jueves, 24 de marzo de 2022

El cártel de Semana Satán

No soy experto en cartelería de Semana Santa... Ni tan siquiera aficionado. Pero me impactó el cartel de mi pueblo de este año. Después de tanto tiempo de pandemia, volcanes, distanciados, sin celebraciones, con los noticiarios trufados de conflictos bélicos, huelgas, sequía, escasez de alimentos, con los precios de los combustibles fósiles y la energía por las nubes... Pareciera que el sistema estuviera a punto de colapsar... El Apocalipsis!!

Cartel de Semana Santa. Extraído del perfil de Facebook del ayuntamiento de Herrera del Duque

Desconozco el autor o autora del cartel y las emociones que pretendía inspirar con el mismo. La Semana Santa es una celebración oscura, cargada de culpa y dolor para los cristianos: con toda esa representación del sufrimiento, traición, tortura y muerte de Cristo. Una suerte de purga contra los excesos y pecados cometidos durante el año. Quemarse a lo bonzo para renacer como el ave Fénix al clímax reproductivo de la primavera.

Escuchaba a alguien comentar que toda esa tortura, sufrimiento y violencia ejercida contra el Cristo, en que se recrean nuestras sociedades, es una forma de justificación del fascismo: si podemos hacerle eso a Jesús ¿Qué no podremos hacer contra quien pensamos que se lo merece (disidentes políticos, terroristas, delincuentes...)?

Supongo que, para alguien de otra cultura, todo el arte y la tradición cristiana debe resultar la mar de extravagante. Yo, tratando de tomar distancia, encuentro sus representaciones muy gores, muy crueles, siempre impregnadas de la pegajosa culpa. Creo que esto es especialmente así en España, Portugal e Italia. A medida que nos desplazamos hacia zonas influenciadas por el mundo anglosajón la tradición se vuelve más abstracta, ligera e individual.

Especialmente en el sur de España, la Semana Santa está muy ritualizada, muy codificada, muy insertada en la sociedad. La población lo vive intensamente y es motivo de reunión y organización entre grupos de personas absolutamente dispares, que ni tan siquiera participan el resto del año de la vida religiosa. Justo en el sur, donde se supone que somos más calientes, más dados al exceso... Como si no fuéramos capaces de controlarnos y, cegados por un extraño espíritu destructor, fuésemos capaces de llevarnos por delante también al que vino a salvarnos ¡Que lo crucifiquen! ¡Que lo maten! ¿Pero quién se ha creído que es!!?

Me parece que muchas de las teorías del colapso del capitalismo están impregnadas de este catastrofismo cristiano. Después de tanto exceso de consumo, de tanta pornografía, de tanta obscena desigualdad... Tiene que asestarse un duro golpe justo a los que menos culpa tienen: a los que iban a rebufo, a los más pobres. Los culpables ya serán juzgados en la otra vida -si eso-. Hay cierta moral del castigo que está muy bien para bajar la mirada de los esclavos, no sea que les de por mirar para arriba y amotinarse.

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Del cartel me gusta mucho la representación de El Castillo como Monte Calvario, con las torres de electricidad preparadas para la crucifixión y las negras golondrinas como síntesis antagónica de la muerte y la llegada de la primavera.

En el pueblo estamos siempre vigilados por La Fortaleza, es nuestro singular panóptico. Allí se concentran todas las comunicaciones, es un lugar estratégico, un centro de poder, una presencia amenazante y blindada. Eso tiene que conferirnos un carácter especial a la gente de Herrera.

El Castillo/La Fortaleza de Herrera del Duque. Marzo de 2022. Primavera

miércoles, 2 de marzo de 2022

Palos y piedras en las guerras del fin del mundo

En el conflicto entre Ucrania y Rusia hay pocas certezas. Somos muy conscientes de que en las guerras se libran batallas en las que la información y la propaganda son armas fundamentales -también para justificarse uno u otro bando ante agentes externos al conflicto-. Sabemos que se miente, se difunden noticias falsas, se intenta desprestigiar y caricaturizar al oponente...
Pero sí que tenemos alguna certeza bastante clara: que en las guerras siempre pierde la población y que los pueblos no tienen nada que ver con los dirigentes de sus estados -son estos últimos los que han acaparado todo control sobre la violencia-. 

En Europa se lleva tiempo cultivando una creciente rusofobia. Y en los medios tradicionales ya asistimos a la satanización de Putin y el endiosamiento heroico del presidente de Ucrania. Una caricatura que va calando en la población. Una caricatura reforzada por la censura a los medios rusos, no sea que a los ciudadanos -que somos medio gilipollas- nos contaminen con un relato diferente al de Bruselas.

Los estados utilizan la población como un arma más: también para arrojarla contra las bombas y obtener las imágenes que justifiquen agresiones de respuesta. De la misma manera que se utiliza la economía para inyectar o quitar recursos a uno u otro bando. No me imagino al pueblo ruso organizándose y diciendo -Vamos a invadir Ucrania antes de que se una a la OTAN y nos planten sus bases militares en la frontera. De hecho, en los noticiarios nos han mostrado manifestaciones contra la guerra en pleno corazón de Moscú -manifestaciones convenientemente reprimidas con violencia-. 

