Mostrando entradas con la etiqueta trabajo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta trabajo. Mostrar todas las entradas

lunes, 6 de septiembre de 2021

A vueltas con las vacaciones

Estaba en Las Palmas de Gran Canaria de vacaciones. Y me acerqué a ver el museo de arte contemporáneo de la ciudad -el CAAM-. Me encanta ir a este tipo de museos. Fuera de los grandes referentes -el Reina Sofía, Pompidou...- suelen tener poco público y los baños están muy limpios. Fui solo, para poder pararme sin remordimientos donde realmente me interesara. Cuando voy con las niñas, o con gente, acaba siendo una experiencia un tanto decepcionante, porque estás pendiente de mil historias excepto de lo que has ido a ver -no hay nada de inmersión y es como estar con un ordenador con conexión a internet-.

Había una exposición de José Martín: un pintor local. La obra oscila entre la psicodelia y el subrrealismo, con un carácter muy naif. Con temáticas como la playa, las mujeres, el mar, los paisajes tropicales, el dinero, el sexo... Son muy curiosos y coloridos los cuadros, derrochan imaginación. 

Niños de la guerra, o de Rusia, 1991 - José Martín

 

Muchas veces acudimos a los museos de historia buscando una explicación del presente recreándolo sobre los datos del pasado. Y es una vía posible. Pero a mí me gustan más estas visiones contemporáneas que tratan de tender hilos conductores desde el presente hacia todos los puntos del espacio tiempo.

Me gustó mucho el vídeo donde se narraba la vida del artista, a partir de testimonios de quienes lo conocieron. Era un tipo curioso que se retiró a pintar en soledad en las inmediaciones de su pueblo -Tazacorte-. Debió de ser la comidilla de todo el pueblo. El vídeo estaba muy bien, porque da una idea de cómo había evolucionado la vida en la isla: los plátanos, el turismo...

Las Islas Canarias son un lugar realmente alucinante -al menos Tenerife y Gran Canaria, que es lo que conozco-. Tienes una enorme variedad de paisajes y ecosistemas recorriendo unas distancias muy cortas. A mí me gusta más el norte de las islas, que es más fresco. La alta montaña también tiene su encanto. Este año he podido conocer algo más su historia, parece que los primeros pobladores llegaron ya en edad romana o fenicia, procedentes del norte de África. De aquello sólo quedan restos: cuevas, momias, herramientas... Todo fue pisoteado por los europeos, cuando empezaron a especializarse en la navegación oceánica y la extracción de riquezas de lugares lejanos. Luego le llegó la revolución turística y, con el turismo, pareciera que la única función e historia de las islas sea el goce y solaz de los visitantes. 

Pensaba en que hay gente que no sería capaz de disfrutar un lugar así. Por ejemplo el típico turista de sol y playa que va a ponerse fino de comer y beber. Aunque quizá no sea realmente así: todos tenemos un bagaje cultural. Y, quizá, hasta el ingeniero más obsesionado con su trabajo disfrutaría observando los barcos cargueros, los molinos de viento, las instalaciones militares... Todos hemos sido jóvenes y hemos estado interesados únicamente en la fiesta, el sexo y las drogas. 

 

En vacaciones me gusta madrugar. Las horas del amanecer y el atardecer son las más apacibles, cuando la luz y la temperatura son más suaves y progresivas. Me encanta madrugar para aprovechar el día. No como cuando trabajo, que me gustaría quedarme en la cama más rato. Y me gusta saber cosas de los sitios que visito: un poco de historia, de qué vive la gente, la cocina, la flora, la fauna... Me gusta conocerlo in situ -o después, cuando llego a casa y voy madurando la experiencia-. Me gusta conectar con el sitio al que voy, mientras desconecto del sitio del que vengo.

Al subir al roque Nublo traté de imaginar qué sentirían los primeros pobladores, mientras el manto de estrellas se les echaba encima. Con su conocimiento y experiencia sobre los cielos, las constelaciones, las piedras, la vegetación, las señales que lanza la Naturaleza... No debían de aburrirse.
A mí me pasa algo similar en mi pueblo: no dejo de asombrarme con los continuos y cíclicos cambios.

*********************

Este verano también estuvimos de camping en Villablino -un pueblo en la montaña leonesa-. La zona había sido próspera gracias a la minería de carbón, pero la actividad se había abandonado y la región estaba en decadencia poblacional. Visitamos una fábrica de cerveza y, además, la mina de carbón que se encontraba en las traseras -sólo el primer tramo de la entrada-. Era un lugar oscuro, húmedo y frío. Caía agua continuamente del techo y se escurría por las paredes y el suelo. El guía nos contaba cómo era la vida de los mineros. Un trabajo realmente duro y peligroso: derrumbes, explosiones, bolsas de gas... Pero el capitalista debe cobrar más porque arriesga más (-:

**********************

Mientras comía, me quedé observando a mi compañero. Un tipo infantiloide con cara de salido y muy malos modos. Se creía el rey del mambo. Se le notaba que de pequeño y en la juventud le habían dado caña. El típico niño gordito con gafas que es carne de cañón. Carecía de habilidades sociales, no había sido bueno en los estudios... realmente, no había sido bueno en nada. Pero tenía suerte: estaba forrado. Su familia había amasado una gran fortuna y él había sabido mantenerla. Sus comentarios eran los del típico facha que va diciendo por ahí lo de que los jóvenes tienen que trabajar duro, que las tías son unas guarras que van provocando y que él está en su posición por méritos propios -cuando saltaba a la vista que estaría viviendo entre cartones si no hubiera contado con el soporte económico heredado-. Empujaba la comida con los dedos para cargar bien el tenedor. Engullía como un pavo. Se le iban quedando trozos de pescado entre los brackets. Se hincó la copa de vino blanco de un trago. -Échame más! Anda machote! Aquello sólo podía tener un final trágico -pensaba mientras veía al camarero desenfundar la katana-.

miércoles, 10 de marzo de 2021

Día de la mujer trabajadora y conflictividad de clases

Esta semana se celebró el día de la mujer. Un día para dar visibilidad al feminismo. Un día extraño para los hombres -que no sabemos muy bien como posicionarnos-. Y creo que no hay mucho problema en declararnos feministas -algo muy extravagante hace unos años-. 

Sí, el feminismo avanza y cada día existe una mayor empatía de los hombres hacia las mujeres. Estamos juntos en el mundo, tenemos proyectos de vida comunes, queremos estar bien... No se puede estar bien si quien está a tu lado se come todos los marrones, o recibe violencia y desprecio de forma gratuita.

 

Primero se llamaba el día de la mujer trabajadora. Luego reparamos en que todas las mujeres lo son -a algunas se las remunera por su trabajo y a otras no-. Así que, al principio -cuando ese "trabajadora" tenía el sesgo de trabajadora fuera de casa-, este día parecía dirigir la mirada a la igualdad de oportunidades laborales para las mujeres: que pudieran acceder a los mismos puestos, que percibieran el mismo salario, que pudieran ascender igual que los hombres... 

Se ha avanzado mucho en esos aspectos y, ahora, es habitual que hombres y mujeres trabajen fuera de casa: así que, los hogares se han quedado vacíos, no hay nadie la mayor parte del tiempo.

Muchos de los trabajos del hogar se han externalizado: limpieza, cocina, educación... Esas actividades se desarrollan ahora en el cole, extraescolares, comedores, restaurantes... Es la forma que tiene el capitalismo de adaptarse a las demandas sociales y generar beneficio. -Todos queréis trabajar fuera. Bien, hagámoslo posible y movamos la economía.

Aún así, los trabajos de cuidados están fuertemente feminizados: -de todos es sabido que las mujeres nacen con esta tendencia natural a este tipo de oficios mal pagados y precarizados... No necesitan formación ni instrucción -eso es cosa de hombres que realizan trabajos dignificados- (y aquí dejo la ironía). 

 

Una solución muy loca: ahora, las clases medias y bajas se ven obligadas a competir en el mercado de trabajo para abastecer de cuidados a las clases altas. Y, cuando llegan a casa, tienen que seguir cuidando de ellas mismas. 

Impepinablemente el feminismo tiene que ir ligado a una crítica social, a la abolición de clases, a la no explotación de unas personas por otras -que nadie escupa sangre para que otro viva mejor-. 

Parecería una solución de mierda si, al final, se explota por igual a hombres y a mujeres. En lugar de realizar un reparto justo de las tareas en el conjunto de la sociedad. 

 

Imagen extraída de El blog del viejo topo: Iconografía y estética de los carteles sobre el 8 de marzo en la URSS. Día Internacional de la Mujer Trabajadora

En oposición a este feminismo obrero, siempre ha existido un feminismo "cuqui", de colores amables y formas suaves. El feminismo que fomentan las instituciones y las grandes empresas. Un feminismo que rehuye la conflictividad social. Un feminismo que no cuestiona la pirámide salarial y de poder... 

Queremos que las mujeres también puedan ser presidentas y CEOs de nuestros organismos... Pero el presidente no limpia, no cuida de los hijos, no cocina, no lava la ropa... Eso lo hacen "otras" -por una insignificante porción de su sueldo-. 

Es feo que sean las mujeres -por el hecho de ser mujeres- las que se sacrifiquen para que los hombres se dediquen a sus elevadas tareas. Pero sigue siendo feo que otros se sacrifiquen para que la presidenta acuda fresca, limpia y recién planchada a sus importantes reuniones. El feminismo cuqui se siente cómodo con la existencia del privilegio y, como el capitalismo, se adapta y no tiene grandes problemas en invertir los roles de género. 

