La boca del tiburón es como otra cualquiera
pero muerde, corta, desgarra, sangra...
más que el beso de un ornitorrinco:
tan gracioso, con su pico y patas palmeadas.
Demasiado odio, demasiado trabajo
demasiado enserio, demasiados tajos,
en un mortal tan pequeño, tan bajo.
La boca del tiburón, con dientes tan blancos
en bocados tan profundos y afilados...
El corazón de piruleta, los ojos de azucarillo,
salpica y chapotea en sucios charcos, el ornitorrinco.
Hay quien se estrella donde otros no ven obstáculos.
Hay quien se adentra en cavernas, a ciegas,
quien naufraga en pantanos de barro,
quien duerme en lechos de agujas.
Hay quien atraviesa desfiladeros
y ni tan siquiera sabe del riesgo.
Apuestan – ganan, viven sin más,
no son conscientes de la dificultad.
de sacar la sangre del que siempre la caga...
Los afortunados: observan al ornitorrinco,
sus almas puras, llenas de cosas buenas,
sus risas, sus corazones... dando brincos.
“Hablo con la sabiduría que me da el fracaso.”
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