Otra cosa que parece estar clara es que se trata de una guerra entre grandes potencias -Rusia y su esfera de influencia Vs la alianza atlántica- enfrentándose en el escenario de Ucrania. Y quien lo está pagando ahora es el pueblo ucraniano. Pero lo pagaremos todos: aquí, en Europa, con los precios de petróleo, el gas, los cereales... la inflación. EEUU, en su lugar, saldrá ganando: vendiéndonos más caro su armamento, su petróleo, su gas...

Una guerra supone un gasto inimaginable para las personas de a pie, que no hemos usado nunca un arma, ni tan siquiera sabríamos como obtenerla ni, mucho menos, cómo fabricarla. La guerra es cosa de las corporaciones y los oligarcas que controlan y dirigen los estados -los del IBEX-35 aquí, en España-. Aún así, los estados se afanan en alinear a su población con sus intereses, para que no perciban el sacrificio como algo inútil -vivimos en la época de la pose, los sentimientos y la publicidad-. En España la postura es: -Hay que ayudar al pueblo ucraniano para que mantenga su soberanía frente a Rusia y eso va a exigir sacrificio, porque Putin se ha vuelto loco desalineándose de occidente. Se disocia al pueblo ruso de sus líderes y, en cambios, se identifica intencionalmente al pueblo Ucraniano con su gobierno -ofreciendo una imagen europea y democrática del mismo- porque, sino, todo esto de las democracias representativas y los Estados no se sostiene por ningún sitio: nos daríamos cuenta de que Pedro Sánchez es sólo un producto de mercado subordinado a los intereses de Bruselas -el lugar donde las corporaciones legislan y reparten presupuestos que mantengan un entorno seguro a la actividad empresarial-.

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En 1989 Fukuyama publicó su ensayo "El fin de la historia", donde defendía:

"la historia humana como lucha entre ideologías ha concluido, ha dado inicio a un mundo basado en la política y economía de libre mercado que se ha impuesto a lo que el autor denomina utopías tras el fin de la Guerra Fría."

Pero la historia no estaba muerta, estaba de parranda -como he leído por ahí en algún ingenioso tweet-. 

Y es que el capitalismo tiende a crear grandes monopolios, se apoya en los estados para extraer rentas a sus pueblos, invierte en armamento, tiende a esquilmar los recursos y a buscar nuevos caladeros. No existe tal cosa como el libre mercado -sólo sirve para aplicárselo a la población: autónomos, asalariados, pequeños negocios...-

Y lo cierto es que llevamos décadas viendo a EEUU y sus aliados manteniendo políticas muy agresivas contra el resto de estados a lo largo y ancho del globo: Irak, Afganistán, Palestina, América Latina... Generando conflictos, invadiendo... Dando salida a toda su tecnología armamentística y haciéndose con el control de recursos naturales estratégicos a través de sus empresas y grupos de inversión. Pero en los últimos años, el milagro económico chino ha generado en la propia población occidental la impresión de un occidente decadente, que le pone ojitos al autoritarismo, prosperidad y autosuficiencia orientales -como vemos en el auge de los nacionalismos y los partidos que se llaman de ultraderecha-. La escasez de combustibles fósiles pone el foco en Rusia, quizá la única potencia petrolífera con auténtica soberanía fuera de la influencia de la alianza atlántica... Pareciera que el mundo unipolar controlado por los EEUU y Europa estuviera llegando a su fin.

Así que, de momento, tenemos un conflicto entre estados vecinos, con pueblos que son prácticamente hermanos. Un conflicto en el que se están implicando la Unión Europea y EEUU, con la intención de arrancar el estado ucraniano de la influencia oriental. Y, cada día que avanza el conflicto, Europa se implica y escala en la violencia: primero empezó con sanciones a Rusia, apoyo moral a Ucrania, después enviando armas... No sabemos como acabará todo esto pero, lo que sí parece manifestarse, es que el dominio del capitalismo occidental empieza a encontrar sus límites expansionistas, que en oriente han surgido otras corporaciones y oligarquías que van a defender su parte del pastel.

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Esta invasión de Ucrania, como muchos otros conflictos, no se entiende si no es con algo de contexto histórico, donde lo que expongo a continuación no es más que un burdo esbozo -pero para afinar ya está la Wikipedia y un montón de noticias y análisis que están surgiendo con el interés despertado por el conflicto-:
Durante la Primera Guerra Mundial, el pueblo ruso llevó acabo su propia revolución interna -no cabe aquí diferenciar entre Rusia y Ucrania-, cargándose al zar y materializando un Estado "comunista". Es en este punto donde comienza la historia de Ucrania como república con cierta autonomía respecto al resto de territorios rusos -y de ahí la reclamación de Putin como parte de su imperio o la crítica que hace a Lenin por consentir la autodeterminación de los territorios-. Parece increíble que los pueblos rusos pudieran llevar a cabo la revolución mientras su estado era asediado por las grandes potencias europeas -tuvieron que pagar un alto precio para establecer la paz-. Más increíble aún es que, para cuando ocurrió la Segunda Guerra Mundial, apenas tres décadas después, la Unión Soviética se hubiera convertido en una potencia tan fuerte como para derrotar a la Alemania nazi -el imaginario antinazi de los rusos radica en las terribles consecuencias que tuvo para ellos la Segunda Guerra Mundial, de ahí que Putin haya insistido en sus discursos para acabar con los neonazis ucranianos-. Luego vino la Guerra Fría, con el enfrentamiento entre el modelo capitalista occidental Vs el dirigido desde el Estado de la URSS. Donde la caída del muro de Berlín vino a confirmar la victoria de occidente y el capitalismo globalizado como la única organización económica posible o imaginable. Desde occidente se ha tratado también de imponer la democracia representativa como la única forma de control efectiva de los Estados -aunque esto no ha tenido tanto éxito-. Todos los estados surgidos de la disolución de la URSS quedaron debilitados, sólo Rusia, tras varias décadas, parece haber conseguido hacerse fuerte jugando a los mercados -aunque no debe serlo tanto cuando se siente amenazada por el avance de occidente y la OTAN hacia su territorio y áreas de influencia-.

