"Lo que me sorprende es que en nuestra sociedad el arte ya solo tenga relación con los objetos y no con los individuos o la vida; y también que el arte sea un dominio especializado, el dominio de los expertos que son artistas. Pero ¿no podría la vida de cualquier individuo ser una obra de arte?" -Foucault, M.: La ética del pensamiento. Por una crítica de lo que somos (Edición y traducción de Jorge Álvarez Yagüez). Madrid, Biblioteca Nueva, 2015. Pg 353.
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En la inmensidad de la finca -del Campo con mayúsculas-, de la inabarcabilidad de las tareas, del trabajo infinito... se genera un aislamiento y, a la vez, comunidad: con las plantas los animales el agua...-. No hay nada de artístico allí, poca intervención humana, pero, en el contexto de mi vida, aporta una dimensión estética... Porque yo no debiera estar ahí -es también mi pequeña resistencia-. Yo no debería estar ahí, debería estar produciendo, diseñando, invirtiendo, amasando fortunas, viajando, consumiendo... En lugar de bregar con las ovejas, la leña, las jaras... Durante ese tiempo estoy lejos de los engreídos y estirados ingenieros. Me siento más humano y considero que le da intensidad a la novela.
Hace unos días terminé de leer "Oposición" de Sara Mesa. En cierta manera, me sentí identificado. No es muy común pero, en ocasiones, me ha ocurrido que uno está en un buen trabajo sin mucho que hacer... Y acaba siendo bastante incómodo, porque puede que no haya mucho que hacer, pero hay que estar ahí. Y, además, hay que aparentar que se está haciendo algo... para que no se rompa la ficción y acabemos todos en la cola del paro, o nos muevan de posición. La verdad que, cuando me ha ocurrido, siempre he acabado buscando otra cosa... el aburrimiento te acaba llevando a mover el curriculum. Además, en la empresa privada, cuando ocurren estas situaciones, es porque se avecinan cambios -y no para bien-.
Hace unos meses hubo un ataque informático a la compañía para la que trabajo y, de golpe y porrazo, no podíamos hacer nada... Pero había que estar ahí. Hay verdaderos maestros del escaqueo para los que no supone ningún problema... Yo, lo llevo bastante mal. Por suerte, entre lo que me quedaba pendiente y absorbiendo el escaqueo de mis compis, pude seguir trabajando sin necesidad de simular.
Resulta difícil aprovechar ese tiempo para otras cosas. Porque hay que estar ahí, aunque sea perdiendo el tiempo. Yo teletrabajo pero, da igual, porque hay que estar pendiente de un montón de comunicaciones que llegan por un montón de canales. Simular es también un trabajo... Hay que mantener la confianza: con el cliente, los jefes, los compañeros... Creo que nunca había estado en un trabajo donde la necesidad de simular fuera tanta, donde la ineficiencia en la organización del trabajo fuera tan desastrosa y donde la implicación fuera tan baja. Quizá es algo común en el ámbito de la consultoría.
"A estas alturas, debía saber que yo no hacía nada. Sin embargo, hablaba de mí como si estuviera ocupadísima. A los funcionarios de otros departamentos les decía: menos mal que vino, yo es que no doy abasto..." - Sara Mesa: Oposición.
El síntoma mas notorio debe ser ese: tener que estar siempre justificándose, hablando bien de ti mismo, hablando mal de los "otros" y lisonjeando a tus compañeros... Resulta imposible hacer autocrítica cuando sabes que no estás haciendo nada y que romper la simulación solo te puede llevar a un lugar peor.
En el campo siempre hay muchas cosas que hacer, por eso que hay que fijar pequeños objetivos, que sabes que acabarán atrayendo más trabajo... Así que, hay que terminar poniéndose límites... Bien mirado, en las empresas pasa un poco lo mismo: en cuanto uno empieza a sacar trabajo le acaba cayendo más trabajo y hay que marcarse límites, o delegar en los demás -que para eso es una empresa-. En el campo no es tan fácil delegar. Si delegas ya no es Campo, entonces se convierte en un negocio, en una explotación agroganadera, una empresa... un oficio.
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Me ha resultado muy interesante leer estos meses a Foucault y Agamben. Porque todas las ideas focaultianas dan buena cuenta del proceso de formación de las niñas, de sus cuerpos, identidades... Y todo el control biológico y conductual al que los sometemos: checkeos médicos, educación física, horarios, hábitos alimenticios y saludables, pautas de descanso, pautas de comportamiento, identidad de género, sexualidad, higiene... Sí, en los preadolescentes ya empiezan a ser notorios los rasgos familiares y sociales. El control, la disciplina, la recompensa y el castigo han hecho su trabajo. En este sentido me resultó gracioso e inquietante que mi hija se disfrazara como yo, como si deseara tener un oficio similar al mío... sea lo que quiera que sea mi oficio.
Lxs niñxs estaban en el escenario iluminado, nosotros podíamos verles, pero ellxs a nosotros no. Por eso se esforzaban en sus representaciones, trataban de hacerlo lo mejor posible y nosotros nos sentíamos poderosos porque teníamos el control sobre aquellas medianas criaturas.
Pero me ha resultado más interesante cómo Agamben enlaza las ideas de biopoder y control con la ley, los Estados... Todas esas estructuras estaban también presentes en ese acto. El alcalde, el director... revestidos de poder soberano, aunque solo sea durante el ejercido de su legislatura. No tienen el alcance y las consecuencias de un Estado, pero sí cierta influencia para establecer el adentro y el afuera, los favorables y los bandidos, lo que está bien y lo que no es tolerable...
Y mientras miraba a lxs despreocupadxs chavalxs, me dio un poco de miedo y asco el mundo al que les estábamos lanzando a trabajar para... Allí no se atisbaba dimensión estética, ni papel sin cuadrícula donde escribir la novela.