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domingo, 5 de enero de 2025

El trabajador en potencia y el perfect flow

Llevo más de 2 años trabajando en una empresa de consultoría informática. Estos días también me encontraba leyendo sobre las diferentes corrientes políticas españolas en la modernidad. Y, llegando al socialismo, se me antojó imposible la materialización de las ideas marxistas que se exponían acerca de la emancipación de los trabajadores, la toma de los medios de producción o la dictadura del proletariado. Sería una absoluta marcianada plantear un discurso así en mi ambiente laboral: un ambiente dirigido por el deseo, lo aspiracional, la apariencia, el marketing y donde la producción es algo absolutamente irrelevante -un residuo de lo verdaderamente importante, que es la facturación a cliente-.

La consultoría es un ambiente muy individualista donde, además, no es nada fácil identificar el producto del trabajo -¿Cómo vas a desear apropiarte de algo que no ves o te es totalmente ajeno? Sí, ves el dinero en tu cuenta y podrías querer facturar tú, como individuo, directamente a la segunda empresa, o la tercera... El producto aparece difuminado detrás de la maraña especulativa del tráfico de mano de obra.
En la consultora para la que trabajo se venden equipos -para que los trabajadores sintamos algún tipo de vínculo entre nosotros-. Pero, en el día a día, somos un grupo de trabajadores externos en otra empresa, con condiciones diferentes y sometidos a sus reglas. El trabajo desempeñado, se mide en horas facturadas. No importa el rendimiento. 

Quizá sería más preciso llamarlas empresas de trabajo temporal (ETTs) o empresas de recursos humanos pero, en el campo de juego del deseo y el mercado, consultoría suena mucho más atractivo. La especialización es poca: los proyectos son a corto plazo, un año se trabaja para una empresa y al siguiente puede que para otra. Así que nadie es experto en nada, aunque sí se llega a adquirir cierta habilidad y conocimiento en el manejo de herramientas genéricas y formas de trabajar estándar.
Al no existir una vinculación o un conocimiento profundo del producto... el trabajador es una especie de continuo estudiante que picotea de aquí y de allá, sin focalizarse ni responsabilizarse de nada. Lo importante es tener un buen portfolio de herramientas que conoce, con las que podría ser un candidato a trabajador -siempre como trabajador en potencia, nunca en acto-.

El consultor es un Chat GPT, un Gemini, una IA: tiene respuestas para todo y muy poca experiencia. El buen consultor siempre parece saber de todo, es el cuñadismo hecho profesión.
El consultor es un trabajador infantilizado, que solo aspira a insertarse en el mercado como objeto de deseo, como un anuncio comercial de infinitas posibilidades. El trabajo mismo le resulta algo misterioso, incompresible, etéreo, temporal... Lo toma como una posibilidad de anunciarse y adularse a sí mismo. La mayoría de mis compañeros parecen más preocupados por hablar de lo que hacen y decirlo ante las personas indicadas que por entregar algo de calidad. Así que se necesitan un montón de herramientas de control: dailies, metodologías ágiles, product owners, scrum masters, project managers, revisiones de código, tests automáticos... Trabajo burocratizado y enajenado.   

Vivimos en sociedades líquidas. Y el consultor es el resultado de los nuevos mecanismos de deseo, acumulación de capital, adaptación continua... Es quizá el trabajador que mejor encaja en los tiempos actuales, el único superviviente a la siguiente crisis que siempre amenaza con venirse encima, el que está al día en las últimas tendencias del mercado... El poseedor del Perfect flow.