Así que, ya no hay una competencia entre modelos de organización -comunismo Vs capitalismo-. Se ha impuesto una suerte de capitalismo oligárquico y de corporaciones, asociado a diferentes áreas culturales. Se ha materializado el "Choque de civilizaciones" de Huntington, y aquí no parece que los pueblos jueguen ningún papel -como sí lo tuvieron en el siglo pasado con los procesos revolucionarios-. Ahora los pueblos somos financiadores y el arma arrojadiza de conflictos bélicos altamente tecnificados,  dirigidos no sabemos muy bien por qué oscuros intereses.

La frase atribuida a Einstein "No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras", parece ahora más plausible que nunca. Y este conflicto no hace sino echar más leña al fuego al espíritu pesimista de nuestra época: dando por hecho que dejaremos un mundo peor para nuestros hijos y afianzando la idea de que resulta más fácil  imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.

Viñeta "Desmilitarización para resolver los conflictos en paz..." extraída de GRUÑIDO GRRR - Ironía Gráfica.



martes, 22 de febrero de 2022

Ficciones artificiales a partir de imágenes de lo real

La situación empezaba a ponerse fea. El petróleo no paraba de subir -decían que las reservas se estaban agotando y que ya no se invertía en una tecnología contaminante-. Justo cuando la demanda aumentaba por la incorporación de más países al mundo desarrollado. La implantación de renovables sólo había contribuido a aumentar la cantidad de energía disponible, y su consumo. La inflación subía, los salarios se estancaban. La sequía asolaba el sur de Europa y la gente abrazaba el fascismo, el negacionismo y la pseudociencia... Ya no creían que la tecnología pudiera salvarlos y volvieron a sus viejos ídolos... 

¡Qué llueva! 
¡Qué llueva! 
¡La Virgen de la Cueva! 
¡Todos a Guadalupe!

Foto del escaparate de una tienda en Guadalupe (Cáceres). Febrero de 2022

En la radio, un psicólogo que vivía en una ecoaldea, decía que la pandemia había empeorado mucho las cosas. Que las personas sufrían de estrés y ansiedad: por la incertidumbre climática, por la precariedad laboral, por un estilo de vida individual, por el miedo al contagio... la falta de contacto.
-En la aldea sólo tenemos cinco coches para todos, cuando alguien lo necesita lo coge. Si cada familia tiene dos o tres coches nos cargamos el planeta. Sí, es complejo, surgen conflictos, tenemos que dialogar, establecer nuestras normas... Pero compensa. Aquí nadie está solo.


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Me gusta visitar estos sitios, en busca de una imagen global de nuestra época. Porque en las redes suele haber mucha mala leche y postureo. En los medios tradicionales, las peores noticias: guerra, hambre, migraciones, violencia, contaminación, toxicidad... En las películas, pura fantasía. En las series, competitividad. En los anuncios, una imagen de falso lujo y edonismo basado en el consumo... En cualquier lugar intentan venderte algo. En las conversaciones de la calle sólo se escucha el eco de los medios y las dudas técnicas del día a día para afrontar la burocracia. 

En el arte contemporáneo está todo eso y más. Porque suma ese regusto de lo que se se oculta al público: la violencia, la sangre y el sexo que transitan la individualidad desde que la humanidad se volviera un amasijo de carne tras la Primera Guerra Mundial.

Miriam Cahn - o.f. Foto de lámina en el Museo Reina Sofía. Febrero 2022

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No había pasado ni un día desde que llevamos al joven y fuerte carnero a su nuevo hogar. Cuando fuimos a ver cómo estaba, nos dimos cuenta de que ya no andaba... ¡Volaba!
Los buitres se lo habían comido. Los huesos resplandecían sobre la hierva fresca aplastada y salpicada de plumas.
Naces, creces, te peleas con otro carnero, mueres y Valhalla!

Foto tomada en lo alto de Puerto Peña. Febrero de 2022


sábado, 5 de febrero de 2022

Contra Elysium City

Este jueves se publicó en el DOE un documento por el que la Junta de Extremadura daba por buena la construcción del macro proyecto de ocio llamado Elysium, en el entorno de Castilblanco.
Para la Junta, el pequeño ayuntamiento de Castilblanco y gran número de vecinos todo son elogios y una gran oportunidad de llenar la España vaciada de "cosas".

Antiguamente Extremadura era el cortijo de los señoritos. Eso ha cambiado: ahora nos parecemos más a África -y no es por el calentamiento y la sequía, que también, sino por su aspecto colonial-. Somos un territorio a colonizar por las grandes empresas -nacionales y extranjeras-. Resultan muy golosos nuestros recursos naturales, agrícolas, cinegéticos, hídricos, mineros... 
-Aquí hay mucho terreno y está vacío, sin explotar. -Deben pensar las corporaciones.