Cartelería del Ministerio de igualdad para conmemorar el 8 de Marzo en 2020. Imagen extraída de la web de La Moncloa


Hace unos años se organizaban huelgas -también de consumo y de cuidados-. Eso no era cuqui, ni rentable... El día de la mujer ha sido fagocitado por el sistema, ha perdido su capacidad transformadora y se ha orientado a aspectos más acuciantes, menos ideales. Sí, sirve como herramienta de reflexión y toma de consciencia sobre los problemas que sufren especialmente las mujeres: abusos, hipersexualización, malos tratos, marginación laboral, prejuicios de género... Pero no cuestiona la actual organización ni la existencia de privilegios. Y sucede que, muy a menudo, los problemas que denuncia el feminismo se dan especialmente en mujeres de clase baja, racializadas, excluidas... 

Ciertos sectores de la izquierda, se han percatado de esto y miran con recelo al feminismo, porque fracciona la lucha y le hace la cama al capitalismo.

También desde las derechas se le mira con cierto hastío. Parecen decir: -Ya tenéis los mismos derechos y deberes ante la ley. Trabajad, arriesgad y dejad de llorar... que el pobre lo es porque quiere.

Las mujeres migradas salieron en Lavapiés (Madrid) para reivindicar el feminismo. David F. Sabadell. Foto extraída de El Salto


************

Yo creo que los trabajos de cuidados son duros, pero tienen la ventaja de que los realizas para quien más quieres. La inmensa mayoría de trabajos son duros -no los haríamos si no fuera por el dinero-. La minusvaloración de la mujer tiene fuerte raigambre cultural y parece tener mucho que ver con la necesidad de nuestras sociedades de trabajo esclavo -trabajo no remunerado- para mantener un sistema de privilegios... 

Vamos, que ya me parecía bien el nombre de día de la mujer trabajadora -todas lo son-.


Referencias:

Podcast de Pol&Pop: El poder de lo cuqui

lunes, 21 de septiembre de 2020

De vacaciones y pandemias

No soy muy de hacer apología de las vacaciones y los viajes, pero... Este año, con la pandemia, se han truncado muchos de nuestros planes. Y eso nos ha jodido. Estamos indignados, como si fuésemos coronapijos del barrio de Salamanca. Y por ello quería hacer una pequeña exaltación de las vacaciones... Como los poloflautas la hacen de la libertad -libertad de comprar, vender y acumular capital-.

Solíamos salir bastante del pueblo -para ver los amigos y la familia que tenemos dispersa por el territorio del Estado-. Pero, en verano, nos gusta pasar unos días recorriendo diferentes lugares, durmiendo en campings aquí y allá, sin un itinerario concreto, improvisando sobre la marcha.

Este año, la incertidumbre de no saber qué estará abierto, respetar aforos, localidades confinadas... Ha alterado nuestros planes. Y ha contribuido a que considere esta pandemia como una pandemia poco seria: sin apenas muertos, con escasas consecuencias para la salud, ahora te confino, mascarilla no, mascarilla sí, hacer deporte no, el bar sí... No sé, cualquiera diría que se han sobredimensionado las medidas, al menos algunas medidas, o en algunos lugares. 

No tiene porqué ser todo muerte y destrucción. En esto de las pandemias parece que también hay grados: pueden ir desde brotes de gripe a epidemias de peste bubónica.

Después de guardar estricto confinamiento, llega el verano y ¡Venga! Todos a moverse de aquí para allá, llevando el virus a lugares donde nunca había aparecido. Ahora, en septiembre, lxs niñxs vuelven al cole, con mascarillas, gel hidroalcohólico y lavado continuo de manos... No sé, parece todo una broma macabra, como si el virus fuera peligroso sólo bajo ciertas circunstancias -que tienen que ver con frenar o no el consumo y la actividad productiva-. 

En la tele y las redes sociales no dejan de hacer recuento de casos. Sí, muchos casos... Pero ya nadie habla de frenar la curva o de construir más plazas hospitalarias. La sanidad pública se queda como está, aunque la curva siga creciendo ¿La enfermedad no era tan grave? ¿Ha disminuido su virulencia?... Uno ya duda hasta de los conteos de muertos. Sí, es verdad que el número de muertes de los meses de confinamiento son más altos de lo normal y que había muchos ingresos hospitalarios -pero es que se ha tenido que ir a dramatizar las muertes en las residencias de ancianos, cuando lo habitual es que se ignoren-. 

Hay quien las ha pasado canutas, incluso quien las ha palmado con coronavirus -otra cosa sería determinar si la causa principal fue el coronavirus-. Yo no soy virólogo, ni epidemiólogo, pero da la sensación de que, si esto hubiese pasado hace 50 años, nadie habría reparado en que existió una enfermedad nueva. Quizá se hubiera percibido que aumentaba la tasa de mortalidad y enfermedad, quizá se hubiese achacado al virus de la gripe, la contaminación del aire, a deficiencias del sistema sanitario... Pero tenemos el foco permanentemente puesto en la enfermedad. Y uno acaba con la misma sensación de agobio que invade cuando habla con trabajadores del ámbito hospitalario -para los que todo son desgracias, peligros y muertes evitables-.

Independientemente de si la enfermedad es tan grave como pregonan los medios, el caso es que, a nosotros, nos ha jodido la ruta de campings. En su lugar nos hemos visto obligados a recortar los días y buscar apartamento -por eso del distanciamiento social y no utilizar zonas comunes-. Uno prefiere ser prudente: llevar siempre la mascarilla y respetar las leyes -aunque parezcan absurdas en muchos casos-. Soy una persona civilizada, respeto los miedos y creencias de los demás... No quiero problemas con la ley, ni que una enfermedad tonta se lleve por delante a ninguno de mis seres queridos. Realmente a mí no me supone un gran sacrificio -estoy hablando de no salir de vacaciones un año, ponerme una mascarilla o mantener las distancias, no de perder mi trabajo y quedarme sin ingresos-.

Sea como fuere, el no haber disfrutado de unas vacaciones en las condiciones que me hubiera gustado, me ha hecho valorar lo que de bueno tienen. Para mí, era algo que siempre dejaba un regusto amargo -un vacío-, quizá porque esperaba demasiado de ellas y, cuando acababan, me daba cuenta de que sólo viví una fantasía. Otras veces me decía que lo hacía por escapar del clima tan horrible del verano en La Siberia, o por la presión social -Venga! ¿Cómo no te vas a ir de vacaciones! ¡No seas roñoso! 

"Elige un trabajo que te apasione y no tendrás que trabajar jamás". Es verdad, hay ciertas personas que encuentran tremenda gratificación en el trabajo y no serían felices teniendo que desperdiciar su tiempo en unas estúpidas vacaciones con la familia o los amigos. Pero la mayoría de las personas trabajamos por necesidad y, casi siempre, el tipo de trabajo que desempeñamos depende más de las demandas del mercado que de nuestros propios intereses. Trabajos a destajo que nos obligan a delegar las tareas del hogar. Que hacen que las familias deban acostumbrarse a nuestra ausencia durante horarios laborales extensos.

Yo curro en casa, vivo en un pueblo chico, me es más o menos fácil participar en la vida del hogar. Pero resulta una actividad muy exigente: trabajo, comidas, limpieza, ayudar con los deberes de las niñas, estar pendiente de las facturas, regar las plantas, echar de comer al gato, reuniones del cole, extraescolares, desmamonar olivos, cocinar, compromisos sociales... Así que, cuando llegan las vacaciones y te largas, por fin se abre un paréntesis. Todo queda en suspenso y puedes dedicarte solo a vivir esa otra experiencia. Te sales de ti y miras tu vida desde fuera, tomas distancia, conoces otros lugares y otras formas de habitar los territorios... Resulta liberador y enriquecedor a la vez. Una ventana desde la que imaginar otras vidas posibles.

Es algo que viene bien a cualquiera. Todos somos un cúmulo de dimensiones -trabajo, familia, amigos, ocio...- cuantas más sumamos y experimentamos más fácil es que tomemos decisiones acertadas -que nos hagan felices, a nosotros y nuestro entorno-.

Playa de Portimão - Portugal - Septiembre de 2020

 

Me parece muy burgués y muy egoísta haber escrito esto... Soy consciente de que hay quien, aún teniendo trabajo, no puede permitirse poner su vida entre paréntesis.

viernes, 29 de mayo de 2020

Ruralidad, trabajo y vuelta al cole en tiempos de coronavirus

Quizá todos esperábamos más de esta pandemia: más muertes, más destrucción...
Los primeros días seguíamos la evolución de los datos con gran interés: miles de casos que eran susceptibles de convertirse en millones, hay que aplanar la curva, un rebrote en nosédónde, nuevos miles de muertos no contabilizados en tal o cual comunidad autónoma...

Pasadas las semanas, empezamos a poner las cifras en su contexto. Y es que somos más de 7000 millones de habitantes en el planeta. A mí, personalmente, a partir de 1000 unidades me cuesta mucho contextualizar las cifras, ya sea en dinero, habitantes o seguidores en twitter.
Claro que... yo soy de pueblo chico. No controlo de economías de escala. Las cosas se ven diferente desde aquí. Donde el aislamiento social es mucho más habitual que la masificación o las grandes concentraciones de personas.

Ahora que empezamos a tener datos fiables del número de fallecidos totales en los meses de mayor contagio... No sé, parece que hemos capeado bastante bien el temporal: De 40.000 fallecidos en marzo-abril de 2019 a 68.000 este año
Ha habido muertes, que siempre habrá que lamentar -y pudieran haber sido muchas más, si no se hubieran tomados medidas-. Es cierto que los sistemas sanitarios de las grandes urbes llegaron a colapsarse. Sí, las consecuencias han sido graves. El virus golpeó rápido y nos pilló con las defensas bajadas.

