida, casi sin que se den cuenta. Y está bien, es mejor que hacerlo a base de gritos y golpes.
También se suele aludir a la educación como la gran esperanza de futuro de la humanidad, con la potencialidad para crear ciudadanos libres y creativos, capaces de proyectar un mundo mejor.
Curiosamente, con los diferentes tipos de policía también se ha dado un giro similar en el discurso: -Están para ayudarnos, defendernos de los malos, son amables y cercanos, garantizan la paz social... Aunque, claro, luego, en los momentos críticos, nos apalean en las manifestaciones y los desahucios -o nos oprimen hasta dejarnos sin aliento-. Así que, en la práctica, acaban siendo lo que siempre han sido: cuerpos al servicio de los que ostentan el poder y de los propietarios, con la misión de mantener a raya a las masas o los excluidos.
Con los profes pasa un poco lo mismo: llegado el momento, el sistema les exige mantener los alumnos dentro de unos límites: asignarles un número -nota- que limite sus posibilidades.

Hay una violencia inherente al sistema que se reproduce verticalmente. Y parece que, cada uno en su escala, encontramos cierta satisfacción ejerciéndola.

Que la educación pública, universal y gratuita es un gran logro de nuestras sociedades, es algo indudable, ya que concede a las clases más desfavorecidas alguna posibilidad de escalar en la pirámide social.
Creo que, sobre todo en los primeros años de democracia, se tenían grandes esperanzas en la educación pública como transformadora de la sociedad: para convertirla en algo más libre, menos represivo, abandonar el blanco y negro para sumergirla en un universo de música y color. Abandonar definitivamente el lema "la letra, con sangre entra".
Pero ahora, vemos cómo la educación superior se va transformando, cada vez más, en una mercancía, sometida a las necesidades fluctuantes de los mercados. Mientras la educación obligatoria se debate entre: preparar a los alumnos para ese mercado de la mano de obra formada, o bien, adscribir a los alumnos en la cultura del trabajo y el esfuerzo y entrenarlos para adquirir el tipo de conocimientos y habilidades que se exigen en los exámenes de oposición. Al tiempo, la desigualdad económica produce guetos, o bien traslada a los colegios el problema una atención a la diversidad que los desborda absolutamente.

En ese debate, entre entregarse a la mercancía o administrar la disciplina de Estado -para conseguir personas que se inserten de forma natural en el sistema, también como excluidos y deshechos-, se ha perdido por completo el objetivo de formar ciudadanos libres, o construir una sociedad mejor. De alguna manera, la educación ha perdido todo potencial transformador y ha reforzado su misión disciplinaria y de control.

Durante las primeras semanas de confinamiento, numerosos profesores alzaban la voz contra la excesiva burocracia que se les exigía. El sistema educativo no podía parar y se les administraba la misma medicina que ellos después administrarían a los alumnos.
Las familias se quejaban también de la excesiva carga de trabajo procedente de los colegios, mientras debían atender, simultáneamente, sus propios deberes.
No sé si Deleuze y Guattary identificarían eso como una respuesta esquizofrénica. Lo cierto es que, en esos días, parecía haber una pugna por determinar qué trabajos resultaban imprescindibles -y debían seguir siendo retribuidos- y cuales eran meramente accesorios, prescindibles -y se les podía suspender el salario-. La educación es un derecho universal, obligatorio, así que había que mantenerse ocupados: profesores, alumnos, padres... Todo el mundo ocupado sin producir nada... sólo traumas.

Terremoto (Earthquake), 2003. Tetsuya Ishida. Imagen extraída de Christie's


Mientras, sobre la atmósfera comenzaba a condensarse la idea de una nueva educación más eficiente, a distancia, mediatizada por la tecnología... Una escuela más alejada de su estructura física disciplinaria para acercarse a otras más acordes a las estructuras de control actuales -tal como las describiera Focault-.
Una escuela sin alumnos ni profesores -el factor humano que tanto molesta en los procesos de automatización actuales-. Como esta medicina preventiva, sin enfermos ni médicos, que hemos aplicado para resolver la crisis del Coronavirus. Todo avalado por la evidencia científica y el control tecnológico y estadístico.