Pero aquí vive gente con su propia cultura, identidad e intereses. Que no se hayan esquilmando los recursos no quiere decir que no se hayan explotado. Es sólo que se ha hecho de forma tradicional y racional -durante siglos-.
Quizá no existía una planificación ecológica explícita. Pero parece dudoso que, comunidades que vivían de su territorio, estuvieran dispuestas a destrozarlo y a negar su uso y disfrute a las generaciones venideras.

Los señoritos venían aquí y llevaban al límite sus fantasías de dominación y castración -todavía queda mucho de eso-. Y, cuando creíamos que no podía haber nada peor, nos llega el desarrollismo y la incorporación a los mercados globales. Se empieza a llenar el territorio de pantanos, canales, plantaciones de pino y eucalipto, se roturan grandes zonas de regadío, nucleares, placas solares, tendidos eléctricos... A la par que se tecnifica el campo, se devalúan sus productos y se arrebata a la población los medios tradicionales de vida -forzando la emigración a la ciudad-.

Nos ha quedado un territorio muy desprotegido. Como cuando labras un olivar de montaña y lo tratas con veneno: cualquier lluvia sanadora se le puede llevar la tierra.

Con estos antecedentes viene anunciándose durante varios años el megaproyecto de ocio en las proximidades de Castilblanco: Elysium City, se autodenomina. Una suerte de ciudad inteligente, parque de atracciones y casino, que pretende albergar más población que la actualmente existente en toda la comarca. Concentrada en 1200 hectáreas de terreno. Eso sí, bien revestida de verde -con muchas placas solares, cero emisiones de CO2 y una eficiencia que emana como por arte de magia de la tecnología-.
Llevan años dándonos el coñazo con que son nuestros tractores y todoterrenos a gasoil los que están causando el cambio climático, pero construir una ciudad cepillándose una dehesa y tomando agua de los agostados pantanos es ecológico... Todo bien. 

Muchos vecinos se sienten ilusionados con el proyecto, aunque creen que no llegará a materializarse. Porque resulta una cosa absolutamente fuera de contexto, que nadie ha demandado. Una ida de olla casi imposible de imaginar... Más bien pareciera un timo, o un sumidero por el que se escurran nuestros impuestos a manos privadas. 

Y es que tenemos motivos para desconfiar. No es la primera vez que se nos aparecen megaproyectos que sólo son posibles financiados desde el exterior. Los llevamos sufriendo desde el tardofranquismo: cuando España empezó a abrirse a Europa y al mundo entero -y a nosotros nos encerraron entre pantanos, mientras veíamos cómo los puestos de trabajo iban disminuyendo y los beneficios económicos fluían hacia la capital-. Al menos en aquellos entonces nos sacrificábamos por el bien de España -🇪🇸bandera, bandera🇪🇸-.

Pero esta vez sí es la buena. Elysium se percibe como una oportunidad para la población local: puestos de trabajo, más gente en la zona para consumir nuestros productos y servicios, subida del valor de los terrenos... -¡Volverán los buenos tiempos! Como cuando se construía la central nuclear de Valdecaballeros y atábamos los perros con longanizas.
Ciertamente parece una actividad especulativa, no meramente extractiva y tampoco excesivamente peligrosa o contaminante. ¿Quién sabe? Quizá podamos practicar el inglés y empaparnos de otras culturas... Porque esta ciudad no es para nosotros, es para gente que vendrá de países lejanos a experimentar un estilo de vida que nos es totalmente ajeno -a ver cómo se las apañan para llegar: de forma ecológica, seguro-.

Imagen extraída de la web de la empresa promotora

Me cuesta ver el beneficio en nuestra comunidad a largo plazo. Quizá sí en el corto -por la generación de empleos y la demanda de bienes y servicios-. Y no me parece el impacto ecológico el aspecto más controvertido.
Lo peor es que, si existiera algo que pudiéramos llamar identidad de comarca, proyecto común, plan de acción, o un mero desarrollo en la línea que se ha venido materializando durante siglos -lo que se estaba consolidando con la declaración de Reserva de la Biosfera-, lanzarse a la construcción de este esperpéntico proyecto, es como pegarle una patada a lo que veníamos entendiendo como "La Siberia". Todo para pasar a la dependencia de capital extranjero y a nuevos modos de vida desconectados del territorio. En definitiva: perder soberanía y autonomía para entregarla a los intereses económicos de una corporación sobre la que la población no tiene ningún control.
Ya se le han hecho una ley a medida para facilitar su actividad (LEGIO) y también un plan de ordenación territorial. Se van a expropiar los terrenos. Y parece obvio que, las pequeñas localidades cercanas, tendrán que plegarse a los intereses de semejante monstruo -estos también querrán su trozo de pantano lleno en verano-. 