Bueno, ahora estamos alerta. En los pueblos estamos deseando volver a la normalidad de nuestro aislamiento.
Así que, hay una pregunta muy directa flotando en el ambiente: ¿Deberían comenzar las clases en los colegios?
A la vista de los datos, no parece una idea descabellada. Al menos, en ciertas zonas libres de casos.
Para lo bueno y para lo malo, somos una comunidad inhóspita y, en comarcas como la nuestra -la Siberia-, podría decirse que vivimos en una permanente cuarentena. Sería fácil mantener la zona libre de focos de infección con un mínimo control sobre los desplazamientos.

Hay gente que se escandaliza un montón cuando escuchan este tipo de ideas -en algunos grupos de whatssap te pueden linchar por decir cosas similares-. Muchas veces, se utilizan argumentos emocionales -con casos aún calientes-: -¿Qué pasaría si hubiera un infectado en el colegio? ¿Y si muriera alguno de los ancianos abuelos?
Y, es verdad: son argumentos incontestables... Menos aún, recurriendo a fríos datos o modelos probabilísticos. Pero estamos hablando de servicios que consideramos esenciales en nuestras sociedades -no de asistir a un concierto de Taburete-.
No sabemos cómo se volverá al cole en el curso que viene, ni si volverán a surgir rebrotes que nos vuelvan a confinar en casa. Afortunadamente, ya se empiezan a ensayar soluciones para volver a ocupar el espacio físico de las aulas: asistencia de pocos alumnxs, en días alternos, los que de menos medios electrónicos dispongan, los que necesiten más apoyo...

Es esta una pandemia que, desde el principio, se ha abordado con un lenguaje macro: con todo tipo de estadísticas, gráficas, datos aportados desde hospitales, estados, comunidades autónomas... Creo que únicamente con las elecciones se hace un análisis tan pormenorizado -a nivel de población general-.
Con toda esa información, vemos que los números se distribuyen de forma irregular por los diferentes territorios, y que existen ciertos focos de infección más o menos localizados.
Afortunadamente, los gobiernos se han dado cuenta de esto y ya existen territorios con diferentes niveles de alarma.

Los Estados son autoritarios, burocráticos, centralizados... Pero, aún así, son capaces de entender que puede resultar más ventajoso -en lo económico y en réditos electorales- conceder ciertos privilegios y diferenciaciones a las Autonomías. El problema es que, dentro de las Autonomías, aún existe una tremenda diversidad, en cuanto a necesidades, oportunidades y riesgos -que, por ejemplo, son muy diferentes en las vegas del Guadiana y en las de zonas despobladas del resto de la provincia de Badajoz-.
Es esta una cuestión que ya se ha puesto de manifiesto en muchas otras ocasiones en territorios como el nuestro. Donde podemos sentirnos más identificados con los problemas y necesidades de ciertas zonas de Teruel que con las demandas que puedan surgir desde Badajoz capital -el binomio estado nación que se nos impone, incluso en territorios donde carecemos de identidad nacional-.

Mapa de riesgo de infección por coronavirus. Extraído de https://covid-19-risk.github.io/map/spain/es/. Aparecen con una granuralidad bastante fina las zonas de mayor riesgo de contagio (basado en algún modelo estadístico). Una distribución que nada tiene que ver con una separación artificiosa por autonomías o provincias. Los datos son del 18 de Marzo de 2018.

Uno de los riesgos que corremos al estar vivos es que podemos palmarla en cualquier momento. Los que se creen inmunes también se mueren.
Todos preferiríamos tener una fórmula matemática exacta para decidir cuándo volver a la normalidad -algo como " el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos"-. Pero, en la Naturaleza y la sociedad, nos vemos obligados a guiarnos por aproximaciones y estadísticas para manejarnos con algo de confianza.


Hay personas a las que la situación de confinamiento ha venido bien: han seguido teniendo ingresos, o las han enviado a trabajar desde casa -y les ha gustado la experiencia-. Para muchas, la situación es insostenible. A otros, simplemente, no nos gusta y vemos cierta posibilidad de mejorar la situación. Recuperar aspectos de nuestra sociedad que estaban bien. Por ejemplo: que los niños y niñas vuelvan al cole a relacionarse con sus compis, los profes, a jugar, aprender... El cole se plantea como una necesidad imprescindible en unidades familiares en que trabajan los dos progenitores -y, los salarios o jornales de hoy día, requieren que ambos progenitores trabajen-.

Hay un lema que repiten mucho maestras y profesores: "Las escuelas no son guarderías para dejar a los niños". Y está bien, es un lema que tenía todo su sentido en la situación previa al confinamiento. Para destacar que, en el cole, lxs niñxs hacen muchas cosas: socializan, adquieren conocimientos y disciplina, juegan, aprenden normas, a sublimar sus pulsiones...
Pero, con esta situación, hemos reparado, especialmente, en que los colegios también cumplen la función de guardar a lxs niñxs. Y, durante el tiempo que estaban en las aulas, padres y madres podíamos trabajar o dedicarnos a nuestras labores, con la tranquilidad de que estaban en buenas manos. Vamos, que echamos de menos la función de guardería de los coles -y demás centros de educación-.

Con todo, lo que vemos en la tele son ideas para recuperar el turismo, volver a los hoteles, los bares... Como si se nos olvidara que las hordas de turistas fueron los que se encargaron de expandir el virus por todo el planeta.
 ¿Qué tipo de sociedad hemos creado cuando la estabilidad de la misma se basa en mantener la oferta de ocio y turismo? Un ocio y turismo, bastante destructivos, por cierto: un salir a consumir por consumir, para evadirnos del estrés y la presión que nos suponen nuestro quehacer diario.

Muchos hemos descubierto, con esta situación, que preferimos trabajar desde casa y que, además, es una alternativa viable. Otros, quizá se hayan dado cuenta que su curro no era tan malo, que lo que lo hacía malo es el verse apremiados a echar muchas horas -y cobrar poco, o no cobrar-.
Yo no soy muy optimista en cuanto a que vayamos a salir mejores de esta crisis, pero creo que ha servido para visibilizar ciertos trabajos y determinar cuáles son necesarios y cuáles accesorios. Ojalá sirva también para mejorar el reparto de las cargas y las condiciones -"que nadie escupa sangre para que otro viva mejor"-. Porque, una sociedad mejor, no puede surgir de trabajadorxs embrutecidxs -y achicharradxs 15 días en la playa- frente a cada vez más personas sin ingresos.

lunes, 2 de diciembre de 2019

El programador prescindible

La verdad, no sé porqué acabé adquiriendo el oficio de programador. Bueno, tengo algunas sospechas: es lo que demandaba el mercado y yo nunca tuve muy claro a qué quería dedicarme. Así que, cuando todo da lo mismo ¿Por qué no hacer programas...?
Es una tarea entretenida, como hacer crucigramas -aunque creo que sólo habré completado uno o dos en mi vida-. Quizá se parezca más a diseñar crucigramas. Crucigramas tan grandes y complejos que necesites la ayuda de un equipo de personas.
 
Nunca recibí una formación específica en programación -no al menos al nivel que demandan las empresas-. Nos pasa a muchos de los trabajamos en el sector. Así que, hay que hacer grandes esfuerzos para que toda la gente que pasa por los proyectos siga unas pautas y unos estándares que hagan medianamente inteligible el código.
Por tanto, no es una tarea solitaria, tienes que estar continuamente comunicándote con los que forman parte del proyecto. Y, a la vez, requiere una gran concentración. Así que, esas dos facetas entran en conflicto -hablar desconcentra y desconcierta-.
 
A muchos programadores no les gusta hablar y, si lo hacen, es de la misma forma a como escriben el código: preciso y útil. Todo en una línea muy corta y donde cada carácter representa algún concepto -que luego hay que desglosar y desarrollar para saber qué carajos quiere decir-. Algo así como si fueran profetas de una religión revelada.
A mí, no me gusta hablar. Pero me gusta que el código ocupe su espacio, que los nombres de métodos y variables sean descriptivos, que cualquiera que lo vea sepa qué se está haciendo sin tener que buscar en los comentarios o la documentación. Claro que, hay lenguajes que no facilitan nada escribir código de esa manera. Y, además, están las preferencias y la experiencia de cada cual, los giros en la funcionalidad original, las rectificaciones...
-¡La aplicación funciona! -Decimos con voz solemne e irritada cuando alguien nos echa en cara que el código que hemos escrito es una porquería y no hay quien lo entienda.
 
A groso modo, hacer programas no es tan diferente de cualquier otra tarea que requiera un diseño y una construcción. De hecho, arquitectos, ingenieros, mecánicos, albañiles, novelistas... usan términos similares para referirse a sus oficios. Y, por supuesto, también hay mucha variedad dependiendo de a qué sector va dirigida la actividad. No es lo mismo construir rascacielos que casas a ras de suelo -o aplicaciones para un banco que para un colegio-. Y, luego, a cada uno le gusta revestirse de cierto halo místico -o especializado-: el arquitecto artista, el programador diseñador, el ingeniero humanista, el eficiente, el duro, el cruel, el que consigue los objetivos...
El de programador es un oficio con muchas posibilidades, las puedes aprovechar para ganar mucho dinero, para enseñar a otros, para ayudar -software libre-, para lanzarte a la gestión de proyectos, a la dirección de empresas...
Yo, la verdad, nunca le he dado mucha importancia. Estudié teleco y la programación era una cosa así como residual, como que no había que dedicarse a eso -hacerlo era igual a haber fracasado-. Como si un arquitecto se dedicara a construir casas, un ingeniero industrial a arreglar coches, o un informático a reparar ordenadores. Porque hay que aspirar siempre a lo máximo: a presidente de los EEUU. Tener súbditos, gente que obedezca tus órdenes mientras planificas un universo a tu medida. Que también debe ser gratificante... Pero, cuando conoces a Richard Stallman, acabas diciendo: -¡Yo quiero ser como ese! Y odias a todos los ingenieros que has conocido y se han vendido por un puñado de dólares.