-¡Oye tío! Estamos montando una plataforma para dar clases 100% online.
-¡Qué guay tron!
-Sí! Es para niños de primaria. Va a ser la polla!: con vídeos, juegos interactivos, pruebas evaluativas... Los chavales sólo necesitan un ordenador de escritorio y una WebCam de esas tan chulas que ha sacado Pears. Con la cámara controlamos sus movimientos y lo que escribe en el cuaderno. Además, la plataforma está conectada mediante una aplicación móvil con los padres -para avisarles en caso de que necesiten intervenir-. Y, al final de la sesión, se envía un reporte a las familias con lo que han hecho sus hijos ese día.
-Mola! Pero los chavales necesitan el contacto con sus compis. Ya sabes: hacer amigos, jugar...
-Sí! Eso también lo tenemos pensado. Hay muchas actividades y juegos colaborativos. Los chavales pueden interactuar entre ellos. Rollo WOW o Second Life. Segmentamos los alumnos por grupos de afinidad y nivel. En las pruebas que hemos realizado, los más aventajados, son capaces de completar 3 cursos en un año!!
-¡Qué pasote! Y ¿Los más rezagados?
-Bueno, como ahora, se van quedando atrás, salen del sistema... Carne de ETT.
-Vaya...
-Pero eso es lo de menos. Con nuestro sistema, un profesor puede gestionar, desde casa y sin mucho esfuerzo, unos 300 alumnos de primaria. ¡Imagínate a dónde podemos llegar con alumnos de mayor edad! Supondrá un ahorro enorme para los estados. Todo ese dineral invertido en personal docente, edificios, burocracia administrativa, desplazamientos... Se podrá destinar a mejorar la sanidad, programas de investigación, pensiones dignas...
-¿Estáis buscando desarrolladores?
-¡Claro tío! Y también creadores de contenido...

viernes, 29 de mayo de 2020

Ruralidad, trabajo y vuelta al cole en tiempos de coronavirus

Quizá todos esperábamos más de esta pandemia: más muertes, más destrucción...
Los primeros días seguíamos la evolución de los datos con gran interés: miles de casos que eran susceptibles de convertirse en millones, hay que aplanar la curva, un rebrote en nosédónde, nuevos miles de muertos no contabilizados en tal o cual comunidad autónoma...

Pasadas las semanas, empezamos a poner las cifras en su contexto. Y es que somos más de 7000 millones de habitantes en el planeta. A mí, personalmente, a partir de 1000 unidades me cuesta mucho contextualizar las cifras, ya sea en dinero, habitantes o seguidores en twitter.
Claro que... yo soy de pueblo chico. No controlo de economías de escala. Las cosas se ven diferente desde aquí. Donde el aislamiento social es mucho más habitual que la masificación o las grandes concentraciones de personas.

Ahora que empezamos a tener datos fiables del número de fallecidos totales en los meses de mayor contagio... No sé, parece que hemos capeado bastante bien el temporal: De 40.000 fallecidos en marzo-abril de 2019 a 68.000 este año
Ha habido muertes, que siempre habrá que lamentar -y pudieran haber sido muchas más, si no se hubieran tomados medidas-. Es cierto que los sistemas sanitarios de las grandes urbes llegaron a colapsarse. Sí, las consecuencias han sido graves. El virus golpeó rápido y nos pilló con las defensas bajadas.

Bueno, ahora estamos alerta. En los pueblos estamos deseando volver a la normalidad de nuestro aislamiento.
Así que, hay una pregunta muy directa flotando en el ambiente: ¿Deberían comenzar las clases en los colegios?
A la vista de los datos, no parece una idea descabellada. Al menos, en ciertas zonas libres de casos.
Para lo bueno y para lo malo, somos una comunidad inhóspita y, en comarcas como la nuestra -la Siberia-, podría decirse que vivimos en una permanente cuarentena. Sería fácil mantener la zona libre de focos de infección con un mínimo control sobre los desplazamientos.

Hay gente que se escandaliza un montón cuando escuchan este tipo de ideas -en algunos grupos de whatssap te pueden linchar por decir cosas similares-. Muchas veces, se utilizan argumentos emocionales -con casos aún calientes-: -¿Qué pasaría si hubiera un infectado en el colegio? ¿Y si muriera alguno de los ancianos abuelos?
Y, es verdad: son argumentos incontestables... Menos aún, recurriendo a fríos datos o modelos probabilísticos. Pero estamos hablando de servicios que consideramos esenciales en nuestras sociedades -no de asistir a un concierto de Taburete-.
No sabemos cómo se volverá al cole en el curso que viene, ni si volverán a surgir rebrotes que nos vuelvan a confinar en casa. Afortunadamente, ya se empiezan a ensayar soluciones para volver a ocupar el espacio físico de las aulas: asistencia de pocos alumnxs, en días alternos, los que de menos medios electrónicos dispongan, los que necesiten más apoyo...

