En nuestro post anterior, centramos el análisis en lo que puede llamarse fotografía canónica y sus dos principales facetas: la documental y la pictórica. Poniendo especial énfasis en lo pictórico, que resulta lo más relevante en un análisis estético de la fotografía, y es lo que permite enmarcar la fotografía dentro del concepto de arte actual. Aunque no conviene perder de vista el carácter documental, en cuanto a reproducción de las cosas y ese halo de constatación de la realidad que confiere a las fotos.
De la fotografía canónica a las Bellas Artes
Hemos visto que la fotografía canónica ya dispone de un gran abanico de posibilidades a la hora de capturar imágenes de forma creativa, ensalzando ciertos valores estéticos: belleza, dramatismo, realismo, ensoñación…
Hemos visto que la fotografía canónica ya dispone de un gran abanico de posibilidades a la hora de capturar imágenes de forma creativa, ensalzando ciertos valores estéticos: belleza, dramatismo, realismo, ensoñación…
Esto
nos lleva a un tipo de fotografía que se aleja un tanto de la
fotografía documental. Esta última es la que estamos más acostumbrados
a observar en los medios de comunicación de masas: periódicos
y televisión. Ya que, a los medios, les conviene presentar sus contenidos bajo la
apariencia del realismo y la imparcialidad.
Pero, la fotografía en que vamos a poner el foco, concentra su valor en lo estético. Se
aleja del canon de lo documental y empieza a reflejar una cierta
intencionalidad del fotógrafo y
una cierta sacudida en la sensibilidad o estados de consciencia de
los receptores.
Estaríamos hablando de lo que ha venido en llamarse “fotografía de Bellas Artes”3. Que abre el abanico de posibilidades de la fotografía: jugando con efectos de la toma de imagen, o del revelado, que habitualmente se consideran fallos en la fotografía (subexposiciones, desenfocados, tiempos de exposición no adecuados para objetos en movimiento, saturación de los colores...).
En
este punto, puede que el fotógrafo se sienta más cercano al pintor.
Utilizando categorías estéticas más propias de la pintura, para
conseguir la foto deseada: armonía de colores, contrastes de luces,
dramatismo, suavidad, ensoñación...
Pero,
aún aquí, tiene unos límites y reglas claras a las que atenerse.
Reglas restringidas a lo que se puede conseguir de forma mecánica
con la cámara y las técnicas de revelado tradicionales. Reglas que
hacen que la fotografía sea claramente diferenciable de una imagen
pintada manualmente.
La fotografía y la producción en serie
En su libro "La cámara lúcida" Roland Barthes hace un desarrollo muy interesante de lo que denomina el “studium” en la fotografía.
“[...]la
aplicación a una cosa, el gusto por alguien, una suerte de
dedicación general, ciertamente afanosa, pero sin agudeza especial”1
Y lo enfrenta al “punctum”
“[…]
ese azar que en ella [la fotografía] me despunta (pero que también
me lastima, me punza)”2
Con las cámaras actuales es posible realizar millones de fotos. No sería difícil que alguien, con un poco de suerte, pudiera hacer una buena foto sin tener ningún tipo de pretensión artística. Y no habría forma de diferenciar esa foto de la realizada por un profesional. No es difícil que un profesional realice millones de buenas fotos a lo largo de su carrera. Así que, no es de extrañar que Barthes se preocupe por encontrar un criterio que le ayude a centrar su atención en un puñado de fotos.
Esto no deja de ser un asunto relevante hoy día, dado el número creciente de imágenes con que los medios de comunicación nos inundan a diario, arrojándonos al borde de la sobreestimulación.
Carencias técnicas y alteración de la realidad
La fotografía tiene una serie de carencias técnicas que hacen que los resultados no sean tan buenos como lo que es posible percibir a simple vista. Así que, han empezado a surgir numerosos procesos para conseguir suplirlas. Por ejemplo las “imágenes de alto rango dinámico” o ARD (High Dynamic Range en inglés, o HDR)4, donde se superponen diferentes imágenes para conseguir una con mayor detalle, tanto en las zonas muy iluminadas como en las oscuras. El resultado es una fotografía “extraña”, quizá parecida a un cuadro hiperrealista.
Ya son varios siglos conviviendo con las fotografías, con lo que nos hemos acostumbrado a esas carencias y, cuando nos presentan este tipo de imágenes, sentimos una especie de admiración y rechazo a la vez: admiración porque resultan imágenes impactantes, con gran profusión de detalles; y rechazo porque intuimos que hay algo falso, retocado.
Los
programas informáticos utilizados para estos tratamientos de mejora
de la imagen permiten, además de corregir las carencias propias de
la tecnología de captura, corregir también las carencias de la
realidad: eliminar un cable de la electricidad que no “debería”
estar; estilizar la silueta de las modelos; ensalzar el color de los
ojos; eliminar al mendigo de la puerta de la iglesia… Consiguiendo
imágenes realmente impactantes, que llamen nuestra atención, aunque solo sea durante los pocos segundos que necesita el publicista. Ya
no es necesario ir observando imágenes de forma metódica
en busca de ese “punctum” que nos conmueva. Las imágenes son
afiladas utilizando diferentes técnicas psicológicas y se nos
arrojan en los momentos que determinan las estadísticas y
necesidades del mercado como más efectivos (de activos buscadores de tesoros, hemos pasado a consumidores pasivos de un exceso de imágenes que nos abruma).
Convergencia entre la fotografía y el arte digital
Las
imágenes retocadas se parecen cada vez más a las creadas
enteramente por ordenador, sobre todo para películas y videojuegos.