Aunque soy muy forofo del software libre, siempre he trabajado en la construcción de software privativo. Porque siempre he sido empleado por cuenta ajena de grandes empresas, capitalistas de manual: se apropian del fruto del trabajo de otros para especular con él en los mercados.
En ese sentido, nunca he sido muy crítico con lo que hago: necesito la pasta y, si no lo hago yo, lo hará otro. Aceptas esa máxima como inevitable y te enfrascas en la planificación y división de tareas, en las estimaciones, las fechas límite, los puntos de integración, la configuración de equipos... y vas rellenando el tiempo documentando y tirando código lo más lógico y sencillo posible... Porque sabes que, ante cualquier problema, tendrás que retomarlo y arreglarlo tú mismo -o, peor aún: tendrás que explicárselo a alguien- y te acabará robando tiempo de tareas más novedosas e interesantes-.

El programador no fabrica armas, no vende drogas, ni contamina mucho el medio ambiente... Fabrica herramientas, que pueden ser utilizadas para hacer el bien o para hacer el mal. Vivimos en una sociedad de consumo: casi todo lo que se hace hoy día es para fomentar e incrementar ese consumo -el mal-. Trabajamos inmersos en ese sistema, trabajamos para él, para su crecimiento y expansión. Y parece que no hubiera otra forma de existencia al alcance de nuestras manos. Uno es capaz de pensar otros mundos posibles... Pero acepta la dualidad entre lo posible y lo real y asume como ineludible que el tiempo de trabajo ha de destinarse a satisfacer las necesidades del capitalismo de consumo. Incluso el tiempo de ocio parece destinado a lo mismo.

Yo tengo amigos y conocidos que hacen cosas maravillosas: arreglan todo tipo de electrodomésticos, sueldan y cortan el hierro, hacen pan, producen aceite, crían sabrosos corderos, construyen y reforman viviendas, cultivan huertos... Pueden presentar su trabajo a los demás y sentirse orgullosos porque son cosas de primera necesidad. Yo nunca he podido enseñar a mis círculos cercanos lo que hago. Lo que hago queda en el microcosmos de las empresas privadas, en la virtualidad de las redes de computadoras, y no trasciende al mundo real.
Así que siempre he tenido un cierto complejo de inutilidad, de que soy prescindible...

domingo, 7 de julio de 2019

La fábula del pastor y el maestro

Escuchaba en la radio a un pastor trashumante hablar de lo exótico, curioso y vocacional de su trabajo. Pero, a pesar de todas las bondades que relataba, deseaba que sus hijos no siguieran sus pasos: -El campo es muy esclavo, hay que estar pendiente de los animales los 365 días del año. Es gratificante y no es excesivamente duro pero no tienes períodos de vacaciones.

Y es que hace tiempo que asumimos que los trabajos han de ser desagradables, que los hacemos para obtener dinero y que, por tanto, necesitamos de tiempo de ocio y evasión. Así que, cuantas menos horas laborables se exijan y cuanto mayor sea el salario, mejor es el puesto (más deseable).


Unos días antes, escuchaba a un maestro deseoso de que llegaran las vacaciones: -Para ir tranquilamente a la piscina, tomar la cervecita, hacer deporte, pasear por la playa...
Es verdad que, comparado con el del pastor trashumante, el trabajo de maestro puede parecer bastante desagradable y, por tanto, es lógico que necesiten de períodos extensos de vacaciones.
Reprimir -o motivar- a las despreocupadas criaturas, condicionarlas y entrenarlas para incorporarlas a la sociedad (mercado de trabajo), además de atender a la extensa burocracia -que emana desde Bruselas hasta materializarse en el plan educativo de un centro- se aparece como el paradigma más absoluto de trabajo enajenado en pro del aparato represor de los estados.

Sin embargo, la mayoría de maestrxs estarían conformes en que sus hijxs siguieran sus pasos: -Es una buena profesión, tienes un salario aceptable, pocas horas semanales, muchas vacaciones y es muy fácil conciliar la vida familiar. El Estado es la empresa más segura del mundo.


En el más loco de los mundos, el pastor, que desempeña una actividad libertaria, vocacional, respetuosa con la tradición y el entorno, desea que sus hijxs no sigan su camino porque quedarían excluidos del sistema capitalista de ocio y consumo -quizá también del sistema de protección y seguridad social, si no consigue los ingresos suficientes-. Mientras que el maestro, el funcionario que trabaja por mantener el orden y el sistema de poder que le da de comer, goza de prestigio social, salario, vacaciones pagadas...
La estricta burocracia a la que se somete a los trabajadores de los estados marca los horarios laborales, los períodos vacacionales, los rangos salariales... En fin, establece los límites entre el trabajo digno y el que no lo es. Y hacen que el trabajo del pastor sea irreconciliable con una vida familiar que transcurra en los cauces de la normalidad que marca el capital -porque podría aceptarse, sin demasiadas objeciones, que los Estados son principalmente herramientas del capital para el intercambio comercial en entornos seguros y para la provisión de mano de obra-.

El pastor quizá no lo sabe, pero es un contraejemplo, un antisistema, forma parte de la resistencia, es un héroe que lucha a contracorriente para demostrar que otro mundo es posible. Y eso es lo que hace duro su trabajo.

El maestro no. El maestro es sólo un engranaje del Estado que hace imposible que el del pastor sea un caso de éxito. Así que no es de extrañar que, desde que Focault popularizara la semejanza entre las cárceles y las escuelas, se haya intentado contrarrestar ese símil desde la lógica capitalista: publicitando una imagen de los colegios más moderna, dinámica, abierta, participativa, democrática, customizable... En la que el conjunto de la sociedad asume la responsabilidad de estar educando su descendencia para sacrificarla en el altar de un mercado laboral elitista y destructivo para con el entorno que nos vio nacer como civilización. Todo sea por la rentabilidad y porque nuestros hijos encuentren un trabajo como el Mercado [de]manda.

Gracias por nada. (1ª imagen: Trasterminancia de rebaño de ovejas merinas negras - Siruela - Noviembre de 2016; 2ª imagen: extraída del perfil de facebook de "El blog del maestro" )

We don't need no education
We don't need no thought control
No dark sarcasm in the classroom
Teacher, leave them kids alone
Hey!, Teacher, leave them kids alone
All in all it's just another brick in the wall
All in all you're just another brick in the wall.
Letra de Another Brick in the Wall - Pink Floyd


"El torturador es un funcionario. 
El dictador es un funcionario.   
Burócratas armados, que pierden su empleo si no cumplen con eficiencia su tarea. 
Eso, y nada más que eso.   
No son monstruos extraordinarios.   
No vamos a regalarles esa grandeza."
Eduardo Galeano, Días y noches de amor y de guerra

viernes, 1 de marzo de 2019

¿Por qué estudio filosofía?

Mi padre siempre dice que no debería perder tiempo en eso... que es mejor estudiar una oposición. Y... ¡Tiene razón! Una oposición es más productiva: apruebas tu examen y te dan trabajo y sueldo, seguramente en mejores condiciones que en el libre mercado de mano de obra.

Pero, la verdad, nunca sentí simpatía hacia ningún tipo de funcionario. Bueno, hay muchas personas que desempeñan su oficio como funcionarias y me caen muy bien. Es el trabajo de funcionario el que no me simpatiza: esos esbirros del Estado, pendientes continuamente del BOE, las publicaciones oficiales, obedeciendo órdenes -que siempre vienen desde arriba hacia abajo-, atados a la burocracia, con un plan de vida perfectamente trazado -que les dice lo que son y lo que pueden llegar a ser-.
Es verdad que en el mercado del empleo no están mucho mejor las cosas: nos enfrentamos a una continua incertidumbre, salarios fluctuantes, largas horas de trabajo, pocas vacaciones, jerarquías arbitrarias, siempre pensando en los gustos e intereses de otros -clientes y superiores-... Todo es muy dinámico, incierto, has de estar siempre alerta, no te puedes dormir en los laureles y quedarte obsoleto. Te conviertes en un mercenario, sin ningún tipo de respeto hacia ninguna jerarquía, acosado constantemente por el fantasma del desempleo, haciendo planes a corto y medio plazo.
El clásico conflicto de economías centralizadas -dirigidas desde el Estado- vs. economías de libre mercado. Soldados vs. gladiadores... Al final, nos van a matar a todos, y no será en la lucha por un mundo mejor.

Oveja rebelde - Puerto de los Carneros (Badajoz) - Diciembre de 2018

Pero centrémonos. Estudiando filosofía lo más probable es que no encuentres trabajo, ni sueldo. Aunque, yo ya cursé unos estudios útiles para encontrar trabajo. Lo de la filosofía lo hago porque realmente me interesa, siempre me interesó, desde que empecé a cursar ingeniería. Fue al concluir mi formación en telecomunicaciones que me di cuenta que, después de tantos años peleándome con la física, matemáticas, estadística, lenguajes de programación y organismos de estandarización... me faltaba cultura general, que estaba cegado por una mirada tecnológica y cuantificable del mundo. Que ahí fuera había un montón de cosas interesantes por vivir y aprender, imposibles de indexar, catalogar o modelar en un lenguaje matemático.
Probablemente la filosofía no ofrezca solución a dudas existenciales, pero sí que ofrece una visión más amplia, desde posiciones muy dispares. Permite tomar consciencia de los problemas que otros muchos ya se plantearon antes que nosotros y desarrollaron y elaboraron, más de lo que a menudo somos capaces de comprender.