En Las Vegas también vivía gente, desde luego ya nadie se acuerda de eso -la cultura anglosajona es especialista en borrar el pasado y focalizarse en el futuro-. Yo creo que aquí todavía existe cierta idea de comunidad y un gran vínculo con el territorio. Las acciones de alcaldes y alcaldesas nos pueden parecer más o menos acertadas, más o menos caciquiles, pero por lo menos tienen que rendir cuentas cada cuatro años ¿Ante quién va a rendir cuentas una sociedad anónima?
Respuesta: ante sus accionistas

 "Oh! Hay black jack, póquer y la ruleta.
Una fortuna ganada y perdida en cada trato.
Todo lo que necesitas es un corazón fuerte y nervios de acero.
Viva Las Vegas, Viva Las Vegas!
Viva Las Vegas! Con tus flashes de neón
y tus máquinas tragaperras
tirando todas las esperanzas por el desagüe.
Viva Las Vegas! Convirtiendo el día en noche
convirtiendo la noche en día.
Si lo ves una vez
nunca volverás a ser el mismo."

viernes, 4 de febrero de 2022

Muerte entre los olivos

Hace un par de meses asesinaron a un hombre de unos 39 años en Villarta de los Montes, mientras recogía aceitunas. Un echo que pasó desapercibido en los medios regionales. Esos días también encontraron muerto a un estudiante de matemáticas en Badajoz, y los medios estuvieron focalizados en esto último. 

Villarta está a unos 40km de aquí. Existe bastante relación entre ambos pueblos: gente de aquí casada con alguien de allí, personas que van a trabajar allí... Sin embargo, era mucho más habitual que en las conversaciones y chismorreos estuviera presente el estudiante hallado muerto en la capital de la provincia -¿A quién podrían interesar asesinatos ocurridos en pequeñas localidades del extrarradio de la provincia?-.

Es cierto que el estudiante de matemáticas estuvo desaparecido unos días, y eso dio mucho juego a los medios de comunicación. Pero también es cierto que todos preferíamos conocer esa historia de una vida universitaria llena de posibilidades y buenos augurios que no la de un joven trabajador que tenía que levantarse por las mañanas para recoger aceitunas al tercio -alguien condenado a repetir los mismos ciclos de por vida-. 

No creo que sea un problema de los medios de comunicación. En este caso los medios sólo han dado lo que una sociedad clasista demandaba. Y seguro que quien trabaja en esos mismos medios se siente más conectado con el estudiante que con el aceitunero. Pero, oye, todo bien: como no tenemos medios de comunicación locales que presten atención a nuestra cotidianidad nos tocará convivir con asesinos.

Cuando una sociedad no se quiere, no se siente orgullosa de lo construido y se avergüenza de sí misma, tampoco le importa lo que pase a sus individuos o a su territorio... Ponemos la mirada lejos: en las luces de neón, en los políticos, el futbol y el bullicio de las capitales... con la esperanza de que plantados de perfil nadie nos dispare. Quizá con la infantil ilusión de poder escapar algún día de aquí, mientras nos camuflamos y conformamos entre ovejas, olivos, monterías, burocracias de funcionario o chanchullos de ayuntamiento.
Desde luego que este no sería el primer asesinato que queda impune por La Siberia en los últimos años. 

Imagen de la película "Muerte entre las flores"

jueves, 27 de enero de 2022

La Juliana

Hace unas semanas murió mi abuela. Fue una muerte anunciada. Se había degrado mucho en el último par de años -mental y físicamente-. Con sus casi 95 primaveras no fue un acontecimiento trágico. -Ya ha descansado la abuela - era la frase más repetida. Porque llevaba ya tiempo despidiéndose, apagándose, olvidándonos... Así que la familia nos reunimos en el tanatorio para no olvidarla a ella, para recordarla y revivir los buenos y malos momentos que habíamos compartido. 

En los pueblos se celebran mucho la vida y la muerte. La vida se celebra con alegría y, la muerte, con tristeza. En cierto modo responde a la idea de que: con una nueva vida se abre un mundo de posibilidades, de historias y aventuras que todos estamos deseosos de conocer y, en cambio, con la muerte, se cierra la novela. Una novela que, por corta que sea, siempre tiene segundas partes. Porque todos dejamos nuestra huella. 

Hay muertes que son tristes y otras no. En culturas no tan lejanas, la muerte es más una fiesta que un duelo -Coco es una película que ha cosechado mucho éxito-.

El caso de mi abuela fue una muerte más para celebrar que para estar dolidos. Tuvo una buena y larga vida: en su pueblo, rodeada de su familia... Quizá los últimos dos años: cuando el olvido le fue arrebatando nuestros nombres, cuando ya dejó de andar, cuando empezó con el pañal... se los podría haber ahorrado. -Que nos espere muchos años - Era otra frase que se repetía.

Hay situaciones en que resulta obvio que ya tocaba morirse y, en otras, resulta una contrariedad que nos destroza, que corta de cuajo planes de vida, proyectos... o, incluso, trastoca lo que dábamos por echo y con lo que nos sentíamos muy bien, realizados, plenos... Y, entre medias, hay una enorme escala de grises. Así que, para simplificar y evitar meteduras de pata, en nuestra cultura adoptamos la pose del dolor, siempre. 

Afortunadamente ya no se exige el luto a las mujeres -la pandemia lo ha puesto más fácil: igualmente hay que quedarse en casa, sin socializar-. Los que quedan vivos tienen que seguir adelante. Una vida suele estar entrelazada con muchas más y el hambre, el frío, las necesidades básicas y los deseos siguen apretando: no podemos recrearnos en el dolor -muy pocas personas pueden permitirse no ser productivas-. 

Una frase que repetía mucho mi abuela durante los últimos años en que se encontraba lúcida era "La vida es un engaño". Lo decía siempre muy seria, como si estuviera repasando mentalmente todas sus experiencias vividas durante ese instante. Lo decía con un sentido tragicómico: se le escapaba una lagrimilla, después lanzaba un suspiro y luego reía... Porque también tuvo sus buenos momentos. 