Es esta una pandemia que, desde el principio, se ha abordado con un lenguaje macro: con todo tipo de estadísticas, gráficas, datos aportados desde hospitales, estados, comunidades autónomas... Creo que únicamente con las elecciones se hace un análisis tan pormenorizado -a nivel de población general-.
Con toda esa información, vemos que los números se distribuyen de forma irregular por los diferentes territorios, y que existen ciertos focos de infección más o menos localizados.
Afortunadamente, los gobiernos se han dado cuenta de esto y ya existen territorios con diferentes niveles de alarma.

Los Estados son autoritarios, burocráticos, centralizados... Pero, aún así, son capaces de entender que puede resultar más ventajoso -en lo económico y en réditos electorales- conceder ciertos privilegios y diferenciaciones a las Autonomías. El problema es que, dentro de las Autonomías, aún existe una tremenda diversidad, en cuanto a necesidades, oportunidades y riesgos -que, por ejemplo, son muy diferentes en las vegas del Guadiana y en las de zonas despobladas del resto de la provincia de Badajoz-.
Es esta una cuestión que ya se ha puesto de manifiesto en muchas otras ocasiones en territorios como el nuestro. Donde podemos sentirnos más identificados con los problemas y necesidades de ciertas zonas de Teruel que con las demandas que puedan surgir desde Badajoz capital -el binomio estado nación que se nos impone, incluso en territorios donde carecemos de identidad nacional-.

Mapa de riesgo de infección por coronavirus. Extraído de https://covid-19-risk.github.io/map/spain/es/. Aparecen con una granuralidad bastante fina las zonas de mayor riesgo de contagio (basado en algún modelo estadístico). Una distribución que nada tiene que ver con una separación artificiosa por autonomías o provincias. Los datos son del 18 de Marzo de 2018.

Uno de los riesgos que corremos al estar vivos es que podemos palmarla en cualquier momento. Los que se creen inmunes también se mueren.
Todos preferiríamos tener una fórmula matemática exacta para decidir cuándo volver a la normalidad -algo como " el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos"-. Pero, en la Naturaleza y la sociedad, nos vemos obligados a guiarnos por aproximaciones y estadísticas para manejarnos con algo de confianza.


Hay personas a las que la situación de confinamiento ha venido bien: han seguido teniendo ingresos, o las han enviado a trabajar desde casa -y les ha gustado la experiencia-. Para muchas, la situación es insostenible. A otros, simplemente, no nos gusta y vemos cierta posibilidad de mejorar la situación. Recuperar aspectos de nuestra sociedad que estaban bien. Por ejemplo: que los niños y niñas vuelvan al cole a relacionarse con sus compis, los profes, a jugar, aprender... El cole se plantea como una necesidad imprescindible en unidades familiares en que trabajan los dos progenitores -y, los salarios o jornales de hoy día, requieren que ambos progenitores trabajen-.

Hay un lema que repiten mucho maestras y profesores: "Las escuelas no son guarderías para dejar a los niños". Y está bien, es un lema que tenía todo su sentido en la situación previa al confinamiento. Para destacar que, en el cole, lxs niñxs hacen muchas cosas: socializan, adquieren conocimientos y disciplina, juegan, aprenden normas, a sublimar sus pulsiones...
Pero, con esta situación, hemos reparado, especialmente, en que los colegios también cumplen la función de guardar a lxs niñxs. Y, durante el tiempo que estaban en las aulas, padres y madres podíamos trabajar o dedicarnos a nuestras labores, con la tranquilidad de que estaban en buenas manos. Vamos, que echamos de menos la función de guardería de los coles -y demás centros de educación-.

Con todo, lo que vemos en la tele son ideas para recuperar el turismo, volver a los hoteles, los bares... Como si se nos olvidara que las hordas de turistas fueron los que se encargaron de expandir el virus por todo el planeta.
 ¿Qué tipo de sociedad hemos creado cuando la estabilidad de la misma se basa en mantener la oferta de ocio y turismo? Un ocio y turismo, bastante destructivos, por cierto: un salir a consumir por consumir, para evadirnos del estrés y la presión que nos suponen nuestro quehacer diario.

Muchos hemos descubierto, con esta situación, que preferimos trabajar desde casa y que, además, es una alternativa viable. Otros, quizá se hayan dado cuenta que su curro no era tan malo, que lo que lo hacía malo es el verse apremiados a echar muchas horas -y cobrar poco, o no cobrar-.
Yo no soy muy optimista en cuanto a que vayamos a salir mejores de esta crisis, pero creo que ha servido para visibilizar ciertos trabajos y determinar cuáles son necesarios y cuáles accesorios. Ojalá sirva también para mejorar el reparto de las cargas y las condiciones -"que nadie escupa sangre para que otro viva mejor"-. Porque, una sociedad mejor, no puede surgir de trabajadorxs embrutecidxs -y achicharradxs 15 días en la playa- frente a cada vez más personas sin ingresos.