En ocasiones, dedicamos grandes esfuerzos a acumular bienes y riquezas, como si eso pudiera salvarnos a nosotros y nuestros seres más cercanos de cualquier adversidad. Y a todos esos bienes y riquezas hay que dedicarles tiempo de gestión. Tiempo que robamos a nuestros seres queridos y las actividades que realmente nos interesan y satisfacen.

- Me he comprado un piso en el centro.
- Pero si vives muy bien en tu chalet de las afueras.
- Ah! No. Se trata de una inversión. Es para alquilarlo.
- Ya veo, inviertes dinero y tiempo para tener más dinero.

Esta es una escena perfectamente comprensible en nuestra sociedad actual. Pero, no lo es cuando inviertes dinero y tiempo en una actividad intelectual o artística. Porque es sabido que no vas a poder rentabilizarla económicamente, a menos que consigas acoplarte al engranaje del mercado o el estado. 
Así que, podríamos decir algo como que: me estoy comprando un piso, del que no voy a vivir, y me dedico a adornarlo: con arte, moral, política, metafísica, psicología... con una finalidad ambigua, entre la realización personal y un complemento a la economía familiar: acumular conocimiento, revertirlo en los que me rodean, expandir el ego, abrir el abanico de posibilidades, disfrutar, apreciar y transmitir la complejidad de la vida y la historia.

miércoles, 17 de octubre de 2018

La radio y la actualidad

Hoy participé en una tertulia de actualidad, en un programa de la radio local... no sé porqué me meto en estos berenjenales, si la actualidad la vivo con retardo: no escucho la radio y no veo las noticias, ni tertulias. Además, con esta experiencia, me he dado cuenta de que a nivel regional y comarcal estoy aún menos informado.

Ha empezado el programa hablando del tren de Extremadura. Dada la serie de incidentes sufridos durante el puente del 12 de Octubre, parece estar sumido en la más absoluta dejadez (de esta noticia me enteré mientras estaba allí, sentado en la sala de la radio).
La verdad que he cogido muy pocas veces el tren para moverme en la comunidad autónoma (Herrera, mi pueblo, está muy lejos de cualquier vía de tren). Y, cuando lo he cogido, para ir de Madrid a Cáceres, resultaba muy romántico, bucólico... pero, como medio de transporte, el autobús era más rápido (de esto hará ya 20 años, y parece que nada ha cambiado desde entonces). Extremadura tiene pocos habitantes y la mayoría concentrados en en las Vegas del Guadiana, Cáceres, Mérida... está cerca de Lisboa. Seguramente, con unas buenas comunicaciones por tren, podría evitarse mucho tráfico rodado y quedarían las carreteras más despejadas, y en mejor estado, para los pobres diablos que nos movemos por las zonas más agrestes.
Me parecería bien que arreglasen o mejorasen el tren aunque, por mi circunstancia, estoy más interesado en que mejoren las comunicaciones con Barcelona. No sé por qué, nunca conseguí que invadiera el sentimiento patriótico extremeño. Así que, no consigo centrar mi interés en lo que cae dentro de esas divisiones tan extrañas que son las comunidades autónomas. Supongo que también influye el que la Siberia, mi comarca, sea fronteriza con Castilla la Mancha, que la mayoría de gente de por aquí se va a currar a Madrid, que mi padre es de Cuenca y que he tenido la suerte de estar danzando por la capital y por Barcelona bastante tiempo.

Después ha seguido el debate con el anuncio del arreglo de una carretera que une varias pequeñas poblaciones de la comarca: Helechosa, Villarta y Bohonal. Otro asunto de absoluta dejadez que, al menos, con la información de que disponemos, parece se va a solucionar. Han hablado sobre los detalles de la operación y las diferentes administraciones y partidos políticos implicados. Había oído algunas cosas antes, en las típicas conversaciones de bar y en comentarios en Facebook, pero no había llegado a formarme una opinión más allá del "ya era hora".
Se trata de una demanda histórica de la población de la comarca, y no creo que sea asunto de discusión de dónde salga el dinero porque: tanto si lo hace confederación hidrográfica del Guadiana, la junta de Extremadura o la diputación, el dinero sale siempre de nuestros bolsillos. Y nos gusta que nuestro dinero se emplee en cosas útiles, buenas y para las que existe un consenso generalizado. Cualquiera que haya pasado por esa carretera sabe que no se trata de un lujo innecesario.

Así que, me había encerrado en una conversación pública para debatir sobre unos hechos de los que prácticamente me estaba enterando en el momento... Y no soy persona de hablar por hablar... Mejor dicho, no soy persona de hablar. Paso mucho tiempo solo y la mayor parte del día no cruzo una palabra con nadie. Pero sí me gusta expresarme. Y también me gusta enterarme de estos asuntos que, en el fondo, sí me afectan, a mí y a los que me rodean. Y, la verdad, que la charla debate es muy amena, cada uno suelta lo que le parece, sin ofender, pero sin la necesidad de fundamentar o aportar datos objetivos concretos. Algo que no estoy muy acostumbrado a hacer: ni en mi vida como estudiante, ni en el rígido mundo ingenieril de la creación de software.

Así que, mis intervenciones fueron bastante patéticas y si no me hubieran interpelado o aludido creo que no hubiera dicho ni una palabra.

Como se trataba de un ambiente distendido y sin un guion fijo, la conversación acabó derivando hacia la juventud, su pasividad y poca implicación en la vida pública, los ninis (los que ni estudian, ni trabajan)... Y yo tengo ya 37 tacos, no me veo precisamente joven.
Pero sí que creo que la gente de mi generación y más jóvenes no nos implicamos en la vida pública. O no nos implicamos en la forma que lo hacían nuestros padres o generaciones anteriores. Y creo que es porque hemos perdido la esperanza en que los organismos del estado o la política (encarnada en la actual "democracia") vayan a venir a sacarnos las castañas del fuego.

Nuestros padres venían del fantasma de la guerra civil, y de casi cuarenta años de fascismo represor. Debió de suponer un gran subidón que el dictador muriera y se abriera un nuevo período lleno de posibilidades e ilusión. Una época de crecimiento económico y de asentamiento del estado del bienestar. Un apogeo que no debió de durar ni un par de décadas.
Para cuando los de mi generación y posteriores empezábamos a estar en edad de trabajar ya no se empleaba esa expresión sino "incorporarse al mercado laboral". Ya éramos un producto más del mercado y el capitalismo de consumo había invadido todos los ámbitos: desde el ocio a las relaciones con nuestros congéneres (haciendo necesarios artilugios cada vez más sofisticados y caros para intercambiar cuatro palabras).

Así que, para mí, el Estado es solo un aliado de esos mercados que nos utilizan como mano de obra (y como consumidores) para alimentar una maquinaria expansionista, esquilmadora de recursos naturales y generadora de desigualdad.

Uno de los tertulianos (creo que fue Antonio) dijo: "Los partidos políticos son como ejércitos". Y es cierto, utilizan tácticas de guerrilla para alzarse con el poder. Una de las actitudes, de la gente que se afilia a un partido, que me resulta más patética y dañina, es defender a capa y espada una serie de posiciones solo porque se ha dicho desde "el partido". Consignas sencillas, fáciles de recordar y difíciles de fundamentar, que acaban incorporándose al imaginario colectivo, resultando tremendamente dañinas para el conjunto de la sociedad (sirva como ejemplo el ataque que se realiza desde las "derechas" hacia la medida de subida del salario mínimo interprofesional)

Se habló de tirarnos a las barricadas, como los jubilados de Euskal Herria. Esto creo que sí lo hace la gente joven... Pero son manifestaciones muy específicas, muy vinculadas a identidades particulares: independentistas catalanes, feministas, el colectivo LGTBIQ, animalistas, conservacionistas, antiabortistas... La sociedad parece estar completamente fraccionada en grupos de interés. Que van consiguiendo sus pequeñas victorias. Pero nadie parece tomar consciencia de que la mayoría del malestar en nuestra sociedad viene del plano material: existe poca gente muy rica y mucha gente extremadamente pobre.

La mecanización y la automatización han conseguido que sea necesaria cada vez menos mano de obra, en prácticamente todos los sectores. Las sucesivas crisis han conseguido disminuir los salarios, precarizar los trabajos y reducir el estado de bienestar.

A los jóvenes de las clases medias y bajas se nos desarraiga y se nos educa para emprender nuevas profesiones, lejos de cualquier tradición familiar. Así, solo disponemos de nuestra fuerza de trabajo, una fuerza de trabajo que es prescindible, puesto que existe una alta tasa de paro. A esto se suman las continuas amenazas de deslocalización y flujos migratorios del mercado global: se pueden exportar las actividades económicas a cualquier parte del mundo o atraer flujos migratorios de personas desde más allá de cualquier océano.
Este dinamismo de los mercados y esta precarización se ceba sobre todo en los jóvenes, que acabamos encontrando estabilidad ya muy mayores (los que la encuentran). Y, esa falta de estabilidad y estar vagando de un puesto de trabajo a otro, de un emprendimiento a otro, con condiciones totalmente dispares entre trabajadores de una misma zona, hace muy difícil plantear una lucha en las mismas condiciones que las grandes huelgas del pasado siglo.