 

Yo no creo que haya nada después de la muerte, más allá de las segundas partes que se siguen escribiendo cuando nos vamos, los recuerdos que despertamos, los proyectos que dejamos...

"Siempre hay por quién vivir y a quién amar.
Siempre hay porqué vivir, porqué luchar.
Al final las obras quedan, las gentes se van.
Otros que vienen las continuarán...
"
La vida sigue igual - Julio Iglesias

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Los últimos años mi abuela iba a misa. Decía que para sentirse acompañada: no hay muchas más ocasiones de reunión para las mujeres ancianas en los pueblos -los hombres sí tienen el bar-. 

Supongo que cada uno busca un sentido a la vida: acumular riqueza, huir del trabajo, la espiritualidad, los placeres físicos, viajar, conocer, reír, llorar, amar... Yo creo que mi abuela encontró el sentido en esa frase tragicómica suya "La vida es un engaño": el engaño de la Guerra Civil, de la represión, el hambre y la abundancia, el matrimonio, la emigración a París, el emprendimiento de un pequeño negocio, las hijas, el hijo, las nietas, biznietos, la casa nueva, los viajes del IMSERSO, los días de campo, las tertulias, los cumpleaños... La vida "como una serpiente de dos cabezas que, mientras una te muerde, la otra te besa".

miércoles, 19 de enero de 2022

Husserl contra el darwinismo

Husserl maneja conceptos muy interesantes -y muy abstractos también-. Ocurre en muchas obras filosóficas: que nos cuesta encontrar la forma de aplicar esos conceptos a nuestro mundo vivido. Al tratarse de estructuras tan generales, pareciera que encajan en todo y que no encajan en nada. Husserl dedica muchas páginas al intento de acotar los términos y, a medida que avanzas en la lectura, crees ir comprendiendo... Pero cuando intentas aplicar a un ejemplo concreto... sientes como el agua se escurre entre los dedos. 

Quizá sea cierto defecto de mi formación tecno-científica, en la que las fórmulas y teorías siempre salen de datos concretos: se toman medidas de campo y, luego, se trata de obtener la ecuación por medio de aproximaciones matemáticas. Finalmente se coge la fórmula, se aplica a nuevos datos y, si encaja... ¡Voilá! Hemos acertado.

Husserl era crítico con la racionalidad científica. Pero no porque fuese un magufo, o una persona religiosa. Él estaba convencido de que la ciencia es la única herramienta que tenemos para conocer de forma precisa la realidad y prepararnos para afrontar acontecimientos futuros.

Lo perverso de la racionalidad científica radica en que se aplica a todos los ámbitos. Estamos continuamente calculando, matematizando, intentando acertar en nuestras predicciones, tratando de tomar las mejores decisiones. Incrementar nuestro nivel de consumo, hacerlo sostenible... Eso en la esfera privada. Pero es que en la esfera pública es aún peor: no hay decisión política que pueda tomarse sin cuantificar económicamente su impacto. Tanto si se trata de atajar una pandemia como de potenciar la cultura. Todo se mide en presupuestos o en los costos -sanitarios, de educación, control...- que tendría no llevar a cabo la acción. 

Siendo más precisos, lo que ocurre previamente a la aplicación de la racionalidad científica a toda realidad, es una simplificación e interpretación matemática en términos económicos de la realidad -social, política, histórica..-. Una vez tenemos una realidad cuantificable es posible operar con ella en términos matemáticos. Lejos quedan ya las racionalidades religiosas, místicas o políticas. Lo que nos queda es una realidad mecánica, mediatizada por complejas fórmulas y protocolos que sólo los elegidos -expertos- pueden manejar.

Husserl intenta encontrar otras formas de lidiar con la realidad. Las realidades científicas están ahí, no es necesario negarlas. Pero también es cierto que la mayor parte del tiempo vivimos de espaldas a ellas. No nos importa si un bolígrafo está compuesto de átomos o si, para fabricar la tinta, se utilizan tales o cuales procesos químicos. Podemos dejar eso entre paréntesis -como si fuera caja negra- y centrarnos en lo que nos interesa, en "las cosas mismas": que el bolígrafo lo utilizamos para escribir. La realidad científica es sólo una más de las realidades del bolígrafo. 

Así que, puede parecer un error aplicar los razonamientos científicos a los asuntos humanos, donde la realidad se construye desde diferentes subjetividades, donde la realidad científica es sólo el trasfondo, que se da por hecho y pasa desapercibido. 

 

A menudo,  la racionalidad científica se nos presenta como objetiva, real, al margen de todo deseo o anhelo. Pero el campo de lo humano está constituido sobre subjetividades y deseos -individuales o de grupo-. Y, cuando se aplica la racionalidad científica a un campo que no le corresponde, se suele hacer dirigida por cierta subjetividad para someter al resto.

 

Cuando Darwin publica "El origen de las especies", en 1859, muchos -incluido el propio Darwin- se lanzaron a extrapolar la interpretación de los datos observados por la zoología a las sociedades humanas. Podríamos decir que se trataba de aplicar esa racionalidad científica también a lo social. 