Muchas de las películas actuales transcurren en escenarios
totalmente virtuales donde, más que corregir los “defectos” de
la realidad o de las cámaras, es necesario introducirlos para que
parezcan más creíbles. Y, donde actores de carne y hueso, interactúan
con personajes digitales. Películas que llegan a todos los públicos:
Space Jam, Batman, Avatar...
Así
que, por un lado, tenemos imágenes fotográficas que, con diferentes
técnicas de procesado y retoque, intentan “mostrar” una realidad
más ideal (creo que, llegados a este punto, ya no podemos hablar de
“capturar” la imagen, porque el fotógrafo se ha convertido más un
“hacedor de imágenes”). Y por otro, tenemos imágenes
enteramente creadas por ordenador, que pueden ajustarse a cualquier
modelo, también al de esa realidad ideal.
Cabría
preguntarse quién o qué configura ese ideal al que convergen la
fotografía y el arte digital. ¿Qué aspectos son los que molestan
de la realidad y cuáles son aquellos que se quieren potenciar?
La especialización y el consumo
Por otro lado, ha ocurrido que, con el avance tecnología fotográfica y los diferentes usos recibidos, han surgido numerosos ámbitos especializados de la fotografía. Bien porque requieran unos equipos y habilidades muy específicas (objetivos, iluminación); o bien, por el tipo de medios de difusión al que van dirigidos.
Esta especialización, delimita en el plano económico el ámbito de los
“aficionados” (con equipamientos más baratos) frente al de los “profesionales” (con equipos caros y específicos en continua evolución). Una especialización que se amolda como un
guante a las dinámicas del capitalismo de consumo y a su división
en sectores de mercado.
Un
mercado que no para de ofrecernos nuevos complementos mientras nos mantiene expectantes a sus novedades:
“Si
ilusión es el «concepto,
imagen, representación sin verdadera realidad, sugeridos por la
imaginación o causados por engaño de los sentidos»
(RAE) entonces con esta ilusión
reaccionamos también ante las novedades tecnológicas que nos
entregan periódicamente otros magos (de la tecnología) y reyes (de
la economía).”5
Como
ámbitos especializados de la fotografía, cabe destacar: el
fotoperiodismo, las fotografía de naturaleza, deportiva...
Fotografías demandadas por medios de comunicación que requieren
equipos caros (teleobjetivos, rapidez de obturación...) y unas habilidades técnicas muy desarrolladas,
tanto para manejar los equipos, como para provocar las situaciones
deseadas, o encontrar el lugar exacto donde esas situaciones
ocurrirán.
El
retrato tiene también una gran importancia. Siempre la ha tenido,
desde los primeros daguerrotipos hasta la actualidad. Tanto en el
ámbito de lo personal como en el de los grandes medios de
comunicación y el arte. Quizá por esa fascinación que nos causa
observar los efectos del tiempo sobre nuestra apariencia física, o
nuestra indumentaria. En
cualquier reportaje monográfico, o entrevista
a un personaje, es necesaria la fotografía. Si no, pareciera que nos estuvieran
ocultando algo.
Cabría preguntarse porque estamos tan familiarizados con este tipo de fotografías,
y porqué se exhiben en los
medios. ¿Quizá porque
no cuestionan ni comprometen nuestro estilo de vida?
Añoranza de tiempos pasados y el arte como reducto aislado
Lejos
queda el tipo de fotografía más populares del siglo pasado, que
contraponían conflictos bélicos, ambientes marginales y
hambrunas a nuevas arquitecturas y
lujos de clases adineradas. Una fotografía que
combinaba lo pictórico y lo documental,
que buscaba sacudir las conciencias de los espectadores. Muchos
de cuyos autores menciona Susan Sontag en su libro
“Sobre la fotografía”: Walt Whitman, Diane Arbus, Felix Greene…
Una época, aquella, en que el arte de la fotografía acumulaba su negatividad retratando la
marginalidad, lo bizarro, lo absurdo, lo ambiguo… Y los reporteros
de los grandes medios aprovechaban sus circunstancias para invertir
tiempo en sus proyectos artísticos personales. De forma que existía
un cierto trasvase de esa negatividad del arte fotográfico a la
realidad que reflejaban los medios de masas.
Ciertamente, la del siglo pasado, resulta un tipo de fotografía que podríamos relacionar con lo que este arte tiene de repertorial (como lo describe Jordi Claramonte en “La república de los fines”). Y que hoy puede tener sentido en los circuitos en que ha quedado recluido el arte, pero que difícilmente puede alcanzar relevancia en las dinámicas de consumo autocomplaciente en que nos encontramos inmersos.
“En
términos de construcción política, podemos asignarle al nivel de
lo repertorial el claro objetivo de vindicar la existencia y la
resistencia de una multitud de formas de organización de la
percepción, la temporalidad, las relaciones sociales, los
materiales, una multitud de modos de relación en suma que el
capitalismo globalizado puede querer suprimir por falta de
rentabilidad o de conexión con las lógicas del mercado.”6
2 Barthes
y Sala-Sanahuja, 65.
3 «Fotografía
de Bellas Artes», Wikipedia,
la enciclopedia libre,
20 de mayo de 2018,
https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Fotografía_de_Bellas_Artes&oldid=107995795.
4 «Imágenes
de alto rango dinámico», Wikipedia,
la enciclopedia libre,
30 de junio de 2018,
https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Imágenes_de_alto_rango_dinámico&oldid=109034207.
5 Bez,
«Nuestros Reyes Magos», Bez.es, 7 de enero de 2017,
https://www.bez.es/937310832/Nuestros-Reyes-Magos.html.
6 Jordi
Claramonte, La
república de los fines: contribución a una crítica de la
autonomía del arte y la sensibilidad
(Murcia: CENDEAC, 2011), 224.