sábado, 18 de enero de 2025

De La Sustancia, cyborgs y el deseo

Me descargué La Sustancia, porque no conseguía verla en el cine. Es una película que no deja indiferente a los que tenemos una edad. Demi Moore fue una sex symbol durante nuestra infancia y juventud. En la peli hace el papel de una mujer de 50 -aunque ya tiene 60- y sigue estando muy bien "para su edad".
El paso del tiempo cambia los cuerpos, los hace menos deseables a la vista. Yo miro fotos de mi juventud y me cuesta identificarme con esa figura tan delgada y esbelta. Pero la mediana edad tenemos derecho a seguir existiendo y deseando, tenemos nuestro nicho de mercado. Aunque nos toque ocuparnos de las cosas aburridas y sórdidas de la sociedad: la vivienda, el capital, las compras, el trabajo... Para que los cuerpos jóvenes puedan gozar y sentirse atraídos por un sistema mundo que luego tendrán que sostener. Esa es también una de las ideas detrás de la película: el sacrificio de la edad madura, para observar el éxito, la pericia, la exuberancia y la voluptuosidad de la juventud. Empezamos pensando que somos partícipes de su desarrollo y éxito: la disciplinamos, formamos, llevamos a actividades extraescolares... Pero pronto nos vamos dando cuenta que tienen vida propia -que no somos uno-, que sus intereses no son los nuestros o que, incluso, se contraponen, se alimentan de nosotros. La juventud nos atrae y nos da miedo, porque vamos experimentando la finitud de nuestro cuerpo mientras ella no es consciente en su despreocupada vitalidad.

La Substancia plantea una fantasía química que soluciona el problema de la vejez desde un desdoblarse: como tener una hija pero sin el trauma de la crianza. Y nos estábamos acostumbrando a que el cine de los últimos años abordara el tema principalmente desde el Cyborg: introduciendo mejoras en nuestro cuerpo a base de tecnología robótica. Como ocurre en Alita: Ángel de combate. Porque es algo que nos resulta más intuitivo y razonable -la magia y la alquimia son cosa de otras épocas o excentricidades de ricos-. Ahora tenemos un montón de gadgets para ir reemplazando lo que se nos va rompiendo: gafas, audífonos, prótesis... O intervenciones quirúrgicas para disimular el paso de la edad. Y, aunque no están integrados en nuestros cuerpos, utilizamos herramientas y aparatos casi para cada interacción con la naturaleza y los otros: coches, móviles, ordenadores, patinetes... El móvil es una extensión más de nosotros mismos, mucho más que un pasatiempo, es una herramienta imprescindible para el trabajo, las relaciones sociales, los trámites burocráticos, vigilar la salud... Y quien tiene mejores herramientas puede desenvolverse con mayor éxito y eficacia en una sociedad donde todo es competencia por la atención.

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La piel cambia con la edad. En la vejez se ve fina y delicada. Miraba las manos de mi padre -ahora miro obsesivamente las manos-, que siempre ha sido una persona hábil y fuerte... Pero el paso del tiempo es inexorable... No hay tantos años de diferencia ente él y yo... veintitantos años pasan volando. Los líderes mundiales, parecen estar a tope a pesar de la edad: -Trump tiene 78 años, los mismos que David Lynch, que falleció estos días-. El tiempo es finito, pero invertimos muchos esfuerzos para gastarlo en cosas que no nos satisfacen, incluso nos resultan desagradables, sacando adelante el trabajo de otros, explotando a otros...
Si pudiésemos vivir más años siendo jóvenes ¿Aprovecharíamos mejor  el tiempo? O ¿Lo invertiríamos en lo mismo? Porque, al final, esa es aspiración de Demi Moore en la Sustancia: empezar de nuevo, seguir en lo mismo pero en un cuerpo joven, subir más alto, envuelta en una capa de deseo y voluptuosidad.

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