Darwin era Inglés y, cuando publicó su libro, ya estaba bien avanzada la revolución industrial. Llevaba tiempo observando las enormes masas de obreros hacinados en las ciudades y fábricas, mientras las clases adineradas concentraban más y más riqueza, a la par que arrebataban el poder a la antigua nobleza. Entre estas clases altas de la sociedad victoriana se habían acogido con entusiasmo las ideas de libre mercado de Adam Smith y los análisis poblacionales de Malthus. Con estos antecedentes, el Darwinismo, desarrolló su concepto de evolución como consecuencia de una lucha despiadada entre las especies -al igual que los humanos luchaban por la supervivencia en las urbes-. De ahí se derivaron algunas corrientes sociales y morales que trataban de naturalizar la miseria y justificar a los ricos y poderosos como los más aptos.

Si miramos a la naturaleza, nos puede parecer cruel y despiadada en muchas ocasiones, pero la mayor parte del tiempo la observamos como algo armonioso, interdependiente, donde se escenifican numerosas relaciones de apoyo mutuo y donde la selección de los más aptos no apunta tanto a los más violentos, fuertes o astutos, como a los que cuentan con más "amigos", son capaces de adaptarse mejor a las épocas de escasez, o afrontar los diferentes contratiempos ambientales. Esta era la visión de científicos rusos como Kropotkin. Científicos que habitaban un extenso territorio, prácticamente vacío, con frecuentes inclemencias meteorológicas, escasamente industrializado, con gran parte de la población en territorios rurales... Así que les costó encontrar ejemplos de esa escasez y lucha malthusianas que Darwin había incluido en sus teorías.

La interpretación que hizo Darwin de sus observaciones tenía un sesgo ideológico. Y se utilizó por esa ideología para justificarse a sí misma. 

Algo así ocurre con la ciencia actual, financiada por el capital para desarrollar tecnología que aumente ese mismo capital. Y, en tanto la ciencia se alza como el único saber verdadero, reviste a su socio -el capital- de ese halo de determinismo y repetibilidad -que son los objetos de estudio de la ciencia- y nos convence de que el mundo es así y no puede ser de otra manera, nos somete a su yugo mientras devalúa el resto de saberes -justo los que deberían guiarnos en el ámbito de lo elegible-.

lunes, 27 de diciembre de 2021

Una huebra

Estábamos en la sobremesa, frente a la lumbre. Y los mayores se pusieron a hablar de las cosas del pasado, de cómo habían cambiado las labores del campo -y del día a día en general-. A mí me gusta escucharlos aunque, a menudo, cuando se enredan en reconstruir el árbol genealógico de tal o cual persona que debería conocer, me pierdo... Entonces asiento y lanzo una sonrisa, para ver si cuela -que ya he caído en quién es- y prosiguen con la historia ¿Qué me importa a mí si los socios del Casino eran los abuelos de tal o cual persona? Los ricos hacen cosas de ricos y los pobres trabajan.

Tengo que andar traduciendo sus referencias: infiriendo datos, en función de la edad de quien habla, tratando de esclarecer cuando se refieren a sus vivencias o a hechos aún más remotos -que les narraran sus padres o abuelos-... Los nombres y apellidos no me interesan, no los ubico, no me sirven como hito. Aunque entiendo que para el narrador sí, son significativos y le sirven para ordenar su historia.

El señor X mató el último lobo -allá por los 60's-. Lo cogió con un cepo en la sierra de la umbría y llegó arrastrándose hasta el Pilarito de Consolación. Además de la recompensa del ayuntamiento, los ganaderos le daban dinero -había salvado sus rebaños-. Las ovejas había que encerrarlas todas las noches en un redil hecho a base de esparto -no había alambradas de metal-. También usaban mastines con collares de pinchos -carlancas-. Los pastores tenían que dormir en los chozos... 

El pueblo era más pequeño y las casas estaban adaptadas a otros usos. Los animales se guardaban en las propias viviendas. Había un tipo que se dedicaba a recoger los cerdos de las familias y llevarlos a comer a la Dehesa. La Dehesa tenía sus propios guardas: para que nadie robara las bellotas o la leña de otros, ya que las encinas eran del pueblo -de particulares-, mientras que los terrenos eran públicos -del ayuntamiento-. Me gustaba esta distinción entre "el pueblo" y "lo público". El ayuntamiento como algo ajeno, como una herramienta de control que se impone desde instituciones más altas, para defender los intereses de los más poderosos -los grandes propietarios- y administrar la escasez -para que exista mano de obra disponible-.

Me contaron que los terrenos de la umbría se sortearon -supongo que pagando algo- entre las gentes del pueblo. Debían descuajarlos, limpiarlos de monte y sembrarlos. Hay muchos olivares ahora en esa zona -aquello ocurrió bastante después de la Guerra-. A cada uno se le daba una huebra, que era la porción de terreno que podía labrar un hombre con una yunta en un día. Las raíces se traían al pueblo para las lumbres -no había bombonas de butano aún-. 

Había ricos que poseían grandes cantidades de tierra y las ofrecían para que otros las explotaran, a cambio de parte de la producción -dos quintos, o lo que fuera-. También había quien vivía de sus animales y sus parcelas. Y quien no tenía nada, excepto su fuerza de trabajo, y tenía que utilizarla... Que había una Dehesa "vendía", que se la dieron a no sé quién como favor de guerra. Que un olivar era mucho más valioso que una casa. Que el pueblo estaba mucho más recogido, que donde yo vivo no había nada -era campo-... 

La próxima vez, debería utilizar una grabadora.