Así que, sí, puede que seamos pasivos, que estemos desencantados, desarraigados, disgregados... o puede que estemos buscando objetivos, alguna forma de lucha que sea realmente efectiva. Alguna forma de conseguir un mejor mundo posible, más equitativo y sostenible.

Mientras tanto, intentamos técnicas de desgaste y erosión. Nos contentamos con pequeños gestos (dentro de los márgenes que nos marcan las tendencias de mercado): como el consumo responsable, darle me gusta a los contenidos que nos parecen socialmente comprometidos, o apoyar movimientos sociales. Acciones en el plano simbólico que raramente trascienden al plano material. Pareciera que cualquier golpe o rabieta, por fuerte que sean, acaban absorbidos por el capital y el sistema "democrático"* de partidos.

Después del 15M, aparecieron en el escenario político Podemos y su antagonista Ciudadanos. Por fin se había acabado la alternancia de partidos en el poder... y, bueno, al menos ahora, los partidos políticos tienen que dialogar entre ellos para decidir sobre nosotros.
Se han conseguido algunas victorias en cuanto a mejoras sociales, transparencia y lucha contra la corrupción. Pero parecen más el resultado de una toma de conciencia y concesiones por parte de las grandes empresas y Alemania, que los logros de una disputa política. Como si la lucha política fuese el trámite burocrático que hay que cumplimentar para que el capital nos conceda cierto crédito.

Vivimos un mundo en que los Estados van perdiendo sus poderes en favor de la mano invisible del mercado. Así, aunque la mayoría de la población, la clase trabajadora, lograra hacerse con el control de las instituciones, los partidos y los medios de producción ¿Conseguirían hacer frente a un capitalismo que permanentemente amenaza con deslocalizar sus actividades? ¿El Estado ha muerto? O ¿Ha quedado solo como un garante de la propiedad privada y de las condiciones materiales de la actividad económica en un territorio?

*Lo llaman democracia y no lo es: lo llamaremos fascismo 2.0
Como una masa de hormigas ahogadas en el mismo tarro de miel que nos da de comer

jueves, 2 de agosto de 2018

Batallitas de oficina: entre el Maresme y Barcelona

Durante unas semanas estuvimos en el vientre mismo de la bestia.
Condujimos a velocidades de vértigo
por peajes y carreteras de tráfico asfixiante, denso.

En la oficina me reuní con otros centauros,
también apresurados.
Tomamos cafeína,
mientras hablábamos de la humedad,
restaurantes
y los laboratorios donde se diseña la nueva cocina.
Salieron a relucir las Ramblas,
las drogas, los puticlubs, los guiris
y los precios de la vivienda en escalada.

Peatones airados proferían esctalógicos insultos
contra los propietarios de gatos y chuchos.
Mientras patinetes eléctricamente propulsados
competían por la okupación del carril bici.

Me vino a la mente mi cuerpo magullado,
desparramado en plena Riera de Mataró,
una mañana de Santas.
(accidente in itinere)
Rodeado de adolescentes trasnochados
que no sabían de manadas ni burundanga,
que miraban extrañados el espectáculo:
un vehículo de dos ruedas,
el adulto con melena
y un derrape absurdo en la acera.

Disfruté cada trayecto en autobús,
con los primeros rayos de la mañana,
escuchando conversaciones ajenas,
escudriñando recovecos entre el mar y la carretera.
Leyendo con los cascos puestos,
aislado de los chillidos de una familia extensa.

Me recreé en lo corto y expreso de cada café,
en cada cruasán del Takashi Ochiai,
en cada kebab.
Despotriqué contra la Moritz
y alabé a Estrella Damm.

Reencuentros con viejos compañeros,
batallitas de currelo,
visitas a salas de servidores,
palpar el hardware,
estirar los cables...
Tardes interminables...

La salida al asfixiante asfalto,
autobuses, coches, motocicletas,
tensión, prisas,
fumar, cáncer...
Gente que salta a la vía,
arrollamientos...
Taxistas provocando atascos,
autobuses que nunca llegan,
los vagones, los magreos...

Laia l'arquera - Mataró

Hicimos nuestro el refrán:
"Barcelona es bona
si la bossa sona"
Visitando con las niñas
centros comerciales:
nos vendieron muchas cosas,
rosas,
casi todas.

Celebramos sus tradiciones:
de castillos humanos,
petardos, agua, fuego
y butifarras a la brasa.

Nos clavamos lazos amarillos,
en ambos pechos,
mientras rezábamos por los presos.

Irisadas medusas
flotaban entre basura.
Sí, también fuimos depredadores
de lugares donde dejar el coche.
Blandiendo la sombrilla cual espada,
tomamos posiciones
justo en primera línea de playa.

Nos sentíamos bien:
Por tener nuestro lugar,
en una urbe de tiempo y espacio apretujados.
Por lo deseado de nuestra fuerza de trabajo.
Por ser fieles observadores...
de las leyes de mercado.

miércoles, 14 de marzo de 2018

¿Qué dinero! ¿Qué trabajo! Ni qué niño muerto!

Cuanto más dinero tenemos más seguros nos sentimos ante cualquier posible adversidad, también nos dispone más lujos y comodidades. Pero no es suficiente tener dinero, además queremos estar frescos, despiertos y ávidos para conseguir cada vez más cantidad: porque el dinero se agota y la vida sigue. Y, aunque nuestra vida se agote, la de nuestros seres queridos sigue adelante. Así que, nos gustaría dejarles el respaldo de nuestros bienes, para que supla la ayuda que podríamos haberles prestado en vida.
El dinero se convierte en objeto de deseo, y dedicamos gran cantidad de horas a conseguir cada vez más, sin que haya un consenso de cuánto es el máximo del que una persona puede disponer, o el mínimo imprescindible para ser feliz. Porque al final se trata de eso: de ser feliz, de gozar de libertad...

El dinero condiciona absolutamente nuestra vida, sin embargo, cada vez tiene un carácter más abstracto: una serie de números almacenados en una cuenta bancaria. Y, al tratarse de algo tan etéreo, necesita de altas dosis de tecnología (para impedir falsificaciones) y burocracia (para mantenerlo en los circuitos estadísticos de la economía capitalista).
Ya no es como la enorme hucha del Tío Gilito, llena de billetes y monedas de oro... Un lugar donde relajarse, nadando entre papeles impresos con caras de presidentes y contando cada centavo.

Pero el capitalismo necesita trabajadores. Los trabajadores se caracterizan porque solo pueden acceder al dinero a costa de su tiempo y sus habilidades. Tener un trabajo, en la mayoría de los casos, te garantiza una mínima cantidad monetaria para comprar comida, vivienda, transporte, cuidar unas mascotas, hijos... Cuánto más bajo y duro sea tu trabajo: más pendiente estarás de cubrir esas necesidades básicas y menos tiempo tendrás para ser feliz y llevar a cabo tus proyectos de vida (u otros mundos posibles).

Trabajo, dinero,  necesidades básicas, seguridad... ¿Y la realización personal? Podría conseguirse siempre que tu idea de realización personal se enmarque en este esquema. Lo que suelen decir todas esas teorías de autoayuda, motivacionales: -Busca un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida.-
Pero aquí subyacen dos ideas contrapuestas:
Que existen personas que no trabajan y que, además de tener sus necesidades básicas resueltas, pueden dedicar todo su tiempo al ocio (o proyectos personales).
Que el trabajo, en general, es una carga, una lucha constante por la supervivencia. En un mercado laboral donde, además, existe un exceso de demandantes de empleo.

El buen funcionamiento de las sociedades actuales se basa en este esquema de trabajo/dinero. Aunque se trate de un trabajo que guste, siempre se han de realizar tareas que no satisfacen: porque el dinero acarrea burocracia y, además, está en manos de otro, al que hay que complacer para conseguirlo. No importa si eres ingeniero de la NASA o redactor freelance, siempre hay que prostituirse. Siempre queda un cierto malestar... A menos que tu fin último sea el dinero, conseguir cada vez más.

Amasijo de orugas arrastrándose por el suelo en La Siberia extremeña


Andaba yo mirando a mi hija de 11 meses, en uno de sus momentos de alegría y juego. Obviamente, ella no sabe nada de dinero, trabajo, convenciones sociales ni está influenciada por los medios de comunicación. E intentaba escudriñar en ella qué la hacía feliz, qué la hacía seguir adelante, en una vida tan aparentemente sin sentido: totalmente dependiente (ahora comienza los intentos para alzarse sobre sus dos pies), sin hablar ni poder elegir su comida... En una vida que, a los adultos, en ocasiones, se nos hace demasiado larga, demasiado dura. Nunca he conseguido ver en ella ese hastío, todo lo contrario: se la ve feliz cuando juega, explorando el mundo que la rodea, mordiendo, tocando, arrastrándose... ¡Rebosa vitalidad! Incluso cuando llora desconsoladamente porque hay algo que la molesta o no consigue lo que quiere. Sí, vive intensamente, sin grandes lujos ni artificios.

Jugar, explorar... Parece que en la edad adulta se transforman en: competir, catalogar... Mucho más estresante y aburrido. Será que, al crecer, se nos queda todo mucho más pequeño y necesitamos ir cada vez más lejos. Necesitamos colaborar, apoyarnos en los demás... Pero, en algún momento, hubo alguien al que no le apetecía dialogar, o participar en proyectos colectivos para ampliar el mundo conocido, y decidió imponerse con violencia, someter a los demás para que trabajaran en su proyecto personal.

Someter a los otros es también tarea ardua, hay que estar continuamente pendiente, sofocando revoluciones, ejerciendo represión... obligaciones bastante fastidiosas que, además, no acaban nunca, porque los sometidos pueden identificar fácilmente a su enemigo, tomar conciencia de clase, organizarse y guillotinar al Rey!
Resulta mucho más efectivo, y menos engorroso, organizar estos "juegos del hambre". Donde los individuos competimos en el mercado para materializar proyectos ajenos, a cambio de un dinero apremiante y un ocio extraño (consistente en vivir de forma efímera el ideal burgués). Gozamos de cierta autonomía y libertad. Mantenemos afiladas nuestras herramientas de trabajo, en la lucha por la supervivencia, a la espera de una oportunidad que nos permita avanzar en la propia estructura de poder que nos somete.
En este ajetreo máximo, ya no sabemos para qué trabajamos o si, en nuestros juegos de infancia, existía la idea de ampliar nuestro mundo conocido en otras direcciones. Donde nuestra felicidad y curiosidad no compitieran ni restaran a la de los demás.
Otro mundo posible, donde los niños sigan siendo vitales y sus cadáveres no se afanen pesadamente en conseguir un puñado de dólares.

martes, 6 de febrero de 2018

El rey Bobón y otros cuentos de empoderamiento

Últimamente no dejamos de ver noticias de raperos, twitteros, cooperantes, titiriteros... envueltos en procesos judiciales por sus comentarios, letras, publicaciones o acciones.

Desde mi punto de vista, hay que estar muy enfermo, y muy ocioso, para acudir a un juzgado a denunciar a esta gente. Exactamente no comprendo qué tipo de imaginario deben manejar las personas que se dedican a buscar twitts o estudiar las letras de estos raperos para acusarlos. Supongo que se consideran iluminados defensores  del Status quo: los garantes de la estabilidad, la ley, el orden y el buen gusto (el gusto de las clases dominantes).
Tampoco alcanzo a comprender qué idea pueden tener de Justicia. Será que tienen la idea más acorde con la realidad: que la justicia está ahí para defender los intereses del capital, someter y amedrentar a la mayoría, mantenerla fuera de los círculos elitistas.

Viendo la serie de titulares, parece una cruzada contra cualquier minoría que se atreva a cuestionar que vivimos en el mejor de los países posibles. Y quiero pensar que, al menos los que se levantan por la mañana y van a un juzgado a formalizar la denuncia, forman parte de ese "mejor mundo", el mundo privilegiado, el mundo orgulloso de sí mismo porque se ha apropiado de todo gracias únicamente a sus méritos (y los de sus padres, abuelos, prácticas abusivas, monopolios, favoritismos...)

Les acusan de delitos relacionados con el odio, incitación a la violencia, tráfico de personas... Pero, lo que realmente incita al odio, son las situaciones de degradación personal y desigualdad (además de la exigencia de una actitud de respeto y legitimidad sobre ciertos hechos y personajes que no lo merecen). Sin embargo, en lugar de luchar contra la desigualdad y opresión, se instiga al sistema legal para que actúe contra los que expresan ese malestar general. Se les tacha de "antisistema", se les criminaliza y se les expone públicamente para lanzar un mensaje de escarmiento.
Independientemente de si finalmente resultan culpables o no: pasar por procesos judiciales que se prolongan durante años, perder el tiempo en busca de abogados, salas de espera, insultos, incertidumbre... es una medida disuasoria eficaz.

Las situaciones denunciadas por estos "antisistema", son ciertamente indignantes, nos revuelven las tripas a muchos de los que las observamos. Y no es para menos. Vivimos en un país de tremendas desigualdades. Por mucho que se reprima a los que le ponen voz, nos distraigan con partidos de fútbol, reyertas nacionalistas y anuncios publicitarios; el rey, los altos cargos, los multimillonarios siguen ahí, exhibiéndose, en los medios, a la vista de todos. Los raperos solo ponen música y letra a lo que es obvio: que su lujo es nuestra ruina.

Para mí, el caso de la familia real resulta especialmente flagrante: una familia que vive a todo trapo a costa del trabajo de todos los súbditos del país. Es simplemente un insulto para el conjunto de la población que, estando sometida a las leyes de un mercado salvaje (al que además le sobra mano de obra), observa incrédula este anacronismo pomposo que parece decirnos a todos: -Siempre ha habido ricos, lo único que podéis hacer es seguir trabajando y aguantando para pagar nuestro bienestar-

¿Por qué no podemos fantasear con la cabeza del monarca rodando tras el filo de una guillotina? ¿Por qué se nos niega el imaginar un mundo sin sus privilegios?.
Porque en cuanto estas cosas se plantean, aunque sea en ámbitos tan distendidos y experimentales como el arte o las redes sociales, los sectores más rancios y conservadores de la sociedad echan mano de su justicia, sus banderas y su unidad inquebrantable del estado-nación, para acallar cualquier discrepancia, para dejar claro que ellos pueden gritar más fuerte y que la tienen más grande.
Afortunadamente, ya no se puede asesinar o torturar. En su lugar nos mandan a juicio. Será el juez el que decida, en base a leyes escritas, si hay delito o no. Pero a nadie se le escapa que no son los ciudadanos los que escriben leyes y organizan su aplicación. Y que los jueces, policías y demás cargos públicos han jurado fidelidad a unas instituciones, documentos y banderas, que pagan sus salarios, y que estos "antisistema" se atreven a cuestionar.


El empoderamiento 
Nos adoctrinaron para vivir temerosos de dios y, ahora que no cuela, nos inyectan el miedo al paro, las crisis, la precariedad, la justicia...
Cuando uno de estos atrevidos "antisistema" alza su voz contra el rey, el presidente, las leyes, la brecha social... y no lo hace con una actitud sumisa sino, muy al contrario, con una actitud incriminatoria y amenazante, no hace sino alzar la voz de todos los oprimidos, nos visten con la dignidad de la que carecen las élites, nos empoderan.
Constatan que el rey va desnudo, que es igual a la trabajadora del Telepi, al cajero del Metadona, el teleoperador de Vomitar, las jornaleras...
 Solo nuestra complacencia, y su falta de escrúpulos, hace que pueda celebrar fiestas en lujosos yates privados, mientras otros se juegan la vida en frágiles pateras.

Y eso es lo que molesta a los que están arriba, a los defensores del orden y la ley: el saberse igual al resto de humanos, mientras disfrutan unos privilegios que no merecen, que han sido usurpados con malas artes, cobardía y violencia.

Como exclamó un cabreado Labordeta a los diputados del partido popular en el congreso:
-“Ustedes están habituados a hablar siempre porque aquí han controlado el poder ustedes toda la vida. Y ahora les fastidia que vengamos aquí las gentes que hemos estado torturados y reprimidos por la dictadura a poder hablar. ¡Eso es lo que les jode a ustedes! ¡Coño! Y es verdad, ¡joder!”


jueves, 25 de enero de 2018

Soñé al 1%

Soñé con un mundo donde no se cumplen los sueños.
Donde hasta los 27
puedes ser cualquier cosa:
Janis Joplin, Kurt Kobain
o ponerte a trabajar.

Soñé un mundo donde el 1% de la población
posee el 90% de la riqueza.
Soñé con vivir el sueño del 1%

Soñé un mundo de oportunidades,
un mundo de horario laboral intensivo:
9 horas diarias
6 días a la semana.
Soñé el pleno empleo,
sin vacaciones ni sueldo.

Soñé con prostitutas,
estafadores y ladrones.
Soñé con autónomos y temporeros.
Soñé la desigualdad
y sus extrañas profesiones.

¿Para qué seguir soñando...
¿Para qué seguir soñando!
Si tengo más de 27,
si formo parte del 99%,
si sólo me queda aguantar
y traer al mundo otros
que aguanten detrás.

Soñé con una gran fiesta,
alcohol, música y chuletas.

Volví al "uno dos" de mis discos:
Agila,
Fugitivos del paraíso,
Editor de sueños,
Pafuera telarañas...

Golpear una guitarra,
manchar un lienzo,
garabatear la hoja en blanco,
soñar tags HTML,
instrucciones CSS
y texto parpadeando.

Soñé con porros y más drogas.
Pensé en Amancio y Gates,
me preocupaba su felicidad
y la del resto del 1%
¿Habrían cumplido su sueño?
¿Al menos al 99%?


miércoles, 1 de febrero de 2017

Contamíname: obituario prematuro de una dehesa en los suburbios del capital

- En la película de animación "Nausicaä del Valle del Viento" los océanos son venenosos y gran parte del mundo emergido está cubierto por la "Jungla tóxica" o "Mar de putrefacción".
En el mundo real, al norte del Pacífico, creamos la "Isla de basura": un vertedero oceánico con millones de toneladas de residuos de plástico, concentrados en el vórtice de las diferentes revoluciones industriales y tecnológicas.
Más modestamente, desde los pueblos y ciudades, también contribuimos al desarrollo de este planeta basura y damos alas a nuestra particular distopía.


Así que, alguien tuvo la genial idea de realizar esta curiosa intervención en el paisaje:


Seguramente para llamar la atención sobre lo degradada que se encuentra nuestra dehesa, especialmente en las proximidades del pueblo. Y dejó el peluche reposando bajo la anciana. La basura salpicaba de estrambóticos colores el verde de la hierva. En los cardos secos ondeaban jirones de plástico, descastados por el sol.



Al entrar en una residencia de ancianos... es difícil no conmoverse. Algo similar ocurre al pasear por una dehesa de encinas centenarias... Nos asaltan preguntas sobre el pasado, e interrogantes sobre el futuro, que nos llevan a cuestionar el presente.