El pasado como esas tierras abandonadas, donde prolifera el monte y también se alzan grandes ruinas, árboles que se hacen fuertes, sendas que conectan el territorio con sus gentes.

jueves, 16 de diciembre de 2021

De aceitunas y suicidas

Estaba muy contento.. Había comprado una vara y una manta nuevas! Este año no iba a dejar ni una aceituna en el suelo!
Era finales de otoño -el puente de diciembre-. No había helado fuerte aún. Por las mañanas calentaba el sol. 
Dando palos con la vara, estirazando de las mantas, con los sacos al hombro hasta la furgoneta... sudaba como un gorrino. El sudor, el aceite, las ramas sacudidas del olivo, el canto de los pájaros... Generaban un ambiente y sonoridad bucólica... Pero el día avanzaba y aquello no tenía vistas de acabarse. Era un trabajo duro. 
Siempre lo digo: -Lo que hace penoso un trabajo son las condiciones en que se realiza. Recoger aceitunas una mañana está bien. Pero si lo tienes que hacer 90 días seguidos, a destajo, sin vacaciones y cobrando poco, se convierte en trabajo esclavo
Hay personas que creen que por haber estudiado en su adolescencia y juventud no debieran desempeñar ese tipo de trabajos. Pero, claro... ahora estudia mucha gente. Y los trabajos penosos siguen existiendo -alguien tiene que llevarlos acabo-. Es curioso que, con tantas personas estudiando, no se haya conseguido un reparto más justo de las tareas. Sólo excusas para que los trabajos duros los desempeñe "el otro": el rumano, la sudamericana, el pobre... 

-Bueno, he sido un estudiante mediocre, no tengo ninguna habilidad especial, ningún talento, nunca hago nada por nadie... Pero soy de aquí, del país. Sé contar los euros, tengo algunos vicios... me merezco mis privilegios arbitrarios.

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Hace unos días, los medios, dieron la noticia de que Verónica Forqué se había suicidado -a sus 66 años-. No tengo ni idea de cómo era su vida, así que no puedo saber qué la pudo llevar a cometer un acto así. Era una actriz famosa, seguía saliendo en la TV, seguro que tenía una situación económica holgada. Seguro que no se veía obligada a realizar trabajos penosos. 
Se hicieron algunos análisis -en clave anticapitalista- que apuntaban a nuestros estilos de vida como causas del suicidio -del suicidio en general, no el concreto de Verónica-. Estilos de vida que generan malestar: aislamiento, soledad, estrés... incluso culpa -por no estar invirtiendo correctamente nuestro tiempo o dinero-. Un malestar que lleva a la inseguridad, la desconfianza y el odio hacia el otro. 

Yo también lo percibo así. Cuando era joven no me preocupaba mucho el dinero: mis padres me proveían de techo, comida y ocupación -estudios-. Luego empecé a dar tumbos por los trabajos, intentando abrirme hueco: ganar más dinero, conseguir mejores condiciones... Después vinieron las niñas... y las preocupaciones comenzaron a girar en torno a ellas: mantener el hogar, el coche, el seguro, los ahorros, el colegio... 
En todas las etapas me topaba con la perseverante ansiedad: sacar mejores notas, estudiar más, un máster, una certificación, idiomas, conseguir mejor salario, un seguro más barato, un coche mejor, una casa más grande, piscina, comprar acciones, echar la lotería... Una espiral en la que nunca se llega a la meta, en la que nunca nos es dado disfrutar de lo conseguido. Hay que trabajar más, formarse, invertir, diversificar... porque existen un montón de amenazas que pueden arrebatártelo todo: la inflación, los impuestos, las crisis, el paro... 
-Ya cuando me jubile lo haré todo: los viajes, los libros, los amigos, pintar... Pero nada de eso nos llega. Porque todo ese marco ideológico del trabajo, el esfuerzo, el consumo y el progreso hacia capas económicas cada vez más altas, nos ha calado tan hondo que hemos perdido la consciencia de que sea solo una posibilidad entre muchas otras. 

Los del trabajo penoso sufren. Pero también sufren los que participan del éxito y el dinero, los que estirazan y aprietan el nudo de la soga que nos asfixia.

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Llevé las aceitunas al molino de la cooperativa. La maquinaria que separaba las hojas y pesaba la aceituna limpia, hacía un ruido terrible. Pero resultaba muy reconfortante: ver llegar la gente con su carga, poniendo su trabajo de pequeños grupos autónomos en común; te sentías parte de algo, de un pueblo, una historia...


[...] aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Fragmento del poema "Aceituneros" de Miguel Hernández

lunes, 22 de noviembre de 2021

Era de Plasencia... Me parece que decía

No soy muy fan de Robe. De Extremoduro sí. Extremoduro es la banda sonora de mi adolescencia y juventud -ya lo comentamos en ¿Es Extremoduro un grupo para pijos y paletos?-. Robe es otra cosa. 

Sí, parte de Extremoduro. Pero ha tomado su propio camino musical: más profesional, más calmado, menos arriesgado e irreverente. Y está bien. Sigue congregando a mucha gente, aunque la mayoría somos ya puretas.



Fuimos a verlo al WiZink Center, en Madrid. Había muchísima gente. Tocó algunas canciones de Extremoduro. Y si el Robe te vuelve a repetir que "Hay que dejar el camino social alquitranado, porque en él se nos quedan pegadas las pezuñas...". Pues te lo crees. Pero con 40 tacos no puede ser una declaración de intenciones: ya tendrías que estar fuera del alquitrán... Y ese es un trago difícil de digerir.