-¡Pero vivimos en la sociedad de las prisas, el ego, la individuación, la meritocracia y el capital. Donde lo viejo no encuentra su hueco...
- ¡Lo mejor es tener un buen plan de pensiones! Porque sin pasta, ni fuerza de trabajo, no vales nada y corres el riesgo de quedar enterrado en el mar de la marginalidad. - Otra amenaza de los Estados para someter la población a las leyes del mercado (de trabajo).


Y, esta dehesa (como muchas otras), se ha convertido en un geriátrico donde se dejan morir las encinas.
Cuando topamos con ellas nos producen gran admiración, nos impresionan sus retorcidas formas. En verano buscamos su compañía, su sombra. Pero ya las damos por muertas... estando vivas en ese lugar donde no estorban, en barbecho, hasta que llegue la hora de incinerar su tronco hueco.

-Lo importante es prosperar, el progreso, la modernización: pasar del sector primario al secundario, terciario... De la agricultura tradicional al alto rendimiento de las explotaciones intensivas. De los usos tradicionales a otras cosas, que atraigan el capital y permitan su acumulación. De un entorno agradable y sostenible, a su acotamiento en reservas, parques temáticos, deporte al aire libre y experiencias naturales o místicas... De un buen vivir todos juntos, a un: - Lo mejor para los que hacen más mérito.
Ese elitismo, esa falta de consideración hacia el futuro y desprecio del pasado, son más que compatibles con la diferenciación en clases sociales y su opresión, con acumular la mierda en rinconcitos, aparcar los abuelos en residencias, o desahuciar poblaciones en lejanas guerras.

A mí me gusta pasear por esta dehesa de mierda, hay basura de hace más de 100 años... Puedes observar en riguroso directo el concepto de biodegradable: notar que el cadáver de una oveja que viste el año anterior ya no existe, echar de menos alguna encina. Y, sin embargo, vuelves a ver los mismos neumáticos, cristales, retales de uralita...


Sabes que costó mucho esfuerzo conjunto configurar un paisaje así: limpio de monte, con un arbolado maduro y claro. También has visto zonas donde todo el arbolado se ha dejado morir y, ahora, conforman extensas estepas, jarales, pastizales...

- La lógica del progreso y el capital nos dice que hay que estar continuamente haciendo cosas (cosas que generen dinero o lo consuman), que hay que especializarse (en bosque o tierra de cultivo, ganadero o agricultor, ciencias o letras...) y externalizar cualquier actividad cotidiana (cocinar, cultivar, limpiar, reparar, cuidar de tus seres queridos...) - ¡Divide y vencerás! - La vida concebida como una lucha, contra la naturaleza, contra nosotros mismos...

****************

- Ya no hay reposo para el guerrero.

- No puedo solucionar los problemas del mundo, intentaré no agravarlos... Estoy cansado... No puedo seguir currelando... Antes de que me maten prefiero morirme yo...

...Cavilaba el oso a la sombra de la encina. Parado, sin trabajo, dedicado a la más pura contemplación, dejando escapar la oportunidad de negocio, perdiendo dinero, mientras se tocaba la ausencia de sexo, en busca de un placer arrebatado.


Y orgulloso de haber dado con la causa de los males que atenazan el mundo, en su cabeza resonaba una alegre canción:

Cuéntame el cuento
del árbol frágil de los desiertos,
de las mezquitas de tus abuelos.
Dame los ritmos de las darbukas
y los secretos que hay en los libros que yo no leo.

Contamíname,
pero no con el humo que asfixia el aire.
Ven,
pero sí con tus ojos y con tus bailes.
Ven,
pero no con la rabia y los malos sueños.
Ven,
pero sí con los labios que anuncian besos.

Contamíname, mézclate conmigo,
que bajo mi rama tendrás abrigo



#######################

Meses más tarde, deambulábamos por los suburbios y volvimos a encontrarlo... Estaba muy mal: El rastro de fibras sintéticas anunciaba que perdió el brazo; las marcas de pinchazos cubrían todo el cuerpo. -¡Se dejaba morir! -¡Maldita lacra!-
Nos asaltó su recuerdo: exhausto, tras la resaca de año nuevo, mientras resolvía los problemas del mundo entero.

martes, 10 de enero de 2017

Decadencia

El Sol se pone todos los días
y nadie hace nada por detenerlo
Porque, en el fondo:
Todos somos partícipes de su espíritu destructivo,
autolesivo.

Curiosos adictos...
Siempre nos quedará la huida,
a cualquier otro planeta.




El atardecer resulta decrépito,
apacible,
como un edificio abandonado,
a medio hacer,
donde reposa del guerrero...



Comenzó como un juego,
lo tomamos demasiado enserio...
Y llegaron los esclavos,
los miedos y los vicios,
de las metas y los objetivos,
el salario y el plazo fijo.

 

lunes, 1 de junio de 2015

Ministerio de Trabajo, Política y Desigualdad

La inspiración te tiene que sorprender escribiendo, con los colores en la mano o la cámara colgada del cuello... Pero hay tantas cosas por hacer, durante todo el día... uno no puede permitirse esos lujos. Pasan los años y no eres bueno en nada... en tu trabajo sí (le dedicas muchas horas), pero justo eso es lo que menos te importaba: Eres un gran profesional!

Como le ocurre al político de la oposición, sin cargo fijo, sin dedicación. La política debería ser participativa, no representativa. Pero hay tantas cosas por hacer, durante todo el día... Es tan odioso que tomen decisiones por uno, sin consultar.

Los partidos están presididos por una figura, a la que sus partidarios adoran y sus opositores odian: Ese es el juego de la política. Mucha gente dice votar a la "persona", a esa que representa un papel y que posa para la foto. Pero todos sabemos que la persona no importa, todas las personas son prescindibles, puedes quitarla, poner otra, y el programa de la gente que empujó a la primera a la cabeza del cartel, se seguiría cumpliendo.
Lamentablemente: No hay programa. Hay ideas vagas, oportunismo, tapar agujeros, luchas de poder y populismo (cuando llega la hora de revalidar los votos).
Y es normal que esto sea así, porque sólo los que se dedican profesionalmente a la política tienen tiempo para ella, el resto somos aficionados, a tiempo esporádico... En el trabajo sí! En eso eres un gran profesional!

La persona infantil es aquella a la que le hacen todo: Únicamente va al colegio/trabaja. Así que podría decirse que vivimos en una sociedad infantilizada, por la alta especialización: Dedícate solo a tu profesión, el resto pagas a alguien (si no encuentras quien te lo haga gratis).
Has de darlo todo en el trabajo, para luego disfrutar consumiendo.
A la vez que te liberas de tu dinero comprando objetos y experiencias, te liberas de las tensiones del trabajo... es una liberación temporal. En cambio, el trabajo se repite día tras día... hasta la extenuación.

Con la edad, mucha gente se vuelve conservadora. En cierto modo les va calando la doctrina de que lo más importante es generar y acumular capital. No quieren perder lo que han acumulado con tanto trabajo. Prefieren confiar en los que aparentemente comparten su visión.
El pobre también quiere ser como ellos, se siente atraído por su superfluo y brillante modo de vida, quiere volver a ser un niño... que otros hagan cosas por él...
Y votan conservador, lo de siempre, que ya les parece bien. Porque con la doctrina del capital entra la meritocracia: Que el que más tiene es mejor (se lo ha ganado), es más listo o tiene unas habilidades de las que otros carecen. Así se siente merecedores.

Es verdad, todos tenemos habilidades diferentes, unas son más útiles, otras más demandadas, a otras las decimos chorradas,... y todas se pueden adquirir y potenciar. Así, consideramos que hay profesiones que deben ser mejor remuneradas que otras. Por ejemplo: si para acceder a un cargo hay que formarse durante 2 años y para otro 5, entonces el de los 5 años debe tener un salario superior. Hasta cierto punto tiene sentido, ya que el de los 5 años debe recuperar su inversión (lo que ha gastado, más lo que no ha ganado). Pero, ¡Y lo que ha disfrutado mientras estudiaba! ¡Lo que ha satisfecho su curiosidad o ha ampliado su horizonte! Eso no cuenta porque, lo que la sociedad demanda de una titulación, es una formación para poder ejercer un trabajo. Así que la gente que ha estudiado y no consigue un empleo (o este no es acorde a sus expectativas) se indigna...
La vida es realmente injusta... Las leyes están bien: A grandes rasgos concuerdan con los miedos y deseos de la sociedad. Pero vivimos en un sociedad de desigualdades, donde es fácil encontrar alguien que trabaja 40 horas semanales por 650€ al mes y alguien que por la mismas horas llegue a ganar 2, 3 y hasta 10 veces más... y eso no lo justifican los estudios que uno u otro hayan realizado, ni tan siquiera su habilidad o incompetencia en el cargo que desempeñen: Es la injusticia misma arraigada en la base de la sociedad.

A mí personalmente me indigna cuando alguien sugiere la idea de que es justo que otro tenga un salario mucho más elevado: -Es que tiene mucha responsabilidad-. -Es que así garantizas que no se corrompa-. -Tiene en sus manos la vida de los demás-. Un salario mayor no es garantía de responsabilidad, de decencia o profesionalidad. Solo se me ocurre justificar un salario mayor, para aquellos puestos que nadie quiera desempeñar... y justo esos suelen ser los peor pagados. Porque vivimos en una sociedad esclavista, donde por dinero y abuso de poder se puede someter a otros.
Esa injusticia no debe dejarnos indiferentes, ni mucho menos debe dejarnos ser conservadores, pasivos... meros aprovechadores de las oportunidades del mercado.